jueves, 18 de abril de 2013

LARS (5 - 4)

Vancouver, Columbia Británica
4 de junio de 1994

-¿Dónde estamos?-, quiso saber Crow cuando se detuvieron por enésima vez. Su voz estaba llena de resentimiento y suspicacia.

El silencio fue su única respuesta. Los horrendos vampiros que hacían las veces de guías se limitaron a dejarlos descansar sentados en un suelo pedregoso durante unos largos minutos.

-Mantén la calma, Crow-, susurró Canción-Oculta. -Esto terminará pronto.

Lars permaneció sumergido por completo en sus propios pensamientos. Desde que sus anfitriones les habían tapado las cabezas con las capuchas y anulado su sentido del olfato, habían estado caminando durante un largo tiempo, tal vez incluso un par de horas. El único sonido que habían escuchado eran los ruidos de sus propios y torpes pasos, así como unos pocos chillidos nerviosos provocados por alguna rata a la fuga. El Theurge tenía muy claro que las sanguijuelas les habían introducido en túneles subterráneos y, aunque había tratado de llevar la cuenta de todos los giros y pasos que habían dado, sin contar los descansos, incluso él se había sentido perdido sin remedio. Por fortuna, estaba seguro de que Voz-de-Plata podría recordar el camino si fuese necesario. Su prodigiosa mente Galliard recordaría sin dificultad detalles tan nimios como esos.

El mundo de Lars dio un repentino vuelco cuando le quitaron la capucha. A pesar de las opresivas sombras que reinaban en la estancia vacía en la que se encontraban sus hermanos y los vampiros que los habían traído hasta aquí, sus ojos tardaron en acostumbrarse al resplandeciente fulgor de un pequeño brasero. Parpadeando con gran esfuerzo, pudo ver a Alberich retirando la soga de la capucha de Canción-Oculta para dejar al descubierto la cabeza del Colmillo Plateado. Los otros vampiros se movieron con rapidez para hacer lo mismo al resto de sus hermanos de manada.

Lar aprovechó esos escasos segundos de tranquilidad para intentar averiguar dónde estaban, pero fue en vano. Se hallaban en una sombría y pequeña cámara rectangular, con una única puerta metálica de entrada y salida. Las marcas dejadas toscamente sobre la roca indicaban a las claras que habían tallado directamente  la sala en la piedra gris, pero no había ningún mueble ni elemento decorativo que le permitiese averiguar dónde estaban. "Debe ser una especie de pequeño vestíbulo para las visitas", pensó el Theurge.

-Ahora darán comienzo los juramentos rituales-, les advirtió Alberich. -Recordad que su quebrantamiento fulminará vuestras vidas en el acto.

-.-

El ritual se prolongó durante lo que pareció otra hora más, aunque Lars aprendió muchas cosas durante el proceso. Observó atentamente cómo los vampiros, dirigidos por una sanguijuela con aspecto de mendigo, entonaban una serie de cánticos en un idioma desconocido para él, mientras el mismo Alberich entregaba a cada Garou un pequeño saquito de cuero donde les pidió que depositasen un mechón de pelo. Una vez que Lars y sus hermanos hicieron lo que les pedían, Alberich entregó los saquitos al horrendo vampiro disfrazado de mendigo, que hundió su cuchillo en su mano izquierda, atravesándola de un extremo a otro con un chillido de dolor. A continuación, humedeció con su propia sangre los saquitos de cuero hasta que adquirieron un tono completamente carmesí.

"¡Están usando magia de la sangre!", se percató el Theurge. Hasta donde él sabía, la magia de sangre era  un tipo de magia negra que usaba la sangre maldita de los vampiros para canalizar sus energías mágicas. Los mechones de pelo que habían donado forzosamente los Garou servirían para atar sus juramentos a sus mismas vidas. "¡Ay de aquel que rompa los juramentos que vamos a pronunciar!", pensó Lars sin perder de vista las reacciones de desagrado de sus hermanos. "Cuando esto acabe, tengo que advertirlos para que no cometan ese error".

Cuando el vampiro mendigo terminó de cubrir con su sangre los saquitos de cuero, se acercó al brasero de latón y abrió con cuidado su pequeña rejilla. A continuación, señaló a Faruq, pidiéndole que dijese en alto su nombre y que jurase en nombre de las fuerzas más sagradas que nunca revelaría la existencia de este lugar, ni dónde se encontraba ni el aspecto que tenía Necross. El Ragabash hizo todo esto a regañadientes y el vampiro depositó en las brasas el saquito con su mechón de pelo, apartándose cuidadosamente cuando una llamarada verde brotó de las ascuas formando una pequeña columna de llamas de unos treinta o cuarenta centímetros de alto durante al menos diez segundos. Lars abrió los ojos mudo de sorpresa cuando comprobó que el fuego había consumido por completo el saquito de cuero. A continuación el vampiro señaló uno a uno al resto de los hombres lobo, obligándoles a recitar los mismos juramentos y quemando igualmente los sacos con los sacos pequeños hasta que no quedó de ellos nada más que cenizas.

-Al formular los sagrados juramentos-, afirmó Alberich con apenas un susurro, -os habéis hecho merecedores del honor de reuniros con Necross. Seguidme, por favor.

-.-

Esta vez no les volvieron a poner las capuchas, sino que salieron libremente de la cámara en donde se encontraban, para llegar a un pasillo oscuro hecho rudimentariamente con mortero y piedras viejas. Uno de los extremos desaparecía a la izquierda hasta perderse en la opresiva oscuridad, mientras que al otro lado, se hallaba un par de gruesas puertas con refuerzos de hierro negro y símbolos místicos rayados directamente en su superficie. Uno de ellos, una media luna encerrada en una pira inquietó en gran media al Theurge, que no pudo apartar la vista de ella desde el momento en que la vio.

-¿Dónde estamos?-, preguntó Canción-Oculta sin esperar realmente una respuesta.

-Ante las puertas de la Gran Biblioteca-, respondió Alberich con una nota de orgullo en su voz.

El vampiro empujó con solemnidad uno de aquellos portones, abriéndolo sin esfuerzo aparente. Parecía que sus compañeros no los habían seguido hasta aquí, pero Lars estaba predispuesto a poner en duda lo que percibían sus sentidos después de haber visto aparecer de la nada a esos vampiros en los aseos del Lamplighter Pub.

Lo que contemplaron asombrados al otro lado de los portones resultó tan sorprendente como la presencia de aquella entrada fuera de lugar bajo las calles de Vancouver. Una pasarela de madera recorría unas paredes llenas de nichos de piedra y polvorientas estanterías, ocupadas a su vez por todo tipo de tablillas de madera o piedra, papiros, pergaminos, mapas, incunables y manuscritos de todo tipo. La única iluminación disponible consistía en algunas antorchas enclaustradas en jaulas de hierro y unas pocas velas de luces trémulas aquí y allí. Unas escaleras descendían en dos tramos a derecha e izquierda durante tres pisos más, mientras que pequeños corredores partían desde cada piso hasta llegar a nuevas salas del complejo.

-¡Es increíble!-, exclamó Voz-de-Plata.

-No puede ser cierto-, musitó Faruq mientras se frotaba los ojos sin terminar de creerse lo que atestiguaban sus sentidos.

Crow y Canción-Oculta permanecieron mudos de asombro, mientras que Lars abrió los ojos temblando sin control ante los tesoros y conocimientos perdidos que debían reposar ocultos en el lugar que Alberich había llamado la Gran Biblioteca. Ahora el Theurge comprendía mejor las extraordinarias precauciones y exigencias que les habían forzado a aceptar.

Alberich caminó hacia las escaleras con paso lento para darles tiempo a seguirlo y comenzó a descender despacio. Cuando llegaron al piso más profundo, los Garou se habían recuperado de la impresión y creían estar listos para su encuentro con Necross. El suelo estaba cubierto por baldosas de piedra y pequeñas mesas reposaban en lugares aislados para la lectura sosegada. Una criatura tan horrible como el mismo Alberich o cualesquiera de sus compañeros dejó de copiar a mano un antiguo texto para dirigirles una mirada cautelosa antes de volver a concentrarse en la tarea en la que estaba sumergido. Alberich lo ignoró y guió a Lars y sus hermanos hasta una estantería cercana, donde un hombre la había desnudado de sus preciosos contenidos y se hallaba examinando cada tomo uno a uno buscando la respuesta de algún misterio ignoto.

-Mi señor, nuestros invitados han llegado-, les anuncio Alberich.

El hombre estaba lejos de compartir la fealdad o el horrendo aspecto del resto de los vampiros que moraban en este lugar. Con un metro ochenta y una complexión excesivamente delgada, disfrutaba de una belleza decadente que podía haber sido digna de un personaje de las clásicas obras de Edgar Allan Poe. Vestido  de forma informal con anticuado batín de seda bajo el cual llevaba un traje anticuado de color azul marino más propio del siglo XIX que de la época actual. Un discreto pañuelo rojo le tapaba el cuello, contrastando visiblemente con la palidez de su piel. Su rostro estaba libre de bigote, barba o patillas alargadas, sus labios estaban amoratados, sus orejas marcadas y su pelo era corto y de color castaño.

-¿Y bien? ¿Quiénes sois?-, preguntó amistoso.

-Yo soy Canción-Oculta, señor, y mis compañeros se llaman Lars, Voz-de-Plata, Crow y Faruq. Roger Daly nos envía para mostraros su preocupación por las crecientes tensiones entre vampiros y hombres lobo. Por alguna razón desconocida, el Príncipe Sigfried se niega a responder a sus llamadas y...

-Yo soy el Príncipe Sigfried.

La autoritaria respuesta de Necross cortó de raíz lo que fuera que hubiera pensado decir Canción-Oculta, que no pudo evitar abrir los ojos sorprendido por el dramático giro que acaba de dar la conversación. Lars dejó de mirar las estanterías y los textos que contenían creyendo haber escuchado mal al vampiro. El Theurge no se percató que el resto de sus hermanos estaban tan sorprendidos como él, aunque Alberich, muy al contrario, permanecía estoico al lado de la sanguijuela, preparado para protegerlo si las circunstancias lo exigían. En cualquier caso, su rostro deforme era una máscara impenetrable que no dejaba traspasar sus intenciones.

-¿Vos sois el Príncipe Sigfried?-, preguntó sorprendido el Colmillo Plateado.

-Eso he dicho. Soy el Príncipe Sigfried y mientras permanezcáis en Vancouver haréis lo que yo diga.

-Pero señor...

-¡Príncipe! Recuerda tu posición, cambiaformas.

-Disculpad, Príncipe Sigfried-, rectificó Canción-Oculta. -No pretendía ofenderos.

-Eso está mejor.

El Philodox permaneció callado durante unos segundos recuperándose de la sorpresa y reorganizando sus pensamientos. Lars podía comprender su confusión. Él mismo la estaba experimentando en esos momentos, dudando acerca de cómo responder ante esta importante novedad.

-Ha habido varios ataques entre vampiros y hombres lobo de Vancouver. La tregua está a punto de saltar por los aires. ¿Puedo preguntaros por qué no habéis atendido a las llamadas de Roger Daly?

-Un Príncipe no tiene que dar explicaciones a sus súbditos.

-Pero entenderéis que eso ha despertado muchas suspicacias entre los nuestros.

-¿El qué?-, preguntó el vampiro con un apenas hilo de voz.

-El hecho de que no hayáis atendido las llamadas de Roger Daly-, respondió el alfa de las Cinco Garras de Gaia con creciente nerviosismo.

-¿Quién te crees que eres para preguntarme esas cosas?-, preguntó amenazador el vampiro, acercándose con un movimiento repentino que casi no podía seguirse con los ojos. La sanguijuela había desnudado sus colmillos y miraba furiosa a su hermano. -Será mejor que te controles. tío, o te arrancaré la cabeza y me beberé tu sangre tan rápido que tus amigos se van a creer que eres una botella de refresco.

Crow dio un paso adelante para ayudar a su hermano, al mismo tiempo que Alberich desenfundaba el sable de caballería. "¡Mierda!", exclamó Lars preparándose para la pelea. Sin embargo, Voz-de-Plata trató de interponerse y separarlos con los brazos.

-¡No debemos romper la tregua!-, gritó el Galliard. Su voz rasgó la oscuridad de la Gran Biblioteca, provocando pequeños ecos que repitieron estúpidamente sus palabras.

-¡Cállate, puto hippy!-, gritó a su vez más amenazador el vampiro. -A mí no me das órdenes.

Las horrendas sanguijuelas que les habían guiado desde el Lamplighter Pub aparecieron de golpe de la nada, rodeándolos en todas las direcciones. Lars percibió un fulgor fanático en sus ojos. Crow seguía encarado con Alberich y Necross o Sigfried, con Voz-de-Plata encogido entre ellos, mientras que Faruq y él protegían las espaldas de sus hermanos del resto de los vampiros.

-No hay necesidad de pelear, Príncipe Sigfried-, intercedió Canción-Oculta para intentar calmar los ánimos. -Si no queréis que hablemos pacíficamente, nos iremos por donde hemos venido.

-Sigfried no está aquí para protegerte, mocoso.

-¿Cómo? ¿No está?-, preguntó Voz-de-Plata sin comprender realmente lo que estaba pasando.

-Está loco-, susurró Lars mientras maldecía en silencio a Roger Daly por haberles puesto en esa peligrosa situación.

Durante unos instantes, nadie hizo ni dijo nada, aguardando el siguiente movimiento de sus rivales. Alberich y sus horribles compañeros parecían estatuas listas para cobrar vida en cualquier momento, mientras que Lars y sus hermanos comprendían al fin su situación.

-Lo siento, pero Sigfried ya no está aquí con nosotros-, dijo al fin el vampiro con voz amanerada. Sus palabras rompieron el silencio y, de no ser por la tensión reinante, Lars habría estallado en carcajadas por el repentino cambio. -Quizás debáis hablar con Necross la próxima vez que vuelva. ¿Os apetece tomar algo... un café, quizá?

-¿Un café?-, repitió estúpidamente Voz-de-Plata.

-Sí, un café. También tenemos infusiones, vinos y buenos licores añejos.

-¿Quién eres?-, preguntó Lars arriesgándose a dar la espalda a los dos vampiros más cercanos a él.

-Mi nombre es Darla.

-Hola, Darla-, la saludó Canción-Oculta comenzando a comprender también. -Tus amigos temen que podamos hacerte daño. ¿Puedes decirles que se tranquilicen?

-Amigos míos, debemos ser buenos anfitriones y tratar bien a nuestros invitados. Os ruego que confiéis en  ellos como yo lo hago o nunca podremos tener más visitas-, pidió el vampiro mirando a Alberich y sus compañeros con ojos suplicantes.

El efecto fue inmediato. Las horribles criaturas que los habían rodeado, se alejaron a regañadientes, aunque permanecieron a una distancia prudente, dispuestos a volver a intervenir si fuese necesario. Sin embargo, Alberich no se apartó del vampiro al que protegía, aunque enfundó la espada de caballería de nuevo en su vaina y permaneció a unos corteses pasos de distancia.

-Gracias. Gracias a todos.

-Muchas gracias a ti, Darla-, musitó aliviado Voz-de-Plata.

-No tenéis por qué darlas-, respondió el vampiro. -Me encantan las visitas. Sólo espero que Gered no vuelva a molestaros.

-¿Quién es Gered?-, preguntó Faruq.

-Un gamberro que sólo busca problemas, meterse en peleas y reventar cosas. Cuanto menos trato tengáis con él, mejor.

-¿Puedes decirnos dónde está Sigfried?-, quiso saber Lars.

-No sé dónde está. Quizás fue a buscar a Necross-, respondió el vampiro. -¿Os han enseñado nuestra casa?

-No, no lo han hecho-, respondió abatido Canción-Oculta, reflejando en parte la frustración de la manada al tener que tratar con un poderoso vampiro enloquecido. -Pero tenemos que hablar de cosas muy importantes con Necross... ¿podrías buscarlo, por favor?

-¿No preferís que os enseñe primero la casa?-, preguntó ella triste.

-Lo siento, pero tenemos que hablar urgentemente con él-, respondió Canción-Oculta.

-Si tenemos tiempo después de la conversación, yo estaré encantado de que me la enseñes-, afirmó Lars.

-¡Y yo también!-, se apuntó Faruq.

-Bueno... entonces... de acuerdo.

El cuerpo del vampiro se inclinó hacia delante, con la mirada ausente y los brazos caídos, al igual que haría una marioneta cuyo titiritero hubiese soltado de pronto las cuerdas. "¡Qué vuelva Necross, dulce Gaia, qué vuelva Necross!", suplicó Lars en silencio.

-Bienvenidos a la Gran Biblioteca-, respondió el vampiro adoptando una afectada pose aristocrática.

-¿Sois Necross?-, preguntó Canción-Oculta lleno de dudas.

-Por supuesto. ¿Quién podría ser si no?-, respondió el vampiro mientras sonreía a Alberich como si el Philodox hubiese hecho una pregunta muy graciosa.

-Me alegra conoceros por fin-, respondió el alfa intentando recuperar el hilo original de la conversación. -No sé si estáis al corriente de los hechos, pero ha habido varios ataques entre hombres lobo y vampiros que están haciendo peligrar la tregua que reina entre nuestras dos especie.

-No, no estaba informado-, respondió el vampiro. -¿Por qué no me habéis informado Alberich?

-Os pido disculpas, señor. Creía... que os habían avisado.

-Un error inexcusable, viejo amigo. Confío en que no se repita.

-Si me permitís la impertinencia-, intervino Canción-Oculta intentando aprovechar al máximo el tiempo del que disponía antes de que otra personalidad tomase el control del cuerpo del anciano vampiro, -uno de nuestros líderes, Roger Daly, ha intentado ponerse en contacto con el Príncipe de Vancouver, pero Sigfried ha ignorado sus llamadas, lo que ha puesto muy nerviosos a nuestros líderes, que no pueden evitar preguntarse si los vampiros quieren una nueva guerra.

-¿Por qué haría eso el Príncipe? Es el máximo interesado en mantener la paz en su ciudad.

-Señor-, intervino Alberich, -nadie ha visto al Príncipe en las últimas noches, aunque su esposa Julie Foster asegura que está ocupado pero que pronto se encargará de controlar esta situación.

-Hasta donde sabemos nosotros-, asintió Canción-Oculta, -ella está haciendo llamamientos en favor de la paz, pero no está consiguiendo los resultados deseados. También hemos oído que un vampiro llamado Derek está revolviendo las aguas para apoyar una guerra abierta.

-Traéis noticias muy preocupantes-, respondió Necross mientras se pasaba la mano por la frente con un gesto cansado. Lars temió que el vampiro volviese a recaer en otra de sus personalidades múltiples y miró apremiante al Colmillo Plateado para que se diese prisa.

-Así es, señor-, respondió el alfa con gran premura, -pero aún hay más cosas que debéis saber. Mis compañeros y yo descubrimos una reunión secreta. Voz-de-Plata, cuéntale a Necross lo que averiguamos.

Voz-de-Plata se dispuso a ello rápidamente y, sin perder el tiempo, narró con todo lujo de detalles la reunión entre los tres hombres lobo y los dos vampiros, describiendo a la perfección a cada uno y repitiendo de memoria las palabras que se habían dicho entre ellos esa noche. Necross ofrecía mayores muestras de cansancio. Alberich no se separó de su señor en ningún momento y continuó vigilando todos sus movimientos con la máxima atención.

-¡Los conozco!-, gritó una voz desconocida a su espalda.

Sorprendido, Lars se volvió para encontrarse inesperadamente con un enano junto a él. De un metro veinte de estatura, tenía el pelo moreno, con amplias entradas en los márgenes de la cabeza, ojos de mirada enloquecida en sus ojos de color ámbar y una mueca torcida a modo de sonrisa. El enano vestía sin gusto ni estilo alguno, luciendo un chaleco negro con lunares dorados, una corbata roja, una camisa verde de cuello estrecho y unos pantalones azules.

-¿Qué quieres decir, Rex?-, preguntó Necross con evidente hastío.

-¡Son Kyle y Neil!-, respondió entusiasmado el enano mientras se abría paso entre las Cinco Garras de Gaia sin ningún temor. -¡Son Kyle y Neil!

-¿Sabes dónde podemos encontrarlos?-, preguntó Crow. -Queremos hacerles algunas preguntas.

-¡Claro!-, respondió el enano. -Esta noche les oí hablar entre ellos a escondidas. Creían que estaban solos, pero claro... no lo estaban. Neil le decía a Kyle que la reunión para discutir lo de la guerra sería mañana a las diez en el lugar de siempre. ¿He averiguado algo importante?

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