Después de que los fuegos de la Inquisición purificasen Alba Iulia, la paz reinó en la ciudad durante mucho tiempo. Campesinos de otras tierras y siervos fugados afluyeron a nuestra ciudad buscando llenar el vacío dejado por los fallecidos. El comercio, por el contrario, tardó más tiempo en recuperarse, pero poco a poco los mercaderes y artesanos lograron volver a vender sus bienes más allá de los límites de Alba Iulia. Por nuestra parte, el hermano William, lord Sirme, mis aprendices y yo mantuvimos en el mayor de los secretos nuestras actividades, por temor a que el brazo armado de la Iglesia estuviese buscando más señales que delatasen la presencia de los siervos de Satanás. Y, finalmente, el culto formado por los adoradores de Kupala permaneció escondido en sus oscuros agujeros, lamiéndose las heridas infringidas.
Tras once años de tranquilidad, en el año 1.325 de nuestra era, la política de los mortales dio un giro sorprendente cuando el voivoda Basarab, hijo de Thocomerius, se alzó en armas contra el rey Carlos I Roberto de Hungría, invadiendo la región húngara de Szörény. Los ejércitos húngaros recuperaron el control de las tierras perdidas e invadieron a su vez el principado de Valaquia, obligando al voivoda a firmar la paz, entregar a su propio hijo como rehén y volver a pagar los viejos tributos de vasallaje.
Dos años después de este sorprendente levantamiento, recibí una inesperada noticia por parte de Paul Coordwood. En su misiva, el Maestro de Espías de Ceoris, me informó que había descubierto que Therimna había estado revelando importantes secretos de la Casa Tremere al Príncipe en funciones de Buda-Pest, Vencel Rikard. El Consejo Interior de los Siete había decretado su expulsión de las filas de los Tremere. Asimismo, también había ordenado que fuese destruida en el acto en el mismo momento en que se alejase de la protección de los Ventrue de Buda-Pest. Aunque esperaba no tener que cruzar nunca mi camino con el de esta diestra asesina, no pude evitar sentir un gran placer ante la noticia del descubrimiento de sus traiciones.
Las medidas de Carlos I Roberto de Hungría para pacificar la región resultaron ser completamente ineficaces. Basarab, el "voivoda transalpino", volvió a rebelarse en el año 1.330 de nuestra. Esta vez su audacia fue recompensada con el éxito. Tras la batalla de Posada en la que derrotó al rey húngaro, Basarab I consiguió la independencia del nuevo reino de Valaquia. Su extraordinaria hazaña tuvo amplias repercusiones en todos los reinos vecinos durante mucho tiempo.
Años más tarde, en 1.337, llegaron nuevas noticias del sur. Los Ventrue retiraron su protección a Therimna, bajo acusaciones de estar espiándoles en beneficio de los Tzimisce. La fugitiva logró escapar de Buda-Pest antes de que la apresaran y huyó de un lugar a otro, ofreciendo sus servicios a poderosos Cainitas hasta que su rastro se perdió finalmente en las brumas del tiempo.
Por aquel entonces, Alba Iulia se había recuperado completamente de la devastación causada por la Inquisición. Aquellos fueron tiempos felices y, durante un tiempo, fuimos lo suficientemente estúpidos para creer que habíamos superado por completo las vicisitudes del pasado. Usamos nuestras nuevas influencias para espolear la ambición de los mortales de Alba Iulia frente a sus ciudades hermanas, compitiendo económicamente con ellas e involucrándonos en sus disputas. Fue en ese tiempo cuando lord Sirme exigió la devolución de mi deuda. Respetando lo pactado, usé a los mortales que gobernaban Alba Iulia para entrar en una guerra comercial con Medias, la ciudad en la que gobernaba su sire Nova Arpad, y me endeudé con viejos conocidos dentro de la jerarquía de la Casa Tremere para ir debilitando su posición con falsos rumores de debilidad entre los Señores Orientales.
Por otro lado, el hermano William me ofreció una oportunidad que no pude rechazar bajo ningún concepto. De algún modo que se negó rotundamente a confiarme, había logrado hacerse con una gastada copia del Libro de Nod, la Biblia de los Cainitas, donde se describía el origen de la maldición de Caín, así como la destrucción de la Primera y la Segunda Ciudad. Dicha copia no era más que un fragmento apenas legible, pero muchas de sus perfectas letras griegas aún conservaban la mayor parte del extenso relato. Cualquier erudito Cainita hubiese ofrecido todo tipo de tesoros inimaginables por él. Cualquier Tremere hubiese hecho lo mismo, además de traicionar y asesinar a cualquiera con tal de apoderarse de un documento tan importante. Gracias a nuestra vieja amistad, sólo tuve que conceder al Capadocio mi permiso para convertir en su chiquillo al mortal que desease en el futuro. Envié de inmediato copias de dicho texto a Ceoris, lo que sirvió para saldar las recientes deudas que había contraído con el objeto de minar la influencia de Nova Arpad en la región de Transilvania.
Por otro lado, el hermano William me ofreció una oportunidad que no pude rechazar bajo ningún concepto. De algún modo que se negó rotundamente a confiarme, había logrado hacerse con una gastada copia del Libro de Nod, la Biblia de los Cainitas, donde se describía el origen de la maldición de Caín, así como la destrucción de la Primera y la Segunda Ciudad. Dicha copia no era más que un fragmento apenas legible, pero muchas de sus perfectas letras griegas aún conservaban la mayor parte del extenso relato. Cualquier erudito Cainita hubiese ofrecido todo tipo de tesoros inimaginables por él. Cualquier Tremere hubiese hecho lo mismo, además de traicionar y asesinar a cualquiera con tal de apoderarse de un documento tan importante. Gracias a nuestra vieja amistad, sólo tuve que conceder al Capadocio mi permiso para convertir en su chiquillo al mortal que desease en el futuro. Envié de inmediato copias de dicho texto a Ceoris, lo que sirvió para saldar las recientes deudas que había contraído con el objeto de minar la influencia de Nova Arpad en la región de Transilvania.
Sin embargo, aquella estúpida sensación de prosperidad se convirtió en amargura en los meses a caballo entre 1.348 y 1.349, años en los que la Peste Negra barrió los reinos cristianos con igual fuerza. Los cadáveres su pudrieron en las calles y los campos, cientos de aspas negras marcaron las puertas de las casas donde la Peste Negra había hecho acto de presencia y las aves carroñeras engordaron con tan exquisito y copioso festín. Aunque la Providencia quiso que los mortales de Hungría y Valaquia sufriesen menos muertes que los cristianos que habitaban en los reinos vecinos, al menos una cuarta parte de los humanos que vivían en las ciudades de Transilvania perdieron inútilmente sus vidas y las redes comerciales quedaron seriamente perjudicadas. Únicamente los monjes de la comunidad del hermano William tuvieron el coraje suficiente para recoger y dar una sepultura digna a los cadáveres abandonados en las calles y los campos. Incluso llegaron rumores de tierras lejanas, aunque nunca confirmados, de Cainitas que habían perecido ante las garras de la enfermedad. Incluso para un descendiente maldito de Caín, parecía que la cólera de Dios había golpeado finalmente la tierra para castigar nuestros pecados. En aquel entonces no podíamos, saberlo pero la región necesitaría tan solo cincuenta años para recuperarse, mientras que el resto de los reinos cristianos necesitaron más de un siglo para hacer lo mismo.
Los Ventrue del Sacro Imperio Romano Germánico aprovecharon la debilidad de nuestra influencia para derrocar a varios Príncipes orientales y establecer a otros Cainitas de su linaje en la región. Ese fue el destino que corrió la Nosferatu Marusca, que fue despojada del poder en Sighisoara, teniendo que huir para salvar la vida. Un Ventrue germano llamado Otto el Justo la sustituyó como Príncipe de la ciudad y sobrevivió el tiempo suficiente para convertirse él mismo en títere de algunos de los Cainitas más influyentes de Transilvania.
Los Ventrue del Sacro Imperio Romano Germánico aprovecharon la debilidad de nuestra influencia para derrocar a varios Príncipes orientales y establecer a otros Cainitas de su linaje en la región. Ese fue el destino que corrió la Nosferatu Marusca, que fue despojada del poder en Sighisoara, teniendo que huir para salvar la vida. Un Ventrue germano llamado Otto el Justo la sustituyó como Príncipe de la ciudad y sobrevivió el tiempo suficiente para convertirse él mismo en títere de algunos de los Cainitas más influyentes de Transilvania.
No hay comentarios:
Publicar un comentario