Vancouver, Columbia Británica
4 de junio de 1994
Esta vez él y sus hermanos tenían todo bajo control. Dado que conocían de antemano el terreno donde tendría lugar la reunión de los conspiradores, podrían acercarse lo suficiente para identificarlos a todos y escuchar sus planes. Todo dependía de que Rex no se hubiese equivocado ni que las Cinco Garras de Gaia hubiesen errado al presuponer que debían dirigirse a British Properties. Sin embargo, desde el momento en que informaron a los Ancianos del Clan del Pacto, su manada se había quedado sin margen de maniobra.
Después de dormir unas insuficientes siete horas de sueño, volvieron a ponerse en marcha. Tal y como lo habían planeado, Lars condujo la furgoneta hacia el norte, cruzando el congestionado puente de Lions Gate para llegar a la exclusiva zona de montaña en la que residían los humanos más ricos e influyentes de Vancouver, y quizás, de toda la misma Columbia Británica. Sin embargo, esta vez no llegaron a entrar directamente en British Properties con su vehículo para evitar llamar la atención de los guardias de seguridad que vigilaban el vecindario. En lugar de eso, dejaron la furgoneta aparcada fuera de la carretera, detrás de un viejo cartel publicitario medio cubierto por una enmarañada enredadera. A continuación, caminaron de lado para alcanzar las tierras de la Penumbra.
El reflejo espiritual del vecindario era extraño y familiar al mismo tiempo. Pequeñas islas de edificios cubiertos por telarañas plateadas estaban completamente rodeadas por espíritus primigenios de la indómita naturaleza salvaje que dominó la región hasta hace unos escasos 200 años. No obstante, la mayoría de los espíritus locales estaban débiles, algunos incluso a punto de extinguirse, debido a la tala indiscriminada de árboles y el avance de la mal llamada "civilización". Como era habitual en él, Crow sintió un ramalazo de ira al ver este triste espectáculo, pero se esforzó por contener sus ansias de venganza. Esa noche debían actuar como espías, no como guerreros de Gaia, por lo que tendría que refrenar su rabia interior, al menos por el momento.
El resto de sus hermanos también sintieron notables emociones encontradas al comprobar una vez más el abusivo impacto de la humanidad sobre la superficie de Gaia, pero a diferencia de él, se centraron inmediatamente en la tarea que tenían entre manos. Lars les sorprendió a todos cuando aulló una canción sombría con voz queda. Crow lo miró sin comprender, hasta que una pequeña bandada de espíritus córvidos de plumas tan negras como la misma noche se posó en los árboles que los rodeaban, graznando con sus voces estridentes lo que parecía ser una respuesta a la canción del Theurge.
-¿Qué haces?-, quiso saber el Fianna. Durante unos segundos su mente se olvidó del odio y la rabia del Ahroun, mostrando una fascinada curiosidad poco habitual en él.
-Son mis nuevos aliados-, respondió Lars con tono ominoso.
-No veo como pueden sernos de ayuda-, replicó Faruq desdeñoso.
-No subestimes su pequeño tamaño, hermano-, respondió el Thergue. -Los cuervos son astutos y sabios. Serán nuestros ojos y oídos en la Umbra y nos ayudarán de formas que todavía no podemos comprender. No temáis. Hice pactos sagrados con ellos mientras vosotros dormíais. No nos dejarán abandonados.
-Bien hecho, Lars-, asintió Canción-Oculta sinceramente impresionado. -Toda ayuda es bienvenida.
Crow también mostró su aprobación con un austero movimiento de cabeza. La última vez que habían ido tras el rastro de Sangre-Podrida, el Ronin había utilizado a unos espíritus del Kaos para bloquearles el camino, confiando en que los Garou no atacarían a los escasos hijos supervivientes del gran espíritu del cambio. La buena idea de Lars les permitiría sortear ese tipo de trucos rastreros. "Ojala pudiese tener una conversación privada con Sangre-Podrida", pensó divertido el Ahroun. "Le sacaría toda la verdad a golpes si tuviese la oportunidad."
El familiar resplandor dorado de un par de ojos fijos en las sombras de los espíritus arbóreos les indicó que el tótem de la manada también estaba con ellos. "Esta noche debemos ser como tú, gran Uktena", rogó el Fianna en completo silencio. "Por favor, ayúdanos a ser sigilosos y escurridizos. Permítenos observar los acontecimientos desde las sombras". Tal y como se imaginaba, el sabio espíritu no dio muestras de haber escuchado su súplica.
-.-
Cuando llegaron a la lugar donde se encontraba la mansión en obras en el mundo físico, comprobaron inmediatamente que ni ellos ni Rex se habían equivocado. Dos manadas Garou patrullaban el bosque espiritual en la Penumbra. Protegidos por las sombras creadas por los grandes espíritus del bosque, las Cinco Garras de Gaia observaron durante un tiempo prudencial. De este modo, pudieron comprobar que una de las manadas estaba formada por los tres hombres lobo que habían visto en la primera reunión, incluyendo al infame Sangre-Podrida. El segundo grupo tenía seis miembros, de los cuales aproximadamente la mitad tenían el oscuro pelaje de los Señores de la Sombra. "Lo sabía, lo sabía", quería gritar el Fianna a sus hermanos. "Sabía que esos hijos de puta estaban metidos en esto".
Sin embargo, el corazón del Ahorun dio un vuelco cuando reconoció la forma lobuna de Baila-en-la-Tormenta, la joven Fianna con sangre galesa de la que Crow estaba secretamente enamorado. "¡No, tú no!", quiso gritar con todas sus fuerzas. La rabia amenazó con ahogarlo, impidiéndole respirar físicamente. Un pequeño gruñido de pura ira brotó de su garganta con vida propia y todos los músculos de su cuerpo se tensaron al instante. Sus hermanos lo miraron preocupados sin poder imaginarse siquiera la tragedia que estaba experimentando en esos momentos.
Voz-de-Plata se arrimó a él, apoyando su cabeza lobuna contra la suya en un gesto protector. Crow sintió un alivio repentino ante aquel simple gesto de hermandad y tuvo ganas de llorar emocionado. Sin embargo, el Galliard debió haber utilizado alguno los dones espirituales de su tribu, porque el alivio se convirtió rápidamente en una tranquilidad serena que dejó atrás, y por arte de magia, toda la tristeza y el dolor que habían abrumado su corazón pocos segundos antes. Agradecido, el Ahroun dio un fuerte lametón en el rostro lobuno de Voz-de-Plata y relajó su cuerpo para mostrar al resto de la manada que volvía a encontrarse bien. Sin embargo, no pudo apartar de la mirada de Baila-en-la-Tormenta con un pesar lejano, pero bien real, en lo más profundo de su corazón. Entretanto, Lars alzó una mirada lejana y perdida, completamente ausente de lo que acaba de suceder.
-Hay una docena de guardias armados al otro lado de la Celosía-, murmuró el Theurge con voz queda. -Llevan escopetas y subfusiles. Parecen peligrosos. También veo dos coches aparcados frente a la casa... y está llegando un tercero.
-Parece que llegamos justo a tiempo-, murmuró Canción-Oculta. -Tenemos que entrar en la mansión sin que nos vean. ¿Alguna idea?
-Yo podría hacerlo sin dificultad-, declaró Faruq.
-No, nos separaremos-, gruñó Canción-Oculta. -Estamos juntos en esto.
-Podemos utilizar a las cuervos-, sugirió Lars volviendo en sí, -para que distraigan a una de las manadas y colarnos en la casa antes de que nadie pueda darse cuenta.
-Es muy arriesgado-, respondió Voz-de-Plata.
-También podríamos intentar sortear a los guardias en el mundo físico-, propuso Faruq.
-Sus armas seguramente estarán cargadas con balas de plata-, intervino Crow suspirando. -Es mejor intentar seguir el plan de Lars. Tendremos mayores oportunidades de escapar con vida si nos descubren.
-¿Qué te pasa?-, preguntó Canción-Oculta muy preocupado. -No eres tú mismo.
-Ahora no puedo contarlo... quizá lo haga más tarde. No lo sé.
-Tenemos que tomar una decisión-, urgió Lars.
Sin embargo, el corazón del Ahorun dio un vuelco cuando reconoció la forma lobuna de Baila-en-la-Tormenta, la joven Fianna con sangre galesa de la que Crow estaba secretamente enamorado. "¡No, tú no!", quiso gritar con todas sus fuerzas. La rabia amenazó con ahogarlo, impidiéndole respirar físicamente. Un pequeño gruñido de pura ira brotó de su garganta con vida propia y todos los músculos de su cuerpo se tensaron al instante. Sus hermanos lo miraron preocupados sin poder imaginarse siquiera la tragedia que estaba experimentando en esos momentos.
Voz-de-Plata se arrimó a él, apoyando su cabeza lobuna contra la suya en un gesto protector. Crow sintió un alivio repentino ante aquel simple gesto de hermandad y tuvo ganas de llorar emocionado. Sin embargo, el Galliard debió haber utilizado alguno los dones espirituales de su tribu, porque el alivio se convirtió rápidamente en una tranquilidad serena que dejó atrás, y por arte de magia, toda la tristeza y el dolor que habían abrumado su corazón pocos segundos antes. Agradecido, el Ahroun dio un fuerte lametón en el rostro lobuno de Voz-de-Plata y relajó su cuerpo para mostrar al resto de la manada que volvía a encontrarse bien. Sin embargo, no pudo apartar de la mirada de Baila-en-la-Tormenta con un pesar lejano, pero bien real, en lo más profundo de su corazón. Entretanto, Lars alzó una mirada lejana y perdida, completamente ausente de lo que acaba de suceder.
-Hay una docena de guardias armados al otro lado de la Celosía-, murmuró el Theurge con voz queda. -Llevan escopetas y subfusiles. Parecen peligrosos. También veo dos coches aparcados frente a la casa... y está llegando un tercero.
-Parece que llegamos justo a tiempo-, murmuró Canción-Oculta. -Tenemos que entrar en la mansión sin que nos vean. ¿Alguna idea?
-Yo podría hacerlo sin dificultad-, declaró Faruq.
-No, nos separaremos-, gruñó Canción-Oculta. -Estamos juntos en esto.
-Podemos utilizar a las cuervos-, sugirió Lars volviendo en sí, -para que distraigan a una de las manadas y colarnos en la casa antes de que nadie pueda darse cuenta.
-Es muy arriesgado-, respondió Voz-de-Plata.
-También podríamos intentar sortear a los guardias en el mundo físico-, propuso Faruq.
-Sus armas seguramente estarán cargadas con balas de plata-, intervino Crow suspirando. -Es mejor intentar seguir el plan de Lars. Tendremos mayores oportunidades de escapar con vida si nos descubren.
-¿Qué te pasa?-, preguntó Canción-Oculta muy preocupado. -No eres tú mismo.
-Ahora no puedo contarlo... quizá lo haga más tarde. No lo sé.
-Tenemos que tomar una decisión-, urgió Lars.
-.-
El plan del Theurge era muy sencillo y arriesgado al mismo tiempo. Había tantas cosas que podían salir mal, que lo mejor era no pensar en ellas y confiar en la misericordia de Gaia. Por fortuna, los cuervos interpretaron su papel a las mil maravillas. Crow nunca supo si Lars les había pedido que importunasen en concreto a Sangre-Podrida y sus compañeros Ronin, pero lo cierto es que la pequeña bandada de cuervos cayó directamente sobre ellos, graznando entusiasmados mientras daban rápidos picotazos en sus orejas y colas antes de apartarse de los torpes golpes de los hombres lobo, para volver a hostigarlos cuando podían. Los aullidos de alerta de Sangre-Podrida pusieron en guardia a la manada de los Señores de la Sombra en la que se hallaba Baila-en-la-Tormenta, que acudió rápidamente para averiguar qué pasaba. Esa era la ocasión que estaban esperando las Cinco Garras de Gaia.
Los Garou se acercaron al terreno donde se alzaba la mansión en obras y cruzaron la Celosía utilizando un pequeño espejo que Lars llevaba consigo. Normalmente, atravesar la barrera entre los mundos no era una tarea fácil ni estaba exenta de peligros, pero la lejanía al centro de la ciudad trabajó a su favor. Uno a uno fueron apareciendo en una pequeña sala de paredes de ladrillo desnudo. Crow fue el tercero en alcanzar el mundo físico de este modo. "Lo conseguimos", se percató pasivamente el Ahroun. Ahora estaba seguro de que Voz-de-Plata había influido en él de algún modo sobrenatural, porque a esas alturas debería estar en guardia y alerta. Sin embargo, seguía notando una plácida tranquilidad que era completamente ajena a su verdadera personalidad. Al igual que sus hermanos, Crow permaneció en completo silencio cuando escuchó las voces al otro lado de la pared de ladrillos.
-¿Por qué tus perros destruyeron a vampiros que no habían sido designados como blancos?-, preguntó una voz femenina con un reproche venenoso. -Vuestra torpeza nos ha privado de dos potenciales partidarios para nuestra causa. ¿Es que no puedes controlar a tus propios lacayos?
-Vigila tu tono, sanguijuela-, espetó la voz familiar de Guttooth, el supuesto Sacerdote-de-Gaia. -Responderé a tus preguntas cuando me expliques por qué los tuyos asesinaron a los Colmillos de Fimbul en el recinto de la Expo.
-¿Piensas que te debo alguna explicación?-, quiso saber la voz femenina. -No he sobrevivido a más de dos mil años de conspiraciones y muertes para ser humillada por un perro sarnoso con delirios de grandeza.
La tensión entre ambos era más que evidente y palpable incluso a pesar de las paredes que los separaban de la reunión. Faruq aprovechó esa pequeña pausa para señalar el marco vacío de la puerta y moverse en completo silencio hacia él, sin esperar a que Canción-Oculta diese su aprobación. "Típico de un Ragabash", pensó Crow con hastío. Sin embargo, el Ahroun siguió a su hermano de manada antes de que se metiese en problemas. Canción-Oculta hizo un gesto al resto para que esperasen en la habitación.
-¿Supongo que tampoco vas a querer hablar de vuestros planes para provocar esta noche un gran incendio en Stanley Park, maldita bruja?-, preguntó de pronto Guttooth. Su poderosa voz podía cortar el silencio como si de un afilado cuchillo se tratase.
Faruq se había detenido en un pasillo, a varios metros de las voces. Cuando Crow lo alcanzó, pudo ver a duras penas las figuras de los dos vampiros de la noche anterior, a los que Rex había identificado como Kyle y Neil, al igual que a una hermosa joven de unos veinte años, que lucía un vestido de seda de color borgoña, que se ajustaba a cada mílimetro de su cuerpo perfecto. Su cabellera roja le llegaba hasta los hombros, contrastando con la palidez mortecina de su piel. El otro grupo estaba formado por Guttooth y dos jóvenes Señores de la Sombra cuyos rostros Crow reconoció pero sin poder recordar sus nombres.
-Admito que Derek es un poco impulsivo-, reconoció la sanguijuela con una voz acerada, -pero es fácilmente manipulable. Deberías estarme más agradecida por haber salvado vuestro parque de juegos.
-Eres tú quién debería estarme agradecida. Sin mi ayuda, las sanguijuelas de Vancouver continuarían creyendo que Sigfried puede salvarlas de nuestra ira. Me necesitas, Stalest, más de lo que yo te necesito a ti.
-¡Perro desagradecido!-, gritó Kyle. -¡Vas a pagar por eso!
-¡Vamos!-, gritó uno de los Señores de la Sombra que acompañaban a Guttooth. -No eres un rival digno para los Señores de la Sombra.
-Contén a tus perros-, ordenó Stalest con desdén, mientras hacía un gesto apaciguador dirigido a Kyle.
-¡Vete a la mierda!-, le respondió desafiante el auto denominado Sacerdote-de-Gaia. -Los Garou no somos tus malditos peones.
-Vigila tu lengua, perro sarnoso... ¡o haré que te la arranquen!
Crow observó con incredulidad cómo los dos grupos se preparaban para enzarzarse en combate. Kyle apartó a Stalest, cubriéndola con su propio cuerpo, al mismo tiempo que Neil desenfundaba con una velocidad sobrehumana un pequeño revólver que llevaba escondido. El vampiro apuntó sin vacilar el arma directamente contra Guttooth, mientras los dos jóvenes Señores de la Sombra se transformaban en Crinos.
-¡Ni lo intentéis!-, les amenazó Neil muy en serio.
-La próxima vez acabaré contigo-, juró el Sacerdote-de-Gaia con una mirada tan fría como un glaciar.
-¡Loco, has cavado tu propia tumba!-, respondió la sanguijuela llamada Stalest sin dejar de retroceder hasta la puerta. -Cuando esto acabe, tu piel lobuna ocupará un ilustre lugar en mi refugio como advertencia para todos los que piensen desobedecer mis órdenes.
Kyle logró sacarla del pasillo, al mismo tiempo que Neil comenzaba a retroceder también sin dejar de apuntar en todo momento al pecho de Guttooth. Los Señores de la Sombra tenían el pelaje encrespado y mostraban sus enormes colmillos entre terribles gruñidos y ladridos. Cuando Neil salió corriendo por la puerta, Guttooth detuvo a sus compañeros.
-Ahora no-, murmuró a regañadientes. -Volvamos a la Penumbra.
Faruq le hizo un gesto a Crow para indicarle que debían retroceder antes de que los descubriesen. El Fianna asintió sorprendido. Afortunadamente, los Señores de la Sombra estaban demasiado atentos a la entrada de la mansión para darse cuenta de su presencia, pero Crow no quería tentar a la suerte. Habían averiguado más de lo que se hubieran imaginado. Ahora sólo tenían que salir con vida para contarles a los Ancianos del Clan del Pacto lo que había pasado.
-¿Por qué tus perros destruyeron a vampiros que no habían sido designados como blancos?-, preguntó una voz femenina con un reproche venenoso. -Vuestra torpeza nos ha privado de dos potenciales partidarios para nuestra causa. ¿Es que no puedes controlar a tus propios lacayos?
-Vigila tu tono, sanguijuela-, espetó la voz familiar de Guttooth, el supuesto Sacerdote-de-Gaia. -Responderé a tus preguntas cuando me expliques por qué los tuyos asesinaron a los Colmillos de Fimbul en el recinto de la Expo.
-¿Piensas que te debo alguna explicación?-, quiso saber la voz femenina. -No he sobrevivido a más de dos mil años de conspiraciones y muertes para ser humillada por un perro sarnoso con delirios de grandeza.
La tensión entre ambos era más que evidente y palpable incluso a pesar de las paredes que los separaban de la reunión. Faruq aprovechó esa pequeña pausa para señalar el marco vacío de la puerta y moverse en completo silencio hacia él, sin esperar a que Canción-Oculta diese su aprobación. "Típico de un Ragabash", pensó Crow con hastío. Sin embargo, el Ahroun siguió a su hermano de manada antes de que se metiese en problemas. Canción-Oculta hizo un gesto al resto para que esperasen en la habitación.
-¿Supongo que tampoco vas a querer hablar de vuestros planes para provocar esta noche un gran incendio en Stanley Park, maldita bruja?-, preguntó de pronto Guttooth. Su poderosa voz podía cortar el silencio como si de un afilado cuchillo se tratase.
Faruq se había detenido en un pasillo, a varios metros de las voces. Cuando Crow lo alcanzó, pudo ver a duras penas las figuras de los dos vampiros de la noche anterior, a los que Rex había identificado como Kyle y Neil, al igual que a una hermosa joven de unos veinte años, que lucía un vestido de seda de color borgoña, que se ajustaba a cada mílimetro de su cuerpo perfecto. Su cabellera roja le llegaba hasta los hombros, contrastando con la palidez mortecina de su piel. El otro grupo estaba formado por Guttooth y dos jóvenes Señores de la Sombra cuyos rostros Crow reconoció pero sin poder recordar sus nombres.
-Admito que Derek es un poco impulsivo-, reconoció la sanguijuela con una voz acerada, -pero es fácilmente manipulable. Deberías estarme más agradecida por haber salvado vuestro parque de juegos.
-Eres tú quién debería estarme agradecida. Sin mi ayuda, las sanguijuelas de Vancouver continuarían creyendo que Sigfried puede salvarlas de nuestra ira. Me necesitas, Stalest, más de lo que yo te necesito a ti.
-¡Perro desagradecido!-, gritó Kyle. -¡Vas a pagar por eso!
-¡Vamos!-, gritó uno de los Señores de la Sombra que acompañaban a Guttooth. -No eres un rival digno para los Señores de la Sombra.
-Contén a tus perros-, ordenó Stalest con desdén, mientras hacía un gesto apaciguador dirigido a Kyle.
-¡Vete a la mierda!-, le respondió desafiante el auto denominado Sacerdote-de-Gaia. -Los Garou no somos tus malditos peones.
-Vigila tu lengua, perro sarnoso... ¡o haré que te la arranquen!
Crow observó con incredulidad cómo los dos grupos se preparaban para enzarzarse en combate. Kyle apartó a Stalest, cubriéndola con su propio cuerpo, al mismo tiempo que Neil desenfundaba con una velocidad sobrehumana un pequeño revólver que llevaba escondido. El vampiro apuntó sin vacilar el arma directamente contra Guttooth, mientras los dos jóvenes Señores de la Sombra se transformaban en Crinos.
-¡Ni lo intentéis!-, les amenazó Neil muy en serio.
-La próxima vez acabaré contigo-, juró el Sacerdote-de-Gaia con una mirada tan fría como un glaciar.
-¡Loco, has cavado tu propia tumba!-, respondió la sanguijuela llamada Stalest sin dejar de retroceder hasta la puerta. -Cuando esto acabe, tu piel lobuna ocupará un ilustre lugar en mi refugio como advertencia para todos los que piensen desobedecer mis órdenes.
Kyle logró sacarla del pasillo, al mismo tiempo que Neil comenzaba a retroceder también sin dejar de apuntar en todo momento al pecho de Guttooth. Los Señores de la Sombra tenían el pelaje encrespado y mostraban sus enormes colmillos entre terribles gruñidos y ladridos. Cuando Neil salió corriendo por la puerta, Guttooth detuvo a sus compañeros.
-Ahora no-, murmuró a regañadientes. -Volvamos a la Penumbra.
Faruq le hizo un gesto a Crow para indicarle que debían retroceder antes de que los descubriesen. El Fianna asintió sorprendido. Afortunadamente, los Señores de la Sombra estaban demasiado atentos a la entrada de la mansión para darse cuenta de su presencia, pero Crow no quería tentar a la suerte. Habían averiguado más de lo que se hubieran imaginado. Ahora sólo tenían que salir con vida para contarles a los Ancianos del Clan del Pacto lo que había pasado.
-.-
-Me esperaba algo así-, respondió Roger Daly cuando Voz-de-Plata terminó de contar todo lo que habían averiguado en esta ocasión en British Properties, -pero esto confirma mis peores sospechas.
-Es irónico-, asintió Canción-Oculta. -Ha sido necesaria precisamente la colaboración entre un Garou y una sanguijuela para arruinar la paz entre nuestras dos razas. Lo peor de todo es que Guttooth y Stalest han estado a punto de tener éxito.
-No cantes victoria tan rápido-, respondió el líder de los Moradores de Cristal. -Tenemos mucho trabajo por delante. Todavía quedan algunos cabos sueltos por resolver, una guerra por detener y unos conspiradores que deben recibir su justo castigo.
-Sí, los conspiradores deben ser castigados-, repitió lentamente Crow sin poder evitar sentir un pequeño ramalazo de dolor en su interior. El poder que había usado sobre él Voz-de-Plata estaba desapareciendo y sus emociones volvían a renacer poco a poco con su habitual intensidad.
Las Cinco Garras estaban en el despacho de Roger Daly, en el edificio del Buda Sonriente, sentados en las dos sillas para las visitas o sobre la alfombra gris del suelo. El líder de los Moradores de Cristal les había ofrecido una copa cuando llegaron, y, para su sorpresa, esta vez todos la habían aceptado, queriendo olvidar el desagradable sabor de la traición en sus paladares.
-¿Crees que todos los Señores de la Sombra están implicados en esta conspiración?-, preguntó Lars.
-Es imposible saberlo con total seguridad. Estoy seguro de que Lucas Kawecki haría cualquier cosa con tal de ocupar el liderazgo de los Colmillos Plateados, pero es posible que Guttooth lo hubiese mantenido al margen de su conspiración. Sin duda, el Consejo de Ancianos tendrán que determinarlo.
-Puedes contar con nuestro testimonio-, respondió Voz-de-Plata.
-Lo sé, pero aún debo pediros que hagáis algo más esta noche.
-¿El qué?-, preguntó Canción-Oculta visiblemente suspicaz.
-Debéis volver a la Expo.
-¡Estas loco!-, respondió Faruq sin poder controlarse. -¡Pero si casi nos matan allí la última vez!
-Os juro que no puedo recurrir a nadie más. Toda mi gente está ocupada para evitar esta maldita guerra, incluso a Ruth Imparte-su-Justicia. Necesito que vayáis a la Expo. Si Lars tiene razón y el Wyrm está intentando crear un túmulo corrupto en el recinto ferial, tenemos que conocer el lugar exacto, para que nuestros guerreros ataquen el lugar exacto cuando podamos enviarlos.
-Lo haremos-, aceptó el alfa en nombre de la manada con un suspiro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario