jueves, 4 de octubre de 2012

C. DE T. 1 - 98: RAFAEL


Varias noches después de que el Capadocio se presentase por primera vez en mi capilla, Iván volvió a solicitar una reunión conmigo. Había descansado en las alcantarillas durante varias días y allí había visto a dos criaturas monstruosas que parecían ser Nosferatu. Pese a que no lo habían atacado, su presencia le había  obligado a reconsiderar mi oferta de permitirle descansar en la cámara de invitados de mi capilla. Le respondí que, en efecto, mi oferta seguía en pie y le expliqué pacientemente un conjunto de normas que tendría que acatar. En ningún momento podría moverse libremente por las salas de la capilla. Esperaría en el vestíbulo hasta quedarse dormido después del amanecer, luego mis criados lo llevarían a la cámara de invitados donde podría descansar el resto del día y, antes del atardecer, mis siervos lo volverían a llevar de nuevo al vestíbulo. Iván aceptó estas medidas draconianas pero necesarias con el mismo estoicismo del que su sire habría hecho gala en el pasado. Luego les expliqué a Eidna y Lushkar que el Capadocio tenía mi permiso para descansar en la capilla bajo las condiciones anteriores. Esa misma noche escribí a lord Sirme para explicarle la presencia de los Nosferatu. Le ordené que la guardia de la ciudad provocase inundaciones en las galerías de las alcantarillas durante el día y que destruyesen a cualquier criatura que saliera arrastrada por las aguas. Poco más podía hacerse.

Dos semanas después de aquello, mis estudios alquímicos se vieron interrumpidos por el inicio de un gran alboroto en los pisos superiores de la capilla. No había finalizado si quiera la primera hora de la noche, por lo que la mayoría de los siervos mortales de la capilla aún estaban despiertos. Eran ellos los que me estaban llamando a grandes voces. Subí rápidamente por las escaleras de caracol y atravesé varias salas antes de llegar al pasillo que conducía al vestíbulo del edificio. Irena me dijo muy asustada que habían oído un alarido inhumano y unos golpes contra la puerta interior del vestíbulo, por lo que temían que alguno de mis enemigos quisiese entrar por la fuera. Cuatro guardias capitaneados por un nuevo ghoul llamado Velkan, se hallaban junto a la puerta con las armas listas y antorchas prendidas, preparados para dar sus vidas en defensa de la capilla. Al otro lado de la puerta, seguían oyéndose alaridos y golpes contra el suelo.

Hice un gesto para que me dejasen pasar y abrí la puerta protegida por salvaguardias y otras defensas mágicas. En el suelo del vestíbulo, vi a un hombre joven, de pelo rubio oscuro, vestido con ropas sencillas y tumbado en el suelo moviéndose con espasmos y echando abundante sangre por la boca. La puerta de la calle permanecía abierta. Tal y como temía, mis sentidos sobrehumanos percibieron que el extraño era un Cainita. Toqué el resorte en unos pocos instantes y nuestro invitado cayó en el acto al fondo del foso, con su corazón atravesado por una estaca. Cuando el suelo de madera volvió a su posición original, atravesé la antesala y cerré la puerta principal del edificio, atrancándola por dentro. No hubo más asaltos ni interrupciones. Una vez que me aseguré de que sólo había un intruso, ordené a los guardias que descendiesen al foso y que llevasen al Cainita a las mazmorras de la capilla.

Allí utilicé mis conocimientos de la Taumaturgia y del ritual de la Revelación del Linaje de la Sangre para descubrir todos los secretos ocultos gracias a la sangre del Cainita. Así averigüé que nuestro intruso estaba muy alejado de Caín, por lo que pertenecía a una de las generaciones más débiles de la Estirpe, y que pertenecía al clan Malkavian. Sentí un gran alivio cuando comprobé que ni Octavio ni Crish Competer formaban parte de su linaje. Por otra parte, tampoco era esclavo ni señor de un Juramento de Sangre con otro Cainita. Mis averiguaciones sólo me condujeron a nuevas preguntas. ¿Era un infernalista o era un Cainita "inocente"? Si no era un peón de los adoradores de Kupala, ¿por qué se había dirigido directamente a mi capilla en lugar de a cualquier otro edificio de la ciudad?

Decidí que sería necesario un intenso interrogatorio, por lo que esa noche y la siguiente le dí a beber unas cuantas gotas de mi propia sangre, dejándolo a un paso de quedar esclavizado por un Juramento de Sangre hacia mí si me veía obligado a condenarlo de ese modo. Usando mi Dominación sobre él, le ordené que no me atacase bajo ninguna circunstancia y luego saqué la estaca que atravesaba su corazón. El intruso chilló de dolor, pero permaneció quieto, de momento. Cuando le pregunté, me dijo que se llamaba Rafael. Era un vecino de Alba Iulia al que unos desconocidos habían secuestrado hacía escasas noches y lo habían convertido en el monstruo que ahora era. No recordaba dónde estuvo encerrado durante el tiempo que permaneció cautivo. En su mente sólo había una oscuridad vacía entre un suceso y el siguiente, por lo que supuse que habían borrado sus recuerdos usando las artes de la Dominación. Luego se despertó en las alcantarillas, donde un hombre deforme y monstruoso le guió hasta una calle y le ordenó que entrase por la fuerza en un edificio. Rafael dijo que no pudo desobedecerle, sintiendo como si alguien le hubiera dicho antes que obedeciese todas las órdenes del "Nosferatu". No le resultó difícil violentar la primera puerta del edificio y entrar en un vestíbulo, pero al tocar la segunda puerta había sentido un dolor atroz. Las últimas cosas que recordaba el desdichado eran una sensación de caída y un dolor inimaginable en el pecho.

Permanecí en silencio reflexionando sobre lo que me había contado. En su testimonio tenía la prueba de que los Nosferatu ocultos en Alba Iulia colaboraban con los adoradores de Kupala. Estaba seguro de que uno de los infernalistas, un Malkavian, había convertido en Cainita a Rafael para poner a prueba las defensas de mi capilla, posiblemente teniendo en mente un futuro ataque. No esperaban que Rafael sobreviviera, por lo que ni siquiera se habían molestado en atarlo a Juramentos de Sangre ni iniciarlo en sus prácticas malignas. Simplemente lo habían llevado hasta la capilla y habían observado los resultados. Probablemente el Nosferatu, invisible incluso en plena calle, había visto la eficacia de las defensas taumatúrgicas de la puerta interna y cómo funcionaba la trampa del vestíbulo.

Esas divagaciones me volvieron a traer al presente. Debía decidir el destino de Rafael. Podía destruirlo o bien podía utilizarlo contra los infernalistas. Decidiéndome por esta última opción, le expliqué con toda la paciencia que pude reunir en qué se había convertido. Asimismo, también le conté que yo era el gobernante Cainita de Alba Iulia y que mis enemigos le habían "transformado" para usarlo como peón prescindible en sus juegos. Rafael abrió mucho los ojos cuando le expliqué que su creador no esperaba que sobreviviese a los sucesos desencadenados la noche anterior. Como Príncipe, continué con tono firme, estaba en mi derecho de destruirlo, pero le perdonaría su mísera no vida si me ayudaba a encontrar a mis enemigos. Por supuesto, él juró que así lo haría. Además le expliqué que yo no tenía el tiempo ni los deseos necesarios para instruirle en las costumbres de la Estirpe de Caín, pero que mi Senescal se convertiría en su tutor hasta que lo creyese adecuado. Por último, le obligué a descansar en mi capilla bajo las mismas condiciones que tenía que cumplir  el Capadocio.

Hablé más tarde con el propio Iván para informarle de todo. Quería que se hiciese cargo de Rafael, educándolo cuanto pudiese, pero también quería que lo vigilase en todo momento. De ahora en adelante, el Malkavian estaba a su cargo e Iván sería el responsable de todas sus acciones como si fuese su propio chiquillo. Al Capadocio no le gustó oír esto, pero supo mantenerse en su lugar. También le ordené que él y Rafael investigasen el barrio bajo de la ciudad, buscando a los adoradores de Kupala.

Finalmente, aproveché la última hora antes del amanecer para escribir a lord Sirme. Le expliqué con la máxima brevedad posible todo lo que había averiguado y las órdenes que tenían Iván y Rafael. También le sugerí que estuviese alerta durante las próximas noches, por si llegaba el caso de que él también sufriese una visita inesperada. Parecía que nuestros enemigos estaban perdiendo la paciencia y volviéndose más osados en sus ataques. Tal vez llegase pronto la oportunidad por la que habíamos aguardado tanto tiempo.

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