martes, 19 de marzo de 2013

CANCIÓN-OCULTA (5 - 2)

Vancouver, Columbia Británica
31 de mayo de 1994

Apenas había podido descansar, ni mucho menos dormir, durante las horas de descanso, debido a la fuerte preocupación que sentía por dentro, ya que estaba convencido de que Guttooth y sus partidarios  podrían recabar nuevos apoyos si no se aclaraba pronto el asunto de la empresa maderera que había intentado asaltar los terrenos sagrados de los Wendigo. Canción-Oculta no quería la guerra con las sanguijuelas ni con los humanos. En su opinión, los primeros sólo eran meras distracciones que desviaba la atención de los Garou de las verdaderas amenazas dispuestas por el Wyrm, como Pentex o los malditos Danzantes de la Espiral Negra, mientras que los humanos... ellos eran inocentes. No comprendían a Gaia, ni sentían su benévola influencia. Los Garou deberían esforzarse por enseñarles sus costumbres, pero muchos preferían ser verdugos y asesinos en lugar de maestros y guías. La idea de masacrar a la humanidad era perversa en sí misma. "¿Por qué no pueden verlo?", se preguntó una vez más el Philodox.

Por otro lado, su agotada mente también había tenido que hacer frente a un viejo enemigo: la voz invisible. A pesar de que apenas había tenido la fuerza de un débil susurro cerca de sus oídos, sus argumentos eran extremadamente persuasivos. De algún modo, parecía tener una inteligencia propia, evitando repetir sus estrategias e ideando tácticas nuevas para lograr que se uniese finalmente a los Danzantes de la Espiral Negra y, en definitiva, al mismo Wyrm. La voluntad de Canción-Oculta era demasiado fuerte para caer en semejantes trampas, por supuesto, pero la lucha constante contra sí mismo no le había servido de nada en su actual estado de agitación interna.

Sus hermanos reconocieron los síntomas del cansancio e incluso le preguntaron con discreción si se encontraba bien. El metis los tranquilizó como mejor pudo y ellos supieron que lo mejor sería darle un poco de espacio para sí mismo. Sin embargo, no puedo desviar con la misma facilidad la atención de Uktena. Su tótem lo miró fijamente a los ojos durante unos largos segundos, aunque no dijo absolutamente nada. "Lo sabe", intuyó Canción-Oculta en ese mismo momento. "Conoce muy bien la existencia de la voz que me acecha, pero me está guardando el secreto. Ha querido dármelo a entender de este modo para apoyarme en mi lucha personal."

Otra noche había llegado a New Westminster y su manada se había reunido de nuevo para volver a patrullar sus calles, tal y como les había ordenado Destroza-Perdiciones, el Protector del Clan del Pacto. Aunque Selene y las estrellas estaban ocultas detrás de un pesado manto de nubes negras, lo cierto es que había parado de llover, lo cual suponía en sí mismo un ligero alivio. El viento seguía cortando como una cuchilla, pero eso no evitaría que las Cinco Garras de Gaia cumpliesen con su deber.

Sus hermanos y él estaban caminando por la calle Columbia, paseando bajo la luz artificial de las farolas frente a una cafetería  y un café británico con el nombre de un famoso detective inglés del siglo XIX, cuando se percataron de la presencia de un hombre de tez oscura sentado en un banco de la acera, a unos treinta metros por delante de ellos. El hombre se levantó al verlos y les saludó en silencio con la mano, como si estuviese allí sentado esperando verles aparecer en un momento u otro. Todos lo reconocieron de inmediato: era Galen Hawes, también llamado Fuerza-de-la-Letanía. "Espero que esta vez traiga buenas noticias", pensó Canción-Oculta. La manada aceleró el paso para reunirse con el solitario Garou.

-Buenas noches, Galen-, le saludó el alfa. -¿Traes novedades?

-Más malas noticias, me temo-, asintió Fuerza-de-la-Letanía. -Un grupo de veinte hombres armados con bates de béisbol y navajas entraron esta mañana en la reserva nativa Musqueam, en la ribera del río Fraser. Los muy bastardos dieron una severa paliza a todos los varones adultos que encontraron y se marcharon antes de que pudiesen llegar los Wendigo del clan Chupkeem.

-¿Por qué harían algo así?-, preguntó incrédulo Voz-de-Plata.

-Los asaltantes amenazaron con volver y matarlos a todos si los nativo americanos del norte del estado no  retiraban de inmediato la demanda contra Brendan & Packard.

-¡No me lo puedo creer!-, exclamó Canción-Oculta sin poder contenerse.

-Sí, y eso no es lo peor de todo-, suspiró Galen con resignación. -Hubo un accidente de tráfico en la calle Georgia, a tan solo 40 metros de Stanley Park. Parece ser que el conductor de un camión cargado con residuos industriales perdió el control del vehículo, volcándolo y desparramando toda su carga sobre la calzada. Una manada de Furias Negras, las Vengadoras de Artemisa, intentó cogerlo pero un coche lo estaba esperando para darse a la fuga, aunque Habla-en-Susurros, una Media Luna de la manada, logró captar el olor de las sanguijuelas en el cuerpo del hombre antes de que lograse escapar.

-¡Hijos de puta!-, gruñó furioso Crow mientras apretaba los puños.

-¿Hubo muchos heridos en el accidente?-, preguntó Faruq completamente serio.

-La policía y los bomberos reaccionaron con rapidez, pero creo que hay al menos dieciséis personas hospitalizadas por intoxicación.

-Cuarenta metros... un minuto más y habrían profanado el gran túmulo-, murmuró para sí Lars, asimilando la noticia.

-Sí, está claro que ese era su objetivo. Destroza-Perdiciones ha doblado el número de Guardianes en los límites de Stanley Park, tanto en la Penumbra como en el reino físico en previsión de nuevos ataques. Pero aún quedan más malas noticias...

-¿Qué?-, preguntó Canción-Oculta temiendo hacer la pregunta.

-Una Moradora de Cristal llamada Julia Encuentra-Datos-Perdidos descubrió que Brendan & Packard está controlada por las sanguijuelas de Vancouver, lo quiere decir que los ataques contra la Parentela y las tierras de los Wendigo no son actos provocados simplemente por la codicia humana.

-Mierda-, murmuró Voz-de-Plata.

-Lo sabía-, asintió Crow como si siempre hubiese dicho que algo así podría ocurrir.

-¿Y qué dicen de esto Guttooth y sus partidarios?-, preguntó Canción-Oculta sospechando la respuesta.

-Están completamente fuera de control. El autodenominado Sacerdote de Gaia ha redoblado sus discursos en Stanley Park. Muchos Fenris y Garras Rojas le siguen abiertamente. Hablan de declarar la guerra contra los humanos y las sanguijuelas sin contar con el permiso de los Ancianos del Clan del Pacto y de devolver cada golpe que hayamos sufrido. Muchos Garou están empezando a prestarle atención.

-¿Y los Ancianos?-, quiso saber Faruq. -¿Por qué no hacen nada?

-Poco pueden hacer ahora mismo, excepto intentar tranquilizar los ánimos de los jóvenes para que la situación no explote y se rompa definitivamente la Alianza. La mayoría de ellos están ya en Stanley Park, intentando controlar la situación.

-¿Cuáles son nuestras órdenes?-, preguntó Canción-Oculta conteniendo involuntariamente la respiración.

-Hasta que averigüemos lo que está pasando, las patrullas deben continuar vigilando la periferia de Vancouver. Destroza-Perdiciones quiere que extreméis las precauciones y que estéis preparados frente a un ataque de las sanguijuelas.

-¿Eso es todo?-, preguntó Crow visiblemente decepcionado.

-Sí-, respondió lacónico Galen Hawes. -Siento no poder traeros mejores noticias, pero ese es el mensaje de nuestros líderes.

-No te preocupes, Galen-, asintió Canción-Oculta. -Diles que las Cinco Garras de Gaia seguirán vigilando New Westminster.

-Eso haré. Buena suerte, amigos.

Galen hundió las manos en los bolsillos de su cazadora con un gesto cansado y se alejó caminando despacio, vigilando la oscura calle en todo momento. Sus precauciones no hicieron más que acrecentar los nervios de toda la manada.

-Ya lo habéis oído-, dijo Canción-Oculta interpretando su papel de alfa de la manada. -Debemos seguir vigilando New Westminster hasta que esto se aclare, así que manos a la obra.

-.-

Por supuesto, había sido más fácil que decirlo. Las horas pasaron despacio y cada sombra podía contener una nueva amenaza. Ninguno de ellos era un cobarde, pero era difícil sentirse tranquilo patrullando de noche las calles de la ciudad, sabiendo que en cualquier momento podían sufrir una emboscada de unos enemigos vampíricos cuyos rostros no conocían. Una situación así podía crispar los nervios incluso de los Garou más valientes.

Por eso cuando Crow les avisó a las cuatro de la mañana de que les estaban siguiendo, Canción-Oculta no pudo evitar sentir una vaga sensación de liberación, como si estallase de pronto una pesada tormenta que estuviese amenazando el horizonte durante horas. El alfa condujo a sus hermanos a una estrecha calle perpendicular cercana. Una vez que estuvieron ocultos, Crow y él adoptaron inmediatamente la forma de lobos cavernarios, que los Garou llamaban Hispo, mientras que el resto decidieron adoptar la Glabro, la perteneciente a los hombres prehistóricos.

Estuvieron esperando allí durante unos largos minutos, vigilando la entrada de la calle listos para enfrentarse con cualquier cosa que pudiese salir al paso. El problema fue que no estaban preparados para escuchar una voz familiar a sus espaldas.

-Si pretendíais cazarme, habéis preparado terriblemente mal vuestra trampa.

Cuando se volvieron, miraron sorprendidos a Illana, que permanecía apoyada contra la pared, mirándoles fijamente con los brazos cruzados sobre el cuerpo. Aunque su rostro parecía extremadamente serio y grave, no hizo ademán de atacarles. Canción-Oculta se adelantó apartando a sus hermanos y, a pesar de las dudas, se transformó en humano. Todos sus hermanos siguieron su ejemplo como muestra de buena voluntad, excepto Crow, que permaneció en Hispo, demostrando abiertamente su desconfianza hacia la vampiresa.

-Tenéis que aprender a ocultar vuestras verdaderas intenciones-, dijo Illana con una fría sonrisa carente de buen humor. -Desde el momento en que os dirigisteis a esta calle supe que me queríais tender una trampa. ¿Por qué querríais hacer algo así?

-No sabíamos quién eras-, respondió Canción-Oculta con calma. -Parece ser que algunos de los tuyos están detrás de la compañía maderera que intentó destruir las tierras sagradas. Hoy han enviado a sus matones para atacar a los nativo americanos de las reservas que protestaron por ese intento de tala ilegal y amenazarlas para retiren la denuncia de los tribunales. ¿Sabes algo de eso?

-No-, respondió tajante la vampiresa. -Ni siquiera Simon sabe quién está detrás de esa compañía maderera, pero me contó que anoche una de las patrullas del Príncipe fue atacada por una de vuestras manadas. En esa ocasión no hubo ningún muerto, pero esta noche ha vuelto a ocurrir lo mismo, con la salvedad de que tres vampiros que conocía han sufrido la muerte definitiva llevándose a la tumba a uno de los vuestros. ¿Estáis locos? ¿Es que queréis romper la Alianza?

-No, claro que no-, intentó convencerla el Philodox. -Te juro que estamos comprometidos con la Alianza.

-Deben haber sido ataques de represalia-, pensó Voz-de-Plata en voz alta. -El ataque de ayer debió de ser un aviso por la intrusión de Brendan & Packard... y el de hoy una venganza por el intento de profanar el gran túmulo.

-Si ha habido muertes en ambos bandos, la cosa no se detendrá ahí-, asintió Lars sombrío.

-Simon me dijo que Derek Hillen ha jurado venganza y habla abiertamente de guerra-, intervino la vampiresa. -Si seguís atacando a los míos, convencerá al Príncipe de que no hay otra alternativa.

-Nosotros también tenemos nuestros propios exaltados, Illana-, intentó explicarle Canción-Oculta. -Nuestros líderes tratan de contenerlos, pero el accidente del camión con residuos tóxicos sólo los está enfureciendo más si cabe.

-¿Qué accidente?-, preguntó la vampiresa abiertamente desconcertada.

-Esta mañana hubo un accidente de tráfico en la calle Georgia, a cuarenta metros de Stanley Park. El camión llevaba residuos tóxicos, que se desparramaron por la calzada, intoxicando a muchos inocentes. Una manada cercana vio cómo el conductor se subía a un coche para huir, pero aseguran que el hombre olía a sangre de sanguijuela.

-¿Un ghoul?-, preguntó Illana con el ceño fruncido.

-¿Qué es un ghoul?-, le preguntó a su vez Voz-de-Plata.

-Un humano esclavizado a la voluntad de un vampiro que le obliga a beber su sangre-, trató de explicarles ella. -La mayoría de los míos tienen siervos como esos, aunque personalmente yo aborrezco esas prácticas.

-¿Sabes lo que creo?-, preguntó Canción-Oculta sin esperar una respuesta. -Creo que hay un vampiro interesado en boicotear la Alianza. Sabemos que Brendan & Packard está controlado por uno de los tuyos y que el conductor del camión siniestrado posiblemente fuera un ghoul como dices. ¿Conoces a algún vampiro que quisiera una guerra entre nuestras dos razas?

-El único que estaría lo suficientemente loco para desear algo así sería Derek-, dijo Illana pensativa-, pero el Príncipe lo tenía atado en corto precisamente para evitar que sucediesen incidentes que pudiesen poner en peligro la paz con los vuestros.

-Creo que deberías avisar a los vampiros de Vancouver para que lo investiguen-, asintió Canción-Oculta.

-Este es mi hogar y no deseo una guerra entre los hombres lobo y los vampiros. Haré lo imposible por evitar una guerra entre los hombres lobo y los vampiros.

-Te juro solemnemente que yo también haré lo mismo. Mis hermanos y yo estamos tan comprometidos como tú con la paz entre nuestros dos pueblos.

-De acuerdo. Volveré cuando tenga más noticias. Adiós.

La vampiresa no esperó una respuesta sino que saltó con agilidad para agarrarse a una tubería y trepó por ella hasta alcanzar el tejado del edificio, desapareciendo sin hacer el menor ruido. "Si quiere impresionarnos, lo está consiguiendo", pensó el Colmillo Plateados reprimiendo un silbido.

-Deberías vigilar mejor los juramentos que haces en nombre de la manada-, farfulló Crow molesto.

-¿Es que no quieres la paz?-, le respondió a su vez Canción-Oculta.

-Claro que sí pero... ha habido muertos. A lo mejor no hay forma de evitar que nos enfrentemos a una guerra abierta.

-Estoy de acuerdo con Crow-, intervino Lars. -Puede que ya hayamos cruzado sin saberlo la línea roja.

-Incluso así Canción-Oculta tiene razón-, intervino Voz-de-Plata. -Si existe una sola posibilidad de mantener la paz, tenemos que buscarla cueste lo que cueste.

-Y castigar a los que están intentando romperla-, sentenció el Philodox con un tono inusitadamente duro en él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario