"Llegado este momento, me avergüenza confesar que el Imperio no necesitó disparar ningún arma para conquistar Caliban. En lugar de presentar abiertamente sus verdaderas intenciones, vino a nosotros con palabras amables y fraternales. La generación de mis abuelos, tan extasiada como estaba por el fin del reinado de terror de las grandes bestias, le dio la bienvenida con los brazos abiertos, sin tan siquiera sospechar el rostro de la tiranía que iba a tratar de adueñarse para siempre de sus vidas.
Los primeros en llegar fueron los Astartes de la I Legión, conocida como los Ángeles Oscuros. Causaron una gran conmoción entre los habitantes de Caliban, poco acostumbrados a contemplar a gigantes de armaduras negras que viajaban en naves voladoras. Los viejos mitos habían demostrado ser veraces y nuestro pueblo se disponía a reunirse con sus hermanos de las estrellas. Aunque fingieron tener intenciones pacíficas, estos extranjeros se reunieron en secreto con Lion El'Johnson para comunicarle un mensaje privado que traían solo para él.
Nunca se supo qué temas se trataron en aquella reunión, pero al finalizar la misma el Supremo Gran Maestre anunció que vivíamos días verdaderamente gozosos. Nuestro largo aislamiento había terminado y, desde ese momento en adelante, nuestro planeta formaría parte del Imperio de la Humanidad ahora que la Vieja Noche estaba tocando a su fin. Es más, Lion anunció que el mismo Emperador iba a visitar Caliban en unas pocas semanas para reunirse con su hijo genético perdido: el propio Lion, casualmente. Mis abuelos y sus contemporáneos no entendieron todas las implicaciones de estas palabras, pero se sintieron orgullosos por acoger a tan insigne gobernante y se esforzaron por darle una calurosa bienvenida.
Entretanto, los imperiales aprovecharon muy bien ese tiempo para deslumbrarnos con las maravillas que traían consigo. Junto a los Ángeles Oscuros, llegaron humanos normales: apotecarios que podían sanar las heridas más graves y enfermedades para las que no existía ninguna cura, tecnosacerdotes que usaron grandes máquinas para desforestar y allanar el terreno donde aterrizaría el Emperador de Terra, demagogos, que se mezclaron con las multitudes para explicar los brillantes logros del Imperio de la Humanidad, artistas llegados para inmortalizar este importante suceso y un largo etcétera.
En el transcurso de esos ajetreados días, Lion El'Johnson reunió el Consejo de Grandes Maestros de la Orden, donde, tras unas breves deliberaciones, se produjo otro importante anuncio: todos los miembros y posesiones de la Orden se integrarían en la estructura militar de la I Legión, para contribuir en la Gran Cruzada que se libraba en centenares de campos de batalla en la galaxia con el objeto de liberar a los humanos esclavizados por peligrosos alienígenas y reunir de nuevo todos los mundos de la humanidad. A partir de ese momento, los reclutas y aspirantes más jóvenes de la Orden obtuvieron permiso para tratar de superar las severas pruebas de ingreso de los Ángeles Oscuros. Miles lo intentaron, pero apenas unas pocas decenas de voluntarios consiguieron alcanzar su nuevo sueño.
Finalmente, llegó el día en que el mismo Emperador visitó Caliban. Los habitantes de nuestro planeta nunca olvidaron aquel momento. Una muchedumbre de cientos de miles de personas entusiasmadas llegaron desde todos los rincones de Caliban. Mis abuelos maternos contaron emocionados a sus hijos, y luego a sus nietos, todos los detalles de ese día. Las banderas de las familias nobles calibanitas ondearon orgullosas al viento junto a los estandartes imperiales. Los Astartes desfilaron con sus armaduras con una precisión extraordinaria frente a un público atónito. Los líderes imperiales, sentados en las gradas junto a los nobles calibanitas, se pusieron en pie cuando llegó la lanzadera del Emperador. Mis abuelos siempre lloraban de impotencia en este punto de la historia, incapaces de describir con palabras el físico perfecto del autoproclamado Señor de la Humanidad o el aura dorada y supuestamente benévola que desprendía todo su ser."
El prisionero dejó de leer en ese punto, aquejado por un repentino dolor de cabeza. Tuvo la sensación de que una pequeña astilla de hielo se movía justo por detrás del ojo izquierdo, en el interior de su cabeza, provocando oleadas de dolor al resto del cerebro. Cerró los ojos y apretó los dientes entre maldiciones, gruñendo como un animal acorralado. El dolor sensibilizó tanto sus sentidos que podía sentir cada doloroso latido de sus dos corazones.
Finalmente, la agonía que sentía fue remitiendo poco a poco, tan misteriosamente como había aparecido, dejando tan solo una pequeña palpitación que se volvía más débil con cada nuevo latido de sus corazones. "¿Qué me ha pasado?", se preguntó sorprendido. Se puso en pie con dificultad, dejando que el libro cayese torpemente al suelo. A continuación se asomó por el pasillo. No había entrado nadie. Queriendo asegurarse, caminó torpemente hacia la solitaria puerta, la abrió con rapidez y echó un vistazo al pasillo central que conducía a la sala de máquinas. Allí tampoco había nadie.
"¿Me estaré volviendo loco?", se preguntó en silencio mientras cerraba la pesada puerta. Todavía receloso, estuvo esperando unos minutos en silencio, mirándola fijamente. No escuchó ningún ruido extraño que no fuese el producido por los espíritus-máquina del navío o los líquidos que recorrían las tuberías el pasillo en el que estaba escondido. Finalmente, volvió sobre sus pasos y recogió el libro abierto que había dejado indignamente en el suelo. Siguió leyendo allí mismo, de pie, vigilando constantemente la puerta cada pocas líneas.
"Cuando el Emperador abandonó Caliban, sus esclavos se pusieron rápidamente manos a la obra para adaptar nuestro planeta a los designios de su Imperio, con el permiso expreso del propio Lion El'Johnson. Inmensos espacios boscosos fueron desforestados para construir las grandes minas, refinerías y complejos fábriles que cubrirían las necesidades logísticas de la I Legión. La mayor parte de la población calibanita fue realojada en asentamientos conocidos como arcalogías, ciudades colmena en su fase I, para cubrir las necesidades de mano de obra de la nueva industria militar bajo la dirección de estrictos funcionarios imperiales.
Nuestros nuevos amos establecieron prolongadas jornadas de trabajo, remuneraciones salariales precarias y un ritmo de vida que supuso la lenta aniquilación de toda nuestra cultura. La arcaica lengua gótica procedente de Terra fue sustituyendo paulatinamente nuestro bello idioma en la mayoría de las actividades diarias. Las leyes de nuestros conquistadores prohibieron los cultos y las organizaciones religiosas, ya que la Verdad Imperial consideraba que las religiones lastraban el desarrollo humano con supersticiones peligrosas. Curiosamente, esas mismas leyes permitían a los tecnosacerdotes practicar en público sus creencias, en virtud de un viejo tratado firmado por el Emperador y el Adeptus Mechanicus de Marte.
Los imperiales compraron la buena voluntad de las familias nobles calibanitas que tratasen de mejorar su situación traicionando en el proceso a sus compatriotas, al mismo tiempo que dejaron languidecer económicamente a los nobles más tradicionalistas y, por tanto, menos serviles.
Asimismo, las viejas órdenes de caballería fueron integradas en un solo cuerpo policial que, de ahora en adelante, tendría como única responsabilidad vigilar el estricto cumplimiento de la ley imperial. Los caballeros opuestos a estas medidas simplemente fueron expulsados, viéndose obligados a regresar a sus tierras familiares o buscar trabajo en las nuevas arcalogías.
Los funcionarios imperiales también crearon un ejército de autodefensa planetaria, los Jaegers Calibanitas, cuyos regimientos contribuirían en la defensa de Caliban o se integrarían en la estructura de mando del inmenso Ejército Imperial, que libraba cientos de campañas militares en esos momentos por toda la galaxia. Sin embargo, a pesar de lo que decía la propaganda, pusieron al frente de sus regimientos y compañías a oficiales imperiales que no procedían de nuestro planeta.
Los propios calibanitas se vieron demasiado sorprendidos por la rapidez y la magnitud de los acontecimientos como para ejercer algún tipo de resistencia útil. Muchos se sintieron traicionados, pero se resignaron pragmáticamente a su destino, creyendo que era imposible desafiar el poder militar del Imperio de la Humanidad. Unos pocos se organizaron, preparando las semillas de la resistencia y organizándose en pequeños grupos de personas de igual opinión. El resto, la abrumadora mayoría, simplemente prefirió negar la realidad que tenían ante sus mismos ojos, haciendo suyas las ideas de los nuevos amos de Caliban.
Incluso los héroes de la Orden cayeron en esa trampa. Los mejores se unieron a las filas de la I Legión y, una vez superados el proceso de intervención genética y la instrucción militar, se convirtieron en Astartes. El mismo Luther tomó ese camino, aunque tenía una edad demasiado avanzada para recibir los beneficios de la semilla genética. Los tecnosacerdotes tuvieron que potenciar su cuerpo con otros costosos tratamientos alquímicos, que le confirieron unas capacidades físicas únicamente inferiores a las que poseería un verdadero Astartes.
Por su parte, cuando Lion El'Johnson descubrió que tan sólo era uno de los dieciocho hijos genéticos del Emperador, aceptó rápidamente su papel de Primarca de los Ángeles Oscuros y condujo a las huestes de la I Legión a una ambiciosa campaña de nuevas conquistas en la Gran Cruzada, que le permitiese obtener un prestigio similar al de sus hermanos. El genio estratégico de Lion y las armas de los Ángeles Oscuros ayudaron a conquistar decenas de planetas, esclavizando a sus habitantes y oprimiendo civilizaciones enteras en nombre del Emperador."
"Cuando el Emperador abandonó Caliban, sus esclavos se pusieron rápidamente manos a la obra para adaptar nuestro planeta a los designios de su Imperio, con el permiso expreso del propio Lion El'Johnson. Inmensos espacios boscosos fueron desforestados para construir las grandes minas, refinerías y complejos fábriles que cubrirían las necesidades logísticas de la I Legión. La mayor parte de la población calibanita fue realojada en asentamientos conocidos como arcalogías, ciudades colmena en su fase I, para cubrir las necesidades de mano de obra de la nueva industria militar bajo la dirección de estrictos funcionarios imperiales.
Nuestros nuevos amos establecieron prolongadas jornadas de trabajo, remuneraciones salariales precarias y un ritmo de vida que supuso la lenta aniquilación de toda nuestra cultura. La arcaica lengua gótica procedente de Terra fue sustituyendo paulatinamente nuestro bello idioma en la mayoría de las actividades diarias. Las leyes de nuestros conquistadores prohibieron los cultos y las organizaciones religiosas, ya que la Verdad Imperial consideraba que las religiones lastraban el desarrollo humano con supersticiones peligrosas. Curiosamente, esas mismas leyes permitían a los tecnosacerdotes practicar en público sus creencias, en virtud de un viejo tratado firmado por el Emperador y el Adeptus Mechanicus de Marte.
Los imperiales compraron la buena voluntad de las familias nobles calibanitas que tratasen de mejorar su situación traicionando en el proceso a sus compatriotas, al mismo tiempo que dejaron languidecer económicamente a los nobles más tradicionalistas y, por tanto, menos serviles.
Asimismo, las viejas órdenes de caballería fueron integradas en un solo cuerpo policial que, de ahora en adelante, tendría como única responsabilidad vigilar el estricto cumplimiento de la ley imperial. Los caballeros opuestos a estas medidas simplemente fueron expulsados, viéndose obligados a regresar a sus tierras familiares o buscar trabajo en las nuevas arcalogías.
Los funcionarios imperiales también crearon un ejército de autodefensa planetaria, los Jaegers Calibanitas, cuyos regimientos contribuirían en la defensa de Caliban o se integrarían en la estructura de mando del inmenso Ejército Imperial, que libraba cientos de campañas militares en esos momentos por toda la galaxia. Sin embargo, a pesar de lo que decía la propaganda, pusieron al frente de sus regimientos y compañías a oficiales imperiales que no procedían de nuestro planeta.
Los propios calibanitas se vieron demasiado sorprendidos por la rapidez y la magnitud de los acontecimientos como para ejercer algún tipo de resistencia útil. Muchos se sintieron traicionados, pero se resignaron pragmáticamente a su destino, creyendo que era imposible desafiar el poder militar del Imperio de la Humanidad. Unos pocos se organizaron, preparando las semillas de la resistencia y organizándose en pequeños grupos de personas de igual opinión. El resto, la abrumadora mayoría, simplemente prefirió negar la realidad que tenían ante sus mismos ojos, haciendo suyas las ideas de los nuevos amos de Caliban.
Incluso los héroes de la Orden cayeron en esa trampa. Los mejores se unieron a las filas de la I Legión y, una vez superados el proceso de intervención genética y la instrucción militar, se convirtieron en Astartes. El mismo Luther tomó ese camino, aunque tenía una edad demasiado avanzada para recibir los beneficios de la semilla genética. Los tecnosacerdotes tuvieron que potenciar su cuerpo con otros costosos tratamientos alquímicos, que le confirieron unas capacidades físicas únicamente inferiores a las que poseería un verdadero Astartes.
Por su parte, cuando Lion El'Johnson descubrió que tan sólo era uno de los dieciocho hijos genéticos del Emperador, aceptó rápidamente su papel de Primarca de los Ángeles Oscuros y condujo a las huestes de la I Legión a una ambiciosa campaña de nuevas conquistas en la Gran Cruzada, que le permitiese obtener un prestigio similar al de sus hermanos. El genio estratégico de Lion y las armas de los Ángeles Oscuros ayudaron a conquistar decenas de planetas, esclavizando a sus habitantes y oprimiendo civilizaciones enteras en nombre del Emperador."
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