Cuando volví a la capilla, ignoré completamente a mis criados, que querían contarme que Morke había solicitado verme, aunque supuse que no con esas palabras, hacía dos horas. Me encerré directamente en mi sanctasantorum. Lo primero que hice allí fue escribir una carta a lord Sirme en la que le ordenaba que preparase sus armas y a sus mejores ghouls para un combate muy próximo en el tiempo; me presentaría en su fortaleza a primera hora de la noche siguiente para darle una explicación más detallada. Luego le di la misiva a uno de los guardias de la capilla para que la llevase esa misma noche a la fortaleza de lord Sirme y se la entregase en mano al Ventrue. También le dí instrucciones a Velkan para que una vez que Iván y Rafael hubiesen despertado después del próximo atardecer, los entretuviese en el vestíbulo hasta que pudiese hablar personalmente con ellos. Aproveché la última hora que me quedaba antes del amanecer para preparar cualquier componente necesario para mis rituales y recoger una bolsa de piedras imbuidas con sangre.
Al despertarme a la noche siguiente, me reuní primero con Eidna y Lushkar en la biblioteca de la capilla. Para su sorpresa, en lugar de tener una sencilla reunión protocolaria, les expliqué con la máxima claridad posible que debía enfrentarme personalmente a un antiguo mal. Les expliqué que Eidna me acompañaría como ayudante mientras que Lushkar permanecería al cuidado de la capilla y de los criados que la atendían. Tal y como me esperaba, ambos protestaron educadamente por razones diferentes. Mi chiquillo quería acompañarme sin que le importase el peligro, mientras que, por el contrario, mi hermana consanguínea trató de convencerme de que sería más útil en la capilla que en otro tipo de situaciones. Hice caso omiso de ambos. Corté sus argumentos diciéndoles que la decisión ya estaba tomada y no les estaba pidiendo consejo. Me despedí de Lushkar, ordenándole que permaneciese en los sótanos de la capilla hasta mi regreso y después subí en silencio con Eidna hasta alcanzar el vestíbulo del edificio.
Iván y Rafael se sorprendieron cuando les conté lo mismo. El Capadocio aceptó mi orden con su característico estoicismo. Sin embargo, el temple del joven Malkavian era bien distinto del de Iván. Protestó y suplicó de rodillas para que lo excusase de ese deber, mas fui tan inflexible con él como lo había sido con Eidna. Resignado, Rafael se incorporó finalmente y aceptó su destino con la cabeza agachada y la mirada cargada de irritación.
Nos dirigimos directamente a la fortaleza de lord Sirme. Los criados del Ventrue nos recibieron con trato educado y su senescal nos guió hasta el salón en el que tantas veces nos habíamos reunido en anteriores ocasiones. La decoración seguía siendo la misma: lujosos tapices cubriendo las paredes, una gran chimenea de piedra apagada y la enorme cabeza disecada de un ciervo de mirada inexpresiva. Lord Sirme nos estaba esperando allí mismo, pertrechado con su armadura de cuero bajo la cual lucía una espléndida cota de malla. La espada de su familia aguardaba dentro de su vaina parda sobre una de las mesas. Con su habitual formalidad, el Ventrue nos dio la bienvenida a todos a su refugio y, aunque no se esperaba la presencia de mis acompañantes, no dio ninguna muestra de sorpresa, sino que más bien al contrario, se mostró extraordinariamente confiado y hospitalario.
Una vez que estuvimos todos reunidos, informé a mis súbditos de que Morke había descubierto finalmente el escondite de los Cainitas infernalistas que tanto mal habían causado a Alba Iulia y a sus habitantes. Esa misma noche iban a reunirse para celebrar uno de sus rituales macabros, mas nosotros irrumpiríamos en su cubil para recuperar nuestro honor, vengar a los muertos y lavar todas los fracasos, la vergüenza y las afrentas que tuvimos que soportar en el pasado. Lord Sirme asintió inconscientemente, apretando la mandíbula para contener la rabia que le quemaba por dentro. Eidna e Iván permanecieron impasibles y Rafael se mostró extremadamente inquieto pero callado. Usando mi derecho como Príncipe de la ciudad, desde ese mismo momento declaré ante ellos una Caza de Sangre contra los infernalistas que formaban parte del aquelarre de Kupala. Recordándoles que cualquier Cainita de Alba Iulia estaba obligado a seguir su pista y destruirlos en cuanto se presentase la ocasión, les autoricé a destruirlos sin misericordia ni compasión a todos y cada uno de ellos, sin que importase si eran Cainitas o mortales.
Antes de partir en dirección hacia el oeste, lord Sirme reunió a cinco soldados, los mejores que tenía a su servicio para que nos acompañasen. Aunque no recordaba su nombre, reconocí entre ellos al valiente ghoul que me había protegido en la última emboscada que había sufrido. Él sonrió cuando lo saludé en silencio con un leve gesto de cabeza e inclinó la suya en señal de respeto. Asimismo, el Ventrue ofreció a sus propios criados para que los nuestros saciasen su sed esa noche. Solo Iván y Rafael aceptaron su ofrecimiento, ignorando tal vez que aquello les iba a endeudar con el Ventrue. Entretanto, informé a lord Sirme y Eidna de que Morke nos esperaba vigilando la cueva donde se escondían nuestros enemigos y que nos enfrentaríamos a cuatro Cainitas y a los campesinos que adorasen al demonio en aquel lugar. El Ventrue sonrió abiertamente al oírme.
-Seis contra cuatro y un puñado de mortales en ambos bandos, -dijo con altanería-. No me extraña que se hayan estado escondiendo de nosotros durante estos siglos.
Iba a corregir su bravuconada, mas decidí no hacerlo cuando percibí que Eidna y Rafael se mostraron visiblemente más animados al escuchar sus palabras. Únicamente Iván parecía no compartir el mismo entusiasmo acerca del conflicto que nos aguardaba. Yo también tenía mis dudas sobre el éxito de la tarea que nos esperaba, pero en mi interior estaba decidido a sacrificarlos a todos ellos si era necesario con tal de erradicar para siempre a los infernalistas. Pasase lo que pasase esa noche, Derlush iba a ser vengado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario