St. Claire, Washington (EE.UU.)
5 de noviembre de 1992
La pregunta de Canción-Oculta cogió al Theurge con la guardia baja. Ignorando el dolor causado por la herida de su pierna, Lars puso su intelecto a trabajar con las pequeñas piezas de información que habían reunido hasta ese momento. Alguien o algo había provocado que los niños de St. Claire viesen a Rapta Pañales en sus sueños. Poco a poco dichas piezas empezaron a encajar unas con otras, aunque de forma muy débil todavía.
-¿Os acordáis del sueño que me envió Uktena?-, les preguntó a sus hermanos.
-Sí, el laberinto oscuro en el que oías el llanto de unos niños-, respondió Canción-Oculta sin comprender a dónde quería llegar él.
-El laberinto oscuro es esta mina-, respondió el Fenris con más seguridad de la que sentía en esos momentos. -Y creo que Uktena quería que buscase algo en ella, algo que aún no hemos encontrado.
-Pero, ¿no te había enviado el sueño para que viniésemos a detener a Rapta Pañales?-, preguntó Crow confundido. -¿O para salvar a los niños secuestrados?
-Eso creía al principio, aunque sospecho que malinterpreté sus verdaderas intenciones.
-Es posible-, asintió el Colmillo Plateado también pensativo. -Vamos a seguir avanzando con cuidado por este túnel. Con un poco de suerte encontraremos a los niños.
Canción-Oculta y Crow ayudaron a Lars a caminar por el túnel. El Theurge usó el don de Resistir Dolor para ignorar las dolorosas punzadas que subían desde la herida que le había causado Rapta Pañales en la pierna durante la refriega. Después de unos metros, el túnel ascendía ligeramente unos metros hasta dejar atrás por completo la zona inundada. La luz plateada de Canción-Oculta les mostró allí una el cadáver reciente de una niña de poco más de cuatro años. Estaba completamente empapado de los pies a la cabeza. Su pelo oscuro caía lacio sobre el pijama mojado. Rapta Pañales la había desnucado hacía muy poco tiempo. El rostro de la niña todavía mostraba un gesto de dolor y miedo, que causó un pequeño escalofrío en los tres Garou cuando lo vieron. Crow se agachó al ver que llevaba una pequeña pulsera de plata y leyó en voz alta las letras que tenía grabadas:
-Carol Anne-, dijo con un nudo en la garganta. Luego cerró los párpados de la difunta con una delicadeza inusitada en alguien como él . -Sentimos haber llegado demasiado tarde para salvarte.
-La debió secuestrar esta misma noche-, respondió Canción-Oculta visiblemente apenado, -porque su nombre no estaba en la lista de los niños secuestrados... fue su olor el que nos condujo al escondrijo de Rapta Pañales.
Lars asintió en silencio. No encontró palabras para expresar la profunda tristeza que sentía. Al contrario que sus hermanos, él se había dado cuenta que Rapta Pañales la había matado de inmediato por su culpa. Lo habían acorralado en su propia guarida y la criatura trastornada había silenciado a la niña para poder tender su emboscada. El Theurge decidió no contarles la verdad por el momento. Más tarde, cuando hubiesen tenido tiempo para asumir la muerte de la pequeña, podría compartir esa carga con ellos si es que ninguno de los dos se daba cuenta antes por sí mismo.
Los tres decidieron seguir caminando por el túnel. Pronto notaron una ligera corriente de aire frío que les condujo hasta la salida del túnel. Habían logrado salir de la mina sin pretenderlo, llegando a un pequeño pedregal. Un pequeño sendero cerca de una pequeña laguna subía por el angosto y rocoso terraplén hasta quedar completamente oculto por la niebla. Numerosas huellas embarradas de botas militares subían y bajaban por aquel viejo camino. Lars y Crow miraron indecisos al alfa de su manada, que les acabó haciendo un gesto para que ascendieran por el camino apenas visible tras unos instantes de duda.
Tardaron mucho tiempo en llegar a la cima del terraplén por su culpa, puesto que sus hermanos ya no lo podían ayudar a avanzar como antes. Lars trató de convencerlos en dos ocasiones para que continuasen sin él, pero Canción-Oculta se negó en redondo a que ninguno de ellos quedase solo.
-No sabemos si este lugar guarda más sorpresas desagradables-, respondió el Colmillo Plateado con firmeza.
Cuando llegaron a lo alto, descubrieron los restos fantasmales de lo que debió ser un asentamiento humano hacía cien o doscientos años. Lo único que quedaba en pie de este lugar eran los cimientos de piedra y tramos de madera elevándose solitarios en la niebla o cubriendo el suelo como si fueran cadáveres de un antiguo campo de batalla. Debían ser las viviendas de los primeros colonos blancos que fundaron la ciudad de St. Claire.
Lars sintió que se le ponían los pelos como escarpias cuando escuchó el llanto desconsolado de un bebé oculto en alguna parte de la niebla que cubría el terraplén. Miró rápidamente en todas las direcciones, buscando el origen de los lloros. Sus dos hermanos también escucharon lo mismo que él, porque reaccionaron de idéntica forma. Crow incluso dio un paso para acercarse a una de las casas en ruinas, pero él lo detuvo posando con fuerza la mano sobre su hombro.
-No te alejes, por favor. Podríamos no volver a encontrarte-, le aconsejó.
-Tenemos que encontrar a ese bebé-, protestó el Fianna confuso y aturdido.
-Está muerto. Lo que escuchas es el lamento de los muertos-, respondió el Theurge completamente convencido de la veracidad de sus propias palabras, aunque sin saber muy bien cómo había llegado a esa conclusión.
-Haz lo que dice Lars-, ordenó Canción-Oculta. Él también parecía muy confuso, como si luchase para pensar correctamente.
-¿Estás bien?-, preguntó el Fianna. -Pareces distinto...
-Es este lugar.-, les confesó el alfa. -Oigo voces y lamentos.
-Todos las oímos, pero no debemos separarnos-, les aconsejó de nuevo el Theurge.
-¿Puedes guiarnos, Lars?-, preguntó Crow inseguro.
-Vayamos en esa dirección-, respondió el Theurge en voz baja. Un brusco ataque de vértigo le provocó un ligero mareo y durante unos breves instantes creyó ver sombras infantiles escabulléndose entre las ruinas de los edificios. A continuación su vista se volvió borrosa, como si de pronto viera doble.
-¿Quuueeeé haaayyy alliiiiií?-, preguntó el Fiannza con una voz antinatural mientras se tambaleaba como si hubiese perdido todo sentido de la coordinación.
Lars no tuvo valor para responder, sino que avanzó a duras penas hasta que cayó al suelo por culpa de una gran losa de mármol con la que había tropezado sin darse cuenta. En la losa había una inscripción desgastada que sólo pudo leer a costa de un gran esfuerzo:
"Y miré, y vi un caballo pálido; y el nombre de quien
lo montaba era Muerte, y el Infierno le seguía.
Que Dios tenga piedad de nuestras almas."
Lars experimentó una sensación extraña, como si ya hubiese vivido este momento en algún momento de un pasado lejano. La fuerza del déjà vu lo dejó tan aturdido que, cuando volvió en sí, descubrió que Canción-Oculta y Crow estaban tirados en el suelo, víctimas de un intenso trance que los hacía hablar en sueños cosas sin sentido. El Fenris adoptó con gran esfuerzo la forma Crinos y apartó lentamente la losa de mármol, que había estado cubriendo hasta ese momento un gran pozo relleno de tierra negra. Utilizando sus propias garras para excavar, comenzó a desenterrar incansablemente el interior del pozo. En algún momento, sintió otro fuerte mareo que hizo que se detuviese para recuperar el aire.
-.-
Lo siguiente que supo es que se encontraba frente a una multitud que lo miraba expectante en una noche igual de fría que las que había sufrido después de que su manada fuese expulsado del Clan del Lobo Invernal. Todos los presentes iban vestidos con ropas de colonos del s. XIX y muchos sostenían antorchas y otras teas ardientes. Los hombres y las mujeres lo miraban expectantes, con una mirada cruel en sus ojos. El jefe Olson estaba a su lado, apoyándolo con su simple presencia. Llevaba una escopeta en sus manos y lucía una estrella de sheriff en su chaqueta de cuero curtido. También estaban presentes el alcalde de la ciudad, Edmund Richards, así como Robert y Anna Wheeler, con su hija Tracy, Cindy Crawley, la camarera Jessi y otras caras conocidas de la ciudad. ¡Incluso Rapta Pañales estaba presente, vestido con ropas ajadas y sosteniendo divertido una botella de whisky vacía entre sus manos retorcidas!
-Amigos, buenas gentes de St. Claire. Nos hemos reunido esta noche para poner fin a nuestras desgracias.
Lars se volvió con un gesto melodramático, mientras señalaba a una mujer nativo americana maniatada a una pira, hecha con un grueso poste de madera y ramas secas en su base, con la antorcha que sostenía en sus manos. La mujer, vestida a la manera tradicional de su pueblo, tenía el rostro y los labios hinchados y ensangrentados por la paliza que había sufrido antes de subirla a la pira. Lars pudo reconocer el petroglifo usado por la tribu Wendigo entre los símbolos de la cinta que la mujer aún llevaba sujeta a su frente.
-Esta salvaje, esta bruja, ha perturbado la paz de nuestra tranquila comunidad. Ha traído con sus embrujos a la ventisca que ha matado a nuestro ganado y estropeado sin remedio nuestros cultivos. Debemos quemarla, como hicieron los primeros colonos de este gran país con las mujeres que renegaban de Cristo para fornicar con el mismísimo Satanás. Sólo así el Señor Todopoderoso se apiadará de nosotros y volverá a traer el cálido calor de la primavera a nuestra ciudad.
La multitud estalló enojada en un caótico coro de voces que exigían la muerte inmediata de la india. Los ayudantes del sheriff tuvieron que contener a dos hombres que planeaban hacer ellos mismos dicho trabajo. Lars se volvió hacia la pira, con una placentera sensación de crueldad recorriendo su cuerpo, y prendió fuego a las ramas con su antorcha. El fuego tardó unos minutos en arder con toda su intensidad, extendiéndose lentamente y provocando una pequeña columna de humo negro. La india empezó a chillar de dolor antes de que el fuego la tocase, incapaz de soportar la temperatura abrasadora concentrada junto a sus pies. Sus gritos enardecieron a la multitud, que festejó vilmente la agonía de la condenada.
Repentinamente, Lars se encontró atado a la viga de madera frente a la turba. Un hombre al que reconoció como Wilhem Norge, el fundador de St. Claire cuya estatua decoraba la plaza central de la ciudad, sostenía la antorcha con la que acaba de encender la pira. Sintió el abrumador tormento del calor en sus pies. Escuchó el ruido provocado por su piel, crujiendo al fuego, y notó cómo la grasa de su cuerpo comenzaba a quemarse lentamente. No pudo evitar chillar de agonía durante un tiempo tan largo que le pareció que duró toda una eternidad.
-.-
Todavía estaba gritando cuando despertó del trance que lo había atrapado. Se hallaba dentro del pozo, entre restos de huesos humanos y tierra ennegrecida. Salió de aquel agujero infernal, respirando con dificultad. La niebla había perdido su fuerza y tímidos rayos del sol rasgaban su pesado manto por diversas zonas. Por extraño que pareciese, los llantos de los niños habían desaparecido y no se veía por ninguna parte sus figuras sombrías. Despertó a sus hermanos, que aún seguían perdidos en sus propias pesadillas. Estaban confusos y aturdidos por las terribles vivencias que habían experimentado, pero parecían estar bien o, al menos, se hallaban mejor que cuando habían llegado a lo alto del terraplén.
-¿Qué ha ocurrido?-, preguntó inseguro Canción-Oculta.
-Os lo explicaré muy pronto, pero primero tenéis que contarme vuestras pesadillas. ¿Qué habéis soñado?
Canción-Oculta parecía muy reacio a hablar de su experiencia, aunque captó el tono de urgencia de Lars y decidió colaborar a regañadientes.
-Soñé que lord Abercorn me ordenó ir a Norge Valley y ayudar a los colonos de St. Claire a masacrar un poblado de indios desarmados. Yo jamás hubiera aceptado una orden como esa, pero en mi sueño no pude negarme. Atacamos a los indios a traición y los matamos a casi todos. Luego arrojamos sus cuerpos a un pozo en la ciudad, utilizándolo como fosa común. Algunos indios todavía vivían e intentaban salir del pozo arrastrándose hacia la superficie... pero nosotros... nosotros los enterramos vivos, riéndonos al verlos arrastrarse como insectos. A continuación me encontré cubierto de los pies a la cabeza en un gran manto de sangre y tierra, ahogándome lentamente. Eso es lo que viví en mi pesadilla. Parecía tan real...
-No cometiste esas atrocidades, hermano-, le dijo intentando tranquilizarlo. -Fueron los primeros colonos de St. Claire. ¿Y tú, Crow?-, le preguntó al Fianna.
-Yo estaba con mis padres, atrapado por la nieve en una vieja cabaña de madera. En el exterior, el viento rugía con una fuerza estremecedora. Hacía mucho frío y sólo nos quedaba un solitario leño ardiendo en la chimenea. Todos estábamos llorando, no sólo de miedo sino también de hambre. Entonces miré a mis padres y sus lloros me parecieron semejantes a gallinas cloqueando, así que cogí un hacha, los maté sin que pudieran defenderse y me comí su carne muerta. En esos momentos no pensaba que fueran mis padres, simplemente quería poner fin al hambre que me devoraba por dentro. Mientras estaba haciendo eso, escuché el aullido furioso de unos lobos acercándose. Sentí miedo, mucho miedo. La puerta de la cabaña estalló con una explosión de astillas y nieve. Dos Crinos entraron por el agujero que habían causado. Parecían Wendigo por el color de sus pelajes, pero sus rasgos físicos eran extraños, casi retorcidos. Los hombres lobo me obligaron a contemplar como me desollaban vivo lentamente. Lo último que vi fue una sonrisa repugnante asomando desde sus terribles fauces... ¿Qué significa todo esto?
Lars comprendió por fin lo que ocurría. Los sueños, las visiones y las muertes comenzaron formar una tragedia común cuya historia debía ser contada. Antes de explicarles su teoría, el Theurge compartió con ellos su propia visión. Luego intentó explicarles lo que había averiguado.
-Hemos visto los terribles hechos que sucedieron en St. Claire. Los primeros colonos blancos estaban corruptos por el Wyrm, por lo que masacraron y torturaron a la Parentela de los Wendigo que vivía en estas tierras. Cuando los Garou de esa tribu se enteraron, mataron en represalia a todos los colonos, sin dejar supervivientes, aunque por desgracia desconocían el alcance del daño que habían causado sus enemigos, por lo que se fueron sin saber lo que dejaban atrás. La siguiente oleada de colonos que llegó a la ciudad se encontró un pueblo fantasma y decidió fundar una nueva ciudad con el mismo nombre a pocos kilómetros de aquí, donde actualmente está el centro de St. Claire.
-¿Así que estas ruinas pertenecen a la primera ciudad?-, preguntó Crow.
-Eso creo.
-Está bien. La historia tiene sentido, no lo niego-, dijo impaciente Canción-Oculta-, pero ¿por qué hemos tenido estas pesadillas? ¿Por qué precisamente ahora?
-Porque este lugar era tierra sagrada para los Wendigo y para cualquier otra tribu de la Nación Garou. Estamos en el centro de lo que fue un túmulo, uno consagrado a las visiones místicas del pasado, el presente y el futuro. Aún conserva parte de su función original, pero la infección del Wyrm ha convertido este lugar en una versión retorcida de su antiguo ser. Ahora corrompe y atemoriza en lugar de iluminar y ayudar.
-Si eso es cierto, entonces... ¿los niños sufrieron pesadillas enviadas por el túmulo?
-Sí, creo que sí-, respondió él.-Puede que todos los habitantes de la ciudad duerman mal y no recuerden lo que han soñado, pero seguro que tienen pesadillas habitualmente. Yo no he dormido bien desde que llegamos a la ciudad. ¿Y vosotros?
-No-, reconoció Crow asombrado.
-Yo tampoco-, dijo el alfa de la manada aceptando su razonamiento. -¿Puedes purificar el túmulo o está perdido para siempre?
-No, no puedo hacerlo. Sólo los Theurge de mayor rango conocen los secretos necesarios para devolver a un túmulo su pureza perdida, si no es demasiado tarde ya para intentarlo. Debemos avisar a los Ancianos del Clan del Pacto cuanto antes.
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