lunes, 24 de junio de 2013

FARUQ (6 - 3)

Campo de Batalla (Umbra Media)

Faruq y el resto de los Garou se internaron en la pesada neblina, volviendo a perder muy pronto la capacidad de orientarse. "No importa", se tranquilizó a sí mismo el Ragabash. "Es la Umbra. Se supone que aquí todo tiene que cambiar, ¿verdad?" Poco tiempo después, tuvieron que ocultarse cuando un pequeña patrulla de tanques cruzó los restos del bosque a una distancia demasiado corta para su gusto. Sin embargo, la niebla omnipresente evitó que fuesen vistos y les permitió escapar sin tener que enfrentarse a ellos.

Utilizando su brújula-fetiche, Lars les guió hasta que llegaron al firme asfaltado de una carretera de dos carriles, sembrada de pequeñas grietas y numerosos cráteres. De algún modo que no supo explicar, el Caminante Silencioso sentía la seguridad de saber que por ahora estaban a salvo, como lo habían estado cuando dieron sus primeros pasos en el reino sobre la calzada romana que los condujo a Stuttgart.

Moviéndose en completo silencio para no llamar la atención de los belicosos habitantes espirituales del reino, se dirigieron hacia la izquierda, dejando atrás numerosos carteles con anuncios a destinos tan deseables como la batalla del Kursk, Meerut, Cartago o Gaza. El número aparentemente infinito de estos postes y otros más escritos en lenguas e idiomas completamente incomprensibles para él le dieron una profunda comprensión del potencial destructivo inherente a la humanidad. No obstante, la repetición de batalla tras batallas acabó por cansarlo y dejó de prestar atención a los carteles y postes de señales, concentrándose únicamente en vigilar a sus hermanos.

Lars les obligó a detenerse en una encrucijada de tres caminos, para acabar cogiendo finalmente el de la derecha. "White Hills", rezaban unas toscas letras grabadas sobre la piedra de un miliario de época romana. Faruq no tenía ni idea de lo que les esperaba allí, así que se preparó para lo peor y confió su suerte al Gran Uktena.

La carretera desapareció de repente bajo sus pies, sustituida sin previo aviso por dura tierra firme. La niebla les impedía ver que había más allá de unos cincuenta metros, pero pudieron adivinar que aquí también era de noche, con la luna llena dominando el cielo despejado, y que estaban en algún tipo de terreno de colinas bajas. La única vegetación que había por los alrededores eran unos pocos abetos y parches de hierba salvaje que rozaban los bordes de sus rodillas.

-¿Y ahora qué?-, le preguntó a su improvisado guía.

-No lo sé-, respondió éste con voz queda.

Un ruido en el manto fantasmal les indicó que la brújula no se había equivocado. Antes de que Canción-Oculta les urgiese a cubrirse, Faruq ya había pegado su cuerpo todo lo que pudo al suelo y utilizado el don espiritual del Ojo Nublado para confundirse mejor con el terreno. "En un reino como el Campo de Batalla, las precauciones nunca están de más", razonó el Ragabash.

Unos movimientos furtivos llamaron poderosamente su atención. Una docena de sombras humanas coronaron la cima de una de las colinas, tomando todas las precauciones que podían para pasar desapercibidos. La mayoría eran hombres blancos, vestidos con polvorientas gabardinas de viaje, sombreros y botas. Unos pocos estaban armados con pistolas y rifles, pero la mayoría parecían estar desarmados, lo que alertó todavía más al Ragabash.

Canción-Oculta hizo un gesto para seguir a los intrusos, cuando éstos desaparecieron de su línea de visión. "¡Es la hora del Ragabash!", quiso gritar Faruq mientras avanzaba por delante del grupo. Recortó rápidamente la distancia que los separaba y trepó hábilmente por la misma colina por la que los habían visto por última vez. Allí recuperó el contacto visual. Los humanos se habían dividido en cuatro grupos y parecían estar rodeando... una pequeña aldea india. Tres nativos americanos hacían guardia entre las tiendas de cuero, aunque seguramente habría algún otro más escondido. Sin embargo, todo parecía indicar que no se habían percatado de la amenaza que estaba a punto de caer sobre ellos.

A pesar de que Lars insistiese en que todas estas batallas ya habían sucedido, Faruq se sintió muy tentando de gritar con todas sus fuerzas para evitar que los indios cayesen en una emboscada. Puede que no cambiase nada y que sus protagonistas estuviesen muertos hace muchos años, pero una parte de él quiso cambiar el desenlace. "¿Qué ocurriría si les aviso?", se preguntó nervioso. Las dudas lo carcomieron por dentro. Sabía lo que iba a ocurrir. "Será como en las películas, aunque los muertos no serán actores", pensó el Caminante Silencioso sin percatarse de que había apretado con tanta fuerza los puños que se había hecho un poco de sangre.

Los suyos llegaron a su posición en ese momento. Canción-Oculta pareció experimentar el mismo conflicto que él, mientras que Lars y Susurros-del-Pasado aguardaban  buscando cualquier cosa en este lugar que Uktena quisiese que vieran. Entretanto, los dos Ahroun aguardaban dispuestos a intervenir si fuese necesario. "Seguro que este reino les encanta", pensó el Ragabash maliciosamente.

Un nuevo detalle llamó inmediatamente su atención. Varios asaltantes cambiaron de forma en ese precioso momento, convirtiéndose en el acto en figuras Crinos de pelaje blanco plateado. A Faruq no le quedó ninguna duda razonable de que todos ellos eran Colmillos Plateados. En ese preciso momento, se desató el caos: dos Crinos de pelaje pardo, de la tribu Uktena, salieron de improviso de la Umbra, cargando contra los intrusos mientras aullaban con todas sus fuerzas para alertar a los suyos.

Perdido el factor sorpresa, los Colmillos Plateados se arrojaron a los brazos de la batalla mientras sus Parientes les cubrían disparando con sus armas de fuego desde la seguridad de las colinas. Uno de los vigías demostró ser otro Uktena al convertirse en un feroz Hispo. Hubo gritos de furia y de agonía en los escasos segundos que pasaron a partir de ese momento. A pesar de luchar con valentía, estaba claro que los defensores no podrían proteger el poblado ni a sus familias.

-¿Qué hacemos?-, preguntó Crow nervioso, pero alfa de la manada no le respondió, sino que permaneció observando pasivamente la escena.

-Vamos a la batalla-, gruñó Raimorantha primordial y salvaje.

-Esperad-, les pidió Canción-Oculta. Parecía que el Philodox casi se lo estaba suplicando.

Faruq intentó buscar con la mirada qué había perturbado tanto a su hermano para dejarlo en ese estado. Rápidamente divisó a dos asaltantes que se habían quedado al margen del combate. Uno de ellos era un Colmillo Plateado, un guerrero Garou en toda la magnitud de la expresión. Aunque apenas se veían desde aquella distancia, su cuerpo mostraba cicatrices duramente ganadas en batallas anteriores. El otro era un hombre joven que tendría más o menos su misma edad, de pelo rubio y rostro bien afeitado. Vestía unos gastados pantalones vaqueros, una camisa negra sobre la que llevaba un cinturón de munición y un pañuelo rojo anudado al cuello, e iba calzado con unas gastadas botas rematadas con espuelas. "Tal vez sea un Pariente", se percató Faruq. En su mano derecha empuñaba un revólver, aunque no parecía apuntar al Colmillo Plateado con el que estaba discutiendo. "Debe tener unos huevos de hierro para plantarle cara a un Crinos furioso."

-¿Les conoces?-, preguntó Susurros-del-Pasado.

-Creo que es... más joven que la última vez que lo vi-, reconoció el Philodox con voz perdida. Su rostro bien podía haber palidecido en cuestión de segundos.

Por sus gestos, parecía que el Pariente de los Colmillos Plateados se estaba negando a tomar parte en el asalto a la aldea india y que el Garou con el que discutía no se había tomado demasiado bien su negativa, ya que alzó su enorme brazo como si fuese a golpearlo si no se unía al ataque en el acto. El joven negó con la cabeza una vez más y arrojó desafiante su revólver al suelo. No debió haberlo hecho. El Garou respondió golpeándolo en la cara con un brutal barrido de brazo, enviándolo inmediatamente al suelo donde acaba de arrojar su arma.

-¡No!-, protestó Canción-Oculta angustiado. Su voz pasó completamente desapercibida en aquel caos de disparos y gritos, pero preocupó extraordinariamente a sus hermanos de manada. Incluso Susurros-del-Pasado estaba nervioso y se removía inquieto.

El Colmillo Plateado no se conformó con lo acababa de hacer. Pegó dos patadas más al joven en el vientre y luego lo alzó en el aire con sus grandes manazas, sacudiéndolo de un lado a otro como si fuese la rama caída de un árbol hasta que, finalmente, se cansó de él y lo arrojó por los aires. El pariente intentó arrastrarse, moviéndose despacio hacia el revólver que había soltado. No obstante, el Garou volvió a caer sobre él y sus garras abrieron tres surcos sangrientos desde el pecho al vientre. A continuación se alejó sin mirar en ningún momento atrás, uniéndose a la matanza que estaban causando sus compañeros en el poblado.

-Somos unos malditos psicópatas-, murmuró Canción-Oculta derrotado.

-¿Qué está pasando?-, preguntó Faruq conmovido por la angustia de su hermano.

-Violó a Margaret Radley en Alberta y a mí me dejó con vida para humillarme...

-¿Quién?-, murmuró el Caminante Silencioso al mismo tiempo que empezaba atar cabos. Recordaba que Canción-Oculta había sido expulsado temporalmente de su tribu poco después de su Rito de Iniciación por un incidente ocurrido con una joven de la Parentela, aunque él nunca había hecho caso de los rumores.

-Se llama Relámpago-, murmuró Canción-Oculta sin apartar la vista del hombre ensangrentado, que seguía vivo contra todo pronóstico y trataba de alejarse arrastrándose patéticamente por el suelo. Al verle, cualquiera pensaría que no lograría sobrevivir más de una hora. -Y se entregará al Wyrm para vengarse de nosotros... de su antigua tribu.

Al igual que todos los presentes, Faruq se quedó sin palabras. Ninguno de sus trucos como Luna Nueva lo había preparado para tratar de aliviar un dolor tan angustioso como el que estaba reviviendo Canción-Oculta en esos momentos, así que hizo lo único que se le ocurrió. Abrazó a su hermano sin pensarlo,  apretando con fuerza para consolarlo. El abrazó se prolongó durante un largo minuto sin que ninguno de los seis Garou dijese nada más. Cuando Canción-Oculta volvió a recuperarse un poco, la batalla había terminado. Una vez que mataron a los Garou Uktena, los Colmillos Plateados habían masacrado a todos los ocupantes de la aldea sin hacer distinciones entre hombres, mujeres o niños.

-Sé que no es un buen momento-, anunció Lars incómodo, -pero el ojo de Kraken vuelve a marcar una dirección. Debemos continuar nuestra búsqueda.

Canción-Oculta asintió cabizbajo. Los seis empezaron a caminar en silencio para alejarse del lugar de la matanza, aunque Faruq se detuvo unos segundos para buscar la figura de Relámpago entre los matojos de hierbas. No tuvo éxito, pero no supo si ello se debía a la volátil naturaleza del reino o, si por el contrario, reflejaba el hecho de que el Wyrm hubiese salvado su vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario