St. Claire, Washington (EE.UU.)
5 de noviembre de 1992
Cuando Voz-de-Plata y él llegaron a la mina después de seguir el rastro dejado por sus hermanos de manada desde la tejeduría, o la "cueva del cuervo" como la había llamado Crow, no sabían que ya era demasiado tarde para ayudar a derrotar a Rapta Pañales o salvar la vida de la última inocente en ser secuestrada. Los dos Garou simplemente adoptaron la forma Crinos y se dispusieron a entrar en aquella mina abandonada. Sin embargo, antes de que Faruq hubiese puesto un solo pie frente a la entrada parcialmente tapiada de la misma, una débil ráfaga de viento trajo consigo el lamento de un llanto débil y desconsolador. El Caminante Silencioso se detuvo para escucharlo mejor, lo que provocó que Voz-de-Plata tensase su cuerpo involuntariamente al temer un ataque sorpresa del esquivo secuestrador. Ambos pasaron unos segundos en completo silencio. Mientras Voz-de-Plata vigilaba en vano intentando atisbar algún movimiento en la espesa niebla del exterior, Faruq se concentró en escuchar en el llanto. Parecía provenir de las profundidades más recónditas de la mina. A decir verdad, apenas podía oírlo con claridad.
-¿Puedes oírlo?-, preguntó con un susurro a su hermano.
-No. ¿Qué ocurre?
-Estoy escuchando un llanto. Creo que viene del interior de la mina.
-¡Los niños!-, exclamó el Hijo de Gaia casi fuera de sí. -¿A qué esperas? ¡Vamos a buscarlos!
Faruq se transformó en Lupus para escuchar mejor y se internó en la oscuridad de la mina, seguido muy de cerca por Voz-de-Plata, que había adoptado también la misma forma lobuna. Sus agudos olfatos notaron pronto los olores a humedad y podredumbre, así como el orín y los excrementos de rata. También percibieron los olores característicos de sus hermanos, llenos de tensión y furia crecientes, además un olor infantil más sutil que a punto estuvo de pasarles desapercibido. A pesar de que no podían fiarse de su vista, siguieron aquellas marcas olorosas, pisando con precaución en el suelo embarrado. El sonido del llanto seguía allí, en alguna parte tras aquellas paredes de carbón, casi al límite de la percepción de su oído.
Caminaron así unos ochenta metros hasta que el Ragabash se detuvo de golpe. Los olores de sus hermanos y la niña se desviaban por un tunel lateral, pero el llanto no parecía tener su origen en esa dirección. Confundido, Faruq se tomó unos segundos para cerciorarse antes de compartir con Voz-de-Plata su descubrimiento.
-Creo que Rapta Pañales no tiene nada que hacer contra Crow, Lars y Canción-Oculta en una pelea abierta, pero si ese jodido enfermo les ataca por sorpresa... nuestros hermanos podrían tener problemas.
-Canción-Oculta habría querido que salvásemos a los niños-, respondió el Hijo de Gaia con un tono de voz claramente preocupado. Él también estaba muy incómodo por la difícil decisión que acababa de tomar.
-Vale, primero los niños y luego volvemos. ¿Ya puedes escuchar el llanto?
-No, no puedo oír nada aparte de algunas gotas de agua cayendo en los túneles vecinos.
Faruq asintió levemente con su cabeza lobuna sin poder evitar hacer inconscientemente un gesto tan humano y continuó avanzando a través de la oscuridad. Cada paso que daban le permitía escuchar un poco mejor aquel triste y apagado sonido. Entre los niños secuestrados había un niño de once meses. Faruq estaba convencido que era él quien estaba llorando de aquella manera.
Volvió a detenerse en otro tramo de la galería. Parecía que los lloros infantiles provenían de otro túnel a su lado. De hecho, el Caminante Silencioso incluso tuvo la impresión de que en esos momentos había más de un niño llorando. Sin perder el tiempo, se esforzó por caminar más rápido, pero pronto desistió de seguir intentando llevar ese paso después de golpearse contra una pala abandonada en el suelo y, a continuación, que Voz-de-Plata chocase a ciegas contra él, lo que provocó que los dos cayesen al suelo. A partir de ese momento, ambos intentaron superar su impaciencia y retomar su avance cauto a través de la asfixiante oscuridad en la que se hallaban.
En ese túnel captaron un nuevo olor más fuerte que el de la humedad. Era un olor dulzón que los dos Garou habían aprendido a reconocer con el tiempo: el olor de la carne descompuesta. Con el corazón en vilo, llegaron hasta un tramo del túnel, donde alguien había excavado un agujero en la tierra y el barro para enterrar parcialmente cinco pequeños cadáveres. Faruq podía escuchar los agudos llantos de los difuntos con una claridad escalofriante. "He estado escuchando el lamento de los muertos", se dio cuenta el Ragabash temblando involuntariamente.
Cuando todavía era un cachorro que no había superado su Rito de Inciación, Cathy Saynesbury le había hablado de la maldición que Set lanzó sobre la tribu de los Caminantes Silenciosos, expulsándolos de su hogar natal en Egipto y condenándolos a vagar para siempre sin hallar un hogar que reclamar para sí mismos. Pero además de esa poderosa maldición, su tutora le había explicado que Set también había embrujado a su tribu, pervirtiendo su orgulloso papel de guardianes entre los mundos de la vida y la muerte, de forma que los Caminantes Silenciosos fuesen acosados por las almas de los muertos. En ese momento Faruq había creído que Cathy sólo estaba riéndose a su costa, metiéndole miedo con una historia de terror vieja y francamente poco original, pero ya no estaba tan seguro.
-¿Me oyes?-, preguntó Voz-de-Plata irritado mientras olisqueaba con desagrado la improvisada tumba común.
-Perdona. Esto me ha afectado demasiado. ¿Qué decías?
-Te había preguntado qué vamos a hacer con los cadáveres. No podemos dejarlos aquí... abandonados en estas condiciones... y sus familias tienen derecho a darles sepultura.
Los lloros y lamentos que aún oía a su alrededor enmudecieron de golpe cuando el Hijo de Gaia manifestó su opinión en voz alta. Faruq comprendió entonces lo que debían hacer. Adoptó la forma Homínida y retiró con respeto el barro que cubría una pequeña manita.
-Sí, deben regresar con sus familias-, dijo en voz alta, esperando que las almas de los niños pudieran escucharlo en las tierras de los muertos. -¡Os juro que os devolveremos a vuestros hogares!
Si los fantasmas de los niños escucharon sus palabras, no pudieron o no quisieron responderle. Sin embargo, Faruq no volvió a escuchar sus llantos, por lo que supuso que estaban de acuerdo con esa decisión. El Ragabash ignoró la mirada perpleja de Voz-de-Plata, que debía estar creyendo que todo este asunto lo había trastornado, y se esforzó por desenterrar los cadáveres con sumo cuidado.
-.-
Poco después de haber realizado esa penosa tarea, se encontraron con el resto de su manada. Sus hermanos comprendieron en seguida lo que habían hecho y una mirada apesadumbrada se apoderó de sus rostros entristecidos. De hecho, Canción-Oculta sostenía entre sus brazos el cadáver reciente de otra niña fallecida. Ninguno dijo nada en ese momento. No era necesario. Salieron todos juntos de la mina de carbón y dejaron los cuerpos destrozados de las víctimas de Rapta Pañales bajo unos matorrales retorcidos, situados cerca de la carretera que cruzaba Norge Valley de un extremo a otro.
Horas más tarde, Faruq usó una cabina pública de St. Claire para hacer una llamada anónima al hotel de Cindy Crawley, la periodista con la que habían intercambiado información hasta ese momento.
-Diga.
-¿Cindy Crawley?
-Sí, soy yo. ¿Quién es?
-Mi nombre no importa. Llamaba para decirle que Rapta Pañales está muerto. Nunca volverá a secuestrar a nadie más.
-Escucha, si es una broma telefónica...
-Si fuera una broma, me inventaría algo más original, ¿no cree, señorita?-, le respondió Faruq irritado. -Sé dónde están los cuerpos de los niños. Se lo diré con la única condición de que avise inmediatamente a las familias de los niños secuestrados y a los federales. ¿Está interesada o llamo a otro reportero más despierto?
-Está bien. Dime dónde están-, respondió ella tras una larga pausa.
Faruq colgó el teléfono una vez que estuvo seguro de que la periodista había comprendido las instrucciones para encontrar el lugar donde estaban escondidos los cadáveres. A continuación salió de la cabina y se subió a la furgoneta que lo estaba esperando junto a la acera.
-¡Vámonos de aquí de una puta vez!-, espetó cabreado después de cerrar la puerta del vehículo con un sonoro portazo.
-.-
Pasaron casi una hora entera sin hablar entre sí. Habían detenido los crímenes de Rapta Pañales, pero no habían logrado salvar a sus víctimas. Era una victoria agridulce de la que difícilmente podían sentirse orgullosos. "Seguro que el Wyrm nos tiene reservadas muchas batallas como esta", pensó Faruq sin poder evitar los lúgubres pensamientos que asediaban su mente. Al final, fue Canción-Oculta el que se atrevió a romper el hielo cuando estaban a unos pocos kilómetros de Seattle.
-Escuchad-, dijo desde la parte de atrás de la furgoneta. -He estado pensando mucho sobre el túmulo corrupto que descubrimos y creo que debemos actuar con sumo cuidado cuando compartamos las noticias de su existencia
-¿A qué te refieres?-, le preguntó pasivamente Voz-de-Plata.
-Según Lars, el túmulo puede ser purificado de la mancha del Wyrm y rehabilitado por los Garou. Sin embargo, si tal cosa es posible, puede que luego estallen luchas entre las tribus para controlarlo. No me miréis así, sabéis que tengo razón. Ha sucedido en el pasado y sigue ocurriendo en el presente.
-¿Y qué propones tú?-, preguntó Faruq suspicaz.
-Creo que ya que el túmulo había pertenecido a los nativo americanos, lo justo sería que lo ocupasen ellos si fuera posible. Sería un pequeño paso adelante, un puente si lo preferís, que nos ayudaría a unir un poco más a las tribus de la Nación Garou.
-¿Vas a devolverle el túmulo a los Wendigo después de lo que nos hizo el Clan del Lobo Invernal?-, preguntó el Ragabash abriendo mucho los ojos.
-En parte sí-, respondió el Colmillo Plateado. -Aunque reconozco que las acciones del Clan del Lobo Invernal han mermado mi respeto por los Wendigo, estoy dispuesto a dar una oportunidad a sus compañeros de tribu del Clan del Pacto. Lo haría con la condición de que lo compartieran plenamente con los Uktena y que nos guardasen el secreto, para evitar que ninguna de nuestras respectivas tribus de origen pueda sentirse ofendida con nosotros.
-Me parece buena idea-, respondió Lars desde el asiento del conductor. -Conozco a los míos. La Camada de Fenris no confiará fácilmente la protección de un túmulo a nadie más que no sean ellos mismos.
-Estoy seguro de que los Colmillos Plateados tampoco reaccionarían bien. ¿Los demás qué decís?
-No me gusta la idea de ocultarles esto a los Fianna-, respondió Crow huraño.
-¿Te das cuenta de que para los Uktena y los Wendigo tu tribu también es una invasora?-, le respondió Voz-de-Plata.
-¡Y la tuya!-, farfulló Crow malhumorado. -¡Y la de Faruq!
-Es cierto-, reconoció Voz-de-Plata. -Tuvieran buenas o malas intenciones nuestros antepasados la cagaron en su momento, pero Canción-Oculta tiene razón. Tenemos una oportunidad única para hacer algo bueno cuyos beneficios se extiendan al resto de la Nación Garou. ¿No quieres eso, Crow?
-Está bien, vale-, accedió el Ahroun dando por fin su brazo a torcer.
-Yo también estoy de acuerdo-, dijo rápidamente Faruq antes de que el Fianna cambiase de opinión.
-Y yo-, apoyó Voz-de-Plata.
-Entonces haremos eso. Hablaremos con los Uktena y los Wendigo del Clan del Pacto, compartiremos con ellos todo lo que hemos averiguado de St. Claire y que sus Theurge intenten purificar el túmulo.
Faruq asintió con la cabeza mostrando su acuerdo. "Después de todo por lo que hemos pasado, tal vez podamos sacar algo bueno de este desastre", se dijo. La esperanza parecía una llama demasiado frágil para iluminar un mundo de tinieblas, pero el Ragabash estaba dispuesto a correr el riesgo. "Por Gaia, por todos los niños y niñas inocentes de este mundo y del otro", se juró a sí mismo.
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