martes, 3 de julio de 2012

C. DE T. 1 - 35: ALIADOS EXTRAÑOS


Mientras aquel licántropo mudaba de forma, yo utilizaba mis conocimientos de la taumaturgia para reforzar místicamente el poder de la vitae que corría por mis venas, reduciendo el poder de las generaciones que me separaban de Caín. No iba a ser suficiente, ni remotamente, pero era lo único que podía hacer en aquellas circunstancias. Mis decisiones nos habían condenado a la fatalidad y ahora sólo restaba afrontarlas honestamente, intentando llevarme con nosotros al Hades a cuantos pudiésemos. No obstante, una figura harapienta, ¡el Nosferatu Josef!, salió de la nada detrás del hombre lobo y clavó la hoja de su cuchillo en el cuello del monstruo, hundiéndolo mortalmente hasta el mango. La muerte de su líder enfureció a toda la manada de Lupinos, que se abalanzaron sobre nosotros. Lushkar se apartó a un lado a tiempo para evitar el mordisco de uno los lobos gigantes, mientras que Derlush bloqueó con su espada el golpe de una garra, al tiempo que aprovechaba su maniobra para cortar con su filo la pata de su atacante. Josef no perdió el tiempo y se abalanzó sobre otro licántropo, destripándolo de arriba a abajo. Lushkar aprovechó la oportunidad, clavándole su daga en el cráneo. Entretanto, yo me hallaba forcejando con el último Lupino de la manada, que logró hundirme sus garras en mi pecho, rompiéndome varias costillas e hiriéndome gravemente. El hombre lobo que atacaba a Derlush contratacó dejando un surco sangriento en su costado con sus afiladas garras. Asimismo, el licántropo que se enfrentaba con Lushkar le mordió la pierna y lo zarandeó varias veces antes de arrojarlo inerte por los aires. ¡Lushkaararr!, grité fuera de mí con una voz que no era del todo humana. La Bestia Interior tomó el control y las neblinas rojas envolvieron por completo mi mente en odio y violencia.

Ignoro cuánto tiempo estuve perdido en las brumas de la maldad de mi ser, mas en aquella intemporalidad entreví una cara ensangrentada y rota. Era el rostro de Lushkar, mi fiel criado y primer sirviente. El odio comenzó a desaparecer dejando tristeza y desesperación. ¡Qué valiosa recompensa le había ofrecido por sus leales servicios! La tristeza arrebató el ansia de sangre y muerte y, poco a poco, me recuperé del frenesí de la Bestia Interior. Miré a mi alrededor, confuso. Los cadáveres de hombres y lobos muertos yacían por igual en el suelo. Derlush sostenía a duras penas a la aterrorizada niña, que se debatía aterrorizada entre sus brazos cansados, mientras que Josef vigilaba a lo lejos y me susurró muy bajo que deberíamos marcharnos antes de que lleguen más Lupinos. Me erguí por encima del cadáver de uno de aquellos licántropos, cuya sangre ha saciado mi hambre, dejándome lleno de energía. Mi cuerpo tenía heridas horrible y, apenas podía caminar sin cojear gravemente, pero el vigor y la exaltación que me recorrían debido a la sangre del hombre lobo hacía que apenas me diese cuenta de esas minucias.

Sin dar respuesta al Nosferatu, me acerqué al cuerpo de Lushkar. Había perdido mucha sangre y se debatía entre la vida y la muerte. Le susurré varias veces que usase la sangre maldita para curarse, pero él no pudo responderme. No me dí por vencido, sino que me mordí con decisión la muñeca y dejé que mi sangre inundase su boca hasta casi ahogarlo en ella. Luego le volví a ordenar que abriese los ojos o que me dijese algo, pero él no podía hacerlo. Seguía escapándosele la vida, perdiendo todas sus fuerzas, aunque sé que mi sangre aún lo ataba a este mundo. No obstante, Josef tenía razón; quedarse más tiempo en este lugar era una invitación al desastre. Sin tiempo para delicadezas, lo alcé en mis brazos como si fuera un niño, gastando un poco más de sangre para dar fuerzas a mis cansados brazos, y comencé a caminar hacia ellos. Tendría que volver a alimentarme antes de que termine la noche, pero mi voluntad era firme.

Josef me susurró que deberíamos volver al monasterio de Petrin por seguridad. Negué con la cabeza mientras pensaba en todo lo que me había costado sacar de allí a mis criados para volver a encerrarlos en aquella jaula dorada. Sin embargo, no podía explicarle eso al Nosferatu, claro, así que insistí en que debíamos ir a los suburbios de la ciudad, a un campamento de mercenarios que obedecían mis órdenes. Por supuesto, Josef no era ingenuo y sospechó inmediatamente de mis intenciones. En aquel momento, no estaba en condiciones de volver a enfrentarme físicamente a él si no aceptaba lo que le proponía, así que tuve que endulzar mis argumentos. Le expliqué que esa noche había salvado mi no vida y que ese noble acto había contrarrestado nuestro agravio en el Arce Rojo. Desde aquel momento estaríamos en paz, sin que mediase violencia alguna entre nosotros. Él aceptó mis palabras con la debida cautela y nos siguió a Derlush y a mí hacia las afueras de Praga.

Durante nuestro largo camino, necesitaba pensar en algo que no fuera mi responsabilidad en la posible muerte de Lushkar, que seguía inerte en mis brazos, por lo que le pregunté al Nosferatu cómo nos había encontrado en aquel momento tan propicio. Josef fue sincero. Me explicó que Garinol lo había mandado llamar durante el tiempo que yo aguardaba en el claustro a que liberasen a mis criados, porque el Capadocio no confiaba en que fuese a cumplir mi promesa y esperaba que Josef me siguiese a dondequiera que fuese. Sin embargo, cuando vio que iban a atacarnos los licántropos, tuvo que salvarme, puesto que yo era su mejor baza para rescatar al rabino desparecido.

Eso me llevó a preguntarle por qué había sido secuestrado ese rabino. Josef me explicó que el mortal había desatado los poderes de la Cábala sobre el Barrio Judío intentando proteger a sus vecinos de los frecuentes ataques de ira protagonizados por cristianos de la ciudad. Por su parte, Ardan llevaba mucho tiempo queriendo aprender ese secreto, pero él creía que el gólem es un constructo  y no entendía lo que le sucedía ahora al Barrio Judío. El rabino había liberado el soplo de Yaveh sobre los vecinos; sin el rabino, las gentes de David tienen el poder pero no la dirección. No obstante, Josef estaba firmemente convencido de que si rescatábamos a Mordecai, el viejo rabino podría revertir la tormenta que había desatado.

Me mostré de acuerdo con Josef en la gravedad de los sucesos acontecidos y me comprometí a ayudarle. Por supuesto, no se lo expliqué al Nosferatu, pero ahora entendía en secreto por qué Ardan había apostado tan fuerte en esta cuestión. Dominar el poder del Creador era una fruta demasiado tentadora. El poder de semejante secreto podría beneficiar enormemente a la causa de la Casa Tremere, tal vez incluso alzarla finalmente por encima de sus rivales y enemigos. Mas, ¿y si alguien como Ardan o el mismo Etrius se dejaban tentar por semejante poder para utilizarlo para su propia conveniencia personal? En ese caso, la Casa Tremere correría un peligro extremo. Así pues, decidí para mí hacerme con los secretos de ese poder para llevarlo personalmente a Ceoris o, en caso de no poder conseguir tal meta, impedir que Ardan lo consiguiese para sí mismo. En cualquier caso, antes también debería revertir sus efectos sobre el Barrio Judío, ya que, como maestro de las artes ocultas, conocía muy bien los problemas que podría ocasionar un cualquier poder mágico desatado sin ninguna voluntad que lo controlase. Así pues, por ahora Josef y yo compartíamos el mismo camino, hasta el momento en que tuviese que tomar una decisión sobre el rabino, por supuesto.

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