Parque Estatal del Monte Tamilpais, California (EE.UU.)
17 de noviembre de 1998
Ataviado con una sencilla manta rojiza y sin abandonar la forma Glabro, León-en-Marcha lo sacó en silencio de la arboleda donde permanecía su manada. No parecía seguir ningún sendero reconocible, al menos ninguno que Lars pudiera distinguir en mitad de la noche con un solo ojo. Incluso Selene parecía conspirar en su contra, ya que su rostro estaba casi completamente oscurecido, anunciando ya el rostro de luna nueva que portaría al día siguiente. El Fenris tenía que luchar constantemente para permanecer despierto, mientras obligaba a sus piernas a dar un paso y luego otro, siguiendo el despiadado ritmo del Uktena. Su indómita fuerza de voluntad era lo único que impedía que perdiese la consciencia. A pesar de que había descansado durante todo el día, su cuerpo todavía no se había recuperado de la pérdida de sangre que había sufrido cuando se arrancó el ojo izquierdo para entregárselo a Kraken. Peor aún, sin que lo supiesen sus hermanos, Padre-Noche le había aconsejado que no probase alimento ni comida alguna, pues decía que necesitaría estar limpio de toda clase de impurezas físicas y espirituales. Lars había seguido sus instrucciones al pie de la letra y ahora pagaba el precio provocado por esas exigencias.
"Tengo que apartar de mí esos pensamientos", se dijo a sí mismo para darse ánimos. "El Gran Uktena me está preparando para algo importante, muy importante." El Theurge intentó levantar la vista de nuevo para intentar orientarse, pero se halló completamente perdido. Lo único que sabían es que se habían apartado del centro del túmulo y de los senderos por los que los había guiado Corazón-Capaz. Desalentado, volvió a mirar a sus pies, obligándolos a avanzar paso a paso sin detenerse.
-¿Puedes continuar?-, le preguntó León-en-Marcha en voz baja. -Te prometo que casi hemos llegado.
Lars no respondió de inmediato, sino que volvió a mirar a su alrededor para recuperar el aliento. Estaban subiendo una pequeña colina y al otro lado distinguía las copas de otra pequeña arboleda. Nunca había creído que podría llegar a encontrarse en el estado en que se hallaba, débil como un recién nacido, lleno de dolores y achaques.
-Puedo hacerlo-, gruñó jadeante.
León-en-Marcha no dijo nada más y se limitó a reanudar el avance, sabiendo que probablemente no resistiría el esfuerzo durante mucho más tiempo. Después de unos interminables minutos, las estrellas vieron cómo coronaban torpemente la cima de la colina. A continuación, comenzaron el descenso por el otro lado, bajo el amparo de los abetos. Sin embargo, no llegaron a completar ese descenso, porque León-en-Marcha se detuvo a mitad de camino. Con la vista borrosa, Lars estuvo a punto de protestar. Sin embargo, guardó silencio cuando vio en el suelo una pequeña estructura de madera, hecha con troncos de árboles, que estaba camuflada ingeniosamente con ramas y otros matorrales de la zona.
El Uktena abrió la pequeña puerta sin cerrojo y tuvo mucho cuidado de ayudarlo a descender sin golpearse contra el marco de la puerta, demasiado bajo, y bajar por las escaleras de tierra. También lo ayudó a sentarse contra la pared terrosa. A continuación se acercó a un pequeño agujero en el centro de la estrecha estancia, donde encendió un fuego sin más ayuda que unas rápidas palabras y un gesto teatral de sus manos. La lumbre apartó lentamente las sombras, revelando extrañas marcas tribales en las paredes y petroglifos Garou grabados directamente sobre la madera.
-¿Dónde estamos?-, preguntó intentando recuperar el aliento.
-Pronto lo sabrás.
La enigmática respuesta del Uktena no le sorprendió en absoluto. "Demasiadas pruebas, demasiados secretos", maldijo para sí. Durante unos segundos, la luz del fuego bailó una borrosa danza, entremezclando las pinturas y las marcas, lo que confundió todavía más la mente del Theurge. Parpadeó una vez sin poder evitarlo. En esos momentos, León-en-Marcha estaba usando un gancho de hierro para colocar adecuadamente unas piedras en el fuego. Satisfecho con su pequeño trabajo, el Uktena salió fuera de la tienda, cerrando la puerta tras de sí.
Después de unos largos minutos, Lars pudo escuchar su voz procedente del otro lado de la puerta. León-en-Marcha estaba suplicando la ayuda de los espíritus, urgiéndolos a purificarle física, mental, espiritual y emocionalmente. El Maestro del Rito repitió la misma llamada desde otra lado de la cabaña. Lars intentó luchar en vano contra el sueño y el cansancio, pero perdió esa batalla imposible antes de que el Uktena hubiese terminado su segunda súplica.
"Tengo que apartar de mí esos pensamientos", se dijo a sí mismo para darse ánimos. "El Gran Uktena me está preparando para algo importante, muy importante." El Theurge intentó levantar la vista de nuevo para intentar orientarse, pero se halló completamente perdido. Lo único que sabían es que se habían apartado del centro del túmulo y de los senderos por los que los había guiado Corazón-Capaz. Desalentado, volvió a mirar a sus pies, obligándolos a avanzar paso a paso sin detenerse.
-¿Puedes continuar?-, le preguntó León-en-Marcha en voz baja. -Te prometo que casi hemos llegado.
Lars no respondió de inmediato, sino que volvió a mirar a su alrededor para recuperar el aliento. Estaban subiendo una pequeña colina y al otro lado distinguía las copas de otra pequeña arboleda. Nunca había creído que podría llegar a encontrarse en el estado en que se hallaba, débil como un recién nacido, lleno de dolores y achaques.
-Puedo hacerlo-, gruñó jadeante.
León-en-Marcha no dijo nada más y se limitó a reanudar el avance, sabiendo que probablemente no resistiría el esfuerzo durante mucho más tiempo. Después de unos interminables minutos, las estrellas vieron cómo coronaban torpemente la cima de la colina. A continuación, comenzaron el descenso por el otro lado, bajo el amparo de los abetos. Sin embargo, no llegaron a completar ese descenso, porque León-en-Marcha se detuvo a mitad de camino. Con la vista borrosa, Lars estuvo a punto de protestar. Sin embargo, guardó silencio cuando vio en el suelo una pequeña estructura de madera, hecha con troncos de árboles, que estaba camuflada ingeniosamente con ramas y otros matorrales de la zona.
El Uktena abrió la pequeña puerta sin cerrojo y tuvo mucho cuidado de ayudarlo a descender sin golpearse contra el marco de la puerta, demasiado bajo, y bajar por las escaleras de tierra. También lo ayudó a sentarse contra la pared terrosa. A continuación se acercó a un pequeño agujero en el centro de la estrecha estancia, donde encendió un fuego sin más ayuda que unas rápidas palabras y un gesto teatral de sus manos. La lumbre apartó lentamente las sombras, revelando extrañas marcas tribales en las paredes y petroglifos Garou grabados directamente sobre la madera.
-¿Dónde estamos?-, preguntó intentando recuperar el aliento.
-Pronto lo sabrás.
La enigmática respuesta del Uktena no le sorprendió en absoluto. "Demasiadas pruebas, demasiados secretos", maldijo para sí. Durante unos segundos, la luz del fuego bailó una borrosa danza, entremezclando las pinturas y las marcas, lo que confundió todavía más la mente del Theurge. Parpadeó una vez sin poder evitarlo. En esos momentos, León-en-Marcha estaba usando un gancho de hierro para colocar adecuadamente unas piedras en el fuego. Satisfecho con su pequeño trabajo, el Uktena salió fuera de la tienda, cerrando la puerta tras de sí.
Después de unos largos minutos, Lars pudo escuchar su voz procedente del otro lado de la puerta. León-en-Marcha estaba suplicando la ayuda de los espíritus, urgiéndolos a purificarle física, mental, espiritual y emocionalmente. El Maestro del Rito repitió la misma llamada desde otra lado de la cabaña. Lars intentó luchar en vano contra el sueño y el cansancio, pero perdió esa batalla imposible antes de que el Uktena hubiese terminado su segunda súplica.
-.-
Abrió su único ojo, todavía medio dormido, cuando escuchó los primeros golpes del tambor. La luz de las llamas le permitieron ver a León-en-Marcha, junto a él, dando suaves golpecitos sobre la cubierta de cuero de un pequeño tambor mientras realizaba un cántico nativo americano. Lars intentó serenarse sacudiendo la cabeza, pero eso sólo consiguió hacer que su vista se enturbiase más aun. Aturdido, cerró su ojo sano y echó la cabeza hacia atrás intentando despertarse de todo. León-en-Marcha ignoró sus penosos esfuerzos y prosiguió con sus cánticos, alzando su voz en partes concretas y bajándola hasta no alcanzar apenas un susurro en otras.
-.-
Lars volvió a abrir el ojo. Se había vuelto a quedar dormido. No sabía cuánto tiempo había estado inconsciente, pero no debía haber sido mucho puesto que el Uktena seguía sentado en la misma posición, tocando el tambor y realizando sus ancestrales cánticos. Sin embargo, el Fenris no podía jurarlo. Tenía mucho calor. La cabeza le daba vueltas. El calor y la luz de las llamas le daban la impresión de haber caído en el mismísimo infierno cristiano.
El Uktena finalizó su cántico con un último golpe en el tambor, para apartar luego el instrumento. Lars lo vio ponerse en pie, recoger un manojo de plumas, ramas y ramas secas, y acercarse a él hasta cubrir todo su ángulo de visión. Sombrío y amenazador de repente, León-en-Marcha agitó el manojo a pocos centímetros de su cara. En varias ocasiones, las puntas de las hojas acariciaron su rostro con brusquedad, aunque sin hacerle ningún daño real. En un breve segundo de lucidez, Lars se percató de que el Uktena se había pintado su rostro humano con marcas tribales, al igual que su pecho o sus brazos. A continuación su compañero bajó el manojo de plumas y hojas desde su cabeza hasta los pies y viceversa.
Pese a la torpeza provocada por el calor al que había que añadir su agotamiento físico y mental, Lars estaba impresionado. La ceremonia parecía brutal y despiadada, pero apelaba a una parte más primitiva y pura de sí mismo que nada que hubiese conocido con anterioridad a ese momento, por lo que siguió observando en completo silencio, dejándose llevar por el ritual.
Cuando llegó el momento, León-en-Marcha apartó el manojo que había blandido ante él y se volvió a acercar al fuego, para manipular de nuevo la fuente de las llamas. Después, cogió un pequeño odre, que estaba oculto en las sombras de la cabaña y se acercó de nuevo al Fenris. Hundió los dedos en el líquido pastoso y trazó signos en la piel de Lars con movimientos rápidos, expertos. El Theurge reprimió repentinos escalofríos cuando el líquido entraba en contacto con su piel.
-¿Sabes por qué estas aquí?-, le preguntó León-en-Marcha.
-Para realizar una búsqueda espiritual del Gran Uktena-, respondió él sin dudar.
-¡No!-, le regañó el otro Garou. -Estás aquí para aprender.
El Fenris no discutió, limitándose a observar con atención todo lo que hacía León-en-Marcha. Una vez que el Uktena estuvo satisfecho con las marcas que había pintado sobre su cuerpo, apartó el odre y recogió de las sombras un pequeño saquito de cuero marrón, de cuyo interior extrajo un pequeño bulto oscuro. Luego se lo ofreció a él respetuosamente. Lars lo cogió con ciertas dudas. Era un trozo blando, probablemente de alguna planta. Volvió a mirar al Uktena sin comprender y éste se limitó a indicarle que lo masticase. El Fenris lo hizo sin dudar.
Inmediatamente, sintió un sabor fresco, a menta u otra planta aromática, en la boca, así como unas nauseas pasajeras que se esfumaron tan rápidamente como habían aparecido. Siguió masticando. El sabor ya no le parecía tan agradable. Simplemente era suave, refrescante incluso.
-Padre-Noche te ha enseñado muchas cosas-, afirmó León-en-Marcha. Su voz había cobrado un matiz más amistoso y ya no parecía tan amenazador como antes. -Te reveló muchos secretos de los Vigilantes de Perdiciones.
-Sí-, respondió él con una voz que no estaba del todo seguro de que fuese la suya. -De él aprendí los medios necesarios para aprisionar y vigilar a las grandes Perdiciones del Wyrm, así como muchas otras cosas.
-¿Te habló de Cataclismo?
-No, no lo hizo. ¿Quién es?
-Nuestras tradiciones no lo aclaran. Algunas dicen que es una Perdición gigante, aprisionada bajo estas tierras por nuestros ancestros; otras cuentan que es un elemental de roca tan grande y poderoso que podría hacer añicos las mentes de todos los Garou que lo viesen; y unas pocas aseguran que es un espíritu del Kaos, enloquecido y extremadamente poderoso.
-¿Y está bajo nuestros pies? ¿Aquí?
-En efecto. Los Uktena somos los únicos Garou que recuerdan su existencia y practican los ritos necesarios para contener a Cataclismo. Ni siquiera los Hijos de Gaia conocen esta terrible verdad.
-¿Por qué son necesarios tantos secretos?
-Porque no confiamos en la sabiduría de las otras tribus. No podemos correr el riesgo de que lo liberen inconscientemente si tratan de destruirlo ni de que traten de controlarlo para sus propios fines. El poder de Cataclismo es demasiado peligroso. Incluso estando prisionero, puede causar grandes terremotos y temblores de tierra por toda la región.
-Lo entiendo-, respondió él mientras se dejaba llevar por una plácida sensación de bienestar, -pero ¿por qué me confías estos secretos?
-No sé si te serán de alguna ayuda durante vuestra búsqueda espiritual, pero el Gran Uktena quiere que los conozcas, así que esta noche te enseñaré a realizar un rito que llamamos el Sueño de Cataclismo.
-Sí-, respondió él con una voz que no estaba del todo seguro de que fuese la suya. -De él aprendí los medios necesarios para aprisionar y vigilar a las grandes Perdiciones del Wyrm, así como muchas otras cosas.
-¿Te habló de Cataclismo?
-No, no lo hizo. ¿Quién es?
-Nuestras tradiciones no lo aclaran. Algunas dicen que es una Perdición gigante, aprisionada bajo estas tierras por nuestros ancestros; otras cuentan que es un elemental de roca tan grande y poderoso que podría hacer añicos las mentes de todos los Garou que lo viesen; y unas pocas aseguran que es un espíritu del Kaos, enloquecido y extremadamente poderoso.
-¿Y está bajo nuestros pies? ¿Aquí?
-En efecto. Los Uktena somos los únicos Garou que recuerdan su existencia y practican los ritos necesarios para contener a Cataclismo. Ni siquiera los Hijos de Gaia conocen esta terrible verdad.
-¿Por qué son necesarios tantos secretos?
-Porque no confiamos en la sabiduría de las otras tribus. No podemos correr el riesgo de que lo liberen inconscientemente si tratan de destruirlo ni de que traten de controlarlo para sus propios fines. El poder de Cataclismo es demasiado peligroso. Incluso estando prisionero, puede causar grandes terremotos y temblores de tierra por toda la región.
-Lo entiendo-, respondió él mientras se dejaba llevar por una plácida sensación de bienestar, -pero ¿por qué me confías estos secretos?
-No sé si te serán de alguna ayuda durante vuestra búsqueda espiritual, pero el Gran Uktena quiere que los conozcas, así que esta noche te enseñaré a realizar un rito que llamamos el Sueño de Cataclismo.
-.-
Lars prestó toda su atención a las palabras de León-en-Marcha y los secretos que fueron revelados durante esa larga noche. Sin que le resultase extraño en modo alguno, sus amigos, los espíritus córvidos asistieron a la reunión, se sentaron en el suelo a su lado y le ayudaron a memorizar algunos cánticos, burlándose alegremente de él cuando su mente parecía demasiado aturdida para abarcarlos.
En la cabaña estaba presentes otros espíritus, por supuesto. Un rostro vagamente humanoide había aparecido en la corteza de la troncos de los árboles, observando atentamente la reunión. El espíritu de una serpiente de escamas terrosas se había colado por una rendija de debajo de la puerta y discutía apaciblemente con uno de los cuervos, mientras un grupo de hombres y mujeres nativo americanos, demasiado numerosos para caber en el interior de aquella estructura de madera, danzaba y cantaba a su alrededor, haciendo sonar pequeños tambores y cascabeles de hueso. Sin embargo, Lars lo encontró tan natural como si siempre hubiese sucedido así, aunque contuvo de mala gana el impulso de unirse a ellos en sus bailes. La sensación placentera alcanzó entonces su máximo efecto y el Theurge experimentó una paz interior indescriptible, absorbiendo sin esfuerzo todas las enseñanzas de León-en-Marcha.
-Lo estás haciendo muy bien-, dijo una voz desconocida entre la multitud, -pero la noche está terminando y todavía te queda una cosa más por saber.
Lars alzó la cabeza, menos sorprendido de lo que debiera. Una figura antromórfica, con la cabeza y el pelaje de un coyote, se había sentado a su lado. Su única prenda de vestir era un reluciente sombrero de copa de color negro, que le quedaba caído hacia el lado derecho. El espíritu tenía una actitud amistosa que parecía casar perfectamente con su aspecto estrafalario.
-¿Quién eres?-, preguntó el Fenris intrigado.
-Me han llamado de muchas formas. ¿Tienes alguna preferencia?
-¿Con quién hablas, Lars?-, le preguntó en voz baja León-en-Marcha.
-Con un espíritu. Tiene la cabeza y el pelaje de un coyote, pero el resto de su cuerpo es el de un humano.
-Padre Peyote-, murmuró el Uktena con reverencia, aunque no parecía poder verlo.
-Ellos me llaman de ese modo, por ejemplo-, afirmó el espíritu mientras señalaba a León-en-Marcha.
Lars asintió. Era natural que fuese así. De hecho, si la Tejedora no hubiese extendido su barrera para separar la Umbra y el mundo físico, todo sería así, carne y espíritu unidos para siempre. Padre Coyote lo miró entonces con sus sabios ojos. El Theurge percibió cierta impaciencia en esa mirada.
-Has dicho que me quedaba algo por saber...
-Sí, joven lobo. Tienes que dar forma a la tierra, esconder allí la llave destructora, rellenar el recipiente con el agua escarlata de los hijos del secreto y sellarlo finalmente con un cristal mágico que oculte y muestre su interior al mismo tiempo. ¿Lo has entendido con claridad?
-La verdad es que no tiene mucho sentido.
-Lo tendrá. Confía en tu intuición.
-Gracias... supongo.
-No me las des. Ahora tengo que irme-, respondió el espíritu poniéndose en pie.
-Espera, por favor-, le pidió el Theurge. -Quédate un poco más con nosotros. Hay muchas cosas de las que quiero hablar contigo.
-No te preocupes, Lars. Estoy convencido de que volveremos a vernos...
El espíritu desapareció ante sus ojos en cuestión de meros segundos, sin dejar ningún rastro de sí que confirmase que, efectivamente, había estado hablando con él. De hecho, todos los espíritus se habían marchado, incluyendo a los cuervos que siempre seguían al Fenris a todas partes. Lars parpadeó una vez más para estar seguro de lo que veía su único ojo. El fuego se había ido consumiendo, dejando la cabaña prácticamente a oscuras a excepción de unos tímidos rayos de luz diurna que se colaban a través de pequeñas rendijas entre los tablones de madera. León-en-Marcha estaba durmiendo, tumbado de lado junto a la puerta, con la cabeza apoyada sobre uno de los escalones de tierra.
"¿Ha sido todo un sueño?", se preguntó a sí mismo. "No puede ser. Mis brazos y mi pecho todavía muestran las marcas que me pintó el Uktena, aunque ahora están muy desdibujadas a causa del sudor provocado por el extremo calor reinante en la pequeña cabaña". El primer impulso de Lars fue despertar a León-en-Marcha y compartir su visión con él, pero se contuvo cuando iba a coger su brazo y zarandearlo para despertarlo.
El Fenris volvió a sentarse en el sitio que había ocupado. Su cabeza estaba dando vueltas a las extrañas instrucciones de Padre Peyote, sintiendo que eran de vital importancia para su búsqueda espiritual. Apoyando la frente en su mano derecha, se concentró en buscarle un sentido. "Estoy seguro de que esas instrucciones están relacionadas de algún modo con el ojo de Kraken."
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