jueves, 20 de junio de 2013

SACRIFICA-SU-PROPIO-OJO (6 - 3)

Campo de Batalla (Umbra Media)

Los seis Garou siguieron el trazado de la vieja calzada romana, hasta que el camino terminó bruscamente en una pequeña plaza abierta. A pesar de que la visibilidad era muy limitada debido a la niebla y la oscuridad de la noche, el aire trajo inmediatamente consigo el olor de los incendios, la pólvora y, por supuesto, los muertos abandonados a la intemperie o medio enterrados por los escombros. No demasiado lejos de allí pudieron escuchar sin dificultad el clamor de un combate armado y una repentina sucesión de explosiones. Cuatro violentas columnas de fuego resplandecieron entre los edificios fantasmales.

Tras unos segundos de duda, avanzaron con precaución entre los escombros y las improvisadas barricadas que protegían la plaza. Lars dejó de mirar durante unos segundos el ojo de Kraken, para detener su mirada sobre un grupo de cadáveres, soldados alemanes y tropas coloniales francesas que todavía sostenían sus armas con manos inertes o que yacían tumbados en posiciones antinaturales mirando con ojos vacíos la suerte que les había tocado. Sus cuerpos, manchados por el barro y la sangre, habían quedado destrozados por la carnicería del combate.

-No te detengas-, gruñó Susurros-del-Pasado. -Puede haber francotiradores.

El Theurge reaccionó de inmediato a la sabia advertencia de su hermano de manada y corrió para ponerse a la misma altura que Crow, junto a los restos de lo que antaño debió ser un céntrico cine. Un rápido vistazo a la brújula espiritual que los había guiado hasta ese momento indicaba que debían dirigirse al norte.

-Por allí-, gritó para hacerse oír por encima de otra cadena de explosiones.

Sus compañeros entendieron lo que quiso decir. Crow y Raimorantha avanzaron en vanguardia, mientras Canción-Oculta y Susurros-del-Pasado iban a su lado. Únicamente Faruq, decidió quedarse más rezagado, para proteger su retaguardia en caso de que apareciesen por sorpresa soldados enemigos.

Siguieron la calle principal durante unos pocos metros, pero tuvieron que desviarse cuando divisaron un tanque y un pelotón de soldados franceses enfrascados en el asalto a un edificio. El ruido de los disparos no cesó en ningún momento, como tampoco lo hizo el lamento de los heridos y de algunos civiles que habían completamente enloquecidos al perder a su familia y amigos.

Lars se quedó estupefacto al contemplar en primera persona el potencial destructor de la guerra humana. "Una cosa es estudiar la Segunda Guerra Mundial en los libros de la escuela y otra muy distinta es ver... esto", pensó mientras avanzaba sosteniendo el recipiente de barro donde guardaba el ojo de Kraken. "Conocía de sobra los crímenes cometidos por los nazis contra sus enemigos y el justo final que habían recibido la mayoría de ellos, pero nunca había podido imaginarme el alcance de la guerra total ejercida por ambos bandos".

-Suerte que hemos evitado las entradas del metro-, murmuró Susurros-del-Pasado. El Galliard parecía estar tratando de contener la rabia que sentía en aquel reino de la Umbra.

-¿Por qué?-, quiso saber él de inmediato.

-Estarán muy vigiladas-, explicó el Galliard. -Por lo que sé, las tropas coloniales francesas usaron el metro  de Stuttgart para violar allí a unas dos mil mujeres alemanas.

La noticia encolerizó enormemente al Theurge, que tuvo que detenerse para poder digerir la información. "¡En el nombre de Gaia! ¿Cómo puede haber pasado una barbaridad semejante?", pensó lleno de furia. La rabia que sentía estuvo a punto de apoderarse de él, obligándolo a adoptar una forma de guerra y liberar su enfado contra los soldados. "¿No tenéis madres, hermanas o hijas, grandísimos bastardos?", quiso gritarles.

-¿Cómo lo sabes?-, preguntó finalmente al Señor de la Sombra.

-Me gusta la historia militar-, respondió el aludido con un gruñido, -pero esa anécdota no la cuentan en los libros escolares. A los Aliados siempre les gustó más hablar de los crímenes cometidos por los nazis o el Ejército Rojo.

-Ojalá el Gran Uktena nos conduzca ante esos violadores-, afirmó Canción-Oculta, que había escuchado toda la conversación. Su rostro estaba ensombrecido por la ira, como debía estarlo el suyo propio. -Así podríamos impartir justicia...

"Está enfadado. No, no es sólo eso. Canción-Oculta está furioso; igual que yo", se percató el Theurge. "Debe ser este reino. Afecta de algún modo a nuestra rabia, incrementándola por momentos".

-.-

El ojo de Kraken siguió conduciéndoles al norte. Los seis Garou tuvieron que esforzarse por evitar los combates callejeros entre ambos bandos, así como a los refugiados civiles que trataban de escapar de las zonas de combate. Finalmente, entraron en un gran parque de árboles quemados y grandes cráteres de tierra quemada. Al igual que en el resto de la ciudad, los olores a sangre, pólvora y madera quemada seguían siendo abrumadores.

De pronto, unas pequeñas luces brotaron en la niebla, como por arte de magia, permitiendo entrever las ruinas de una especie de iglesia gótica, que tampoco había escapado a los destrozos de la guerra. Sus muros de arenisca amarilla habían sobrevivido como habían podido a un incendio, pero la bóveda y el techo se habían venido abajo inevitablemente.

Lars echó un vistazo rápido a la brújula espiritual. La oscura pupila del ojo de Kraken había adoptado una posa casi vertical, flotando suspendida en la sangre de los Uktena. "Este es el lugar que teníamos que encontrar", pensó el Theurge. En completo silencio, hizo unos gestos rápidos para avisar a los suyos. A continuación, los Garou se acercaron con cautela, intentando no hacer ningún ruido que delatase su posición. Infiltrándose a través de unos enormes agujeros en el muro de la cabecera, pudieron comprobar que las ruinas no estaban vacías. Conectadas a un pequeño generador de gasolina, cinco faroles iluminaban vagamente la nave central, donde se hallaban una docena de hombres, cuatro uniformados de la Wehrmacht, metralleta en mano, y ocho civiles vestidos con ropas sucias. Los soldados parecían volcar toda su atención en el exterior,  vigilando que no les interrumpiese ningún enemigo, mientras que los civiles se encargaban de poner a punto una extrañas máquinas repletas de diales que Lars no había visto en toda su vida.

En el centro de aquel torrente de actividad, se erguía un hombre de cincuenta años, alto y de espaldas anchas, que destacaba por encima de todos los presentes. Su viejo rostro estaba dominado por dos enormes patillas blancas y una enorme calvicie. Su ceño estaba fruncido en una mueca desagradable y sus labios recitaban con voz queda algún tipo de letanía germánica. Iba vestido con un uniforme negro de oficial de la temida SS. El detalle más extraño de todos es que sostenía un extraño objeto metálico en sus manos enguantadas: una especie de filo de lanza hecho con bronce, de aspecto muy antiguo.

Guiado por una corazonada, el Theurge usó el don espiritual de Sentir al Wyrm comprobando muy pronto la presencia del enemigo ancestral de su raza en aquel lugar. Se volvió para advertir a Canción-Oculta, pero el alfa de la manada parecía ser muy consciente de ese hecho, al igual que Faruq que arrugó el ceño inmediatamente al percatarse de lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, antes de que pudiesen intervenir, otros lo hicieron por ellos.

Una manada de Garou forzó las puertas del pórtico de la entrada, irrumpiendo en el interior de la iglesia. Lars reconoció de inmediato sus pelajes grises "¡Son de la Camada de Fenris!", pensó sorprendido. Los recién llegados recorrieron velozmente la distancia que los separaba de sus enemigos, mientras los soldados comenzaban a dispararles con sus armas. Raimorantha y Crow quisieron unirse a la lucha, pero Canción-Oculta les hizo un gesto apremiante para que aguardasen. El resto de la manada esperó a ver qué sucedía. "¿Por qué nos habrá traído aquí el Gran Uktena?", se preguntó Lars intrigado.

-¡Muerte a los esclavos de Hitler!-, gritó uno de los Fenris mientras cargaba. -¡Muerte al Wyrm!

El soldado de la Wehrmacht no se aterrorizó al ver a un Garou en forma Crinos cayendo sobre él, como hicieron los científicos y civiles presentes, que trataron de huir despavoridos en el acto o cayeron al suelo en un estado catatónico. Muy al contrario, tiró su arma al suelo y su cuerpo se transformó violentamente, creciendo en tamaño y masa corporal hasta quedar cara a cara con su enemigo. ¡Y su pelaje compartía el mismo color gris que el de los asaltantes! Sus compañeros también se transformaron en Crinos, para recibir adecuadamente a los intrusos. Incluso el oficial de la SS había adoptado la forma de guerra de los Garou.

-¡Matad a los defensores de los impuros!-, ordenó innecesariamente con un cruel gesto de alegría.

Ante sus sorprendidos ojos, ambas manadas de Fenris se enzarzaron en un violento combate cuerpo a cuerpo sin dar ni pedir cuartel. Uno de los Garou alemanes aferró con sus fauces el musculoso brazo derecho de su rival y hundió sus colmillos hasta rasgar el hueso. Su contrincante ignoró el tremendo dolor que debía estar sufriendo y clavó sus garras en el costado de su enemigo, en el pequeño espacio que hay entre las costillas flotantes y el hueso de la cadera, arrancando trozos de vísceras. Otros Fenris rodaban por el suelo, intentando imponerse uno al otro. Uno de los Garou alemanes cayó ante el fuego de una metralleta, que sin duda contenía balas de plata y, a la altura del crucero, uno de los asaltantes cayó al suelo con la cabeza completamente destrozada.

Desbordado por la vergüenza, Lars comprendió al fin lo que estaba ocurriendo. Ante sus ojos, estaba siendo testigo de uno de los episodios más oscuros de la historia de la Camada de Fenris. En el periodo de entreguerras, muchos clanes alemanes de la Camada de Fenris fueron corrompidos por el mensaje de un pequeño humano llamado Adolf Hitler. Ideas como la pureza racial, el espacio vital, la guerra como forma de superación humana y el exterminio de las razas "débiles" calaron profundamente en sus corazones. A continuación esos mismos Garou alemanes malinterpretaron las enseñanzas del Gran Fenris, pervirtiendo sus mandatos para que se adecuasen a sus objetivos, y apoyaron abiertamente a los nazis hasta el final de la guerra. Por fortuna, los Fenris europeos y americanos unieron sus fuerzas para derrotar a los corruptos, antes de que hubiesen podido extender su traición a toda la tribu.

-¡Enfréntate a mí, maldito cobarde!-, gritó uno de los Fenris asaltantes intentando llegar al oficial de la SS.

El Fenris alemán no aceptó de inmediato el reto, sino que alzó la punta metálica que sostenía entre sus manos y la clavó profundamente en el suelo. El metal penetró con una extraordinaria facilidad la losa de piedra. De repente, un violento temblor de tierra sacudió las ruinas de la iglesia. Una parte del fragmento oriental de la fachada se vino abajo, cayendo sobre los dos Garou que estaban luchando en el suelo. Una columna aplastó a uno de los hombres catatónicos, matándolo en el acto. Se abrieron grandes grietas desde el suelo y todos los presentes pudieron oír un chillido inhumano.

Lars miró angustiado a Canción-Oculta, que hizo un gesto para que retrocediese toda la manada. Faruq y Susurros-del-Pasado se apresuraron a cumplir sus órdenes, pero no así Raimorantha o él mismo. Los dos estaban absortos por la lucha sin cuartel que estaba teniendo lugar, incluso cuando la propia iglesia parecía estar a punto de derrumbarse sobre sus cabezas.

-¡Tenemos que salir de aquí!-, gritó Crow para sacarlos de la trampa mortal en que se había convertido ese lugar.

Raimorantha se repuso rápido y ayudó a Crow a tirar de Lars hasta sacarlo al exterior justo en el último momento. El Theurge se sentía agradecido, pero al mismo tiempo lamentaba no haberse quedado unos segundos más, para ser testigo del final del combate. La vergüenza que sentía en esos momentos impidió que pudiese demostrarlo con palabras, pero los dos Ahroun lo ignoraron rápidamente y centraron su atención en los alrededores.

-¿Qué hacemos ahora, Lars?-, le preguntó Canción-Oculta tras cerciorarse de que estaba bien.

-No lo sé-, confesó sinceramente el Theurge.

-¿La brújula no indica nada?-, quiso saber Susurros-del-Pasado.

-El ojo de Kraken... ¡es verdad!

Lars temió que se le hubiera caído en las ruinas, pero descubrió aliviado que lo aferraba con la mano derecha. El Theurge miró nervioso el interior del recipiente. La pupila del orbe señalaba ahora una nueva dirección: el este. "¿Cuándo ha cambiado de sentido?", se preguntó el Theurge más confuso todavía.

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