Cuando llegué al castillo, fingí ser un nuevo sirviente usando mi Dominación para reforzar ese embuste, lo que me permitió acceder al interior sin levantar las sospechas de los guardias que custodiaban el portón de la entrada. No deseando llamar la atención más de lo debido, evité al resto de los criados y me interné en las cámaras inferiores para buscar refugio durante las horas del días. Pese a que habían transcurrido doscientos años desde mi última estancia allí, recordaba una pequeña estancia, usada como alacena, que sería perfecta para mis necesidades. Era un lugar sumamente discreto, fuera del alcance de la luz solar y poco frecuentando por los habitantes mortales del castillo.
Al despertarme a la noche siguiente, salí de la pequeña estancia de inmediato. Aunque el castillo tenía un tamaño pequeño en comparación con otras fortalezas y baluartes de estas tierras, el tiempo jugaba inmisericorde en mi contra. Debía hallar la biblioteca secreta cuanto antes, lo que exigiría visitar todas las cámaras y pasillos, usando mis sentidos sobrenaturales. Hubieron de pasar cuatro tediosas horas hasta que descubrí el lugar apropiado, un tramo en uno de los túneles inferiores. La puerta estaba dispuesta con tanta discreción en los sillares de piedra, que todos los mortales que caminasen por allí, así como también los Cainitas más jóvenes, la pasarían por alto sin percatarse siquiera de su existencia.
Usé el ritual del Paso Incorpóreo para acceder al otro lado sin forzar la entrada. Una vez en el interior, encendí una pequeña lámpara de aceite para iluminar la estancia. La débil luz reveló la existencia de una polvorienta mesa de madera con todo tipo de útiles de escritura y dibujo apilados en uno de sus bordes, además de una pared totalmente ocupada por nichos en forma de caja que contenían toda clase de pergaminos, tablillas de cera y barro, e incluso quebradizos papiros del lejano Egipto. ¡En el nombre de Caín! ¿Cómo era posible que no hubiese descubierto antes este lugar? ¿Qué maravillas permanecían ocultas en esta biblioteca lejos de la protección de la Casa Tremere? Por desgracia no tenía tiempo para dejarme llevar por la tentación de pasar meses enteros investigando minuciosamente cada texto y documento.
Me llevó alrededor de otra hora descubrir la obra que estaba buscando: el Libro de la Tierra. No figuraba en ninguna parte el nombre de su misterioso autor y parecía un compendio con detalladas descripciones de las tierras y gentes que poblaban la antigua Dacia en la época de los emperadores romanos que pertenecían a la dinastía de los Severos. Era una obra que habría sido muy del gusto del sabio geógrafo heleno Estrabón. Aquello no tenía ningún sentido. ¿Por qué necesitarían Myka Vykos y Dragomir Basarab una obra parecida? No podría asegurarlo, pero era posible que buscasen algún tipo de información entre sus largas descripciones. ¿Quizás algún secreto perdido con el paso del tiempo? Esta vez salí del interior de la biblioteca usando la puerta secreta con el libro bien oculto entre mis ropajes.
Volví a usar engaños y mi Dominación para salir del castillo sin levantar sospechas. Sin embargo, en lugar de dirigirme directamente al lugar de reunión acordado con los Tzimisce para entregarles el libro, me dirigí primero a mi capilla. No entré en ella del modo habitual, sino que usé de nuevo por segunda vez durante esa noche el ritual del Paso Incorpóreo para introducirme en mi sanctasantorum sin ser visto por ninguno de los habitantes de mi capilla, utilizando para ello un punto ciego en la estructura de las paredes, que había dispuesto en secreto durante la construcción del edificio. Si algún día uno de mis múltiples enemigos en la jerarquía de la Casa Tremere descubría mis tratos con los Tzimisce, no deseaba que pudiesen inculpar a Lushkar como cómplice de mis propios crímenes.
He aprovechado el tiempo en mis cámaras privadas para reponer mis energías y anotar estos últimos hechos en este diario. Dentro de unos instantes, saldré de la capilla tan furtivamente como entré y me reuniré con los Tzimisce para entregarles el Libram Terram en la aldea de Partoç, situada al sur de Alba Iulia. Nunca confiaré en ninguno de ellos, pero estoy seguro de que masacrarán a los habitantes de mi amada ciudad si no cedo a sus exigencias. No me queda más remedio que confiar en que Vykos me siga considerando un peón útil en sus futuros juegos y me ignore hasta entonces para hallar lo que sea que esté buscando entre las páginas del Libro de la Tierra.
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