Vancouver, Columbia Británica
2 de junio de 1994
Todo el mundo sabía que el Royal Centre era un centro comercial subterráneo, ubicado bajo el emblemático edificio del Royal Bank, en la esquina de las calles Georgia y Burrard del centro de la ciudad, y que se extendía hasta las torres del Bentall Center. Disponía de varias docenas de tiendas de todo tipo, además de unos multicines, algunos de los cuales tenían un tamaño ridículamente pequeño. El centro comercial solía cerrar sus puertas a las nueve de la noche, de modo que la manada decidió caminar de lado a través de la espesa Celosía del lugar para intentar colarse desde la Penumbra sin ser descubierta por algún desafortunado guardia de seguridad.
El reflejo espiritual del centro comercial era tan estremecedor como uno podría sospechar. El aire estaba cargado con una agresiva variedad de olores de productos de limpieza que casi hacían daño al olfato. Los colores se veían apagados, casi grises, mostrando una uniformidad que perturbaba la imaginación. Maniquís sin vida ni color estaban atrapados en poses artificiales por finas telarañas plateadas que colgaban del techo y las paredes. Ni siquiera los establecimientos de comida se libraban de la presencia de estas omnipresentes telarañas, lo que dio a Crow mucho que pensar. La única nota de color y vida la aportaban pequeños espíritus eléctricos que saltaban de un cartel al siguiente en alocadas carreras, provocando infinidad de peligrosas chispas que iluminaban momentáneamente las letras homogéneas que componían el nombre de las tiendas.
Las Cinco Garras de Garras de Gaia caminaron por aquel pequeño reino artificial con mucho cuidado para no perturbar la aparente paz de los extraños espíritus que moraban en ese lugar. No tardaron en encontrar la tienda que buscaban: NIGEL'S. Las letras estaban apagadas aunque visibles. Sin embargo, el interior del establecimiento era completamente inaccesible, puesto que unas telarañas formadas por hilos tan gruesos como cables eléctricos cubrían por completo el escaparate, escondiendo de los ojos indiscretos lo que pudiera haber al otro lado. Crow no pudo reprimir un pequeño escalofrío cuando percibió a pequeños seres arácnidos recorriendo pacientemente la superficie de aquellos hilos.
-¿Y ahora qué hacemos?-, susurró Faruq.
-Hay demasiados espíritus de la Tejedora para abrirnos paso con seguridad por el interior de la relojería-, explicó Lars sin necesidad.
-Muy bien-, asintió Canción-Oculta. -Crow y yo regresaremos al mundo físico. El resto permaneced alertas a este lado de la Celosía por si necesitamos refuerzos.
El Fianna asintió con aparente solemnidad, ocultando la alegría secreta que escondía su corazón ante el hecho de que el alfa de su manada lo hubiese elegido expresamente a él para acompañarlo. "Es normal que me haya escogido", se dijo a sí mismo. "Soy el mejor guerrero de las Cinco Garras de Gaia. ¿Qué mejor compañero podría tener si las cosas se ponen tan feas como en el parque Albert Crescent?"
No obstante, Crow mantuvo un solemne silencio mientras se concentraba en su débil reflejo sobre la superficie de uno de los escaparates de las tiendas. Sintió en el acto la resistencia pasiva provocada por la barrera entre los mundos. Cruzar la Celosía del Royal Centre exigió de inmediato toda su atención. Tuvo la sensación de estar intentando atravesar una capa superpuesta de láminas de plástico blanco, que le permitía cierta libertad de movimiento con la misma facilidad con la que podía dejarle atrapado. El Ahroun gruñó furioso y comenzó a usar toda su voluntad, imaginándose que destrozaba con sus garras aquel muro invisible. Por un aterrador momento, le pareció escuchar el ruido provocado por unas patas quitinosas acercándose a él, aunque lo dejó rápidamente a sus espaldas mientras alcanzaba finalmente la seguridad del reino físico.
El Fianna se detuvo durante unos segundos para controlar la respiración y adaptar sus ojos a la pálida luz que reinaba en esos momentos en el centro comercial. Canción-Oculta lo estaba esperando parcialmente oculto detrás de una columna. La sangre metis que corría por las venas del alfa de la manada le proporcionaba una mayor afinidad espiritual con la umbra y le permitía cruzar con facilidad de un extremo a otro, de un modo que solo Lars podía igualar gracias a sus habilidades como Theurge. En cualquier caso, Crow corrió hacia donde estaba el Colmillo Plateado.
-No veo a ningún guardia-, susurró Canción-Oculta, -aunque supongo que debe haber cámaras de vigilancia por los pasillos.
-Seguramente esa sanguijuela los tendrá controlados de algún modo-, murmuró Crow.
-Estoy convencido de ello. Vamos a llamar a la puerta.
La relojería mostraba un gran escaparate cuyas estanterías estaban recubiertas por todo tipo de relojes, antiguos y modernos, que uno pudiera imaginarse. Unas letras apagadas anunciaban silenciosamente su nombre: NIGEL'S. "Es un buen escondite para una sanguijuela", pensó Crow mientras seguía a Canción-Oculta hasta la puerta del establecimiento. "Nunca tendrá que preocuparse por la luz del sol y no debe tener demasiados problemas para conseguir sangre humana".
Una vez que llegaron, picó a la puerta varias veces la puerta. Crow no sabía que clase de criatura saldría a recibirles, pero estaba dispuesto a proteger a su hermano de manada a cualquier precio. Sin embargo, se llevó una inesperada sorpresa cuando un anciano les abrió la puerta. Por su aspecto delgado y extremadamente frágil, daba la impresión que debía rondar los ochenta o noventa años. Su piel estaba apergaminada, sin dejar un centímetro de su cuerpo falto de arrugas. Sus ojos eran dos orbes castaños, rodeados por oscuras ojeras permanentes. Estaba completamente calvo, aunque lucía unas pobladas cejas blancas. El anciano iba vestido con un viejo traje de color gris que debía estar de moda hace sesenta años y apoyaba todo su peso en un bastón negro con una fina empuñadura plateada. Permaneció en silencio, con la puerta entreabierta, evaluándolos con sus gélidos ojos castaños.
-Queremos hablar con el señor Hoggarth-, explicó en voz baja Canción-Oculta.
El anciano tardó unos segundos en mostrar cualquier reacción ante sus palabras. Con un gesto seco, acabó asintiendo con la cabeza y apartándose para dejarles pasar. Crow se adentró en primer lugar en la tienda, dispuesto a enfrentarse con cualquier cosa que el Wyrm pudiese lanzar contra ellos. Sin embargo, el interior del establecimiento era tan anodino como el escaparate que habían visto antes. Una vieja lámpara de latón con acanaladuras finamente trabajadas iluminaba con una sencillez desbordante la tienda desde su posición en lo alto del techo blanco. Un elegante mostrador de madera bien trabajada dominaba el centro del establecimiento, detrás del cual había una puerta blanca que debía conducir a la trastienda y al posible refugio de la sanguijuela. A los dos lados, pequeñas estanterías empotradas en las paredes mostraban una infinidad de relojes de todas clases, modelos y antigüedad.
Cuando Canción-Oculta entró también, el anciano cerró la puerta y echó la llave, dejándolos encerrados con él. A continuación, su anfitrión se movió hasta el mostrador con un paso seguro y extraordinariamente rápido, que desmentía por completo las anteriores apariencias de su edad. "¡Es la sanguijuela!", se dio cuenta Crow. El Ahroun se sorprendió mucho al descubrirlo, ya que no mostraba la misma palidez en su piel que Illana y, a diferencia de los pocos vampiros con los que se había encontrado, parecía estar más vivo que muerto. "Las apariencias engañan", trató de recordarse sin perder de vista a su anfitrión.
-Yo soy Thomas Haggarth-, reconoció el anciano con voz firme y segura. -¿Puedo preguntar quiénes son y en qué puedo ayudarlos, caballeros?
-Mi nombre es Jacob Henderson y él es Crow. Ambos somos hombres lobo. Hemos oído que ha conseguido una grabación de seguridad de los recientes ataques. Estamos interesados en comprársela por un precio razonable.
El anciano no parecía estar prestando atención a sus palabras. Sus ojos fríos continuaban observándolos con gran atención. "No soy parte del menú, hijo de puta", pensó Crow mientras cruzaba los brazos sobre su pecho. Aunque la sanguijuela le estaba poniendo extremadamente nervioso, el Ahroun se esforzó por parecer seguro, dejando a Canción-Oculta suficiente margen de maniobra.
-Entiendo-, respondió por fin Thomas tras unos largos segundos de espera. -Sin embargo, lamento informarles que no existe tal cinta. Extendí ese engaño calculado para conseguir atraer la atención de los suyos.
-¿Qué?-, preguntó incrédulo el Philodox. -¿Y por qué querría hacer eso, señor Hoggarth?
Crow se preparó para el combate con el que acabaría inevitablemente la trampa en la que habían caído como dos cachorros inocentes, mas no ocurrió tal cosa. El anciano seguía firme en la misma posición al otro lado del mostrador, con las dos manos apoyadas visiblemente sobre su superficie. Después, el Ahroun miró fijamente la puerta de la trastienda, pero ésta tampoco se abrió. "¿Qué está pasando aquí?", se preguntó cada vez más nervioso.
-Lo hice para tener la oportunidad de mantener esta conversación, evidentemente-, respondió la sanguijuela. -A pesar de que somos vecinos, supuse que no sería bienvenido en Stanley Park ni en los territorios patrullados por los hombres lobo.
-De acuerdo-, respondió el alfa. -Ha conseguido lo que se proponía. Tiene a dos hombres lobo en su establecimiento y a sus compañeros más cerca de lo que pudiera pensar. ¿Qué es lo que quiere realmente de nosotros?
-Comprendo las suspicacias ocasionadas por el actual clima de tensión vigente entre los vampiros y los hombres lobo de Vancouver, pero les aseguro que esta noche nadie intentará atentar contra sus vidas en el Royal Centre.
Crow no se creyó ni una sola palabra, pero Canción-Oculta no discutió la atrevida afirmación de la sanguijuela y pareció dispuesto a seguir escuchando al vampiro. Armándose de paciencia, el Fianna intentó hacer lo propio.
-Lo crean o no, mis intereses personales no se benefician de una guerra abierta en la ciudad, de modo que estoy dispuesto a aportar algo de cordura en este conflicto, siempre y cuando mi contribución permanezca en el más estricto anonimato. Considero que ya he llamado demasiada atención con el pequeño embuste de la grabación. Quiero que ustedes, caballeros, me garanticen ese anonimato. Nadie, vampiro ni hombre lobo, debe saber que les he ayudado.
-Me parece razonable-, asintió Canción-Oculta. -Esté tranquilo, señor Hoggarth, si nos ayuda a mantener la paz estaremos más que felices de ocultar su participación.
-Deseo algo más que buenas intenciones, señor Henderson-, respondió con frialdad la sanguijuela. -He oído que los hombres lobo presumen de ser criaturas honorables. Por favor, tened la amabilidad de jurar por vuestro honor lo que os he pedido para que pueda depositar mi confianza en vosotros.
Crow miró alarmado a la sanguijuela y luego se volvió para observar a su alfa. Como sospechaba, Canción-Oculta parecía estaba barajando seriamente la oferta del vampiro. "Tampoco tenemos muchas opciones", se percató el Fianna. Crow sospechaba que los ataques actuales habían sido orquestados por una o más sanguijuelas, del mismo modo que era consciente que nunca atraparían a los culpables sin la ayuda de los suyos. Canción-Oculta debía pensar lo mismo que él, porque acabó asintiendo lentamente.
-Está bien, señor Hoggarth. Juro por mi honor que no hablaremos a nadie de su ayuda, siempre y cuando eso no provoque ningún perjuicio para la seguridad de los nuestros. Si realmente está interesado en mantener la paz entre nuestras dos especies, no tendrá que preocuparse por nosotros.
-Yo también lo juro por mi honor con esas mismas condiciones-, confirmó Crow a regañadientes.
-Muy bien-, asintió el anciano. -Ahora tengo la certeza de que ustedes son las personas adecuadas para escuchar lo que tengo que decir. Aunque evito salir de esta relojería siempre que puedo, estoy al corriente de muchas cosas que ocurren en esta ciudad. Está claro que los ataques que se están produciendo estas últimas noches no son fruto del azar.
-¿Cómo puedes saberlo?-, preguntó Crow sin poder contenerse.
-Usando la razón y la lógica, por supuesto-, respondió el señor Hoggarth. -Esas mismas herramientas me dictan que no debéis confiar en nadie, sea quien sea.
Crow no estaba seguro de haber entendido correctamente a la sanguijuela. Las preguntas se agolpaban una tras otra en su mente: "¿En quién no podemos confiar? ¿En las sanguijuelas de Vancouver? ¿En los Sñeores de la Sombra? ¿Por qué da a entender semejante cosa?"
-¿Podemos confiar en ti?-, preguntó con cautela Canción-Oculta.
-Esta noche sí-, respondió el anciano sin mostrar el menor titubeo en su voz. -Y hay algo más que debo deciros. Un amigo me ha dicho que esta misma noche habrá una reunión secreta que puede interesaros. Tendrá lugar en una casa en construcción, en los terrenos de British Properties justo a las dos de la noche.
-Pero... ¡ahora mismo son las doce y media!-, exclamó Crow tras comprobando la hora.
-Razón de más para que os deis prisa en llegar-, respondió con calma el anciano mientras se acercaba a la puerta para dejarles salir.
-¿Quiénes van a reunirse allí?-, preguntó Canción-Oculta suspicaz antes de traspasar el umbral.
-Ya lo veréis-, respondió la sanguijuela sin ocultar finalmente una pizca de desdén, como si estuviese tratando con personas definitivamente estúpidas.
Canción-Oculta pareció irritado, pero salió rápidamente de la tienda sin presionar demasiado a la sanguijuela. Crow, por su parte, devolvió una mirada furiosa a la sanguijuela y siguió al alfa de su manada, que lo estaba esperando cerca del escaparate de una tienda de ropa.
-¿Volvemos a la Penumbra?-, preguntó Crow.
-Sí, tenemos que reunirnos con el resto y encontrar cuanto antes el lugar de la reunión.
-¡Espera!-, pidió el Fianna al mismo tiempo que le cogía el brazo para llamar su atención. -¿Cómo sabes que no es una trampa de las sanguijuelas?
-Porque decía la verdad, Crow-, respondió Canción-Oculta liberando su brazo. -Thomas Hoggarth no siente ningún amor por los Garou, pero no mentía cuando nos explicó que la guerra entre los hombres lobo y los vampiros se ajustaba a sus intereses... además, tampoco hedía a Wyrm.
-¿Estás seguro?-, preguntó el Fianna confundido.
-Sí, lo estoy. Ahora vamos a buscar al resto si queremos llegar a tiempo a esa reunión secreta.
-¿Estás seguro?-, preguntó el Fianna confundido.
-Sí, lo estoy. Ahora vamos a buscar al resto si queremos llegar a tiempo a esa reunión secreta.
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