St. Claire, Washington (EE.UU.)
2 de noviembre de 1992
"Este hijo de puta es verdaderamente rápido", pensó con amargura el joven Galliard de los Hijos de Gaia mientras esquivaba por los pelos el ataque del guardia de seguridad. La afilada hoja del cuchillo de su enemigo, que ya había probado su sangre hacía escasos segundos, pasó volando a pocos centímetros de su hocico como un rayo. Aquel guardia no era un simple humano. Parecía una parodia grotesca de una persona normal, con bultos, llagas y heridas esparcidas a lo largo de toda su piel. Tenía el pelo sucio y desagradable, pero lo más asqueroso era el líquido amarillo que caía pasmosamente de sus narices, manchándole labios, la barbilla y la camisa de su uniforme de su seguridad de color marrón pardo.
El fomori, pues eso es lo que era precisamente la criatura contra la que estaba luchando, siguió moviéndose, pasando por debajo de su enorme y peludo brazo derecho mientras le clavaba con extrema pericia el cuchillo en algún punto del costado entre el hueso de la cadera y las costillas. La hoja entró y salió del cuerpo Crinos de Voz-de-Plata con un movimiento fluido, atravesándole como si fuese un pavo en el Día de Acción de Gracias. El Galliard aulló cuando sintió un tsunami de dolor recorriéndole todo su cuerpo, pese a lo cual tuvo las suficientes fuerzas para golpear al fomori con su otra garra. Quedaron tres surcos sangrientos a lo largo del hombro izquierdo de la criatura, que chilló dolorida al mismo tiempo que retrocedía unos pasos mientras recuperaba su guardia.
Voz-de-Plata aprovechó esos segundos vitales para echar un vistazo a su alrededor. Un horrible rastro de sangre le guió hacia una improvisada cobertura que había encontrado Crow detrás de un enorme tubo industrial. Un francotirador oculto le había disparado en dos ocasiones. Sus heridas parecían terriblemente graves y ni siquiera la fisiología superior de su cuerpo Garou podía hacer nada para reponerse. "Balas de plata", se dio cuenta el Galliard con un escalofrío. La mole medio humana medio lobuna del Fianna estaba tumbada en el suelo y escupiendo sangre.
A pocos metros de allí, dos enormes figuras Crinos de pelaje plateado estaban enzarzadas en un combate despiadado y sin cuartel. Voz-de-Plata sabía que una de ellas era Canción-Oculta, pero no tenía ni idea de quién era la otra. En cualquier caso, el combate parecía muy igualado. Los cuerpos de ambos contendientes mostraban numerosos y desgarros que daban una buena muestra de la ferocidad de su lucha.
Para su desazón, el Galliard no vio por ninguna parte a Lars. Suponía que el Fenris debía estar en la Penumbra junto con Uktena, el tótem espiritual de su manada, pero tal y como les iban las cosas en el reino físico, dudaba mucho de que al Theurge le fueran mejor.
El despiste de Voz-de-Plata pudo haberle costado muy caro. El fomori sacó fuerzas de flaqueza y se abalanzó sobre él gritando como un salvaje enloquecido. Sus gritos fueron lo que hicieron que el Galliard centrase su atención en el combate que estaba librando. Esta vez fue más rápido que su enemigo. Con una mano le cogió el brazo que sostenía el cuchillo y con la otra atravesó los ojos del fomori con sus garras. La criatura se tambaleó unos segundos sin dejar de gritar, para finalmente caer al suelo entre violentos temblores.
No obstante, el Galliard no tenía tiempo para tomarse un respiro. Tenía que curar las heridas de Crow si querían ganar aquel combate. Salió a la carrera desde detrás del depósito, exponiéndose voluntariamente a los disparos del francotirador, y siguió el rastro de sangre que había dejado su hermano. Un disparo tardío pasó a una distancia peligrosamente escasa de su enorme cuerpo, sin rozarle siquiera. Llegó hasta donde estaba su hermano caído y se cubrió también para evitar recibir nuevos disparos.
Desgraciadamente, no tuvo tiempo para curar sus heridas, ya que dos hombres cargaron contra ellos. "Mierda", pensó mientras se ponía a cuatro patas y les enseñaba los enormes colmillos que relucían en sus fauces. Esos bastardos debían haberse internado por el laberinto de tuberías que tenían a su derecha, sin que nadie los viera acercarse.
El más grande de ellos era un hombre de algo menos de cuarenta años, obeso, con cuello de toro y cara porcina. Tenía un físico impresionante, pero parecía extraordinariamente feo. Sobre la calva de su cabeza llevaba tatuados un dragón rojo de estilo nórdico y una esvástica estilizada. En sus manos sostenía un bate de béisbol remachado con clavos relucientes, casi plateados. "Bañados en plata, probablemente", se dio cuenta el Galliard.
El otro hombre era un esperpento humano lleno de piercings en todas las partes visibles de su cuerpo: orejas, nariz, cejas y labios. Tenía el pelo rapado en uno de los lados de su cabeza y largo y teñido de varios colores en el otro. Iba vestido con un largo gabán negro, pantalones de cuero y botas altas. No llevaba nada de ropa debajo del gabán, dejando entrever tatuajes obscenos y más piercings en sus pechos y el ombligo. Éste iba armado con una navaja de filo plateado.
Se estaban acercando rápidamente al lugar en el que estaban cobijados. Si intentaban interceptarlos, se expondrían a otro disparo del misterioso francotirador y Voz-de-Plata dudaba que ese malnacido volviese a fallar el tiro. A su lado, Crow lo imitó poniéndose en pie sobre sus cuatro patas a pesar de la gravedad de sus heridas. Sus feroces gruñidos no asustaron a sus enemigos, pero el Galliard percibió una pequeña nota de temor en sus ojos. Dispuesto a librar el que podría ser el combate de su vida, el Hijo de Gaia todavía dedicó dos escasos segundos para pensar en Faruq. "¡Gaia, sálvalo!", oró precipitadamente antes de que sus enemigos iniciasen el cuerpo a cuerpo.
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St. Claire, Washington (EE.UU.)
2 de noviembre de 1992
Tras pasar toda la noche durmiendo incómodamente en la vieja furgoneta de Rossaline y tomarse un café y unas tostadas con mantequilla y mermelada para desayunar, los cinco se habían dirigido al sur de la ciudad para inspeccionar desde lejos la factoría de Pangloss Cosmetics. Cuando pasaron por la carretera que conducía a los terrenos de la compañía, pudieron ver la mayoría de las instalaciones. Todo parecía estar completamente en orden. Había un edificio central, cuya brillante fachada de cristal probablemente albergase las oficinas y los laboratorios principales, que a su vez estaba rodeado de almacenes, depósitos industriales y un complejo entramado de tuberías de todos los tamaños imaginables que unían todas las instalaciones entre sí. Todo ello estaba rodeado a su vez por una verja metálica de rejilla de dos metros y medio de altura.
Lars hizo que la furgoneta siguiese de largo hasta llegar a un desvío comarcal y, una vez allí, la aparcó en el arcén. A continuación todos se bajaron del vehículo y atravesaron en pocos minutos la pequeña arboleda que los separaba de los territorios de la compañía en completo silencio. El hedor causado por los humos químicos de las chimeneas era penetrante, aunque también dejaba un vacío indefinido en su nariz. Cuando por fin volvieron a ver la verja a unos quinientos metros de distancia, no pudo permanecer callado por más tiempo:
-Todo parece en orden, ¿no? Incluso parece un lugar relativamente limpio.
-Sí, claro-, murmuró Erguido-cual-Montaña con un ligero tono de burla en su voz.
-Voy a mirar en la Penumbra-, manifestó Lars mientras sacaba un pequeño espejo de mano de uno de los bolsillos de su cazadora.
-Te acompaño-, respondió Faruq.
Los dos caminaron de lado con rapidez, dejando al resto de su manada en el mundo real. A pesar de que vieron las figuras distantes de varios trabajadores desde su posición, no descubrieron a ningún guardia de seguridad patrullando las instalaciones, lo cual ofrecía buenas perspectivas si decidían echar un vistazo "más de cerca".
-Este sitio apesta a Wyrm-, afirmó Canción-Oculta poniendo un profundo gesto de desagrado en su cara.
Ninguno rebatió su afirmación. Sabían que el Philodox no haría ese tipo de observaciones a la ligera. "Adiós a mis esperanzas de una investigación fácil", pensó Voz-de-Plata con resignación. Poco después, Lars y Faruq aparecieron a su lado. Ellos tampoco traían buenas noticias.
-En la Penumbra estos terrenos son una plaga espiritual-, les informó el Theurge. -Están lleno de Kalus y de elementales corruptos que parecen estar compuestos de líquidos tóxicos. Me temo que es imposible acercarnos por la Umbra sin que nos descubran.
-Entonces tendremos que hacerlo por el reino físico-, afirmó Crow con seriedad.
-Si vamos de frente podríamos poner en peligro a los niños y niñas secuestrados-, intervino Faruq. -Deberíais dejarme que ir delante. Puedo echar un vistazo sin que nadie me vea y luego regresar con cualquier información útil que haya descubierto ahí dentro.
-Suena sensato-, le apoyó Voz-de-Plata.
-Pero no sabemos si los niños están allí o no-, objetó Crow. -¿Para qué desperdiciar el elemento sorpresa de nuestro ataque?
-Todavía no hemos decidido si vamos a atacar-, respondió Canción-Oculta mirando suspicaz al Ahroun. -Hay trabajadores inocentes ahí dentro. ¿Tan rápido vas a poner en peligro sus vidas por tus ansias de gloria?
Al principio, Crow pareció visiblemente ofendido por las duras palabras del Philodox, incluso estuvo a punto de darle una mala contestación, pero finalmente se tragó su orgullo y aceptó la reprimenda implícita del alfa de la manada.
-Entonces, ¿me das permiso para intentar colarme?-, preguntó Faruq con un tono de voz excelentemente neutro.
-No lo sé-, respondió el Colmillo Plateado. -La verdad es que no me gusta que nos separemos. Recuerda lo que pasó la última vez que intentaste colarte por tu cuenta para reunir información. Aquel día casi morimos todos nosotros.
-Lo sé. Esta vez soy consciente de los riesgos, pero también de lo que está en juego. Vamos contrarreloj. Si esos niños aún viven y están secuestrados en la factoría de Pangloss, puede que cada hora que pase se reduzcan sus posibilidades de salir con vida. No tenemos más alternativas y lo sabes. Por eso te ruego que asumamos de nuevo ese riesgo cuanto antes
Los argumentos de Faruq fueron demoledores. Canción-Oculta no podía rebatirlos fácilmente, por lo que buscó el consejo del resto. Crow asintió en silencio para dar su conformidad, al igual que Lars. Solo el Hijo de Gaia dijo a las claras lo que todos pensaban en ese momento:
-Sus cortas vidas están en nuestras manos...
-¡Está bien, maldita sea!-, exclamó el alfa dando por fin su brazo a torcer. -Entra, cuélate ahí dentro y averigua todo lo que puedas. Sólo tendrás cuarenta y cinco minutos de reloj. Nosotros te esperaremos aquí. Pasado ese tiempo, entraremos a rescatarte.
-De acuerdo-, respondió el Caminante Silencioso con seriedad.
-Y si te metes en problemas antes de que llegue la hora, aúlla, con todas tus fuerzas-, le dijo Crow preocupado. -La caballería no tardará mucho tiempo en rescatarte.
-Vale, vale. No os preocupéis. No es la primera vez que hago esto.
-No nos lo recuerdes-, respondió Voz-de-Plata. -Cuídate ahí dentro, ¿vale?-, le dijo después mientras le daba un fuerte y breve abrazo a su hermano de manada.
Faruq asintió sin decir nada, aunque su cara mostraba una de las típicas sonrisas que ponía cuando iba a hacer alguna travesura especialmente molesta. A continuación, el Caminante Silencioso les dio la espalda sin despedirse siquiera y se encaminó hacia la verja. La saltó con agilidad para después correr hacia uno de los depósitos. A medida que lo veían acercarse a las instalaciones, era más difícil distinguirlo, hasta que finalmente desapareció a simple vista.
-Yo vigilaré por la Umbra-, les anunció Lars. -Si ocurre algo al otro lado de la Celosía, os avisaré de inmediato.
-¿Quieres que te acompañe?-, se ofreció Voz-de-Plata.
-No, gracias, mejor quédate con el resto-, respondió el Theurge mientas volvía a alzar el pequeño espejo de mano que llevaba encima para buscar su reflejo en él.
-Alea iacta est-, murmuró Canción-Oculta intentando vigilar el lugar por el que se había marchado Faruq.
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No pasó la mitad del tiempo acordado antes de que se escuchasen los primeros disparos provocados por armas de fuego de gran calibre. Canción-Oculta les hizo un gesto y los tres salieron corriendo en sus formas Homínidas hacia la verja metálica.
-¿No avisamos a Lars?-, preguntó Voz-de-Plata mientras corrían.
-No hay tiempo-, gruñó el alfa sin detenerse. -Hay que intentar sacar a Faruq del lío en el que esté metido.
Los tres saltaron la verja metálica mientras escuchaban el sonido provocado por una sirena atronadora a través del sistema de megafonía de la factoría. Tras ese horroroso sonido, escucharon una voz metálica que parecía provenir de todas las direcciones:
-¡Alerta terrorista! ¡Alerta terrorista! Esto no es un simulacro-, el mensaje se repitió una vez más antes de volver a dar paso a la sirena.
Cuando llegaron al depósito, Voz-de-Plata pudo ver a varios operarios, vestidos con sus uniformes y cascos de trabajo, huir aterrados en todas direcciones. La situación parecía casi surrealista. "¿De verdad tienen un protocolo de seguridad para ataques de hombres lobo?", se preguntó el Galliard divertido.
No tuvo mucho tiempo para disfrutar la ironía de la idea. Un nuevo disparo alcanzó de lleno a Crow, derribándolo al suelo. Al principio el Hijo de Gaia pensaba que su hermano estaba muerto por la cantidad de sangre que cubría su cuerpo, pero luego vio cómo el Ahroun hacía el esfuerzo de levantarse al mismo tiempo que se transformaba en Crinos.
Canción-Oculta también adoptó la forma de guerra de los Garou mientras el Galliard hacía el amago de correr para auxiliar a su hermano y ponerlo a cubierto. Sin embargo, pese a sus buenas intenciones, no puedo hacer tal cosa. Un brazo salió entre dos tuberías y le hizo un feo corte en la cara que apunto estuvo de costarle un ojo al Hijo de Gaia. Un guardia de seguridad armado con un cuchillo de combate salió de su escondite inmediatamente después y cargó contra él a una velocidad sobrehumana.
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