Ellensburg, Washington (EE.UU.)
13 de abril de 1993
-No puedes negar que Gaia se muere. Agoniza del modo más atroz que puedes imaginarte, Canción-Oculta. El Wyrm y los humanos son las enfermedades que infestan este planeta. En el pasado, tal vez hubo alguna posibilidad de detener estas dos plagas, pero la Nación Garou falló miserablemente en su cometido. Por su culpa, el planeta se muere, lentamente, cierto, pero sin vuelta atrás. ¿Por qué permites que Gaia agonice de este modo? ¿Tan egoísta eres que prefieres que tu madre sufra para que tú puedas vivir unos años más en este mundo, maldito metis?
El Philodox trató de ignorar la persuasiva voz que intentaba quebrar su alma con mentiras y falsas verdades, mientras escuchaba las minuciosas explicaciones del doctor Heigkserg acerca de sus horribles experimentos. A pesar de que estaba escuchando todas las palabras del anciano, una parte dentro de él no pudo evitar seguir los razonamientos de la voz invisible, aunque sólo fuera para rebatirlos. Sin embargo, cuando su enemiga mencionó su naturaleza metis y una madre sufriendo, Canción-Oculta no logró evitar sentir una emotiva llamarada de rabia. Apartó la mirada de Hegkserg durante unos segundos, apretando la mandíbula y pensó una rápida respuesta: "Tus viles trucos de feria no pueden engañarme. Salvaremos a Gaia y a todas sus criaturas de algún modo."
-¿Salvar a Gaia? Dime, ¿cómo pretendes lograr semejante hazaña? ¿Apoyando una guerra genocida contra la humanidad como quiere hacer la tribu Garou de los Garras Rojas? ¿O prefieres algo más épico, como un duelo a muerte contra el mismo Wyrm?
Por primera vez en su vida, Canción-Oculta no supo responder a las preguntas de la voz. Si existiese un modo de salvar a Gaia, hace tiempo que otros Garou más sabios que él mismo habrían dado con la respuesta a ese enigma, pero tal cosa no había pasado nunca. Eso hacía que fuera terriblemente fácil caer en el oportunismo o el derrotismo, como habían hecho ya tantos Garou en el pasado. Sin embargo, Canción-Oculta no estaba dispuesto a darse por vencido con tanta facilidad. "No me importan las dificultades. Mientras Gaia viva, lucharé por ella y será su nombre el que pronuncien mis labios cuando mi cuerpo se encuentre moribundo. No lo comprendes porque sólo eres un producto de mi imaginación, la indeseable herencia de una tribu maldita por los crímenes de sus antepasados. Nunca podrás derrotarme porque no existes".
-Entonces responde a esta pregunta, sabio Philodox: si no existo, ¿por qué pierdes el tiempo discutiendo conmigo?
Volvió la cabeza de nuevo para observar a sus hermanos y su prisionero. La última pregunta de la voz invisible rondaba por su cabeza como el filo de una daga cortando lentamente un pequeño nervio. Aun así, Canción-Oculta se esforzó por aparentar una apacible calma que en el fondo no sentía y escuchó con creciente inquietud el resto del discurso de Heigkserg hasta llegar a su inevitable final . El Philodox que había en él sospechaba que ya habían obtenido toda la información que necesitaban. Había llegado la hora de poner fin a la farsa y rescatar a Randolph Sigue-el-Rastro.
-Se acabaron las explicaciones. Llévanos con nuestro amigo ahora mismo.
El anciano le miró disgustado, pero asintió tras bajarse de mala gana del borde de la mesa metálica sobre la que se había apoyado. A continuación se acercó cojeando a la única puerta que había en el vestíbulo, seguido muy de cerca por las Cinco Garras de Gaia. La puerta dio paso a un pasillo de paredes blancas como la nieve y un suelo de baldosas grises. Unos tímidos fluorescentes ofrecían la única luz disponible en esta parte sombría del edificio. No obstante, el débil olor de Randolph seguía allí presente, adentrándose en las instalaciones, aunque también pudieron captar el lejano olor de la sangre derramada.
Decidieron no dejar ninguna habitación o sala sin investigar a su espalda, por lo que se tomaron su tiempo con cada una de ellas. En la primera puerta de la izquierda encontraron el vestuario, ocupado únicamente por una de docena de viejas taquillas metálicas y un solitario lavabo. A la derecha dieron con el almacén del que les había hablado el anciano. A pesar de sus humildes dimensiones, el espacio estaba aprovechado al máximo, ocupado por estanterías metálicas con cajas de cartón que contenían a su vez suministros sanitarios de todo tipo: vendas de todos los tamaños, apósitos, agujas, espadrapo, pomadas, instrumental quirúrgico todavía embalado, botellas azules rellenas de líquido desinfectante y un sinfín de otras diversas herramientas.
Más adelante, encontraron una sala de vigilancia. Al otro lado del mostrador que daba al pasillo, encontraron el cadáver de un hombre caucásico vestido con un uniforme de guardia de seguridad, que incluso después de muerto sostenía desesperadamente una pistola automática con una de sus manos inertes. La silla sobre la que se había sentado estaba volcada en el suelo y la sangre había comenzado a secarse a su lado.
-¿Cómo dijiste que se llamaba?-, preguntó Faruq. -¿William?
-Sí-, respondió el anciano. -Era un bastardo demasiado listo para su bien. Me alegro que esté muerto.
-Ha sido Randolph en forma Crinos-, afirmó Crow después de olisquear con cautela el cadáver. -Éste debió de tratar de ofrecer resistencia.
-¿Cómo pudo un hombre normal no caer en el Delirio?-, quiso saber Voz-de-Plata. -¿Es que William era otro Pariente corrupto?
-No, no era un Pariente-, respondió el anciano con voz cansada mientras apoyaba su espalda en una de las paredes para coger aire. Parecía cansado físicamente, pero aún tenía fuerzas para seguir adelante. -Delerex Lupus-7. Es un inhibidor sintético fabricado por Magadon. Afecta al sistema límbico y la amígdala cerebral, provocando una disminución total de reacciones indeseables como el miedo. Pentex lo administra a su personal humano de seguridad para optimizar su eficacia frente a ataques de hombres lobo.
-¿Y no tiene efectos adversos?-, preguntó divertido Faruq.
-Las anteriores series sí los tenían-, el anciano, -pero la versión 7 ha logrado evitar la lobotomización química en los usuarios después de un uso prolongado. He oído que algunas personas se han quejado de que el Delerex Lupus-7 les causa impotencia y periodos de privación del sueño, aunque las pruebas clínicas no son concluyentes.
-Basta de charlas, doctor-, intervino Canción-Oculta para evitar que el anciano les entretuviese de nuevo. Empezaba a tener una mala intuición de las razones que podría tener su prisionero para ganar tiempo. -¿Cómo abrimos esa puerta?-, dijo señalando una puerta de gruesos barrotes que cerraba el acceso al resto del pasillo.
-Con una de las llaves que me cogísteis del bolso de la bata.
Faruq le lanzó las llaves a Canción-Oculta, que seguía en forma Glabro. El metis las cogió al vuelo y se acercó a la puerta, dándose prisa por abrirla. Una vez que encontró la llave correcta, la abrió y les hizo gestos al resto para que entrasen ellos también. El pasillo continuaba hasta desviarse a la izquierda después de unos cincuenta metros, pero esa parte del corredor tenía cinco pequeñas puertas de barrotes a cada lado, que daban celdas pequeñas y sucias. Afortunadamente, todas ellas estaban vacías. Las Cinco Garras de Gaia y sus prisionero no se entretuvieron demasiado sino que continuaron avanzando.
Una vez que giraron la esquina del pasillo, la primera puerta les condujo a una silenciosa sala de rayos x, ocupada por una camilla metálica y varios aparatos para hacer radiografías. Descubrieron un quirófano al abrir la siguiente puerta. La sala contenía una camilla con gruesas abrazaderas en sus extremos, todo tipo de material quirúrgico limpio y colocado ordenadamente en su sitio sobre sus respectivas bandejas, varias sierras de diverso tamaño, un quemador, objetos que guardaban demasiado parecido a instrumentos de tortura y un equipo completo de grabación. En la sala de operaciones también había muchas máquinas que no habían visto nunca, aunque algunas estaban rematadas con los típicos tubos usados para realizar endoscopias.
-¿Para qué usáis el equipo de grabación?-, quiso saber Voz-de-Plata.
-Para grabar las operaciones más importantes-, respondió con voz monótona el anciano. -Por otra parte, algunos ejecutivos de Pentex también quieren las grabaciones para sus asuntos privados y están dispuestos a conceder financiación adicional si llevamos el asunto con discreción.
-¿Asuntos privados?-, preguntó Voz-de-Plata sin comprender nada en absoluto. -¿A qué te refieres?
-Sabes a lo que me refiero-, respondió el anciano con una sonrisa desagradable. -Ya eres un hombre, ¿no?
-¿Hacéis películas snuff con vuestros pacientes y conejillos de indias para vuestros jefes de Pentex?-, preguntó Faruq con asco al darse cuenta de todas las implicaciones de las palabras del anciano.
-Sigamos buscando-, interrumpió Canción-Oculta. No quería darle al anciano otra oportunidad para perder el tiempo, ni muchos menos recrearse en los sórdidos detalles que podía contarles aquel monstruo con forma humana. No obstante, tenía una idea cada vez más clara en su cabeza: Johann Heigkserg ya había cometido demasiadas atrocidades. Sus días en este mundo iban a terminar muy pronto. El Colmillo Plateado estaba seguro de que el resto de su manada también opinaría lo mismo cuando llegase el momento oportuno.
Las siguientes dos puertas les condujeron a dos pequeños laboratorios. En el interior del primero de ellos había numerosas máquinas tecnológicas que servían para medir, alterar, graduar e investigar todo tipo de muestras, mientras que el segundo estaba destinado al reciclaje de los restos orgánicos de los fomorach para la producción controlada de Fomorol. Allí una veintena de trozos carnosos de aspecto canceroso daban vueltas dentro de una especie de máquinas parecidas a lavadoras, filtrando un líquido destilado que recorría otras máquinas todavía más extrañas. El olor acre de ese segundo laboratorio fue suficiente para revolverles las tripas a todos ellos.
Finalmente, el pasillo giró a la izquierda para luego quedar bloqueado por una enorme puerta metálica de aspecto muy robusto. Un minúsculo panel lleno de botones con números y una ranura descansaban en el margen derecho de la puerta.
-¿Qué hay al otro lado?-, preguntó Canción-Oculta.
-Las celdas para los pacientes que han comenzado el tratamiento, así como la sala de contención para los fomorach.
-¿Seguro que Randolph está al otro lado?-, preguntó Voz-de-Plata con suspicacia.
-Efectivamente-, respondió el anciano. -No hay lugar más seguro en esta instalación para mantener cautivo a uno de los vuestros.
-Tiene que ser cierto porque aún huelo el olor de Sigue-el-Rastro-, gruñó Crow en la lengua Garou.
-¡Abre esta maldita puerta ahora mismo!-, ordenó Canción-Oculta al anciano perdiendo sin querer la paciencia.
El doctor Heigkserg se acercó cojeando al panel de control y tecleó una combinación. Entonces sonó un pequeño pitido del panel, que de algún modo hizo que la puerta se abriese lentamente por sí misma, revelando una gruesa sala de paredes metálicas parecida a la cámara acorazada de un banco. Esta sala tenía unos diez o doce metros de largo por cuatro de ancho y estaba cerrada por otra puerta similar a la anterior.
El doctor Heigkserg entró cojeando, seguido con extrema cautela por los nerviosos Garou. El aire era completamente aséptico, sin olores de ningún tipo.
-Es una esclusa-, les explicó el anciano sin que se lo preguntasen. Su voz provocaba un pequeño eco dentro de la cámara. -Para abrir la segunda puerta, tenemos que cerrar completamente la primera
Crow miró a Canción-Oculta y el alfa emitió un pequeño gruñido aprobador. El Ahroun alzó su masa Crinos y cerró con poco esfuerzo la puerta. Entretanto, el anciano se acercó a la segunda puerta, seguido de cerca por Faruq y Lars. Pasaron unos segundos sin que ocurriese nada, esperando.
-¿Qué está pasando?-, preguntó Lars con voz gutural.
-Es el procedimiento habitual-, respondió el anciano con un murmullo. -Terminará en unos minutos.
-¿Qué procedimiento?-, gruñó el Philodox nervioso mientras se acercaba a Heigkserg. -¿Qué procedimiento?
-Terminará pronto, te lo aseguro-, respondió el anciano con una sonrisa cruel y despiadada-, pero no será una muerte piadosa ni caeréis en combate defendiendo vuestros primitivos ideales.
-¡GAS!-, ladró de pronto Lars cuando captó un olor a almendras que se estaba adueñando rápidamente de la sala acorazada.
El Philodox trató de ignorar la persuasiva voz que intentaba quebrar su alma con mentiras y falsas verdades, mientras escuchaba las minuciosas explicaciones del doctor Heigkserg acerca de sus horribles experimentos. A pesar de que estaba escuchando todas las palabras del anciano, una parte dentro de él no pudo evitar seguir los razonamientos de la voz invisible, aunque sólo fuera para rebatirlos. Sin embargo, cuando su enemiga mencionó su naturaleza metis y una madre sufriendo, Canción-Oculta no logró evitar sentir una emotiva llamarada de rabia. Apartó la mirada de Hegkserg durante unos segundos, apretando la mandíbula y pensó una rápida respuesta: "Tus viles trucos de feria no pueden engañarme. Salvaremos a Gaia y a todas sus criaturas de algún modo."
-¿Salvar a Gaia? Dime, ¿cómo pretendes lograr semejante hazaña? ¿Apoyando una guerra genocida contra la humanidad como quiere hacer la tribu Garou de los Garras Rojas? ¿O prefieres algo más épico, como un duelo a muerte contra el mismo Wyrm?
Por primera vez en su vida, Canción-Oculta no supo responder a las preguntas de la voz. Si existiese un modo de salvar a Gaia, hace tiempo que otros Garou más sabios que él mismo habrían dado con la respuesta a ese enigma, pero tal cosa no había pasado nunca. Eso hacía que fuera terriblemente fácil caer en el oportunismo o el derrotismo, como habían hecho ya tantos Garou en el pasado. Sin embargo, Canción-Oculta no estaba dispuesto a darse por vencido con tanta facilidad. "No me importan las dificultades. Mientras Gaia viva, lucharé por ella y será su nombre el que pronuncien mis labios cuando mi cuerpo se encuentre moribundo. No lo comprendes porque sólo eres un producto de mi imaginación, la indeseable herencia de una tribu maldita por los crímenes de sus antepasados. Nunca podrás derrotarme porque no existes".
-Entonces responde a esta pregunta, sabio Philodox: si no existo, ¿por qué pierdes el tiempo discutiendo conmigo?
-.-
Volvió la cabeza de nuevo para observar a sus hermanos y su prisionero. La última pregunta de la voz invisible rondaba por su cabeza como el filo de una daga cortando lentamente un pequeño nervio. Aun así, Canción-Oculta se esforzó por aparentar una apacible calma que en el fondo no sentía y escuchó con creciente inquietud el resto del discurso de Heigkserg hasta llegar a su inevitable final . El Philodox que había en él sospechaba que ya habían obtenido toda la información que necesitaban. Había llegado la hora de poner fin a la farsa y rescatar a Randolph Sigue-el-Rastro.
-Se acabaron las explicaciones. Llévanos con nuestro amigo ahora mismo.
El anciano le miró disgustado, pero asintió tras bajarse de mala gana del borde de la mesa metálica sobre la que se había apoyado. A continuación se acercó cojeando a la única puerta que había en el vestíbulo, seguido muy de cerca por las Cinco Garras de Gaia. La puerta dio paso a un pasillo de paredes blancas como la nieve y un suelo de baldosas grises. Unos tímidos fluorescentes ofrecían la única luz disponible en esta parte sombría del edificio. No obstante, el débil olor de Randolph seguía allí presente, adentrándose en las instalaciones, aunque también pudieron captar el lejano olor de la sangre derramada.
Decidieron no dejar ninguna habitación o sala sin investigar a su espalda, por lo que se tomaron su tiempo con cada una de ellas. En la primera puerta de la izquierda encontraron el vestuario, ocupado únicamente por una de docena de viejas taquillas metálicas y un solitario lavabo. A la derecha dieron con el almacén del que les había hablado el anciano. A pesar de sus humildes dimensiones, el espacio estaba aprovechado al máximo, ocupado por estanterías metálicas con cajas de cartón que contenían a su vez suministros sanitarios de todo tipo: vendas de todos los tamaños, apósitos, agujas, espadrapo, pomadas, instrumental quirúrgico todavía embalado, botellas azules rellenas de líquido desinfectante y un sinfín de otras diversas herramientas.
Más adelante, encontraron una sala de vigilancia. Al otro lado del mostrador que daba al pasillo, encontraron el cadáver de un hombre caucásico vestido con un uniforme de guardia de seguridad, que incluso después de muerto sostenía desesperadamente una pistola automática con una de sus manos inertes. La silla sobre la que se había sentado estaba volcada en el suelo y la sangre había comenzado a secarse a su lado.
-¿Cómo dijiste que se llamaba?-, preguntó Faruq. -¿William?
-Sí-, respondió el anciano. -Era un bastardo demasiado listo para su bien. Me alegro que esté muerto.
-Ha sido Randolph en forma Crinos-, afirmó Crow después de olisquear con cautela el cadáver. -Éste debió de tratar de ofrecer resistencia.
-¿Cómo pudo un hombre normal no caer en el Delirio?-, quiso saber Voz-de-Plata. -¿Es que William era otro Pariente corrupto?
-No, no era un Pariente-, respondió el anciano con voz cansada mientras apoyaba su espalda en una de las paredes para coger aire. Parecía cansado físicamente, pero aún tenía fuerzas para seguir adelante. -Delerex Lupus-7. Es un inhibidor sintético fabricado por Magadon. Afecta al sistema límbico y la amígdala cerebral, provocando una disminución total de reacciones indeseables como el miedo. Pentex lo administra a su personal humano de seguridad para optimizar su eficacia frente a ataques de hombres lobo.
-¿Y no tiene efectos adversos?-, preguntó divertido Faruq.
-Las anteriores series sí los tenían-, el anciano, -pero la versión 7 ha logrado evitar la lobotomización química en los usuarios después de un uso prolongado. He oído que algunas personas se han quejado de que el Delerex Lupus-7 les causa impotencia y periodos de privación del sueño, aunque las pruebas clínicas no son concluyentes.
-Basta de charlas, doctor-, intervino Canción-Oculta para evitar que el anciano les entretuviese de nuevo. Empezaba a tener una mala intuición de las razones que podría tener su prisionero para ganar tiempo. -¿Cómo abrimos esa puerta?-, dijo señalando una puerta de gruesos barrotes que cerraba el acceso al resto del pasillo.
-Con una de las llaves que me cogísteis del bolso de la bata.
Faruq le lanzó las llaves a Canción-Oculta, que seguía en forma Glabro. El metis las cogió al vuelo y se acercó a la puerta, dándose prisa por abrirla. Una vez que encontró la llave correcta, la abrió y les hizo gestos al resto para que entrasen ellos también. El pasillo continuaba hasta desviarse a la izquierda después de unos cincuenta metros, pero esa parte del corredor tenía cinco pequeñas puertas de barrotes a cada lado, que daban celdas pequeñas y sucias. Afortunadamente, todas ellas estaban vacías. Las Cinco Garras de Gaia y sus prisionero no se entretuvieron demasiado sino que continuaron avanzando.
Una vez que giraron la esquina del pasillo, la primera puerta les condujo a una silenciosa sala de rayos x, ocupada por una camilla metálica y varios aparatos para hacer radiografías. Descubrieron un quirófano al abrir la siguiente puerta. La sala contenía una camilla con gruesas abrazaderas en sus extremos, todo tipo de material quirúrgico limpio y colocado ordenadamente en su sitio sobre sus respectivas bandejas, varias sierras de diverso tamaño, un quemador, objetos que guardaban demasiado parecido a instrumentos de tortura y un equipo completo de grabación. En la sala de operaciones también había muchas máquinas que no habían visto nunca, aunque algunas estaban rematadas con los típicos tubos usados para realizar endoscopias.
-¿Para qué usáis el equipo de grabación?-, quiso saber Voz-de-Plata.
-Para grabar las operaciones más importantes-, respondió con voz monótona el anciano. -Por otra parte, algunos ejecutivos de Pentex también quieren las grabaciones para sus asuntos privados y están dispuestos a conceder financiación adicional si llevamos el asunto con discreción.
-¿Asuntos privados?-, preguntó Voz-de-Plata sin comprender nada en absoluto. -¿A qué te refieres?
-Sabes a lo que me refiero-, respondió el anciano con una sonrisa desagradable. -Ya eres un hombre, ¿no?
-¿Hacéis películas snuff con vuestros pacientes y conejillos de indias para vuestros jefes de Pentex?-, preguntó Faruq con asco al darse cuenta de todas las implicaciones de las palabras del anciano.
-Sigamos buscando-, interrumpió Canción-Oculta. No quería darle al anciano otra oportunidad para perder el tiempo, ni muchos menos recrearse en los sórdidos detalles que podía contarles aquel monstruo con forma humana. No obstante, tenía una idea cada vez más clara en su cabeza: Johann Heigkserg ya había cometido demasiadas atrocidades. Sus días en este mundo iban a terminar muy pronto. El Colmillo Plateado estaba seguro de que el resto de su manada también opinaría lo mismo cuando llegase el momento oportuno.
Las siguientes dos puertas les condujeron a dos pequeños laboratorios. En el interior del primero de ellos había numerosas máquinas tecnológicas que servían para medir, alterar, graduar e investigar todo tipo de muestras, mientras que el segundo estaba destinado al reciclaje de los restos orgánicos de los fomorach para la producción controlada de Fomorol. Allí una veintena de trozos carnosos de aspecto canceroso daban vueltas dentro de una especie de máquinas parecidas a lavadoras, filtrando un líquido destilado que recorría otras máquinas todavía más extrañas. El olor acre de ese segundo laboratorio fue suficiente para revolverles las tripas a todos ellos.
Finalmente, el pasillo giró a la izquierda para luego quedar bloqueado por una enorme puerta metálica de aspecto muy robusto. Un minúsculo panel lleno de botones con números y una ranura descansaban en el margen derecho de la puerta.
-¿Qué hay al otro lado?-, preguntó Canción-Oculta.
-Las celdas para los pacientes que han comenzado el tratamiento, así como la sala de contención para los fomorach.
-¿Seguro que Randolph está al otro lado?-, preguntó Voz-de-Plata con suspicacia.
-Efectivamente-, respondió el anciano. -No hay lugar más seguro en esta instalación para mantener cautivo a uno de los vuestros.
-Tiene que ser cierto porque aún huelo el olor de Sigue-el-Rastro-, gruñó Crow en la lengua Garou.
-¡Abre esta maldita puerta ahora mismo!-, ordenó Canción-Oculta al anciano perdiendo sin querer la paciencia.
El doctor Heigkserg se acercó cojeando al panel de control y tecleó una combinación. Entonces sonó un pequeño pitido del panel, que de algún modo hizo que la puerta se abriese lentamente por sí misma, revelando una gruesa sala de paredes metálicas parecida a la cámara acorazada de un banco. Esta sala tenía unos diez o doce metros de largo por cuatro de ancho y estaba cerrada por otra puerta similar a la anterior.
El doctor Heigkserg entró cojeando, seguido con extrema cautela por los nerviosos Garou. El aire era completamente aséptico, sin olores de ningún tipo.
-Es una esclusa-, les explicó el anciano sin que se lo preguntasen. Su voz provocaba un pequeño eco dentro de la cámara. -Para abrir la segunda puerta, tenemos que cerrar completamente la primera
Crow miró a Canción-Oculta y el alfa emitió un pequeño gruñido aprobador. El Ahroun alzó su masa Crinos y cerró con poco esfuerzo la puerta. Entretanto, el anciano se acercó a la segunda puerta, seguido de cerca por Faruq y Lars. Pasaron unos segundos sin que ocurriese nada, esperando.
-¿Qué está pasando?-, preguntó Lars con voz gutural.
-Es el procedimiento habitual-, respondió el anciano con un murmullo. -Terminará en unos minutos.
-¿Qué procedimiento?-, gruñó el Philodox nervioso mientras se acercaba a Heigkserg. -¿Qué procedimiento?
-Terminará pronto, te lo aseguro-, respondió el anciano con una sonrisa cruel y despiadada-, pero no será una muerte piadosa ni caeréis en combate defendiendo vuestros primitivos ideales.
-¡GAS!-, ladró de pronto Lars cuando captó un olor a almendras que se estaba adueñando rápidamente de la sala acorazada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario