Vancouver, Columbia Británica
3 de junio de 1994
British Properties era un vecindario muy caro, concebido para alojar exclusivamente a los ciudadanos más ricos y poderosos de Vancouver. Estaba situado en la cara sur de las montañas que se encontraban justo al norte del Puente de Lions Gate. Las carreteras que conducían a este lugar tenían un trazado peligrosamente sinuoso y los terrenos circundantes estaban cubiertos de árboles. Se decía que muchas de las casas tenían vistas espectaculares de la ciudad, aunque todo el mundo sabía que era un vecindario de mansiones rodeadas por muros de acero y ladrillo, patrullado por sus propias fuerzas de vigilancia para garantizar la seguridad de los privilegiados de la ciudad.
Llegar a estas lujosas propiedades no fue un problema, pero conseguir entrar demostró ser una verdadera odisea. La manada tuvo que detener la furgoneta cuando dos coches de seguridad privada, pintados completamente de blanco, con una raya roja y ancha en los laterales, les bloquearon el paso nada más que se acercaron a los límites del vecindario. Dos guardias se acercaron a su vehículo y les informaron con mucha educación que estaban entrando en una propiedad privada.
-Si insisten en seguir adelante, nos veremos obligados a retenerlos e informar a la policía-, les informó el hombre que parecía estar al mando.
Voz-de-Plata había intervenido en ese momento para explicar a los "amables" guardias de seguridad que habían sido invitados a una fiesta nocturna y se debían haber perdido por las carreteras sin darse cuenta. El guardia no se creyó ni una sola de sus palabras pero fingió cierta cortesía ofreciéndoles unas breves indicaciones para regresar a la carretera principal y al Puente de Lions Gate. Frustrados, tuvieron que fingir que daban media vuelta hasta que perdieron de vista a los guardias.
-¿Qué hacemos ahora?-, preguntó Lars al volante.
-La furgoneta llama mucho la atención-, afirmó Voz-de-Plata.
-Cierto-, reconoció Canción-Oculta. -Tendremos que dejarla aparcada en algún lugar seguro y recorrer los terrenos en forma de lobo hasta que demos con la mansión en obras de la que hablaba Thomas Hoggarth.
-Entonces debemos darnos prisa-, murmuró Crow. -Nos quedamos sin tiempo.
Llegar a estas lujosas propiedades no fue un problema, pero conseguir entrar demostró ser una verdadera odisea. La manada tuvo que detener la furgoneta cuando dos coches de seguridad privada, pintados completamente de blanco, con una raya roja y ancha en los laterales, les bloquearon el paso nada más que se acercaron a los límites del vecindario. Dos guardias se acercaron a su vehículo y les informaron con mucha educación que estaban entrando en una propiedad privada.
-Si insisten en seguir adelante, nos veremos obligados a retenerlos e informar a la policía-, les informó el hombre que parecía estar al mando.
Voz-de-Plata había intervenido en ese momento para explicar a los "amables" guardias de seguridad que habían sido invitados a una fiesta nocturna y se debían haber perdido por las carreteras sin darse cuenta. El guardia no se creyó ni una sola de sus palabras pero fingió cierta cortesía ofreciéndoles unas breves indicaciones para regresar a la carretera principal y al Puente de Lions Gate. Frustrados, tuvieron que fingir que daban media vuelta hasta que perdieron de vista a los guardias.
-¿Qué hacemos ahora?-, preguntó Lars al volante.
-La furgoneta llama mucho la atención-, afirmó Voz-de-Plata.
-Cierto-, reconoció Canción-Oculta. -Tendremos que dejarla aparcada en algún lugar seguro y recorrer los terrenos en forma de lobo hasta que demos con la mansión en obras de la que hablaba Thomas Hoggarth.
-Entonces debemos darnos prisa-, murmuró Crow. -Nos quedamos sin tiempo.
-.-
Corrieron tan rápido como pudieron durante el breve margen que disponían, esquivando a los testigos, los guardias armados, las cámaras de vigilancia y los coches de lujo que encontraron por aquellas carreteras. Para su gran sorpresa, el exclusivo vecindario parecía tener bastante vida a esas horas de la noche, aunque fuese de forma discreta, por lo que Voz-de-Plata no pudo evitar preguntarse silenciosamente cuántos vampiros tendrían sus escondites en British Properties.
Finalmente, la manada dio con unos terrenos abiertos donde se encontraba una mansión a medio construir. La planta baja estaba casi completamente terminada, pero ese no era el caso con los dos pisos superiores, que sólo tenían terminado el encofrado. Frente al edificio, había una caseta de obras, un camión cementero, una excavadora bulldozer y una pequeña grúa de construcción. Sin embargo, un elemento insólito llamó poderosamente la atención de la manada de las Cinco Garras de Gaia: un Ford Mustang del 54, que permanecía aparcado junto a la entrada. A partir de ese momento, los Garou decidieron actuar con más cautela todavía. Mediante gestos y pequeños gruñidos, Canción-Oculta les recordó a sus hermanos que habían venido a averiguar qué estaba pasando y que, por ahora, debían evitar a toda costa ser vistos u oídos.
Aprovechando al máximo las sombras que ofrecía la noche, avanzaron tanto como se atrevieron en forma humana, arrastrándose por la hierba húmeda. Faruq incluso se adelantó un poco a los demás, ya que sus dones espirituales de Ragabash le permitirían pasar desapercibido con más facilidad que el resto de sus hermanos. De esta forma, llegaron hasta la caseta de la obra y, desde allí, pudieron distinguir dos personas en las sombras junto a la mansión en construcción.
La primera apenas tenía dieciocho años, pero tenía un aspecto andrógino, melena rubia y ojos oscuros. Iba vestido con unos ajustados pantalones de cuero negro y una camisa del mismo color, con el cuello abierto, dejando entrever un colgante dorado.
El hombre que había a su lado tenía un aspecto más imponente y su musculosa complexión quedaba remarcada por una ajustada camiseta blanca y unos pantalones vaqueros raídos. Tenía el cabello moreno y corto, un rostro bien afeitado y unos profundos ojos azules.
Los dos extraños permanecían de pie, juntos mirando a su alredador sin decirse ni una sola palabra. Voz-de-Plata no podía estar completamente seguro a la distancia a la que se encontraba, pero casi podía jurar que ambos tenían cierta palidez en la piel. "Son vampiros", se percató sorprendido el Galliard.
En ese momento aparecieron tres figuras más desde la parte trasera de la casa en obras. Una era un lobo pelaje rojo fuego, con una poderosa mandíbula y grandes zarpas en contraste con su cuerpo escuálido. "Debe ser una Garra Roja", se percató. Junto al animal caminaba una joven de unos dieciocho años, corpulenta y bajita. Tenía el pelo castaño claro recogido en un pequeño moño en la parte de atrás de la cabeza y ojos de color avellana. La joven iba vestida con una camiseta blanca, una camisa de cuadros rojos y negros y unos pantalones vaqueros raídos. La tercera figura era un hombre afroamericano, de unos veintiséis años, alto y aspecto imponente. Tenía el pelo corto, al igual que su barba. La única ropa que llevaba puesta eran unos gastados pantalones de supervivencia y unas botas de montaña. Su torso extremadamente musculado estaba cubierto de cicatrices viejas y recientes.
Voz-de-Plata no tenía ni idea de quiénes eran el lobo y la chica, pero sí reconoció de inmediato al afroamericano. Era un Ahroun al que los Uktena descubrieron bebiendo sangre de vampiro en secreto para hacerse mucho más fuerte que otros Lunas Llenas. Lo llamaron Sangre-Podrida y, puesto que su orgullo le había llevado a negarse a mostrar arrepentimiento alguno por sus crímenes, lo habían expulsado de su tribu sin miramientos, convirtiéndolo en un Ronin, un forajido sin hogar, clan o manada para el resto de su vida. Era el mayor castigo de ostracismo que se podía decretar contra un Garou, convirtiéndolo en un lobo solitario que era despreciado no sólo por los suyos sino también por la mayoría de los espíritus. Cualquier Garou honorable podía matar a un Ronin sin tener que ofrecer ningún tipo de explicación, ya que a todos los efectos legales, el forajido ya no formaba parte de la Nación Garou. Además, los Ronin tenían que suplicar a los Ancianos de un clan cuando querían utilizar un túmulo sagrado para renovar sus lazos con Gaia, pero aun si le daban permiso, sería vigilado estrechamente durante todo el proceso y expulsado de los territorios del clan inmediatamente después de que hubiese terminado. Convertirse en Ronin era, en definitiva, el peor castigo que podía soñar un Garou.
La última vez que Voz-de-Plata había visto a Sangre-Podrida había sido hacía dos meses, en Stanley Park. Había sobornado a Coros, la líder de los Uktena del Clan del Pacto, entregándole su último fetiche espiritual, para que le permitiese utilizar el túmulo del clan. Desde entonces, no había vuelto a verlo hasta esa noche. "¿Qué haces aquí, Sangre-Podrida?"-, se preguntó Voz-de-Plata. "En el nombre de Gaia, ¿qué estás haciendo aquí?"
Los recién llegados se acercaron con cautela a los hombres que los habían estado esperando junto a la puerta principal de la mansión. Al Galliard le llamó la atención que los dos grupos se vigilasen mutuamente, aunque no parecía que ninguno estuviese esperando realmente un ataque por parte del otro. Durante unos segundos, el lobo olisqueó el aire en dirección a la manada que estaba escondida detrás de la caseta, como si hubiese captado su olor, pero luego volvió a concentrar toda su atención en los vampiros.
-Por fin habéis llegado-, dijo con cautela la sanguijuela aspecto joven y camisa negra. Su voz tenía un pequeño acento francés, aunque lo disimulaba lo bastante bien para que apenas se notase. -¿Ha habido sorpresas?
-No-, respondió Sangre-Podrida con un gesto hosco. -¿Y vosotros?
-Tampoco-, respondió el mismo vampiro con una tímida sonrisa. -Todo marcha como estaba planeado.
La reunión terminó en ese momento tras ese breve intercambio de palabras. Sin despedirse siquiera, los vampiros se subieron al Mustang y pusieron el motor del coche en marcha.
-¿Qué hacemos?-, le preguntó Crow en susurros al alfa de la manada.
-Dejad que se marchen-, respondió el Colmillo Plateado. -Son los Garou los que más nos interesan en estos momentos.
-Su líder es un Ronin llamado Sangre-Podrida-, les explicó Voz-de-Plata. -Pertenecía a los Uktena.
-¿Qué hace un Ronin aquí?-, murmuró Lars sin comprender del todo lo que estaba pasando.
Desde su escondite, las Cinco Garras de Gaia observaron cómo el coche se alejó de la mansión a toda velocidad, levantando una pequeña estela de polvo a su paso. Sangre-Podrida y sus dos acompañantes no se movieron del sitio hasta que no estuvieron seguros de que el coche se había ido, momento en que volvieron por el mismo camino por el que habían venido.
Canción-Oculta le hizo una seña a Faruq para que los siguiese. A continuación, esperó unos segundos y volvió a hacer el mismo gesto al resto de la manada. Todos ellos se pusieron en marcha sigilosamente, como si fueran una sola entidad, dispuestos a capturar a Sangre-Podrida para averiguar las respuestas que buscaban. Sin embargo, cuando giraron la esquina de la mansión en obras, Faruq les estaba esperando.
-Creo que sospechan algo-, les explicó rápidamente el Ragabash, -porque los he visto caminar de lado.
-¡Vamos a por ellos!-, ordenó Canción-Oculta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario