Querida Sherazhina,
Tu carta me ha
llenado de una inusitada felicidad que ha alejado de golpe todas las
preocupaciones de los tiempos modernos. Al recibir noticias tuyas me sentí
tentado, muy tentado, de creer que por fin se había cortado el velo que cubría
tus ojos, dejándote ver este mundo tal y como es, sin engaños ni artificios.
Imaginé que el tiempo te había dado la perspectiva suficiente para sacudirte el
yugo de tu sire y anhelar la libertad de la que disfrutaste durante los
primeros años que los nuestros conocen simplemente como la "Revuelta Anarquista".
No obstante, al
terminar de leer la decepción volvió a recordarme tu delicada situación. ¿Cómo
no ibas, querida criatura, a humillarte ante la voluntad de tus amos si la
noble sangre del linaje de los aparecidos Basarab está corrupta por ese
fermento marchito y anticuado propio de los Ventrue?
Tristemente, nunca podrás sobreponerte a semejante violación, del mismo modo
que tu sire encontró natural hincar la rodilla ante Hardestadt el Viejo durante
la Convención de Thorns. Pero, ¿puede un alma libre ser esclavizada para
siempre? Nuestra gloriosa revolución demostró en el pasado la respuesta a esa
pregunta y, aunque trates de olvidar las hermosas pesadillas liberadas durante
aquellas noches, tarde o temprano tu espíritu tendrá que reconocer lo que es
natural en él.
Pero debes
disculpar mis divagaciones, querida. Tu carta ha despertado muchos recuerdos
maravillosos en mi interior. Ignoro cómo has conseguido negociar con Ecaterina
la Sabia para que te cediese mi deuda con ella, aunque lo averiguaré muy
pronto. Tampoco logro comprender cómo has podido desperdiciar esa deuda
pidiéndome que te cuente lo que le sucedió a esa criatura patética que se hacía
llamar Dieter Helsemnich. Conozco muy bien a Ecaterina y sé que habrá
vendido muy cara la cesión de dicha deuda, por lo que no entiendo qué podrías
ganar tú con semejante intercambio. Después de tanto tiempo, dudo que ni siquiera los Usurpadores recuerden que existiese alguna vez uno de los suyos con ese nombre.
Entonces, si es imposible que obtengas beneficios que compensen tantos
esfuerzos, debo suponer que su desaparición te preocupa a un nivel más
personal. No te temas querida, por ahora guardaré a buen recaudo tu
denigrante secreto y tal vez una noche lejana pueda ayudarte a trascender el
límite espiritual de las emociones humanas.
En cualquier caso,
permíteme primero dibujar a grandes rasgos el escenario en el que sucedieron
los hechos por los que te muestras interesada. En aquel tiempo, nuestra
rebelión contra la tiranía de los antiguos había obtenidos sus primeros éxitos.
Aparecieron jóvenes anarquistas en todos los reinos cristianos. Los rebeldes
conspiramos con los Lasombra italianos, compartiendo con ellos los secretos
necesarios para romper los Juramentos de Sangre mediante los rituales de camaradería de los jóvenes Tzimisce. Los Lasombra demostraron a cambio su
entrega a nuestra causa asesinando al Antediluviano de su clan, en su fortaleza
inexpugnable de Sicilia. Era el momento de recoger el guante y culminar
nuestras propias hazañas con la destrucción del Más Anciano, aquel al que los
ignorantes llamaban simplemente el Antediluviano Tzimisce. No obstante, al
contrario que los Lasombra, nosotros teníamos que hacer frente a un problema de
difícil solución. Ignorábamos dónde estaba su actual lugar de descanso. Por
supuesto, eso no nos detuvo. La intensa búsqueda nos llevó varios años
mortales, pero al final descubrimos que su paradero figuraba en el Libro de la Tierra, que se
hallaba oculto en una biblioteca secreta en el castillo de Alba Iulia.
Formamos una
partida para conseguirlo a cualquier precio y partimos de inmediato. Yo sabía
muy bien que tu Usurpador seguía gobernando allí por aquellas fechas como
Príncipe entre los suyos. Esperaba cancelar una vieja deuda que aún nos unía a
cambio de que nos cediese el libro, o en caso contrario, dejar que nuestros
hermanos se divirtiesen libremente hasta que Dieter capitulase. Sin embargo, ni
siquiera tuvimos que traspasar las puertas de Alba Iulia, ya que el Azar quiso que nos encontrásemos al Usurpador en los caminos limítrofes a la ciudad,
cubierto de polvo y sin ninguna clase de escolta. Dragomir y yo lo convencimos
fácilmente para que cooperase con nosotros. A pesar de ser un ejemplar menor de
nuestra especie, casi podría decirse que su rostro palideció cuando le
advertimos acerca de las consecuencias de intentar engañarnos. ¡Qué previsible
por su parte! Sentí auténtico asco al contemplar cómo un descendiente de Caín
humillaba su dignidad para defender a los mortales, al simple ganado cuyo
destino es saciar nuestra sed de sangre. Al final, lo dejamos ir como un perro obediente que
corre para cumplir las órdenes de su amo.
Por nuestra
seguridad, buscamos refugio durante las horas del día en la aldea de Drâmbar,
en la orilla oriental del río Mures y al llegar la siguiente noche saciamos la
sed del camino con muchos de sus habitantes. A continuación, esperamos al
Usurpador en la aldea de Partoç. Tu hermano Dragomir creía que Dieter no
vendría, pero se equivocaba. A pesar del terror que le inspirábamos, apareció
solo de nuevo, sin ninguna escolta ni protección. He de confesar a su favor que
ese perro lastimero me entregó el libro esforzándose por parecer sereno y
tranquilo. Durante unos instantes, disfruté haciéndole creer que respetaría
nuestro acuerdo. ¿De verdad creía que lo íbamos a dejar marcharse
tranquilamente? Luego, los nuestros se abalanzaron sobre él, derribándolo al
suelo y clavándole una estaca en su débil corazón. ¡Ah, querida, si pudieses
ver la escena con tus propios ojos tal y como yo la recuerdo! Mis palabras
tendrán que guiarte lo mejor que puedan. El Usurpador no dejó de gritar y
suplicar de forma lastimera hasta que la punta de la estaca atravesó su
corazón, dejándolo inmóvil y completamente indefenso. Incluso en ese estado,
sus ojos dejaban traslucir el miedo que sentía y sus silenciosas súplicas
rastreras.
Una vez que
estuvimos seguro de tener en nuestras manos lo que habíamos venido a buscar,
tuvimos que dividirnos forzosamente. Tres de nuestros hermanos se quedaron en
Alba Iulia para crear chiquillos y cazar a los Cainitas que habían servido al
Príncipe. El resto nos marchamos al galope para culminar nuestras hazañas. Unos
pocos meses más tarde, los más valientes de nosotros asaltamos el monasterio de
Sernog, donde Lugoj cometió Amaranto contra el Más Antiguo, liberando a todos
los Tzimisce de la tiranía del fundador del clan. Ese acto prendió finalmente
el fuego de la rebelión en las ciudades europeas, cuando los chiquillos de
otros clanes se unieron a nuestra revolución. Sus aterrados antiguos se vieron forzados a presentar un frente común, llamado la
Camarilla, para detener nuestra expansión e invocaron posteriormente la
Convención de Thorns con el objeto de que los rebeldes de voluntad más débil
entregasen de nuevo su libertad y sus almas a sus antteriores amos. Muy al
contrario, nosotros enarbolamos nuestro desafío masacrando a todos los
habitantes mortales que vivían en esa pacífica villa inglesa, en un bautismo de
sangre perfecto para la creación de una sociedad nueva y más pura respecto a la
naturaleza de la sangre Cainita. Un sueño perfecto que ha tomado forma bajo el
nombre del Sabbat.
En cuanto al
destino final de Dieter, pudo garantizarte que sufrió más de lo que podrás
descubrir en tus peores pesadillas. Mientras era víctima de las torturas más
imaginativas posibles, debatimos qué hacer con él. Dragomir deseaba su
sangre a toda costa. Por mi parte, me sentí tentado de entregárselo como
un regalo a Radu a cambio de que favoreciese políticamente nuestra causa.
Sospechaba justificadamente que el Príncipe de Bistria haría lo que fuera con
tal de castigar al Usurpador que había cometido Amaranto contra su chiquillo
Yulash en el Paso de Tihuta. No obstante, al final, decidimos entregar lo que quedaba de
él al anciano Yorak como sacrificio para su Catedral de Carne. En esa ocasión, el
sumo sacerdote de los Metamorfosistas no nos honró apareciendo él mismo para
recoger nuestra ofrenda, mas unos gruesos y alargados zarcillos carnosos arrastraron el
cuerpo del Usurpador hasta desaparecer con él tras la entrada de la cueva donde
reposa la Catedral de Carne. Aquel gesto de buena voluntad sació por completo
las ansias de venganza de Yorak contra nuestra causa, ganándolo como aliado de
ahí en adelante. Si Dieter ha tenido suerte, su alma se habrá disuelto en el
maremágnum de ánimas atormentadas de la Catedral hace mucho tiempo, pero si no ha sido así,
espero que su voz sea una de las que chillen con más fuerza en el coro de
gritos de la Catedral.
Ahora ya sabes cuál
ha sido el destino final de tu Usurpador. La moraleja de todo este asunto es
que para sobrevivir, un Cainita debe abandonar cualquier falsa pretensión de
humanidad y comportarse como el monstruo de la noche en que se ha convertido.
Dieter pudo habernos traicionado, pero prefirió sacrificarse para salvar a sus
protegidos humanos. Un final noble. Una completa estupidez. Las mareas del
tiempo olvidarán su recuerdo y su nombre desaparecerá para siempre en el
olvido. Espero que estés satisfecha, querida, has pagado un alto precio para
conocer el final de esta historia.
Antes de que nos
despidamos por ahora, déjame regalarte un último y valioso consejo. Tal vez
transcurran uno o dos siglos más, pero disfrutaré extraordinariamente
cumpliendo ciertas promesas. Tu sire conocerá muy pronto las consecuencias de
su traición. Hasta ese momento busca una tumba bien profunda en la que
esconderte, Sherazhina. Me irritaría profundamente que no pudieses ser testigo
de la extinción final del linaje Arpad.
Atentamente
VYKOS
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