Vancouver, Columbia Británica (Canadá)
5 de julio de 1992
El joven metis intentaba controlar sus nervios, concentrándose en ofrecer la pose más digna que pudiese mostrar en ese momento. Durante los últimos meses, sus compañeros de tribu le habían introducido en los misterios de los Colmillos Plateados, en especial, en su privilegiada relación con Selene y Helios. Para su sorpresa, había descubierto que existían dos logias consagradas a esos dos grandes Celestes de la jerarquía espiritual y que cada una de ellas encarnaba grandes ideales gemelos. La Logia del Sol representaba la razón y el orden, mientras que la Logia de la Luna representaba la pasión y el misticismo. Cuando se le dio a elegir entre una de las dos, suplicó y le fue concedido el ingreso en la Logia del Sol.
No tomó esa decisión al azar, ya que sabía que tendría importantes repercusiones en su vida dentro de su propia tribu. Aunque apreciaba enormemente el interés de la Logia de la Luna por la Umbra y los conocimientos espirituales, Canción-Oculta también valoraba la racionalidad de la Logia del Sol, así como su poderosa influencia entre la Parentela y la sociedad humana. En opinión del joven Philodox, la Logia del Sol representaba su mejor oportunidad para tratar de mejorar la vida de los humanos y de los Garou por igual.
Sin embargo, Canción-Oculta había descubierto que ser honrado con tales privilegios aparejaban nuevas e importantes responsabilidades. Aunque hacía apenas unos días le habían dicho que lo llamarían para que realizase un gran servicio para la tribu, no esperaba que lo hiciesen tan pronto. Un mensajero, llamado Nicholas Redfearn, había venido a buscarlo esa mañana para decirle que debía despedirse temporalmente de sus hermanos de manada para realizar una tarea en nombre de los Colmillos Plateados. Al no recibir más detalles, Canción-Oculta se había visto obligado a hacer exactamente eso: despedirse a toda prisa, contestar a las preguntas de sus hermanos como buenamente pudo y dejar el mando de la manada a Lars hasta que regresase. Por supuesto, ellos no entendieron lo que estaba pasando pero aceptaron los hechos y le desearon mucha suerte.
A continuación, Nicholas le había guiado por una de las arboledas más profundas de Stanley Park hasta llegar a su destino. Oculta por el espeso follaje de los árboles, había una recia cabaña construida con gruesos troncos de árboles, que sólo disponía de una planta de altura pero que ocupaba un amplio espacio sobre el suelo. Esa edificación solamente tenía una puerta, aunque había numerosos ventanucos abiertos en las paredes para iluminar el interior de forma natural. Un enorme lobo de pelaje blanco plateado, que debía haber estado descansando hasta ese momento junto a la puerta, permanecía ahora de pie, observándoles atentamente con las orejas y la cola alta. Canción-Oculta lo había visto en el Consejo Abierto y en algunas reuniones de su tribu. Lo llamaban Nieve-de-Verano y era un Ahroun cuya estrella se decía que comenzaba a ascender últimamente. "Igual que yo", pensó emocionado el metis.
El guardián se apartó a un lado para permitirles pasar. Canción-Oculta adoptó la forma Homínida para entrar con mayor comodidad. El interior de la cabaña olía a polvo y madera vieja, pero de una forma agradable, casi hogareña. Se hallaban en un vestíbulo que conectaba con dos pasillos de frente y a la derecha. Nicholas le guió hacia la derecha. Allí había dos puertas. Su guía le hizo un gesto para que entrase en la última. Al hacerlo, Canción-Oculta llegó a una gran habitación rectangular, llena de hermosos tapices, bordados con oro y plata, que representaban los glifos del Gran Halcón y de la tribu de los Colmillos Plateados, así como de las Logias del Sol y de la Luna unidas dentro de aquellos muros. Al final de la sala había una pequeña tarima sobre la que descansaba un sillón hecho de madera finamente trabajada. Nicholas cerró la puerta desde fuera, dejándolo solo en aquella sala. No, se equivocaba. No estaba solo.
Había una figura escondida detrás de uno de los tapices. El hombre apartó con delicadeza el telar y entró en la sala. Tenía una larga melena de pelo blanco con mechones plateados, la cara alargada y un mentón partido. Sus fríos ojos azules lo miraban altivos, despectivos incluso. Vestía un grueso abrigo de piel de animales, pantalones de lana, botas de cuero y llevaba el torso al descubierto y decorado con glifos Garou sobre su piel. Su nombre era Arthur Cunningham. Era el Maestro del Rito del Clan del Pacto y el chambelán de la Corte de los Colmillos Plateados de Vancouver.
-Buenos días, chambelán-, saludó con educación.
-Al fin acudes a la llamada de tu tribu-, respondió fríamente el otro.
-Vine tan pronto como se me llamó-, dijo a la defensiva Canción-Oculta al mismo tiempo que contenía la creciente irritación que empezaba a sentir.
-¿De verás?-, le preguntó poco interesado el Maestro del Rito, sin darle tiempo a responder siquiera. -Bien, ya que por fin has llegado, déjame felicitarte en primer lugar por tu nombramiento como alfa de tu manada. Siempre es admirable ver cómo incluso un simple metis con sangre de los verdaderos Colmillos Plateados en sus venas puede alzarse por encima de los cachorros de las otras tribus.
Canción-Oculta apenas logró reprimir con un gran esfuerzo por su parte las primeras respuestas que estaban acudiendo rápidamente a su mente. No le gustaba Arthur Cunningham, ni la forma en que lo estaba tratando ni mucho menos el tono insultante con el que el Maestro del Rito había usado la palabra metis. "No deberías soportar estos insultos. Seguro que los Danzantes te aceptan tal y como eres", susurró la voz de su cabeza. El joven Philodox trató de centrar sus pensamientos en la situación que tenía entre manos.
-Celebro ser merecedor de tanta atención por vuestra parte-, dijo lentamente, -pero Nicholas me había dicho que se requería mi presencia para realizar un servicio a la tribu.
-Cierto, cierto-, asintió Cunnigham con aire pensativo. -Espera aquí, Cliath.
Tras decir eso, el Maestro del Rito desapareció detrás del tapiz por el que había entrado en la sala. Canción-Oculta apenas pudo atisbar el pequeño y oscuro pasillo por el que se había marchado el Maestro del rito. Una vez que estuvo solo, el joven Philodox respiró aliviado. La tensión que sentía se fue diluyendo poco a poco, al igual que la voz invisible que solía atormentarlo. En el fondo de su corazón, sabía que esto iba a ocurrir. Cunnigham era un conservador de pies a la cabeza que no aceptaría fácilmente que un simple "metis" destacase dentro de la tribu. No obstante, Canción-Oculta estaba más que dispuesto a tener éxito en cualquier tarea que le encargase su tribu sólo para demostrarle a ese cabrón que lo había juzgado mal desde el principio.
De nuevo oyó unos pasos sobre la madera y el Maestro del Rito volvió a apartar el tapiz, dejando paso esta vez a otra figura más alta, de un metro con ochenta y cinco de estatura, y complexión alargada y esbelta. A pesar de su gran edad, como demostraba su rostro completamente arrugado y su pelo blanco como la nieve, el hombre entró en la sala con pasos decididos más propios de alguien dos décadas más joven. Los rasgos de su cara estaban finamente cincelados, con una nariz aristocrática, pómulos altos y una barbilla afilada. Bajo sus espesas cejas blancas, sus ojos oscuros brillaban como la obsidiana. Vestía un lujoso traje negro con rayas de corte europeo, con camisa blanca y corbata a juego. Canción-Oculta se arrodilló nada más verlo.
-Lord Abercorn-, dijo saludando formalmente al líder de los Colmillos Plateados en el Clan del Pacto.
El anciano se detuvo a pocos pasos de él e hizo un leve gesto con su mano para darle permiso para incorporarse mientras lo observaba con sus brillantes ojos oscuros.
-¿Es él?-, preguntó con un marcado acento inglés más propio del palacio de Westminster que de los mejores hogares de Vancouver.
-Así es, milord-, respondió el Maestro del Rito. -Este joven Garou es Canción-Oculta, el Cliath Philodox que se ha unido recientemente a la Logia del Sol y que actualmente desempeña el cargo de alfa de su manada, las Cinco Garras de Gaia.
-Tus tempranas hazañas te preceden, Canción-Oculta-, le dijo lord Abercorn. -Celebro tener la oportunidad de poder hablar tranquilamente contigo. Ven, vamos a sentarnos.
El anciano atravesó la sala con pasos rápidos dirigiéndose hacia la tarima y se sentó con dignidad sobre el sillón de madera, poniendo una elegante pose que en él parecía completamente natural. El Maestro del Rito y el joven Philodox permanecieron en pie a su lado.
-He decidido que serás nuestro embajador con nuestros hermanos de tribu del Río Rojo, a orillas del lago Winnipeg, en el estado de Manitoba. Ellos están muy intrigados por tus hazañas y tu estancia allí servirá para reforzar los lazos políticos existentes entre nosotros. Asimismo, también deberás entregarles dos cosas más.
Arthur Cunningham le entregó entonces un sobre de papel amarillento sellado con el glifo personal de lord Abercorn. Canción-Oculta ignoró la mirada desdeñosa del Maestro del Rito y cogió el sobre con gran cuidado.
-Deberás entregar en mano esa carta a lady Agata Blaisdon, la líder del clan. Nadie más debe leer el contenido de esta carta. ¿Lo has entendido?
-Perfectamente, milord. ¿Qué más debo llevarles?
-Una joven Pariente llamada Margaret Radley que va a casarse con uno de los héroes del Río Rojo.
-¿Y quién es su afortunado prometido?
-A pesar de nuestra insistencia, lady Blaisdon aún no lo ha decidido pero confío en que encontrará un esposo adecuado para nuestra joven Radley.
-¿Es un matrimonio acordado?-, preguntó Canción-Oculta sorprendido.
-Lo es-, respondió Arthur Cunningham-, y no ha sido fácil conseguir semejante acuerdo.
-Entiendo. Se hará como decís, milord.
-Muy bien. Entonces esperaremos impacientes las noticias que traigas a tu regreso.
Lord Abercorn se levantó de su asiento con un gesto rápido mientras Arthur Cunningham desaparecía detrás de uno de los tapices, dejándolos solos.
-Tu tarea será bastante simple. Para evitar llamar la atención, viajéis en coche hasta el Protectorado del Río Rojo. Ella te está esperando en el puente de Lions Gate. Sólo tenéis que seguir el recorrido de los mapas de la guantera hasta que lleguéis a vuestro destino. ¿Lo has comprendido, Cliath?
-Sí, Maestro del Rito.
-Entonces procura no decepcionar la confianza que lord Abercorn ha depositado en ti.
-Buenos días, chambelán-, saludó con educación.
-Al fin acudes a la llamada de tu tribu-, respondió fríamente el otro.
-Vine tan pronto como se me llamó-, dijo a la defensiva Canción-Oculta al mismo tiempo que contenía la creciente irritación que empezaba a sentir.
-¿De verás?-, le preguntó poco interesado el Maestro del Rito, sin darle tiempo a responder siquiera. -Bien, ya que por fin has llegado, déjame felicitarte en primer lugar por tu nombramiento como alfa de tu manada. Siempre es admirable ver cómo incluso un simple metis con sangre de los verdaderos Colmillos Plateados en sus venas puede alzarse por encima de los cachorros de las otras tribus.
Canción-Oculta apenas logró reprimir con un gran esfuerzo por su parte las primeras respuestas que estaban acudiendo rápidamente a su mente. No le gustaba Arthur Cunningham, ni la forma en que lo estaba tratando ni mucho menos el tono insultante con el que el Maestro del Rito había usado la palabra metis. "No deberías soportar estos insultos. Seguro que los Danzantes te aceptan tal y como eres", susurró la voz de su cabeza. El joven Philodox trató de centrar sus pensamientos en la situación que tenía entre manos.
-Celebro ser merecedor de tanta atención por vuestra parte-, dijo lentamente, -pero Nicholas me había dicho que se requería mi presencia para realizar un servicio a la tribu.
-Cierto, cierto-, asintió Cunnigham con aire pensativo. -Espera aquí, Cliath.
Tras decir eso, el Maestro del Rito desapareció detrás del tapiz por el que había entrado en la sala. Canción-Oculta apenas pudo atisbar el pequeño y oscuro pasillo por el que se había marchado el Maestro del rito. Una vez que estuvo solo, el joven Philodox respiró aliviado. La tensión que sentía se fue diluyendo poco a poco, al igual que la voz invisible que solía atormentarlo. En el fondo de su corazón, sabía que esto iba a ocurrir. Cunnigham era un conservador de pies a la cabeza que no aceptaría fácilmente que un simple "metis" destacase dentro de la tribu. No obstante, Canción-Oculta estaba más que dispuesto a tener éxito en cualquier tarea que le encargase su tribu sólo para demostrarle a ese cabrón que lo había juzgado mal desde el principio.
De nuevo oyó unos pasos sobre la madera y el Maestro del Rito volvió a apartar el tapiz, dejando paso esta vez a otra figura más alta, de un metro con ochenta y cinco de estatura, y complexión alargada y esbelta. A pesar de su gran edad, como demostraba su rostro completamente arrugado y su pelo blanco como la nieve, el hombre entró en la sala con pasos decididos más propios de alguien dos décadas más joven. Los rasgos de su cara estaban finamente cincelados, con una nariz aristocrática, pómulos altos y una barbilla afilada. Bajo sus espesas cejas blancas, sus ojos oscuros brillaban como la obsidiana. Vestía un lujoso traje negro con rayas de corte europeo, con camisa blanca y corbata a juego. Canción-Oculta se arrodilló nada más verlo.
-Lord Abercorn-, dijo saludando formalmente al líder de los Colmillos Plateados en el Clan del Pacto.
El anciano se detuvo a pocos pasos de él e hizo un leve gesto con su mano para darle permiso para incorporarse mientras lo observaba con sus brillantes ojos oscuros.
-¿Es él?-, preguntó con un marcado acento inglés más propio del palacio de Westminster que de los mejores hogares de Vancouver.
-Así es, milord-, respondió el Maestro del Rito. -Este joven Garou es Canción-Oculta, el Cliath Philodox que se ha unido recientemente a la Logia del Sol y que actualmente desempeña el cargo de alfa de su manada, las Cinco Garras de Gaia.
-Tus tempranas hazañas te preceden, Canción-Oculta-, le dijo lord Abercorn. -Celebro tener la oportunidad de poder hablar tranquilamente contigo. Ven, vamos a sentarnos.
El anciano atravesó la sala con pasos rápidos dirigiéndose hacia la tarima y se sentó con dignidad sobre el sillón de madera, poniendo una elegante pose que en él parecía completamente natural. El Maestro del Rito y el joven Philodox permanecieron en pie a su lado.
-He decidido que serás nuestro embajador con nuestros hermanos de tribu del Río Rojo, a orillas del lago Winnipeg, en el estado de Manitoba. Ellos están muy intrigados por tus hazañas y tu estancia allí servirá para reforzar los lazos políticos existentes entre nosotros. Asimismo, también deberás entregarles dos cosas más.
Arthur Cunningham le entregó entonces un sobre de papel amarillento sellado con el glifo personal de lord Abercorn. Canción-Oculta ignoró la mirada desdeñosa del Maestro del Rito y cogió el sobre con gran cuidado.
-Deberás entregar en mano esa carta a lady Agata Blaisdon, la líder del clan. Nadie más debe leer el contenido de esta carta. ¿Lo has entendido?
-Perfectamente, milord. ¿Qué más debo llevarles?
-Una joven Pariente llamada Margaret Radley que va a casarse con uno de los héroes del Río Rojo.
-¿Y quién es su afortunado prometido?
-A pesar de nuestra insistencia, lady Blaisdon aún no lo ha decidido pero confío en que encontrará un esposo adecuado para nuestra joven Radley.
-¿Es un matrimonio acordado?-, preguntó Canción-Oculta sorprendido.
-Lo es-, respondió Arthur Cunningham-, y no ha sido fácil conseguir semejante acuerdo.
-Entiendo. Se hará como decís, milord.
-Muy bien. Entonces esperaremos impacientes las noticias que traigas a tu regreso.
Lord Abercorn se levantó de su asiento con un gesto rápido mientras Arthur Cunningham desaparecía detrás de uno de los tapices, dejándolos solos.
-Tu tarea será bastante simple. Para evitar llamar la atención, viajéis en coche hasta el Protectorado del Río Rojo. Ella te está esperando en el puente de Lions Gate. Sólo tenéis que seguir el recorrido de los mapas de la guantera hasta que lleguéis a vuestro destino. ¿Lo has comprendido, Cliath?
-Sí, Maestro del Rito.
-Entonces procura no decepcionar la confianza que lord Abercorn ha depositado en ti.
-.-
El puente de Lions Gate era un puente colgante que parecía una versión más corta (y estrecha) del famoso Golden Gate de San Francisco. Sus cables de suspensión verdes estaban recorridos por luces blancas. Para desesperación de muchos conductores locales, sólo tenía tres carriles, con un carril central reversible en el centro. Su construcción había sido terminada en 1938 y, aunque estaba claro que no era un tramo vial adecuado para absorber el tráfico del centro de la ciudad, las diversas organizaciones de "Amigos de Stanley Park" habían evitado que se construyesen nuevas carreteras o puentes que atravesasen la zona.
Canción-Oculta encontró enseguida a la joven que debía escoltar hasta Manitoba. Había pocos Volkswagen aparcados en la carretera que conducía al puente. En el asiento del conductor le esperaba una bonita joven con cara aburrida. Tenía un pañuelo oscuro cubriéndole el pelo e iba vestida con una blusa roja ligeramente escotada. Canción-Oculta se acercó al coche en forma Homínida y luego picó dos veces en el cristal. Ella le miró con desgana mientras apretaba un botón para bajar el cristal. Tenía los ojos aguados, como si hubiese llorado recientemente.
-Hola. ¿Eres Margaret, no? Mi nombre es... Jacob Henderson. Me envían para acompañarte a Manitoba.
Ella le miró con una abierta mueca de desagrado, aunque le hizo un gesto para que se subiese al vehículo. El joven Philodox notó que estaba tensa y enfadada. "No quiere esto", confirmó sin sorprenderse del todo.
-Escucha yo no tomé parte en...
-¡No te molestes!-, le cortó ella. -Ya que los Garou me obligáis a casarme contra mi voluntad lo menos que podéis hacer es dejar de aburrirme con todas esas chorradas como la "lealtad familiar", el "honor" y el "bien de la tribu". ¡Me vais a joder la vida para siempre, así que no os molestéis en intentar engañarme con excusas bonitas!
-Está bien. Te prometo que intentaré no molestarte-, respondió conciliador el joven Philodox.
-¡Vale! ¿Tienes carnet de conducir?-, le preguntó ella poniéndose las gafas de sol.
-La verdad es que no-, confesó él con sinceridad.
-¡Encima eso!-, exclamó ella colérica. Sin mediar más palabras, encendió el motor del vehículo, puso muy alto el volumen de la música con la intención de no escuchar nada que tuviera que decirle y aceleró para incorporarse a la circulación con una brusca maniobra que casi los empotró contra el lateral de un Ford gris con un sorprendido matrimonio de ancianos en su interior.
"Va a ser un viaje muy largo", pensó Canción-Oculta mientras dejaba entre sus piernas la mochila que llevaba con sus escasas pertenencias y se abrochaba el cinturón de seguridad.
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