Vancouver, Columbia Británica (Canadá)
15 de marzo de 1992
Una vez más, Voz-de-Plata se maravilló profundamente ante la inmensa sabiduría de Uktena. ¿Cuántas historias habría aprendido con el paso de los eones el sabio espíritu? Incontables, seguramente. ¿Y cuántos terribles secretos habría logrado descubrir? La curiosidad natural del joven Galliard crecía sin freno al imaginarse semejante conocimiento. Era muy emocionante hallarse ante una puerta que ocultaba tantas cosas nuevas. Sólo esperaba poder abrirla y tener el valor suficiente para estudiar y recordar cuantas pudiese.
Uktena los había aceptado sin reparos entre sus hijos espirituales. Juntos habían hecho poderosos juramentos que los vinculaban entre sí, formando una familia sagrada a los ojos tanto de los espíritus como de los Garou. Uktena se había comprometido a proteger a la manada con su magia y a acompañarles siempre que estuviesen en la Umbra, además de mostrarles tradiciones y conocimientos místicos sobre enigmas, ocultismo, rituales y dones. A cambio, Voz-de-Plata y sus hermanos había tenido que jurar que harían cuanto estuviese en su mano por recuperar conocimientos, objetos y lugares de sabiduría mística que estuviesen en manos de los esbirros del Wyrm.
Realizados los juramentos sagrados que los unían, la manada salió del Lago del Castor y volvió a cruzar la Celosía para regresar al Consejo Abierto. La reunión había proseguido su curso natural sin ellos. Los Ancianos habían tomado sus decisiones acerca de los problemas a los que debía hacer frente el Clan del Pacto, los Philodox habían dirimido las disputas y todos los Garou habían honrado los logros de sus pares. La manada llegó justo en el momento en que Bron Mac Eire se ponía en pie para tomar la palabra. Muchos Garou se sentaron junto a él para escuchar mejor al Fianna. Voz-de-Plata sonrió al intuir lo que iba a ocurrir a continuación. "Es la hora de la Luna Gibosa, la hora de las historias, los cuentos y las canciones", pensó entusiasmado.
Bron Mac Eire, en su cargo de Cantor de Historias, fue el encargado de contar la primera historia. No necesitó hacer ningún gesto para pedir silencio, ya que todos lo escuchaban con expectación. Aun así, lo hizo de todos modos y luego pidió a un Garou inexistente entre la multitud que contuviese sus ganas de orinar si no quería perderse una gran historia. Eso levantó muchas carcajadas entre los presentes. Estaba claro que Bron era un perro viejo en eso de ganarse a la multitud.
Cuando las risas cesaron, empezó de verdad su relato. Habló de una Garou, cuyo verdadero nombre se había perdido con el paso del tiempo, a la que describió como una joven Galliard llena de pasión y fuego por vivir su vida entre batalla y batalla. Según él, ella era una pequeña llama en un largo invierno. La joven Galliard era la alegría de su pequeño clan. Todos la conocían, todos la respetaban. Todos los hombres, jóvenes y adultos, de la Parentela soñaban con convertirse en su pareja. Sus hermanos la habían elegido como alfa de su manada por su sabiduría y su destreza militar. Incluso los Ancianos de su clan estaban convencidos de que algún día ella los lideraría a todos. Sin embargo, la tragedia aguardaba impaciente la oportunidad de sembrar sus desdichas y halló su oportunidad en el momento en que el clan de la joven tuvo que enviar una pequeña embajada a un clan vecino. Debido a sus numerosos méritos y conducta intachable, la Galliard fue elegida para representar a los suyos.
Cuando llegaron al clan vecino, ella y su manada fueron agasajados debidamente como manda la tradición y sus líderes escucharon atentos lo que la Galliard tenía que decirles, asintiendo prudentemente ante sus argumentos. La embajada en sí misma había sido un éxito y el clan los invitó a quedarse unos días más. "Uno de nuestras Lunas Crecientes más sabias está creando un poderoso fetiche para ti, joven Galliard", le dijeron. "Disfruta un poco más de nuestra hospitalidad y acepta por favor nuestro regalo". Aunque no necesitaba ningún fetiche, la joven se vio obligada a aceptar sus petición por educación y convenció a su manada de la necesidad de quedarse unas pocas noches más. Ninguno de ellos se opuso, pues todos confiaban en la sabiduría de la joven. De haber sabido lo que iba a ocurrir, se habrían negado sin dudarlo.
Ella conoció pronto el origen de su desgracia en uno de sus paseos, cerca de una pequeña arboleda de olmos cubierta de niebla. Allí se encontró con un joven apuesto y fuerte que vivía en los bosques del territorio de sus anfitriones. La joven Galliard se enamoró perdidamente nada más verlo. El joven se movía con seguridad, sus ojos tenían el color de la avellana y su cara pálida siempre escondía una sonrisa traviesa, el tipo de sonrisa que hace que a uno le retumbe el corazón durante días enteros. Ella al menos lo sentía así. Trató de negar sus sentimientos, pero no podía. Sus hermanos pronto advirtieron su inquietud, pero ella, que nunca les había guardado secreto alguno, no quiso contarles esta vez el origen de sus desvelos.
La Galliard sabía que su amor era natural pero equivocado. El hombre pertenecía al clan que le estaba brindando toda su hospitalidad. Se sentía terriblemente desgraciada. Sin embargo, no dejó de visitar el bosque para encontrarse con aquel muchacho y conversar con él. A medida que los días pasaron, se negó a comer y beber, e incluso dejó también de dormir. Sólo podía pensar en su pequeña obsesión.
A estas alturas sus hermanos ya estaban abiertamente preocupados. Decidieron seguirla sin que ella lo supiese, pero la perdieron de vista tan pronto como entró en la extraña arboleda cubierta de niebla. La buscaron durante horas sin éxito. Preocupados, regresaron al clan que les acogía y buscaron el consejo de sus Ancianos. Al saber dónde había desaparecido la joven, sus anfitriones se entristecieron visiblemente. Los hermanos de la Galliard estaban furiosos. "Dadnos una explicación", exigieron muy enfadados. "Ese bosque pertenece a la Buena Gente", respondió uno de ellos con voz trémula. "Desde que tenemos memoria, muchos han desaparecido al adentrarse sin permiso en sus dominios. Siento deciros que vuestra hermana nunca más regresará con vosotros".
Los hermanos de la Galliard se negaron a aceptar aquel hecho. Regresaron a la arboleda, llamándola una y otra vez con sus aullidos. Buscaron sin descanso durante largos días y noches sin resultado, arriesgando incluso sus propias vidas. Por pura suerte, una mañana encontraron una corteza de olmo tirada en el suelo. En ella estaban escritas las siguientes palabras: "No me busquéis más. Estoy con mi amado". El olor de su hermana aún estaba fresco en la corteza, pero no pudieron seguir su rastro más allá de unos pocos pasos. Aceptando lo inevitable, abandonaron la arboleda para no volver nunca más.
Pese a que sus anfitriones se lamentaron sinceramente por todo lo ocurrido, sus condolencias no apaciguaron a sus hermanos, que se marcharon de inmediato para contar la triste noticia a los suyos. Desde entonces, ambos clanes cantan hermosas canciones para la llamada "Luna-Enamorada". Si escucháis atentamente durante las noches en que la niebla y las brumas cubren los bosques, tal vez podáis ser lo bastante afortunados para oírlas.
La historia de Bron dejó una profunda tristeza en el corazón de todos los presentes y una repentina sensación de inquietud se apoderó de todos ellos. Varios Garou aullaron, llamando a Luna-Enamorada y pidiéndole que volviese con los suyos. Otros felicitaron a Bron por su magnífica historia. Hubo unos pocos que se quedaron simplemente callados, recordando tal vez momentos pasados en que el amor y la pasión les llevaron a cometer auténticas locuras.
Los Galliard aprovecharon el momento para dispersarse entre la multitud, contando sus propias historias en pequeños grupos. Los Wendigo y los Uktena fueron los más entusiastas, ya que usaban a sus mejores héroes para interpretar a los personajes de sus historias, mientras el resto se convertían en el coro que narraba los sucesos. Garous de otras tribus se sumaron rápidamente a sus danzas. En otra parte, un Galliard de los Caminantes Silenciosos contaba sus historias a través de una exuberante danza en la que exhibía pañuelos de distintos colores chillones, agitándolos en un alocado frenesí.
Voz-de-Plata también se alejó de su manada, dispuesto a contar en toda su gloria cómo un grupo de cachorros que ni siquiera habían pasado por un rito de iniciación lograron capturar la prisión de Narlthus. Para su gran alegría, descubrió que Garou de todas las tribus se acercaban a él para escuchar la historia de primera mano.
Entretanto, el Consejo Abierto continuaba. Algunos Fianna y Fenris habían traído casi una treintena de barriles de cerveza y de otros licores "caseros", lo que produjo no pocas competiciones y desafíos entre los Garou de esas tribus. Unos cuantos Señores de la Sombra retaron a sus contrapartidas de los Colmillos Plateados a duelos de miradas, sabiduría y enigmas. En otra parte, una Furia Negra debatía acerca de los caminos naturales de Gaia con mujeres de otras tribus. En términos generales, la reunión caminaba por una delgada línea entre lo ceremonial y lo festivo.
Voz-de-Plata terminó de contar la historia de su manada por segunda vez esa noche y se alejó buscando otro grupo al que acercarse. No obstante, un anciano nativo americano de piel oscura y arrugada, pelo blanco como la nieve y complexión delgada, se acercó a él para hablarle. Iba vestido con un traje tradicional y se protegía del frío de la noche gracias a una vieja manta de pieles con extraños símbolos bordados.
-He escuchado tu historia, Voz-de-Plata-, le dijo en Garou. -y quiero compartir contigo un relato que no conoces como recompensa por tus actos.
-Te lo agradezco sinceramente-, respondió Voz-de-Plata con educación. -Pero dime, ¿quién eres, venerable anciano?
-Me llaman Padre-Noche y soy una Luna Creciente de la tribu Uktena.
-Es un placer conocerte Padre-Noche. Por favor, comparte conmigo tu historia.
El anciano se sentó en el suelo, cruzando sus piernas para protegerlas del frío con la manta. Voz-de-Plata se sentó junto a él para escuchar sus susurros. Aunque el viejo cuerpo del Uktena tembló ligeramente debido al frío, su voz no flaqueó en ningún momento cuando empezó a hablar:
"Hace mucho tiempo, en los inicios de la guerra contra Gaia, el Wyrm tocó el mundo para aprisionarlo. Sin embargo, los valientes Garou saltaron todos al mismo tiempo y mordieron la mano del Wyrm. Éste gritó de dolor, retirándose a una grieta entre los mundos donde los Garou no podían perseguirlo. Los guerreros de Gaia desgarraron su mano antes de que pudiese apartarla y la desgarraron en jirones que no pudieron ser completamente destruidos.
Los dedos amputados se retorcieron y cayeron en diferentes direcciones, por lo que los Garou tuvieron que dividirse para perseguirlos. Rompieron aún más los dedos, pero cuando las garras lograron tocar la tierra, adoptaron la forma Homínida y cada una de ellas se escapó en una dirección diferente. Para entonces, los Garou estaban demasiado cansados para continuar siguiendo su rastro y las garras escaparon de su destrucción.
Con el paso de los años, las Garras regresaron para causar problemas. Eran las primeras manifestaciones del Wyrm, el producto físico de su propia manifestación en el mundo de la materia y se volvieron casi indestructibles. Mas los Garou fueron capaces de atarlos a objetos a través de grandes hazañas y la magia de la tierra. Los Garou todavía cuentan historias de las Garras del Wyrm para asustar a sus cachorros junto a los fuegos de sus campamentos, preparándolos para los temibles días en que una Garra pueda romper sus ataduras y liberarse para devastar el mundo."
Pese a que el anciano no era un Galliard como él, su historia impresionó mucho a Voz-de-Plata por sus implicaciones. Cuando el Theurge terminó de hablar, le preguntó en voz muy baja:
-¿Quieres decir que Narlthus es una de esas Garras del Wyrm?
-Así es-, respondió con calma el anciano.
-¿Y cuántas Garras existen? ¿Dónde están?
-Esas respuestas tendrás que averiguarlas tú mismo, Luna Gibosa. Nadie lo sabe con seguridad, pero la verdad se esconde en nuestras canciones más antiguas. -El Uktena se incorporó despacio por sí mismo y le miró directamente a los ojos. -Ahora debo irme con los míos. Disfruta del Consejo Abierto.
-Gracias por compartir tu historia conmigo, Padre-Noche.
-.-
Finalmente, Voz-de-Trueno, el Maestro del Aullido, hizo una señal al Enemigo del Wyrm en el Clan del Pacto, un Ahroun de la tribu de los Garras Rojas llamado Devora-el-Corazón-del-Wyrm. Este lobo corpulento de pelaje pardo con una mancha roja a lo largo de su torso y una mandíbula visiblemente grande emitió un poderoso y temible aullido, convocándolos a la Cacería. El resto de los Garou presentes adoptaron también formas lobunas y se unieron a la creciente cacofonía de aullidos y gruñidos salvajes. Surgieron pequeñas peleas y los Garou presentes compitieron entre sí en pequeñas exhibiciones de fuerza y destreza, a medida que las pasiones desatadas a lo largo de la noche llegaban a su culmen.
Devora-el-Corazón-del-Wyrm salió corriendo alejándose del centro del túmulo, seguido por todos los Garou que habían asistido al Consejo Abierto. Todos ellos se habían convertido en una turba enfurecida y frenética que buscaba un enemigo sobre el que descargar su rabia. Corrieron a lo largo y ancho del parque sin detenerse en ningún momento. Los Garou más ancianos tuvieron que realizar un esfuerzo titánico para demostrar que podían seguir al resto durante la Cacería. Estuvieron corriendo durante casi dos horas hasta que el fulgor del amanecer comenzó a iluminar el horizonte. Cansados y exhaustos pero felices de una forma primaria que los llenaba de gozo, los Garou de las distintas manadas se dispersaron por todo Stanley Park. El Consejo Abierto había terminado.
-.-
Conteniendo el sueño y el cansancio, Voz-de-Plata terminó de contar la historia que había compartido con él Padre Noche. La manada había encontrado un buen lugar bajo el que cobijarse, en una de las arboledas más profundas de la Penumbra de Stanley Park. Uktena les rodeaba con sus anillos y escuchaba en silencio lo que se decían entre sí.
-Tenemos que averiguar todo lo que podamos sobre esas Garras del Wyrm-, sentenció Canción-Oculta.
-No será precisamente fácil-, respondió Lars. -Ya visteis con qué secretismo quiso llevar Accolon lo de Narlthus. Sospecho que los que sepan algo importante mantendrán la boca cerrada para evitar que el Wyrm libere a sus Garras.
-Aun así tenemos que intentarlo-, insistió Canción-Oculta. -Esta vez los siervos del Wyrm encontraron a Narlthus y casi lo liberan. Tenemos que intentar ir un paso por delante de ellos, aunque nos lleve años descubrirlo.
-Y si Gaia y Selene nos ayudan-, intervino Faruq, -nos encontraremos de nuevo con los asesinos de Mata-Parientes y vengaremos su muerte.
-Estoy con vosotros-, dijo Lars. -Hasta el final. Ocurra lo que ocurra.
-Muy bien-, asintió Canción-Oculta. -De este momento, nuestra manada será conocida como las Garras de Gaia. Los enemigos de la Gran Madre aprenderán a temer ese nombre. ¿Qué os parece?
-Muy apropiado. Me gusta-, respondió Voz-de-Plata sonriendo.
-Sí, de un modo u otro nos lo merecemos-, asintió Lars.
-Supongo que es tan bueno como cualquier otro-, respondió Faruq con un bostezo.
-Entonces, descansemos-, dijo Canción-Oculta. -Nos queda mucho trabajo por delante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario