miércoles, 21 de mayo de 2014

ESPECIAL SEGUNDO ANIVERSARIO II


Continuando con las celebraciones del segundo aniversario de la Ciudad de las Máscaras, hoy cedo el testigo a Lectora Defindesemana, una buena amiga y seguidora constante de este blog. Va a compartir con nosotros un preludio que jugó a Vampiro: La Mascarada. Desde aquí, quiero darle sinceramente las gracias por su colaboración y a continuación os reproduzco íntegramente su relato:


"Cuando son exactamente las doce de la noche, salgo silenciosa de mi improvisado escondite en los baños femeninos. La luz de mi linterna alumbra los viejos lavamanos y los espejos deslucidos que han visto días mejores. Mis pies me acercan silenciosamente hasta la puerta y la abro despacio para echar un vistazo al otro lado. Afortunadamente, no hay ningún guardia de seguridad ni policías esperándome impacientes. Mejor. No quiero problemas. Al menos no más de los necesarios.

Salgo con cuidado para no tropezar con ningún mueble de la oficina y avanzo nerviosa hasta los cubículos del personal. Mi linterna ilumina viejos ordenadores IBM, centralitas telefónicas, calendarios con las típicas fotos de tías desnudas que tanto les gustan a los hombres que necesitan hacer ostentación de su supuesta virilidad y montones de tacos de papeles. Ignoro con disgusto ese microcosmos en el que pueden trabajar miles de personas sin sentirse asfixiadas y avanzo hasta dar con la puerta del señor Morgan, el director de las oficinas locales de Wallax & Thoremson.

El despacho está limpio y ordenado, aunque carece de cualquier detalle personal del hombre que lo utiliza. El suelo es de moqueta, color gris, y las paredes son... sorpresa, sorpresa... exacto, blancas como la nieve, sin ningún cuadro. Un ordenador completamente nuevo descansa sobre la sólida mesa que domina la habitación, junto a un teléfono, una agenda de ejecutivo con tapas de cuero negro y un pequeño pisapapeles con la forma de un caballo dorado encabritado. Sin poder evitarlo, apago la linterna y aparto las cortinas venecianas para echar un vistazo al exterior. El cielo está cubierto de nubes tan oscuras como el corazón de los políticos de Washington y el aparcamiento de la calle está completamente inundado gracias a la lluvia implacable que no nos ha dado respiro alguno en los últimos días.

Reprimiendo un suspiro, vuelvo a concentrarme completamente en mi objetivo y me acerco a los ficheros donde sé que está la información importante. El ordenador del despacho únicamente está aquí para aparentar modernidad, porque Morgan es uno de esos hombres a los que odian "confiar en esos trastos." Estoy segura de eso porque llevo cuatro meses recopilando información sobre él y sus misteriosos jefes. Cuatro frustrantes meses llenos de pistas falsas y callejones sin salida que sólo me sirvieron para confirmar que Morgan debe ser el último puto ludita que queda con vida en nuestro planeta.

En el interior de los ficheros hay viejas carpetas de cuartilla, ordenadas por números romanos, sin etiquetas ni nombres. ¿Quién coño guarda así sus documentos de confianza hoy en día? Asombrada, abro la primera e investigo las hojas amarillentas con mi linterna. Informes de contabilidad, memorandums, cartas escritas posiblemente en holandés. Morgan es una desagradable caja de sorpresas.

Una repentina brisa agita las hojas con fuerza. Casi pego un grito por el puto susto. Miro a mi alrededor y descubro confusa que las cortinas también se están agitando a merced del viento. Me acerco despacio y contemplo con incredulidad la ventana... ¿No estaba cerrada cuando hace tan solo unos minutos? Mis nervios están jugando conmigo. La cierro despacio, asegurándome esta vez de que queda firmemente cerrada y regreso a los ficheros pensando en la noche en que encontré a mi hermana muerta en la sala de estar de mi casa.

Se había cortado las venas con un cuchillo en el sofá de mi casa... o eso es lo que me dijeron amablemente los agentes de policía. ¡Pobre Amy! Había estado intentando hablar conmigo de algo importante, algo acerca de su supervisor, pero yo estaba demasiado ocupada en mis propios problemas para prestarle la atención que se merecía. Siempre había hecho lo mismo  porque nunca habíamos conseguido congeniar demasiado. Pero ahora Amy está muerta, muerta y enterrada, y yo me oculto aquí intentado descubrir qué le sucedió realmente.

Para mi sorpresa, en el segundo cajón del fichero encuentro una carpeta con una veintena de fotos de personas de todas las edades. Los rostros de cada uno de esos hombres y mujeres han sido tachados con una cruz hecha con rotulador rojo y un puntito redondo encima de la cabeza o en los laterales. La foto de Amy estaba junto a las demás. ¿Qué coño significaba esa locura?

-Por fin lo has encontrado

Alcé la cabeza asustada, incapaz de hablar. Había alguien más en el despacho. Una figura retorcida que ocultaba su apariencia en las sombras de una esquina, aunque aun así puede intuir sus ropas harapientas, un sombrero desgastado de lana con el que cubría su cabeza calva y unos dientes retorcidos.

-¿Quién eres?

-Un amigo. Te llamé por teléfono para hablarte acerca de Morgan.

-¿Fuiste tú?

Mi voz me traiciona, revelando mi incredulidad, mi miedo. De repente, me doy cuenta de que nadie sabe dónde estoy. Puedo desaparecer de un plumazo y la policía no tendría ninguna pista de lo que podría haberme pasado. El desconocido adivina cuál es mi reacción, interponiéndose entre la puerta y yo. La luz de mi linterna ilumina su figura. Hubiera deseado que no lo hubiese hecho porque no estoy hablando con un hombre, sino con un monstruo que sólo puede aparentar una figura humana cuando está oculto en las sombras.

Desearía chillar con todas mis fuerzas, pero lo único que consigo es contener la respiración mientras le lanzo la linterna a la cabeza. El golpe no le hace daño, aunque lo distrae. Intento correr hacia la ventana. No sé si podré escaparme por el alfeizar sin arriesgar inútilmente mi vida pero corro igualmente hacia la ventana. Entonces siento un fuerte golpe en la espalda y caigo al suelo, expulsando de golpe todo ese aire que había retenido con una bocanada dolorida.

Con pasmosa facilidad, el monstruo me coge por los tobillos y me acerca a él sin ningún esfuerzo. Luego me levanta para empujarme contra el escritorio. Hago un último esfuerzo para salvarme. Cojo un abrecartas y lo clavo contra su cara. El arma improvisada atraviesa fácilmente la piel de su mejilla, pero en lugar de soltarme, el monstruo me aferra con fuerza las muñecas, apretando poco a poco hasta que el dolor es tan intenso que me obliga a soltar el abrecartas.

-Buena chica.

-¿Por qué la mataste, maldito hijo de puta? ¿Por qué? ¿POR QUÉ?

-Yo no maté a Amy. Sé que no me crees, pero te aseguro que es cierto. Como te dije por teléfono, a tu hermana la mataron los jefes de Morgan. ¿Todavía no estás convencida después de ver esas fotos con tus propios ojos?

No pude responder. Toda la rabia y el dolor que había acumulado durante los últimos meses anegaron mis ojos con un torrente inconsolable de lágrimas, tantas que la habitación se volvió borrosa durante unos segundos. Sumida en mi dolor, no vi cómo el monstruo se agachaba pero sentí inmediatamente un fuerte dolor en el cuello cuando clavó los dientes. Después me estremecí cuando llegó el placer, un placer abrumador que dejó mi mente a la deriva mientras el monstruo bebía vorazmente mi sangre.

Apenas fui consciente de lo que pasó a continuación, pero recuerdo el frío repentino, la oscuridad y un fuego destructor que me devolvió de pronto a la vida. Más. Quería más. Aturdida, continué bebiendo ese líquido turbio, mientras mi cuerpo recuperaba poco a poco sus fuerzas. Entonces llegó un dolor insoportable. Mis huesos se retorcieron y se partieron, desgarrándome desde mi interior. Esta vez sí grito. Grito con todas mis fuerzas, mientras el desconocido, avergonzado, se despide de mí con unas últimas palabras que apenas logro escuchar, tan sumida como estoy por la agonía que experimenta mi propio cuerpo.

-Es la maldición de Nosferatu. Sé fuerte, pequeña. Evita la luz del sol, aliméntate con la sangre de los humanos y desconfía de todos los vampiros que trabajan para el Príncipe."

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