miércoles, 21 de mayo de 2014

ESPECIAL SEGUNDO ANIVERSARIO II


Continuando con las celebraciones del segundo aniversario de la Ciudad de las Máscaras, hoy cedo el testigo a Lectora Defindesemana, una buena amiga y seguidora constante de este blog. Va a compartir con nosotros un preludio que jugó a Vampiro: La Mascarada. Desde aquí, quiero darle sinceramente las gracias por su colaboración y a continuación os reproduzco íntegramente su relato:


"Cuando son exactamente las doce de la noche, salgo silenciosa de mi improvisado escondite en los baños femeninos. La luz de mi linterna alumbra los viejos lavamanos y los espejos deslucidos que han visto días mejores. Mis pies me acercan silenciosamente hasta la puerta y la abro despacio para echar un vistazo al otro lado. Afortunadamente, no hay ningún guardia de seguridad ni policías esperándome impacientes. Mejor. No quiero problemas. Al menos no más de los necesarios.

Salgo con cuidado para no tropezar con ningún mueble de la oficina y avanzo nerviosa hasta los cubículos del personal. Mi linterna ilumina viejos ordenadores IBM, centralitas telefónicas, calendarios con las típicas fotos de tías desnudas que tanto les gustan a los hombres que necesitan hacer ostentación de su supuesta virilidad y montones de tacos de papeles. Ignoro con disgusto ese microcosmos en el que pueden trabajar miles de personas sin sentirse asfixiadas y avanzo hasta dar con la puerta del señor Morgan, el director de las oficinas locales de Wallax & Thoremson.

El despacho está limpio y ordenado, aunque carece de cualquier detalle personal del hombre que lo utiliza. El suelo es de moqueta, color gris, y las paredes son... sorpresa, sorpresa... exacto, blancas como la nieve, sin ningún cuadro. Un ordenador completamente nuevo descansa sobre la sólida mesa que domina la habitación, junto a un teléfono, una agenda de ejecutivo con tapas de cuero negro y un pequeño pisapapeles con la forma de un caballo dorado encabritado. Sin poder evitarlo, apago la linterna y aparto las cortinas venecianas para echar un vistazo al exterior. El cielo está cubierto de nubes tan oscuras como el corazón de los políticos de Washington y el aparcamiento de la calle está completamente inundado gracias a la lluvia implacable que no nos ha dado respiro alguno en los últimos días.

Reprimiendo un suspiro, vuelvo a concentrarme completamente en mi objetivo y me acerco a los ficheros donde sé que está la información importante. El ordenador del despacho únicamente está aquí para aparentar modernidad, porque Morgan es uno de esos hombres a los que odian "confiar en esos trastos." Estoy segura de eso porque llevo cuatro meses recopilando información sobre él y sus misteriosos jefes. Cuatro frustrantes meses llenos de pistas falsas y callejones sin salida que sólo me sirvieron para confirmar que Morgan debe ser el último puto ludita que queda con vida en nuestro planeta.

En el interior de los ficheros hay viejas carpetas de cuartilla, ordenadas por números romanos, sin etiquetas ni nombres. ¿Quién coño guarda así sus documentos de confianza hoy en día? Asombrada, abro la primera e investigo las hojas amarillentas con mi linterna. Informes de contabilidad, memorandums, cartas escritas posiblemente en holandés. Morgan es una desagradable caja de sorpresas.

Una repentina brisa agita las hojas con fuerza. Casi pego un grito por el puto susto. Miro a mi alrededor y descubro confusa que las cortinas también se están agitando a merced del viento. Me acerco despacio y contemplo con incredulidad la ventana... ¿No estaba cerrada cuando hace tan solo unos minutos? Mis nervios están jugando conmigo. La cierro despacio, asegurándome esta vez de que queda firmemente cerrada y regreso a los ficheros pensando en la noche en que encontré a mi hermana muerta en la sala de estar de mi casa.

Se había cortado las venas con un cuchillo en el sofá de mi casa... o eso es lo que me dijeron amablemente los agentes de policía. ¡Pobre Amy! Había estado intentando hablar conmigo de algo importante, algo acerca de su supervisor, pero yo estaba demasiado ocupada en mis propios problemas para prestarle la atención que se merecía. Siempre había hecho lo mismo  porque nunca habíamos conseguido congeniar demasiado. Pero ahora Amy está muerta, muerta y enterrada, y yo me oculto aquí intentado descubrir qué le sucedió realmente.

Para mi sorpresa, en el segundo cajón del fichero encuentro una carpeta con una veintena de fotos de personas de todas las edades. Los rostros de cada uno de esos hombres y mujeres han sido tachados con una cruz hecha con rotulador rojo y un puntito redondo encima de la cabeza o en los laterales. La foto de Amy estaba junto a las demás. ¿Qué coño significaba esa locura?

-Por fin lo has encontrado

Alcé la cabeza asustada, incapaz de hablar. Había alguien más en el despacho. Una figura retorcida que ocultaba su apariencia en las sombras de una esquina, aunque aun así puede intuir sus ropas harapientas, un sombrero desgastado de lana con el que cubría su cabeza calva y unos dientes retorcidos.

-¿Quién eres?

-Un amigo. Te llamé por teléfono para hablarte acerca de Morgan.

-¿Fuiste tú?

Mi voz me traiciona, revelando mi incredulidad, mi miedo. De repente, me doy cuenta de que nadie sabe dónde estoy. Puedo desaparecer de un plumazo y la policía no tendría ninguna pista de lo que podría haberme pasado. El desconocido adivina cuál es mi reacción, interponiéndose entre la puerta y yo. La luz de mi linterna ilumina su figura. Hubiera deseado que no lo hubiese hecho porque no estoy hablando con un hombre, sino con un monstruo que sólo puede aparentar una figura humana cuando está oculto en las sombras.

Desearía chillar con todas mis fuerzas, pero lo único que consigo es contener la respiración mientras le lanzo la linterna a la cabeza. El golpe no le hace daño, aunque lo distrae. Intento correr hacia la ventana. No sé si podré escaparme por el alfeizar sin arriesgar inútilmente mi vida pero corro igualmente hacia la ventana. Entonces siento un fuerte golpe en la espalda y caigo al suelo, expulsando de golpe todo ese aire que había retenido con una bocanada dolorida.

Con pasmosa facilidad, el monstruo me coge por los tobillos y me acerca a él sin ningún esfuerzo. Luego me levanta para empujarme contra el escritorio. Hago un último esfuerzo para salvarme. Cojo un abrecartas y lo clavo contra su cara. El arma improvisada atraviesa fácilmente la piel de su mejilla, pero en lugar de soltarme, el monstruo me aferra con fuerza las muñecas, apretando poco a poco hasta que el dolor es tan intenso que me obliga a soltar el abrecartas.

-Buena chica.

-¿Por qué la mataste, maldito hijo de puta? ¿Por qué? ¿POR QUÉ?

-Yo no maté a Amy. Sé que no me crees, pero te aseguro que es cierto. Como te dije por teléfono, a tu hermana la mataron los jefes de Morgan. ¿Todavía no estás convencida después de ver esas fotos con tus propios ojos?

No pude responder. Toda la rabia y el dolor que había acumulado durante los últimos meses anegaron mis ojos con un torrente inconsolable de lágrimas, tantas que la habitación se volvió borrosa durante unos segundos. Sumida en mi dolor, no vi cómo el monstruo se agachaba pero sentí inmediatamente un fuerte dolor en el cuello cuando clavó los dientes. Después me estremecí cuando llegó el placer, un placer abrumador que dejó mi mente a la deriva mientras el monstruo bebía vorazmente mi sangre.

Apenas fui consciente de lo que pasó a continuación, pero recuerdo el frío repentino, la oscuridad y un fuego destructor que me devolvió de pronto a la vida. Más. Quería más. Aturdida, continué bebiendo ese líquido turbio, mientras mi cuerpo recuperaba poco a poco sus fuerzas. Entonces llegó un dolor insoportable. Mis huesos se retorcieron y se partieron, desgarrándome desde mi interior. Esta vez sí grito. Grito con todas mis fuerzas, mientras el desconocido, avergonzado, se despide de mí con unas últimas palabras que apenas logro escuchar, tan sumida como estoy por la agonía que experimenta mi propio cuerpo.

-Es la maldición de Nosferatu. Sé fuerte, pequeña. Evita la luz del sol, aliméntate con la sangre de los humanos y desconfía de todos los vampiros que trabajan para el Príncipe."

sábado, 17 de mayo de 2014

ESPECIAL SEGUNDO ANIVERSARIO I


Hoy vamos a mostrar oficialmente el que será el nuevo logotipo de la Ciudad de las Máscaras:


¿Está muy bien, verdad? Lord Eledan nos lo regaló cuando se enteró de que en este blog todavía no teníamos un icono propio que usar como banner para que otros blogs o páginas web pudiesen enlazar sus espacios digitales con nuestra Ciudad de Máscaras. Desde aquí quiero agradecerle nuevamente su gesto desinteresado y altruista.

Y hablando de nuestros amigos de Wikihammer 40k, esta semana se han puesto en contacto conmigo para avisarme de que van a celebrar una competición de Airsoft el día 14 de junio en Mondéjar (Guadalajara). A mí me pilla un poco a desmano, pero puede que igual os interese a más de uno/a. El plazo máximo de inscripción termina el 31 de mayo, por lo que os aconsejo apuntaros rápidamente si queréis pasar un día fantástico bajo fuego enemigo porque creo que ya tienen la mitad de personas necesarias para cerrar el grupo.


Aquí os dejo el enlace a su página web para que podáis echarle una ojeada, consultar precios o disfrutar del fantástico vídeo promocional que han hecho, donde veréis el campo de batalla y algunos combates de airsoft jugados en ocasiones anteriores. Francamente, dan ganas de coger un bólter y barrer a todos esos malditos imperiales... esto que diga, unirse a la diversión en tan buena y loable compañía.

Si podéis ir, hacerlo. Serán dinero y tiempo bien invertidos. Poco más puedo decir, excepto anunciar públicamente que mis simpatías siempre estarán en el bando del equipo del Caos. ¡No me falléis ahora chicos! ¡A por ellos! ¡Sin piedad!

viernes, 16 de mayo de 2014

ESPECIAL ANIVERSARIO: ¡¡DOS AÑOS COMPARTIENDO SUEÑOS!!


¡Eso es! Estoy muy contento de anunciar que, en un soleado día como hoy, hace ya dos años, este humilde blog empezó a compartir sus historias, relatos, alegrías y tragedias con todos vosotros/as. Como os podréis imaginar fácilmente, no ha sido fácil compaginar mi vida diaria/estudios/trabajo con una presencia más o menos activa en la Ciudad de Máscaras, pero el sabor de satisfacción que te deja, la sensación de estar haciendo un buen trabajo, es más grata cuando llegamos todos los años a estas fechas.

Haciendo balance, supongo que no es necesario decir que estoy muy orgulloso de esta ciudad de incontables máscaras, de las personas que me seguís y de las historias que todavía me quedan por contar. Aunque ahora mismo los personajes de Black Crusade son los protagonistas absolutos de los relatos del blog, con el tiempo retomaré la saga de la manada de las Cinco Garras de Gaia en Hombre Lobo: el Apocalipsis, además de introducir historias de otros juegos clásicos (Vampiro: La Mascarada, Fading Suns, etc) y de algunos más actuales a los que estoy jugando con mis amigos. Afortunadamente, nos queda mucho camino por recorrer.

Pero volvamos a centrar nuestra atención en el segundo aniversario de la Ciudad de las Máscaras. He estado pensando cómo podíamos celebrarlo y quiero proponeros que participéis directamente. ¿Cómo? Muy sencillo. Vamos a romper la verticalidad del blog para que, durante los próximos quince días, vosotros/as, queridos lectores y lectoras, seáis los protagonistas exclusivos de los posts que publicaremos. ¿Cómo? Ahora os lo explico.

¿Hay una imagen que os fascina/encanta relacionada con los juegos de rol? Mandádmela por correo electrónico. ¿Tenéis un relato propio ambientado en vuestras partidas roleras y os molaría compartirlo? Adelante, os hago la misma propuesta. ¿Habéis hecho un vídeo de rol en vivo? Mandadme en el enlace y lo publicaremos por aquí inmediatamente. ¿Habéis hecho dibujos a mano? Ya sabéis la respuesta. ¿Tenéis fotos de vuestras partidas? Idem.

En definitiva, podéis mandarme cualquier material rolero que tengáis en vuestras manos. Yo, por mi parte, publicaré al menos un post diario con lo que vaya recibiendo, sea mucho o poco. Personalmente, sólo pongo dos condiciones:

a) que la temática esté relacionada con los juegos de rol.

b) que me permitáis publicar vuestro nombre real o un alias y vuestra ciudad/país junto con los comentarios, el material rolero, etc.

Quitando estas condiciones de buena fe, este segundo aniversario dependerá por completo de vuestra participación, por lo que a continuación os dejo una dirección de correo electrónico para que podáis enviarme los materiales:

ciudad.mascaras@gmail.com

Y por último, sólo me queda daros las gracias por estar un año más ahí, al pie del cañón, aguantando posts interminables y siguiendo las historias de unos personajes ficticios a los que les tengo mucho cariño. En nombre de la Ciudad de Máscaras, ¡gracias por vuestro constante apoyo!

martes, 13 de mayo de 2014

BC 21: LOS AMOS DE SURGUB


"Encajamos rápidamente las placas antigravedad en la plataforma del artefacto y, cuando activamos sus arcanos mecanismos, la maquinaria flotó ingrávida hasta situarse a unos cómodos cuarenta centímetros del suelo. A continuación salí de nuevo al pasillo para asegurarme de que no hubiera ninguna amenaza visible, mientras Mordekay aferró el artefacto por uno de sus extremos y tiró de él, arrastrándolo fuera de la sala prácticamente sin esfuerzo.
Confieso que yo estaba extremadamente preocupado por la idea de que el constructo, que habíamos dejado atrás, pudiese encontrar otro pasillo más amplio que le condujese a nuestra posición actual, atacándonos de improviso en nuestro momento de mayor vulnerabilidad. No obstante, no ocurrió tal cosa, por lo que pudimos llegar al elevador sin sufrir más contratiempos que los constantes lamentos del prisionero de Mordekay.
Una vez que llegamos al nivel de la superficie, Lambo acercó el vehículo de carga y entre los tres subimos el artefacto con gran cuidado a la parte de atrás, para luego desconectar las placas antigravedad y amarrarlo con cadenas a su nueva posición. Todos éramos bien conscientes de que cada vez podíamos escuchar menos disparos o gritos, lo que significaba que se nos estaba acabando el tiempo.
Arrancando parte de la cabina para ocupar cómodamente los mandos del vehículo, Lambo nos sacó lentamente del edificio principal de la Forja de Plata, atravesando una gran abertura que había forzado un enorme constructo de nueve metros. En el exterior pudimos ver una decena de cadáveres destrozados, así como dos grandes brechas en el muro de rococemento."

-.-

-¡Llévanos a los muelles!-, ordenó Mordekay.

-¿No vamos a eliminar Lady Nepythys?-, respondió Lambo mientras introducía el vehículo en las tortuosas calles de Surgub.

-No hay tiempo. Las creaciones de Kharulan desatarán la alarma en la ciudad si no lo han hecho ya. ¡Tenemos que irnos ahora!

-Pero antes deberíamos informar a Selukus de nuestro éxito, hermano sargento. De lo contrario, no estará en deuda con nosotros.

-No nos arriesgaremos-, respondió Mordekay con un tono conciliador pero no falto de urgencia. -Hemos hecho con éxito todo cuanto nos pidió Marius. Asegurémonos primero su alianza, hermanos. Ya tendremos tiempo más tarde para ponernos en contacto con Selukus de forma...

Su voz quedó interrumpida por una gran campanada, que resonó dolorosamente a través de las torres de la ciudad. Las pocas personas que vieron por las calles en esos momentos, guardias y ciudadanos corrientes, dejaron de hacer inmediatamente todo lo que estaban haciendo y se arrodillaron en el suelo con una obediencia abyecta.

Entonces el aire se espesó como si fuese sangre coagulada y los rayos de luz parecieron parpadear tan rápido que los simples mortales sólo pudieron doblarse de dolor y vomitar sobre el suelo. Lambo tuvo que detener el vehículo, ya que incluso su fisiología Astartes se vio afectada a un nivel más leve pero igual de molesto. Para gran sorpresa de los guerreros calibanitas, un gran lamento se alzó por toda la ciudad, cuando los habitantes de Surgub, comenzaron a suplicar por sus vidas al unísono mientras salían de sus viviendas.

A continuación, los Catorce Factores hablaron al mismo tiempo con una cacofonía átona que desafiaba toda cordura y sus palabras se escurrieron a través de sus sentidos, dirigiéndose directamente a la parte más frágil de sus almas.

-¡El Arquitecto del Destino ha hablado!-, dijeron las voces, despertando un miedo palpable en las masas que se estaban reuniendo lentamente en las calles. -¡Nuestras torres rozan los cielos, pero son pequeñas ante su mirada! ¡Cada una debe ser más alta y, de este modo, nuestra ciudad será ensalzada, excepto si dejamos de contar con su favor! ¡Nuestro decreto es que Surgub se alce un codo más alto, torre a torre, carretera a carretera, calle a calle! ¡Nadie podrá marcharse hasta que esta obra sea realizada! ¡Rezad a Tzeentch y preparad vuestras almas para los Cien Años de Atadura!

Alrededor del vehículo y de los confusos Astartes, la población de la ciudad comenzó un ritual de adoración en masa, llenando el aire con más de un millón de voces atronadoras, cada una de las cuales parecía agradecer a Tzeentch esa revelación, aunque pronto las voces se sumergieron en una cacofonía átona, donde cada adorador empezó a hablar inconscientemente en lenguas inteligibles.

-¿Necesitáis más pruebas de la locura que nos rodea?-, preguntó Mordekay a sus camaradas de armas. -¡No te detengas hasta que hayamos llegado a los muelles, Lambo!
-.-

"Mi hermano guardó silencio y condujo obedientemente el vehículo hasta los muelles. Llegamos a nuestro destino bastante rápido, gracias a que había memorizado la ruta que seguimos cuando el marinero nos llevó a la Forja de Plata de Kharulan el Artífice.
Una vez que por fin llegamos a los muelles, todo parecía estar en aparente calma, tal y como lo habíamos dejado al irnos de aquí. La bruma anaranjada seguía bañando en silencio los almacenes fantasmales y las cajas de suministro, siendo el barco en el que habíamos llegado el único que estaba amarrado en ese momento en el puerto. La nota discordante era el vocerío de las atemorizadas plegarias proferidas por los habitantes de Surgub.
Sin perder el tiempo, detuvimos el vehículo junto al navío para que Lambo y Mordekay descargasen el artefacto de Marius, ayudados de nuevo por las placas antigravedad, mientras yo inspeccionaba los alrededores para asegurarnos de que no tuviésemos compañía. Fue entonces cuando los vi flotando en las aguas de la orilla. Allí había cuatro cadáveres inertes, tres de los cuales eran guardias de la ciudad despojados de sus armaduras y el cuarto se parecía sospechosamente a uno de los marineros que habíamos dejado prisioneros en el barco. Sin duda, esas muertes eran obra de Karakos.
Mordekay llamó en voz alta al antiguo bibliotecario temiendo que nos hubiera abandonado. Pensándolo con retrospectiva, hubiese sido mejor para todos nosotros que hubiese sido así. Sin embargo, Karakos no se había ido, sino que su figura blindada se alzó desde un ángulo ciego en la cubierta de la embarcación sujetando por el brazo derecho al marinero que quedaba con vida."

-.-

-¿Por qué habéis tardado tanto?-, preguntó Karakos a modo de saludo.

-Hubo complicaciones-, respondió Mordekay escuetamente. -Luego nos pondremos al día. Lambo, el marinero y tú poned en marcha los motores y sacadnos de aquí cuanto antes. Karakos, ayúdame a subir el artefacto al barco. Nodius, vigila los alrededores.

-¿Y qué hacemos con él?-, preguntó Nodius en calibanita, refiriéndose al prisionero que Mordekay había encontrado entre las cajas hacía ya varias horas.

-No esperaba que sobreviviera-, respondió Mordekay en un inesperado arranque de sinceridad-, pero nos lo llevaremos también con nosotros.

Incapaz de comprender las razones de su superior, Nodius volvió a concentrar su atención en los muelles, mientras sus hermanos hacían los preparativos para la retirada. Sin embargo, su mirada regresó una y otra vez a los cadáveres que flotaban plácidamente en las aguas del muelle. "Entiendo que Karakos hubiese tenido que matar a los tres guardias para que no diesen la alarma, pero ¿por qué ha segado también la vida del marinero?", se preguntó en silencio. La curiosidad pudo más que la precaución y, echando un último vistazo a los muelles para asegurarse de que no hubiese enemigos cerca, saltó al agua cerca del muerto para intentar hallar la respuesta por sí mismo.

-.-

-Recibido, Mordekay-, contestó Zenón.

-¿Problemas?-, preguntó a su lado Orick. Su compañero no había sido una agradable compañía, aunque había sido lo bastante inteligente para permanecer en silencio desde que Zenón lo había tentado a irse.

-En absoluto-, respondió el renegado imperial mientras apretaba algunas runas y modificaba la posición de unos interruptores que volvieron a poner en funcionamiento poco a poco todos los sistemas de la lanzadera. Sus movimientos eran ágiles y seguros, fruto de una familiaridad que casi despertó en él viejos recuerdos. Sin ningún esfuerzo, apartó rápidamente esos pensamientos inútiles para concentrarse de nuevo en los mandos de la lanzadera. -Los Astartes han conseguido lo que buscaban. Simplemente tenemos que recogerlos y salir de aquí. Abróchate los cierres de seguridad.

-Entiendo.

-Tardaremos unos diez minutos en tener listos los motores, puede que incluso un poco más. Tú procura no distraerme y todo irá bien.

-Guardaré silencio pero... ¿no deberías despertar a los espíritus máquina de los motores con las plegarias adecuadas?

-Las plegarias son para los tecnosacerdotes y los estúpidos-, gruñó hoscamente el renegado imperial antes de volver su atención a las comprobaciones de los instrumentos. "¡Qué irónico!", pensó en silencio. "Incluso los herejes del Vórtice de los Gritos creen en las estúpidas supersticiones promovidas por el Adeptus Mechanicus."

-.-

-Mira esta marca en la frente-, señaló Nodius arrodillado junto al cadáver. -Es la estrella de ocho puntas del Caos. Y estas dos en la espalda... son las runas de Khorne y Tzeentch. En la pierna derecha también tiene la de Nurgle y sobre el vientre está la de Slaanesh.

El psíquico calibanita mostró a Mordekay las marcas hechas sobre la piel del cadáver con un arma de filo, tal vez un cuchillo grande, y dejó que el sargento de la escuadra Laquesis viese con sus propios ojos las terribles heridas que había sufrido el difunto antes de ser degollado y arrojado al mar.


-¿Lo has hecho tú?-, preguntó Mordekay sin apartar la vista del cadáver.


-Sí-, confesó Karakos.


-¿Por qué?-, quiso saber Mordekay malhumorado.


-Fue un sacrificio ofrecido a todos los Poderes Ruinosos para que bendijesen nuestra misión y nos ayudasen a salir victoriosos sobre nuestros enemigos. ¿Cuál es la causa de tu irritación? Podíamos prescindir de él y dejé a su compañero con vida para pilotar la embarcación.


-¿Es que no ves lo que estás haciendo?-, respondió el sargento calibanita. -Al imitar los actos de los Portadores de la Palabra, te acabarás convirtiendo en un esclavo de la Disformidad, como lo son ellos. ¡Y no sólo eso! Le había dado mi palabra a este hombre de que...

El aire se espesó una vez más y, de nuevo, volvieron a escuchar de nuevo las voces atronadoras que procedían de las torres más altas de Surgub. No obstante, esta vez los cuatro Astartes se sintieron observados por seres de indecible poder que volvieron hacia ellos miradas más temibles que las de los mismos demonios. Durante unos aterradores segundos, todos ellos permanecieron extasiados e incapaces de mover ni un solo centímetro mientras sentían cómo sus almas eran expuestas al espantoso escrutinio de los Catorce Factores de Surgub.

-Intrusos...-, clamaron como una sola las voces melodiosas y horrorosas. -Hay extranjeros en la Casa de Surgub. ¡Ellos interfieren en el plan de Tzeentch! ¡Alzaos, hijos fieles, y traedlos ante vuestros amos!

Tan rápido como había aparecido, la inmovilidad cesó repentinamente y los Astartes volvieron a ser dueños de sus cuerpos y mentes. El poder de los Catorce Factores era de una magnitud tan terrible, que desafiaba cualquier intento para que una mente mortal pudiese comprenderlo adecuadamente. Sin embargo, pese a la confusión que ralentizaba sus pensamientos, todos ellos fueron conscientes de que debían huir de inmediato o todo estaría perdido cuando la población de la ciudad se les echase encima.

-.-

"Lentamente, el costado del barco comenzó a alejarse centímetro a centímetro del borde del muelle y el marinero que quedaba quedaba con vida giró el timón para sacarnos de la ciudad. Al principio, se había negado a obedecernos después de escuchar las órdenes de sus amos, pero Lambo lo ató sin contemplaciones al timón y le hizo varios cortes, dolorosos pero poco profundos, en la piel de su espalda hasta que el hombre entró en razón y se avino a sacarnos de los muelles.
La cubierta oscilaba de un lado a otro, pues la mar estaba agitada por corrientes invisibles alteradas por energías psíquicas. Desde mi puesto en la proa, pude discernir el contorno de una de las naves de guerra que protegían Surgub. Por medio de una maniobra de apariencia lenta y pesada, el navío enemigo comenzó a cambiar de rumbo, encarándose paulatinamente hacia nosotros.
Me disponía a advertir de ello a mis hermanos cuando un nuevo suceso llamó mi atención. Sin advertencia previa, sentí un fuerte tirón dentro de mi túnica cuando el último pergamino de Selukus el Estilita salió disparado hacia el exterior, alzándose por encima de nuestras cabezas como si albergase vida propia.
En ese momento, supe con exactitud lo que iba a suceder: el sello iba rasgarse por sí mismo, debido a una maldición que hubiese dejado el Estilita para que no nos fuésemos con su regalo sin haber asesinado antes a Lady Nepythys o bien debido a que simplemente Selukus hubiese obedecido a los Catorce Factores de Surgub abriendo el pergamino con su poder mental desde la Torre Retorcida. Por ello, alcé mis manos sin perder el tiempo y concentré mis poderes pirománticos.
Una llama se materializó en el mismo espacio que ocupaba el pergamino, prendiéndolo inmediatamente. Mi acto, fruto de la desesperación, fue una apuesta arriesgada para intentar lo inevitable, destruyendo el pergamino que contenía el hechizo de Selukus antes de que se rompiese el sello... o al menos, eso esperaba. Desgraciadamente, el fuego únicamente sirvió para quebrar el sello antes de tiempo. Tal y como había sucedido anteriormente en la Forja de Plata, se produjo una brecha en la realidad, de la que surgieron decenas de pequeños demonios alados que nos atacaron inmediatamente con sus feroces garras y sus colmillos."

-.-

Luchando por permanecer erguido a pesar del brusco giro, Lambo golpeó a la criatura demoniaca con su hacha sierra, empotrando el extremo del arma contra la boca que sobresalía del cristal roto y que estaba destrozando la cara del marinero. El golpe fue más violento que preciso, pero consiguió sacar al monstruo del puente de la embarcación. Puede que incluso lo hubiese desterrado de la realidad física. Sin embargo, en lugar de alegrarse, el Astartes maldijo cuando contempló al desafortunado marinero, al que le faltaban la nariz y parte de la cara. El hombre, medio ciego, profirió grandes alaridos de dolor mientras intentaba liberarse enloquecidamente de sus ataduras.


Apiadándose de él, el Astartes le partió el cuello para darle una muerte rápida, estiró las manos para coger el timón y encaró de nuevo el barco en la dirección correcta. Otros demonios pasaron volando a su alrededor, aprovechando su postura desprotegida para atacarlo con afiladas garras y colmillos en cada pasada. Lambo los maldijo en silencio cuando un par de ataques atravesaron el blindaje protector, causándole varias heridas de distinta consideración, pero mantuvo firme el rumbo de la embarcación.

En el centro de la cubierta, Karakos y Mordekay atacaron a las bestias rabiosas con sus armas, derribando a cuantas pudieron al mismo tiempo que recibían a cambio decenas de cortes y pequeñas heridas. Nodius les apoyó desde la proa con otro torrente de fuego, que abatió a varios demonios alados. Su dominio sobre las llamas pirománticas demostró ser tan diestro que logró que el fuego sólo dañase a las criaturas enemigas, sin perjudicar ni a sus hermanos ni al artefacto de Marius. Reducido su número a pequeña fracción, los últimos demonios se alejaron volando para buscar presas más fáciles, frustrados por la implacable defensa ofrecida por los Astartes.

-Hemos perdido al marinero-, gritó Lambo desde el puente.

-No importa-, repuso Mordekay. -Mantén los motores a máxima potencia y embarranca el barco en las coordenadas de extracción.

-No creo que podamos dejar atrás al navío de guerra que nos está siguiendo-, apuntó Nodius con voz neutra a su lado.

-Pronto lo comprobaremos-, dijo el sargento calibanita mirando fijamente hacia la proa del barco. 

viernes, 9 de mayo de 2014

BC 20: KHARULAN EL ARTÍFICE


"Cuando el sargento Mordekay empujó la puerta, ninguno de nosotros podía imaginarse lo que encontraríamos al otro lado. Sospechábamos que Kharulan debía encontrarse en alguna de las cámaras de los niveles superiores, por supuesto, escondido en un refugio seguro para coordinar las defensas de sus seguidores. No podíamos estar más equivocados.
La dorada puerta decorada con complejas tallas de precisos motivos geométricos nos condujo a una cámara enorme, cuyas dimensiones estaban tan imbuidas en la disformidad que eran imposibles de comprender para una mente cuerda o unos ojos mortales. Una oscuridad, que no era tal cosa, nublaba los límites del techo y las paredes, insinuando extensiones desconocidas más allá de los mundanos sentidos humanos.
Sin embargo, la cámara no estaba vacía. Incontables criaturas yacían maniatadas por medio de finas cadenas en ordenadas filas que se interponían entre la puerta y un trono alzado sobre un sólido estrado. Gran parte de esos seres eran pequeños demonios, otros eran bestias de naturaleza indudablemente alienígena y unas pocos parecían ser simplemente pequeños constructos dorados fruto de la sádica imaginería de un genio enloquecido.
Una figura vestida con una larga túnica púrpura y una capucha que oscurecía su rostro, ocupaba un trono de aspecto complejo, forjado a raíz de varios artefactos mecánicos que parecían completamente integrados y operativos. En su mano derecha, el hombre sostenía una vara de metal resplandeciente, en la que estaban gravados iconos brillantes de símbolos de poder y runas arcanas cuyo significado apenas podía intuirse. Al fin habíamos encontrado a nuestro objetivo."

-.-

-¿Eres Kharulan el Artífice?-, preguntó Mordekay mientras avanzaba directamente hacia la figura sentada en el trono.

-¡Lo soy!-, respondió mecánicamente el hechicero tecnócrata al mismo tiempo que daba un golpe con su puño izquierdo sobre uno de los antebrazos del trono, lo que provocó inmediatamente un centenar de ruidos y sonidos cuando cientos de engranajes se activaron al mismo tiempo.

Nodius intuyó lo que iba a pasar, pero ya era demasiado tarde. Antes de que pudiese dar un grito de alarma, las criaturas se vieron libres de sus cadenas y cayeron sobre Mordekay como una plaga hambrienta. Demonios, seres alienígenas y artefactos mecánicos imposibles compitieron entre ellos por abalanzarse sobre él, arañando las placas protectoras de su servoarmadura con una ferocidad salvaje.

En ese momento, el psíquico calibanita recurrió a sus poderes una vez más, canalizando la energía de la Disformidad con la forma de un nuevo torrente de llamas. El fuego cayó sobre las criaturas, carbonizando instantáneamente a cuatro de ellas. Sin embargo, la premura de sus actos hizo que apenas pudiese controlar las poderosas energías invocadas, que se materializaron en el mundo físico como siniestras manchas de sangre que afloraron desde el suelo de la cámara.

Rodeado por incontables criaturas y con las señales biométricas de su servoarmadura brillando con urgentes parpadeos de color ámbar, Mordekay no pudo hacer otra cosa que seguir avanzando, usando la fuerza bruta para abrirse paso a través de la horda con el fin de alcanzar el trono, que ahora parecía extrañamente más lejano de lo que había considerado en un principio. Las criaturas reaccionaron con mayor ferocidad, revolviéndose contra él, atacándole de todas las formas posibles. Decenas de colmillos, garras y cosas incluso peores intentaron traspasar el blindaje, pero su servoarmadura resistió bien sus primeros asaltos.

Para complicar todavía más las cosas, un alargado brazo metálico surgió de la espalda de Kharulan y se desplegó para disparar el arma compacta que llevaba integrada. El disparo quemó incluso el aire con un pequeño rayo de plasma incandescente. Afortunadamente, el sargento calibanita pudo apartarse hacia la derecha, esquivando el disparo por muy poco, y escuchar el agradable sonido provocado por una de las criaturas al vaporizarse en el acto.

Dándose cuenta de que las posibilidades de victoria se estaban escurriendo entre sus dedos, Nodius tomó la firme decisión de usar uno de los dos pergaminos que les había regalado Selukus el Estilita. Con gestos rápidos y precisos, sacó uno de ellos y rompió el sello protector de cera que lo mantenía doblado sobre sí mismo. Las consecuencias fueron inmediatas.

Por encima de sus cabezas, el aire se espesó hasta formar unas nubes antinaturales al mismo tiempo que la realidad se desgarraba alrededor de una minúscula brecha flotante. Unas garras infernales estiraron los contornos de la misma, ensanchándola rápidamente y, muy pronto, decenas de pequeños demonios alados llegaron a la realidad física para caer como un enjambre rabioso sobre las incontables mascotas de Kharulan el Artífice.


Nodius sonrió satisfecho cuando contempló los terribles efectos que había provocado. "En caso de que no tengamos tiempo para eliminar también a Lady Nepythys, el otro pergamino será un valioso recurso en mis manos", pensó con una inusitada avidez poco frecuente en él.

Sabiendo que el pequeño núcleo de fotohidrógeno del arma tendría que disipar durante unos segundos el calor generado por el disparo, Mordekay se esforzó por abrirse paso a través de los últimos metros que lo separaban del mismísimo señor de la Forja de Plata. Las criaturas, atacadas también por los demonios alados, no pudieron hacerle frente y aplastó a las suficientes para llegar a los pies del trono.

En lugar resignarse a lo inevitable, el Artífice alzó su mano izquierda, hecha de metal y cables que sobresalían como pequeñas serpientes de colores, y lo apuntó con uno de sus dedos inhumanos. Al mismo tiempo, pequeñas chispas y descargas eléctricas recorrieron su brazo, liberando un torrente de pura energía bioeléctrica que impactó de lleno a Mordekay en el pecho. El calibanita aulló de dolor y estuvo a punto de perder el sentido, pero su servoarmadura inyectó automáticamente su última reserva de estimulantes químicos directamente en su torrente sanguíneo.

Aunque los demonios alados estaban conteniendo a las mascotas de Kharulan, Mordekay parecía sufrir serios problemas para poner fin a la vida del objetivo, por lo que Nodius se vio obligado a recurrir de nuevo a sus poderes, liberando más llamas pirománticas sobre las bestias del amo de la Forja de Plata para poder apoyar más tarde a su hermano de armas. Las energías de la disformidad fortalecieron sus llamaradas sobrenaturales y las arrojó de nuevo, calcinando a cinco bestias más... pero la Disformidad volvió a revelarse contra su voluntad, provocando un nuevo fenómeno inexplicable en la cámara.

Durante una fracción de segundo, la misma realidad física pareció perder consistencia permitiendo atisbar los sombríos reinos del Inmaterium. El psíquico calibanita tragó saliva cuando su mente desafortunada recordó su prolongada encierro en la Disformidad y sintió cómo una ínfima parte de esa energía infinita se revolvía en su interior, sin llegar a liberarse todavía en toda su magnitud.

Mordekay también sintió los efectos colaterales provocados por la imprudencia de Nodius, pero su ánimo sombrío no flaqueó tan cerca como estaba de su objetivo. Kharulan permanecía sentado en su trono, prácticamente indefenso. Con su mente intentando sobreponerse a los efectos de las drogas estimulantes que recorrían su cuerpo, aferró el martillo energético con ambas manos y lo descargó con un pesado barrido lateral. Fue un golpe casi perfecto. No obstante, su arma se estrelló contra algún tipo de campo energético invisible. El trono del Artífice se sobrecargó y un espeso olor a quemado empezó a surgir del interior de sus engranajes.

Mientas Mordekay cogía impulso para realizar una nueva acometida, el señor de la Forja de Plata se puso en pie y la mecadendrita de su arma de plasma apuntó directamente al Astartes, para poner fin a su vida. Justo en ese momento, las llamas de Nodius prendieron fuego a sus ropajes, quemaron con ferocidad su cuerpo, y desviaron su disparo por un amplio margen. Ambos pudieron escuchar a la perfección los alaridos de dolor de Kharulan, que parecieron brotar de algún tipo de sistema de vox en lugar de una garganta humana. Mordekay, decidido a no desaprovechar su oportunidad, lanzó un nuevo ataque contra la figura envuelta en llamas. Su martillo energético destrozó el pecho del Artífice, reduciendo a astillas el esternón y pulverizando sus órganos internos. La vara dorada y resplandeciente que Kharulan había sostenido hasta ese momento cayó rodando al suelo, seguida de cerca por la masa carbonizada de la criatura de carne y metal que hasta entonces había sido el señor de la Forja de Plata.

-.-

Cuando las criaturas del Artífice también fueron exterminadas hasta la última de ellas, los demonios alados invocados por el pergamino de Selukus volaron hacia la menguante brecha, regresando de nuevo al lejano reino inmaterial del que procedían. Nodius se arrodilló en ese momento junto al cadáver del Kharulan. Estaba demasiado destrozado para extraer de él cualquier cosa útil, pero los iconos de la vara dorada resplandecían a un par de metros de él, tentándolo con su fulgor. El psíquico calibanita tendió la mano para cogerla.

-No lo hagas-, ordenó Mordekay. Su yelmo lo estaba mirando fijamente, desde el centro de la cámara, rodeado por los cadáveres de bestias alienígenas y los restos destrozados de constructos.

-¿Por qué?

-No necesitamos las armas ni los poderes de la Disformidad.

-Te equivocas, hermano sargento. Mis poderes te han ayudado en todo momento. Incluso los demonios han contenido a las criaturas de Kharulan.

-Hazme caso en esto, Nodius. Puede que no entienda como tú la naturaleza del Inmaterium, pero soy consciente de que corrompe todo lo que toca. Si queremos seguir siendo quienes fuimos, no debemos caer en sus tentaciones.

El psíquico calibanita guardó silencio, sopesando sus palabras. Por primera vez en su vida, se sintió tentado de desobedecer una orden directa, una idea impensable para un Astartes, pero ciertamente habían pasado muchas cosas desde los lejanos días de Caliban. "Tal vez nunca podremos volver a ser quienes fuimos, Mordekay", pensó responderle. Sin embargo, muy a su pesar, los viejos hábitos persistieron y se obligó a obedecer una vez más.

-Orden recibida, hermano sargento-, respondió poniéndose en pie.

-Entonces no perdamos más tiempo. Todavía tenemos que encontrar el artefacto de Marius antes de salir de aquí.

Fuera de la cámara que habían tomado al asalto, descubrieron que su último prisionero no había aprovechado la distracción de la refriega para huir de ellos, sino que en lugar de eso, había permanecido en el pasillo, temblando inconsolablemente y mirando en todas las direcciones como una oveja asustada. Sin tiempo para hacer otra cosa, Mordekay lo cogió de nuevo contra su voluntad y lo cargó contra su hombro. "Así no nos ralentizará", pensó el sargento calibanita mientras activaba el canal de vox de la escuadra.

-Lambo, informa.

-El enemigo bloquea la salida, aunque todavía no han intentado entrar. Hay dos docenas de soldados, apoyados por un gran constructo mecánico completamente operativo.

-Bien. Mantén tu posición e informa de cualquier novedad. Kharulan está muerto. Nodius y yo descenderemos nivel por nivel hasta que encontremos el artefacto de Marius.

-Recibido.

-.-

"Perdimos un tiempo muy valioso durante nuestra búsqueda, eliminando al ocasional pelotón de guardias demasiado estúpidos para darse cuenta de que no podían enfrentarse a nosotros y conservar sus patéticas vidas. Sin embargo, el resto de los servidores continuaron con sus tareas y rutinas programadas, ignorando nuestra presencia siempre que no entorpeciésemos el desarrollo de sus trabajos. Aun así, nuestra búsqueda parecía condenada al fracaso, puesto que no encontramos ni rastro alguno del artefacto de Marius.
Al final, decidimos deshacer nuestros pasos y regresar al tercer nivel para coger el elevador que nos haría descender al segundo piso. Fue en ese momento cuando lo oímos: un fuerte chirrido metálico en un pasillo a nuestras espaldas. Mordekay y yo nos miramos sin comprender y luego nos acercamos para buscar el origen del sonido.
Lo encontramos en un taller que ya habíamos investigado anteriormente. Allí había una horrible monstruosidad dorada con forma de escorpión gigante, cuya superficie metálica resplandecía con las marcas de cientos de inscripciones. Junto a ese constructo, las piezas de otra criatura inacabada colgaban de varias grúas y cadenas de pesados eslabones. Sin embargo, a diferencia de la última vez que habíamos estado en ese mismo taller, las patas del primer monstruo metálico estaban intentando romper sus ligaduras físicas para liberarse.
Antes de que me diese tiempo a aconsejarle prudencia, Mordekay echó al suelo al prisionero con el que había estado cargando incomprensiblemente hasta ese momento y cargó contra el constructo con la intención de impedir que consiguiese soltarse. Su martillo energético trazó un mortífero barrido vertical que descargó contra sus placas quitinosas, pero esta vez el golpe de su poderosa arma apenas consiguió arañar la dorada superficie metálica del monstruo."


-.-

Cuando sonaron los primeros disparos y gritos en el exterior, Lambo supuso que los guardias habían comenzado el asalto. No le preocupó en absoluto. Tenía una sorpresa para el constructo. No necesitaría mucho esfuerzo para aplastar la resistencia que quedase después de eso. El Astartes esperó pacientemente de pie, junto a los mandos de la grúa dispuesto a soltar su carga en el momento adecuado, pero no entró nadie, a pesar de que seguía escuchando más disparos y gritos moribundos.

Luchando contra su propia cautela, decidió asomarse por la grieta que había hecho Mordekay en la puerta para asaltar la Forja de Plata. Lo que vio lo dejó sorprendido y preocupado a partes iguales. Al menos la mitad de los guardias había sido masacrada por el artefacto mecánico, que con sus cuatro patas hendidas perseguía rápidamente a un pequeño grupo de hombres para segar sus vidas con sus múltiples extremidades rematadas en garras, flagelos eléctricos y pinzas.

-¡Sargento, está ocurriendo algo muy extraño!-, dijo al abrir el canal de vox para informar.

-.-

"Era demasiado tarde. Mientras el constructo se liberaba de sus cadenas, salimos fuera del taller y corrimos tan rápido como pudimos para alejarnos de su posición. Lamentablemente, Mordekay volvió a llevarse a su demacrado prisionero, en lugar de permitir que su miserable vida nos proporcionase unos valiosos segundos en nuestra huida.
Pronto pudimos comprobar que la situación estaba empeorando por momentos. Otras máquinas cobraron vida o se comportaron de una forma antinatural. Cientos de servidores abandonaron sus puestos de trabajo y atacaron a los humanos vivos por toda la Forja de Plata, al igual que un número de desconocido de constructos. Asimismo, también escuchamos disparos por los pasillos, lo que nos hizo pensar que algunos guardias estaban intentando contenerlos, aunque sus esfuerzos, al igual que sus vidas insignificantes, estaban condenados al fracaso.
Un grupo de servidores nos impidió entrar en el elevador, por lo que tuvimos que seguir un pasillo secundario demasiado estrecho para que pudiese atravesarlo el constructo que nos perseguía. Cerca de allí había más pasillos, talleres, forjas y otro elevador, ligeramente más grande que el que habíamos dejado atrás. La suerte volvía a sonreírnos.
No obstante, detuve mi carrera cuando pasamos cerca de una de aquellas puertas cuando vi fugazmente una imagen que me resultó vagamente familiar. ¡Era el artefacto de Marius! Permanecía allí, en el abandono más absoluto, junto con otras reliquias y artilugios mecánicos con los que no estaba familiarizado.
Mordekay, se acercó a mi lado, y se demoró unos segundos, dudando si debíamos llevárnoslo con nosotros o, por el contrario, dejarlo abandonado en la Forja de Plata mientras tratábamos de escapar con vida. Yo sabía cuál era la elección que haría, pero permití que nuestro cansado sargento llegase por sus propios medios a la única deducción posible. Desgraciadamente, Mordekay me sorprendió una vez más cuando me tendió las placas antigravedad diciéndome que nos lo llevaríamos con nosotros."

-.-

Una veintena de guardias y trabajadores humanos pasó corriendo a su lado sin percatarse de su presencia, demasiado asustados para pensar en otra cosa que no fuese huir de la Forja de Plata. Unos pocos, los más rezagados, parecían tener heridas de diversa gravedad, pero todos corrían tan rápido como podían, como si los estuviesen persiguiendo un ejército entero de demonios. Lambo iba a salir a su paso para matar a los que pudiera pero lo detuvo el golpe extremadamente fuerte que sintió en el suelo. Junto al impacto, hubo un sonido pesado y metálico. ¡Plom! Lambo se ocultó cerca de la grúa. "¿Qué vendrá ahora?", se preguntó mientras sostenía con fuerza su hacha sierra. ¡Plom! Pasaron seis segundos antes del siguiente ¡plom! y otros más para que empezase de nuevo. ¡Plom!
Aunque pareciese una locura, los sonidos y golpes en el suelo parecían estar acercándose, como si fuesen pasos. ¡Plom! La mente de Lambo vagó desbocada intentando imaginarse qué podría originar semejantes pasos. ¡Plom! "¿Un Titán?", pensó aprensivo. "No, ni siquiera un Titán Warhound podría caber en este edificio."
El siguiente paso estuvo verdaderamente cerca y la grúa volvió a temblar visiblemente. Lambo se arriesgó a echar una ojeada por encima de la maquinaria. Nuevamente, se llevó una enorme sorpresa cuando descubrió un gigante metálico de unos nueve metros, que apenas podía mantenerse completamente erguido sobre sus dos piernas dentro de la cámara. La construcción tenía un par de cañones descomunales por brazos y una placas blindadas romboidales recubriendo todo su cuerpo. ¡Plom! ¡Plom!
El gigante atravesó la puerta corrediza y parte de la pared sin inmutarse ni reparar en su presencia. ¡Plom! ¡Plom! Los pasos lo alejaron fuera de la Forja de Plata, hacia la desprevenida ciudad. "¡Seguro que esa cosa los mantendrá muy ocupados mientras nos retiramos!", pensó con crueldad el asombrado Astartes.

martes, 6 de mayo de 2014

BC 19: LA FORJA DE PLATA


Mostrando en todo momento una gran cautela, los cuatro guardias que custodiaban la enorme puerta corrediza del muro de rocacemento se acercaron para interrogar al conductor e inspeccionar la carga del transporte. Estaban recubiertos de los pies a la cabeza con sólidas placas de acero dorado, además de una enrevesada malla forjada con el mismo material, y portaban abiertamente escopetas y alabardas sierra de aspecto severo. Sin embargo, a diferencia de los soldados al servicio de Selukus el Estilita, estos hombres parecían más cautos y preparados para un combate real. Lambo agradeció en silencio esa oportunidad para demostrar una vez más sus habilidades marciales.

-Están cerca-, avisó a sus compañeros.

-No les hagamos esperar-, ordenó Mordekay. -¡Al ataque!-, gritó el sargento en calibanita al mismo tiempo que abría la lona por un lateral y descendía del vehículo con su martillo energético zumbando en las manos.

Lambo utilizó su hacha sierra para desgarrar directamente la lona que los había cobijado hasta entonces y descendió del vehículo con un salto poco elegante. Detrás de él, Nodius se alzó concentrando todo su poder en una llama piromántica que bailaba inofensiva sobre su mano desnuda. Las energías de la disformidad recorrieron su cuerpo y avivaron el fuego, dirigiéndolas hacia sus enemigos como si hubiesen adquirido vida propia. Uno de los hombres quedó envuelto por completo en llamas y sus gritos de agonía resonaron como una dulce melodía infernal en los oídos del psíquico calibanita.

Pese a verse sorprendidos y atacados por tres guerreros Astartes, los guardias de Kharulan no flaquearon sino que cargaron hacia ellos con una valentía inusitada. Dos atacaron a Lambo antes de que él pudiese hacer lo mismo. Sus siniestras alabardas sierra cortaron el aire a gran velocidad, mientras el sonido característico de sus armas ahogaba los últimos aullidos moribundos de su camarada caído. El Astartes evitó la primera acometida girando con gran pericia sobre sí mismo, pero no pudo rehuir los dientes serrados de la segunda arma, que arañaron su vientre dejando a su paso una inofensiva herida superficial. A su vez, el guardia que cargó contra Mordekay no fue tan afortunado, puesto que su golpe erró el objetivo por una distancia más que considerable.

Para el marinero que conducía del vehículo, había llegado el momento que tanto tiempo había estado esperando. Viendo la que tal vez pudiese ser su única oportunidad de escapar con vida, se bajó del transporte y huyó rápidamente de la Forja de Plata de Kharulan el Artífice sin que los Astartes pudiesen detenerlo.

Lambo aprovechó el giro de su cuerpo para dar impulso al golpe de respuesta y observó con satisfacción cómo el terror llenaba los ojos de su futura víctima segundos antes de que su hacha sierra partiese la cabeza del hombre con un corte horizontal que dejó a la vista la mitad de su masa cerebral. A continuación, el cuerpo del guardia se desplomó entre pequeños espasmos. Su compañero no pudo resistir semejante visión y huyó hacia la puerta corrediza del muro, corriendo tan rápido como le permitieron sus piernas. Sin embargo, no pudo escapar de las llamaradas engendradas por los poderes psíquicos de Nodius. El fuego abrasó el metal sin contemplaciones, ávido por encontrar la carne que se escondía debajo. El guardia cayó al suelo, retorciéndose con la espalda y las piernas completamente chamuscadas.

El último guardia, desesperado, se aferró a la vida con un coraje inusitado, barriendo el aire con un nuevo ataque de su alabarda sierra que pretendía empalar a Mordekay. Hubiese tenido éxito de no ser porque el calibanita adivinó perfectamente sus intenciones y se apartó a un lado en el momento exacto en que debía hacerlo. A continuación, levantó el martillo energético una sola vez por encima de su cabeza. El golpe cayó sobre el desafortunado guardia, hundiendo su hombro izquierdo de un modo antinatural, destrozando sus órganos internos.

Al otro lado del grueso muro de rocacemento coronado por hebras enroscadas de alambre afilado, un número indeterminado de sirenas empezaron a aullar, despertando toda clase de gritos de alarma y maldiciones entre los sorprendidos guardias de la Forja de Plata. Lambo golpeó una vez con su hacha sierra, abriendo una pequeña apertura en el metal, demasiado estrecha para que un hombre adulto pudiese pasar por ella. Necesitaría otro golpe más antes de ensancharla.

-¡Sargento!-, gritó Nodius intentando hacerse oír por encima de los aullidos de las sirenas. -¡Date prisa!

-Enseguida voy-, respondió Mordekay mientras rebuscaba rápidamente entre las cajas del transporte. "¿Dónde estará esa sabandija?", pensó en silencio. Los restos de la lona se revolvían con vida propia a medida que apartaba las cajas a un lado y a otro hasta que al final, quedó al descubierto el tembloroso cuerpo de su último prisionero. Sin miramientos, lo alzó haciendo caso omiso de sus gritos de protesta y cargó con él llevándolo sobre su hombro como si fuera un saco terrero destinado a una trinchera.

En la puerta corrediza, Lambo había forzado una entrada y conseguido deslizarse hasta el otro lado. Mordekay pudo escuchar más gritos de alarma, acompañados del inconfundible sonido de disparos de armas de fuego. Tras esperar unos segundos, Nodius se introdujo también al otro lado.

-Resistencia local leve-, informó Lambo por el canal de vox de la escuadra. -Vienen cinco guardias y dos servidores de combate por el flanco izquierdo. Dos más están abriendo la puerta de un almacén por el izquierdo.

-¡No os detengáis! Avanzad hacia el edificio principal-, les ordenó Mordekay.


Lambo obedeció las órdenes del sargento, corriendo al trote seguido de Nodius. Los servidores de combate abrieron fuego contra él en cuando fijaron un blanco seguro, aunque sus balas únicamente repiquetearon inofensivas contra las placas blindadas de su servoarmadura energética. Los guardias también abrieron fuego con sus escopetas, pero estaban demasiado lejos para hacerle daño.

Deteniéndose durante unos segundos, Nodius volvió a usar sus poderes pirománticos contra uno de los servidores de combate. La carne de la criatura hirvió cuando las llamas la bañaron con su ardiente abrazo, pero no lograron causar suficientes daños en sus partes metálicas como para dejarlo completamente inutilizado. Ignorando el clamor de las sirenas, Mordekay destrozó la puerta con su martillo energético y traspasó las herrumbre sin tan siquiera detenerse. En ese momento, los guardias que estaban abriendo las puertas de uno de los almacenes se apartaron para dejar pasar a un vehículo de cuatro ruedas y una ametralladora pesada sobre su techo.

-¡Lambo, vehículo de apoyo saliendo del almacén!-, advirtió por el comunicador.

-Lo veo-, respondió escuetamente el Astartes mientras desenfundaba su pistola bólter y disparaba contra las placas blindadas frontales del vehículo. Quería dañar el motor para dejarlo inmovilizado, pero el proyectil explosivo debió impactar contra alguna sección mal reparada, porque causó destrozos más allá de su imaginación. Hubo una explosión contenida que sacudió el vehículo a un lado y a otro, llenando su interior de llamas y humo negro mientras las personas atrapadas en su interior luchaban inútilmente por salir de aquel inesperado infierno. -Blanco eliminado.

-Buen trabajo, hermano-, respondió el sargento mientras seguía a Nodius hasta el edificio principal que se erguía frente a ellos.

La Forja de Plata de Kharulan el Artífice era una torre fortaleza imposiblemente alta, de planta rectangular y paredes recias salpicadas con innumerables ventanucos enrejados. Sufriendo grandes esfuerzos, un grupo de guardias anónimos estaban terminando de cerrar la enorme y pesada puerta corrediza del edificio para dejarlos fuera.

-¡La cerrarán antes de que lleguemos a su posición!-, maldijo Nodius a gritos.

-No importa-, le respondió Mordekay.

-.-

Los angustiados guardias y trabajadores redoblaron sus esfuerzos cuando vieron a los dos Astartes correr directamente en su dirección. Sin embargo, sus caras mostraron un alivio momentáneo cuando consiguieron separar el último metro que les separaba de la salvación. La puerta se cerró con un ruido sordo y metálico, que despertó fuertes ecos en la gran cámara de la entrada, seguidos por ruidos más pequeños cuando se activaron los cierres de seguridad.

Durante unos breves segundos, les pareció que habían conseguido salvar sus vidas. No obstante, descubrieron su error inmediatamente, cuando Mordekay estrelló el martillo energético por primera vez contra la gruesa puerta, provocando pequeñas grietas y restos retorcidos de metal destrozado. Algunos se quedaron para vender caras sus vidas en nombre de su maestro. Sin embargo, la mayoría prefirió salir corriendo cuando el último golpe de Mordekay forzó su propia entrada.

-Nodius, conmigo-, ordenó el sargento calibanita cuando encabezó nuevamente el asalto. -Lambo, asegura esta posición hasta que regresemos.

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Lambo entró disparando con su pistola bólter para cubrir a sus hermanos, que estaban corriendo hacia uno de los elevadores de carga de aquella nave industrial de enormes dimensiones. Su aguda vista, mejorada gracias a los visores de su yelmo, le permitió distinguir con claridad las pequeñas figuras que huían de su furia, escondiéndose entre las grúas y la compleja maquinaria que abundaban en la Forja de Plata. Eso atrajo inmediatamente toda la atención sobre él.

Desde todas las direcciones, ocho servidores de combate avanzaron hacia su figura blindada, armados con distintos mecanismos industriales que podían ser letales en combate cuerpo a cuerpo. Lambo sonrió ante la perspectiva del combate y aceptó el reto que planteaban inconscientemente esas máquinas mitad humanas mitad mecánicas, cargando entusiasmado contra la más cercana. El servidor no esquivó el golpe. Sus amos no debían haber ordenado esa sencilla instrucción en su listado interno de tareas. A pesar de tener un físico y una corpulencia portentosas, el ser perdió un brazo y parte del viente cuando su hacha sierra se hundió profundamente en sus vísceras.

Ignorando la muerte de su compañero, los otros servidores se acercaron lenta pero inexorablemente a su objetivo. Dos de ellos tuvieron la oportunidad de atacar, uno con martillo pistón y el otro con unas enormes pinzas hidráulicas. Lambo estaba demasiado concentrado en el combate para estar preocupado. A diferencia de otros grandes guerreros, disfrutaba en completo silencio de sus combates. No veía ningún sentido en romper el encanto de una buena lucha con bravatas sin sentido ni falsas demostraciones de ingenio. En este caso, los servidores mudos eran perfectos, pues compartían indirectamente su gustos austeros.


El servidor del martillo golpeó el aire su lado, aunque el de las pinzas estuvo a punto de aferrarle fatalmente el gorjal. Aquel intento era demasiado preciso para un servidor. Fuese o no casualidad, Lambo decidió poner fin a la existencia de la criatura con un nuevo barrido de su hacha. El servidor intentó interponer su pinza y, durante una fracción de segundo, pareció que iba a conseguirlo. Sin embargo, el Astartes consiguió asestarle un corte horizontal que abrió una profunda brecha de un extremo al otro del pecho. De la mortífera herido manó una gran cantidad de sangre y de otros fluidos industriales, haciendo que la cosa cayese de rodillas al suelo con la mirada perdida.

Todos a una, sus compañeros rodearon al Astartes, golpeando con todas las armas a su disposición, si bien pocas lograron traspasar la formidable protección de su servoarmadura energética. Tan sólo una sierra radial logró hacerle un corte profundo a la altura del muslo, al mismo tiempo que un clavo industrial quedaba encajado en su pecho.

Lambo asestó otro barrido con su hacha sierra casi sin esforzarse en responder con golpes precisos. Otro servidor anónimo cayó inerte al suelo provocando una pequeña lluvia de chispas, sangre y aceite. Sus enemigos ajenos al miedo o a cualquier otro sentimiento humano, siguieron cerrando el círculo, atacándole desde todas las direcciones, aunque Lambo luchaba demasiado rápido para que sus rutinas de combate se pudiesen adaptar con eficacia a su estilo de lucha. Sin embargo, otro ataque afortunado provocó un arañazo en su hombrera izquierda.

Cansándose rápidamente del juego, el Astartes dio un inesperado empujón a uno de sus contrincantes y abandonó el círculo, matando al desafortunado servidor. Sus restantes compañeros no se rindieron ni abandonaron el combate, sino que avanzaron pacientemente para volver a rodearlo de nuevo entre todos. "¡Malditos servidores!", gruñó él dentro de su armadura. "Son demasiado predecibles."

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Los primeros niveles de la Forja de Plata constituían los almacenes y fundiciones de la misma. Allí había más servidores que trabajadores humanos, por lo que Mordekay y Nodius supusieron que Kharulan no podría encontrarse con esa escoria. De hecho, el psíquico calibanita había sugerido que subiesen a lo alto de la torre, pues a los hechiceros tecnócratas de Surgub parecía gustarles las alturas.


El elevador sólo les había conducido hasta la tercera planta y, desde allí, avanzaron buscando otro elevador que les llevase a donde querían. Por el camino se encontraron cintas automáticas donde servidores con brazos inhumanos cogían con rapidez numerosas piezas para montar armas láser, de fuego e incluso más avanzadas. En otras salas, había talleres para forjar espadas y armaduras de todo tipo. Incluso descubrieron una horrible monstruosidad dorada con forma de un escorpión gigante, cuya superficie de metal resplandecía con las marcas de cientos de inscripciones arcanas. Parecía algún tipo de constructo que, a pesar de que estaba finalizado, permanecía en un estado latente o tal vez inerte. Las piezas de otra criatura inacabada colgaban de varias grúas y cadenas de pesados eslabones.

Los dos Astartes siguieron avanzando, exterminando sin miramientos a cualquier persona que les saliese al paso. Sin embargo, estaba claro que los guardias de la Forja de Plata no podían detenerlos. Mordekay y Nodius no tardaron mucho tiempo en encontrar un elevador central que pudiese subirles a los últimos pisos.

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Cuando estuvo muerto el último servidor de combate, Lambo se permitió unos segundos de calma para observar los alrededores. Parecía que ya no quedaban enemigos, pero era consciente de que muchos se abrían escondido para evitar su furia. Sin embargo, sus precauciones fueron innecesarias. Todos habían huido, alejándose de él y de su mortífera hacha sierra. Con un ligero regusto a decepción, el Astartes calibanita se acercó despacio a las puertas del exterior.

Casi una veintena de guardias habían tomado posiciones frente a las puertas de la Forja de Plata, a cubierto en improvisadas barricadas cerca de los almacenes exteriores. Una especie de artefacto metálico también había tomado posiciones frente a la puerta, esperando pacientemente a que saliesen. Era un constructo casi alienígena de unos cuatro metros de altura, con cuatro patas hendidas y una veintena de extremidades rematadas en garras, flagelos eléctricos y pinzas. Lambo nunca había visto algo así y no estaba seguro de poder derrotarlo en combate individual.

-El enemigo está bloqueando la salida-, informó al sargento por el canal de vox.

-Mantén la posición.

-Orden recibida, hermano sargento-, lo cortó Lambo molesto.

El calibanita retrocedió, echando un último vistazo a su alrededor. En ese momento, se fijó en una de las grandes grúas. Si pudiese utilizarla para elevar un bloque pesado de carga cuando sus enemigos se decidiesen a entrar, podría aplastar al constructo de un solo golpe. Lambo sonrió para sí mismo, divertido por la sencillez de la estratagema, y decidió ponerse manos a la obra.

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Los estaban esperando, por supuesto. Cuando las puertas del elevador se abrieron con fuerte quejido de protesta, cinco guardias abrieron fuego contra el interior, vaciando la mitad de la munición de sus rifles automáticos y armas láser. "¡Estúpidos!", los despreció Mordekay en silencio. "Debisteis haber usado granadas de fragmentación, aunque eso tampoco os habría salvado."

Ignorando la lluvia de proyectiles que provocaban fogonazos al estrellarse sin causar daños contra su blindaje protector, el Astartes cargó en línea recta, empotrando a uno de ellos con todo el peso de su servoarmadura contra la pared metálica. A pesar del furioso rugido de los disparos, pudo escuchar con claridad una veintena de chasquidos provocados por los huesos del hombre al romperse al mismo tiempo.

Nodius salió del elevador utilizando la cobertura blindada de su hermano y volvió a concentrar todo el poder de la Disformidad en las llamas que aprisionaba en su mano. El poder piromántico les dio la forma de un torrente incontrolable que cayó sobre tres guardias, fulminando en el acto a dos de ellos e hiriendo gravemente al tercero, que empezó a toser sangre y respirar con grandes dolores de pecho.

Detrás suyo, el prisionero anónimo de los Astartes permaneció en el interior del ascensor, tumbado inmóvil en el suelo como un pequeño animal que estuviese demasiado acobardado para hacer otra cosa que moverse con la esperanza de que la muerte no se percatase de su insignificante vida y pasase de largo buscando presas más apetecibles.

Uno de los guardias intentó huir en ese momento, pero un barrido del martillo energético de Mordekay aplastó su espalda, quebrándola como si fuese una rama rota. Nodius se acercó al hombre gravemente herido que todavía se sostenía en pie a pesar de los fuertes ataques de tos y esputos sangrientos. El guardia intentó desenfundar su espada sierra, aunque el psíquico calibanita fue más rápido que él, poniendo fin a su agonía con otra llamarada de fuego piromántico. Fue una muerte rápida, casi piadosa. Al fin y al cabo, quería ahorrar la escasa munición que le quedaba para la pistola bólter.

-¡Prisionero!-, dijo Mordekay dirigiéndose directamente al hombre que estaba tumbado en el suelo del elevador, temblando como una oveja asustada. -Puedes quedarte allí dentro para que te encuentren los guardias de Kharulan o puedes venir con nosotros y seguir con vida. Tú decides.

Sin esperar respuesta, el Astartes empezó a caminar hacia uno de los extremos del pasillo. Nodius lo adelantó con facilidad para explorar por delante de su hermano de armas. Sin la servoarmadura que había perdido en el Templo de las Mentiras, se movía con una agilidad asombrosa y un sigilo inaudito en una figura de su tamaño. No tuvo que buscar durante mucho tiempo, puesto que encontró una gran puerta labrada en un pasillo perpendicular a tan sólo unos pocos metros de distancia del elevador. No había guardias a la vista, lo que despertó inmediatamente sus recelos y le hizo gestos silenciosos a Mordekay para comunicarle su hallazgo.

Tras una pequeña pausa considerando sus opciones, el sargento calibanita avanzó sin miedo, seguido de cerca por Nodius y la figura lejana y furtiva de su lastimoso prisionero. Mordekay empujó las grandes puertas labradas con motivos geométricos, esperando encontrárselas cerradas, pero, para su sorpresa, estas se abrieron sin ofrecer resistencia.