Algún reino de la Umbra Media
El monótono paisaje de colina tras colina no cambió ni un ápice a medida que se internaron más en aquel reino umbral, al igual que la intensidad de los gritos. Ni siquiera el coro de un millar de miles de gritos podrían producir unos sonidos semejantes, tan aterradores y espeluznantes. A veces incluso se asemejaban a los truenos que azotaban un cielo tormentoso. Tampoco percibieron cambios en la intensidad de los nauseabundos olores que impregnaban el reino. El único cambio real que descubrieron era que a veces la llovizna de agua sucia se convertía en un pequeño aguacero y otras veces no era más que una cortina de gotas menudas y dispersas.
Sin embargo, el lugar no carecía de habitantes. Las Cinco Garras de Gaia descubrieron muy pronto esa horrible verdad, aunque tardaron un tiempo en atar todos los cabos. Fueron testigos de toda clase de torturas y vejaciones cometidas por la humanidad contra miembros de su propia especie. Torturadores, violadores, asesinos y monstruos con piel humana se cebaban una y otra vez con sus víctimas indefensas, en una especie versión retorcida del mismísimo infierno, donde los inocentes eran castigados a manos de sus propios verdugos.
La lista de atrocidades de las que estaban siendo testigos siguió creciendo. Aquí dos sádicos militares ingleses vestidos con uniformes del siglo diecinueve estaban torturando a un irlandés católico con la excusa de obtener una confesión de sus crímenes, allí un sacerdote bajito, babilonio o asirio, Lars no pudo determinar su origen con total certeza, abría violentamente las vísceras de un joven maniatado para tratar de discernir el futuro, y más lejos aún, un mecánico ruso golpeaba y violaba con total impunidad a una niña pequeña que había tenido la desgracia de caer en sus manos.
Por supuesto, ni él ni sus hermanos de manada permanecieron impasibles. Crow y Raimorantha destrozaron a los soldados ingleses, mientras Canción-Oculta y Susurros-del-Pasado liberaban a la niña de su terrible destino. Por su parte, Faruq y él mismo cargaron contra el sacerdote, que no fue consciente de su presencia hasta que cayeron sobre él, lo apartaron de su víctima y desgarraron frenéticamente su cuerpo. Su enemigo apenas pudo hacer otra cosa que gritar, uniéndose al coro de aullidos de dolor de aquel reino maligno, hasta que su voz se acalló violentamente.
En un arrebato de inspiración, la mente de Lars se aclaró lo bastante para percatarse de un hecho: el cuerpo del sacerdote no estaba hecho de carne y sangre como el de cualquier ser vivo, sino de una sustancia de aspecto semitraslúcido que se diluía lentamente ante sus ojos. "¡Emanaciones!", se dijo a sí mismo. "Tenía que haberme dado cuenta antes". El Theurge se volvió y observó a Faruq, que había adoptado la forma homínida, intentar volver a meter las entrañas del hombre dentro su vientre.
-¡Ayúdame Lars!-, gritó el Ragabash desesperado y con los ojos cubiertos de lágrimas.
A pesar de que sabía que sus esfuerzos estaban condenados al fracaso, corrió para ayudarlo como pudiese. El hombre se sacudía de dolor, gritando con todas sus fuerzas. Lars lo inmovilizó mientras Faruq hacía el resto del trabajo. Todo fue en vano. Con un último chillido de agonía, el hombre murió entre sus brazos sin que ninguno de los dos hubiesen podido evitarlo.
-¡Mierda!-, gritó el Caminante Silencioso. -¿Pero qué está pasando aquí, joder?
-No podíamos salvarlo, Faruq. Ya estaba muerto.
-¿Quieres decir que era un fantasma?-, preguntó mientras aclaraba sus ideas.
Su hermano de manada había dado en el clavo. En la nación Garou, existían numerosos rumores de que los Caminantes Silenciosos estaban ligados al reino de la muerte y que frecuentaban la compañía de las almas de los difuntos. Lars intuía ahora que esos rumores podían estar en lo cierto.
-Tú los llamas fantasmas, yo Emanaciones. Usa el nombre que prefieras, pero estoy seguro de que estos dos llevaban muertos desde hace algunos milenios. ¡Vamos! Busquemos a los demás y reunamos a la manada.
Faruq asintió sin protestar. Minutos más tarde encontraron a los demás. Ninguno había tenido dificultades para poner fin a los ultrajes que se estaban cometiendo. Sin embargo, las víctimas habían muerto o desaparecido, al igual que los cadáveres de sus torturadores. En cualquier caso, todos los Garou estaban frustrados y furiosos.
-¿Estamos en el reino del Wyrm?-, preguntó Crow entre fuertes gruñidos. Se refería a Malfeas, por supuesto, pero ni siquiera un Ahroun presa de la rabia como él se atrevió a pronunciar ese nombre en voz alta.
-Creo que no-, intervino Lars intentando conferir a su voz más seguridad de la que sentía realmente. -No hay duda de que este lugar está corrompido por el Wyrm, pero no creo que estemos en su propio reino.
-Estoy de acuerdo-, le apoyó Canción-Oculta. -Si son ciertas la mitad de las historias que oído de ese terrible lugar, hubiésemos sabido con seguridad y desde el principio que estábamos allí.
-El Ojo del Kraken no marca ninguna dirección, así que tendremos que explorar más este... lugar y averiguar por qué el Gran Uktena nos ha traído aquí. Sospecho que nos encontramos en otro reino de la Umbra Media, uno parecido al Campo de Batalla.
-No-, negó Canción-Oculta. -Este sitio es distinto. ¿No lo notáis? Aquí no hay combates. Sólo víctimas y verdugos y dolor, mucho dolor. El sufrimiento es casi... palpable.
-Ninguna de las historias que he oído hablaban de un lugar así-, manifestó con aparente frialdad Susurros-del-Pasado.
-Lars cree que son fantasmas-, se chivó Faruq de pronto. -No me parece que estemos en el reino de los muertos, pero puede que tenga razón.
-Es únicamente una suposición-, respondió el Theurge a la defensiva cuando todas las miradas se posaron en él. -Y no dije fantasmas. Dije Emanaciones. Sombras de los vivos. El mismo tipo de espíritus que vimos en el Campo de Batalla.
-¿Entonces hemos salvado a los espíritus torturados?-, preguntó ansioso Canción-Oculta.
-No hay forma de saberlo por ahora, pero sospecho que no.
-Si tienes razón-, empezó a decir Susurros-del-Pasado, -no merece la pena que nos esforcemos por salvar a las víctimas.
-¡Estás loco!-, exclamó enfadado Canción-Oculta. -¡No podemos quedarnos de brazos cruzados como si no estuviese pasando nada!
-Puede que nuestra compasión sea nuestro peor enemigo en este reino, alfa de las Cinco-Garras-de-Gaia-, respondió el Señor de la Sombra intentando parecer tranquilo. Todos fueron bien conscientes de que el Galliard le recordaba su cargo a Canción-Oculta con el objeto de que pensase no sólo en el bienestar de las Emanaciones, sino en el de toda la manada.
-¡Susurros-del-Pasado tiene razón!-, ladró de repente Raimorantha. -Están muertos. No se puede salvar a los muertos.
-Estáis equivocados, terriblemente equivocados-, respondió Canción-Oculta. -Gaia nos creó precisamente para combatir estos crímenes.
-¿Pero no nos había creado para combatir el Wyrm?-, preguntó Faruq recuperando su papel de Ragabash.
-El Wyrm se hace fuerte con estos crímenes. Si los combatimos, ayudaremos a derrotarlo.
-Palabras humanas-, gruñó Raimorantha con desprecio.
-Soy el alfa-, respondió Canción-Oculta. -Según la Letanía podría obligaros a todos a someteros a mi juicio, pero no lo haré. Nunca lo he hecho porque debemos aprender de los errores de nuestros antepasados. Tenemos que demostrar que somos mejores que ellos. Decidamos entre todos la decisión que tomará nuestra manada. Ya conocéis mi opinión. Lars, ¿tú que dices?
El Fenris observó con su único ojo sano al Colmillo Plateado. Sabía que su respuesta tendría un gran peso en la decisión de sus hermanos de manada. Canción-Oculta era el alfa y hablaba con el alma de un auténtico Philodox. Ninguno de ellos dudaba que no fuese a tomar la decisión más justa, pero Lars era un Theurge. Era el Garou presente con más conocimientos acerca de la Umbra y sus habitantes. Si decidía que la mejor decisión para continuar la búsqueda espiritual del Gran Uktena era abandonar a las víctimas a su suerte, el resto lo tendría en cuenta. El problema era que no sabía cuál era la respuesta correcta y el peso de la responsabilidad cayó sobre él como un jarro de agua fría. Al final, tras un largo minuto reflexionando, no pudo demorar su decisión por más tiempo.
-Por mucho que me duela reconocerlo, creo que debemos comportarnos como hicimos en el Campo de Batalla. Movernos sigilosamente por el reino y observarlo todo, sin intervenir para salvar a las víctimas-, lo había dicho, aunque eso no hizo que se sintiese mejor.
La manada continuó avanzando entre los montículos, descubriendo nuevos crímenes tortuosos que casi quebraron su determinación a ceñirse únicamente al papel de simples testigos. Contemplaron con horror cómo unos soldados estadounidenses violaban y masacraban a los habitantes indefensos de una pequeña aldea vietnamita sin nombre. Incluso esos terribles crímenes se vieron rápidamente igualados cuando descubrieron a un sacerdote católico aplicar sus herramientas de tortura para convertir en una pulpa sangrienta los pies y las manos de una anciana destrozada, cuya piel mostraba con claridad marcas de haber sufrido los tormentos del fuego, o cuando se encontraron con un médico de la SS "cosiendo" sin anestesia la piel y los músculos de dos niños gemelos y demacrados, uniéndolos para siempre en un grotesco ser.
No obstante, la determinación de los Garou no quedó sin recompensa, ya que también descubrieron una Perdición solitaria contemplando extasiada cómo un policía japonés le daba una paliza a un vagabundo. Lars casi podría haber jurado que ese ser inmundo estaba disfrutando al contemplar la agonía de las víctimas. Y había allí algo más. Parecía que se estaba volviendo más corpórea. Sin embargo, no pudo averiguar nada más, ya que Crow y Raimorantha eligieron ese preciso instante para transformarse en Crinos y destrozar a la Perdición sin que tuviese posibilidad alguna de escapar.
-¡Estúpidos!-, ladró Faruq. -Habíamos acordado no intervenir.
-Era un siervo del Wyrm-, se defendió Crow. -Seguro que su destrucción...
-Su destrucción no impedirá nada-, les interrumpió Lars mientras señalaba a las emanaciones con la mano derecha. -¡Mirad!
El policía, cansado de golpear al mendigo con su porra extensible, vació sobre su víctima el contenido de una botella de licor que había aparecido de repente en el suelo, como si siempre hubiese estado allí. A continuación, mientras el vagabundo se arrastraba lentamente en un vano intento de alejarse entre gemidos y lloros, el sonriente policía sacó una caja de cerillas y, sin decir ni una palabra, arrojó una cerrilla ardiente sobre la espalda del mendigo, prendiéndolo en llamas en el acto.
Abatido, Canción-Oculta llamó a los dos Ahroun y los obligó a alejarse de los aullidos moribundos del mendigo. Todos los Garou de las Cinco-Garras-de-Gaia sentían la intensa tentación de intervenir, pero habían descubierto para su pesar que en ese reino sus actos no podían salvar a las víctimas de su cruel destino. Era una lección amarga y difícil de digerir, pero debían aprender a aceptarlo si querían avanzar en su búsqueda espiritual.
-Tenías razón-, le dijo al alfa de su manada.
-¿En qué?-, quiso saber Susurros-del-Pasado cuando vio que Canción-Oculta permanecía en silencio.
-Al decir que el Wyrm se fortalece con estos crímenes-, le explicó el Theurge. -Creo que la Perdición se estaba alimentando del sufrimiento espiritual de las emanaciones. Debemos avanzar con cuidado. Estoy seguro de que habrá más espíritus malvados por aquí, alimentándose del dolor y la desesperación provocados por la humanidad contra sí misma.
-¿Crees que era eso lo que quería enseñarnos el Gran Uktena?-, preguntó Crow visiblemente incómodo al comprender de pronto lo que les estaba explicando el Theurge. Impedir que la humanidad se dañase a sí misma para que sus crímenes no fortaleciesen a las criaturas del Wyrm parecía una hazaña que ni siquiera los grandes Ahroun podrían completar con éxito.
-Lo dudo-, respondió Lars tras observar la superficie oscurecida del Ojo del Kraken. -Todavía nos quedan más lecciones por aprender.
La lista de atrocidades de las que estaban siendo testigos siguió creciendo. Aquí dos sádicos militares ingleses vestidos con uniformes del siglo diecinueve estaban torturando a un irlandés católico con la excusa de obtener una confesión de sus crímenes, allí un sacerdote bajito, babilonio o asirio, Lars no pudo determinar su origen con total certeza, abría violentamente las vísceras de un joven maniatado para tratar de discernir el futuro, y más lejos aún, un mecánico ruso golpeaba y violaba con total impunidad a una niña pequeña que había tenido la desgracia de caer en sus manos.
Por supuesto, ni él ni sus hermanos de manada permanecieron impasibles. Crow y Raimorantha destrozaron a los soldados ingleses, mientras Canción-Oculta y Susurros-del-Pasado liberaban a la niña de su terrible destino. Por su parte, Faruq y él mismo cargaron contra el sacerdote, que no fue consciente de su presencia hasta que cayeron sobre él, lo apartaron de su víctima y desgarraron frenéticamente su cuerpo. Su enemigo apenas pudo hacer otra cosa que gritar, uniéndose al coro de aullidos de dolor de aquel reino maligno, hasta que su voz se acalló violentamente.
En un arrebato de inspiración, la mente de Lars se aclaró lo bastante para percatarse de un hecho: el cuerpo del sacerdote no estaba hecho de carne y sangre como el de cualquier ser vivo, sino de una sustancia de aspecto semitraslúcido que se diluía lentamente ante sus ojos. "¡Emanaciones!", se dijo a sí mismo. "Tenía que haberme dado cuenta antes". El Theurge se volvió y observó a Faruq, que había adoptado la forma homínida, intentar volver a meter las entrañas del hombre dentro su vientre.
-¡Ayúdame Lars!-, gritó el Ragabash desesperado y con los ojos cubiertos de lágrimas.
A pesar de que sabía que sus esfuerzos estaban condenados al fracaso, corrió para ayudarlo como pudiese. El hombre se sacudía de dolor, gritando con todas sus fuerzas. Lars lo inmovilizó mientras Faruq hacía el resto del trabajo. Todo fue en vano. Con un último chillido de agonía, el hombre murió entre sus brazos sin que ninguno de los dos hubiesen podido evitarlo.
-¡Mierda!-, gritó el Caminante Silencioso. -¿Pero qué está pasando aquí, joder?
-No podíamos salvarlo, Faruq. Ya estaba muerto.
-¿Quieres decir que era un fantasma?-, preguntó mientras aclaraba sus ideas.
Su hermano de manada había dado en el clavo. En la nación Garou, existían numerosos rumores de que los Caminantes Silenciosos estaban ligados al reino de la muerte y que frecuentaban la compañía de las almas de los difuntos. Lars intuía ahora que esos rumores podían estar en lo cierto.
-Tú los llamas fantasmas, yo Emanaciones. Usa el nombre que prefieras, pero estoy seguro de que estos dos llevaban muertos desde hace algunos milenios. ¡Vamos! Busquemos a los demás y reunamos a la manada.
Faruq asintió sin protestar. Minutos más tarde encontraron a los demás. Ninguno había tenido dificultades para poner fin a los ultrajes que se estaban cometiendo. Sin embargo, las víctimas habían muerto o desaparecido, al igual que los cadáveres de sus torturadores. En cualquier caso, todos los Garou estaban frustrados y furiosos.
-¿Estamos en el reino del Wyrm?-, preguntó Crow entre fuertes gruñidos. Se refería a Malfeas, por supuesto, pero ni siquiera un Ahroun presa de la rabia como él se atrevió a pronunciar ese nombre en voz alta.
-Creo que no-, intervino Lars intentando conferir a su voz más seguridad de la que sentía realmente. -No hay duda de que este lugar está corrompido por el Wyrm, pero no creo que estemos en su propio reino.
-Estoy de acuerdo-, le apoyó Canción-Oculta. -Si son ciertas la mitad de las historias que oído de ese terrible lugar, hubiésemos sabido con seguridad y desde el principio que estábamos allí.
-El Ojo del Kraken no marca ninguna dirección, así que tendremos que explorar más este... lugar y averiguar por qué el Gran Uktena nos ha traído aquí. Sospecho que nos encontramos en otro reino de la Umbra Media, uno parecido al Campo de Batalla.
-No-, negó Canción-Oculta. -Este sitio es distinto. ¿No lo notáis? Aquí no hay combates. Sólo víctimas y verdugos y dolor, mucho dolor. El sufrimiento es casi... palpable.
-Ninguna de las historias que he oído hablaban de un lugar así-, manifestó con aparente frialdad Susurros-del-Pasado.
-Lars cree que son fantasmas-, se chivó Faruq de pronto. -No me parece que estemos en el reino de los muertos, pero puede que tenga razón.
-Es únicamente una suposición-, respondió el Theurge a la defensiva cuando todas las miradas se posaron en él. -Y no dije fantasmas. Dije Emanaciones. Sombras de los vivos. El mismo tipo de espíritus que vimos en el Campo de Batalla.
-¿Entonces hemos salvado a los espíritus torturados?-, preguntó ansioso Canción-Oculta.
-No hay forma de saberlo por ahora, pero sospecho que no.
-Si tienes razón-, empezó a decir Susurros-del-Pasado, -no merece la pena que nos esforcemos por salvar a las víctimas.
-¡Estás loco!-, exclamó enfadado Canción-Oculta. -¡No podemos quedarnos de brazos cruzados como si no estuviese pasando nada!
-Puede que nuestra compasión sea nuestro peor enemigo en este reino, alfa de las Cinco-Garras-de-Gaia-, respondió el Señor de la Sombra intentando parecer tranquilo. Todos fueron bien conscientes de que el Galliard le recordaba su cargo a Canción-Oculta con el objeto de que pensase no sólo en el bienestar de las Emanaciones, sino en el de toda la manada.
-¡Susurros-del-Pasado tiene razón!-, ladró de repente Raimorantha. -Están muertos. No se puede salvar a los muertos.
-Estáis equivocados, terriblemente equivocados-, respondió Canción-Oculta. -Gaia nos creó precisamente para combatir estos crímenes.
-¿Pero no nos había creado para combatir el Wyrm?-, preguntó Faruq recuperando su papel de Ragabash.
-El Wyrm se hace fuerte con estos crímenes. Si los combatimos, ayudaremos a derrotarlo.
-Palabras humanas-, gruñó Raimorantha con desprecio.
-Soy el alfa-, respondió Canción-Oculta. -Según la Letanía podría obligaros a todos a someteros a mi juicio, pero no lo haré. Nunca lo he hecho porque debemos aprender de los errores de nuestros antepasados. Tenemos que demostrar que somos mejores que ellos. Decidamos entre todos la decisión que tomará nuestra manada. Ya conocéis mi opinión. Lars, ¿tú que dices?
El Fenris observó con su único ojo sano al Colmillo Plateado. Sabía que su respuesta tendría un gran peso en la decisión de sus hermanos de manada. Canción-Oculta era el alfa y hablaba con el alma de un auténtico Philodox. Ninguno de ellos dudaba que no fuese a tomar la decisión más justa, pero Lars era un Theurge. Era el Garou presente con más conocimientos acerca de la Umbra y sus habitantes. Si decidía que la mejor decisión para continuar la búsqueda espiritual del Gran Uktena era abandonar a las víctimas a su suerte, el resto lo tendría en cuenta. El problema era que no sabía cuál era la respuesta correcta y el peso de la responsabilidad cayó sobre él como un jarro de agua fría. Al final, tras un largo minuto reflexionando, no pudo demorar su decisión por más tiempo.
-Por mucho que me duela reconocerlo, creo que debemos comportarnos como hicimos en el Campo de Batalla. Movernos sigilosamente por el reino y observarlo todo, sin intervenir para salvar a las víctimas-, lo había dicho, aunque eso no hizo que se sintiese mejor.
-.-
La manada continuó avanzando entre los montículos, descubriendo nuevos crímenes tortuosos que casi quebraron su determinación a ceñirse únicamente al papel de simples testigos. Contemplaron con horror cómo unos soldados estadounidenses violaban y masacraban a los habitantes indefensos de una pequeña aldea vietnamita sin nombre. Incluso esos terribles crímenes se vieron rápidamente igualados cuando descubrieron a un sacerdote católico aplicar sus herramientas de tortura para convertir en una pulpa sangrienta los pies y las manos de una anciana destrozada, cuya piel mostraba con claridad marcas de haber sufrido los tormentos del fuego, o cuando se encontraron con un médico de la SS "cosiendo" sin anestesia la piel y los músculos de dos niños gemelos y demacrados, uniéndolos para siempre en un grotesco ser.
No obstante, la determinación de los Garou no quedó sin recompensa, ya que también descubrieron una Perdición solitaria contemplando extasiada cómo un policía japonés le daba una paliza a un vagabundo. Lars casi podría haber jurado que ese ser inmundo estaba disfrutando al contemplar la agonía de las víctimas. Y había allí algo más. Parecía que se estaba volviendo más corpórea. Sin embargo, no pudo averiguar nada más, ya que Crow y Raimorantha eligieron ese preciso instante para transformarse en Crinos y destrozar a la Perdición sin que tuviese posibilidad alguna de escapar.
-¡Estúpidos!-, ladró Faruq. -Habíamos acordado no intervenir.
-Era un siervo del Wyrm-, se defendió Crow. -Seguro que su destrucción...
-Su destrucción no impedirá nada-, les interrumpió Lars mientras señalaba a las emanaciones con la mano derecha. -¡Mirad!
El policía, cansado de golpear al mendigo con su porra extensible, vació sobre su víctima el contenido de una botella de licor que había aparecido de repente en el suelo, como si siempre hubiese estado allí. A continuación, mientras el vagabundo se arrastraba lentamente en un vano intento de alejarse entre gemidos y lloros, el sonriente policía sacó una caja de cerillas y, sin decir ni una palabra, arrojó una cerrilla ardiente sobre la espalda del mendigo, prendiéndolo en llamas en el acto.
Abatido, Canción-Oculta llamó a los dos Ahroun y los obligó a alejarse de los aullidos moribundos del mendigo. Todos los Garou de las Cinco-Garras-de-Gaia sentían la intensa tentación de intervenir, pero habían descubierto para su pesar que en ese reino sus actos no podían salvar a las víctimas de su cruel destino. Era una lección amarga y difícil de digerir, pero debían aprender a aceptarlo si querían avanzar en su búsqueda espiritual.
-Tenías razón-, le dijo al alfa de su manada.
-¿En qué?-, quiso saber Susurros-del-Pasado cuando vio que Canción-Oculta permanecía en silencio.
-Al decir que el Wyrm se fortalece con estos crímenes-, le explicó el Theurge. -Creo que la Perdición se estaba alimentando del sufrimiento espiritual de las emanaciones. Debemos avanzar con cuidado. Estoy seguro de que habrá más espíritus malvados por aquí, alimentándose del dolor y la desesperación provocados por la humanidad contra sí misma.
-¿Crees que era eso lo que quería enseñarnos el Gran Uktena?-, preguntó Crow visiblemente incómodo al comprender de pronto lo que les estaba explicando el Theurge. Impedir que la humanidad se dañase a sí misma para que sus crímenes no fortaleciesen a las criaturas del Wyrm parecía una hazaña que ni siquiera los grandes Ahroun podrían completar con éxito.
-Lo dudo-, respondió Lars tras observar la superficie oscurecida del Ojo del Kraken. -Todavía nos quedan más lecciones por aprender.
No hay comentarios:
Publicar un comentario