viernes, 9 de mayo de 2014

BC 20: KHARULAN EL ARTÍFICE


"Cuando el sargento Mordekay empujó la puerta, ninguno de nosotros podía imaginarse lo que encontraríamos al otro lado. Sospechábamos que Kharulan debía encontrarse en alguna de las cámaras de los niveles superiores, por supuesto, escondido en un refugio seguro para coordinar las defensas de sus seguidores. No podíamos estar más equivocados.
La dorada puerta decorada con complejas tallas de precisos motivos geométricos nos condujo a una cámara enorme, cuyas dimensiones estaban tan imbuidas en la disformidad que eran imposibles de comprender para una mente cuerda o unos ojos mortales. Una oscuridad, que no era tal cosa, nublaba los límites del techo y las paredes, insinuando extensiones desconocidas más allá de los mundanos sentidos humanos.
Sin embargo, la cámara no estaba vacía. Incontables criaturas yacían maniatadas por medio de finas cadenas en ordenadas filas que se interponían entre la puerta y un trono alzado sobre un sólido estrado. Gran parte de esos seres eran pequeños demonios, otros eran bestias de naturaleza indudablemente alienígena y unas pocos parecían ser simplemente pequeños constructos dorados fruto de la sádica imaginería de un genio enloquecido.
Una figura vestida con una larga túnica púrpura y una capucha que oscurecía su rostro, ocupaba un trono de aspecto complejo, forjado a raíz de varios artefactos mecánicos que parecían completamente integrados y operativos. En su mano derecha, el hombre sostenía una vara de metal resplandeciente, en la que estaban gravados iconos brillantes de símbolos de poder y runas arcanas cuyo significado apenas podía intuirse. Al fin habíamos encontrado a nuestro objetivo."

-.-

-¿Eres Kharulan el Artífice?-, preguntó Mordekay mientras avanzaba directamente hacia la figura sentada en el trono.

-¡Lo soy!-, respondió mecánicamente el hechicero tecnócrata al mismo tiempo que daba un golpe con su puño izquierdo sobre uno de los antebrazos del trono, lo que provocó inmediatamente un centenar de ruidos y sonidos cuando cientos de engranajes se activaron al mismo tiempo.

Nodius intuyó lo que iba a pasar, pero ya era demasiado tarde. Antes de que pudiese dar un grito de alarma, las criaturas se vieron libres de sus cadenas y cayeron sobre Mordekay como una plaga hambrienta. Demonios, seres alienígenas y artefactos mecánicos imposibles compitieron entre ellos por abalanzarse sobre él, arañando las placas protectoras de su servoarmadura con una ferocidad salvaje.

En ese momento, el psíquico calibanita recurrió a sus poderes una vez más, canalizando la energía de la Disformidad con la forma de un nuevo torrente de llamas. El fuego cayó sobre las criaturas, carbonizando instantáneamente a cuatro de ellas. Sin embargo, la premura de sus actos hizo que apenas pudiese controlar las poderosas energías invocadas, que se materializaron en el mundo físico como siniestras manchas de sangre que afloraron desde el suelo de la cámara.

Rodeado por incontables criaturas y con las señales biométricas de su servoarmadura brillando con urgentes parpadeos de color ámbar, Mordekay no pudo hacer otra cosa que seguir avanzando, usando la fuerza bruta para abrirse paso a través de la horda con el fin de alcanzar el trono, que ahora parecía extrañamente más lejano de lo que había considerado en un principio. Las criaturas reaccionaron con mayor ferocidad, revolviéndose contra él, atacándole de todas las formas posibles. Decenas de colmillos, garras y cosas incluso peores intentaron traspasar el blindaje, pero su servoarmadura resistió bien sus primeros asaltos.

Para complicar todavía más las cosas, un alargado brazo metálico surgió de la espalda de Kharulan y se desplegó para disparar el arma compacta que llevaba integrada. El disparo quemó incluso el aire con un pequeño rayo de plasma incandescente. Afortunadamente, el sargento calibanita pudo apartarse hacia la derecha, esquivando el disparo por muy poco, y escuchar el agradable sonido provocado por una de las criaturas al vaporizarse en el acto.

Dándose cuenta de que las posibilidades de victoria se estaban escurriendo entre sus dedos, Nodius tomó la firme decisión de usar uno de los dos pergaminos que les había regalado Selukus el Estilita. Con gestos rápidos y precisos, sacó uno de ellos y rompió el sello protector de cera que lo mantenía doblado sobre sí mismo. Las consecuencias fueron inmediatas.

Por encima de sus cabezas, el aire se espesó hasta formar unas nubes antinaturales al mismo tiempo que la realidad se desgarraba alrededor de una minúscula brecha flotante. Unas garras infernales estiraron los contornos de la misma, ensanchándola rápidamente y, muy pronto, decenas de pequeños demonios alados llegaron a la realidad física para caer como un enjambre rabioso sobre las incontables mascotas de Kharulan el Artífice.


Nodius sonrió satisfecho cuando contempló los terribles efectos que había provocado. "En caso de que no tengamos tiempo para eliminar también a Lady Nepythys, el otro pergamino será un valioso recurso en mis manos", pensó con una inusitada avidez poco frecuente en él.

Sabiendo que el pequeño núcleo de fotohidrógeno del arma tendría que disipar durante unos segundos el calor generado por el disparo, Mordekay se esforzó por abrirse paso a través de los últimos metros que lo separaban del mismísimo señor de la Forja de Plata. Las criaturas, atacadas también por los demonios alados, no pudieron hacerle frente y aplastó a las suficientes para llegar a los pies del trono.

En lugar resignarse a lo inevitable, el Artífice alzó su mano izquierda, hecha de metal y cables que sobresalían como pequeñas serpientes de colores, y lo apuntó con uno de sus dedos inhumanos. Al mismo tiempo, pequeñas chispas y descargas eléctricas recorrieron su brazo, liberando un torrente de pura energía bioeléctrica que impactó de lleno a Mordekay en el pecho. El calibanita aulló de dolor y estuvo a punto de perder el sentido, pero su servoarmadura inyectó automáticamente su última reserva de estimulantes químicos directamente en su torrente sanguíneo.

Aunque los demonios alados estaban conteniendo a las mascotas de Kharulan, Mordekay parecía sufrir serios problemas para poner fin a la vida del objetivo, por lo que Nodius se vio obligado a recurrir de nuevo a sus poderes, liberando más llamas pirománticas sobre las bestias del amo de la Forja de Plata para poder apoyar más tarde a su hermano de armas. Las energías de la disformidad fortalecieron sus llamaradas sobrenaturales y las arrojó de nuevo, calcinando a cinco bestias más... pero la Disformidad volvió a revelarse contra su voluntad, provocando un nuevo fenómeno inexplicable en la cámara.

Durante una fracción de segundo, la misma realidad física pareció perder consistencia permitiendo atisbar los sombríos reinos del Inmaterium. El psíquico calibanita tragó saliva cuando su mente desafortunada recordó su prolongada encierro en la Disformidad y sintió cómo una ínfima parte de esa energía infinita se revolvía en su interior, sin llegar a liberarse todavía en toda su magnitud.

Mordekay también sintió los efectos colaterales provocados por la imprudencia de Nodius, pero su ánimo sombrío no flaqueó tan cerca como estaba de su objetivo. Kharulan permanecía sentado en su trono, prácticamente indefenso. Con su mente intentando sobreponerse a los efectos de las drogas estimulantes que recorrían su cuerpo, aferró el martillo energético con ambas manos y lo descargó con un pesado barrido lateral. Fue un golpe casi perfecto. No obstante, su arma se estrelló contra algún tipo de campo energético invisible. El trono del Artífice se sobrecargó y un espeso olor a quemado empezó a surgir del interior de sus engranajes.

Mientas Mordekay cogía impulso para realizar una nueva acometida, el señor de la Forja de Plata se puso en pie y la mecadendrita de su arma de plasma apuntó directamente al Astartes, para poner fin a su vida. Justo en ese momento, las llamas de Nodius prendieron fuego a sus ropajes, quemaron con ferocidad su cuerpo, y desviaron su disparo por un amplio margen. Ambos pudieron escuchar a la perfección los alaridos de dolor de Kharulan, que parecieron brotar de algún tipo de sistema de vox en lugar de una garganta humana. Mordekay, decidido a no desaprovechar su oportunidad, lanzó un nuevo ataque contra la figura envuelta en llamas. Su martillo energético destrozó el pecho del Artífice, reduciendo a astillas el esternón y pulverizando sus órganos internos. La vara dorada y resplandeciente que Kharulan había sostenido hasta ese momento cayó rodando al suelo, seguida de cerca por la masa carbonizada de la criatura de carne y metal que hasta entonces había sido el señor de la Forja de Plata.

-.-

Cuando las criaturas del Artífice también fueron exterminadas hasta la última de ellas, los demonios alados invocados por el pergamino de Selukus volaron hacia la menguante brecha, regresando de nuevo al lejano reino inmaterial del que procedían. Nodius se arrodilló en ese momento junto al cadáver del Kharulan. Estaba demasiado destrozado para extraer de él cualquier cosa útil, pero los iconos de la vara dorada resplandecían a un par de metros de él, tentándolo con su fulgor. El psíquico calibanita tendió la mano para cogerla.

-No lo hagas-, ordenó Mordekay. Su yelmo lo estaba mirando fijamente, desde el centro de la cámara, rodeado por los cadáveres de bestias alienígenas y los restos destrozados de constructos.

-¿Por qué?

-No necesitamos las armas ni los poderes de la Disformidad.

-Te equivocas, hermano sargento. Mis poderes te han ayudado en todo momento. Incluso los demonios han contenido a las criaturas de Kharulan.

-Hazme caso en esto, Nodius. Puede que no entienda como tú la naturaleza del Inmaterium, pero soy consciente de que corrompe todo lo que toca. Si queremos seguir siendo quienes fuimos, no debemos caer en sus tentaciones.

El psíquico calibanita guardó silencio, sopesando sus palabras. Por primera vez en su vida, se sintió tentado de desobedecer una orden directa, una idea impensable para un Astartes, pero ciertamente habían pasado muchas cosas desde los lejanos días de Caliban. "Tal vez nunca podremos volver a ser quienes fuimos, Mordekay", pensó responderle. Sin embargo, muy a su pesar, los viejos hábitos persistieron y se obligó a obedecer una vez más.

-Orden recibida, hermano sargento-, respondió poniéndose en pie.

-Entonces no perdamos más tiempo. Todavía tenemos que encontrar el artefacto de Marius antes de salir de aquí.

Fuera de la cámara que habían tomado al asalto, descubrieron que su último prisionero no había aprovechado la distracción de la refriega para huir de ellos, sino que en lugar de eso, había permanecido en el pasillo, temblando inconsolablemente y mirando en todas las direcciones como una oveja asustada. Sin tiempo para hacer otra cosa, Mordekay lo cogió de nuevo contra su voluntad y lo cargó contra su hombro. "Así no nos ralentizará", pensó el sargento calibanita mientras activaba el canal de vox de la escuadra.

-Lambo, informa.

-El enemigo bloquea la salida, aunque todavía no han intentado entrar. Hay dos docenas de soldados, apoyados por un gran constructo mecánico completamente operativo.

-Bien. Mantén tu posición e informa de cualquier novedad. Kharulan está muerto. Nodius y yo descenderemos nivel por nivel hasta que encontremos el artefacto de Marius.

-Recibido.

-.-

"Perdimos un tiempo muy valioso durante nuestra búsqueda, eliminando al ocasional pelotón de guardias demasiado estúpidos para darse cuenta de que no podían enfrentarse a nosotros y conservar sus patéticas vidas. Sin embargo, el resto de los servidores continuaron con sus tareas y rutinas programadas, ignorando nuestra presencia siempre que no entorpeciésemos el desarrollo de sus trabajos. Aun así, nuestra búsqueda parecía condenada al fracaso, puesto que no encontramos ni rastro alguno del artefacto de Marius.
Al final, decidimos deshacer nuestros pasos y regresar al tercer nivel para coger el elevador que nos haría descender al segundo piso. Fue en ese momento cuando lo oímos: un fuerte chirrido metálico en un pasillo a nuestras espaldas. Mordekay y yo nos miramos sin comprender y luego nos acercamos para buscar el origen del sonido.
Lo encontramos en un taller que ya habíamos investigado anteriormente. Allí había una horrible monstruosidad dorada con forma de escorpión gigante, cuya superficie metálica resplandecía con las marcas de cientos de inscripciones. Junto a ese constructo, las piezas de otra criatura inacabada colgaban de varias grúas y cadenas de pesados eslabones. Sin embargo, a diferencia de la última vez que habíamos estado en ese mismo taller, las patas del primer monstruo metálico estaban intentando romper sus ligaduras físicas para liberarse.
Antes de que me diese tiempo a aconsejarle prudencia, Mordekay echó al suelo al prisionero con el que había estado cargando incomprensiblemente hasta ese momento y cargó contra el constructo con la intención de impedir que consiguiese soltarse. Su martillo energético trazó un mortífero barrido vertical que descargó contra sus placas quitinosas, pero esta vez el golpe de su poderosa arma apenas consiguió arañar la dorada superficie metálica del monstruo."


-.-

Cuando sonaron los primeros disparos y gritos en el exterior, Lambo supuso que los guardias habían comenzado el asalto. No le preocupó en absoluto. Tenía una sorpresa para el constructo. No necesitaría mucho esfuerzo para aplastar la resistencia que quedase después de eso. El Astartes esperó pacientemente de pie, junto a los mandos de la grúa dispuesto a soltar su carga en el momento adecuado, pero no entró nadie, a pesar de que seguía escuchando más disparos y gritos moribundos.

Luchando contra su propia cautela, decidió asomarse por la grieta que había hecho Mordekay en la puerta para asaltar la Forja de Plata. Lo que vio lo dejó sorprendido y preocupado a partes iguales. Al menos la mitad de los guardias había sido masacrada por el artefacto mecánico, que con sus cuatro patas hendidas perseguía rápidamente a un pequeño grupo de hombres para segar sus vidas con sus múltiples extremidades rematadas en garras, flagelos eléctricos y pinzas.

-¡Sargento, está ocurriendo algo muy extraño!-, dijo al abrir el canal de vox para informar.

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"Era demasiado tarde. Mientras el constructo se liberaba de sus cadenas, salimos fuera del taller y corrimos tan rápido como pudimos para alejarnos de su posición. Lamentablemente, Mordekay volvió a llevarse a su demacrado prisionero, en lugar de permitir que su miserable vida nos proporcionase unos valiosos segundos en nuestra huida.
Pronto pudimos comprobar que la situación estaba empeorando por momentos. Otras máquinas cobraron vida o se comportaron de una forma antinatural. Cientos de servidores abandonaron sus puestos de trabajo y atacaron a los humanos vivos por toda la Forja de Plata, al igual que un número de desconocido de constructos. Asimismo, también escuchamos disparos por los pasillos, lo que nos hizo pensar que algunos guardias estaban intentando contenerlos, aunque sus esfuerzos, al igual que sus vidas insignificantes, estaban condenados al fracaso.
Un grupo de servidores nos impidió entrar en el elevador, por lo que tuvimos que seguir un pasillo secundario demasiado estrecho para que pudiese atravesarlo el constructo que nos perseguía. Cerca de allí había más pasillos, talleres, forjas y otro elevador, ligeramente más grande que el que habíamos dejado atrás. La suerte volvía a sonreírnos.
No obstante, detuve mi carrera cuando pasamos cerca de una de aquellas puertas cuando vi fugazmente una imagen que me resultó vagamente familiar. ¡Era el artefacto de Marius! Permanecía allí, en el abandono más absoluto, junto con otras reliquias y artilugios mecánicos con los que no estaba familiarizado.
Mordekay, se acercó a mi lado, y se demoró unos segundos, dudando si debíamos llevárnoslo con nosotros o, por el contrario, dejarlo abandonado en la Forja de Plata mientras tratábamos de escapar con vida. Yo sabía cuál era la elección que haría, pero permití que nuestro cansado sargento llegase por sus propios medios a la única deducción posible. Desgraciadamente, Mordekay me sorprendió una vez más cuando me tendió las placas antigravedad diciéndome que nos lo llevaríamos con nosotros."

-.-

Una veintena de guardias y trabajadores humanos pasó corriendo a su lado sin percatarse de su presencia, demasiado asustados para pensar en otra cosa que no fuese huir de la Forja de Plata. Unos pocos, los más rezagados, parecían tener heridas de diversa gravedad, pero todos corrían tan rápido como podían, como si los estuviesen persiguiendo un ejército entero de demonios. Lambo iba a salir a su paso para matar a los que pudiera pero lo detuvo el golpe extremadamente fuerte que sintió en el suelo. Junto al impacto, hubo un sonido pesado y metálico. ¡Plom! Lambo se ocultó cerca de la grúa. "¿Qué vendrá ahora?", se preguntó mientras sostenía con fuerza su hacha sierra. ¡Plom! Pasaron seis segundos antes del siguiente ¡plom! y otros más para que empezase de nuevo. ¡Plom!
Aunque pareciese una locura, los sonidos y golpes en el suelo parecían estar acercándose, como si fuesen pasos. ¡Plom! La mente de Lambo vagó desbocada intentando imaginarse qué podría originar semejantes pasos. ¡Plom! "¿Un Titán?", pensó aprensivo. "No, ni siquiera un Titán Warhound podría caber en este edificio."
El siguiente paso estuvo verdaderamente cerca y la grúa volvió a temblar visiblemente. Lambo se arriesgó a echar una ojeada por encima de la maquinaria. Nuevamente, se llevó una enorme sorpresa cuando descubrió un gigante metálico de unos nueve metros, que apenas podía mantenerse completamente erguido sobre sus dos piernas dentro de la cámara. La construcción tenía un par de cañones descomunales por brazos y una placas blindadas romboidales recubriendo todo su cuerpo. ¡Plom! ¡Plom!
El gigante atravesó la puerta corrediza y parte de la pared sin inmutarse ni reparar en su presencia. ¡Plom! ¡Plom! Los pasos lo alejaron fuera de la Forja de Plata, hacia la desprevenida ciudad. "¡Seguro que esa cosa los mantendrá muy ocupados mientras nos retiramos!", pensó con crueldad el asombrado Astartes.

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