miércoles, 12 de junio de 2013

FARUQ (6 - 2)

Parque Estatal del Monte Tamilpais, California (EE.UU.)
18 de noviembre de 1998

Lars no dio señales de vida hasta la mañana siguiente, momento en que León-en-Marcha y otro Uktena lo trajeron a la arboleda donde se encontraba la manada de las Cinco Garras de Gaia. El Theurge estaba completamente extenuado y se durmió tan pronto como lo ayudaron a recostarse en el suelo. Canción-Oculta, que apenas había dormido durante esa noche, se quedó a su lado velando por él. Estaba claro que no había mucho que pudiesen hacer por él; así que mientras Crow se alejaba para continuar con sus ejercicios físicos diarios, Faruq decidió aprovechar el día y conocer los territorios protegidos por el Clan del Ojo del Oeste. No obstante, su sorpresa fue mayúscula cuando Susurros-del-Pasado le pidió permiso para acompañarlo.

-Si no te molesta, iré contigo-, dijo escuetamente. -Alguien tiene que vigilarte para que no te metas en problemas.

-No te preocupes. No le diré a nadie que has tenido que suplicar compañía a un Caminante Silencioso.

El Señor de la Sombra, habituado desde hace mucho a sus comentarios mordaces, se tragó su orgullo con toda la dignidad que pudo reunir y se limitó a permanecer callado sin morder el anzuelo. En su interior, Faruq lo respetó un poco más por aquel pequeño gesto. "En un par de años, lo convertiremos en un Garou digno de ese nombre."

-.-

La idea de explorar el parque natural había sido muy acertada. A pesar de que estaban ya a finales de año, la temperatura era extraordinariamente apacible, al menos si se la comparaba con lugares como St. Claire o Vancouver. A medida que habían dejado atrás las primeras horas de la mañana, Faruq estaba convencido de que debía hacer entre diez y quince grados. Sin embargo, el viento fresco del Pacífico parecía disminuir un poco esa temperatura, una situación idónea para forzar la marcha de su paseo sin sufrir grandes calores. La única nota discordante era el cielo. Estaba cubierto de nubes oscuras que amenazaban constantemente con descargar la lluvia que llevaban en su interior. De hecho, esas mismas nubes apenas dejaban estrechos espacios libres entre los que se colaban tímidamente los rayos del sol.

Al principio los dos Garou habían recorrido los senderos para turistas, aunque luego decidieron "pasear por su cuenta" en forma lobuna. Sus vagabundeos les llevaron a descubrir los particulares olores de los bosques californianos, correr a través de laderas montañosas o seguir el lecho de pequeños arroyos hasta que encontraban otra cosa que llamaba su atención. Normalmente, solían evitar llamar la atención de los humanos extraviados, pocos en cualquier caso en aquella época del año, o de los guardianes y la Parentela del Clan del Ojo del Oeste, y recorrieron libremente aquellos hermosos parajes.

"La belleza de Gaia es inigualable", reflexionó Faruq tras coronar, con un último esfuerzo, la cima de un peñasco. La vista era espectacular. Desde su privilegiada posición, podía contemplar gran parte del valle hasta el horizonte en todas las direcciones. Incluso creía poder divisar las aguas del Pacífico, pero no estaba seguro de si lo que veía era el océano o el mar de nubes que cubría el cielo. La belleza de cuanto contemplaba hizo que su cuerpo se relajase lo suficiente para adoptar de nuevo la forma humana. "Así está mejor", asintió para sí mismo. La forma del lobo tenía muchas ventajas, entre las que se contaban su velocidad, su resistencia y sus agudos sentidos del olfato y el oído, pero la forma homínida, a pesar de su torpeza natural, tenía una vista excelente.

Cuando se cansó del hermoso paisaje minutos más tarde, buscó a Susurros-del-Pasado con la mirada. El Señor de la Sombra no había llegado a la cima del peñasco, sino que había preferido detenerse en un saliente para contemplar las vistas. Faruq se acercó a él sigilosamente con la intención de darle un buen susto, pero la mirada perdida del Galliard le hizo cambiar de opinión y se preguntó qué podría estar pensando su hermano en esos momentos.

-Una vista preciosa, ¿verdad?

-En efecto-, admitió su hermano.

-Creía que a los Señores de la Sombra os gustaban más los picos jóvenes y cubiertos de tormentas, como los Bacanes.

-Querrás decir los Balcanes, Faruq...

-¡Eso! Nunca consigo recordar esos estúpidos nombres europeos.

El Señor de la Sombra le dirigió una mirada condescendiente, que luchó durante unos segundos con su propia mueca burlona antes de desistir y volver a centrarse en el paisaje que les rodeaba. No obstante, el Galliard continuó hablando animado sin mirarle.

-Los picos jóvenes y cubiertos de tormentas, como dices, son del agrado de muchos Señores de la Sombra porque les recuerdan las tierras natales de las que proceden nuestra tribu.

-¿A ti también te pasa?

-¿A mí?-, preguntó sorprendido Susurros-de-Pasado. -En ocasiones. Mi padre era un inmigrante húngaro y la familia de mi madre es de origen serbio, aunque ella nació en Estados Unidos. Me he pasado la mitad de mi vida en Chicago y la otra mitad en Vancouver. Francamente, de no ser por mi herencia como Señor de la Sombra, estaría tan perdido como lo están los simples humanos, sin saber a qué sitio pertenezco realmente.

Faruq permaneció en silencio, sorprendido por la revelación del Galliard. Su nuevo hermano de manada le había confiado una parte de su vida y de sí mismo, un hecho sumamente infrecuente en él. Durante unos segundos, Susurros-del-Pasado había roto su habitual hermetismo y ambos se habían convertido en hermanos, no sólo de nombre sino también de hecho. El Caminante Silencioso estaba dispuesto a confiar en él lo suficiente para hablarle de la dolorosa diáspora que sufría su propia tribu desde hacía milenios, pero Susurros-del-Pasado volvió a hablar después de una breve pausa.

-Sin embargo, no estaba pensando en las tierras de mis antepasados.

-¿Y en qué lo hacías?

-Este lugar es ciertamente hermoso por derecho propio, pero es demasiado pacífico. No ofrece retos que pongan a prueba las habilidades de un Garou. Las únicas amenazas que deben afrontar sus guardianes son unos pocos turistas humanos al año.

-Esa es la idea, Susurros-Seniles-, respondió Faruq intentando picarle. -El territorio del clan está a salvo de los siervos del Wyrm y de la contaminación de los humanos gracias a los métodos de los Hijos de Gaia y su Parentela. Han hecho un trabajo soberbio manteniendo oculta la naturaleza del túmulo y dejando que los Uktena locales se ocupen de sus asuntos, sean los que sean.

-No dejes que te contagien su ceguera, amigo mío. Los Garou locales están sumidos en la complacencia. Ni siquiera envían a sus jóvenes a Vancouver o el Amazonas para que se ganen unas buenas cicatrices. Te aseguro que cuando el Wyrm decida atacar este lugar, sus guardianes no estarán preparados para defenderlo.

-Esa retórica belicista funcionará muy bien con hombres lobo de otras tribus, pero no te será tan útil conmigo. Como he dicho, los Hijos de Gaia han hecho un trabajo extraordinario. Este clan nos recuerda la razón por la que luchamos, el premio que obtendremos si ganamos la guerra. Y ese símbolo es más importante que nunca hoy en día.

-Con el tiempo, ya veremos quién de los dos tiene razón-, respondió el Señor de la Sombra mientras se cruzaba de brazos y le dirigía una de sus odiosas miradas de suficiencia.

-Una de las cosas que aprendí de Voz-de-Plata fue a no subestimar el coraje de los Hijos de Gaia. Si el Wyrm ataca algún día este lugar, se llevará una buena sorpresa. Créeme.

-.-

La discusión con Susurros-del-Pasado le agrió el resto de la tarde y, para colmo, las nubes terminaron por descargar la lluvia que habían acumulado con tanto ahínco hasta ese momento. Los dos Garou decidieron regresar con el resto de sus hermanos, confiando en que Lars estaría ya despierto a esas horas de la tarde. Ambos adoptaron la piel del lobo para protegerse de los elementos y deshicieron rápidamente la distancia que los separaba de la arboleda donde se refugiaba su manada.

Cuando por fin llegaron a su destino, Faruq se alegró de que Lars estuviese completamente despierto y con aparente buena salud. Lo encontraron modelando pacientemente un trozo de barro, al que había dado forma de cuenco. El Theurge estaba inscribiendo unos símbolos con la afilada uña de una mano convertida en garra. Sin embargo, no se veía por ninguna parte a Canción-Oculta ni Crow.

-Me alegra ver que ya estás mejor, Lars-, lo saludó con sincero afecto. -¿Qué estás haciendo?

-Ya lo veréis, ya lo veréis-, respondió el Fenris sin levantar la mirada del recipiente de barro.

-¿Puedes decirnos al menos dónde están los demás?-, quiso saber Susurros-del-Pasado.

-Le he pedido a Crow que me traiga un cristal semi opaco. Lo necesito antes de que se haga de noche.

-¿Y Canción-Oculta?-, insistió el Señor de la Sombra.

-Me está ayudando con otro encargo. Tiene que traerme el agua escarlata de los hijos del secreto.

-¿El qué?-, preguntó sorprendido el Ragabash, sin tener muy claro si Lars se estaba burlando de él o si estaba hablando completamente en serio.

-Sangre de un Garou de la tribu Uktena-, murmuró en voz baja el Fenris, concentrado en la inscripción de los símbolos que estaba llevando a cabo. -No sé cómo no me di cuenta antes, pero Padre Peyote se refería  a eso desde el principio.

-¿Padre Peyote?-, repitió estúpidamente Faruq, mientras levantaba la vista para comprobar que Susurros-del-Pasado estaba igual de desconcertado que él. -Ahora sí que estoy convencido de que te has vuelto completamente loco, Lars.

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