Vancouver, Columbia Británica
3 de junio de 1994
No pasaron mucho tiempo en esa callejuela. Solo el necesario para atender las heridas más graves y ponerse de acuerdo en lo que debían hacer a continuación. Los Moradores de Cristal también se habían enterado de la muerte de los miembros de la manada de los Colmillos de Fimbul y su líder, Roger Daly, había enviado a Ruth Imparte-Su-Justicia al recinto ferial para que averiguase qué había pasado. Voz-de-Plata y sus hermanos estaban muy agradecidos ya que de no ser por su oportuna aparición, probablemente la mayoría de ellos habría compartido el sino de los Fenris asesinados. En cualquier caso, habían descubierto que el Wyrm tenía poderosos intereses en las antiguas instalaciones de la Expo y debían dar la voz de alarma.
Sin embargo, Imparte-Su-Justicia les pidió que informasen personalmente a Roger Daly en primer lugar. Después de haberles salvado la vida, las Cinco Garras de Gaia no pudieron negarse. Así pues, regresaron por el paseo marítimo hasta el aparcamiento donde habían dejado la furgoneta y se pusieron en marcha. Todos ellos estaban extenuados y agotados por la falta de sueño y descanso, pero soportaron ese último esfuerzo sin queja alguna. Imparte-Su-Justicia comentó que debían ir a la esquina de las calles Main y Hastings, y se sentó junto al asiento de Lars para guiarle por las calles del centro de Vancouver. Voz-de-Plata nunca había estado allí, pero todo el mundo sabía que esas calles probablemente fueran las peores lugares de la ciudad. Se decía que estaban llenas de borrachos, prostitutas y drogadictos, y que las peleas eran tan frecuentes como los navajazos.
Durante el trayecto, las calles de la ciudad pasearon despacio al lado de su ventanilla. A estas horas de la mañana bullían de actividad. Había humanos por todas partes, corriendo de un lado a otro como pequeñas hormigas consagradas por completo a su trabajo. En lugar de echar una cabezada rápida como hicieron Crow y Faruq mientras Canción-Oculta mantenía una conversación educada con Ruth, Voz-de-Plata prefirió contemplar con cansancio los pequeños quehaceres de las personas normales, de esas pequeñas y obstinadas criaturas de Gaia. "No luchamos únicamente por la Gran Madre", reflexionó en silencio. "También lo hacemos por vosotros, para que podáis vivir vuestras vidas sin miedo a la guerra y la corrupción del Wyrm".
Las calles fueron cambiando poco a poco a la sombra de los rascacielos del distrito financiero. Los cambios no fueron precisamente sutiles. Edificios viejos y mal conservados, ennegrecidos por la contaminación, compartían espacio junto a almacenes abandonados y comercios cerrados para siempre por persianas metálicas que llevaban décadas sin ningún tipo de actividad. Los únicos comercios que permanecían en activo eran pequeños bares que atendían las exigencias de los borrachos menos exquisitos. Aquí y allá, Voz-de-Plata también pudo ver a los más desfavorecidos de la sociedad humana, los que no tenían un lugar al que llamar hogar, durmiendo como podían, cobijados en los portales. Un poco más adelante, unos policías estaban cacheando a un grupo de jóvenes asiáticos, requisándoles inútilmente las navajas, cadenas y puños americanos que llevaban escondidos entre sus ropas.
Dentro de su furgoneta, Ruth le hizo un gesto a Lars para que aparcase cerca de un pequeño edificio de fachada gris a unos seiscientos metros de allí. Voz-de-Plata fue despertando pacientemente a Crow y Faruq. Cuando se bajaron del vehículo, Imparte-Su-Justicia les guió hasta un edificio de aspecto ruinoso, fachada ennegrecida por algún incendio pasado y puertas y ventanas atrancadas con gruesos tablones. Un cartel de neón sin luces anunciaba que aquel antro se había llamado en otro tiempo "El Buda Sonriente", aunque algún vándalo había arrancado varias letras por diversión. Ruth les explicó que el local había sido un famoso club punk de finales de los 70, que estaba siendo usado ahora por los Moradores de Cristal como discreto lugar de reunión para su tribu.
Los seis se colaron por el espacio entre las tablas decoradas con pintadas callejeras de la entrada y entraron en una gran sala de paredes chamuscadas por algún incendio pasado. A pesar de que la escasa luz que se colaba por las rendijas de los tablones, Voz-de-Plata atinó a distinguir en la oscuridad la barra de un bar, un escenario enjaulado y un cartel medio carbonizado que colgaba tercamente de una de las paredes. Ruth les pidió que tuviesen cuidado al caminar y los guió hasta la parte de atrás, donde se encontraban unas escaleras que subían a los pisos superiores.
Un hombre extremadamente corpulento les estaba esperando, sentado en los cuatro últimos peldaños del primer tramo de escaleras. Tenía un corte de pelo de estilo militar, que había dejado prácticamente rapado su pelo castaño oscuro. Su ojos de color avellana les observaban con una mezcla de curiosidad y cautela desde un rostro dominado por una mandíbula cuadrada. Tenía hombros anchos y brazos musculosos, destacados por la ajustada camiseta verde oliva de manga corta que llevaba puesta. Una mueca asomó en los labios del hombre a modo de sonrisa, aunque Voz-de-Plata no puedo decidir si ese gesto era amistosa o no.
-Hola, Andrew-, lo saludó ella apresuradamente. - Me acompañan las Cinco Garras de Gaia. Tenemos que hablar con el gran jefe inmediatamente. ¿Está en casa, no?-, preguntó tras una breve pausa.
-Sí-, respondió secamente el hombre. -Podéis subir.
-Eres un encanto. Gracias.
Pasaron a su lado en completo silencio. Estaba claro que Andrew era una especie de Guardián en este lugar y que les había dado su bendición para subir, por lo que podían estar tranquilos. Sin embargo, Voz-de-Plata fue el único que se percató que Faruq lo saludaba con un leve movimiento de la cabeza, gesto que fue correspondido por Andrew con una sonrisa más amplia y sincera que la anterior. El Galliard decidió tendría que hacerle algunas preguntas a su hermano cuando estuviesen a solas.
Aunque el resto del edificio parecía compartir el mismo aspecto deteriorado que había visto en la planta baja del local, los pisos superiores estaban bastante limpios y ordenados. Numerosos cables eléctricos recorrían las paredes desnudas y algunas puertas estaban reforzadas con planchas metálicas. Ruth les guió a través de los pasillos vacíos hasta que se detuvo frente a una puerta anónima. Pico dos veces y sólo la abrió cuando escuchó un débil "adelante".
Las Cinco Garras de Gaia la siguieron hasta lo que parecía ser un lujoso despacho de ejecutivo, con todas las comodidades modernas que uno pudiera imaginarse. Una chimenea eléctrica, apagada en esos momentos, dominaba uno de los lados de la habitación, mientras que en el otro había un elegante mueble bar muy bien surtido, rodeado por dos pequeñas estanterías ocupadas por libros de todos los tamaños y colores. Frente a unos pesados cortinones negros que cubrían las ventanas tapiadas, había una mesa de cristal sobre la que estaba fijado un potente ordenador IBM con sus múltiples accesorios y cables, además de una lámpara metálica, varias carpetas con documentación interna y un teléfono. Dos impolutos sillones de cuero blanco se hallaban frente al escritorio para recibir a las visitas.
El líder de los Moradores de Cristal de Vancouver pareció sorprendido cuando les vio entrar a todos en su despacho, pero se levantó de su sillón de cuero para darles la bienvenida. Roger Daly era un hombre elegante y de estatura media, de unos sesenta años de edad. Tenía el pelo corto, de color claro y perfectamente peinado, una cara afable y ojos de color gris tras unas gafas Dunhill de montura de acero. En ese momento llevaba puesto un caro traje de corte británico, además de un reloj y dos anillos de oro blanco.
-Bienvenidos al Buda Resplandeciente.
-Gracias, señor-, respondió Canción-Oculta en nombre de la manada.
-Ruth, tengo mucho trabajo. Deberías haberte puesto en contacto conmigo para programar una reunión.
-Ha habido imprevistos, Roger. Cuando llegué a la Expo, las Cinco Garras de Gaia luchaban contra peones del Wyrm. Tuvimos suerte de no perder a nadie. Supuse que querrías conocer todos los detalles...
-Tienes razón, perdona-, la tranquilizó el líder de los Moradores de Cristal. -Parece que últimamente los problemas no hacen más que acumularse en esta ciudad. ¿Puedo preguntaros que hacíais en la Expo?-, les preguntó directamente.
-Lord Abercorn envió a Galen Hawes para avisarnos de la muerte de los Fenris de los Colmillos de Fimbul , -respondió Canción-Oculta- y solicitar que investigásemos el recinto ferial para que averiguásemos si el crimen había sido cometido por sanguijuelas. En lugar de vampiros, nos topamos con Perdiciones y nuestro Theurge cree que también hubo algún tipo de magia negra en la zona. En cualquier caso, la parte oriental del recinto ferial apestaba a Wyrm.
Roger Daly meditó en silencio las graves noticias de Canción-Oculta. Miró interrogante una sola vez a Ruth Imparte-Su-Justicia, que asintió para apoyar silenciosamente su testimonio. El líder de los Moradores de Cristal se apoyó sobre el borde de su escritorio. La preocupación que reflejaba su mirada era evidente.
-Mal asunto-, dijo al fin el líder de los Moradores de Cristal. -El Wyrm no podía haber elegido un peor momento para extender sus tentáculos sobre la ciudad. El Príncipe de los vampiros no permitirá el paso a una patrulla de guerra Garou para limpiar la Expo con el actual clima prebélico que se ha adueñado de Vancouver.
Un hombre extremadamente corpulento les estaba esperando, sentado en los cuatro últimos peldaños del primer tramo de escaleras. Tenía un corte de pelo de estilo militar, que había dejado prácticamente rapado su pelo castaño oscuro. Su ojos de color avellana les observaban con una mezcla de curiosidad y cautela desde un rostro dominado por una mandíbula cuadrada. Tenía hombros anchos y brazos musculosos, destacados por la ajustada camiseta verde oliva de manga corta que llevaba puesta. Una mueca asomó en los labios del hombre a modo de sonrisa, aunque Voz-de-Plata no puedo decidir si ese gesto era amistosa o no.
-Hola, Andrew-, lo saludó ella apresuradamente. - Me acompañan las Cinco Garras de Gaia. Tenemos que hablar con el gran jefe inmediatamente. ¿Está en casa, no?-, preguntó tras una breve pausa.
-Sí-, respondió secamente el hombre. -Podéis subir.
-Eres un encanto. Gracias.
Pasaron a su lado en completo silencio. Estaba claro que Andrew era una especie de Guardián en este lugar y que les había dado su bendición para subir, por lo que podían estar tranquilos. Sin embargo, Voz-de-Plata fue el único que se percató que Faruq lo saludaba con un leve movimiento de la cabeza, gesto que fue correspondido por Andrew con una sonrisa más amplia y sincera que la anterior. El Galliard decidió tendría que hacerle algunas preguntas a su hermano cuando estuviesen a solas.
Aunque el resto del edificio parecía compartir el mismo aspecto deteriorado que había visto en la planta baja del local, los pisos superiores estaban bastante limpios y ordenados. Numerosos cables eléctricos recorrían las paredes desnudas y algunas puertas estaban reforzadas con planchas metálicas. Ruth les guió a través de los pasillos vacíos hasta que se detuvo frente a una puerta anónima. Pico dos veces y sólo la abrió cuando escuchó un débil "adelante".
Las Cinco Garras de Gaia la siguieron hasta lo que parecía ser un lujoso despacho de ejecutivo, con todas las comodidades modernas que uno pudiera imaginarse. Una chimenea eléctrica, apagada en esos momentos, dominaba uno de los lados de la habitación, mientras que en el otro había un elegante mueble bar muy bien surtido, rodeado por dos pequeñas estanterías ocupadas por libros de todos los tamaños y colores. Frente a unos pesados cortinones negros que cubrían las ventanas tapiadas, había una mesa de cristal sobre la que estaba fijado un potente ordenador IBM con sus múltiples accesorios y cables, además de una lámpara metálica, varias carpetas con documentación interna y un teléfono. Dos impolutos sillones de cuero blanco se hallaban frente al escritorio para recibir a las visitas.
El líder de los Moradores de Cristal de Vancouver pareció sorprendido cuando les vio entrar a todos en su despacho, pero se levantó de su sillón de cuero para darles la bienvenida. Roger Daly era un hombre elegante y de estatura media, de unos sesenta años de edad. Tenía el pelo corto, de color claro y perfectamente peinado, una cara afable y ojos de color gris tras unas gafas Dunhill de montura de acero. En ese momento llevaba puesto un caro traje de corte británico, además de un reloj y dos anillos de oro blanco.
-Bienvenidos al Buda Resplandeciente.
-Gracias, señor-, respondió Canción-Oculta en nombre de la manada.
-Ruth, tengo mucho trabajo. Deberías haberte puesto en contacto conmigo para programar una reunión.
-Ha habido imprevistos, Roger. Cuando llegué a la Expo, las Cinco Garras de Gaia luchaban contra peones del Wyrm. Tuvimos suerte de no perder a nadie. Supuse que querrías conocer todos los detalles...
-Tienes razón, perdona-, la tranquilizó el líder de los Moradores de Cristal. -Parece que últimamente los problemas no hacen más que acumularse en esta ciudad. ¿Puedo preguntaros que hacíais en la Expo?-, les preguntó directamente.
-Lord Abercorn envió a Galen Hawes para avisarnos de la muerte de los Fenris de los Colmillos de Fimbul , -respondió Canción-Oculta- y solicitar que investigásemos el recinto ferial para que averiguásemos si el crimen había sido cometido por sanguijuelas. En lugar de vampiros, nos topamos con Perdiciones y nuestro Theurge cree que también hubo algún tipo de magia negra en la zona. En cualquier caso, la parte oriental del recinto ferial apestaba a Wyrm.
Roger Daly meditó en silencio las graves noticias de Canción-Oculta. Miró interrogante una sola vez a Ruth Imparte-Su-Justicia, que asintió para apoyar silenciosamente su testimonio. El líder de los Moradores de Cristal se apoyó sobre el borde de su escritorio. La preocupación que reflejaba su mirada era evidente.
-Mal asunto-, dijo al fin el líder de los Moradores de Cristal. -El Wyrm no podía haber elegido un peor momento para extender sus tentáculos sobre la ciudad. El Príncipe de los vampiros no permitirá el paso a una patrulla de guerra Garou para limpiar la Expo con el actual clima prebélico que se ha adueñado de Vancouver.
-Respecto a eso-, empezó a decir el Colmillo Plateado de pronto, -sabemos que los Moradores de Cristal están comprometidos con la paz con humanos y vampiros, por lo que queremos compartir con vosotros algunos datos extremadamente importantes que hemos averiguado en las últimas noches.
El alfa de las Cinco Garras de Gaia lo miró fijamente y Voz-de-Plata captó el mensaje. Tardó un par de segundos en recuperarse de la sorpresa, pero cuando empezó a hablar lo hizo con firmeza. Usando sus talentos de Galliard, narró con gran detalle sus encuentros con la vampiresa llamada Illana, que estaba muy preocupada por los ataques que habían sufrido algunos vampiros de la ciudad y por el fanatismo mostrado por uno llamado Derek, el líder de las patrullas vampíricas, que trataba de forzar una respuesta armada. Sin mencionar expresamente la ayuda proporcionada por Thomas Hoggarth, Voz-de-Plata también habló de la oscura reunión que habían descubierto en British Properties, donde tres Garou liderados por un Ronin llamado Sangre-Podrida y dos vampiros habían mencionado que todo iba según el plan establecido. En ese punto, el Galliard tuvo que reconocer que la manada había perdido la pista de los Garou renegados en la Umbra, aunque contó que, después de ese altercado, informaron personalmente de todo lo ocurrido a lord Abercorn y Arthur Cunningham. Cuando terminó su relato, había pasado una media hora larga, pero estuvo satisfecho cuando comprobó que Roger Daly le había prestado su completa atención.
-Ahora todo tiene más sentido-, asintió el líder de los Moradores de Cristal. -Existe una conspiración para desencadenar una guerra entre Garou y vampiros.
-Eso creemos-, confirmó Canción-Oculta. -Lord Abercorn quería esperar a reunir pruebas para presentarlas en el Consejo de Ancianos, pero la presencia del Wyrm en el recinto de la Expo me ha hecho darme cuenta de que no nos queda tiempo.
-Estoy de acuerdo. Sin embargo, aunque consigamos el apoyo de los Ancianos, es posible que fracasemos igualmente si los vampiros de Vancouver no se implican en conseguir la paz. El Príncipe Sigfried no responde a mis llamadas desde que comenzaron los ataques, pero tal vez podamos reunir el apoyo de otros vampiros importantes...
-¿En qué estás pensando?-, intervino Faruq por primera vez en la conversación.
-Conozco a alguien que puede llevaros ante uno de los vampiros más influyentes de la ciudad. Si le contáis todo lo que me habéis dicho, tal vez nos ayude a impedir esta guerra.
-¿Tal vez?-, preguntó incrédulo Faruq.
-Es nuestra mejor oportunidad-, respondió Roger Daly mientras se levantaba y se acercaba al mueble bar para servirse un vaso de whisky.
-¿Quién es ese vampiro?-, quiso saber Lars.
-Su nombre es Necross. Siento pediros que voléis a ciegas, pero tenéis que confiar en mí. Intentaré acordar vuestra reunión con él para esta noche. Entretanto, me pondré en contacto con lord Abercorn y otros Ancianos para convocar mañana mismo al Consejo de Representantes del Clan del Pacto. ¿Qué decís?-, preguntó tras beberse de un solo trago todo el contenido de su vaso.
-De acuerdo-, respondió Canción-Oculta en nombre de las Cinco Garras de Gaia. -Lo haremos.
Voz-de-Plata no dudó en asentir al igual que el resto de sus hermanos. Toda guerra acarreaba inevitablemente la muerte de víctimas inocentes y él no estaba dispuesto a permitir que Vancouver se convirtiese en un campo de batalla para Garou y vampiros mientras el Wyrm se iba apoderando poco a poco de su querida ciudad.
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