St. Claire, Washington (EE.UU.)
1 de noviembre de 1992
Faruq y él se dedicaron a vagar por la parte oriental de St. Claire durante las siguientes horas, buscando inútilmente alguna pista del secuestrador conocido como Rapta Pañales o de la influencia del Wyrm. Desgraciadamente, no tuvieron tanta suerte como habían esperado. En el territorio urbano, las calles de la ciudad estaban atestadas de periodistas, policías y vecinos asustados que vigilaban con abierta hostilidad a todos los desconocidos con los que se cruzaban. El miedo y la impotencia estaban generando mucha tensión entre unos y otros, por lo que Crow tenía bastante claro que tarde o temprano habría incidentes violentos si alguien no resolvía rápidamente el problema.
A continuación avanzaron hacia el extrarradio de la ciudad, con sus pequeñas casitas y caravanas rodeadas de profundos bosques y arboledas. Aquí parecía que la civilización sólo había logrado dar unos pasos tímidos frente a la fuerza primigenia de la naturaleza, pero los lejanos disparos de los cazadores les recordaron que ni siquiera los lugares salvajes estaban libres de la presencia humana durante la temporada de caza. Faruq y él decidieron evitar por el momento los bosques en forma lobuna para evitar que los disparasen por error aquellos fanáticos de las armas.
Estaban entrando en la garganta cubierta de niebla que los lugareños conocían como Norge Valley para investigar aquel suburbio de caravanas y casuchas de mala muerte bajo la luz de la luna gibosa, cuando vieron a un coche patrulla pasar a su lado con las luces encendidas. El vehículo siguió a toda velocidad hasta llegar a un cruce y luego se desvió hacia el sur.
-Debe haber ocurrido algo. ¡Vamos!-, le gritó a Faruq intentando hacerse oír por encima del ruido provocado por la sirena.
Sin darle tiempo a dar su conformidad o decir cualquier cosa, el Ahroun salió corriendo por la carretera en la misma dirección en la que había ido el coche patrulla. Puede que Rapta Pañales hubiese secuestrado a otro niño o puede que hubiese problemas menos apremiantes, pero en cualquier caso él estaba decidido a ayudar como pudiese. La emoción del momento vigorizó todo su cuerpo y se dejó llevar por ella corriendo tanto como podía. El corazón le saltaba desbocado y feliz. Crow no estaba hecho para ser paciente. No podía estarlo aunque quisiera. Era un Ahroun, un guerrero de Gaia, una criatura nacida para actuar. Ya había sido demasiado paciente durante todos esos meses como Guardián del túmulo de Stanley Park.
Menos de un minuto después de que se hubiese puesto a correr por la carretera, Faruq le alcanzó, poniéndose a su altura con una sonrisa descarada y adelantándose unos pocos metros para tomarle el pelo. Estaba haciendo trampa, por supuesto, usando alguno de los dones espirituales de su tribu para tratar de ridiculizarlo. Crow no se enfadó sino que sonrió también a su pesar al reconocer la broma del Ragabash. "Esta vez no he caído en tus burlas", pensó el Fianna contento.
Su repentino buen humor desapareció de golpe cuando pasaron junto a la caravana de la familia Wheeler, aunque no vieron a ninguno de los padres de la última niña secuestrada. Tampoco se veía por ninguna parte el coche patrulla, aunque seguían pudiendo escuchar el ruido de su sirena. Los dos jóvenes pasaron por delante del pequeño muro de Norge High, el instituto público de St. Claire, y siguieron corriendo casi un kilómetro y medio desde Norge Valley hasta que por fin vieron varios vehículos de policía junto a un destartalado club de carretera llamado Loose Caboose.
El edificio era una enorme estructura de madera sin ventanas, parecido a un granero, y estaba decorado con luces amarillas parpadeantes y pinturas toscas de mujeres semidesnudas. En el aparcamiento había varias motos aparcadas, aunque una de ellas yacía tirada sobre el asfalto convertida en un amasijo de chatarra, así como tres coches de policía y dos ambulancias. Los agentes de policía se esforzaban en vano por contener al pequeño grupo de periodistas y curiosos que se habían acercado al lugar para enterarse de lo que había pasado. Entre los presentes, reconocieron con facilidad a la periodista con la que había hablado Canción-Oculta. Cindy Crawley estaba acompañada de su operador de cámara, informando puntualmente de las nuevas noticias ocurridas en St. Claire.
-Vigila por aquí. Yo voy a echar un vistazo a la Penumbra-, le dijo Faruq.
Su hermano no le dio tiempo para asentir, sino que se alejó corriendo hacia unos matorrales. "¡Jodido bastardo! ¡Me la ha devuelto!", se dio cuenta demasiado tarde el Fianna. No tuvo más remedio que mezclarse entre la multitud y escuchar en silencio los rumores que corrían.
-Jerry me dijo que fue un condenado lobo. ¿Te lo puedes creer?
-Yo he oído que no fue más que un tiroteo empezado por unos motoristas. Gente de fuera de la ciudad.
-Creo que hay al menos doce muertos y heridos.
El grupo de curiosos creció gradualmente, al igual que la gravedad de los rumores que circulaban entre los presentes. Dos coches más de policía, así como una ambulancia más, se habían acercado también hasta el lugar del incidente. Uno de los policías que acaban de llegar el jefe Olson, el cabrón malnacido que les había amenazado para que abandonasen la ciudad antes de que pasasen veinticuatro horas. Por fortuna, el jefe de la policía de St. Claire tenía demasiadas preocupaciones en ese momento como para reconocerle entre la multitud, por lo que entró directamente en el local.
Unos minutos después, llegó otro coche, un BMW negro, del que se bajó un hombre delgado y de poco más de cuarenta años, que estaba empezando a perder pelo. Iba vestido con un pulcro traje negro con corbata del mismo color y una camisa blanca impoluta. El hombre también entró en el edificio sin que ninguno de los policías se lo impidiera:
-Malditos federales-, escuchó decir a uno de los policías.
Pasaron unos diez minutos más sin que ocurriese ninguna otra novedad. Al final, el agente del FBI volvió a salir del local. Cindy Crawley le urgió a que explicase a los ciudadanos del estado de Washington lo que estaba ocurriendo, pero el hombre se negó a responder a sus preguntas con un seco "sin comentarios". Luego se subió de nuevo al BMW y se marchó por donde había venido. Su partida levantó más rumores entre los presentes cuando algunos se dieron cuenta de que el jefe Olson y el resto de los policías seguían en el interior del edificio.
Crow se giró cuando vio por el rabillo del ojo que alguien se acercaba a él entre la multitud. Esperó unos segundos y se volvió fingiendo estar despistado, pero sólo era Faruq. Su hermano le hizo un gesto con la mano para que lo siguiese. El Fianna asintió y juntos se apartaron de la multitud de curiosos.
-Has tardado en volver. ¿Qué has descubierto en la Umbra?
-Solo a una pequeña Perdición menor en el reflejo umbral de este sitio, pero cuando miré desde allí el mundo físico vi un par de cosas muy interesantes. El cristal de la cabina del DJ tenía dos impactos de bala. Hay dos heridos y un muerto que parece haber sido despedazado por algún tipo de animal salvaje. A mí me parece que ha sido obra de un Garou.
-¿Estás seguro de eso?-, preguntó el Fianna sorprendido.
-Sí. Por ejemplo, la bestia que atacó a ese hombre le desgarró la mano derecha, con la que empuñaba una pistola, y cayó durante la pelea encima del tapete de una mesa de billar. Hay que tener mucha fuerza para arrancar así una mano de una sola acometida...
-Sí, tienes razón-, asintió él por experiencia propia. -La mayoría de los curiosos creen que hubo un tiroteo iniciado por unos motoristas de fuera de la ciudad, pero al principio una mujer aseguraba que uno de los policías le había dicho que un lobo salvaje se había colado dentro del local. ¿Crees que Rapta Pañales es un hombre lobo?-, preguntó visiblemente asqueado.
-No sé si es el secuestrador es un Garou, pero estoy convencido de que quien fuera que ha provocado este desastre sí lo es.
-¿Viste alguna otra cosa que nos pueda ayudar?
-No, nada más.
-Entonces deberíamos volver al centro de la ciudad. Tenemos que contarle al resto de la manada lo que ha ocurrido aquí. Además, de todas formas ya casi es la hora a la que habíamos.
A continuación avanzaron hacia el extrarradio de la ciudad, con sus pequeñas casitas y caravanas rodeadas de profundos bosques y arboledas. Aquí parecía que la civilización sólo había logrado dar unos pasos tímidos frente a la fuerza primigenia de la naturaleza, pero los lejanos disparos de los cazadores les recordaron que ni siquiera los lugares salvajes estaban libres de la presencia humana durante la temporada de caza. Faruq y él decidieron evitar por el momento los bosques en forma lobuna para evitar que los disparasen por error aquellos fanáticos de las armas.
Estaban entrando en la garganta cubierta de niebla que los lugareños conocían como Norge Valley para investigar aquel suburbio de caravanas y casuchas de mala muerte bajo la luz de la luna gibosa, cuando vieron a un coche patrulla pasar a su lado con las luces encendidas. El vehículo siguió a toda velocidad hasta llegar a un cruce y luego se desvió hacia el sur.
-Debe haber ocurrido algo. ¡Vamos!-, le gritó a Faruq intentando hacerse oír por encima del ruido provocado por la sirena.
Sin darle tiempo a dar su conformidad o decir cualquier cosa, el Ahroun salió corriendo por la carretera en la misma dirección en la que había ido el coche patrulla. Puede que Rapta Pañales hubiese secuestrado a otro niño o puede que hubiese problemas menos apremiantes, pero en cualquier caso él estaba decidido a ayudar como pudiese. La emoción del momento vigorizó todo su cuerpo y se dejó llevar por ella corriendo tanto como podía. El corazón le saltaba desbocado y feliz. Crow no estaba hecho para ser paciente. No podía estarlo aunque quisiera. Era un Ahroun, un guerrero de Gaia, una criatura nacida para actuar. Ya había sido demasiado paciente durante todos esos meses como Guardián del túmulo de Stanley Park.
Menos de un minuto después de que se hubiese puesto a correr por la carretera, Faruq le alcanzó, poniéndose a su altura con una sonrisa descarada y adelantándose unos pocos metros para tomarle el pelo. Estaba haciendo trampa, por supuesto, usando alguno de los dones espirituales de su tribu para tratar de ridiculizarlo. Crow no se enfadó sino que sonrió también a su pesar al reconocer la broma del Ragabash. "Esta vez no he caído en tus burlas", pensó el Fianna contento.
Su repentino buen humor desapareció de golpe cuando pasaron junto a la caravana de la familia Wheeler, aunque no vieron a ninguno de los padres de la última niña secuestrada. Tampoco se veía por ninguna parte el coche patrulla, aunque seguían pudiendo escuchar el ruido de su sirena. Los dos jóvenes pasaron por delante del pequeño muro de Norge High, el instituto público de St. Claire, y siguieron corriendo casi un kilómetro y medio desde Norge Valley hasta que por fin vieron varios vehículos de policía junto a un destartalado club de carretera llamado Loose Caboose.
El edificio era una enorme estructura de madera sin ventanas, parecido a un granero, y estaba decorado con luces amarillas parpadeantes y pinturas toscas de mujeres semidesnudas. En el aparcamiento había varias motos aparcadas, aunque una de ellas yacía tirada sobre el asfalto convertida en un amasijo de chatarra, así como tres coches de policía y dos ambulancias. Los agentes de policía se esforzaban en vano por contener al pequeño grupo de periodistas y curiosos que se habían acercado al lugar para enterarse de lo que había pasado. Entre los presentes, reconocieron con facilidad a la periodista con la que había hablado Canción-Oculta. Cindy Crawley estaba acompañada de su operador de cámara, informando puntualmente de las nuevas noticias ocurridas en St. Claire.
-Vigila por aquí. Yo voy a echar un vistazo a la Penumbra-, le dijo Faruq.
Su hermano no le dio tiempo para asentir, sino que se alejó corriendo hacia unos matorrales. "¡Jodido bastardo! ¡Me la ha devuelto!", se dio cuenta demasiado tarde el Fianna. No tuvo más remedio que mezclarse entre la multitud y escuchar en silencio los rumores que corrían.
-Jerry me dijo que fue un condenado lobo. ¿Te lo puedes creer?
-Yo he oído que no fue más que un tiroteo empezado por unos motoristas. Gente de fuera de la ciudad.
-Creo que hay al menos doce muertos y heridos.
El grupo de curiosos creció gradualmente, al igual que la gravedad de los rumores que circulaban entre los presentes. Dos coches más de policía, así como una ambulancia más, se habían acercado también hasta el lugar del incidente. Uno de los policías que acaban de llegar el jefe Olson, el cabrón malnacido que les había amenazado para que abandonasen la ciudad antes de que pasasen veinticuatro horas. Por fortuna, el jefe de la policía de St. Claire tenía demasiadas preocupaciones en ese momento como para reconocerle entre la multitud, por lo que entró directamente en el local.
Unos minutos después, llegó otro coche, un BMW negro, del que se bajó un hombre delgado y de poco más de cuarenta años, que estaba empezando a perder pelo. Iba vestido con un pulcro traje negro con corbata del mismo color y una camisa blanca impoluta. El hombre también entró en el edificio sin que ninguno de los policías se lo impidiera:
-Malditos federales-, escuchó decir a uno de los policías.
Pasaron unos diez minutos más sin que ocurriese ninguna otra novedad. Al final, el agente del FBI volvió a salir del local. Cindy Crawley le urgió a que explicase a los ciudadanos del estado de Washington lo que estaba ocurriendo, pero el hombre se negó a responder a sus preguntas con un seco "sin comentarios". Luego se subió de nuevo al BMW y se marchó por donde había venido. Su partida levantó más rumores entre los presentes cuando algunos se dieron cuenta de que el jefe Olson y el resto de los policías seguían en el interior del edificio.
Crow se giró cuando vio por el rabillo del ojo que alguien se acercaba a él entre la multitud. Esperó unos segundos y se volvió fingiendo estar despistado, pero sólo era Faruq. Su hermano le hizo un gesto con la mano para que lo siguiese. El Fianna asintió y juntos se apartaron de la multitud de curiosos.
-Has tardado en volver. ¿Qué has descubierto en la Umbra?
-Solo a una pequeña Perdición menor en el reflejo umbral de este sitio, pero cuando miré desde allí el mundo físico vi un par de cosas muy interesantes. El cristal de la cabina del DJ tenía dos impactos de bala. Hay dos heridos y un muerto que parece haber sido despedazado por algún tipo de animal salvaje. A mí me parece que ha sido obra de un Garou.
-¿Estás seguro de eso?-, preguntó el Fianna sorprendido.
-Sí. Por ejemplo, la bestia que atacó a ese hombre le desgarró la mano derecha, con la que empuñaba una pistola, y cayó durante la pelea encima del tapete de una mesa de billar. Hay que tener mucha fuerza para arrancar así una mano de una sola acometida...
-Sí, tienes razón-, asintió él por experiencia propia. -La mayoría de los curiosos creen que hubo un tiroteo iniciado por unos motoristas de fuera de la ciudad, pero al principio una mujer aseguraba que uno de los policías le había dicho que un lobo salvaje se había colado dentro del local. ¿Crees que Rapta Pañales es un hombre lobo?-, preguntó visiblemente asqueado.
-No sé si es el secuestrador es un Garou, pero estoy convencido de que quien fuera que ha provocado este desastre sí lo es.
-¿Viste alguna otra cosa que nos pueda ayudar?
-No, nada más.
-Entonces deberíamos volver al centro de la ciudad. Tenemos que contarle al resto de la manada lo que ha ocurrido aquí. Además, de todas formas ya casi es la hora a la que habíamos.
-.-
Llegaron al Sherwood veinte minutos tarde. El restaurante estaba otra vez lleno de clientes, pero sus hermanos habían logrado coger una pequeña mesa al fondo del local. Ya habían empezado a cenar sin ellos, aunque ni él ni Faruq se quejaron demasiado. Con el hambre que traían, ellos tampoco hubieran podido esperar demasiado, así que les contaron lo que había pasado en el Loose Caboose mientras esperaban a que les trajesen su comida.
-¿Un hombre lobo?-, preguntó Voz-de-Plata. -Eso podría tener sentido. Explicaría cómo el secuestrador pudo entrar en todas esas casas sin que nadie lo viese ni tener que forzar puertas o ventanas.
-Todavía no sabemos si el Garou que atacó el Loose Caboose es Rapta Pañales o no-, objetó Canción-Oculta.
-Muy cierto-, confirmó Lars mientras daba un buen mordisco a lo que quedaba de su hamburguesa.
-Yo creo que deberíamos investigar esa posibilidad. St. Claire está rodeada de bosques. ¿Qué mejor escondite para el secuestrador? Lo malo es que con tantos cazadores humanos podríamos tener problemas si no tenemos mucho cuidado.
-Razón de más para darnos un día más antes de meter las narices en los bosques-, respondió el joven alfa.
-¿Y qué haremos cuando se nos acabe le plazo del jefe Olson?-, preguntó Faruq.
-No me iré sin salvar a esos niños y niñas o, en el caso de que eso no sea posible, encontrar al culpable de sus desgracias-, afirmó el Philodox seriamente. -Creo que todos estamos completamente de acuerdo con ese objetivo. Si es necesario, evitaremos a la policía y al jefe Olson siempre que podamos para proseguir nuestras investigaciones. ¿Es segura la Penumbra de St. Claire?-, le preguntó a Lars.
-Básicamente sí-, respondió el Theurge. -Aquí los espíritus de la Tejedora no son demasiado fuertes, excepto en el Instituto Politécnico de Washington. Por otra lado, el Wyrm tiene algunos espíritus menores aquí. ¿Sabéis qué son los Kalus?
-¡Algún tipo de Perdiciones!-, respondió Voz-de-Plata con seguridad diciendo lo obvio.
-Sí, eso es-, confirmó Lars. -Son espíritus de la corrupción. Suelen adoptar una imagen fantasmal, de medio metro de alto, con alas, diminutas manos en forma de garra y pezuñas hendidas. Se dedican a infectar las mentes humanas con ideas y pensamientos malvados. Esta tarde he encontrado una docena repartidos por toda Penumbra de la ciudad.
-¿Eso no es normal?-, preguntó Canción-Oculta.
-En plagas espirituales y otros lugares mancillados por el Wyrm como la mina donde estaba escondida la prisión del Narlthus, sí, pero por ahora no he visto un lugar así en la ciudad.
-A lo mejor tienen un refugio secreto o están a las afueras-, dijo pensativo el Fianna.
-Puede ser-, concedió el Theurge-, pero al verlos he tenido una idea: ¿y si ellos son los causantes de la alta tasa de violencia doméstica y abusos sexuales?
Ninguno de ellos podía saberlo con certeza, pero la pregunta era ciertamente inquietante. Si Lars tenía razón al sugerir que los Kalus eran los causantes de los crímenes cometidos en St. Claire, la manada tendría que intentar acabar con todos ellos o pedir ayuda a otros Garou. En cualquier caso, estaba claro que no podían marcharse sin más cuando cogiesen a Rapta Pañales. Una camarera pelirroja y entrada en años les trajo la cena mientras estaban sumidos en sus propios pensamientos.
-¿Y vosotros?-, le preguntó a Canción-Oculta mientras engullía un mordisco de perrito caliente bien cargado de cebolla, mostaza y ketchup. -¿Habéis descubierto algo?
-No, nada-, respondió el Philodox. -Están decorando las principales calles de la ciudad para un festival local que tendrá lugar el próximo sábado, pero aparte de la excitante noticia de que los ciudadanos de St. Claire están divididos acerca de si se debería celebrar la fiesta o no por los secuestros, no hay más novedades.
-¡Esta ciudad apesta!-, exclamó en bajo Voz-de-Plata. -Cada vez estoy más convencido de ello.
-Sí, yo también lo creo-, le apoyó Faruq.
Crow asintió con la cabeza mientras daba un último bocado a su perrito caliente. Había estado verdaderamente bueno. Vio cómo Canción-Oculta se estiraba para observar a alguien que acaba de entrar en el restaurante y, acto seguido, se levantó de la mesa.
-Vuelvo en un momento-, les dijo el alfa de la manada.
Tanto el Fianna como el resto de sus hermanos lo observaron alejarse con curiosidad, sin perder de vista al Colmillo Plateado, que se había acercado a saludar a Cindy Crawler y su cámara.
-¿Creéis que le gusta?-, preguntó Voz-de-Plata.
-Tal vez-, respondió Faruq con una sonrisa malvada. -Oye, ¿estás muy triste porque esta noche no nos pudo atender Jessy?
-¿Un hombre lobo?-, preguntó Voz-de-Plata. -Eso podría tener sentido. Explicaría cómo el secuestrador pudo entrar en todas esas casas sin que nadie lo viese ni tener que forzar puertas o ventanas.
-Todavía no sabemos si el Garou que atacó el Loose Caboose es Rapta Pañales o no-, objetó Canción-Oculta.
-Muy cierto-, confirmó Lars mientras daba un buen mordisco a lo que quedaba de su hamburguesa.
-Yo creo que deberíamos investigar esa posibilidad. St. Claire está rodeada de bosques. ¿Qué mejor escondite para el secuestrador? Lo malo es que con tantos cazadores humanos podríamos tener problemas si no tenemos mucho cuidado.
-Razón de más para darnos un día más antes de meter las narices en los bosques-, respondió el joven alfa.
-¿Y qué haremos cuando se nos acabe le plazo del jefe Olson?-, preguntó Faruq.
-No me iré sin salvar a esos niños y niñas o, en el caso de que eso no sea posible, encontrar al culpable de sus desgracias-, afirmó el Philodox seriamente. -Creo que todos estamos completamente de acuerdo con ese objetivo. Si es necesario, evitaremos a la policía y al jefe Olson siempre que podamos para proseguir nuestras investigaciones. ¿Es segura la Penumbra de St. Claire?-, le preguntó a Lars.
-Básicamente sí-, respondió el Theurge. -Aquí los espíritus de la Tejedora no son demasiado fuertes, excepto en el Instituto Politécnico de Washington. Por otra lado, el Wyrm tiene algunos espíritus menores aquí. ¿Sabéis qué son los Kalus?
-¡Algún tipo de Perdiciones!-, respondió Voz-de-Plata con seguridad diciendo lo obvio.
-Sí, eso es-, confirmó Lars. -Son espíritus de la corrupción. Suelen adoptar una imagen fantasmal, de medio metro de alto, con alas, diminutas manos en forma de garra y pezuñas hendidas. Se dedican a infectar las mentes humanas con ideas y pensamientos malvados. Esta tarde he encontrado una docena repartidos por toda Penumbra de la ciudad.
-¿Eso no es normal?-, preguntó Canción-Oculta.
-En plagas espirituales y otros lugares mancillados por el Wyrm como la mina donde estaba escondida la prisión del Narlthus, sí, pero por ahora no he visto un lugar así en la ciudad.
-A lo mejor tienen un refugio secreto o están a las afueras-, dijo pensativo el Fianna.
-Puede ser-, concedió el Theurge-, pero al verlos he tenido una idea: ¿y si ellos son los causantes de la alta tasa de violencia doméstica y abusos sexuales?
Ninguno de ellos podía saberlo con certeza, pero la pregunta era ciertamente inquietante. Si Lars tenía razón al sugerir que los Kalus eran los causantes de los crímenes cometidos en St. Claire, la manada tendría que intentar acabar con todos ellos o pedir ayuda a otros Garou. En cualquier caso, estaba claro que no podían marcharse sin más cuando cogiesen a Rapta Pañales. Una camarera pelirroja y entrada en años les trajo la cena mientras estaban sumidos en sus propios pensamientos.
-¿Y vosotros?-, le preguntó a Canción-Oculta mientras engullía un mordisco de perrito caliente bien cargado de cebolla, mostaza y ketchup. -¿Habéis descubierto algo?
-No, nada-, respondió el Philodox. -Están decorando las principales calles de la ciudad para un festival local que tendrá lugar el próximo sábado, pero aparte de la excitante noticia de que los ciudadanos de St. Claire están divididos acerca de si se debería celebrar la fiesta o no por los secuestros, no hay más novedades.
-¡Esta ciudad apesta!-, exclamó en bajo Voz-de-Plata. -Cada vez estoy más convencido de ello.
-Sí, yo también lo creo-, le apoyó Faruq.
Crow asintió con la cabeza mientras daba un último bocado a su perrito caliente. Había estado verdaderamente bueno. Vio cómo Canción-Oculta se estiraba para observar a alguien que acaba de entrar en el restaurante y, acto seguido, se levantó de la mesa.
-Vuelvo en un momento-, les dijo el alfa de la manada.
Tanto el Fianna como el resto de sus hermanos lo observaron alejarse con curiosidad, sin perder de vista al Colmillo Plateado, que se había acercado a saludar a Cindy Crawler y su cámara.
-¿Creéis que le gusta?-, preguntó Voz-de-Plata.
-Tal vez-, respondió Faruq con una sonrisa malvada. -Oye, ¿estás muy triste porque esta noche no nos pudo atender Jessy?
-.-
Canción-Oculta volvió unos cinco minutos más tarde. A Crow le parecía que estaba pensativo, como dándole vueltas a una idea que rondase en su mente. Cuando se sentó de nuevo en su mesa, toda la manada estaba pendiente de saber qué había averiguado.
-Tengo algunos detalles más de lo que pasó en el Loose Caboose. Nuestro hombre lobo no estaba solo. Los testigos aseguran que un pequeño grupo de moteros entró en el bar con un lobo domesticado y atacaron a Edgar Chase, un guardia de seguridad de Pangloss que solía pasarse por allí.
-Anna Wheeler también dijo que trabajaba en Pangloss. ¿Creéis que esa empresa tiene algo que ver con los secuestros y el ataque de ese supuesto Garou?-, preguntó Voz-de-Plata.
-Venga, ya. No, hombre-, respondió Faruq. - Estamos en los malditos Estados Unidos. Aquí es normal que la mitad de la población dependa de una gran empresa u otra.
-Pues a mí sí me parece sospechoso-, intervino Crow. -Todos sabemos que a veces los siervos del Wyrm emplean la codicia humana para envenenar a Gaia con productos tóxicos y altamente contaminantes. Tal vez Pangloss sea una empresa controlada por nuestros enemigos.
-Vamos a tener que comprobarlo-, coincidió con él Canción-Oculta. -En Toronto ya vimos de primera mano que esos rumores son ciertos. Esta noche descansaremos en la furgoneta y mañana por la mañana haremos una visita a Pangloss Comestics. ¿Estamos todos de acuerdo?
Todos asintieron, incluso Faruq que no parecía muy convencido, aunque con él uno nunca sabía si estaba fingiendo para tomarte el pelo, para reafirmarte en una decisión correcta o porque verdaderamente tenía dudas al respecto. A Crow no le importaba. Si tenían razón respecto a Pangloss, puede que pronto pudiese liberar su furia Ahroun una vez más sobre los enemigos de Gaia.
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