Transcurrieron dos semanas después de mi última conversación con el Lasombra Alfredo. Tal y como estaba planeado, una sangrienta banda de "forajidos" asaltó las aldeas y los campos circundantes, robando y matando a placer. Sus fechorías terminaron después de doce días de terror cuando la guardia de Alba Iulia dio con el refugio en el que se escondían, aunque esos bellacos lucharon con brío para intentar escapar de los guardias. Después de un juicio extremadamente rápido dada la magnitud de sus crímenes, las autoridades mortales de la ciudad ordenaron ahorcar a los supervivientes de la refriega en la plaza del mercado, como advertencia para otros ladrones y alimañas de baja estofa. El pueblo llano lanzó numerosos vítores de aprobación. "La justicia triunfaba de nuevo", pensé con mordaz ironía cuando se me comunicó la noticia.
La misma noche en que fueron ahorcados aquellos hombres, se produjo un incendio en los barrios pobres de la ciudad que no se extendió al resto de Alba Iulia porque milagrosamente llovió con fuerza sobre la ciudad poco después de que hubiesen consumido una decena de casas. Hubo muchos rumores acerca del origen del incendio. Aunque la guardia de la ciudad dictaminó que el incendió lo había provocado un fuego descontrolado en una panadería, hubo quien aseguraba que la culpa era de una prostituta que había sido amante de uno de los bandidos, que intentaba cobrarse así su venganza contra la ciudad que había ajusticiado a su amado. En cualquier caso, el fuego causó muchos muertos y decenas de heridos. Muchos más perdieron sus hogares y sus escasas pertenencias, aunque las iglesias abrieron sus puertas a las familias de los desfavorecidos para que tuviesen cobijo frente a las frías lluvias de primavera. Esperaba que tanto sufrimiento no hubiese sido en vano.
Algunas noches después de dichos acontecimientos, la nueva aprendiz de mi sire Jervais se presentó para unirse a las filas de nuestra capilla. Tenía el aspecto de una anciana de pelo blanco recogido en un moño, piel arrugada, ojos grises e iba vestida de negro de los pies a la cabeza, como lo haría cualquier viuda en estas tierras. Pese a la aparente decrepitud de su cuerpo, Eidna poseía una mente lúcida y despierta, capaz incluso de recordar los detalles más insignificantes. Había alcanzado recientemente el séptimo círculo entre las filas de los aprendices Tremere, lo que indicaba que sus conocimientos y su dominio de la taumaturgia eran ligeramente superiores a los de mi chiquillo Lushkar.
Tras ofrecerle la debida bienvenida y mostrarle la capilla que sería su nuevo hogar, mantuve con ella una tensa conversación. Le dije que esperaba que el hecho de ser hermanos de sangre del mismo sire no originase en ella falsas esperanzas. Mientras estuviese en Alba Iulia, obedecería mis órdenes como lo haría cualquier Aprendiz respecto a su Regens. Por otro lado, también le expliqué sin acritud que no tendría ningún trato de favor. Mediría con frialdad sus progresos frente a los de Lushkar y, llegado el caso, si sus méritos la encumbraban por encima del séptimo círculo, recomendaría su ascenso para que pudiese fundar su propia capilla donde la Casa Tremere considerase necesario para sus intereses. Eidna se mostró humilde y reservada en todo momento, como se espera de todo Aprendiz Tremere, y no mostró ninguna oposición a mis estrictos mandatos. Sabía bien que la protección que le brindaba nuestro sire no la escudaría si cometía una desobediencia flagrante del protocolo de la Casa Tremere.
Le concedí el cuarto vacío que había ocupado en el pasado Gardanth. Eidna reparó de inmediato en la cruz de madera que colgaba en la pared cuando entramos, mas no me hizo ninguna pregunta. Era una aprendiz muy lista. Y muy peligrosa. Estaba convencido de ello. Seguramente, haría algunas preguntas discretas a los criados y tal vez puede que incluso al mismo Lushkar. Dejé que se instalase cómodamente en sus aposentos y salí a buscar a mi chiquillo y a mi ghoul Irena. Pese a que ya les había advertido de que durante un tiempo indefinido la capilla acogería a una espía en la que no debíamos confiar, resolví que sería sabio repetirles de nuevo mis advertencias.
Le concedí el cuarto vacío que había ocupado en el pasado Gardanth. Eidna reparó de inmediato en la cruz de madera que colgaba en la pared cuando entramos, mas no me hizo ninguna pregunta. Era una aprendiz muy lista. Y muy peligrosa. Estaba convencido de ello. Seguramente, haría algunas preguntas discretas a los criados y tal vez puede que incluso al mismo Lushkar. Dejé que se instalase cómodamente en sus aposentos y salí a buscar a mi chiquillo y a mi ghoul Irena. Pese a que ya les había advertido de que durante un tiempo indefinido la capilla acogería a una espía en la que no debíamos confiar, resolví que sería sabio repetirles de nuevo mis advertencias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario