lunes, 31 de diciembre de 2012

LARS (2 - 2)


Vancouver, Columbia Británica (Canadá)
7 de julio de 1992

Cuando sus hermanos le explicaron lo que habían averiguado, Lars supo inmediatamente que habían dado en el clavo. Es más, había sentido con total claridad el pesado hedor del Wyrm sobre el libro de rol que habían sacado de la habitación de Travis. Sin embargo, aún quedaba otro asunto pendiente de resolver: el aspecto físico del tipo que buscaban. Linda Davis les había dado una descripción que no se parecía en absoluto a la de ninguno de los tíos que salían en las fotografías del secuestrador. Para averiguar la verdad, tuvieron que enfrentarse a la terrible madre de Travis, que sólo accedió a identificar a su hijo en las fotografías cuando  la amenazaron con torturarla de la forma más cruel posible. No lo iban a hacer, por supuesto, pero ella no lo sabía y el miedo le soltó la lengua. Confesó que su hijo era "esa mierdecilla gorda, de gafas y con diecisiete años".

Después de que la mujer hubiese contestado a todas sus preguntas, volvieron a amordazarla y dejarla maniatada sobre el mugriento sofá de su casa. En ese momento eran las cinco de la tarde. Sin más motivos para permanecer en ese apartamento infecto, se marcharon con la intención de encontrar cuanto antes al secuestrador. Se llevaron con ellos el libro de rol, así como algunas fotos de Travis y sus amigos para poder identificarlos nada más verlos. Mientras bajaban las escaleras del edificio, Crow hizo la inevitable pregunta:

-¿Por qué Linda Davis dijo que Travis tenía otro aspecto? ¿Creéis que ha tratado de engañarnos?

-No-, respondió él con seguridad. -Aquí están actuando misteriosos poderes sobrenaturales. Recuerda que ella le dejó llevarse a los niños sin oponer resistencia.

-Pero entonces, ¿contra qué nos enfrentamos, Lars?-, preguntó Voz-de-Plata.

-Lo sabremos cuando le echemos el guante a ese bastardo-, murmuró opaco el Theurge.

Cuando salieron del edificio, Lars se dio cuenta de que algo no iba bien, por lo que miró a su alrededor buscando cualquier detalle sospechoso mientras Voz-de-Plata y Crow discutían qué línea de autobús les llevaría más rápido al Centro de Convenciones de Vancouver. "¡Es ese coche!", pensó alarmado de pronto cuando reconoció un viejo Ford Fairmont de color azul oscuro aparcado en doble fila frente al portal. Estaba convencido de que ya había visto antes ese mismo coche en algún momento del día, aunque no podía recordar cuándo. Intentando disimular todo lo posible mientras miraba con discreción, Lars llegó a entrever la figura de un hombre de mediana en el asiento del conductor.

Para su sorpresa, el vehículo se puso en marcha y se incorporó al tráfico, desapareciendo rápidamente. "¿Estoy paranoico o ese tipo se ha largado porque lo he descubierto?", era una pregunta difícil de responder en esos momentos. "Puede que sólo haya sido una casualidad", pensó Lars. Entretanto, sus hermanos de manada, inconscientes de lo que había sucedido, ya habían decidido la línea de autobús que cogerían.

-.-

Mientras esperaban a que llegase el autobús que les llevaría al Centro de Convenciones de Vancouver, el Fenris estuvo investigando con mayor detenimiento el contenido del libro de rol. Por un lado, descubrió que tenía numerosas imágenes extremadamente violentas y sangrientas, además toda una procesión de figuras femeninas en diversos estados de desnudez y poses sensuales. Aunque eso atrajo inmediatamente su atención, trató de centrarse en averiguar datos relevantes mientras trataba de ocultar el contenido del libro a las otras personas que esperaban en la cola del autobús.

Pronto encontró detalles imposibles de ignorar. A pesar de que gran parte del texto era mala literatura para adolescentes, el Theurge encontró muchos datos reales acerca de los verdaderos hombres lobo como para sospechar que tal vez hubiese alguna oscura relación entre el secuestro de los niños, los misteriosos poderes de Travis y el juego de rol que tenía entre sus manos.

Unas líneas del libro cogidas al azar confirmaron rápidamente sus sospechas: Los crueles licántropos gobiernan sin oposición las tierras salvajes de todo el planeta. Para ellos, la Naturaleza es un retorcido patio de juegos donde cualquier cosa es posible, si uno tiene la fuerza y el coraje suficientes para reclamarla. En Norteamérica, su dominio discurre desde los sombríos montes y colinas de los Apalaches a las grandes llanuras del Medio Oeste o los siniestros bosques del gélido norte canadiense; ni siquiera las grandes ciudades humanas que disponen de amplios espacios verdes están completamente libres de su depravada presencia, como es el caso de Nueva York o Vancouver.

Lars sintió un repentino escalofrío. No sabía a qué debía tener más miedo, si a los datos reales que se escondían en el libro o a la nefasta imagen que se ofrecía de los hombres lobo. Una cosa estaba clara, quieran fuera que hubiera escrito ese juego de rol, sabía muy bien de qué hablaba y cómo manipular la información para engañar a los adolescentes que lo leyesen. Pasando más páginas precipitadamente encontró incluso una clara referencia a la Parentela:

En aquel distante pasado las tribus de los licántropos reclamaron sus propios reinos y a los indefensos humanos que moraban en sus nuevos dominios. Forzaron a sus víctimas a la endogamia para que engendrasen a sus malvados bastardos y su oscura semilla se convirtió en una maldición familiar que pasó de generación en generación en el más absoluto secreto entre las tribus nativo americanas, los irlandeses, los eslavos, los griegos, los escandinavos e incluso la vieja nobleza europea y rusa. Hoy en día, sus furiosos retoños maltratan a sus compañeros humanos en guarderías y colegios que acojan a estas minorías, abusando físicamente de los más débiles y sometiendo la voluntad de las desgraciadas personas por las que se sienten atraídos.

"¡Aquí está!", pensó Lars mientras cerraba el libro de golpe para subir al ruidoso autobús que acababa de llegar. La mente del Theurge estaba trabajando a toda prisa con la escasa información de la que disponía. Sabía que los niños secuestrados pertenecían a la tribu Fianna, cuya Parentela hundía sus raíces en los irlandeses, los galeses y otros descendientes de antiguos pueblos celtas, por lo que supuso que Travis debía haber estado merodeando por las guarderías y colegios de Richmond, un suburbio de Vancouver con un pequeño colectivo de emigrantes irlandeses, y había dado con Los Peces Azules. Su siguiente paso seguramente habría sido conseguir acceso a la guardería saliendo con Zoe Parker y manipulando de algún modo a Linda Davis... y estando involucrados en este asunto los poderes del Wyrm, era más que probable que las vidas y las mismas almas de Theo y Janine Worrell estuviesen en grave peligro.

El autobús estaba lleno, pero lograron llegar a la parte de atrás. Crow estaba ocupado hablándole de la antigua mitología celta a Voz-de-Plata que le escuchaba con atención y le hacía alguna pregunta verdaderamente interesada. "Tengo que darle las gracias. Hasta ahora ha estado manteniendo ocupado a Crow de forma muy inteligente para que no dé problemas", reconoció en silencio el Theurge mientras el autobús se ponía de nuevo en marcha.

-.-

Cuando se bajó del vehículo en la parada correspondiente, Lars se quedó impresionado por la hermosa fachada blanca de cuatro plantas del Centro de Convenciones de Vancouver. Los arquitectos habían rematado el techo del edificio de una forma muy peculiar, dándole una forma parecida a las velas desplegadas por unos veleros navegando en formación. Por extraño que pareciera, le recordó el tiempo que había pasado embarcado tras fugarse de su casa en Noruega. Parecía que había pasado toda una eternidad después de aquel año de libertad en alta mar.

No obstante, un suceso borró la agradable sonrisa que se estaba dibujando en sus labios. Entre los coches aparcados cerca del paseo marítimo que conducía al Centro de Convenciones de Vancouver, Lars distinguió un viejo Ford Fairmont de color azul oscuro aparcado en doble fila. "¡Mierda!", pensó el Theurge. Cogió por el brazo a Crow y Voz-de-Plata y les empujó hacia el edificio mientras les decía:

-No miréis hacia atrás. No están siguiendo.

-¿Quién nos sigue?-, preguntó inmediatamente Voz-de-Plata.

-No lo sé-, reconoció Lars, -pero he visto el mismo Ford Fairmont azul aparcado en la calle donde vive Travis Long.

Crow le desobedeció inmediatamente cuando escuchó esas palabras y, sin dejar de caminar en ningún momento, miró hacia atrás para buscar el coche del que les había hablado. Lars se indignó cuando vio que su hermano le desobedecía tan descaradamente. "Entiendo que está preocupado por los niños secuestrados, pero no puede seguir actuando así", decidió el Theurge. "Voy a tener que hablar con él cuando tengamos tiempo".

-El conductor se ha bajado del coche-, dijo Crow. -Tienes razón. ¡Nos sigue!

-¡Entremos en el edificio!-, les ordenó Lars mientras empezaba a correr. No tenía el menor deseo de acabar enredado en una pelea callejera estando tan cerca del rastro de Travis. Con un poco de suerte, la persona que les estaba persiguiendo no haría ninguna locura con tantos testigos a su alrededor. Con un poco de suerte.

-.-

Pagaron el dinero de la entrada y finalmente accedieron al Centro de Convenciones de Vancouver. El interior del edificio era un espacio amplio y muy bien iluminado por unas grandes cristaleras que daban directamente al paseo de la playa de la ciudad. La madera era el principal material de construcción, cubriendo el suelo, las paredes y el techo. Sin tiempo para otra cosa que no fuera correr, se dirigieron directamente hacia las salas destinadas a la convención de juegos de rol. Pasaron junto a un cartel amarillo con la fotografía de una cara redonda y pálida, pelo rubio oscuro y unas gafas tras la que se ocultaban unos ojos febriles; unas enormes letras negras anunciaban que Evan Stump, diseñador del juego "Licántropo: el Rapto", daría una charla por la tarde en la jornada de apertura. "¡Mierda! ¡A estas alturas ya no estará en la ciudad!", pensó Lars frustrado. "Me habría gustado preguntarle un par de cosas". Pasaron junto a otros carteles que anunciaban otros eventos hasta que por fin llegaron a las salas de rol.

Lo que vieron allí les dejó atónitos. Más de un centenar de personas, adolescentes, universitarios y treintañeros  vagaban por los pasillos entre los blancos puestos de las empresas del mundillo de los juegos de rol o participaban en las actividades de juegos y competiciones en decenas de mesas. Los más entregados a su hobby incluso venían disfrazados como si fueran sus personajes de ficción favoritos, haciéndose fotos entre ellos y jugando mientras mientras arrojaban dados de extrañas formas y colores. Las voces de las conversaciones de tantas personas eran creaban un efecto ensordecedor incluso en aquella amplia sala.

-¿Cómo encontraremos a Travis en medio de todo este follón?- preguntó Crow soprendido.

-Observando con calma y mucha atención-, le respondió mientras le hacía un gesto para acercarse a un puesto de una empresa llamada Stan Paxton Games, que mostraba numerosos libros con portadas llenas de imágenes alusivas al sexo y las drogas. Lars fingió echar un vistazo rápido a un juego llamado "Bendita Maldición" y luego volvió al pasillo seguido de sus hermanos.

-Que cada uno coja una foto-, les susurró. -Si veis a Travis o alguno de sus amigos, avisad al resto antes de hacer nada. ¡Lo digo en serio!-, lo último lo dijo mirando directamente a los ojos a Erguido-cual-Montaña.

Voz-de-Plata asintió y Crow les dio algunas de las fotos que habían cogido en la habitación del secuestrador. Luego se separaron un poco para cubrir mayor terreno. Caminaban a prisa, intentando despistar también al misterioso conductor que los había seguido hasta el Centro de Convenciones mientras miraban por todas partes a su alrededor. Parecía que estaban buscando una aguja en un pajar.

Lars pasó junto a otros puestos de juegos de rol. Era impresionante contemplar tanta variedad para lo que en su opinión eran unos simples juegos. Había extraños títulos como "Cowboy No Muerto", "Radicales de Superhéroe", "Lamias & Laberintos" y un largo etcétera. En las mesas las personas que habían venido jugaban a todo, desde cartas con dibujos extraños a juegos más clásicos. Un grupo de góticos, vestidos todos ellos de negro y con las caras completamente maquilladas de blanco y negro simulando cráneos y sombras siniestras, jugaban a lo que parecía un juego ambientado en los relatos de Edgar Allan Poe.

El Fenris dejó de prestar atención a las mesas para fijarse en otro puesto, que pertenecía a una empresa llamada Blag Dog Game Factory y que estaba lleno de pequeños grupos de adolescentes excitados. En concreto, lo que le llamó la atención fue uno de los libros expuestos, cuya portada era idéntica al libro que tenía en su mano. Su título también era el mismo: "Licántropo: el Rapto". Sintiendo una inmediata curiosidad, se acercó al puesto. Los dos encargados estaban discutiendo entre ellos a voz en grito, echándose de la culpa de alguna nimiedad. Saltaba a la vista que no se podían ni ver y les daba igual que hubiera más personas escuchando su patético espectáculo. Entretanto, Lars pudo ver unos libros en cuyas portadas se veían unos vampiros de una línea de juego llamada "Aparecido: el Cautivador", así como otras con títulos como "Brujo: la Pretensión", "Espectro: la Aniquilación", "Hadas: la Desilusión", "Humano: el Protagonista" y "Pervertido: el Pacto".

"En el nombre de Gaia, ¿qué es todo esto?", se preguntó Lars mientras miraba incrédulo los libros. A su alrededor, los jugadores habituales de la línea fanfarroneaban sobre sus personajes o sobre los nuevos poderes que detallaban los nuevos suplementos. El Theurge se sintió completamente perdido. Pocas veces en su vida se había sentido tan desconectado de la realidad en la que vivía como en aquellos momentos.

-¡Lars! ¡Bobby! ¡Venid! ¡Corred!-, oyó escuchó a Crow a duras penas por encima del resto de las voces del tumulto reunido en aquella sala.

viernes, 28 de diciembre de 2012

CANCIÓN-OCULTA (2 - 2)


Alrededores de Cochrane, Alberta (Canadá)
5 de julio de 1992

Atravesar las montañas rocosas de Canadá no había sido un viaje precisamente fácil para ninguno de los dos. La carretera estaba llena de curvas y giros pronunciados, que podían desorientar incluso al estómago más robusto. Tuvieron que detenerse varias veces en las zonas de descanso para que Margaret, la única de los dos que sabía conducir, pudiese descansar y estirar las piernas. Ella seguía sin hablarle, aunque, por fortuna, había bajado el volumen de la música del coche. De hecho habían comido prácticamente sin dirigirse la palabra en un típico restaurante de carretera a las afueras de Kamloops. Incluso la veterana camarera que les había atendido percibió la tensión que reinaba en su mesa y se ahorró pronto los comentarios con los que debía entretener habitualmente a sus clientes. Hasta ese momento sólo llevaban unas tres horas de viaje.

De todas formas, el viaje también había traído consigo algunas cosas buenas. Al no tener que conducir ni participar en ninguna conversación, Canción-Oculta había podido centrar toda su atención en las espectaculares vistas de aquellos paisajes. Majestuosas cumbres grises con pequeños rastros de nieves perpetuas, bosques de un verdor intenso como no había visto nunca y todo tipo de ríos y lagos habían sido sus hermosos compañeros de viaje. Lo único que estropeaba aquel bello paisaje era, como no, la mano del hombre. Las sinuosas carreteras atravesaban sin respeto alguno aquel hermoso y los puentes y túneles eran omnipresentes, pero incluso esas  orgullosas creaciones de la humanidad palidecían ante la sobria grandeza de la hermosura de Gaia. Era inevitable sentirse muy afortunado por haber nacido en aquella parte del planeta.

Después de tres horas más de cansado viaje, Margaret Radley detuvo el volkswagen en otra área de descanso. Sin decir ni una sola palabra, se bajó del coche y se acercó al mirador para contemplar las vistas. Canción-Oculta también se bajó del vehículo, pero no se acercó a ella para dejarle un poco de espacio. La fría caricia de la brisa en pleno julio le recordó sin necesidad que estaban en una zona de alta montaña. No había más personas en el área de descanso. Canción-Oculta trató de relajarse bebiendo un poco de agua de un botellín medio vacío y admirando de nuevo el paisaje. Entonces la oyó gritar, no una ni dos sino varias veces. Corrió hacia la muchacha tan rápido como pudo, dispuesto a protegerla pero se detuvo a la mitad de su breve carrera cuando se dio cuenta que no estaba en peligro. Margaret estaba echando fuera todo el dolor y la frustración que sentía preguntando a gritos a un público desconocido por qué la habían elegido a ella. Canción-Oculta retrocedió al escucharla, avergonzado involuntariamente ante la sola idea de espiar las intimidades de aquella desgraciada joven. Decidió volver a entrar en el coche y fingir que estaba consultando los mapas de carreteras una vez más.

Pasaron unos largos veinte minutos hasta que ella volvió al volkswagen y se sentó en el asiento del conductor. Sin embargo, no puso el coche en marcha, sino que permaneció inmóvil con las manos sobre el volante y mirando con los ojos llorosos a la carretera. Estuvo así durante lo que le pareció una eternidad. Canción-Oculta no sabía qué hacer. ¿Debía consolarla o aguantar en silencio hasta que volviesen a ponerse en marcha? Ninguna respuesta le parecía satisfactoria y eso lo frustraba aun más. ¿Qué podía hacer él?

-Quiero disculparme por la forma en que te he tratado-, le dijo ella sin mirarle siquiera, -pero os odio a todos vosotros por lo que me estáis haciendo. No me podéis casar con otra persona contra mi voluntad. No soy una esclava sexual. Soy una persona libre y tengo derecho a decidir lo que quiero hacer con mi vida.

-Lo sé-, la apoyó él. -Te aseguro que no estoy de acuerdo con esta práctica despreciable, pero no tengo ninguna autoridad para prohibirla.

-Sí, es despreciable-, dijo ella mirándolo por primera vez. -¿Cómo crees que te sentirías si le pasara a una de tus hermanas de la Parentela? ¿O a una de tus hijas en el futuro?

-Eso no me va pasar-, respondió él suspirando. -Soy hijo único y nací estéril. Nunca podré tener descendencia. Es una de mis maldiciones particulares. Pero te aseguro que si fuese así, mi posición en este asunto seguiría siendo la misma.

-¿Lo dices en serio? ¿No puedes ser padre?-, preguntó ella incrédula.

-No, nunca

-¿Por qué?

-Soy un metis, una especie de bastardo-. Respondió el Philodox volviendo a suspirar. Ahora le tocaba a él mirar a la lejanía de la carretera. -Escucha. Cuando dos Garou se aparean, el resultado es un cachorro inocente marcado por la esterilidad y una o más deformaciones. Siempre es así. Por eso el resto de los Garou desprecian a los metis y dicen que sus deformidades son un castigo de Gaia.

-Vaya... no sé qué decir...

-No digas nada-, le aconsejó él volviendo a mirarla. -La verdad es que la sociedad de los hombres lobo puede ser cruel a pesar de nuestros vínculos con Gaia y los espíritus... Te aseguro que lamento sinceramente lo que te está pasando, Margaret.

-Supongo que los dos somos víctimas de los mismos verdugos, Jacob Henderson-, le respondió ella sin hostilidad, mientras se limpiaba las lágrimas que habían vuelto a cubrir sus ojos. -Venga, prosigamos nuestro viaje y acabemos con todo esto.

-.-

Cuatro horas después habían llegado a un motel de carretera a las afueras de Banff, en el estado de Alberta, bajo un cielo nocturno lleno de estrellas. Canción-Oculta no pudo evitar admirar la belleza de Selene, que lucía esa noche la mitad de su rostro. El motel debía tener unas pocas habitaciones, que rodeaban el aparcamiento por tres de sus lados. Aunque el aspecto general era bastante rústico, un moderno cartel de neón en el que ponía "Harry's" con letras luminosas. Su polvoriento volkswagen era el único vehículo estacionado en su aparcamiento.

El conserje, un hombre bastante entrado en años pero con buena salud, les atendió con mucha educación. Margaret no pudo evitar poner cara de sorpresa cuando él pidió una habitación para los dos, pero al menos no protestó delante del conserje. Canción-Oculta suspiró aliviado. No quería discutir con ella. Había jurado que la llevaría sana y salva a Winnipeg y eso es lo que haría. Pagaron al contado y Margaret firmó en el libro de registro para que la habitación quedase a su nombre.

El motel debía tener más de cincuenta años y necesitaba una buena reforma, pero en general estaba en buenas condiciones. Su habitación estaba limpia y ordenada, casi acogedora, al igual que el baño con ducha, además de un teléfono y una televisión por cable. Las paredes eran de madera noble, bien trabajada y barnizada. Margaret esperó a que Canción-Oculta cerrase la puerta, para hacerle la inevitable pregunta:

-¿Por qué has cogido una sola habitación para los dos?

-Para asegurarme de que estás bien-, respondió él cansado.

La cara de ella revelaba a las claras que sabía que la estaba vigilando, pero él la ignoró. En lugar de facilitar la discusión, Canción-Oculta se dirigió al armario y sacó una manta para extenderla con cuidado sobre el suelo por el lado de la cama más cercano a la puerta de la habitación. Margaret se fue al baño a darse una ducha, dando un fuerte portazo. Unos suaves golpes en la puerta de la habitación llamaron su atención de inmediato. Aparentando mayor confianza de la que sentía en esos momentos, Canción-Oculta abrió la puerta con cuidado para encontrarse con el conserje, que sostenía con sus temblorosas manos una bandeja gris sobre la que descansaban cuatro sándwiches fríos.

-Los ha hecho mi mujer-, le explicó el hombre con cara de circunstancias. -Creyó que os vendrían bien si no habéis cenado todavía.

-Dele las gracias en nombre de los dos, por favor. Son muy amables.

Ambos se despidieron y Canción-Oculta regresó a la habitación. Dejó la bandeja sobre la cama y se sentó en el suelo, intentando contener su hambre para cenar con Margaret. "Son buenas personas", reflexionó mientras trató de imaginarse una cortesía semejante por parte de la mayoría de los habitantes de las grandes ciudades.

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Cuando ella salió de la ducha, lo hizo envuelta en una toalla blanca, que dejaba al descubierto sus hombros y gran parte de sus piernas. Otra sencilla toalla blanca cubría su cabeza. Canción-Oculta se maldijo a sí mismo al contemplar embobado la belleza de la joven, olvidándose durante unos segundos del hambre que sentía y de todo lo demás. Por primera vez en su vida, se sintió fuertemente atraído por una mujer, de una forma que apenas podía controlar.

Margaret se sorprendió al ver los sándwich y preguntó de dónde habían salido. Afortunadamente, eso rompió el hechizo que había ensimismado a Canción-Oculta. Recuperándose temporalmente, le explicó el detalle que habían tenido con ellos los dueños del motel y cenaron juntos en silencio, cada uno sumergido en sus propias preocupaciones. Canción-Oculta se sorprendió varias veces mirando discretamente los contornos de la joven, aunque por fortuna ella estaba demasiado preocupada por su futura boda para descubrirle in fraganti. "¿Pero qué me está pasando?", se preguntó él avergonzado.

-Yo sólo quería terminar mis estudios universitarios-, empezó a decir ella cuando terminó de cenar, -conocer mundo y tener mi propio trabajo para vivir independientemente hasta que encontrase a alguien especial. ¿Es tanto pedir?

-No lo sé-, respondió él desesperado sin saber qué podía hacer o decir para consolarla. Al final, optó por guardar silencio, más confuso de lo que había estado nunca en su vida.

No pasó mucho tiempo hasta que decidieron apagar las luces de la habitación para descansar lo que quedaba de noche antes de volver a ponerse en marcha. Canción-Oculta estuvo bastante tiempo revolviéndose inquieto mientras buscaba la posición correcta para dormir. Por lo que pudo escuchar, a Margaret le estaba pasando exactamente lo mismo.

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En algún momento de la madrugada, alguien forzó violentamente la puerta de su habitación. Canción-Oculta abrió los ojos sobresaltado para ver el contorno de una figura masculina. Margaret chilló de miedo. Él se puso inmediatamente en pie con su forma Crinos para protegerla. Al mismo tiempo, la ventana junto a la puerta se hizo trizas cuando una figura la atravesó de golpe, arrojando cristales por todas partes. "Mierda, mierda", protestó su aturdida mente.

El Colmillo Plateado atacó al hombre, que intentó retroceder sin éxito, clavándole las garras en su brazo izquierdo. El hombre chilló de dolor y la sangre cubrió rápidamente su musculoso brazo. Canción-Oculta dirigió otro golpe contra la figura que había atravesado el cristal, una mujer que parecía estar envuelta de los pies a la cabeza en cuero negro. Ella esquivó fácilmente su ataque con una grácil voltereta que la acercó a la cama donde estaba Margaret, sin soltar en ningún momento el puñal que llevaba en su mano derecha. Un nuevo golpe por parte del Philodox acertó de lleno a la mujer, lanzándola contra el televisor. En ese momento, escuchó un grito cercano:

-¡Alto o la mato!

Se volvió a tiempo para entrever una nueva figura masculina asomándose a través del sitio donde había estado anteriormente la ventana y apuntando con su revólver directamente contra Margaret.

jueves, 27 de diciembre de 2012

VOZ-DE-PLATA (2 - 2)


Vancouver, Columbia Británica (Canadá)
7 de julio de 1992

No tuvieron problemas para encontrar la habitación de Travis Long. Crow la había reconocido inmediatamente cuando había estado buscando a cualquier otra persona que pudiera estar en la casa. Un póster de Marilyn Manson pegado a la puerta indicaba la entrada en los dominios personales de Travis. Al encender la luz, comprobaron que si la habitación ya era de por sí ridículamente pequeña, el joven al que buscaban la  había hecho claustrofóbica llenándola con sus efectos personales. Una enorme bandera negra de un grupo llamado Dissection colgaba de la pared directamente sobre la cama, que estaba rodeada por un montón de ropa usada y cuatro botellas vacías de cerveza de la marca King apiladas en el suelo. La cama y la ropa estaban cubiertas por una pequeña capa de polvo blanco, que parecían indicar que Travis Long era víctima del peor caso de caspa registrado jamás por la ciencia médica.

Las estanterías estaban llenas de libros y otros objetos diversos, como figuras de los miembros del grupo Kiss, un cenicero de plástico con la forma de un cráneo humano partido a la mitad que rebosaba de colillas usadas y ceniza, varios puñales de diverso tamaño, un radiocasete negro cubierto de pegatinas de los grupos más emblemáticos del Heavy Metal y una colección impresionante de cintas del mismo género musical. Al lado de la estantería había un armario guardarropa, cuyas puertas estaban cubiertas con más pegatinas de todo tipo de bandas relacionadas con el Heavy Metal.

A la derecha de la ventana había un pequeño escritorio, cuya superficie estaba saturada de viejos libros del instituto, una pequeña Biblia abierta llena de manchas rojas y con numerosas páginas arrancadas, hojas garabateadas con torpes dibujos sexuales y miniaturas de plomo a medio pintar con la forma de criaturas fantásticas y guerreros de otras épocas. Por último, sobre el escritorio colgaban de la pared un tablón de corcho lleno de notas y fotografías, así como una pequeña réplica de una ballesta tradicional, que estaba situada casi a la altura del techo.

-Y pensar que mi madre siempre me decía que era muy desordenado...-, murmuró Crow impresionado por el brutal grado de desorden y suciedad de la habitación.

-La mía es muy tolerante para estas cosas, pero incluso ella se hubiese quedado de piedra si estuviese aquí-, murmuró el Hijo de Gaia igual de sorprendido.

Apretados en el minúsculo espacio, se pusieron a investigar en la habitación de Travis, lamentando en ocasiones no haberse traído unos guantes de plástico para no ensuciarse las manos con tanta mugre. Suspirando con resignación, Crow entró en la habitación y se puso a rebuscar en el escritorio. Voz-de-Plata ocupó el escaso espacio libre que quedaba, centrando su atención en la estantería. Había un par de álbumes de fotos de grupos musicales, además de algunos libros de historia medieval que tocaban temas diversos que iban desde la brujería en la Edad Media, pasando por las Cruzadas, la Inquisición española y las armas y armaduras de la época. Travis también tenía allí su pequeña colección de libros de "El Señor de los Anillos" además de unas novelas de bolsillo de algo llamado "Lamias y Laberintos", pero lo que llamó poderosamente la atención de Voz-de-Plata fue un libro oscuro de tapa dura que tenía el título de "Licántropo: el Rapto".

El Hijo de Gaia cogió el libro y lo abrió al azar. En una página se veía la ilustración de un lujurioso hombre lobo en forma Crinos aferrando por la muñeca a una desesperada chica joven con las ropas hechas trizas mostrando involuntariamente casi su toda desnudez. "¿Qué demonios es esto?", pensó sorprendido el Galliard. Al ojear un por encima la otra página su contenido lo dejó todavía más preocupado cuando leyó: Los licántropos, presas de sus más bajos instintos, tomaron a la humanidad para sí, esclavizándola para que se sometiese a todo tipo de innombrables actos carnales y masacrando a las pocas aldeas que osaron resistirse a sus dictados. La joven humanidad de aquellos tiempos antediluvianos perdió pronto su inocencia en aquella orgía de sangre, violaciones y muerte hasta el punto que todos los corazones humanos se llenaban de terror al escuchar los siniestros aullidos procedentes de las peligrosas tierras salvajes. "¿Se supone que está hablando del Impergium?", pensó Voz-de-Plata sorprendido. "Pero no fue exactamente así. La persona que ha escrito esto lo ha malinterpretado todo."

-Sólo es un libro de rol-, le dijo Crow.

-¿Qué es un libro de rol?-, preguntó el Galliard mientras se daba la vuelta para observar mejor al Fianna.

-Es un libro para jugar a rol-, respondió él secamente. -¿Nunca has jugado a uno?

-No, la verdad es que no-, reconoció Voz-de-Plata. -Creo que he oído hablar de ellos en la televisión debido a unos asesinatos, pero la verdad es que nunca me interesó mucho el tema.

-Ya, bueno, yo jugué a uno llamado "Lamias & Laberintos" o "L&L" durante un mes hace dos años.

-¿Hasta que te aburriste y lo dejaste?

-No, la verdad es que no. El resto de los jugadores me echaron porque según ellos yo era demasiado competitivo.

-No me digas-, respondió el Galliard intentando disimular una repentina sonrisa. La verdad es que él también creía que el Fianna podía ser a veces demasiado competitivo.

-Sí, ya te digo-, respondió Crow sin darse cuenta de la ironía. El Ahroun volvió a concentrarse en el escritorio, buscando algo entre las hojas y los libros.

-Oye, ¿y qué se hace exactamente en un juego de rol?

-Es como una representación de teatro. Cada jugador tiene un personaje y hay una persona que hace director de juego, pero la historia es flexible en lugar de existir un guión fijo y predeterminado, lo que hace que las acciones de los personajes puedan cambiar todo el curso de la "aventura".

-Entonces, ¿lo que ocurre en el juego es completamente ficticio? ¿Estás seguro?

-Sí, estoy seguro. Es como en las películas. Nadie mata a nadie realmente. ¿Por qué me haces todas esas preguntas en lugar de seguir buscando?

-Porque Travis tiene un libro de rol basado en los hombres lobo, donde salen imágenes de Crinos y creo que en una de sus páginas está describiendo una versión retorcida del Impergium-, respondió Voz-de-Plata.

-No es posible-, murmuró Crow arrebatándole el libro de las manos para inspeccionarlo él mismo.

Voz-de-Plata dejó que su hermano leyese el libro mientras él se acercaba al escritorio para ver las fotografías clavadas en el tablón de corcho. Había varias imágenes de un grupo de jóvenes. También había una fotografía de un muchacho de diecisiete años, complexión fuerte, con gafas y vestido con una camiseta negra de Blind Guardian con capas en los hombros abrazando a una chica rubia de unos veinte años muy guapa que parecía extremadamente feliz. "¿Qué diablos?", pensó Voz-de-Plata cogiendo la foto para verla más de cerca. El chico no cuadraba con la descripción que les había dado Linda Davis, pero la caspa de sus hombros indicaba que era el mismo ocupante de esta habitación. ¿Les había engañado Linda? El Galliard observó con más atención el resto de las fotografías. El chico de gafas salía en todas ellas. ¿Sería ese el aspecto de Travis Long? ¿Era Zoe Parker la chica que salía abrazada con él en  la primera foto?

Voz-de-Plata dejó de mirar las fotografías en el mismo momento en que se fijó en un folleto blanco con letras negras que colgaba del corcho. La hoja anunciaba una convención regional de cómics, ciencia ficción, terror y juegos de rol, que duraría una semana desde el seis al doce de julio de ese mismo año, con diversos actos programados en el Centro de Convenciones de Vancouver.

-¡Creo que ya sé dónde encontrarlo!-, dijo triunfante mientras alzaba en alto el folleto.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

ERGUIDO-CUAL-MONTAÑA (2 - 2)


Vancouver, Columbia Británica (Canadá)
7 de julio de 1992

Cogieron un autobús para llegar rápidamente al centro de la ciudad. Durante el breve tiempo que duró el trayecto, debatieron entre susurros acerca de la necesidad de ponerse en contacto de algún modo con el resto de los Fianna que andaban buscando a los gemelos desaparecidos. Lars propuso que Crow, que al fin y al cabo pertenecía a esa tribu y sabría mejor que nadie donde encontrarlos rápidamente, fuese a contarles lo que habían averiguado, mientras él y Bobby vigilaban la zona

-Ah, no, no-, se negó el joven Ahroun. -No pienso alejarme del rastro de ese hijo de puta. Vete tú o Voz-de-Plata.

Lars no se dio por vencido tan fácilmente e insistió para tratar de convencerlo, aunque él tampoco dio su brazo a torcer. En algún momento, ambos habían empezado a subir el volumen de sus voces sin darse cuenta. El Hijo de Gaia les hizo un gesto cuando vio que estaban empezando a llamar la atención innecesariamente. Al no poder ponerse de acuerdo, decidieron seguir investigando juntos un poco más.

-.-

El número 15 de Grainville era otro viejo edificio más del Vancouver histórico que se hallaba a la sombra de los brillantes rascacielos del distrito financiero. La edificación tenía un aspecto completamente avejentado, con la fachada completamente manchada por la suciedad de la contaminación. Junto al portal había un videoclub cerrado hacía mucho tiempo cuyo escaparate estaba cubierto por pósters de viejas películas de Hollywood como la Guerra de las Galaxias. Entrar en el edificio fue un juego de niños, ya que la cerradura de la puerta estaba estropeada y cubierta con un trozo de cinta aislante gris. El interior del portal no mejoraba precisamente: manchas de humedad, un penetrante olor a orín y la presencia de una diminuta cucaracha escondiéndose tras una maceta donde agonizaba una planta mustia realzaban la sensación de decrepitud. Los buzones metálicos estaban en un estado igual de lamentable. Muchos habían sido forzados y permanecían abiertos permanentemente. Crow se acercó a los buzones y buscó en las placas el nombre del secuestrador. Lo encontró rápidamente. "2º Derecha. William Long. Juliette Long. Travis Long".

-Lo tengo-, dijo triunfante. -¡Está en el segundo piso!

Se dirigieron a las escaleras y subieron tan rápido como pudieron. Cuando llegaron, a la puerta correcta se miraron unos a otros sin saber muy bien qué hacer a continuación, dándose cuenta de que con la emoción y las prisas no habían tramado un plan. Al otro lado podían escuchar con claridad las voces emitidas por una televisión a un volumen demasiado alto. "Ahora ya es tarde", se dijo Crow con un suspiro malhumorado mientras picaba en la puerta con fuerza.

-¿Quién anda ahí?-, les gritó una voz agriada que apenas parecía femenina.

-Somos amigos de Travis-, respondió Voz-de-Plata improvisando sobre la marcha.

Oyeron unos pasos pesados, casi arrastrándose por el pasillo, y luego alguien abrió la puerta. Puede que la mujer tuviese cuarenta años, pero tenía el aspecto de alguien con una década más. Tenía la melena corta, con su pelo castaño sucio y graso. De cara alargada y nariz pequeña, no había gesto alguno de amabilidad o bondad en aquellos ojos amargados. Sus dientes estaban completamente amarillentos por el abuso del café y el tabaco. Iba vestida con una sucia bata rosa, que tenía numerosas manchas de comida así como una pequeña capa de caspa coronando sus hombros, y calzaba unas gastadas zapatillas por las que se asomaba el dedo gordo de uno de sus pies. A pesar de la distancia, su pésimo aliento les llegó con facilidad cuando habló de nuevo casi casi gritando:

-¡Marchaos! Travis no está en casa. ¡Nunca está cuando lo necesito!

-Pero habíamos quedado con él aquí-, protestó Lars intentando tirar del sedal. -¿Nos puede decir dónde podemos encontrarlo?

-¡NO! ¡Nunca me dice a dónde va, ni quiénes son sus amigos! ¿Os lo podéis creer? Tiene todo el tiempo del mundo para estar con esa fresca que dice que es su novia, pero a su madre que la jodan... Pues os diré una cosa. ¡Qué os jodan también a vosotros!

La mujer cerró con un fuerte portazo que pareció a punto de sacar la puerta de su marco. Crow estaba demasiado afectado por la sorpresa como para sentirse furioso y miró estupefacto a sus hermanos de manada, que parecían igual de confusos que él.

-¡Marchaos de una vez o llamo a la policía!-, les gritó una voz al otro lado del puerta.

Lars les hizo un gesto y bajaron por las escaleras para salir fuera del ángulo de visión de la mirilla por la que les había vigilado aquella arpía. Bajaron hasta la entrada del portal, donde el Fenris se detuvo. Crow iba a protestar por marcharse con las manos vacías, pero el Theurge le interrumpió antes de que tuviese tiempo a decir en alto sus quejas.

-Estamos en un callejón sin salida a no ser que empecemos a tomar medidas serias-, les dijo. -Vamos a buscar una tienda donde vendan máscaras de disfraces, volvemos, caminamos de lado, nos las ponemos y luego volvemos a cruzar la Celosía para entrar dentro de la casa por sorpresa.

-¿Por qué tenemos que comprar máscaras de disfraces?-, le interrumpió confuso el Galliard.

-Para ocultar nuestra identidad, evitando que puedan reconocernos en el futuro.

-¿Y luego qué hacemos?-, preguntó malhumorado el Fianna porque sentía que estaban perdiendo el tiempo inútilmente.

-Luego maniataremos a esa bruja, registraremos la habitación de Travis para buscar cualquier pista del paradero de ese malnacido y si es necesario interrogaremos a su madre. ¿Alguien tiene alguna objeción?

-Yo preferiría no tener que volver a hablar con esa mujer-, respondió Voz-de-Plata. -Seguro que no es una experiencia agradable.

-Haremos lo que tengamos que hacer-, le cortó Crow.

-.-

No les fue difícil encontrar una tienda que vendiesen máscaras de disfraces. A pocas calles de allí había un pequeño negocio que se dedicada a la venta de ese tipo de artículos. Las máscaras más baratas del establecimiento eran unas de payaso, lo cual aumentó enormemente la irritación de Crow, sobre todo al ver que Lars y Voz-de-Plata hacían bromas sobre las máscaras durante el camino al edificio de Travis. "Es como si fuese un juego para ellos", pensó él malhumorado. "¿No se dan cuenta de que hay dos vidas inocentes en juego?".

Cuando volvieron al número de 15 de Grainville, entraron en el interior del portal y caminaron de lado  en las escaleras mirando su reflejo en los pequeños espejos que llevaban en sus bolsillos. El edificio era lo bastante antiguo como para haber generado un reflejo espiritual de sí mismo, aunque a este lado de la Celosía tenía un aspecto igual de lamentable. Envuelto con las sombras de la escalera, les estaba esperando su tótem, del que sólo podían ver el resplandor de sus ojos en la oscuridad. La manada subió a la segunda planta y se adentraron en el lugar donde debía estar la casa de Travis, que en la Umbra no tenía muros de separación. Lars se puso ligeramente tenso allí.

-¡Cuidado! Capto un débil olor a Wyrm-, dijo el Theurge con susurros preocupados.

No vieron ninguna Perdición a la que enfrentarse, ni encontraron una causa que explicase la presencia de la corrupción espiritual del Wyrm. Frustrados ante la falta de pistas, decidieron continuar con su plan original. Se pusieron las máscaras y caminaron de lado para regresar al mundo físico.

Aparecieron en la cocina del apartamento. Había numerosos platos sin fregar en el fregadero, la mesa estaba  completamente ocupada por platos y cubiertos con restos de comida, además de frascos de mermelada, tarros y una bandeja con fruta pasada que desprendía un olor bastante desagradable. Crow fue el primero en salir de la cocina caminando sigilosamente por un sucio pasillo cubierto de polvo y trastos viejos e inútiles. Sus hermanos lo siguieron despacio, tan atentos como él ante cualquier amenaza que pudiese ponerles en peligro.

El Ahroun se detuvo al ver parte de la cabeza de la mujer sobresaliendo por encima del respaldo de un mullido sofá de color pardo. Estaba viendo una vieja retransmisión de la serie estadounidense "Falcon Crest", mientras contaba al televisor todos los defectos de los actores y actrices que aparecían en la pantalla. Un pequeño crucifijo metálico con una base rectangular de madera descansaba sobre una de las esquinas del aparato de televisión.

Sin esperar una seña del beta de la manada, Crow se acercó al sofá sin que la mujer se diese cuenta de lo que estaba pasando. A continuación la cogió por la espalda, mientras le tapaba la boca con una mano. Ella se resistió como una fiera, intentando morderle y arañarle mientras profería toda clase de gruñidos amenazadores. Crow la forzó a tumbarse en el suelo y la mantuvo quieta mientras sus hermanos usaban cinta aislante para inmovilizarle de una vez las manos y las piernas. Ella no les ayudó en ningún momento, pero al final los jóvenes Garou lograron manitarla sin herirla y sintieron una gran satisfacción cuando le taparon la boca con un trozo de cinta aislante. Luego la sentaron sobre el sofá, donde ella dejó por fin de debatirse.

Crow ignoró su mirada feroz y se dedicó a abrir rápidamente todas las puertas del apartamento para asegurarse de que no hubiera más personas en casa. Una vez que estuvo satisfecho, volvió junto a sus hermanos, que lo estaban esperando en el pasillo desde donde podían vigilar sin dificultad a la mujer.

-No hay nadie más en casa-, dijo en voz baja el Ahroun.

-Muy bien. Tú y Voz-de-Plata registrad la habitación de Travis, mientras yo vigilo a la arpía de su madre.

-¿Qué tenemos que buscar?-, preguntó el Hijo de Gaia.

-Cualquier cosa que nos ayude a encontrar a Travis y no nos vendría mal hacernos con una foto suya para poder reconocerlo rápidamente cuando nos topemos con él.

-Dalo por hecho-, respondió el Ahroun satisfecho por una vez con lo que decía el Theurge.

lunes, 24 de diciembre de 2012

FARUQ (2 - 1)


Isla de Vancouver, Columbia Británica (Canadá)
7 de julio de 1992

A pesar de los nervios que sentía, hizo un gran esfuerzo para controlar el temblor de sus manos mientras esperaba sentado en una silla de plástico naranja de la sala de visitas del Centro Correccional Regional de la Isla de Vancouver. Cada pocos segundos, miraba la puerta cerrada situada al otro lado de la mampara transparente y su respiración volvía agitarse sin control.

"¿Me reconocerá?", se preguntó acobardado. Habían pasado muchos años desde que ella lo abandonó  a traición en Vancouver para desaparecer y no regresar nunca más. Durante mucho tiempo, Faruq había fantaseado con la idea de que ella volvería a buscarlo, explicándole las razones que la habían obligado a actuar de ese modo y suplicándole que la perdonase. En aquellos sueños infantiles, Faruq se hacía el duro, ella lloraba más y al final se reconciliaban con un fuerte abrazo que no podía borrar todo el dolor causado pero que sí tendería un puente improvisado entre madre e hijo.

Faruq desvió la mirada de la puerta una vez más. Miró la hora de la esfera blanca de la pared y se recostó contra el respaldo de la silla. Ya casi era la hora. "¿Qué hago ahora?", esa era otra pregunta que lo atormentaba desde esa mañana. ¿Debía mostrarse enfadado o distante? Por un lado, todavía sentía muy fresca la herida de un niño traicionado por la persona a la que más quería, lo cual avivaba la rabia que sentía en su interior. Por otro lado, aún tenía la ingenua esperanza de que ella pudiese explicar sus acciones de algún modo, tanto las pasadas como las presentes.

Una mujer vestida con el uniforme azul característico de los guardias de la prisión abrió la puerta del otro lado con gesto aburrido. Faruq se puso rápidamente en pie. Su corazón trotó desbocado inmediatamente, como si tuviese vida propia. "Lo más extraño es que lo que más echo de menos son sus canciones", pensó de improviso. Alejó el pensamiento cuando vio entrar a una reclusa vestida con las ropas rojas de la prisión.

Al principio, Faruq pensó que alguien la había cagado con el papeleo y que los guardias habían traído a otra persona. Estuvo a punto de expresar en voz alta esa idea cuando se detuvo para observar mejor a la recién llegada. La mujer era de estatura ligeramente baja, aspecto consumido, piel morena, melena cenicienta, pómulos hundidos y ojos tristes. Ella caminó delante de sus ojos con un andar inseguro y nervioso, hasta que se sentó en su respectiva silla, mirándolo fijamente con sus ojos vidriosos sin reconocerlo si quiera. "¡Dulce Gaia, es mi madre!", se dio cuenta mientras sentía como caía como un peso muerto sobre su propia silla. Ella lo miró extrañada y cogió el teléfono. Faruq hizo exactamente lo mismo sin pensarlo.

-¿Quién eres?-, preguntó ella con una voz ronca que no coincidía con los agradables tonos de sus recuerdos infantiles.

-Soy... soy...

-Escucha, muchacho, pareces nuevo en esto. Las visitas tienen un tiempo limitado, así que dime quién eres y qué quieres de una puta vez.

-Eso trataba de explicarte... soy el hijo al que abandonaste aquí en Vancouver.

-¡No, no puede ser!-, protestó ella incrédula. Parecía a punto de colgar el teléfono.

-¡No te atrevas a colgarme ahora!-, gritó él. -Llevo mucho tiempo buscándote y vas a hablar conmigo lo quieras o no.

Ella tembló visiblemente y se quedó quieta como una estatua, con la cabeza gacha para no mirar avergonzada a su hijo a los ojos. Aquella humillación sólo enfadó más a Faruq, que trató de controlar sus emociones por el bien de ambos. "Esto no está saliendo como esperaba", pensó con amargura.

-¿Cómo me has encontrado?-, preguntó ella con voz temblorosa.

-He descubierto a mi verdadera familia y ellos tienen muchos parientes en todas partes.

Su madre levantó la cabeza sorprendida al darse cuenta de la velada referencia a la Parentela de la Nación Garou, pero Faruq se dio cuenta de que había otra emoción más escondida en la oscura profundidad de sus ojos desesperados.

-¿Por qué me abandonaste?-, se atrevió a preguntar por fin, liberando todo su dolor en aquella sencilla pregunta. -¿Es que no era suficientemente bueno para ti? ¿O me había convertido en una carga que no querías aguantar?

-No, no-, negó ella débilmente.

-Pues dime la verdad. ¡Explícamelo!-, le exigió.

-Quería protegerte. Tan sólo eso-, las lágrimas cubrieron rápidamente su rostro. -Te juro por lo más sagrado que sólo quería protegerte.

-¿De qué querías protegerme?-, insistió él buscando la verdad.

-¡De mí, joder! ¡Quería protegerte de mí!-. Su madre ocultó su rostro lloroso bajo su mano y sollozó durante unos largos segundos. -No creo que lo recuerdes... pero en aquella época yo estaba empezando a probar la heroína. Todo era maravilloso mientras estaba colocada, pero el mundo volvía a ser una mierda cuando no tenía droga en las venas. Tú eras muy pequeño. Un día volví a nuestra pequeña caravana y te encontré jugando con una jeringuilla. Por suerte no te habías hecho daño con ella, pero en ese momento me dí cuenta de que podría haberte pasado cualquier cosa por mi culpa. ¡Por eso tuve que abandonarte! ¡Para que no te pasase nada malo!

Ambos permanecieron en silencio un buen rato. Faruq estaba desgarrado por dentro, pero a diferencia de su verdadera madre, hizo todo lo que estuvo en su mano por no llorar delante de ella. No sabía si podría perdonarla con el tiempo, pero por ahora no estaba seguro de que ella se mereciese saber cómo se sentía él en esos desgraciados momentos. Su madre siguió llorando. Había acumulado un mar de lágrimas durante todos estos años y lo estaba liberando con una angustia conmovedora. Faruq apartó la vista y contempló el reloj. Sólo quedaban cinco minutos.

-Madre...-, empezó a decir inseguro de la dirección a la que le llevarían sus palabras. -Nos queda poco tiempo. Aún no sé si podré perdonarte, ni siquiera estoy seguro de que quiera volver a visitarte, pero deseo que sepas que lo entiendo. Entiendo las razones que te llevaron a hacer lo que hiciste.

Ella permaneció en silencio mientras lo escuchaba. Tenía el rostro más demacrado que antes, si eso era posible. A Faruq se le partió el corazón una vez más al verla en ese estado. Se obligó a cambiar de tema, exprimiendo los pocos minutos que le quedaban.

-Lo que no entiendo es por qué te arriesgaste a introducir armas automáticas en Canadá. Ya estuviste muchas veces aquí. ¿Es que no sabías que los de la RCMP persiguen especialmente ese tipo de delitos?

-Sí, lo sabía, pero no me quedaba otra alternativa. Tenía muchas deudas con gente muy peligrosa y un amigo se ofreció a ayudarme si traía esas armas escondidas. Pero los hijos de puta de las aduanas sospecharon algo, desmontaron el coche, encontraron las armas, y me trincaron allí mismo. Me han caído tantos años de condena que me pudriré en esta cárcel de mierda antes de poder salir de nuevo.

Faruq asintió taciturno. La confesión de su madre cayó sobre él como un inesperado jarro de agua fría, que lo dejó aturdido durante unos segundos sin saber qué decir.

-Ya sé que no he sido una buena madre, pero tienes que hacerme un favor, Faruq-, le suplicó ella con voz más serena y segura de sí misma. -Necesito cigarrillos y dinero para sobrevivir aquí dentro. Cualquier cosa vale, de verdad. ¡Pero apiádate de tu madre, te lo suplico!

-¿Para qué?-, preguntó Faruq furioso. -¿Para que te compres droga también aquí dentro? ¿Crees que soy tan imbécil que voy a financiar tus vicios?

-No, no, no. Escúchame Faruq, escúcham...

El Ragabash colgó el teléfono con un golpe seco mientras su madre protestaba desesperada al otro lado de la puerta, dando pequeños golpes contra la mampara. Faruq permaneció sentado mientras observaba con estupor cómo los guardias entraban en la sala y se llevaban a rastras a su madre, que no dejaba de retorcerse entre sus brazos, agitándose como una bestia enloquecida.

-.-

-¿Y bien?-, preguntó el conductor cuando se subió al coche.

-Mejor no preguntes. ¡Vámonos, por favor!-, respondió Faruq mientras se recostaba en el asiento con el rostro enrojecido y la respiración agitada.

El otro Garou asintió en silencio y puso el motor en marcha, alejando el viejo coche de la prisión. Galen Hawes, mejor conocido como "Fuerza-de-la-Letanía", era un Philodox que también pertenecía a los Caminantes Silenciosos. Tenía unos cuarenta años, una piel morena que delataba los orígenes ancestrales de su tribu, y unos ojos oscuros que ocultaban una inteligencia aguda y afilada cuando la situación lo requería. Faruq agradeció infinitamente su serenidad y trató de imitarlo tranquilizándose poco a poco. Los minutos de la tarde fueron pasando a su alrededor mientras el Garou más joven se recuperaba de su reencuentro con su madre.

-Era ella, pero estaba muy cambiada-, logró decir. -Las drogas han machacado su cuerpo y su alma. No estaba preparado para verla así-. Una diminuta lágrima logró escapar de su barrera emocional y deslizarse por su mejilla antes de que la limpiase con el dorso de la mano.

-No te preocupes. Nadie está preparado para ese tipo de situaciones.

-No lo sé-, respondió Faruq sin saber muy bien qué responder, -pero quiero darte las gracias por ayudarme a encontrarla.

-No me las des a mí, dáselas a Roger Daly y sus Moradores de Cristal. Sin ellos nunca hubiésemos conseguido descubrir dónde estaba actualmente tu madre.

-Lo haré, te lo juro.

Galen Hawes asintió levemente. Parecía preocupado por Faruq, echándole breves vistazos cada poco, hasta que al final se atrevió a romper el silencio que se había creado lentamente entre ellos.

-¿Qué vas a hacer ahora?-, le preguntó.

-No tengo ni idea, Galen-, respondió el Ragabash. -Estoy hecho un lío. No sé si debería odiar a mi madre para siempre o si debería darle una oportunidad. ¡Es muy complicado!

-No tienes que decidirlo hoy ni mañana. Tómate todo el tiempo que necesites. Estoy seguro que encontrarás la decisión más justa y adecuada.

-Tal vez-, respondió él encerrado en sus propios pensamientos.

jueves, 20 de diciembre de 2012

LARS (2 - 1)



Vancouver, Columbia Británica (Canadá)
7 de julio de 1992

Tratando de ignorar las quejas de Erguido-cual-Montaña, Lars llevó a sus hermanos al reflejo umbral de la guardería de Los Peces Azules. Nunca había estado en esta parte de la ciudad, aunque lo que vio no le sorprendió demasiado. La Penumbra aquí consistía en una mezcla ecléctica de edificios viejos y pequeños solares vacíos, ya que los nuevos edificios del suburbio de Richmon aún no habían generado sus propios gemelos espirituales. El Theurge que había en él se maravillaba por esos extraños fenómenos y deseaba quedarse para estudiarlos, pero centró su mente en el problema que tenían entre las manos. Había dos vidas inocentes en juego.

El lugar donde se encontraba la guardería estaba ocupado por un antiguo edificio de cuatro plantas, de paredes agrietadas, ladrillos desmenuzados y pintura desvaída. Pequeñas telarañas cubrían parte de la fachada, desapareciendo de su vista en los tejados. Entraron con cuidado, evitando tocar cualquier hebra de las telarañas por muy pequeña que fuese, y se adentraron en el bajo comercial. Lars no percibió el hedor del Wyrm en este lugar. No se veían telarañas por ninguna parte y las paredes estaban iluminadas con marcas de pinturas de muchos colores brillantes. A veces tenían la forma de pequeñas manitas. En otras ocasiones formaban dedos alargados y formas dibujadas torpemente en la pared, como sólo podía hacer un niño pequeño y lleno de imaginación. En el suelo yacían numerosas hojas llenas de apasionados dibujos con formas extrañas, así como algunos juguetes viejos que descansaban inertes en suelo y que debían de haber sido muy queridos por los niños y niñas que habían pasado por esa guardería. "Son espíritus no despertados", se dio cuenta Lars maravillado; sabía que se necesitaban poderosas energías espirituales y emocionales para concebir un nuevo espíritu, pero nunca había contemplado una de estas potenciales formas espirituales antes de su existencia consciente.

-¿Qué diablos es eso?-, preguntó Crow.

Lars dejó de mirar un gran camión amarillo de juguete que estaba al lado de un pequeño oso gris de peluche de mirada tierna y alzó la vista para buscar lo que había sobresalto a su compañero. Había una pequeña bola azul en una parte del suelo donde segundos antes no había nada. Los tres jóvenes Garou miraron confundidos el objeto. Ante sus incrédulos ojos la bola pegó un pequeño brinco, alejándose de ellos. Cuando se volvió a posar en el suelo había adoptado un nuevo color, volviéndose completamente de color amarillo.

-Es un espíritu-, afirmó Lars con un susurro. -No hagáis nada que pueda molestarle. Voy a intentar hablar con él para averiguar si nos puede ayudar a encontrar a los niños desaparecidos.

Sus hermanos asintieron, aunque no parecían completamente convencidos. En especial, Crow, que parecía temer un ataque y no dejaba de mirar a su alrededor con mucha suspicacia. Lars lo ignoró. El espíritu dio ahora otro brinco, rebotando contra una de las paredes y adoptando finalmente una mezcla informe en la que estaba representada toda la gama de colores. Lars se detuvo confuso. ¿Qué tipo de espíritu era este? No se parecía a ninguno con el que se hubiera encontrado anteriormente o del que hubiera oído hablar.

Algo salió de debajo de un montón de hojas de dibujos. Saltó sin que nadie se lo esperase, rebotó dos veces contra el techo y el suelo y se posó junto a Voz-de-Plata, que soltó un pequeño gruñido de sorpresa. Era otra pequeña bola, del tamaño de un tomate maduro pero con un color verde parecido a un melón. La primera pelota saltó contra la recién llegada y se pegó a ella, formando una bola más grande de colores claros con motas oscuras. Después de unos instantes, se volvieron a separar, saltando cada una en una dirección distinta y adoptando distintos patrones de colores.

-Quedaros quietos-, pidió Lars a sus hermanos.

El Theurge que había en él intuía que aquellos extraños espíritus no eran hostiles sino que más bien sentían curiosidad por ellos. Lars repasó mentalmente lo que les había visto hacer para tratar de identificarlos: saltaban, cambiaban de color y de forma, tenían curiosidad... No estaba seguro, pero tal vez fuesen espíritus menores del Kaos. En ese caso, se preguntaba qué tipo de Chiminaje le pedirían a cambio de darle información.

-¿Quiénes sois?-, les preguntó usando el lenguaje de los espíritus.

-¡Somos! ¡Somos! ¡Somos! ¡Somos!-, respondieron las dos pelotas mientras botaban verticalmente.

-Estamos buscando a unos niños desaparecidos. ¿Sabéis dónde están?

-Fuera. Fuera-, respondió una sin dejar de botar en el mismo lugar.

-Lejos. Lejos. Lejos. Lejos-, añadió el otro chocando contra las paredes.

-¿En la Umbra?

-¡NO! ¡NO! ¡NO!-, chillaron las bolas de colores. Se volvieron a juntar y esta vez formaron una masa informe, como si estuviese hecha de barro sin modelar.

-Pero se los llevaron por la Umbra, ¿verdad?-, preguntó el Theurge inseguro.

-Humanos. No. Umbra-, respondió la substancia pastosa con lenta parsimonia.

Lars pestañeó al escuchar su respuesta. No se esperaba esa respuesta. Creía que los niños habrían desaparecido, raptados por una o varias personas con capacidad para caminar entre los dos mundos. Ahora tendría que reconsiderarlo todo.

-¿Se los llevaron en el mundo físico?-, preguntó dubitativo.

-¡SÍ!-, respondió la cosa con un sonido parecido al de los cristales rotos. Su masa se colapsó con movimiento reflejo, fragmentándose en pequeñas bolitas del tamaño de una canica y cada una tenía un color distinto. Algunas de ellas incluso adoptaron colores que ningún humano había visto en su vida. Las pequeñas bolitas rodaron por el suelo, chocando y esquivándose entre sí. Parecían estar jugando, pero de eso Lars ya no podía estar seguro.

-¿Quiénes se lo llevaron?-, preguntó el Theurge.

-Humano. Humano-, chillaron las bolitas con voces infantiles exageradas.

-¿Cómo eran? ¿Podéis decírmelo?-, preguntó cambiando de táctica.

-Humano. Humano. Humano. Humano-, chillaron las voces.

-¿Cómo soy yo?-, preguntó Lars intentando comprender su extraña lógica.

-¡Humano! ¡Lobo!-, chillaron las voces.

-¿Y ellos? ¿Cómo son? ¿Cómo nos distinguís?-, presionó a los espíritus.

-¡Humano! ¡Lobo! ¡Humano! ¡Lobo!-, chillaron las pelotas todas juntas a modo de respuesta.

Lars comprendió que no podría sacarles nada más. Esos espíritus del Kaos percibían las diferencias entre los individuos pero no de la misma forma en que lo hacían él o sus hermanos de manada. En cualquier caso, ya lo habían ayudado bastante. Ahora sabían por dónde seguir husmeando. A pesar de que no habían hecho ningún pacto ni negociado un Chiminaje adecuado, Lars estaba dispuesto a recompensar la ayuda de esos pequeños espíritus. Agradecido, convirtió su mano derecha en una garra lobuna y se arañó con cuidado la piel de su brazo izquierdo para permitir que cayesen al suelo unas cuantas gotas de su sangre. Las gotas se convirtieron en esencia espiritual, que fortaleció a las pequeñas bolas de colores. Algunas se convirtieron en puntos luminosos que se movían inquietos en todas las direcciones, otras se transformaron en pequeños estanques que reflejaban los colores del arco iris y unas pocas permanecieron en su forma de bola.

-Gracias por ayudarnos-, les susurró Lars mientras retrocedía para reunirse con sus hermanos.

-¿Te han dicho algo útil?-, le preguntó inmediatamente Crow.

-En cierta forma sí-, respondió el joven Theurge. -Me han contado que los niños perdidos no salieron de la guardería por la Penumbra, ni están en ella en estos momentos. Dicen que un humano se los llevó en el mundo material.

-¿Y cómo era esa persona?-, preguntó Voz-de-Plata muy interesado.

-No lo sabían. Estos espíritus no distinguen a las personas como lo hacemos nosotros, Bobby. No pudieron decirme algo que estaba más allá de sus capacidades.

-Pero, ¿qué son exactamente?-, quiso saber el Galliard.

-Espíritus menores del Kaos, probablemente fueron atraídos al reflejo umbral de la guardería por la poderosa imaginación de los niños. Aquí dentro no hay telarañas, así que supongo que por ahora se las han arreglado de alguna manera para mantener a raya a los espíritus de la Tejedora.

-Entonces, ¿los secuestraron en el mundo físico?-, gruñó Erguido-cual-Montaña.

-Sí, eso creo. Sólo se me ocurren dos posibilidades: o bien el secuestrador entró y salió sin ser visto a gracias a medios sobrenaturales o bien las personas que trabajan en la guardería saben algo más que aún no han contado a la policía.

-Deberíamos interrogar cuanto antes a las empleadas de la guardería-, gruñó Erguido-cual-Montaña. -Así saldremos de dudas.

-De acuerdo. Pongámonos de acuerdo en los detalles y manos a la obra-, respondió Lars.

-.-

En el mundo real, el edificio que albergaba a la guardería de Los Peces Azules era una vieja edificación que había recibido numerosas reformas, pero Lars tenía que reconocer que la fachada estaba perfectamente arreglada, completamente pintada y restaurada. Los tres entraron despacio en la guardería por la puerta principal. Las paredes estaban pintadas para que pareciesen un apacible mar con toda clase de peces, pulpos y crustáceos saludándose y jugando entre ellos con expresiones felices en sus rostros. 

Una pequeña valla de madera, pintada de azul, separaba en dos la zona común de la guardería del resto de las puertas y del vestíbulo. Casi una veintena de niños de todas las edades y géneros permanecían dormidos cómodamente entre numerosos juguetes y cojines. Una chica delgada y de estatura media estaba aprovechando ese breve momento de paz para recoger los juguetes y libros para niños tirados en el suelo. De unos veinticinco años, tenía una larga melena oscura con mechas rojas y vestía un sencillo uniforme de camisa verde y pantalones de color azul oscuro.

-¿Puedo ayudaros?-, preguntó insegura al verlos entrar en la guardería. Su voz era apenas un susurro nervioso para no despertar a la agotadora tropa que tenía al otro lado de la valla azul.

-Sí, queremos hablar con las empleadas de la guardia-, dijo Crow amenazadoramente.

-¿Para qué?-, preguntó la joven cada vez más nerviosa.

-Para hablar de mis primos desaparecidos-, respondió Crow.

La joven trató de mantener la compostura, pero se veía claramente que sus nervios estaban creciendo a pasos agigantados. Echó un rápido vistazo al teléfono que se encontraba encima de las mesas y luego volvió a mirarlos intentando parecer más segura de lo que se sentía realmente.

-Le acompaño en el sentimiento, en serio-, respondió ella, -pero ya le he dicho a los detectives de la policía todo lo que sabía. Si tiene preguntas, hágaselas a ellos.

Crow permaneció en silencio, frustrado por la negativa de la muchacha a cooperar con ellos. Lars aprovechó esos importantes instantes para usar el don de Sentir al Wyrm. Descubrió que apenas quedaban unos débiles resquicios de un hedor apestoso que delataba el paso de unos los siervos del Wyrm por aquella guardería. Miró a Voz-de-Plata y le hizo discretamente una de las señas que habían acordado. El Hijo de Gaia se dio cuenta de inmediato e interpretó con soltura su papel.

-Vale, eso ya lo sabemos-, intervino, -pero no te gustará que lo hagamos. Sabemos que estáis implicadas en el rapto de esos niños y queremos respuestas. Si nos las das, te librarás de la policía pero si quieres jugar a hacerte la inocente, podrás hacerlo mejor ahora mismo en la comisaría.

Ella le miró confusa, con la boca medio abierta por la sorpresa. Parecía que habían dado de lleno en el centro de la diana. A la joven se le enmudecieron los ojos y unas grandes lágrimas resbalaron rápidamente por sus mejillas enrojecidas.

-Yo no he hecho nada. ¡No quiero ir a la cárcel!-, protestó dejándose caer sobre el suelo, como si hubiese aguantado durante mucho tiempo una pesada carga sobre sus hombros que la hubiese aplastado ahora de golpe.

-Lo sabemos, tranquila-, respondió Voz-de-Plata acercándose junto a ella mientras le tendía un pañuelo de papel que cogió de una de las mesas infantiles. -Sólo tienes que contarnos lo que pasó realmente. Si los rescatamos a tiempo, nadie tendrá que ir a la cárcel.

-¿En serio?-, preguntó ella con una voz apenas audible.

-En serio-, respondió con firmeza el Galliard. Se volvió hacia sus dos hermanos. Crow mostraba una mirada prácticamente asesina, pero asintió lentamente con la cabeza. Lars hizo lo mismo que el Ahroun. Tenían que seguir asustando a la muchacha al mismo tiempo que le daban una oportunidad de enmendar el mal que hubiera podido hacer. Estaba seguro que Canción-Oculta lo hubiese aprobado.

-Vamos, comencemos por el principio-, susurró Voz-de-Plata. -¿Cómo te llamas?

-Linda Davis.

-¿Dónde están los niños?-, preguntó Crow impaciente.

-No lo sé, lo juró-, respondió ella casi chillando de los nervios.

-Entonces dinos lo que pasó-, pidió Lars al tiempo que ponía una mano sobre el hombro del Fianna para contener a su hermano.

-¿Todo esto es culpa de Zoe! ¡De ella y de su maldito novio!

-¿Quién es Zoe?-, preguntó despacio el Hijo de Gaia.

-Es mi compañera de trabajo. Se colgó de un tío hace unos meses y está completamente obsesionada con él. Nunca la había visto así. Sólo hablaba de él. A mí sólo me parecía una especie de bicho raro por lo que me contaba.

-¿Por qué lo dices?-, preguntó Lars.

-Es uno de esos tíos al que le gusta vestir de negro, dejarse el pelo largo y escuchar música heavy-, Linda Davis sonrió tontamente para sí misma cuando dijo eso, -pero la verdad es que tiene un cuerpazo de infarto-, reconoció con un susurro.

-¿Por qué está implicado ese tío en la desaparición de los niños?-, preguntó Crow sin comprender todavía lo que estaba pasando.

-Estuvo aquí ayer al mediodía-, confesó avergonzada de nuevo. -Dijo que venía a ver a Zoe. Estuvieron hablando unos minutos y luego ella me lo presentó. Me morí de envidia. ¿Cómo podía haberse ligado esa guarra a un tío como aquel?  Hablé un poco con él y me pidió que le enseñase la guardería. ¡Me eligió a mí!  Le enseñé las instalaciones, creyendo que iba a tratar de ligar conmigo, pero en lugar de eso él se fijó en Theo y Janine, me hizo preguntas sobre ellos y me pidió permiso para sacarlos a jugar al parque... ¡y... yo... se lo dí como una estúpida! ¡Estaba demasiado embobada para pensar en otra cosa!

La joven volvió a echarse a llorar. Crow miró al Fenris sin saber que hacer y Lars hizo un gesto con su mano para que esperase mientras Voz-de-Plata abrazaba a la joven y trataba de consolar su angustia.

-Calma, calma-, le susurró y esperó un largo minuto hasta que la joven se recuperó de nuevo. Cuando vio que podía seguir explicando lo que había ocurrido, la soltó y volvió a tocar el tema con delicadeza. -Linda, necesitamos saber qué pasó después.

-Lo sé, lo sé. Lo siento-, respondió ella terminando de secarse las lágrimas. -Después estuvimos esperando como dos idiotas a que él volviese con los críos. Cuando que se acercaba la hora de que los padres viniesen a recoger a los críos y que él todavía no había aparecido nos pusimos a discutir. Yo estaba casi de los nervios, pero Zoe me convenció para que llamásemos a la policía y fingiésemos que simplemente habían desaparecido. Ella me dijo que así ganaríamos tiempo hasta que su novio los volviese a traer a la guardería.

-De acuerdo, ¿dónde está Zoe?-, preguntó Lars.

-Vino a primera hora para fingir que venía a trabajar pero se marchó hace dos horas para buscar a su novio. Me dijo que probablemente los críos seguramente estarían en su casa.

-¿Cómo se llama ese bastardo? ¿Dónde vive?-, pregunto de nuevo Crow perdiendo completamente la paciencia.

-Se llama Travis Long. Vive en el número 15 de la calle Granville, entre Smithe y Pender.

-Una última cosa: ¿cómo es físicamente ese tipo?-, pidió el Galliard.

-¿Qué cómo es físicamente?-, repitió la muchacha. -¿Visteis la película de "Demasiado joven para morir"? Pues Travis está más bueno que Brad Pitt en esa película.

-¡Basta ya de juegos! ¡Vamos a por ese hijo de puta!-, gritó Crow corriendo hacia la puerta. Lars le hizo un gesto a Voz-de-Plata para que lo siguiera y salió corriendo detrás del Fianna.

-Escucha, Linda. No metas más a la policía en este asunto. Nosotros nos encargamos, ¿vale?-, preguntó sin darle tiempo a la muchacha para responder. Luego salió corriendo él también para alcanzar a sus hermanos.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

CANCIÓN-OCULTA (2 - 1)


Vancouver, Columbia Británica (Canadá)
5 de julio de 1992

El joven metis intentaba controlar sus nervios, concentrándose en ofrecer la pose más digna que pudiese mostrar en ese momento. Durante los últimos meses, sus compañeros de tribu le habían introducido en los misterios de los Colmillos Plateados, en especial, en su privilegiada relación con Selene y Helios. Para su sorpresa, había descubierto que existían dos logias consagradas a esos dos grandes Celestes de la jerarquía espiritual y que cada una de ellas encarnaba grandes ideales gemelos. La Logia del Sol representaba la razón y el orden, mientras que la Logia de la Luna representaba la pasión y el misticismo. Cuando se le dio a elegir entre una de las dos, suplicó y le fue concedido el ingreso en la Logia del Sol.

No tomó esa decisión al azar, ya que sabía que tendría importantes repercusiones en su vida dentro de su propia tribu. Aunque apreciaba enormemente el interés de la Logia de la Luna por la Umbra y los conocimientos espirituales, Canción-Oculta también valoraba la racionalidad de la Logia del Sol, así como su poderosa influencia entre la Parentela y la sociedad humana. En opinión del joven Philodox, la Logia del Sol representaba su mejor oportunidad para tratar de mejorar la vida de los humanos y de los Garou por igual.

Sin embargo, Canción-Oculta había descubierto que ser honrado con tales privilegios aparejaban nuevas e importantes responsabilidades. Aunque hacía apenas unos días le habían dicho que lo llamarían para que realizase un gran servicio para la tribu, no esperaba que lo hiciesen tan pronto. Un mensajero, llamado Nicholas Redfearn, había venido a buscarlo esa mañana para decirle que debía despedirse temporalmente de sus hermanos de manada para realizar una tarea en nombre de los Colmillos Plateados. Al no recibir más detalles, Canción-Oculta se había visto obligado a hacer exactamente eso: despedirse a toda prisa, contestar a las preguntas de sus hermanos como buenamente pudo y dejar el mando de la manada a Lars hasta que regresase. Por supuesto, ellos no entendieron lo que estaba pasando pero aceptaron los hechos y le desearon mucha suerte.

A continuación, Nicholas le había guiado por una de las arboledas más profundas de Stanley Park hasta llegar a su destino. Oculta por el espeso follaje de los árboles, había una recia cabaña construida con gruesos troncos de árboles, que sólo disponía de una planta de altura pero que ocupaba un amplio espacio sobre el suelo. Esa edificación solamente tenía una puerta, aunque había numerosos ventanucos abiertos  en las paredes para iluminar el interior de forma natural. Un enorme lobo de pelaje blanco plateado, que debía haber estado descansando hasta ese momento junto a la puerta, permanecía ahora de pie, observándoles atentamente con las orejas y la cola alta. Canción-Oculta lo había visto en el Consejo Abierto y en algunas reuniones de su tribu. Lo llamaban Nieve-de-Verano y era un Ahroun cuya estrella se decía que comenzaba a ascender últimamente. "Igual que yo", pensó emocionado el metis.

El guardián se apartó a un lado para permitirles pasar. Canción-Oculta adoptó la forma Homínida para entrar con mayor comodidad. El interior de la cabaña olía a polvo y madera vieja, pero de una forma agradable, casi hogareña. Se hallaban en un vestíbulo que conectaba con dos pasillos de frente y a la derecha. Nicholas le guió hacia la derecha. Allí había dos puertas. Su guía le hizo un gesto para que entrase en la última. Al hacerlo, Canción-Oculta llegó a una gran habitación rectangular, llena de hermosos tapices, bordados con oro y plata, que representaban los glifos del Gran Halcón y de la tribu de los Colmillos Plateados, así como de las Logias del Sol y de la Luna unidas dentro de aquellos muros. Al final de la sala había una pequeña tarima sobre la que descansaba un sillón hecho de madera finamente trabajada. Nicholas cerró la puerta desde fuera, dejándolo solo en aquella sala. No, se equivocaba. No estaba solo.

Había una figura escondida detrás de uno de los tapices. El hombre apartó con delicadeza el telar y entró en la sala. Tenía una larga melena de pelo blanco con mechones plateados, la cara alargada y un mentón partido. Sus fríos ojos azules lo miraban altivos, despectivos incluso. Vestía un grueso abrigo de piel de animales, pantalones de lana, botas de cuero y llevaba el torso al descubierto y decorado con glifos Garou sobre su piel. Su nombre era Arthur Cunningham. Era el Maestro del Rito del Clan del Pacto y el chambelán de la Corte de los Colmillos Plateados de Vancouver.

-Buenos días, chambelán-, saludó con educación.

-Al fin acudes a la llamada de tu tribu-, respondió fríamente el otro.

-Vine tan pronto como se me llamó-, dijo a la defensiva Canción-Oculta al mismo tiempo que contenía la creciente irritación que empezaba a sentir.

-¿De verás?-, le preguntó poco interesado el Maestro del Rito, sin darle tiempo a responder siquiera. -Bien, ya que por fin has llegado, déjame felicitarte en primer lugar por tu nombramiento como alfa de tu manada. Siempre es admirable ver cómo incluso un simple metis con sangre de los verdaderos Colmillos Plateados en sus venas puede alzarse por encima de los cachorros de las otras tribus.

Canción-Oculta apenas logró reprimir con un gran esfuerzo por su parte las primeras respuestas que estaban acudiendo rápidamente a su mente. No le gustaba Arthur Cunningham, ni la forma en que lo estaba tratando ni mucho menos el tono insultante con el que el Maestro del Rito había usado la palabra metis. "No deberías soportar estos insultos. Seguro que los Danzantes te aceptan tal y como eres", susurró la voz de su cabeza. El joven Philodox trató de centrar sus pensamientos en la situación que tenía entre manos.

-Celebro ser merecedor de tanta atención por vuestra parte-, dijo lentamente, -pero Nicholas me había dicho que se requería mi presencia para realizar un servicio a la tribu.

-Cierto, cierto-, asintió Cunnigham con aire pensativo. -Espera aquí, Cliath.

Tras decir eso, el Maestro del Rito desapareció detrás del tapiz por el que había entrado en la sala. Canción-Oculta apenas pudo atisbar el pequeño y oscuro pasillo por el que se había marchado el Maestro del rito. Una vez que estuvo solo, el joven Philodox respiró aliviado. La tensión que sentía se fue diluyendo poco a poco, al igual que la voz invisible que solía atormentarlo. En el fondo de su corazón, sabía que esto iba a ocurrir. Cunnigham era un conservador de pies a la cabeza que no aceptaría fácilmente que un simple "metis" destacase dentro de la tribu. No obstante, Canción-Oculta estaba más que dispuesto a tener éxito en cualquier tarea que le encargase su tribu sólo para demostrarle a ese cabrón que lo había juzgado mal desde el principio.

De nuevo oyó unos pasos sobre la madera y el Maestro del Rito volvió a apartar el tapiz, dejando paso esta vez a otra figura más alta, de un metro con ochenta y cinco de estatura, y complexión alargada y esbelta. A pesar de su gran edad, como demostraba su rostro completamente arrugado y su pelo blanco como la nieve,  el hombre entró en la sala con pasos decididos más propios de alguien dos décadas más joven. Los rasgos de su cara estaban finamente cincelados, con una nariz aristocrática, pómulos altos y una barbilla afilada. Bajo sus espesas cejas blancas, sus ojos oscuros brillaban como la obsidiana. Vestía un lujoso traje negro con rayas de corte europeo, con camisa blanca y corbata a juego. Canción-Oculta se arrodilló nada más verlo.

-Lord Abercorn-, dijo saludando formalmente al líder de los Colmillos Plateados en el Clan del Pacto.

El anciano se detuvo a pocos pasos de él e hizo un leve gesto con su mano para darle permiso para incorporarse mientras lo observaba con sus brillantes ojos oscuros.

-¿Es él?-, preguntó con un marcado acento inglés más propio del palacio de Westminster que de  los mejores hogares de Vancouver.

-Así es, milord-, respondió el Maestro del Rito. -Este joven Garou es Canción-Oculta, el Cliath Philodox que se ha unido recientemente a la Logia del Sol y que actualmente desempeña el cargo de alfa de su manada, las Cinco Garras de Gaia.

-Tus tempranas hazañas te preceden, Canción-Oculta-, le dijo lord Abercorn. -Celebro tener la oportunidad de poder hablar tranquilamente contigo. Ven, vamos a sentarnos.

El anciano atravesó la sala con pasos rápidos dirigiéndose hacia la tarima y se sentó con dignidad sobre el sillón de madera, poniendo una elegante pose que en él parecía completamente natural. El Maestro del Rito y el joven Philodox permanecieron en pie a su lado.

-He decidido que serás nuestro embajador con nuestros hermanos de tribu del Río Rojo, a orillas del lago Winnipeg, en el estado de Manitoba. Ellos están muy intrigados por tus hazañas y tu estancia allí servirá para reforzar los lazos políticos existentes entre nosotros. Asimismo, también deberás entregarles dos cosas más.

Arthur Cunningham le entregó entonces un sobre de papel amarillento sellado con el glifo personal de lord Abercorn. Canción-Oculta ignoró la mirada desdeñosa del Maestro del Rito y cogió el sobre con gran cuidado.

-Deberás entregar en mano esa carta a lady Agata Blaisdon, la líder del clan. Nadie más debe leer el contenido de esta carta. ¿Lo has entendido?

-Perfectamente, milord. ¿Qué más debo llevarles?

-Una joven Pariente llamada Margaret Radley que va a casarse con uno de los héroes del Río Rojo.

-¿Y quién es su afortunado prometido?

-A pesar de nuestra insistencia, lady Blaisdon aún no lo ha decidido pero confío en que encontrará un esposo adecuado para nuestra joven Radley.

-¿Es un matrimonio acordado?-, preguntó Canción-Oculta sorprendido.

-Lo es-, respondió Arthur Cunningham-, y no ha sido fácil conseguir semejante acuerdo.

-Entiendo. Se hará como decís, milord.

-Muy bien. Entonces esperaremos impacientes las noticias que traigas a tu regreso.

Lord Abercorn se levantó de su asiento con un gesto rápido mientras Arthur Cunningham desaparecía detrás de uno de los tapices, dejándolos solos.

-Tu tarea será bastante simple. Para evitar llamar la atención, viajéis en coche hasta el Protectorado del Río Rojo. Ella te está esperando en el puente de Lions Gate. Sólo tenéis que seguir el recorrido de los mapas de la guantera hasta que lleguéis a vuestro destino. ¿Lo has comprendido, Cliath?

-Sí, Maestro del Rito.

-Entonces procura no decepcionar la confianza que lord Abercorn ha depositado en ti.

-.-

El puente de Lions Gate era un puente colgante que parecía una versión más corta (y estrecha) del famoso Golden Gate de San Francisco. Sus cables de suspensión verdes estaban recorridos por luces blancas. Para desesperación de muchos conductores locales, sólo tenía tres carriles, con un carril central reversible en el centro. Su construcción había sido terminada en 1938 y, aunque estaba claro que no era un tramo vial adecuado para absorber el tráfico del centro de la ciudad, las diversas organizaciones de "Amigos de Stanley Park" habían evitado que se construyesen nuevas carreteras o puentes que atravesasen la zona.

Canción-Oculta encontró enseguida a la joven que debía escoltar hasta Manitoba. Había pocos Volkswagen aparcados en la carretera que conducía al puente. En el asiento del conductor le esperaba una bonita joven con cara aburrida. Tenía un pañuelo oscuro cubriéndole el pelo e iba vestida con una blusa roja ligeramente escotada. Canción-Oculta se acercó al coche en forma Homínida y luego picó dos veces en el cristal. Ella le miró con desgana mientras apretaba un botón para bajar el cristal. Tenía los ojos aguados, como si hubiese llorado recientemente.

-Hola. ¿Eres Margaret, no? Mi nombre es... Jacob Henderson. Me envían para acompañarte a Manitoba.

Ella le miró con una abierta mueca de desagrado, aunque le hizo un gesto para que se subiese al vehículo. El joven Philodox notó que estaba tensa y enfadada. "No quiere esto", confirmó sin sorprenderse del todo.

-Escucha yo no tomé parte en...

-¡No te molestes!-, le cortó ella. -Ya que los Garou me obligáis a casarme contra mi voluntad lo menos que podéis hacer es dejar de aburrirme con todas esas chorradas como la "lealtad familiar", el "honor" y el "bien de la tribu". ¡Me vais a joder la vida para siempre, así que no os molestéis en intentar engañarme con excusas bonitas!

-Está bien. Te prometo que intentaré no molestarte-, respondió conciliador el joven Philodox.

-¡Vale! ¿Tienes carnet de conducir?-, le preguntó ella poniéndose las gafas de sol.

-La verdad es que no-, confesó él con sinceridad.

-¡Encima eso!-, exclamó ella colérica. Sin mediar más palabras, encendió el motor del vehículo, puso muy alto el volumen de la música con la intención de no escuchar nada que tuviera que decirle y aceleró para incorporarse a la circulación con una brusca maniobra que casi los empotró contra el lateral de un Ford gris con un sorprendido matrimonio de ancianos en su interior.

"Va a ser un viaje muy largo", pensó Canción-Oculta mientras dejaba entre sus piernas la mochila que llevaba con sus escasas pertenencias y se abrochaba el cinturón de seguridad.