miércoles, 31 de octubre de 2012

CANCIÓN-OCULTA (1 - 1)


Vancouver, Columbia Británica
16 de febrero de  1992

Canción-Oculta estaba muy nervioso. No podía simplemente sentarse y esperar, por lo que volvió a levantarse una vez más y pasear sobre sus cuatro patas por la espaciosa casa de sus tíos, Mary y Adam Henderson. Pero a pesar de los nervios, puso mucho cuidado en no romper ningún mueble ni objeto decorativo con sus bruscos movimientos. No quería disgustar a su tía Mary de esa forma. Ya era bastante malo que sus tíos se hubiesen visto obligados a permanecer lejos de su casa durante toda la tarde, para que no viesen cómo los Garou se lo llevaban al Clan del Pacto. Canción-Oculta quería pensar que esa exigencia era un componente más del rito de iniciación, del paso del lobezno al Garou adulto, pero, aun así, en su interior le seguían asaltando las dudas.

Miró la hora en el reloj del pasillo. Eran las ocho menos cuarto. Sin pretenderlo, gruñó levemente. Impaciente, se acercó al espejo y volvió a mirarse una vez más por quinta vez en la última hora. Vio un ser mitad lobo, mitad humano. Tenía una estatura de más de dos metros y medio. Su cabeza lobuna mostraba unos ojos de color verde y una mandíbula alargada y marcada. Su pelaje, de color blanco nieve salpicado de hebras plateadas, delataba su pertenencia a la noble tribu de los Colmillos Plateados. Pero la parte más llamativa de su cuerpo era su cola deformada y sin pelo, que en ocasiones le hacía padecer pequeños problemas de equilibrio por su pequeño tamaño. Al verla, la ocultó inconscientemente avergonzado detrás de sus patas. Ese era el motivo de su eterna vergüenza, ya que Gaia marcaba con la deformidad y la esterilidad a los hijos del pecado entre dos Garou.

Canción-Oculta se había prometido a sí mismo que sería fuerte, que él no tenía la culpa de ser un metis, pero su tío le había advertido que la gran mayoría de los Garou no lo juzgaría así. Durante unos instantes, sintió otra vez la fuerte tentación de adoptar un aspecto totalmente humano o lobuno. La capacidad de cambiar de forma era un truco que había aprendido la semana pasada y, desde entonces, lo había estado practicando constantemente para poder utilizarlo siempre que quisiese. Tras pensarlo unos instantes, decidió descartar la idea. Los Garou lo despreciarían igual tuviese el aspecto que tuviese. Era mejor comportarse con naturalidad, demostrando seguridad en sí mismo, y sobrevivir con dignidad a todo el desprecio que pudiesen lanzar sobre él. Gaia había querido que su forma natural fuese la Crinos, la forma guerrera de los Garou, y él no iba a cambiar ese hecho ante su pueblo.

Retrocedió por el pasillo para volver al salón y mirar el jardín desde la ventana. En el exterior, ya era completamente de noche. Selene, que había adoptado su rostro de luna gibosa, iluminaba la oscuridad con su luz plateada, mientras las estrellas del firmamento la acompañaban en su travesía nocturna. No había nadie esperando en la entrada ni en el jardín. Los Garou del Clan del Pacto aún no habían venido a buscarlo.   Canción-Oculta se puso más nervioso. Ellos no habían dicho la hora a la que aparecerían por allí, por lo que a sus tíos no les había quedado más remedio visitar a unos amigos en la ciudad y volver al día siguiente, cuando todo hubiese pasado.

Por enésima vez en ese día, Canción-Oculta volvió a sentarse. Pasase lo que pasase, debía tranquilizarse. Decidió intentar desviar sus nervios pensando en la historia de su vida hasta entonces. Desde que podía recordar, siempre se había criado en esa casa, junto a sus tíos. De día se veía obligado a quedarse en ella, pero de noche su tía Mary le permitía jugar en el jardín y moverse libremente por las tierras de su familia. Ella era la que pasaba más tiempo con él, cuidándolo y enseñándole muchas costumbres de los humanos. Canción-Oculta recordaba con cariño estudiar todos aquellos libros humanos en el suelo de la cocina de la casa por las mañanas, ayudado por su tía, y pasarse una hora o dos con ella viendo la televisión por las tardes.

Por el contrario, su tío Adam pasaba poco tiempo en casa durante el día. Era el propietario de varios negocios familiares y tenía muchas responsabilidades que atender. No obstante, compartió con Canción-Oculta todas las cosas que sabía sobre la sociedad de los Garou. Le explicó que él era un metis, un cachorro nacido del apareamiento entre dos hombres lobo, algo totalmente prohibido por la Letanía, las leyes de los Garou. Hasta donde sabía su tío, su madre se llamaba Joey Atkins, aunque su pueblo la conocía por el nombre de Aúlla-al-Viento-del-Norte. Se decía de ella que era una Galliard de gran talento, cuyas apasionadas historias podían enternecer incluso el corazón del guerrero frío. Tristemente, murió durante el parto que lo trajo a él al mundo.

Su tío Adam pudo contarle más cosas de su padre, Nathan Henderson, también llamado Persigue-a-las-Sombras, ya que habían sido hermanos. Nathan siempre había jugado y protegido al pequeño Adam, aunque a veces sufría extrañas melancolías que lo llenaban de una profunda tristeza. Su familia pertenecía a la Parentela de la tribu de los Colmillos Plateados y cuidaban de las propiedades y terrenos que pertenecían a los líderes de los Garou. No obstante, su carrera académica se vio interrumpida a los 19 años en un incidente universitario en la Universidad Simon Faiser, donde descubrió su verdadera herencia como Garou y posteriormente se unió al Clan del Pacto. Nathan descubrió que era un Theurge, un guía espiritual, por lo que realizó numerosos viajes a la Umbra, las infinitas tierras del espíritu, acompañado de su manada.

Su tío Adam pensaba que Nathan estaba destinado a ser un gran héroe entre los Garou, pero la tragedia echó por tierras esas esperanzas cuando Nathan y Joey quebrantaron la Letanía. Ambos decidieron abandonar el Clan del Pacto para cuidar del futuro bebé. Sin embargo, ella murió durante el parto y Nathan vino una noche a la casa de su hermano y su mujer para pedirles que cuidasen a su cachorro. Les dijo que se llamaba Canción-Oculta, pues era la última canción de su amada. Unos meses después, su padre desapareció sin despedirse de ellos. Ni siquiera los Garou de manada sabían qué le había pasado o hacia dónde había ido. Lo estuvieron buscando durante más de diez años, hasta que finalmente tuvieron que darse por vencidos y regresar al Clan del Pacto en Vancouver.

Cuando supo de la suerte de sus padres, Canción-Oculta se sintió muy triste y desamparado. Intentó seguir los pasos de sus padres y convertirse en un famoso narrador de historias o en un sabio guía espiritual, pero su tío le explicó que Selene asignaba esos papeles a los Garou. En su infinita sabiduría, ella había mostrado su rostro de cuarto de luna creciente en el momento de su nacimiento, por lo que había decidido que Canción-Oculta se convirtiese en un Philodox, un juez y guardián de las tradiciones de su pueblo.

Su tío también le había hablado a su joven sobrino de las costumbres de su tribu, los Colmillos Plateados. Ellos eran los líderes elegidos por la misma Gaia para reinar sobre todas las tribus Garou y humanas, velando porque se cumpliesen sus mandatos y protegiéndola de todos sus enemigos. Los Colmillos Plateados eran los héroes más grandes de la Nación Garou y su linaje era el más puro de todos los guerreros de Gaia. Canción-Oculta  se entristeció al darse cuenta de que la importancia que mostraban sus compañeros de tribu a la herencia y el linaje disminuía más aún sus posibilidades de ser aceptado entre ellos por el mero hecho de ser un metis. No obstante, aunque su tío se había mostrado de acuerdo en ese punto, también le había asegurado que si hacía frente a las grandes trabas puestas en su camino y destacaba como una estrella dentro de un linaje de héroes y sabios, su nombre figuraría con orgullo en las grandes sagas y canciones de los Colmillos Plateados.

Además, su tío también tuvo que explicarle a Canción-Oculta que su tribu estaba dividida en siete grandes familias o casas nobiliarias, con sus respectivos protectorados y territorios. Él pertenecía la Casa del Corazón Inquebrantable, un noble linaje europeo cuyos orígenes descansaban en los antiguos reinos de Francia, España e Italia, y que, tras ser de los primeros Garou en emigrar al Nuevo Mundo, reclamaba ahora sus derechos sobre Canadá y el Medio Oeste americano. En la actualidad, su rey era Cyrus el Calvo, un líder sabio y prudente.

Su tío Adam le habían contado muchas cosas más, por supuesto. Le había hablado de la Letanía, de las costumbres Garou y de otras pequeñas cosas que serían importantes para él cuando se relacionase con su pueblo después de experimentar su Primer Cambio. No obstante, incluso él reconocía que sólo era un Pariente y, por tanto, únicamente le podía explicar una pequeña parte de su vasta herencia cultural. El resto tendría que descubrirlo él mismo sobre la marcha.

El ruido de un vehículo al acercarse por el sendero de grava que conducía la casa de sus tíos lo sacó de sus pensamientos. Canción-Oculta se acercó a la ventana. Efectivamente, una vieja furgoneta se estaba acercando a la casa. Los nervios volvieron a apoderarse de él y se quedó inmóvil sin poder pensar con claridad. En algún lugar de su cabeza, incluso escuchó un susurro ininteligible que había aprendido a ignorar en secreto. Era otra pesada carga que tenía que soportar en su vida. Se trataba de los susurros de la condenación intentando arrastrarlo al fondo del pozo. Canción-Oculta hizo caso omiso de aquellos palabras sin sentido que sólo estaban en su cabeza y se dirigió al porche para dar la bienvenida a los suyos. Después de tanto tiempo, por fin iba a encontrarse con otros Garou.

-.-

La mujer de constitución fuerte y cara de mal humor le empujó para que entrase en la habitación sin esperar a que su compañero terminase de abrir la puerta metálica. Luego, la cerraron tras él con fuerte portazo. Desde luego, las cosas no habían marchado como él se había imaginado tantas veces. Había saludado con educación a los ocupantes de la furgoneta, pero ellos lo ignoraron groseramente. Lo único que hicieron fue obligarle a subir a la furgoneta y llevarlo a la ciudad, oculto bajo una gran lona de plástico. Permanecieron en un tenso silencio durante los 45 minutos que duró el viaje. Al principio, Canción-Oculta esta emocionado a pesar de la brusquedad de los modales de sus acompañantes. "¡Iba a descubrir el mundo que había más allá de las propiedades de los Henderson!" Sin embargo, pronto se aburrió de mirar hacia el parabrisas para ver tan solo una monótona autopista iluminada por las luces artificiales de las farolas y por los faros de otros vehículos.

La curiosidad volvió a apoderarse de él cuando por fin llegaron a la ciudad. A pesar de la hora de la noche, había unos pocos humanos en las calles, cada uno ocupado en sus propios asuntos. "Son tan fascinantes", pensó maravillado. "Me muero de ganas de hablar con ellos". No tuvo oportunidad de hacerlo, claro. La furgoneta entró en una especie de almacén abandonado desde hacía 30 o 40 años, lo bajaron de malos modos del vehículo y lo encerraron en el asqueroso lugar en el que ahora se encontraba.

Era una habitación cerrada, que olía a humedad y orín. La luz de las farolas de las calles se colaba por los gruesos barrotes de un ventanuco minúsculo a cuatro o cinco metros de altura, iluminando una espaciosa habitación sin muebles, decorada únicamente con unas marcas de garras y otros arañazos en las paredes grises. En una esquina, había tres jóvenes humanos atemorizados, que le miraban completamente sorprendidos, como si nunca hubiesen visto un Crinos en toda su vida. Cerca de la puerta había un lobo enorme, de pelaje negro rojizo y ojos de color verde que parecían brillar en la oscuridad. El lobo se irguió, alzando mucho sus orejas y la cola, y, tras olfatearle durante unos instantes, empezó a gruñirle enfadado.

Se acercó al lobo despacio, intentando no parecer amenazador y lo saludó diciendo:

-Hola, mi nombre es Canción-Oculta y...

El lobo le interrumpió con fuertes ladridos, enseñando sus afilados colmillos. Sorprendido, Canción-Oculta retrocedió apartándose de él hasta que se puso junto a los tres humanos que parecían más aterrados que antes. Sólo entonces el lobo dejó de ladrar y volvió a tumbarse tranquilamente en el suelo de hormigón.

Canción-Oculta suspiró. "Definitivamente, las cosas no marchan como me había imaginado".

martes, 30 de octubre de 2012

BOBBY (1 - 1)


Vancouver, Columbia Británica
15 de febrero de 1992

Bobby permanecía sentado en el asiento de atrás del coche, mirando con tristeza cómo iban quedando atrás las calles de la ciudad desde la ventanilla de su asiento. Dentro del vehículo nadie decía ni una palabra. Su padre, Will Harper, conducía en completo silencio, mientras que su madre, Denisse, permanecía callada fumándose un cigarrillo para tranquilizarse. En situaciones parecidas, cualquiera de sus padres hubiese encendido la radio para romper un poco la tensión y relajarse durante unos minutos antes de discutir sobre un tema delicado, pero esa mañana la radio permanecía completamente muda. "La he cagado a base de bien", pensó el joven con un suspiro. "Pero no es culpa mía. No es culpa mía". Bobby estaba convencido de que sus padres no pensaban igual; no después de que su hijo hubiera sido detenido por la policía local y tuviera que pasar la noche en una celda de la comisaría.

El coche familiar tomó un giro y subió lentamente por una calle empinada ocupada por edificios de apartamentos de clase baja. A pesar de todo, era un buen barrio. Los edificios habían sido construidos hacía poco más de diez años, por lo que estaban en bastante buen estado. Sus vecinos eran familias trabajadoras venidas de todas partes del planeta para buscar un lugar mejor donde vivir aquí, en Canadá. La convivencia era amistosa y apenas se cometían crímenes. Un artículo del Vancouver Sun incluso llegó a asegurar que su barrio era un ejemplo de convivencia cultural para todo el país. Una isla de serenidad dentro de los suburbios de una moderna ciudad norteamericana.

Mientras el coche entraba en el garaje del edificio, Bobby volvió a darle vueltas al asunto, sabiendo impotente que era un problema del que no podría escapar. Sus padres no se olvidarían fácilmente de lo que había ocurrido. "¿Por qué nadie entendía que sólo trataba de ayudar?" Le frustraba no tener una respuesta para una pregunta tan sencilla. A Bobby se le cayó el alma a los pies cuando sus padres fueron a buscarle a la comisaría después de depositar su fianza, acompañados de Larry Summers, un abogado amigo de su padre que se dedicaba a defender a las personas que no tenían suficiente dinero para conseguirse una buena representación legal. El joven siempre había creído que si la policía lo detenía alguna vez sería por participar en una manifestación anti-globalización o por ejercer sus derechos civiles para protestar contra las actividades ilegales de las grandes empresas. En el pasado se había imaginado numerosas veces la cara de orgullo que pondrían sus padres cuando comprobasen que su hijo había seguido sus pasos para defender a su comunidad de los abusos del establishment. Sin embargo, estaba claro que esa no había sido la reacción esperada.

El coche se detuvo por fin en su plaza de garaje. Ninguno de los tres se movió de su asiento. Su padre aún sostenía el volante con sus manos, emitiendo un largo suspiro. Su madre miró a su marido compartiendo sus sentimientos y, por último, se volvió hacia su hijo.

-Bobby, sube a casa y espéranos allí. Tu padre y yo subiremos enseguida-. Pese a la conseguida neutralidad de su tono de voz, las ojeras y el cansancio en su rostro de 32 años revelaban la angustia que había estado sufriendo.

El joven no dijo nada. Abrió la puerta, salió del coche y la cerró con un fuerte portazo. Le dolía ver a su madre en ese estado, pero le molestaba más que ninguno de los dos le hubiese preguntado al menos un sencillo "¿cómo estás?". Se sentía traicionado. Se sentía furioso. Ignorando el ascensor, eligió subir por las escaleras. Presentía que un poco de ejercicio le vendrían muy bien para liberar toda la ira que llevaba dentro.

-.-

Se dio una ducha nada más que entró en su casa. El ejercicio y el agua caliente obraron maravillas en él. Pronto la ira se evaporó, reemplazada por una profunda tristeza. Cogió una toalla para limpiar el vaho del espejo y observó con recelo su reflejo. Un joven de 17 años, de estatura media, buena complexión física, pelo castaño claro y ojos avellana le devolvió la mirada. Sabía que no era el más popular del instituto, pero en los últimos años había descubierto que tenía una facilidad natural para moverse entre los distintos grupos de alumnos del instituto. Para su grata sorpresa, incluso había atraído la atención de algunas compañeras. Los pocos amigos de verdad que tenía no se explicaban semejante milagro. Bobby siempre pensó que tenía esa "habilidad" gracias a los esfuerzos de sus padres para educarle en un ambiente abierto y equilibrado, donde la convivencia y los valores comunales pesaran más que la cultura artificial en la que vagaban como zombies muchos de sus compañeros.

No obstante, su talento natural no le había servido de nada esta vez con Elías y sus matones. "Mierda. Joder. Mierda", se dijo mientras sentía cómo la furia volvía a él nuevamente. Intentó tranquilizarse controlando su respiración mientras se secaba el cuerpo. En ese instante, escuchó la puerta de casa. Sus padres habían llegado. Bobby intentó prepararse mentalmente para la inevitable "charla".

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-Siéntate, hijo-, le indicó su padre con una lata de cerveza en la mano. Estaba sentado en el sofá de terciopelo verde del salón junto a su madre. Ambos le hicieron sitio para que pudiese sentarse. Bobby se había hecho mayor durante todos estos años y los tres ya no podían sentarse con comodidad en aquel viejo sofá como antes, pero sus padres seguían insistiendo tercamente en tener las "charlas" en ese lugar como habían venido haciendo desde que él era tan solo un niño.

-Ninguno de nosotros ha tenido una buena noche, Bobby-. Explicó innecesariamente su madre. -Pero necesitamos que nos cuentes lo que pasó ayer por la tarde.

-No puedo. Creeríais que os estoy tomando el pelo o que estoy completamente loco.

-Hijo,- empezó diciendo su padre, -llevamos 17 años confiando en tí. Pero lo único que sabemos es lo que nos contó la policía: que ayer uno de tus compañeros tuvo que ser ingresado en el hospital, dos más estaban aterrados contando historias extrañas y una pobre chica acabó con la ropa destrozada. Por favor, tienes que explicarnos lo que pasó para que podamos al menos entenderlo.

Bobby sintió la mano de su madre sobre la suya, apretándosela para darle fuerzas. Se le hizo un nudo en la garganta, pero se esforzó por terminar lo que había empezado.

-Estos días no duermo bien. Tengo pesadillas extrañas que se parecen más a recuerdos vividos por otra persona que a sueños. Es muy inquietante.

Sus padres se miraron entre ellos durante unos breves segundos, pero no le interrumpieron.

-Hoy estuve en la biblioteca del instituto hasta la hora de cierre, buscando información sobre sueños y trastornos mentales. Al marcharme, escuché un pequeño grito procedente del baño de chicos del pasillo. Cuando entré, vi que Mat y Sapo, los amigos de Elías, estaban inmovilizando en el suelo a Tania.

-¿La chica a la que intentaron violar?

-Sí. Le habían cortado algunas partes de la ropa con unas tijeras que estaban en el suelo y Elías estaba sobre ella sobándole las tetas. Ella gritaba y trataba de resistirse. Me quedé de piedra cuando los vi. Ellos también se sorprendieron cuando me vieron, sin saber qué hacer. Iba a gritarles que la soltasen, iba a cagarme en sus putas madres, pero lo único que salió de mi garganta fue un feroz ladrido. Luego perdí el control.

-¿Perdiste el control? ¿Quieres decir que te abalanzaste sobre ellos?

Bobby miró con incredulidad a su padre. "¿Por qué me pregunta eso?" No tiene sentido, pensó. "O me está probando o está creyendo mi historia". Entre las esperanzas y los nervios, Bobby no sabía qué sería lo mejor, pero siguió contando su relato mientras sus palabras se llevaban consigo la furia que ardía en su interior.

-Sí, papá, perdí el control. Fui a por Elías. Sabía que todo esto era cosa suya. Mat y Sapo son demasiado cobardes para atreverse a hacer algo así. Lo cogí por el cuello con una mano que ya no era mía, sino que era una gran manaza de pelo y garras. Lo levanté en vilo y lo arrojé contra la puta pared del baño. Mat y Sapo se cagaron de miedo. Chillaron como si hubiesen visto un monstruo y salieron corriendo por patas, aunque no antes de que le diese un mordisco en el culo a Mat. Entonces vi mi reflejo en los espejos. En ese momento, era un monstruo. Cuando llegó el bedel del instituto, me encontró mirándome al espejo con la ropa hecha jirones. Tania se había desmayado y Elías permanecía inconsciente en el suelo. El resto ya lo sabéis.

Era una historia difícil de creer. Lo sabía, pero sus padres la estaban digiriendo realmente bien. Demasiado bien. Intuía que había algún truco. "¿Qué me están ocultando? ¿Les han dicho que estoy loco? ¿Lo estoy verdaderamente?" Cuando sus padres volvieron a mirarse en silencio, tuvo toda la confirmación que necesitaba.

-¿Qué me estáis ocultando?

-Deberíamos llamar a tu prima Rossaline-, le respondió su padre. -Ella puede explicártelo todo mejor que nosotros.

-No. Quiero que me lo contéis vosotros. Quiero saberlo ahora.

-Es complicado, Bobby. Deberías esperar un...

-No, mamá. He estado encerrado toda la noche en una puta celda. Merezco saber lo que me está pasando... ¡Por favor!-, suplicó abrazándose a ella para hundir la cabeza, para que no lo vieran llorar, para que no vieran lo asustado que estaba realmente.

-Está bien... calma, calma-, su madre lo abrazó. Luego sintió los brazos de su padre intentando abrazarlos a ambos. Pasaron mucho tiempo sumergidos en ese abrazo, sin que ninguno dijese nada.

lunes, 29 de octubre de 2012

MATA-PARIENTES (1 - 1)


Brunswick Mountain, Columbia Británica

El joven lobo se inclinó para beber del arroyo. Tomó un par de tragos rápidos del agua fría que corría libremente entre las rocas y, a continuación, alzó la cabeza con las orejas bien estiradas, con la esperanza de escuchar cualquier ruido en los alrededores. Nada. Olfateó el aire nocturno para estar seguro. Los olores del bosque estaban debilitados debido a la temporada fría, pero aun así pudo percibir el olor de la resina de los árboles, el aroma de una comadreja que permanecía escondida en las cercanías y la orina y la sangre de un roedor cazado por un ave nocturna. El joven lobo agachó el hocico una vez más para beber y luego se alejó del arroyo al no encontrar huellas de presas más grandes, pues el hambre que sentía aún no era tan grande como para tener que cazar a los habitantes más pequeños del bosque para sobrevivir.

Corrió sobre la nieve sin prisa, concentrado en sus sentidos. Buscaba presas pero también cualquier otra señal que indicase la presencia de una manada de suyos en este territorio. El joven lobo había sufrido muchas noches de soledad desde que su antiguo grupo lo había expulsado y notaba en sus carnes la creciente necesidad de unirse a otros como él. Para un lobo, una manada significaba supervivencia y compañía. La soledad era pues muy peligrosa Te dejaba indefenso, traía consigo hambre y debilidad, y afectaba a las mentes de una forma demasiado aterradora como para pensar en ella mucho tiempo. Por tanto, sentía un poderoso impulso instintivo que lo empujaba a buscar una nueva manada.

Mata-Parientes.

Ese nombre le dolió como si fuese un colmillo afilado hundiéndose en sus entrañas. El joven lobo vivía y pensaba en el tiempo presente. Recordar y reflexionar acerca de hechos pasados era tan antinatural para él como intentar volar como  lo hacen los cuervos. Y sin embargo, su mente actuaba de forma extraña desde hacía poco tiempo. Sin desearlo, los recuerdos acudieron a él al mismo tiempo que sentía que la furia y la ira volvían a hacerle mella.

La temporada de frío era el momento en que los lobos luchaban entre sí para establecer su posición dentro de su manada. Esos desafíos eran muy importantes, pues permitían al más fuerte aparearse libremente y establecían una jerarquía invisible a la hora de cazar y comer. El joven lobo se había hecho fuerte, más fuerte de lo que sería nunca ninguno de sus hermanos de camada, y se sentía agitado cuando la luna mostraba todo su cuerpo en los cielos, como sucedió la noche en que retó al alfa cuando disputó su derecho a comer primero la carne de una alce demasiado joven que se había separado de su rebaño en la última cacería. El lobo alfa le gruñó enseñando los colmillos para exigirle que mostrara su vientre, pero el joven lobo respondió con ladridos de desafío. El tiempo de las advertencias dio paso a una feroz lucha.

No obstante, el alfa aún era fuerte y se defendió con fiereza. Ambos rodaron entre las rocas del suelo y se incorporaron para acosarse mutuamente. Los sucesos extraños comenzaron a partir de ese momento. La pelea irritó al joven lobo, haciéndole perder el control. La furia le llevó a saltar sobre el alfa, desgarrándole cruelmente con sus garras, unas garras demasiado grandes para ser naturales. El viejo alfa aulló de dolor, retrocediendo, pero el joven lobo lo aplastó fácilmente con su cuerpo hundió sus fauces en el lomo de su rival. El viejo alfa cayó al suelo, gimiendo y ofreciendo su vientre ensangrentando para rendirse. Sin embargo, el furioso joven siguió mordiendo, desgarrando e ignorando las lastimeras súplicas hasta que el cadáver del viejo dejó de debatirse. Cuando recuperó el control de sus actos, sólo quedaba una carroña maltrecha del orgulloso lobo que había liderado a su manada.

El joven lobo estaba aterrado por lo que había hecho. Se volvió hacia su manada, buscando su subordinación y compañía, pero ellos le rechazaron. Fue su madre, la loba alfa, la primera enfrentarse a él.

-Vete, Mata-Parientes-, ladró gruñéndole al tiempo que  todo su pelaje se encrespaba completamente.

El resto de la manada tenía miedo, pero se unió a la respuesta de su loba alfa. "Mata-Parientes. Mata-Parientes", ladraron acusadores. Aquello enfureció de nuevo al joven lobo. Confuso, les gruñó para que se sometieran. Ellos retrocedieron asustados. Él siguió gruñendo. Entonces su cuerpo creció sin control, de forma dolorosamente liberadora. Durante unos instantes, el joven lobo sintió un estremecimiento muy placentero y contempló para su sorpresa que miraba desde lo alto a todos los lobos de su manada pese a seguir tocando el suelo de roca con sus cuatro patas. Incluso en ese momento de culpa, confusión y vergüenza, se sintió fuerte e invulnerable. La loba alfa huyó y el resto le siguió.

Sin embargo, el joven lobo no se dio por vencido. Siguió su rastro durante varios días, pero cada vez que intentaba acercase a su antigua manada, ellos volvían a huir o se sometían temporalmente para escapar poco después. Al final, el joven lobo tuvo que rendirse a la evidencia. Había sido expulsado. Por primera vez desde que había nacido, estaba se encontraba realmente solo. Sin embargo, la sensación de ser expulsado de su familia no era el peor de los sufrimientos que sentía en ese momento, ni tampoco lo era la confusión de desconocer lo que estaba sucediendo. No. Su mayor dolor era el nombre con que lo había llamado su madre: Mata-Parientes. El joven lobo intuía que portaría esa marca hasta el final de sus días, al igual que la furia sin control con la que había puesto fin a la vida del viejo alfa, y aulló muchas veces por ello con gran pesar.

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Mata-Parientes se detuvo. La luna se hallaba en lo alto, parcialmente oculta por las nubes. Aulló a su única compañera compartiendo con ella nuevamente su pena y su dolor. Se sorprendió mucho cuando escuchó una respuesta. Al principio creyó que provenía de la misma luna, pero otros aullidos se sumaron pronto al primero. Eran cuatro lobos que debían encontrarse en uno de los montes del sur. Esperanzado, Mata-Parientes corrió con todas sus fuerzas en esa dirección.

Tiempo después, llegó al monte pero tardó menos en encontrar su olor y seguir su rastro hasta el pie del monte por la otra cara de la elevación., Al final encontró en un pequeño claro a un lobo corpulento, con un pelaje gris oscuro, hombros anchos, una mandíbula enorme y varias zonas que mostraban horrendas cicatrices. A pesar de que parecía estar esperándole, cuando Mata-Parientes se acercó para olfatearlo, el lobo le enseñó sus grandes colmillos y gruñó con agresividad. Por instinto, Mata-Parientes le respondió del mismo modo. En ese momento, el lobo gris se hizo más grande, convirtiéndose en un extraño animal lobuno que se sostenía sobre sus patas traseras. El extraño le sacaba más de tres cabezas de altura. Mata-Parientes, asustado, agachó el hocico, bajó la cola escondiéndola entre sus piernas y se tumbó sobre la nieve, dejando al descubierto su vientre. Sin embargo, el extraño no aceptó su sumisión y se abalanzó sobre él dándole dolorosos mordiscos en las patas.

Mata-Parientes se alzó, gruñendo para defenderse, pero el lobo gris no tuvo piedad con él. Otro extraño apareció corriendo para atacarle. Mata-Parientes trató de alejarse para huir por donde había venido, pero un tercer lobo le cortó el paso. Sin detenerse en ningún momento, el joven giró para escapar en otra dirección. Sus perseguidores le siguieron, mordiéndole en los cuartos traseros cuando conseguían darle alcance. Mata-Parientes corrió para salvar su vida. Una loba de pelaje blanco como la nieve saltó sobre él para cortarle el paso. Mata-Parientes tuvo que volver a desviarse de su camino una vez más para evitarla.

El joven lobo no podía pensar en otra cosa que en escapar del dolor de los ataques de la manada. Huía sin control corriendo sobre la nieve tan rápido como podía. Estaba cansado y herido, pero sus perseguidores no cesaron de atormentarlo en ningún momento. De hecho, a veces aparecían de nuevo en otras partes del bosque, obligándole a desviarse por otros lugares. Por primera vez, Mata-Parientes comprendió lo que debía experimentar una presa durante la cacería.

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Poco después del amanecer, cayó completamente exhausto sobre la hierba recubierta de escarcha de una colina bastante alejada del monte en donde había empezado la persecución. Cubiertas de heridas y arañazos, sus patas ya no era capaces de sostenerle. El corazón le latía desbocado. Abrió la boca respirando entre jadeos con la lengua fuera una vez más y trató inútilmente de incorporarse para defenderse por última vez de sus atacantes. Los cuatro lobos de la manada se acercaron a él desde distintas direcciones, cortándole cualquier posibilidad de huida. La furia volvió al joven lobo, ofreciéndole nuevas fuerzas.

-¡No soy una presa!-, logró ladrar resollando.

La manada se detuvo pero seguían preparados para abalanzarse sobre él en cualquier momento. El lobo  gris habló con una voz familiar cargada de gruñidos desconocidos pero vagamente familiares de alguna forma inexplicable.

-Ya lo veremos, cachorro. ¿Quién eres? ¿Por qué has entrado en nuestro territorio?

viernes, 26 de octubre de 2012

LARS (1 - 1)


Un hombre le despertó con brusquedad, mientras le tapaba la boca para que no hiciese el menor ruido. Creyó que había llegado el día de su muerte pero se sintió inmensamente aliviado cuando al abrir los ojos vio que sólo era Gaulag. La gruesa mano de su amigo permaneció sobre su boca durante unos instantes más de lo necesario y luego se apartó. Gaulag se incorporó cuan alto era, vestido únicamente con sus pieles y sin más armas a la vista que sus poderosos brazos. Por algo lo llamaban Gaulag el Fuerte en todas las aldeas vecinas. Todo los hombres y jóvenes lo envidiaban y le temían al mismo tiempo, lo cual era bueno.

-Ha llegado el momento-, le dijo su amigo con voz rasposa. -Esta noche debes liberar a Fenris.

-Estoy preparado-, respondió de inmediato con una voz que no reconocía como suya.

-Entonces... ¡corre!

Siguió el consejo de su amigo sin dudar. El frío lo caló hasta los huesos nada más salir por la puerta de la cabaña de madera donde había estado descansando. Había nevado mucho durante los últimos cuatro días. Un grueso manto de nieve cubría el suelo y las ramas de los árboles, por lo que tuvo que abrirse paso con grandes dificultades y esfuerzos. Sin pieles para protegerlo, pronto estuvo calado hasta los huesos por la humedad de la nieve.

No pasó mucho tiempo antes de que escuchase el primer aullido. Otro se sumó al primero y luego otro y otro, hasta que una multitud de bestias unieron sus aullidos en un solo coro de que anunciaba el comienzo de la cacería. A pesar del dolor que sentía en brazos y piernas por el esfuerzo, renovó sus esfuerzos por alejarse hacia las montañas pues sabía que él era una de las presas escogidas. Tenía que encontrar a las otras si querían liberar a Fenris. Tenía que...

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Vancouver, Columbia Británica
14 de  febrero de 1992

Lars se despertó en ese momento. Su corazón latía con tanta fuerza que le hacía daño en el pecho y todo su cuerpo estaba cubierto de sudor. Miró a su alrededor presa de la confusión. Estaba tumbado en el suelo metálico del viejo container que se había convertido en su improvisado hogar. Se dio cuenta con asombro de que se había estado debatiendo en sueños, arrastrándose por el suelo en su carrera onírica. Tenía los brazos y las piernas agarrotadas, tal y como había soñado. Suspirando, se sentó sobre el sucio colchón que descansaba en el suelo y volvió a taparse con la manta apolillada para proteger su cuerpo del frío. La verdad es que hacía mucho frío.

Cogió la botella de plástico que había al lado del colchón y bebió un par de tragos de agua, aliviando la sequedad que sentía en su garganta. Inmediatamente después, emitió un largo suspiro mientras miraba una de las paredes oxidadas del container. Los sueños lo habían acosado desde que era muy pequeño. A pesar de que muchas veces no los recordaba, otras sí y parecían experiencias tan auténticas como las vividas en el mundo real. Al principio había tratado de racionalizarlo, de decirse a sí mismo que sólo estaba tratando de huir de una realidad en la que no quería vivir, refugiándose en lo más profundo de su imaginación, pero a veces los sueños le decían cosas que él no sabía y que luego descubría que eran reales de un modo u otro.

Suspiró otra vez, temiendo haberse vuelto completamente loco. Quizás lo estaba. Por enésima vez, Lars volvió a recordar la cadena de sucesos que lo había llevado a ese sucio container. Él era natural de Langesund, una pequeña ciudad portuaria del sur de Noruega, donde había tenido lo que se dice una infancia difícil. Su padre era un pescador y un borracho violento, mientras que su madre, otra alcohólica profesional, trabajaba en una peluquería para señoras. Lars recordaba que había más botellas en esa casa  que en todos los bares del país. No, desde luego que las cosas no habían sido fáciles. Su hermano mayor acabó metido en las drogas cuando él era muy pequeño y acabó en la cárcel cumpliendo condena por un atraco frustrado a un restaurante de Brevik que terminó con la muerte de uno de los clientes. Desde ese momento, todo había empeorado.

Si tener un padre alcohólico puede ser una maldición, tener dos es un auténtico infierno. Quien no lo ha pasado por ello, no puede hacerse una idea aproximada de lo que es convivir con dos personas que vagan entre la violencia, la vergüenza, la depresión y el patetismo. Quien no haya sufrido en sus propias carnes esos males, no conoce el impacto que puede tener un menor. Lars también recordaba perfectamente que la escuela fue un completo fracaso para él. No mostraba interés por los estudios y sus profesores lo consideraron pronto una bala perdida. Sí, estaba perdido pero nadie le quería ayudar. Eso hizo que se volviera introvertido y evitara a sus compañeros, a los que envidiaba con rencor. Sabía que ellos no tenían la culpa de sus miserias, pero no podía evitar sentirse así. Después de repetir un par de cursos, comprobó que el instituto era más de lo mismo, así que lo dejó antes de convertirse en blanco de las burlas de sus compañeros. Ya tenía suficientes humillaciones en casa, muchas gracias.

Su único alivio fueron esos misteriosos sueños que acudían a él sin ningún motivo aparente. Los mismos sueños que hicieron que se interesase por la historia de su pueblo y el folclore mitológico de los mal llamados vikingos, pero llegó un momento en que ni siquiera esas fantasías podían aliviar el tormento diario que sentía con sus padres. Tenía que marcharse de inmediato o acabaría como ellos. Tenía 17 años cuando tomó esa decisión trascendental en su vida

Se coló en una embarcación pesquera que iba a faenar al mar del Norte. No obstante, sus sueños casi naufragaron cuando lo descubrieron al día siguiente de abandonar el puerto de Langesund. Al capitán del pequeño navío no le hizo ninguna gracia saber que tenía un polizón a bordo, y para colmo uno menor de edad, pero si daba media vuelta perdería al menos dos días de trabajo. Así pues, lo aceptó a regañadientes y le encargó los trabajos más duros que pudo imaginar para castigarlo. Ninguno de los otros marineros a bordo se portó mejor con él, pero Lars soportó todas esas humillaciones con estoicismo. En ese momento, sólo pretendía alejarse todo lo posible de su familia.

Después de varios días de dura faena, el barco atracó en Reikiavik, Islandia, donde el capitán intentó entregarlo a las autoridades. Lars se las había visto venir y se escapó sin que nadie pudiese evitarlo antes de que llegase la policía. Tuvo mucha suerte. Ese día no lo cogieron. Cuando llegó la noche, salió arrastrándose debajo del manojo de redes de pesca en el que se había escondido, apestando como un pez más. Tenía hambre y frío, pero supo que si se quedaba en Reikiavik la policía no tardaría en echarle el guante. Por ello decidió que tenía que esconderse en un navío extranjero.

Dos embarcaciones llamaron su atención esa noche. Uno era un pesquero norteamericano y el otro un buque de carga canadiense. Tomó la decisión de subirse al primero sin más razón que todas esas películas y series llenas de mujeres hermosas que había visto durante todos esos años en la televisión. Nos obstante, cuando se estaba acercando al gran pesquero, oyó que alguien lo llamaba por su nombre en la oscuridad de la noche. Miró en todas las direcciones. Nada. La voz volvió a llamarlo. Lars volvió a mirar a su alrededor y, por alguna casualidad, se le ocurrió mirar al suelo. Allí había una pequeña ardilla de ojos oscuros que lo miraba con mucha atención. ¿Qué diablos estaba haciendo una ardilla en un puerto? ¿Se habría escapado de alguna jaula? Entonces el animal habló con una voz que sonó muy parecida a una humana:

-¡Idiota! Ese barco está lleno de maldad y muerte. Si te escondes allí, acabarás siendo comida para los gusanos.

Lars retrocedió espantado cuando oyó a la ardilla proferir aquellas palabras. Se frotó los ojos, incrédulo, y volvió a abrirlos. La ardilla ya no estaba allí, ni en ninguna otra parte. Aquello le puso los pelos de punta. Volvió a alzar la vista, contemplando el pesquero norteamericano. A continuación, retrocedió sin poderse explicar a sí mismo la razón. Era algo instintivo. De repente, el oscuro casco del pesquero le parecía amenazador y sombrío. Maldiciendo, Lars se subió a hurtadillas al carguero canadiense y se escondió en las tripas del navío.

Fue la mejor decisión que pudo tomar, aunque no había forma en que pudiera saberlo esa aterradora noche. Pasó dos días más sin comer ni beber, escondido como una rata. Al final, uno de los marineros lo descubrió mientras estaba inconsciente. Cuando se despertó, el capitán del navío, un hombre de pelo canoso y barba tupida llamado Arthur Collins, estaba muy enfadado. Lars trató de convencerlo para que lo aceptase como un tripulante más hasta llegar a un nuevo puerto, sin pagarle un salario. Le aseguró que se ganaría la comida y la cama con su propio trabajo. Al final, el viejo marino aceptó a  Lars a regañadientes.

Pasaron las semanas. El viejo navío recaló en varios puertos, pero el capitán escondió a Lars de las autoridades y permitió que se quedase con ellos. Viajaron por la costa este de Norteamérica y cruzaron el canal de Panamá para subir luego por la costa occidental de México, Estados Unidos y Canadá. Cuando desembarcó en el puerto de Vancouver, Lars tenía ya 18 años. Despedirse de la tripulación del Alexander, fue duro, pero lo fue más aun hacerlo del viejo capitán Collins, que había sido para él lo más parecido a un padre que había tenido nunca. Al despedirse, el buen hombre incluso le pagó un pequeño salario de su propio bolsillo. Lars tuvo que contener las lágrimas ante aquel gesto, pero nunca se atrevió a decirle al capitán que quería desembarcar en aquella ciudad porque sus sueños se estaban volviendo cada vez más violentos y salvajes, y temía acabar haciendo daño a uno de sus amigos si se volvía definitivamente loco.

El primer día en Vancouver había sido literalmente horrible. Un carterista le robó el dinero en un bar del puerto sin que se diese cuenta. Al menos, pudo pagar su cerveza con las escasas monedas que le quedaban en el bolsillo. Luego, vagó por los muelles hasta que encontró un viejo y oxidado container lleno de agujeros y grietas. Estaba en muy mal estado, pero nadie se había molestado todavía por sacarlo de allí. Era un buen sitio donde quedarse hasta que ganase algo de dinero. Lars fue paciente. Forró las grietas y los agujeros metálicas con cartones e incluso pudo traerse un colchón y una manta que un barco había abandonado en uno de los contenedores de basura del puerto.

Llevaba dos semanas allí metido y los sueños habían empeorado. Como ese mismo día. A veces quedaba atrapado en ellos durante todo el día, incapaz si quiera de levantarse y otras se ganaba la vida como podía. Aquella no era la forma en que quería vivir, pero era lo mejor que podía conseguir por ahora. Cansado, Lars decidió salir fuera de su "hogar temporal". Necesitaba un poco de la fría brisa marina para despejar sus ideas. Al salir, la luz del sol le hizo daño en los ojos, pero definitivamente la brisa le vino muy bien. Al borde del muelle, un puñado de cuervos picoteaba con avidez los restos de dos peces muertos, probablemente las capturas de un pescador aficionado. Y a lo lejos pudo ver una vieja furgoneta volkswagen t1 que se acercaba lentamente pasando junto a otros containers y almacenes. Lars sintió un escalofrío premonitorio cuando uno de los cuervos dejó de picotear y lo miró directamente a los ojos.

-Ya vienen-, anunció.

jueves, 25 de octubre de 2012

FARUQ (1 - 1)


Vancouver, Columbia Británica
12 de febrero de 1992

Faruq apartó las mantas y se sentó sobre la cama. Sin hacer el menor ruido, dio unos pasos vacilantes con los pies descalzos sobre la moqueta hasta que llegó a la ventana y apartó las pesadas cortinas. La luz de la luna le dio la bienvenida con sus pálidos rayos. Durante unos instantes el joven se quedó embelesado mirándola desde su ventana. Desde hacía unos meses se sentía  totalmente fascinado por ella, incluso soñaba con ella, hasta el punto de que preguntarse varias veces si se estaba volviendo loco. Richard Rosenfeld, se lo preguntaba a menudo en voz alta cuando le quería gastar un broma, pero Faruq empezaba a sospechar que tal vez tuviese razón. Intuía que su obsesión secreta podía no ser normal.

Al final, dejó de contemplar esa perla que colgaba sobre el cielo negro. Se acercó a la silla donde tenía preparada su ropa y se cambió lo más rápido que se atrevió a esas horas de la noche. Primero los pantalones de invierno, luego la camiseta negra sin estampados ni ninguna de esas "mariconadas"y finalmente cogió el jersey de color beige. Se calzó las botas que le habían regalado sus últimos padres de acogida bajo la luz plateada y luego recogió su mochila. La había cargado con toda la ropa que creía que iba a necesitar durante su viaje: un par de mudas limpias, su vieja camiseta de Deep Purple, un pantalón de deportes de repuesto, una navaja suiza, una brújula,  un mapa del estado de la Columbia Británica y todas las monedas y billetes que había ahorrado desde que había llegado a la casa de los Rosenfeld.

Luego, se acercó a la puerta y, nervioso, la abrió despacio. Podía oír la televisión perfectamente, con la voz chillona de un telepredicador de los que tanto le gustaban a Doris, su nueva madre de acogida, lanzando su habitual discurso de odio y condena hacia todo lo diferente que no fuera Cristo. Este era el momento crucial.  Doris padecía insomnio, por lo que se pasaba la mayor parte de las noches despierta, mirando estúpidamente la pantalla del televisor y compartiendo sus ideas con los presentadores de los concursos y la teletienda. Si oía la puerta, la aventura de Faruq habría terminado incluso antes de haber podido salir de casa. El joven esperó un minuto en silencio y luego otro. Nada.

Aliviado, echó un último vistazo a su habitación. El edredón con dibujos de barcos piratas permanecía enredado sobre la cama. A su lado, un ordenador gris de IBM descansaba sobre un mesa de escritorio vacía, sobre la cual se alzaban unas estanterías llenas de maquetas de dinosaurios, diccionarios y libros de estudios usados. Al otro lado de la ventana había un armario enorme, ocupado en su mayor parte por abrigos y otras prendas de vestir de Doris Rosenfeld. Aunque era un sitio confortable y caliente, Faruq sabía que no era su verdadero hogar, por lo que dejó arrimada la puerta sin sentir duda o culpabilidad alguna por intentar fugarse.

A continuación, cruzó el pasillo hasta llegar a las escaleras, que estaban iluminadas por la luz del televisor del salón. Bajó cada peldaño silenciosamente. Más de una vez le sobresaltó la voz de Doris susurrando "amen" desde el otro lado de su sofá de cuero, pero el muchacho no hizo ningún ruido y pudo llegar a sin contratiempos abajo. Después, retrocedió por un corto pasillo que lo condujo a la cocina. Un espejo mostró su reflejo durante unos segundos. De complexión delgada y esbelta, Faruq no era precisamente alto, ni siquiera llegaba a la media, pero tenía un rostro agraciado, joven y moreno. Sus ojos eran de color avellana y su pelo era rebelde y negro como la noche. A Faruq le gustaba llevarlo largo, aunque sin rozar los hombros, de modo que podía anudarlo en una pequeña coleta cuando le molestaba. Él creía que llevar el pelo así le hacía parecer un tipo duro, a pesar de que se había dado cuenta de que aquello no lograba impresionar mucho a sus compañeras de clase. Ahora ya no importaba. Tampoco pensaba volver a ese instituto.

Entró en la cocina, se hizo unos sándwiches de panceta y queso y cogió un par de latas de refresco. Luego, abrió con sumo cuidado la puerta de atrás. Al abrirla, notó enseguida el frío de la noche en su cara y sus manos. Ignorándolo, cerró la puerta con sumo cuidado y caminó por el jardín como una sombra furtiva hasta que llegó a una de las calles principales de aquella mediocre y monótona urbanización de casas de clase media.

En ese momento, Faruq tenía 16 años. Él no lo sospechaba, pero su vida no volvería a ser igual. Mientras se alejaba rápidamente de la casa de los Rosenfeld, una figura que había permanecido oculta detrás de un seto de uno de los jardines vecinos, salió de su escondite cuando el muchacho llegó a la carretera principal y le siguió a cierta distancia.

- . -

Después de media hora caminando, llegó a la marquesina situada en la parada del autobús. Aún faltaba más de una hora para que llegase el primero de la madrugada, pero comprobó de todas formas los horarios y luego, aburrido, se sentó con cuidado en el banco metálico de la marquesina. "¡Joder! ¡Está congelado!", pensó. Aun así permaneció allí sentado, esperando al autobús que lo sacaría de Vancouver y que le llevaría a buscar a su verdadera madre. No sabía dónde estaba ni cómo iba a encontrarla, pero estaba decidido a verla y hablar con ella. Confiaba que de entre todas las personas que había en el mundo, su madre supiese explicarle si, como sospechaba, se estaba volviendo loco o si, por el contrario, era víctima de algún tipo de maldición familiar. No es que él diese mucho crédito a todo ese rollo de las maldiciones y las enfermedades heredadas, pero creía que para hallar respuestas tendría que picar en todas las puertas posibles.

Una mujer se acercó despacio a la marquesina. Faruq no la perdió de vista. Tendría unos 35 años, calculó a ojo. De baja estatura y cuerpo delgado, tenía un rostro amplio y abierto, enmarcado por una larga y lacia cabellera de color oscuro. Iba vestida con un abrigo de invierno largo y gris que cubría la mayor parte de su cuerpo, llevaba un pañuelo verde claro con flecos rojos anudado al cuello y calzaba unas botas de montaña de aspecto muy resistente. La mujer se sentó despacio a su lado en el banco mientras le regalaba una sonrisa contagiosa. Faruq nunca había conocido a una mujer tan guapa en su vida, pero no iba a desaprovechar esa oportunidad para hacerlo.

-Me llamo Cathy Saynesbury-, se adelantó ella con otra sonrisa traviesa en su rostro. Sus ojos grises parecían brillar con vida propia bajo la luz de las farolas de la calle.

-Yo soy Faruq-, respondió él intentando parecer un tipo duro y no el joven nervioso e inquieto que era realmente.

-Faruq... ¿solo Faruq?

-Es una historia complicada... He tenido muchos apellidos, aunque solo uno es verdaderamente mío. Para que no te hagas un lío, dejémoslo simplemente en Faruq.

-Como prefieras-, respondió ella comprensiva. Dejó de devolverle la mirada durante unos segundos para observar los dos extremos de la calle. -Oye, ¿no deberías estar en tu casa a estas horas de la noche?

-¿Para qué?-, preguntó con picardía.- Me gusta viajar de noche. Así puedo conocer a personas interesantes, como tú.

Una furgoneta que circulaba por la calle eligió ese momento para detenerse junto a la marquesina, cortando de golpe su conversación. Era una vieja Volkswagen t1, la típica que usaban los hippies en los años 60, con dos sucias bandas de colores verde aguado y blanco, pero sin adornos en el salpicadero. La conducía una mujer de aspecto varonil, lucía un pelo rubio muy corto y camiseta de tirantes a pesar del frío que hacía esa noche. El hombre sentado a su lado, abrió la puerta y se bajó del vehículo. Era alto y fuerte, pero tenía una de esas caras agradables que transmitían buen rollo. Tenía el pelo oscuro, con ralla al medio y cayéndole hasta los hombros, una barba recortada y un elegante bigote. Iba vestido con una gruesa sudadera verde, que mostraba un estampado estilizado de una hoja de marihuana, pantalones de pana y zapatos.

-Me temo que vas a conocer a muchas personas interesantes esta noche,- bromeó Cathy.

miércoles, 24 de octubre de 2012

HOMBRE LOBO


Finalizado el periodo de votación, ya tenemos un ganador. Parece que mis ánimos para que la gente votase han tenido escaso efecto y es difícil sacar a muchos del consabido "me da igual, pon lo que quieras".  En cualquier caso, muchas gracias a las personas que sí se animaron a votar. Os lo agradezco sinceramente. Aunque el juego ganador ha sido Hombre Lobo: el Apocalipsis, he de confesar que Fading Suns también me parece extremadamente fascinante y no dudo ni por un momento que tendrá su propio espacio en este blog tarde o temprano. De todas formas, centrémonos un poco en el juego del que saldrán las nuevas historias.


White Wolf publicó por primera vez Hombre Lobo: el Apocalipsis en Estados Unidos en 1992, un año después del lanzamiento de Vampiro: La Mascarada. Ambos juegos de rol utilizaban el mismo sistema narrativo, pero no podían ser más diferentes en lo que se refiere a su ambientación.


En Vampiro: la Mascarada, los jugadores interpretaban a monstruosos bebedores de sangre que hacían frente a toda clase de ansias inmorales, conspiraciones maquiavélicas, guerras de sectas y constantes pujas por el poder. La traición es una herramienta habitual en semejante sociedad, lo que quedaba reflejado maravillosamente en el miedo a la Diablere (o Amaranto, el canibalismo entre vampiros).

No obstante, el trasfondo de Hombre Lobo: el Apocalipsis es completamente diferente, ya que la base de sus historias es la épica. Los hombres lobo, o Garou, como se llaman a sí mismos, no son monstruos sino héroes que libran una guerra en el plano material y espiritual para salvar a la Tierra (Gaia) y a todos sus habitantes. No se enfrentan a una tarea precisamente fácil. No están unidos bajo un liderazgo común ni están de acuerdo en cuáles deben ser las estrategias a seguir. Además, en el pasado aniquilaron o estuvieron a punto de exterminar a otras razas de cambiaformas que bien podían haber sido sus aliados en la actualidad. Pero su mayor tragedia es que su número es cada vez más escaso, por lo que libran una guerra que parece condenada al fracaso de antemano.

Así pues, nos hallamos ante un juego de rol con una fuerte temática ecologista, folclórica y cargada de toda clase de conflictos personales. Encubriendo los problemas reales de la sociedad contemporánea bajo el manto de la ficción, Hombre Lobo nos anima a mirar a la humanidad desde otra perspectiva y contemplar el impacto de nuestras acciones. Desgraciadamente, esta riqueza temática ha sido desaprovechada por muchos jugadores de rol, que reducen las partidas a un simple "mata-mata". No digo que eso no sea divertido o que no se pueda jugar así a Hombre Lobo: el Apocalipsis. Cuando interpretas a un personaje que es capaz de aumentar su masa corporal hasta alcanzar un 50% más de altura con una musculatura a juego, es difícil evitar que la violencia domine la historia. Sin embargo, si el Narrador y los jugadores hacen un pequeño esfuerzo, podrán sacarle mucho más partido.

Lo cierto es que le tengo mucho cariño a Hombre Lobo: el Apocalipsis. Fue el primer juego en el que participé como Director/Narrador, iniciando una larga andadura que ahora transcurre por este blog, por lo que para mí es un inmenso placer compartir con vosotros las historias de la Crónica más larga que he  tenido el honor de dirigir a este juego. Es un relato lleno de proezas e infamias, donde la esperanza y la fatalidad rodean constantemente las acciones de los personajes implicados. Las personas que hayan tenido contacto con Hombre Lobo: el Apocalipsis, reconocerán muchas historias, tramas y escenarios. Están sacados de los suplementos oficiales, adaptando y personalizando muchas ideas de los siguientes:



Por supuesto, he aprovechado el material presente en muchos más suplementos, como la Guía del Jugador, la Guía del Narrador, el Libro del Wyrm, Subsidiarias: Guía de Pentex, Un Mundo de Rabia y los libros de tribu, pero estos seis suplementos son los pilares de las principales historias en las que se verán involucrados los personajes.

Llega el momento de ponerse las máscaras. A partir de ahora comienza la saga de la manada conocida como las Cinco Garras de Gaia.

miércoles, 17 de octubre de 2012

¡QUÉ SIGA EL ESPECTÁCULO!


"No se puede jugar a rol sin amigos, ni se puede tener un blog sin lectores".

Esta sentencia tan evidente se hace más patente cuando uno tiene que transcribir todo el papeleo de las partidas y darle forma en la pantalla de su ordenador en un relato coherente.

Por eso llegados a este punto, es necesario dar las gracias a muchas personas. Algunas son buenos y viejos amigos como Lasombrilla (que dirigió con maestría las Crónicas de Transilvania para todos nosotros), Puni, (que jugó con el Hermano William Arkestone: el personaje menos sombrío que tuvo hasta la fecha), Nachete (en su salsa con el papel del Lasombra Alfredo), Blood (que le dio a Morke toda la energía que pudo extraer de ¡¡la furia del metaalll!!), Nova (con su peculiar interpretación de la locura y la traición en el papel de Crish Competer) y Nachín (que jugó su última partida a rol con su Brujah bizantino llamado Dmitri). Una sorprendente adquisición de última hora fue David (que se inició en el mundo del Vampiro Edad Oscura con su Capadocio Iván).

Otros no formaban parte de esa maraña de amigos "de toda la vida" o del grupo duro de rol del que formábamos parte, aunque también quiero transmitirles mis agradecimientos. Me refiero a Luis (confieso que con su lord Sirme pocas veces he visto interpretar tan bien la esencia de los Ventrue medievales) y a Juanín (que a pesar de ser un pez chico, hizo lo que pudo por marcar sus propias "tendencias" con Rafael).

Finalmente, quiero daros las gracias a vosotros, sufridos/as lectores/as, por haber llegado a este punto del camino, por vuestros ánimos, públicos y privados, y por considerar que este blog vale la pena para invertir  en él una parte de vuestro tiempo de ocio. Pero no os preocupéis. Este texto no es una despedida. Aún quedan muchas historias que contar y eso nos lleva a la segunda parte de la entrada de hoy.

Aunque el relato de las Crónicas de Transilvania hayan llegado a su fin con el secuestro y castigo final de Dieter Helsemnich, la ciudad de las máscaras tiene otras viejas historias que representar para vuestro entretenimiento. Ahora bien, la elección de la historia os corresponderá a vosotros. Sí, me habéis oído bien. Os toca elegir a vosotros.


Haremos una VOTACIÓN. Yo os propondré 4 juegos de rol, en los que tomé el papel de Narrador/Director de Juego, y vosotros escribiréis vuestro voto en los comentarios de esta entrada. Cada persona sólo podrá votar 1 vez y tendrá que decantarse por 1 de los juegos propuestos. El plazo de tiempo para la votación quedará cerrado el próximo miércoles 24 de octubre de 2012, a las 13:30 (horario de la España peninsular), momento a partir del cual se contarán los votos y se anunciará el juego de rol del que saldrá la siguiente historia de este blog.

Los juegos propuestos son:
  • Fading Suns: Para aquellos que no lo conozcáis, es un juego de rol impresionante, ambientado en un futuro muy lejano, donde la humanidad lucha consigo misma por el poder al tiempo que trata de desvelar los misterios de su pasado y del mismo universo. Nuestra historia comienza en los tiempos de la guerra y avanza por todos los Mundos Conocidos en una búsqueda que cambiará para siempre a los personajes. Aquellos que no lo conozcáis, podéis encontrar aquí todo tipo de información sobre el juego.
  • Demonio - La Caída: Otra joya del mundillo que llegó tarde a España y sin pulir demasiado algunos aspectos. A pesar de eso, es un gran juego que nos ofrece la oportunidad de interpretar a un ángel rebelde (o demonio), en un mundo sin fe y a la deriva que se encamina directamente hacia su destrucción. Como no podía ser de otro modo, la historia está ambientada en la ciudad de Los Ángeles. Podéis encontrar más información del juego en este enlace o visitando el blog conocido como el Rincón del Demonio.
  • Hombre Lobo - El Apocalipsis: Un clásico de los juegos de rol de White Wolf. Los hombres lobo son una raza moribunda, casi condenada, que lucha por salvar al planeta y a todos los seres que lo habitan de la terrible fuerza espiritual de una Entropía que ha perdido su papel equilibrador. La historia que propongo comienza sus inicios en Vancouver, para luego traspasar toda clase de fronteras mortales y espirituales. De nuevo, os dejo otro enlace con un poco de información introductoria.
  • Vampiro - La Mascarada: El antiguo buque insignia de White Wolf. Los descendientes de Caín acechan en las noches modernas, ocultando sus actividades de los curiosos ojos mortales. La historia que propongo en ese juego está ambientada en los actuales estados de Nueva Inglaterra (EE.UU.). A estas alturas no creo que sea necesario un enlace informativo, pero dejo este de todas formas para los últimos rezagados que han llegado al blog.


Ahora el turno es vuestro. Yo no escribiré nada más hasta que se cierre el periodo de votación el miércoles 24 de octubre. Si hasta ahora os ha gustado este blog y queréis más historias, os animo a participar a todos/as. Dicho esto, elegid lo que más os guste.

Saludos de un Soñador que sigue soñando

martes, 16 de octubre de 2012

C. DE T. 1 - 106: EL FINAL DE DIETER



Querida Sherazhina,

Tu carta me ha llenado de una inusitada felicidad que ha alejado de golpe todas las preocupaciones de los tiempos modernos. Al recibir noticias tuyas me sentí tentado, muy tentado, de creer que por fin se había cortado el velo que cubría tus ojos, dejándote ver este mundo tal y como es, sin engaños ni artificios. Imaginé que el tiempo te había dado la perspectiva suficiente para sacudirte el yugo de tu sire y anhelar la libertad de la que disfrutaste durante los primeros años que los nuestros conocen simplemente como la "Revuelta Anarquista".

No obstante, al terminar de leer la decepción volvió a recordarme tu delicada situación. ¿Cómo no ibas, querida criatura, a humillarte ante la voluntad de tus amos si la noble sangre del linaje de los aparecidos Basarab está corrupta por ese fermento marchito y anticuado propio de los Ventrue? Tristemente, nunca podrás sobreponerte a semejante violación, del mismo modo que tu sire encontró natural hincar la rodilla ante Hardestadt el Viejo durante la Convención de Thorns. Pero, ¿puede un alma libre ser esclavizada para siempre? Nuestra gloriosa revolución demostró en el pasado la respuesta a esa pregunta y, aunque trates de olvidar las hermosas pesadillas liberadas durante aquellas noches, tarde o temprano tu espíritu tendrá que reconocer lo que es natural en él.

Pero debes disculpar mis divagaciones, querida. Tu carta ha despertado muchos recuerdos maravillosos en mi interior. Ignoro cómo has conseguido negociar con Ecaterina la Sabia para que te cediese mi deuda con ella, aunque lo averiguaré muy pronto. Tampoco logro comprender cómo has podido desperdiciar esa deuda pidiéndome que te cuente lo que le sucedió a esa criatura patética que se hacía llamar Dieter Helsemnich. Conozco muy bien a Ecaterina y sé que habrá vendido muy cara la cesión de dicha deuda, por lo que no entiendo qué podrías ganar tú con semejante intercambio. Después de tanto tiempo, dudo que ni  siquiera los Usurpadores recuerden que existiese alguna vez uno de los suyos con ese nombre. Entonces, si es imposible que obtengas beneficios que compensen tantos esfuerzos, debo suponer que su desaparición te preocupa a un nivel más personal. No te temas querida, por ahora guardaré a buen recaudo tu denigrante secreto y tal vez una noche lejana pueda ayudarte a trascender el límite espiritual de las emociones humanas.

En cualquier caso, permíteme primero dibujar a grandes rasgos el escenario en el que sucedieron los hechos por los que te muestras interesada. En aquel tiempo, nuestra rebelión contra la tiranía de los antiguos había obtenidos sus primeros éxitos. Aparecieron jóvenes anarquistas en todos los reinos cristianos. Los rebeldes conspiramos con los Lasombra italianos, compartiendo con ellos los secretos necesarios para romper los Juramentos de Sangre mediante los rituales de camaradería de los jóvenes Tzimisce. Los Lasombra demostraron a cambio su entrega a nuestra causa asesinando al Antediluviano de su clan, en su fortaleza inexpugnable de Sicilia. Era el momento de recoger el guante y culminar nuestras propias hazañas con la destrucción del Más Anciano, aquel al que los ignorantes llamaban simplemente el Antediluviano Tzimisce. No obstante, al contrario que los Lasombra, nosotros teníamos que hacer frente a un problema de difícil solución. Ignorábamos dónde estaba su actual lugar de descanso. Por supuesto, eso no nos detuvo. La intensa búsqueda nos llevó varios años mortales, pero al final descubrimos que su paradero figuraba en el Libro de la Tierra, que se hallaba oculto en una biblioteca secreta en el castillo de Alba Iulia.

Formamos una partida para conseguirlo a cualquier precio y partimos de inmediato. Yo sabía muy bien que tu Usurpador seguía gobernando allí por aquellas fechas como Príncipe entre los suyos. Esperaba cancelar una vieja deuda que aún nos unía a cambio de que nos cediese el libro, o en caso contrario, dejar que nuestros hermanos se divirtiesen libremente hasta que Dieter capitulase. Sin embargo, ni siquiera tuvimos que traspasar las puertas de Alba Iulia, ya que el Azar quiso que nos encontrásemos al Usurpador en los caminos limítrofes a la ciudad, cubierto de polvo y sin ninguna clase de escolta. Dragomir y yo lo convencimos fácilmente para que cooperase con nosotros. A pesar de ser un ejemplar menor de nuestra especie, casi podría decirse que su rostro palideció cuando le advertimos acerca de las consecuencias de intentar engañarnos. ¡Qué previsible por su parte! Sentí auténtico asco al contemplar cómo un descendiente de Caín humillaba su dignidad para defender a los mortales, al simple ganado cuyo destino es saciar nuestra sed de sangre. Al final, lo dejamos ir como un perro obediente que corre para cumplir las órdenes de su amo.

Por nuestra seguridad, buscamos refugio durante las horas del día en la aldea de Drâmbar, en la orilla oriental del río Mures y al llegar la siguiente noche saciamos la sed del camino con muchos de sus habitantes. A continuación, esperamos al Usurpador en la aldea de Partoç. Tu hermano Dragomir creía que Dieter no vendría, pero se equivocaba. A pesar del terror que le inspirábamos, apareció solo de nuevo, sin ninguna escolta ni protección. He de confesar a su favor que ese perro lastimero me entregó el libro esforzándose por parecer sereno y tranquilo. Durante unos instantes, disfruté haciéndole creer que respetaría nuestro acuerdo. ¿De verdad creía que lo íbamos a dejar marcharse tranquilamente? Luego, los nuestros se abalanzaron sobre él, derribándolo al suelo y clavándole una estaca en su débil corazón. ¡Ah, querida, si pudieses ver la escena con tus propios ojos tal y como yo la recuerdo! Mis palabras tendrán que guiarte lo mejor que puedan. El Usurpador no dejó de gritar y suplicar de forma lastimera hasta que la punta de la estaca atravesó su corazón, dejándolo inmóvil y completamente indefenso. Incluso en ese estado, sus ojos dejaban traslucir el miedo que sentía y sus silenciosas súplicas rastreras.

Una vez que estuvimos seguro de tener en nuestras manos lo que habíamos venido a buscar, tuvimos que dividirnos forzosamente. Tres de nuestros hermanos se quedaron en Alba Iulia para crear chiquillos y cazar a los Cainitas que habían servido al Príncipe. El resto nos marchamos al galope para culminar nuestras hazañas. Unos pocos meses más tarde, los más valientes de nosotros asaltamos el monasterio de Sernog, donde Lugoj cometió Amaranto contra el Más Antiguo, liberando a todos los Tzimisce de la tiranía del fundador del clan. Ese acto prendió finalmente el fuego de la rebelión en las ciudades europeas, cuando los chiquillos de otros clanes se unieron a nuestra revolución. Sus aterrados antiguos se vieron forzados a presentar un frente común, llamado la Camarilla, para detener nuestra expansión e invocaron posteriormente la Convención de Thorns con el objeto de que los rebeldes de voluntad más débil entregasen de nuevo su libertad y sus almas a sus antteriores amos. Muy al contrario, nosotros enarbolamos nuestro desafío masacrando a todos los habitantes mortales que vivían en esa pacífica villa inglesa, en un bautismo de sangre perfecto para la creación de una sociedad nueva y más pura respecto a la naturaleza de la sangre Cainita. Un sueño perfecto que ha tomado forma bajo el nombre del Sabbat.

En cuanto al destino final de Dieter, pudo garantizarte que sufrió más de lo que podrás descubrir en tus peores pesadillas. Mientras era víctima de las torturas más imaginativas posibles,  debatimos qué hacer con él. Dragomir deseaba su sangre a toda costa. Por mi parte, me sentí tentado de  entregárselo como un regalo a Radu a cambio de que favoreciese políticamente nuestra causa. Sospechaba justificadamente que el Príncipe de Bistria haría lo que fuera con tal de castigar al Usurpador que había cometido Amaranto contra su chiquillo Yulash en el Paso de Tihuta. No obstante, al final, decidimos entregar lo que quedaba de él al anciano Yorak como sacrificio para su Catedral de Carne. En esa ocasión, el sumo sacerdote de los Metamorfosistas no nos honró  apareciendo él mismo para recoger nuestra ofrenda, mas unos gruesos y alargados zarcillos carnosos arrastraron el cuerpo del Usurpador hasta desaparecer con él tras la entrada de la cueva donde reposa la Catedral de Carne. Aquel gesto de buena voluntad sació por completo las ansias de venganza de Yorak contra nuestra causa, ganándolo como aliado de ahí en adelante. Si Dieter ha tenido suerte, su alma se habrá disuelto en el maremágnum de ánimas atormentadas de la Catedral hace mucho tiempo, pero si no ha sido así, espero que su voz sea una de las que chillen con más fuerza en el coro de gritos de la Catedral.

Ahora ya sabes cuál ha sido el destino final de tu Usurpador. La moraleja de todo este asunto es que para sobrevivir, un Cainita debe abandonar cualquier falsa pretensión de humanidad y comportarse como el monstruo de la noche en que se ha convertido. Dieter pudo habernos traicionado, pero prefirió sacrificarse para salvar a sus protegidos humanos. Un final noble. Una completa estupidez. Las mareas del tiempo olvidarán su recuerdo y su nombre desaparecerá para siempre en el olvido. Espero que estés satisfecha, querida, has pagado un alto precio para conocer el final de esta historia.

Antes de que nos despidamos por ahora, déjame regalarte un último y valioso consejo. Tal vez transcurran uno o dos siglos más, pero disfrutaré extraordinariamente cumpliendo ciertas promesas. Tu sire conocerá muy pronto las consecuencias de su traición. Hasta ese momento busca una tumba bien profunda en la que esconderte, Sherazhina. Me irritaría profundamente que no pudieses ser testigo de la extinción final del linaje Arpad.

Atentamente   

VYKOS  

lunes, 15 de octubre de 2012

C. DE T. 1 - 105: LIBRAM TERRAM


Cuando llegué al castillo, fingí ser un nuevo sirviente usando mi Dominación para reforzar ese embuste, lo que me permitió acceder al interior sin levantar las sospechas de los guardias que custodiaban el portón de la entrada. No deseando llamar la atención más de lo debido, evité al resto de los criados y me interné en las cámaras inferiores para buscar refugio durante las horas del días. Pese a que habían transcurrido doscientos años desde mi última estancia allí, recordaba una pequeña estancia, usada como alacena, que sería perfecta para mis necesidades. Era un lugar sumamente discreto, fuera del alcance de la luz solar y poco frecuentando por los habitantes mortales del castillo.

Al despertarme a la noche siguiente, salí de la pequeña estancia de inmediato. Aunque el castillo tenía un tamaño pequeño en comparación con otras fortalezas y baluartes de estas tierras, el tiempo jugaba inmisericorde en mi contra. Debía hallar la biblioteca secreta cuanto antes, lo que exigiría visitar todas las cámaras y pasillos, usando mis sentidos sobrenaturales. Hubieron de pasar cuatro tediosas horas hasta que descubrí el lugar apropiado, un tramo en uno de los túneles inferiores. La puerta estaba dispuesta con tanta discreción en los sillares de piedra, que todos los mortales que caminasen por allí, así como también los Cainitas más jóvenes, la pasarían por alto sin percatarse siquiera de su existencia.

Usé el ritual del Paso Incorpóreo para acceder al otro lado sin forzar la entrada. Una vez en el interior, encendí una pequeña lámpara de aceite para iluminar la estancia. La débil luz reveló la existencia de una polvorienta mesa de madera con todo tipo de útiles de escritura y dibujo apilados en uno de sus bordes, además de una pared totalmente ocupada por nichos en forma de caja que contenían toda clase de pergaminos, tablillas de cera y barro, e incluso quebradizos papiros del lejano Egipto. ¡En el nombre de Caín! ¿Cómo era posible que no hubiese descubierto antes este lugar? ¿Qué maravillas permanecían ocultas en esta biblioteca lejos de la protección de la Casa Tremere? Por desgracia no tenía tiempo para dejarme llevar por la tentación de pasar meses enteros investigando minuciosamente cada texto y documento.

Me llevó alrededor de otra hora descubrir la obra que estaba buscando: el Libro de la Tierra. No figuraba en ninguna parte el nombre de su misterioso autor y parecía un compendio con detalladas descripciones de las tierras y gentes que poblaban la antigua Dacia en la época de los emperadores romanos que pertenecían a la dinastía de los Severos. Era una obra que habría sido muy del gusto del  sabio geógrafo heleno Estrabón. Aquello no tenía ningún sentido. ¿Por qué necesitarían Myka Vykos y Dragomir Basarab una obra parecida? No podría asegurarlo, pero era posible que buscasen algún tipo de información entre sus largas descripciones. ¿Quizás algún secreto perdido con el paso del tiempo? Esta vez salí del interior de la biblioteca usando la puerta secreta con el libro bien oculto entre mis ropajes.

Volví a usar engaños y mi Dominación para salir del castillo sin levantar sospechas. Sin embargo, en lugar de dirigirme directamente al lugar de reunión acordado con los Tzimisce para entregarles el libro, me dirigí primero a mi capilla. No entré en ella del modo habitual, sino que usé de nuevo por segunda vez durante esa noche el ritual del Paso Incorpóreo para introducirme en mi sanctasantorum sin ser visto por ninguno de los habitantes de mi capilla, utilizando para ello un punto ciego en la estructura de las paredes, que había dispuesto en secreto durante la construcción del edificio. Si algún día uno de mis múltiples enemigos en la jerarquía de la Casa Tremere descubría mis tratos con los Tzimisce, no deseaba que pudiesen inculpar a Lushkar como cómplice de mis propios crímenes.

He aprovechado el tiempo en mis cámaras privadas para reponer mis energías y anotar estos últimos hechos en este diario. Dentro de unos instantes, saldré de la capilla tan furtivamente como entré y me reuniré con los Tzimisce para entregarles el Libram Terram en la aldea de Partoç, situada al sur de Alba Iulia. Nunca confiaré en ninguno de ellos, pero estoy seguro de que masacrarán a los habitantes de mi amada ciudad si no cedo a sus exigencias. No me queda más remedio que confiar en que Vykos me siga considerando un peón útil en sus futuros juegos y me ignore hasta entonces para hallar lo que sea que esté buscando entre las páginas del Libro de la Tierra.

viernes, 12 de octubre de 2012

C. DE T. 1 - 104: LA CRUEL MANO DEL DESTINO


El viaje de vuelta fue extremadamente tedioso. Sin más preocupación que la de no demorarme en los campos para regresar a la ciudad antes del amanecer, mi único entretenimiento consistía en reflexionar para mis adentros acerca del futuro.Consagraría mis primeros esfuerzos en recuperar los estudios de la geometría sagrada que protegería a Alba Iulia de la ponzoñosa influencia de Kupala. Después de eso... buscaría tiempo para sanar las profundas heridas espirituales que me habían dejado estos siglos de guerra sin cuartel.

Abandoné los zarzales y me interné en los bosques. La luna seguía oculta, pero por el color del cielo supuse que aún disponía de bastante tiempo para regresar a la ciudad en condiciones seguras. Fue en ese instante cuando mi aguzado oído percibió el estrépito lejano de los cascos de caballo al galope. Era un grupo pequeño, pero me percaté que venían en mi dirección, dado que el sonido se hacía más fuerte a medida que pasaban los segundos. ¿Quién se atrevería a viajar a esas horas de la noche? La respuesta era estúpidamente sencilla. Debía tomar rápidamente una decisión: esconderme fuera del camino hasta que los jinetes hubiesen pasado de largo o permanecer en mi sitio para conversar con ellos y averiguar todo lo que pudiese sobre los desconocidos que estaban atravesando mis Dominios. Al final, me quedé quieto y adopté la pose más digna que pude, vigilando el extremo del camino por el que sabía que aparecerían los desconocidos. Como medida de seguridad, usé el poder de la sangre para dar mayor vigor y resistencia a mi cuerpo no muerto.

Sus sombrías figuras aparecieron en la lejanía. Eran seis en total. No. Ocho. Eran ocho jinetes cubiertos con capas de viaje. El ruido de los cascos de los caballos creció y creció hasta convertirse en un ruido atronador. Sus monturas eran animales excelentes, de buena crianza; por su gran tamaño era evidente que se trataba de animales criados para la batalla. Sentí un estremecimiento en la espalda, presintiendo de alguna forma el peligro que estaba corriendo. Los jinetes me vieron y redujeron el ritmo de la marcha de sus caballos, temiendo la posibilidad de una emboscada. Bien. Eso podría serme útil.

Uno de los jinetes alzó en alto su mano, deteniendo al grupo a unos treinta metros de distancia. Me maldije silenciosamente a mí mismo en varias lenguas, vivas y muertas, cuando reconocí su rostro. Era el hermano demente de Sherazhina: Dragomir Basarab. El Tzimisce puso una mueca cruel que se asemejaba a duras penas a un sonrisa. Él también me había reconocido con facilidad y empezaba a disfrutar abiertamente de las posibilidades que se abrían ante él.

-¡Qué pequeño es este mundo nuestro!-, exclamó otro de los jinetes, mientras retiraba lentamente el fino paño que ocultaba las facciones de su rostro con un movimiento natural de su mano. Su voz, a la vez familiar y a la vez amortiguada, despedía un venenoso desdén. -Me apena comprobar que los sabios antiguos errasen tanto cuando calcularon el tamaño total de la tierra.

Cuando desveló por completo su rostro, sufrí una conmoción. ¡Era el mismísimo Myka Vykos! ¡Ahora sí que estaba perdido! Una abrumadora sensación de fatalidad se apoderó de mí, impidiéndome pensar con claridad. Ambos Tzimisce adelantaron sus respectivos caballos para acercarse hasta donde me hallaba. El resto de los jinetes vigilaban las lindes del camino o me observaban con extrema curiosidad. Un fugaz vistazo me sirvió para comprobar que todos ellos eran tan Cainitas como nosotros.

Recuperando la compostura, les di a los dos Tzimisce la bienvenida a mis Dominios y les ofrecí mi hospitalidad y buenos deseos como Príncipe de Alba Iulia. Mis palabras les causaron gran diversión, cosa que no ninguno de los dos trató de disimular en ningún momento. Myka Vykos preguntó con malicia por qué estaba cubierto de polvo y me miró con curiosidad cuando le respondí que había acabado con cuatro adoradores Cainitas de Kupala en una cueva cuyo techo acabó derrumbándose sobre nosotros. Por primera vez desde que lo conocía, pareció sinceramente sorprendido durante unos instantes, aunque luego recuperó su habitual confianza.

Dragomir no se sintió afectado en absoluto por mi bravata, sino que, mirándome con evidente disgusto, me explicó que habían venido expresamente a mi ciudad en busca de una reliquia de su familia, una obra llamada el Libro de la Tierra. Habían descubierto recientemente que se hallaba oculto en una antigua biblioteca secreta, escondida en algún lugar de los muros del castillo de Alba Iulia. Continuó diciendo que Vykos estaba convencido de que yo ya habría saqueado ese lugar hace tiempo. El hermano de Sherazhina terminó su relato exigiendo que debía entregarles inmediatamente el Libro de la Tierra o, de lo contrario, me apresarían en el acto y me forzarían a ser testigo de cómo sus hermanos de armas asolarían la ciudad, noche tras noche, hasta que diesen con el libro que buscaban; aunque por supuesto, lo peor llegaría después...

-No hace falta que lo amenaces, Dragomir, -intervino Myka Vykos. -Todos somos conscientes de lo que le ocurriría a él y a su preciado rebaño de mortales si provocase nuestro enojo. Escúchame bien, Dieter. Los Usurpadores contrajisteis en el pasado parte de una deuda con un Brujah llamado Dmitri. Bien, celebro que recuerdes su nombre. Dmitri me cedió gentilmente vuestra deuda hace dos años y ahora deseo que la redimas. Tráeme lo que hemos venido a buscar y estaremos en paz. Ya hemos jugado a esto antes y sabes que honraré nuestra vieja amistad. Tienes mi palabra, Dieter.

Dado que no tenía más opciones, me vi obligado a aceptar el acuerdo. Aunque les expliqué que cuando llegase a alba Iulia ya estaría amaneciendo. Si me dejaban uno de sus caballos, volvería a la ciudad y les devolvería lo que buscaban a la noche siguiente. Mis argumentos fueron razonables, pero aún así los dos Tzimisce se miraron mutuamente antes de responderme. Al final, Vykos consintió en mi petición e hizo un gesto a uno de sus "hermanos" para que me cediese su montura. El Cainita desmontó con agilidad del caballo y me entregó las riendas de mala gana con una mirada hosca en sus ojos. Una vez que me subí a la silla, Dragomir se despidió de mí diciendo que llevase el libro a la aldea de Partoç.

Asintiendo, forcé el caballo al galope alejándome todo lo rápido que pude de ellos, aunque sabía que sólo había ganado una ligera tregua entre nosotros. Pese a que Dragomir había señalado que el libro sólo era una vieja reliquia familiar, su empeño en conseguirlo, junto con el hecho de que Vykos estuviese dispuesto a invertir el favor de Dmitri en él, me hacían ver que lo que buscaban era extremadamente valioso y, aunque aún no lo tenía, había conseguido una noche para buscarlo.