lunes, 3 de junio de 2013

SUSURROS-DEL-PASADO (6 - 1)

St. Claire, Washington (EE.UU.)
17 de noviembre de 1998

Como buen Galliard que era, Susurros-del-Pasado no permaneció ocioso a la espera de que llegase la hora señalada para el comienzo del viaje. En lugar de eso, frecuentó la compañía de los Uktena del Clan de las Visiones Ocultas, haciéndoles mil preguntas acerca de la Umbra y sus moradores espirituales. Como esperaba, sus anfitriones Garou se mostraron a priori reservados, e incluso abiertamente hostiles, ante sus preguntas. Pese a que él era un seguidor de Uktena y un miembro de la manada de las Cinco Garras de Gaia, también era un Señor de la Sombra, y por tanto, un traidor carente de cualquier sentido del honor.

Por supuesto, eso no detuvo a Susurros-del-Pasado, sino que lo animó a persistir en su empeño. Ya se había encontrado con este tipo de dificultades en otras ocasiones y no había dejado que unas pequeñeces semejantes se interpusieran en su camino. Por lo tanto, el Galliard recurrió diligentemente a sus trucos habituales: intercambió historias y chismes con las Lunas Gibosas, regaló al Maestro de la Tierra del clan un pequeño talismán que había conseguido durante su Rito de Iniciación y reveló un pequeño secreto de los Señores de la Sombra de Vancouver al Guardián de la Puerta. Le costó romper el opaco muro de los Uktena y la rencorosa reserva de los Wendigo, pero cuando llegó finalmente el mediodía, había reunido suficientes relatos para hacerse una idea general de la naturaleza de la tarea que les aguardaba.

Sus anfitriones le revelaron que a veces los grandes espíritus elegían a algunos Garou, héroes por derecho propio o con un futuro potencial igual de brillante, para que realizasen una importante misión en su nombre. Sin embargo, el propósito general de estas búsquedas espirituales, como eran conocidas popularmente, podía variar considerablemente. Los espíritus podían exigir a un guerrero de Gaia que viajase a algún lejano reino de la Umbra Media para impedir algún siniestro plan del Wyrm, mientras que podían ordenarle a otro que despertase a un antiquísimo espíritu cuyo nombre había sido olvidado en las eras en que Gaia era joven o que viajase al Mundo Onírico y rescatase una antigua historia olvidada para beneficio de toda la Nación Garou. Al volver con éxito de la búsqueda espiritual, los protagonistas Garou lo hacían con una mayor comprensión de la Umbra y una sabiduría extraordinaria difícil de alcanzar por otros medios.

Susurros-del-Pasado quedó sumamente complacido con esta información. Mientras terminaba de comer una manzana verde lejos del campamento, trató de imaginarse las hazañas que el Gran Uktena tendría reservadas para ellos. Las Cinco Garras de Gaia obtendrían no sólo gloria y renombre entre los Garou, sino también importantes conocimientos... y el conocimiento era uno de los atajos más rápidos hacia el poder y la influencia, si uno lo blandía con acierto. El Galliard se deshizo del corazón de la manzana, arrojándola detrás de unas rocas para alimentar a las criaturas menores de Gaia.

Una pequeña ráfaga de viento trajo consigo las débiles voces de sus ancestros. Al igual que muchos Garou, Susurros-del-Pasado tenía la suerte de estar conectado con el legado viviente de su tribu, pudiendo escuchar las voces de sus antepasados, los Señores de la Sombra que lo habían precedido en su linaje. No obstante, a pesar de los beneficios que podían obtenerse de la comunicación directa con sus ancestros, también suponían una pesada carga. Los espíritus de los Señores de la Sombra de su linaje se comportaban como si estuviesen todavía vivos, exigiéndole su sumisión y que realizase determinadas tareas en nombre de su tribu. Por supuesto, el Galliard había aprendido desde muy joven a lidiar con esas "voces" que le habían dado su nombre Garou, adulando sus egos hinchados cuando quería algo de ellas o ignorándolas respetuosamente el resto de las ocasiones. Tras dudar unos segundos, esa tarde Susurros-del-Pasado decidió decantarse por la segunda opción y regresó al campamento del Clan de las Visiones Ocultas.

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Sus anfitriones Garou estaban reunidos cerca del antiguo pozo, por lo que se acercó directamente a ellos para averiguar qué estaba pasando. A medida que se acercaba pudo distinguir a Faruq y Canción-Oculta entre la pequeña multitud, dando una calurosa bienvenida a un recién llegado que reconoció de inmediato. Era Jacques Lapointe, un Anciano que representaba a los Contemplaestrellas en el Clan del Pacto de Vancouver, del que procedían las Cinco Garras de Gaia. El Galliard decidió permanecer en la periferia, observando y escuchando discretamente.

-Claro que puedes quedarte-, afirmó Guardián-del-Viejo-Pueblo. El rostro surcado de arrugas del líder del Clan de las Visiones parecía tan severo y serio como siempre, pero en su voz había un matiz amistoso que pocas veces asomaba a la superficie. -Para nosotros será un honor compartir contigo nuestra comida y el calor de nuestras hogueras.

-Aun así, me temo que no podré quedarme mucho tiempo. Pronto haré un largo viaje que me devolverá a las lejanas tierras donde tiene sus orígenes mi tribu.

-Podremos hablar de eso más tarde, cuando te sientes a mi lado y compartas nuestra comida. Ven conmigo, te presentaré algunas caras nuevas en el clan.

Susurros-del-Pasado observó con mudo asombro la familiaridad con la que se trataban ambos Garou y se dio cuenta de lo poco que sabían los Señores de la Sombra de Vancouver acerca de las actividades del pacífico Contemplaestrellas. "Tal vez tenga más influencia de la que habíamos pensado en un principio", reflexionó mentalmente. Tan absorto estaba en esas reflexiones, que se sobresaltó visiblemente cuando se dio cuenta de que Faruq se había colocado discretamente a su lado. Apenas tuvo tiempo de ocultar su reacción mientras el Ragabash ofreció una sonrisa burlona que no se parecía en absoluto a una educada disculpa.

-No te alejes mucho, pequeño hermano-, le susurró cerca del oído. -Lapointe quiere hablar con nosotros antes de que termine el día.

Dicho esto, Faruq se alejó antes de que pudiese hacerle ninguna pregunta, dejándolo desconcertado y lleno de dudas. "¿Será una de sus bromas?", se preguntó inseguro Susurros-de-Pasado. De todos sus hermanos de manada, el Caminante Silencioso era el más impredecible de todos. "Creo que lo mejor es que no pierda de vista a Canción-Oculta esta tarde, sólo por si acaso."

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Después del revuelo inicial que ocasionó la inesperada visita de Jacques Lapointe, la tranquilidad volvió poco a poco a la vida del Clan de las Visiones Ocultas y sus anfitriones recuperaron sus rutinas de costumbre. Las Cinco Garras de Gaia, excepto Lars, que no había salido en toda la mañana de su tienda, decidieron reunirse en la Penumbra, a poca distancia del campamento a la espera de que el Contemplaestrellas pudiese escaparse de sus obligaciones para hablar con ellos.

El pesado manto de la niebla cubría todo el reflejo umbral del túmulo y sus alrededores. Susurros-del-Pasado recordaba perfectamente que cuando llegaron por primera vez al Clan de las Visiones Ocultas, Lars le había contado que estas tierras sagradas estaban corrompidas por el Wyrm y que la niebla se filtraba al mundo físico, cubriendo todo Norge Valley. Sin embargo, desde que los Uktena habían purificado ese pequeño túmulo de toda mancha impura, la niebla espiritual había quedado confinada a la Penumbra, excepto en ciertos días y noches místicas en que lograba filtrarse de nuevo al mundo físico, ocultando de nuevo todas las tierras entre el campamento del clan y Norge Valley. El fenómeno apasionaba a los Uktena, despertando toda su curiosidad, y causaba cierto desagrado en los Wendigo locales, pero ambas tribus habían acabado aceptándolo como una parte más del misterio sagrado que daba vida al túmulo.

Dado que apenas podía verse lo que había más allá de unos pocos pasos, la Penumbra local era el lugar perfecto para tener una pequeña reunión privada. El problema es que Susurros-del-Pasado no se imaginaba cómo Jacques Lapointe iba a dar con ellos en medio de aquella maldita espesura blanca. Y sin embargo, el anciano Contemplaestrellas los encontró con aparente facilidad.

-Lamento no haber podido escaparme antes-, se disculpó el Contemplaestrellas mientras ellos ponían de pie, -pero me alegro sinceramente de veros. ¿Dónde está Lars?

-Está su tienda-, respondió Canción-Oculta inmediatamente, -recuperándose de una lesión reciente.

Lapointe permaneció pensativo durante unos segundos más de la cuenta, dándole vueltas a las palabras del alfa de las Cinco Garras de Gaia. A continuación, se sentó en el suelo de roca, descalzando sus botas en completo silencio y poniendo sus piernas en posición de loto. Canción-Oculta también se sentó en el suelo y el resto de sus hermanos, incluido Susurros-del-Pasado, siguió rápidamente su ejemplo. Al igual que los demás, el Galliard observó con atención al Anciano Contemplaestrellas, preguntándose qué sería tan importante para reunirles aparte y tener una conversación privada con ellos. Por lo que sabían, Jacques Lapointe no era aficionado a semejantes subterfugios. Sin duda, el motivo principal de su visita era extremadamente importante.

-¿Cómo van las cosas en Vancouver?-, preguntó de improviso Faruq.

-La guerra sigue su mortífero curso-, respondió el anciano. -Hace dos semanas la manada del Invierno Imperecedero cayó en una trampa, cuando asaltaron lo que creían que era el refugio de un vampiro durante las horas del día. Uno de los Wendigo murió durante el tiroteo con los siervos de los vampiros y el resto logró salir con vida a duras penas para contar lo que había pasado.

-Son malas noticias-, dijo Canción-Oculta, -pero no has venido a has venido por eso, ¿verdad?

-Desgraciadamente no.

Parecía que iba a decir algo más, aunque Jacques Lapointe decidió guardar silencio durante unos instantes más. Antes de unirse a las Cinco Garras de Gaia, Susurros-del-Pasado nunca había mantenido estrechas relaciones con él, pero incluso el Galliard había oído hablar de los silencios reflexivos del Contemplaestrellas que tanto habían desesperado a muchos otros Garou.

-Hace cuatro meses, los periódicos humanos aseguraron que se liberó gas nervioso destinado a ser incinerado en una remota región meridional de las montañas tibetanas. El gobierno de la República Popular China se apresuró a pedir disculpas por el incidente e indemnizar generosamente a los familiares de de los tres pueblos afectados.

-¿Y qué ocurrió realmente?-, preguntó intrigado el Señor de la Sombra.

-El territorio afectado pertenecía al Clan del Leopardo de las Nieves. Desde los orígenes de los Contemplaestrellas, mis hermanos y hermanas de tribu protegían allí un poderoso túmulo en un templo budista conocido como el monasterio de Shingalu.

-Fue un ataque del Wyrm, ¿verdad?-, afirmó Crow furioso al darse cuenta del rumbo que tomaba la conversación.

-Así es-, respondió con Jacques con dificultad. El anciano estaba emocionado y trataba de contener firmemente sus emociones. -Menos de una docena de supervivientes explicaron posteriormente que una horda de Perdiciones poseyó a un regimiento completo de soldados chinos, masacrando a todos los defensores de Shingalu y a los aldeanos de las tierras circundantes. El Clan del Leopardo de las Nieves ha sido completamente aniquilado...

La noticia cayó como un jarro de agua fría sobre los Garou reunidos. Descubrir que otra parte sagrada de Gaia había sido corrompida por los siervos del Wyrm era una noticia terriblemente desalentadora, que llenó inmediatamente de rabia sus corazones.

-¡Os vengaremos!-, juró Crow. -¡Destruiremos a todos los responsables de esta atrocidad!

-Seguro que podemos ayudar de alguna forma-, empezó a decir Faruq dubitativo.

-Agradezco vuestras condolencias, pero todavía queda algo más que debo contaros. Los líderes y maestros de mi tribu se reunieron inmediatamente después del ataque y, tras intensos debates, tomaron una decisión extremadamente importante para todos nosotros. Decidieron que habíamos descuidado nuestras responsabilidades en nuestras propias tierras en nuestro ímpetu por compartir nuestra sabiduría con las tribus occidentales y decretaron que todos los Contemplaestrellas deben regresar de inmediato a Oriente.

-¿Qué?-, preguntó Canción-Oculta boquiabierto.

-¡Menuda estupidez!-, soltó Susurros-del-Pasado sin poder evitarlo.

-Pero... ¿por qué?-, preguntó el Ahroun sin comprender.

-Tenéis que entender la razón que guía nuestros actos. Nuestras tierras están en peligro y nuestros esfuerzos para iluminar a las tribus occidentales no han logrado los resultados esperados. No podemos seguir tratando de "arreglar las cortinas mientras se incendia el resto de la casa."

-Pero no sois los primeros que sufrís una tragedia semejante-, volvió a interrumpir Crow. -La guerra del Amazonas sigue llevándose por delante muchos buenos Garou, al igual que lo que sea que está pasando en Rusia. ¡No podéis hacer las maletas y largaros por dónde habéis venido!

-Crow tiene razón-, intervino Susurros-del-Pasado enfadándose paulatinamente. -No sois los únicos que habéis perdido un túmulo o guerreros frente a una feroz acometida del Wyrm. Si os vais ahora, las tribus jamás olvidarán esta traición.

-Aunque nos marchemos, nunca os abandonaremos realmente-, respondió con tranquilidad Jacques Lapointe, intentando aplacar sus miedos. -De todas formas, somos conscientes de que muchos no comprenderán nuestras razones y nos tacharán con facilidad de cobardes y traidores. Sin embargo, pese a que no puedo pediros nada, espero más de la manada de las Cinco Garras de Gaia.

-Entonces, ¿te irás con el resto de los Contemplaestrellas?-, preguntó finalmente Canción-Oculta, tratando de ocultar las poderosas emociones que pugnaban en su interior.

-Sí, debo hacerlo. Es necesario-, añadió innecesariamente para reafirmar su decisión. Estaba claro que había dado muchas vueltas a la cuestión y había tomado una dolorosa pero inevitable decisión.

-Pero, ¿y qué hay el Clan del Pacto?-, insistió Crow una vez más, buscando inútilmente cualquier pretexto que lo obligase a cambiar de idea.

-Antes de venir, ya comuniqué mi decisión a los Ancianos del clan y a todos mis amigos de Vancouver. Esta noche haré lo mismo con los Uktena y los Wendigo del Clan de las Visiones Ocultas y después comenzaré mi viaje de regreso al hogar de mi tribu.

Ninguna de las Cinco Garras de Gaia se atrevió a interrumpirlo esa vez y todos escucharon apesadumbrados la triste decisión que había tomado. Crow parecía el más decepcionado de todos, aunque Canción-Oculta tampoco estaba reaccionando muy bien a la noticia. Por su parte, Susurros-del-Pasado no sabía cómo encajar los hechos. Los Contemplaestrellas siempre habían sido escasos en número y probablemente fueran la tribu más pequeña de toda la Nación Garou, pero su domino de las artes marciales les confería cierto valor estratégico, aunque a cambio el resto de los hombres lobo tuviesen que aguantar con frecuencia sus aburridos discursos de iluminación y armonía con Gaia.

-Así que esto es una despedida...-, susurró Faruq.

-Todavía no-, respondió con sencillez el Contemplaestrellas. -Os acompañaré primero al Clan del Ojo del Oeste en California.

-Creo que no va a ser posible, Jacques-, respondió Susurros-del-Pasado. -El Gran Uktena nos ha elegido para realizar una búsqueda espiritual esta misma noche.

-Guardián-del-Viejo-Pueblo me lo ha contado. Me alegré mucho al saber que vosotros también iríais allí.

-¿Pero no íbamos a ir a la Umbra?-, preguntó Crow visiblemente confundido a los demás.

Susurros-del-Pasado maldijo para sus adentros. Al igual que su tótem espiritual, los Garou de la tribu Uktena disfrutaban guardando secretos. "Hay algo más que todavía no nos han contado", se dio cuenta el Galliard sin poder ocultar la irritación que sentía en esos momentos.

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