St. Claire, Washington (EE.UU.)
16 de noviembre de 1998
La bruma se apoderó del paisaje sin previo aviso, imposibilitando cualquier esfuerzo para guiarse u orientarse por las sendas costeras. La visibilidad, ya de por sí bastante mala, empeoró sin remedio hasta el punto de que apenas podía ver qué se ocultaba más allá de unos pocos pasos, aunque a lo lejos todavía podía escuchar el rumor agitado del mar.
Lars descendió con precaución por el sendero espiritual apenas visible que serpenteaba entre los matojos. El ruido de unas alas quebró el silencio de la bruma durante unos segundos y divisó unas formas oscuras volando en medio de aquel paisaje fantasmal. "Amigos míos", murmuró el Fenris al reconocer a los espíritus cuervo. Una de las aves se separó de la bandada y bajó silenciosamente en su dirección haciendo dos círculos perfectos.
El espíritu se posó sobre su cabeza lobuna clavando ligeramente sus garras sin hacerle ni un rasguño. Lars se sintió reconfortado por aquel pequeño gesto y deseó poder darle las gracias, pero la inquietante atmósfera de la repentina bruma le había puesto los pelos de punta y decidió que lo más prudente sería guardar silencio en esa ocasión. Extrañamente, el espíritu córvido también permaneció mudo. Después de unos segundos, alzó de nuevo el vuelo y se perdió pronto en la siniestra blancura de la bruma.
Lars permaneció quieto, observando cómo sus alas negras se perdían en la niebla. Había conocido a sus amigos espirituales en Vancouver y éstos lo habían acompañada durante los últimos años, contándole toda clase de chismes y ayudándolo siempre que podían. A cambio de su ruidosa compañía habían pedido bien poco, únicamente que les dejase restos de comida abandonada para alimentar a sus contrapartidas en el mundo físico.
Vancouver... el nombre de la ciudad le trajo malos recuerdos, como un sabor desagradable que permanece en la boca durante demasiado tiempo.
Lars descendió con precaución por el sendero espiritual apenas visible que serpenteaba entre los matojos. El ruido de unas alas quebró el silencio de la bruma durante unos segundos y divisó unas formas oscuras volando en medio de aquel paisaje fantasmal. "Amigos míos", murmuró el Fenris al reconocer a los espíritus cuervo. Una de las aves se separó de la bandada y bajó silenciosamente en su dirección haciendo dos círculos perfectos.
El espíritu se posó sobre su cabeza lobuna clavando ligeramente sus garras sin hacerle ni un rasguño. Lars se sintió reconfortado por aquel pequeño gesto y deseó poder darle las gracias, pero la inquietante atmósfera de la repentina bruma le había puesto los pelos de punta y decidió que lo más prudente sería guardar silencio en esa ocasión. Extrañamente, el espíritu córvido también permaneció mudo. Después de unos segundos, alzó de nuevo el vuelo y se perdió pronto en la siniestra blancura de la bruma.
Lars permaneció quieto, observando cómo sus alas negras se perdían en la niebla. Había conocido a sus amigos espirituales en Vancouver y éstos lo habían acompañada durante los últimos años, contándole toda clase de chismes y ayudándolo siempre que podían. A cambio de su ruidosa compañía habían pedido bien poco, únicamente que les dejase restos de comida abandonada para alimentar a sus contrapartidas en el mundo físico.
Vancouver... el nombre de la ciudad le trajo malos recuerdos, como un sabor desagradable que permanece en la boca durante demasiado tiempo.
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La guerra entre Garou y sanguijuelas había sufrido numerosos altibajos, pero nunca había alcanzado un clímax que supusiese el acto final para tanto derramamiento de sangre. Por si no fuera suficientemente malo el hecho de que los vampiros de Vancouver contasen con el apoyo indirecto de las autoridades humanas locales, numerosas Perdiciones acudieron de todos los oscuros rincones de la Umbra para infestar el reflejo umbral de la ciudad. Afortunadamente, el Clan del Pacto contó de inmediato con el apoyo de los clanes y protectorados vecinos, así como con la ayuda de algunos héroes veteranos que habían participado en otra sangrienta guerra contra los vampiros en la ciudad norteamericana de Chicago.
No obstante, las Cinco Garras de Gaia no se encontraron tan cómodas en estas batallas como parecían estarlo otras manadas de Garou. En lugar de eso, habían discutido en los consejos la necesidad de otra tregua con los vampiros para tener las manos libres y acabar con los espíritus corruptos del Wyrm. Ancianos como Jacques Lapointe y Nelson Chang les apoyaron abiertamente siempre que pudieron, pero el resto de sus compañeros de clan estaban cegados por la guerra y la guerra era lo único que ansiaban sus corazones salvajes.
Trabajando discretamente con su secretismo habitual, los Uktena intentaron recuperar en secreto el Buda Sonriente y purificar el túmulo para devolverlo a Gaia, pero un contraataque de las Perdiciones frustró sus nobles intenciones. A pesar de que tuvieron que huir con el rabo entre las piernas, afortunadamente la mayoría pudo sobrevivir a la casi inevitable catástrofe. Sin embargo, el resto de las tribus observaron esa maniobra con una suspicacia inmediata cuando la descubrieron, despertando a su vez nuevos recelos en las relaciones entre los Garou del Clan del Pacto.
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El final del sendero lo condujo a un abrupto acantilado. Lars se detuvo para no caer al vacío, justo a tiempo para ver desaparecer unos fragmentos de roca que había empujado sin querer. El aire estaba cargado con olores de salitre y pescado, olores muy familiares para el Fenris después de su larga estancia en alta mar cuando huyó para siempre de la casa de sus progenitores de la Parentela. En la Umbra, todos las sensaciones llegaban a su extremo, incluyendo los olores. No pudiendo fiarse de su vista debido a la bruma, el Theurge se inclinó para acariciar la roca bajo sus pies con su mano y estudió pacientemente el terreno. "La roca es lo suficientemente firme", decidió después de dudar si podría soportar el peso de su cuerpo en forma Crinos.
Tras unos largos instantes, encontró una zona por la que podría intentar el descenso a la nada, aunque no estaba solo. Las oscuras figuras de los espíritus córvidos seguían volando a su alrededor, rompiendo por primera vez el ominoso silencio omnipresente con sus habituales graznidos para tratar darle ánimos. Confiando únicamente en su instinto, el Theurge comenzó el descenso, aferrándose a la roca con sus garras y bajando paulatinamente con la mayor de las precauciones.
Podía escuchar el sonido de las olas del mar estrellándose violentamente contra la sólida pared de roca grisácea. El rugido ganaba fuerza durante unos segundos, se estrellaba y luego se alejaba despacio para volver a empezar de nuevo. Lars sintió cada acometida del mar y, a veces, creyó percibir un ligero temblor, como si la roca pudiese venir abajo sin previo aviso. El Theurge que había en él se imaginó a un titánico Elemental de Roca sorportando todo el peso del acantilado, mientras Elementales de Agua se estrellaban juguetones contra él en un vano intento por derribarlo. Sin embargo, su espíritu práctico lo obligó a centrar toda su atención en el descenso por la pared pétrea y continuar su descenso sin más distracciones.
La bruma lo engullió de nuevo con su manto húmedo y frío, aislándolo de pronto de sus aliados espirituales, aunque eso no lo detuvo. Los embates del mar se volvieron más y más furiosos, ahogando cualquier otro sonido. Casi ladró asustado cuando sintió las primeras gotas de agua chocando contra su espalda después de lo que le pareció una eternidad. Luego, se rió de sí mismo sin poder evitarlo.
-¡Vais a tener que hacerlo mejor!-, aulló a la nada mientras se aferraba a la roca con todas sus fuerzas.
El sonido de la resaca fue la única respuesta que recibió, pero la bruma pronto se abrió perezosa para mostrarle la base del acantilado. La marea se había tragado el principio de la pared rocosa, dejando pequeños peñascos y salientes. El Theurge eligió el que le pareció más seguro y calculó la distancia que lo separaba. Sin vacilar, sus poderosas piernas Crinos lo propulsaron hasta caer sobre su culmen. Desde allí, pudo distinguir pequeños e insignificantes espíritus de lapas aferrándose tímidamente a la roca con la misma intensidad que él. Las olas no tardaron en saludarlo, pero por ahora no suponían un peligro inmediato. "Desde aquí, podré invocar al Kraken", se dijo Lars.
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Los sueños habían empezado a suceder poco a poco, dejando mucha confusión y pocos recuerdos a su paso. Al principio, creyó que Uktena u otro espíritu de la Umbra lo estaba poniendo a prueba, pero pronto cambió de idea cuando Canción-Oculta compartió con él los últimos sueños que había tenido. Eran aún más indefinidos que los suyos, pero convencieron al Fenris de que algo o alguien estaba tratando de comunicarse con ellos. Como suponía, el resto de sus hermanos de manada no tardaron en confesar que últimamente habían estado soñando "cosas muy raras". Las Cinco Garras de Gaia acudieron a su tótem en busca de respuestas, pero éste se limitó a mirarlos silenciosamente con los orbes dorados que tenía por ojos y guardar silencio sin atender a sus ruegos.
Intrigado más allá de lo que creía posible, Lars guardó ayuno durante una semana entera, mientras pasaba más tiempo durmiendo que despierto. El Theurge reconoció algunos patrones familiares, aunque todavía indefinidos, que no podía nombrar siquiera. Tenía la horrible sensación de tener los nombres en la punta de la lengua, como si una parte de él los reconociese instintivamente. Tras muchos quebraderos de cabeza, reconoció la mano del Gran Uktena en aquel misterio y descubrió sorprendido que el sabio Incarna quería que él y sus hermanos viajasen al Clan de las Visiones Ocultas, que estaba situado cerca de St. Claire.
Cuando pidieron permiso a sus Ancianos para seguir la llamada del espíritu, la mayoría como Stefan Ewald o Lucas Kawecki, no opusieron ninguna resistencia. Las Cinco Garras de Gaia se habían convertido en un estorbo para ellos al cuestionar el proceso contra Guttooth y exigir la tregua con los vampiros, por lo que estuvieron encantados de permitirles partir como deseaban. Otros Ancianos, entre los que se encontraban lord Abercorn y Coros, lamentaron sinceramente su partida, pero comprendieron que era un asunto necesario.
Las Cinco Garras de Gaia llegaron a St. Claire a finales de septiembre. Los Uktena y los Wendigo del Clan de las Visiones Ocultas les brindaron una hospitalidad excepcional que conmovió a los jóvenes Garou. Compartieron con ellos el fuego de sus hogueras, sus tiendas tradicionales y cualquier cosa que pudiesen necesitar. A fin de cuentas, las Cinco Garras de Gaia habían descubierto el túmulo de St. Claire y habían compartido su secreto con las tribus nativo americanas, devolviéndolas lo que era originalmente suyo por derecho.
Los sueños ganaron firmeza desde la primera noche que pasaron en la Penumbra local. Gracias a ellos, viajaron a tierras lejanas habitadas por criaturas largamente extinguidas y lugares todavía más extraños e imposibles en el mundo físico. Lars se percató de que el Gran Uktena quería que su manada realizase una búsqueda espiritual en la Umbra, pero todos ellos ignoraban a dónde tenían que ir realmente.
Uno de los Uktena locales, un anciano Theurge marginado por sus compañeros y que era conocido simplemente como Padre-Noche, aportó algunas respuestas a sus preguntas. Él también había recibido sueños enviados por el mismo Uktena para que adiestrase a Lars en algunas de las artes místicas más secretas de su tribu. De este modo, el Fenris pasó todo el mes de octubre en compañía de Padre-Noche, mientras el resto de sus hermanos ayudaban en las actividades cotidianas del clan.
El anciano explicó a Lars que los Uktena habían descubierto en el pasado cómo contener y encerrar a las Perdiciones más poderosas del Wyrm en algunos lugares, aprisionándolas para toda la eternidad bajo la atenta mirada de los Vigilantes de Perdiciones, que eran Garou de la tribu Uktena que renunciaban a la vida normal de los hombres lobo para contener y vigilar el "sueño" de estos espíritus inmensamente peligrosos. Gracias a Padre-Noche, Lars aprendió vorazmente los ritos secretos de la atadura y el encierro, así como algunos antiquísimos petroglifos cuyo poder era suficiente para realizar semejante proeza.
El Gran Uktena debió quedar satisfecho por su ansia de conocimientos, porque la noche anterior le había enviado un último sueño. El Theurge se vio a sí mismo aferrado a una roca, en medio de una tormenta de olas rugientes y unos tentáculos atravesando la superficie del agua para acercarse a él. Nada más despertarse, el Fenris le contó su sueño al anciano y Padre-Noche asintió pacientemente, para revelar a continuación que también había recibido un sueño parecido. En su sabiduría, afirmó que el Gran Uktena deseaba que invocase al Kraken en el mar de la Umbra y consiguiese que ese espíritu destructivo le cediese uno de sus ojos. Con ese ojo, podrían hacer un talismán que guiaría a las Cinco Garras de Gaia hasta el final de su búsqueda espiritual.
Sin embargo, el anciano Theurge también le advirtió que, para evitar que Kraken lo destruyese, debía sacrificar una parte de sí mismo y entregarla libremente al espíritu. Lars aceptó la responsabilidad que había depositado Uktena en él y, tras avisar a sus hermanos que volvería pronto sin ofrecerles detalles más concretos, abandonó el Clan de las Visiones Ocultas esa misma mañana. Quería llegar al caer la noche a la franja costera de la Penumbra.
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Permaneció dos horas con el cuerpo acuclillado y aferrado firmemente contra la roca. Las olas redoblaron sus embestidas, pero no consiguieron moverlo ni un milímetro de su posición. Eso sí, su pelaje estaba completamente empapado y sometido a la caricia de la brisa que había comenzado a soplar desde el mar, llevándose gradualmente los bancos de brumas. El único sonido que hizo el Fenris fue un canto murmurado en voz baja, repitiendo constantemente una única palabra: Kraken.
Un nuevo ruido apareció en el lugar en el que se encontraba, haciéndose oír por encima de las olas y la resaca. Era un movimiento fluido, que se abría paso a través de las corrientes más profundas y oscuras de los océanos umbrales. A pesar de que era físicamente imposible que Lars pudiese escuchar un sonido semejante con sus propios oídos, era exactamente eso lo que estaba pasando. El Kraken estaba acudiendo a su llamada.
"Ha llegado el momento de aplacar su hambre eterna", se dijo el Theurge. Con un movimiento preciso, hundió las garras de su mano derecha alrededor de su ojo izquierdo y tiró de él mientras seccionaba los nervios oculares. El dolor fue estremecedor e inmediato. Aulló con tal intensidad que creyó que iba a quedarse mudo y solo su férrea voluntad impidió que su cuerpo se soltase de la roca a la que estaba aferrado. La sangre le manchó la cara y cayó al furioso mar. Era lo justo: un ojo a cambio de otro. El inmenso espíritu que se aproximaba pareció estremecerse al oler su sangre y recorrió a mayor velocidad la distancia que los separaba.
-¡Poderoso Kraken, acepta mi ofrenda!-, aulló Lars arrojando su ojo ensangrentado en dirección a la enorme sombra que estaba apareciendo por debajo de las aguas.
Un tentáculo rojizo y cubierto de ventosas blanquecinas surgió de repente de las aguas para atraparlo al vuelo con un movimiento voraz y apresurado. A continuación volvió a esconderse bajo las aguas con la misma velocidad. Durante unos aterradores segundos, no sucedió nada. La inmensa sombra permaneció completamente quieta y Lars temió haber ejecutado mal la última parte del rito de invocación. Si ese era el caso, estaba condenado. El Kraken lo devoraría sin dudarlo y sus hermanos habrían fracasado por su culpa en la búsqueda del Gran Uktena incluso antes de que ésta hubiera llegado a empezar. Una docena de tentáculos surgieron entonces desde debajo de las aguas, confirmando sus peores temores. Sin embargo, pronto pudo escuchar una voz, grave y ahogada, que estuvo a punto de hundir su coraje.
-¿QUIÉN ERES?
-Soy Lars, Theurge de la tribu Fenris-, osó responderle, intentando mostrar mayor confianza de la que sentía en esos momentos.
-ERES UNA CRIATURA PEQUEÑA Y MUY OSADA. ¿CÓMO TE ATREVES A INVOCARME?
-Yo... necesito uno de tus ojos para seguir una búsqueda del Gran Uktena.
Los tentáculos azotaron el aire en ese mismo momento, como lo harían las lenguas de las serpientes para olfatear el aire. Uno de ellos se enroscó en la base del peñasco, haciendo temblar toda la roca.
-¿QUIERES UNO DE MIS OJOS? ¡TENDRÁS QUE GANÁRTELO!
-¿Cómo?-, preguntó Lars temblando.
-INTENTA QUITÁRMELO. SI SOBREVIVES, SERÁ TUYO...
-¡No!-, aulló Lars. -¡No sería un desafío digno de ti!
-¡NO IMPORTA! ¡TE DEVORARÉ DE TODAS FORMAS!
-¡No!-, gritó Lars desesperado. -¡Espera, espera! Todos conocen tu poder destructor, pero pocos se atreven a desafiar tu intelecto... ¿No es cierto? Permíteme... permíteme... intentar lo imposible: tratar de derrotarte en un concurso de enigmas. ¿Al mejor de tres?
-JA, JA, JA, JA, JA, JA.
Las carcajadas del Kraken sacudieron las olas, rompiendo su cadencia y envía chorros de agua en todas las direcciones. Lars tuvo que volver a pegar su cuerpo sobre el peñasco para no salir disparado cuando una ráfaga de agua lo azotó de golpe.
-PEQUEÑA CRIATURA EMBUSTERA... ¿PRETENDES ENGAÑARME?
-¿Cómo podría engañar a Kraken, el Destructor? ¿Manipular yo al sabio Kraken? ¡Nunca! Pero me obligas a intentar una acción desesperada para conservar mi vida. Está claro que perderé contra ti en un desafío de enigmas, pero... ¿qué otra opción tengo?
-SÍ, PERDERÍAS DE TODOS MODOS... AUNQUE QUIERO DIVERTIRME CON TUS PENOSOS ESFUERZOS. ¡VAS A SER EL PRIMERO EN SER DERROTADO POR MI SABIDURÍA!
-Acepto mi destino... pero deberías darme una pequeña esperanza... para que te ofrezca una verdadera diversión.. ¿Juras que me darás tu ojo y me dejarás irme con vida en el improbable caso de que te derrote?
-LO JURO, LO JURO, PEQUEÑA CRIATURA ESTÚPIDA. ¡EMPECEMOS!
A pesar de su gran intelecto y de la sabiduría que le fueron concediendo los años, Lars estuvo a punto de perder su desafío. Por contra, aunque Kraken que era un espíritu de destrucción, sus enigmas y acertijos se referían al reino marino, un dominio que Lars conocía vagamente. A su modo, el Theurge devolvió el guante con los misterios del mundo terrestre y de la cultura humana, provocando la furia irracional del espíritu.
Por tanto, ninguno de los dos logró salir victorioso en los primeros tres enigmas del desafío. A la primera tanda de tres, siguió otra y luego otra, hasta que Lars perdió la cuenta de cuántos acertijos se habían dicho esa noche. Su fatigada mente luchó contra el cansancio y el sueño, intentando hallar sentido a las palabras del espíritu y buscar sus propias preguntas sin respuesta. Sin embargo, a medida que Selene empezó a alejarse en la bóveda celeste, el Theurge se percató de que Kraken parecía estar más inquieto y que sus enigmas se volvían menos complejos. "Su fuerza reside en la oscuridad", se percató Lars. Una pequeña llama esperanza brilló temerosa en el fondo de su corazón al darse cuenta de que podía ganar el desafío.
Kraken se volvió más irritable e impredecible a medida que los primeros rayos de Helios llamearon en los cielos de la Umbra. Había fallado los últimos acertijos de Lars, mientras que el Garou había acertado dos veces. Una más y habría ganado. "Todo depende de una sola pregunta", se dijo Lars temblando.
-¿CUÁL ES LA ARMADURA FAVORITA DE LOS MARES?
Lars permaneció en silencio absorbiendo la pregunta, interiorizándola y recorriendo con su mente todas las posibles respuestas que se le iban ocurriendo: la concha de las tortugas, las espinas... ¡Las escamas de los peces!
-¿Las escamas?-, preguntó dubitativo.
Un rugido frustrado atronó en el agua. Los brazos sacudieron con violencia las olas, sin causar grandes destrozos a pesar de todo. El espíritu había perdido la mayor parte de su fuerza así como su agudeza con la aparición de Helios.
-¡Cumple tu palabra! ¡Cúmplela!
La inmensa sombra de Kraken comenzó a moverse lentamente para huir de su derrota, arrastrando sus tentáculos bajo la superficie del agua. Sin embargo, uno de ellos emergió durante unos segundos, aferrando un orbe lechoso de aspecto malsano. Con un último gesto de despecho, Kraken arrojó su ojo a las rocas del acantilado y se sumergió en las profundidades marinas en el momento justo en que la corona de Helios comenzaba a asomar en el horizonte.
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