martes, 16 de octubre de 2012

C. DE T. 1 - 106: EL FINAL DE DIETER



Querida Sherazhina,

Tu carta me ha llenado de una inusitada felicidad que ha alejado de golpe todas las preocupaciones de los tiempos modernos. Al recibir noticias tuyas me sentí tentado, muy tentado, de creer que por fin se había cortado el velo que cubría tus ojos, dejándote ver este mundo tal y como es, sin engaños ni artificios. Imaginé que el tiempo te había dado la perspectiva suficiente para sacudirte el yugo de tu sire y anhelar la libertad de la que disfrutaste durante los primeros años que los nuestros conocen simplemente como la "Revuelta Anarquista".

No obstante, al terminar de leer la decepción volvió a recordarme tu delicada situación. ¿Cómo no ibas, querida criatura, a humillarte ante la voluntad de tus amos si la noble sangre del linaje de los aparecidos Basarab está corrupta por ese fermento marchito y anticuado propio de los Ventrue? Tristemente, nunca podrás sobreponerte a semejante violación, del mismo modo que tu sire encontró natural hincar la rodilla ante Hardestadt el Viejo durante la Convención de Thorns. Pero, ¿puede un alma libre ser esclavizada para siempre? Nuestra gloriosa revolución demostró en el pasado la respuesta a esa pregunta y, aunque trates de olvidar las hermosas pesadillas liberadas durante aquellas noches, tarde o temprano tu espíritu tendrá que reconocer lo que es natural en él.

Pero debes disculpar mis divagaciones, querida. Tu carta ha despertado muchos recuerdos maravillosos en mi interior. Ignoro cómo has conseguido negociar con Ecaterina la Sabia para que te cediese mi deuda con ella, aunque lo averiguaré muy pronto. Tampoco logro comprender cómo has podido desperdiciar esa deuda pidiéndome que te cuente lo que le sucedió a esa criatura patética que se hacía llamar Dieter Helsemnich. Conozco muy bien a Ecaterina y sé que habrá vendido muy cara la cesión de dicha deuda, por lo que no entiendo qué podrías ganar tú con semejante intercambio. Después de tanto tiempo, dudo que ni  siquiera los Usurpadores recuerden que existiese alguna vez uno de los suyos con ese nombre. Entonces, si es imposible que obtengas beneficios que compensen tantos esfuerzos, debo suponer que su desaparición te preocupa a un nivel más personal. No te temas querida, por ahora guardaré a buen recaudo tu denigrante secreto y tal vez una noche lejana pueda ayudarte a trascender el límite espiritual de las emociones humanas.

En cualquier caso, permíteme primero dibujar a grandes rasgos el escenario en el que sucedieron los hechos por los que te muestras interesada. En aquel tiempo, nuestra rebelión contra la tiranía de los antiguos había obtenidos sus primeros éxitos. Aparecieron jóvenes anarquistas en todos los reinos cristianos. Los rebeldes conspiramos con los Lasombra italianos, compartiendo con ellos los secretos necesarios para romper los Juramentos de Sangre mediante los rituales de camaradería de los jóvenes Tzimisce. Los Lasombra demostraron a cambio su entrega a nuestra causa asesinando al Antediluviano de su clan, en su fortaleza inexpugnable de Sicilia. Era el momento de recoger el guante y culminar nuestras propias hazañas con la destrucción del Más Anciano, aquel al que los ignorantes llamaban simplemente el Antediluviano Tzimisce. No obstante, al contrario que los Lasombra, nosotros teníamos que hacer frente a un problema de difícil solución. Ignorábamos dónde estaba su actual lugar de descanso. Por supuesto, eso no nos detuvo. La intensa búsqueda nos llevó varios años mortales, pero al final descubrimos que su paradero figuraba en el Libro de la Tierra, que se hallaba oculto en una biblioteca secreta en el castillo de Alba Iulia.

Formamos una partida para conseguirlo a cualquier precio y partimos de inmediato. Yo sabía muy bien que tu Usurpador seguía gobernando allí por aquellas fechas como Príncipe entre los suyos. Esperaba cancelar una vieja deuda que aún nos unía a cambio de que nos cediese el libro, o en caso contrario, dejar que nuestros hermanos se divirtiesen libremente hasta que Dieter capitulase. Sin embargo, ni siquiera tuvimos que traspasar las puertas de Alba Iulia, ya que el Azar quiso que nos encontrásemos al Usurpador en los caminos limítrofes a la ciudad, cubierto de polvo y sin ninguna clase de escolta. Dragomir y yo lo convencimos fácilmente para que cooperase con nosotros. A pesar de ser un ejemplar menor de nuestra especie, casi podría decirse que su rostro palideció cuando le advertimos acerca de las consecuencias de intentar engañarnos. ¡Qué previsible por su parte! Sentí auténtico asco al contemplar cómo un descendiente de Caín humillaba su dignidad para defender a los mortales, al simple ganado cuyo destino es saciar nuestra sed de sangre. Al final, lo dejamos ir como un perro obediente que corre para cumplir las órdenes de su amo.

Por nuestra seguridad, buscamos refugio durante las horas del día en la aldea de Drâmbar, en la orilla oriental del río Mures y al llegar la siguiente noche saciamos la sed del camino con muchos de sus habitantes. A continuación, esperamos al Usurpador en la aldea de Partoç. Tu hermano Dragomir creía que Dieter no vendría, pero se equivocaba. A pesar del terror que le inspirábamos, apareció solo de nuevo, sin ninguna escolta ni protección. He de confesar a su favor que ese perro lastimero me entregó el libro esforzándose por parecer sereno y tranquilo. Durante unos instantes, disfruté haciéndole creer que respetaría nuestro acuerdo. ¿De verdad creía que lo íbamos a dejar marcharse tranquilamente? Luego, los nuestros se abalanzaron sobre él, derribándolo al suelo y clavándole una estaca en su débil corazón. ¡Ah, querida, si pudieses ver la escena con tus propios ojos tal y como yo la recuerdo! Mis palabras tendrán que guiarte lo mejor que puedan. El Usurpador no dejó de gritar y suplicar de forma lastimera hasta que la punta de la estaca atravesó su corazón, dejándolo inmóvil y completamente indefenso. Incluso en ese estado, sus ojos dejaban traslucir el miedo que sentía y sus silenciosas súplicas rastreras.

Una vez que estuvimos seguro de tener en nuestras manos lo que habíamos venido a buscar, tuvimos que dividirnos forzosamente. Tres de nuestros hermanos se quedaron en Alba Iulia para crear chiquillos y cazar a los Cainitas que habían servido al Príncipe. El resto nos marchamos al galope para culminar nuestras hazañas. Unos pocos meses más tarde, los más valientes de nosotros asaltamos el monasterio de Sernog, donde Lugoj cometió Amaranto contra el Más Antiguo, liberando a todos los Tzimisce de la tiranía del fundador del clan. Ese acto prendió finalmente el fuego de la rebelión en las ciudades europeas, cuando los chiquillos de otros clanes se unieron a nuestra revolución. Sus aterrados antiguos se vieron forzados a presentar un frente común, llamado la Camarilla, para detener nuestra expansión e invocaron posteriormente la Convención de Thorns con el objeto de que los rebeldes de voluntad más débil entregasen de nuevo su libertad y sus almas a sus antteriores amos. Muy al contrario, nosotros enarbolamos nuestro desafío masacrando a todos los habitantes mortales que vivían en esa pacífica villa inglesa, en un bautismo de sangre perfecto para la creación de una sociedad nueva y más pura respecto a la naturaleza de la sangre Cainita. Un sueño perfecto que ha tomado forma bajo el nombre del Sabbat.

En cuanto al destino final de Dieter, pudo garantizarte que sufrió más de lo que podrás descubrir en tus peores pesadillas. Mientras era víctima de las torturas más imaginativas posibles,  debatimos qué hacer con él. Dragomir deseaba su sangre a toda costa. Por mi parte, me sentí tentado de  entregárselo como un regalo a Radu a cambio de que favoreciese políticamente nuestra causa. Sospechaba justificadamente que el Príncipe de Bistria haría lo que fuera con tal de castigar al Usurpador que había cometido Amaranto contra su chiquillo Yulash en el Paso de Tihuta. No obstante, al final, decidimos entregar lo que quedaba de él al anciano Yorak como sacrificio para su Catedral de Carne. En esa ocasión, el sumo sacerdote de los Metamorfosistas no nos honró  apareciendo él mismo para recoger nuestra ofrenda, mas unos gruesos y alargados zarcillos carnosos arrastraron el cuerpo del Usurpador hasta desaparecer con él tras la entrada de la cueva donde reposa la Catedral de Carne. Aquel gesto de buena voluntad sació por completo las ansias de venganza de Yorak contra nuestra causa, ganándolo como aliado de ahí en adelante. Si Dieter ha tenido suerte, su alma se habrá disuelto en el maremágnum de ánimas atormentadas de la Catedral hace mucho tiempo, pero si no ha sido así, espero que su voz sea una de las que chillen con más fuerza en el coro de gritos de la Catedral.

Ahora ya sabes cuál ha sido el destino final de tu Usurpador. La moraleja de todo este asunto es que para sobrevivir, un Cainita debe abandonar cualquier falsa pretensión de humanidad y comportarse como el monstruo de la noche en que se ha convertido. Dieter pudo habernos traicionado, pero prefirió sacrificarse para salvar a sus protegidos humanos. Un final noble. Una completa estupidez. Las mareas del tiempo olvidarán su recuerdo y su nombre desaparecerá para siempre en el olvido. Espero que estés satisfecha, querida, has pagado un alto precio para conocer el final de esta historia.

Antes de que nos despidamos por ahora, déjame regalarte un último y valioso consejo. Tal vez transcurran uno o dos siglos más, pero disfrutaré extraordinariamente cumpliendo ciertas promesas. Tu sire conocerá muy pronto las consecuencias de su traición. Hasta ese momento busca una tumba bien profunda en la que esconderte, Sherazhina. Me irritaría profundamente que no pudieses ser testigo de la extinción final del linaje Arpad.

Atentamente   

VYKOS  

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