lunes, 21 de octubre de 2013

CANCIÓN-OCULTA (6 - 3)

Algún reino de la Umbra Media

Canción-Oculta observó con silencioso disgusto el paisaje que los rodeaba. Una sucia llovizna caía sin tregua desde un cielo oscuro e inmisericorde sobre colinas llenas de matorrales muertos y barro enfangado. No parecía haber nada excepcional que perturbase la serenidad del joven Philodox de los Colmillos Plateados, pero sus otros sentidos se veían atacados por cientos de pequeños detalles inquietantes.

Su olfato percibía fuertes hedores que competían entre sí por revolverle las tripas. Por un lado, creía distinguir el característico olor de la carne quemada, muy parecido al de una parrilla, pero con una terrible intensidad. La sensación iba y venía, sustituida a ratos por pesados hedores a azufre, productos tóxicos y otros productos más infames. No obstante, el alfa de las Cinco Garras de Gaia estaba más preocupado por los lejanos sonidos que percibía con sus oídos. Parecían ecos distantes, truenos de una lejana tormenta, pero en realidad eran cientos, no miles, de gritos agónicos.

-No os separáis-, ordenó sin necesidad a sus hermanos, al tiempo que comenzó a dar sus primeros pasos en ese nauseabundo reino de la Umbra.

Sus pesados pasos en forma Crinos provocaron inmediatamente leves hundimientos en el suelo de la colina y el característico sonido de cientos de huesos astillándose al verse sometidos a una presión imposible. Canción-Oculta se quedó completamente quieto, asustado, y sus hermanos de manada hicieron lo propio. Daba la sensación de que la colina estuviese formada por barro y cientos de cadáveres... como si se tratase de una siniestra fosa común. Raimorantha confirmó sus peores sospechas cuando excavó unos segundos en el barro que yacía bajo sus patas lobunas, hasta dejar al descubierto unos huesos que todavía conservaban trozos de carne putrefacta unidos a ellos.

-¿Dónde estamos, Lars?-, preguntó Crow.

-En el parque de atracciones favorito del Wyrm-, se apresuró a responder Faruq mientras el Theurge consultaba de nuevo la brújula-fetiche. Su broma de mal gusto únicamente le ganó una mirada reprobatoria de todos los presentes.

-No lo sé-, reconoció finalmente el Theurge, -pero el Ojo no indica ninguna dirección.

-Me lo temía-, gruñó Crow huraño.

Canción-Oculta no podía culparlo. El Ahroun Fianna no temía a ningún enemigo, pero estaba claro que este lugar le provocaba escalofríos. Igual que a él. Y para colmo, el tótem espiritual de su manada había desaparecido tan sólo unos instantes antes de llegar a este lugar, como si lo hubiese evitado a propósito, aunque bien mirado, había hecho exactamente lo mismo en el Campo de Batalla.

-Entonces tendremos que explorar un poco por nuestra cuenta-, dijo intentando ignorar sin éxito el nuevo crujido de huesos y la succión del fango provocada por sus pies al avanzar de nuevo. Se moría de ganas de dejar atrás esa endiablada colina.

El viaje a través de la Umbra no había sido precisamente tranquilo. Cuando Selene brillaba en lo alto de la bóveda celestial, habían recorrido las Sendas Lunares siguiendo las instrucciones de Lars, que a su vez, interpretaba las indicaciones de su brújula-fetiche, y habían descansado en lugares tranquilos cuando le llegaba el turno de gobernar en los cielos a Helios. Por fortuna, la Incarna había dejado atrás sus facetas más sombrías, revelando el equilibrio subyacente en la media luna.

No obstante, su viaje no había carecido de imprevistos peligrosos. Durante la primera noche, un grupo de espíritus menores del Kaos de múltiples colores y formas cambiantes, les habían seguido, distrayéndoles y molestándoles siempre que podían con sus juegos sin sentido. La manada había tratado sabiamente de ignorarlos, pero cuando los pequeños espíritus empezaron a congregarse a su alrededor hasta el punto de no poder entrever con seguridad el camino que estaban siguiendo, se vieron obligados a ahuyentarlos con fieros aullidos y golpes que no pretendían hacerles verdadero daño.

En otra ocasión, repentinas ráfagas de fuertes vientos umbrales habían amenazado con expulsarlos de las sendas conocidas. Faruq y él estuvieron a punto de volar por los aires de esa forma, de no haber sido por los esfuerzos de Raimorantha y Susurros-del-Pasado, que lograron cogerlos antes de que fuese demasiado tarde. Gracias a Gaia, ambos Garou estaban lo bastante cerca de ellos para salvarlos en ese justo momento. De otro modo, Canción-Oculta no quería pensar en la suerte que hubiesen corrido.

Este último suceso había puesto un fin definitivo a sus recelos naturales con el Señor de la Sombra. "Ya es uno de los nuestros", reflexionó orgulloso unas horas después cuando lo vio discutir con Crow y Faruq por una tontería sin sentido. "Ha abandonado las peligrosas costumbres de su tribu y se ha convertido en un hermano de pleno derecho de nuestra manada."

Cuando llegaron a lo alto de la colina, descubrieron un paisaje más desolador que cualquier otro que hubiesen podido concebir sus mentes. Mirasen donde mirasen, las lluvias y los pequeños cúmulos de vapores nocivos no dejaban entrever nada más que el contorno de nuevas colinas enfangadas. El lejano coro de gritos se vio interrumpido por un brusco estrépito, provocado por un desprendimiento que partió de una de las elevaciones más cercanas a su derecha. El deslizamiento de barro dejó a su paso un retal macabro de huesos y cadáveres podridos claramente humanos en unos pocos segundos. Casi al mismo tiempo, un hedor dulzón a descomposición abrumó a todos ellos.

Raimorantha fue el primero en sobreponerse a la impresión y empezar un cuidadoso descenso por la pendiente en la que se encontraban. El resto lo siguió en silencio conteniendo las arcadas. En la lejanía, los gritos distantes recuperaron su cadencia y ganaron intensidad. Parecía que los propietarios de esos gritos estuviesen sufriendo una agonía atroz, pero el número, la escala pura de ese sufrimiento, desbordaba toda lógica. "En el nombre de Gaia, ¿qué está pasando aquí?", se preguntó el Colmillo Plateado.

-No deberías preguntarle a Ella. Este lugar no le pertenece precisamente-, replicó con sarcasmo la voz invisible que lo había acompañado desde su más tierna infancia. Canción-Oculta preparó sus defensas mentales para un nuevo asalto de su maldición particular, pero la voz permaneció callada, a la espera, y eso le causó más angustia que cualquier abuso o recriminación que hubiera podido sufrir de su parte, porque intuía que sólo estaba aguardando, lista para saltar en el peor momento posible.

El Philodox abandonó sus sombrías reflexiones cuando se percató que Raimorantha se había detenido al pie de la colina, con la cabeza ladeada hacia la izquierda y las orejas alzadas. Cuando se concentró en aislarse de sus miedos para intentar averiguar que había sobresaltado al Fenris, descubrió una voz humana, masculina, que apenas se oía por encima de los gritos. Estaba cerca de su posición y, aunque queda, parecía estar cantando...

-And you give yourself away/ and you give yourself away/... and you give/ and you give/... and you give yourself away.

Aquella canción reabrió viejas heridas emocionales en el interior de Canción-Oculta, que, conmocionado, permaneció inmóvil durante unos segundos, como si hubiese quedado petrificado por una poderosa maldición.

-No, no, no...-, murmuró con voz queda.

-¿Qué te pasa?-, le preguntó Lars preocupado.

No logró entender del todo lo que el Fenris le estaba preguntando, pero recuperó por completo de dominio de sí mismo. "No puede ser", se dijo a sí mismo para darse ánimos. "Yo mismo maté a ese jodido psicópata en Vancouver". No obstante, la canción prosiguió felizmente ajena a sus protestas:

-My hands are tied/my body bruised.

Canción-Oculta salió corriendo en ese momento. Sus hermanos de manada lo siguieron inmediatamente, sin perderlo de vista. El corazón le latía atronador con la fuerza de un volcán en erupción. La rabia y el miedo que lo inundaban en esos momentos fueron suficientes para ignorar los crujidos de los huesos y la succión del fango. Tan concentrado estaba en la carrera contra sus miedos imposibles que no se dio cuenta de que Raimorantha y Faruq se habían puesto prácticamente a su lado, protegiendo sus flancos en caso de un ataque por sorpresa, mientras el resto trataba de alcanzarlos.  El origen de la voz cada vez estaba más cerca. Unos metros más y lo alcanzarían. Canción-Oculta no fue consciente de que había preparado sus afiladas garras para cuando llegase ese aterrador momento.

-She's got me with/nothing to win and/nothing left to lose.

Por fin, llegó al otro extremo de la colina. Tal y como temía, la voz procedía de un hombre que debía estar muerto. Sólo tuvo que fijarse en su contorno familiar para darse cuenta de que por imposible que pareciese, era él. Sabía que tenía el rostro y el cuero cabelludo cubiertos de pequeñas cortes que se debía haber provocado con el sangriento filo del cuchillo que manejaba con su mano derecha. Sabía que sus ropas estaban hechas jirones y cubiertas de sangre. Y sabía lo que le estaba haciendo a su víctima, una pobre joven de unos dieciséis años. Ya había visto todo eso, en el recinto ferial de la Expo de Vancouver.

-With or without you/ with or without...

No obstante, estaba claro que todavía no lo había visto todo. Esta vez aquel hijo de puta bastardo había tenido tiempo suficiente para hacer su trabajo sin interrupciones y su víctima estaba ya en un estado irreconocible. Completamente desamparada en el fango bajo la lluvia sucia que caía sobre ellos, la joven eran un amasijo de músculos y cartílagos descubiertos. Su piel había sido despellejada centímetro a centímetro por el hábil trabajo de carnicero de su torturador. Y lo peor de todo era que ella estaba gritando. Al contrario que lo que había pasado en Vancouver, esa joven estaba siendo completamente consciente del sufrimiento infernal que estaba padeciendo.

Esa fue la gota que desbordó el escaso autocontrol que todavía mantenía sobre sí mismo. Cayó sobre ese malnacido como la sombra de una tormenta y lo apartó de su víctima con un poderoso barrido de su brazo. El hijo de puta aulló sorprendido mientras caía bruscamente al fango. Raimorantha aferró su tobillo con los colmillos, pero Canción-Oculta lo apartó violentamente. Sin dejar de gritar, el hombre intentó alejarse inútilmente, arrastrándose por el fango con auténtica desesperación. Canción-Oculta lo agarró por el tobillo herido y lo atrajo hacia él sin mostrar  ninguna clase de esfuerzo. Después atravesó su cuerpo con una garra, clavándolo en el suelo como si fuese un simple insecto. Siguió descargando toda su rabia sobre él, golpe tras golpe, incluso después de que el hombre hubiese dejado de gritar...

-.-

Cuando recuperó el dominio de sí mismo, lo único que quedaba del psicópata era un amasijo irreconocible de sangre y huesos.

-Enhorabuena. Has realizado tu propia donación a este lugar-, celebró la voz invisible de su cabeza. El Philodox que había en él no encontró ninguna respuesta ingeniosa con la que defenderse. Tenía las pruebas ante sus mismos ojos. -Eres una criatura del Wyrm. Todos los metis lo sois-, aulló la voz en su interior. -La Espiral Negra te espera impaciente, Canción-Oculta. ¡Entrégale tu alma!

-¿Estás mejor?-, le preguntó Crow mientras apoyaba con precaución la mano en su hombro, en un claro gesto de apoyo que lo sacó de su turbación.

-Eso creo-, respondió él intentando concentrarse en sus hermanos. -Me he dejado llevar por la ira... y casi me vuelvo loco... ¿Y la chica? ¿Cómo está?

-Muerta-, respondió Faruq sombrío. -Estuvo retorciéndose de dolor durante unos segundos y luego murió repentinamente cuando mataste a su torturador, como si le hubiera dado un ataque. No logro entenderlo-, confesó impotente.

Canción-Oculta se apartó de Crow, asintiendo levemente con la cabeza. Dio un par de pasos en su dirección, obligándose a mirar el cadáver con sus propios ojos. A pesar de la tortura que había sufrido, sus ojos estaban intactos, reflejando a la perfección cada fragmento de dolor que le habían infligido.

-Voz-de-Plata y yo la salvamos en la Expo de Vancouver-, murmuró el Philodox. -¿Por qué aquí no pudimos conseguirlo?

-Tal vez sólo haya sido un engaño-, aventuró Susurros-del-Pasado.

-Es posible-, lo apoyó Lars. -El Wyrm tiene muchos recursos a su disposición para atacarnos y está claro que este lugar le pertenece.

Raimorantha, que debía estar irritado por el trato recibido segundos antes por parte del Colmillo Plateado, gruñó amenazador al escuchar el nombre del enemigo ancestral de la raza Garou. Incluso el fiero guerrero Fenris tenía los nervios a flor de piel, como todos ellos.

-En cualquier caso, debemos seguir explorando-, intervino Crow. -No averiguaremos nada nuevo quedándonos parados como idiotas.

-Vale, pongámonos en marcha-, concedió Canción-Oculta. Su voz había ganado más seguridad y firmeza gracias a la reconfortante compañía de sus hermanos de manada, dejando atrás las insidiosas tentaciones de su creciente locura.

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