martes, 6 de mayo de 2014

BC 19: LA FORJA DE PLATA


Mostrando en todo momento una gran cautela, los cuatro guardias que custodiaban la enorme puerta corrediza del muro de rocacemento se acercaron para interrogar al conductor e inspeccionar la carga del transporte. Estaban recubiertos de los pies a la cabeza con sólidas placas de acero dorado, además de una enrevesada malla forjada con el mismo material, y portaban abiertamente escopetas y alabardas sierra de aspecto severo. Sin embargo, a diferencia de los soldados al servicio de Selukus el Estilita, estos hombres parecían más cautos y preparados para un combate real. Lambo agradeció en silencio esa oportunidad para demostrar una vez más sus habilidades marciales.

-Están cerca-, avisó a sus compañeros.

-No les hagamos esperar-, ordenó Mordekay. -¡Al ataque!-, gritó el sargento en calibanita al mismo tiempo que abría la lona por un lateral y descendía del vehículo con su martillo energético zumbando en las manos.

Lambo utilizó su hacha sierra para desgarrar directamente la lona que los había cobijado hasta entonces y descendió del vehículo con un salto poco elegante. Detrás de él, Nodius se alzó concentrando todo su poder en una llama piromántica que bailaba inofensiva sobre su mano desnuda. Las energías de la disformidad recorrieron su cuerpo y avivaron el fuego, dirigiéndolas hacia sus enemigos como si hubiesen adquirido vida propia. Uno de los hombres quedó envuelto por completo en llamas y sus gritos de agonía resonaron como una dulce melodía infernal en los oídos del psíquico calibanita.

Pese a verse sorprendidos y atacados por tres guerreros Astartes, los guardias de Kharulan no flaquearon sino que cargaron hacia ellos con una valentía inusitada. Dos atacaron a Lambo antes de que él pudiese hacer lo mismo. Sus siniestras alabardas sierra cortaron el aire a gran velocidad, mientras el sonido característico de sus armas ahogaba los últimos aullidos moribundos de su camarada caído. El Astartes evitó la primera acometida girando con gran pericia sobre sí mismo, pero no pudo rehuir los dientes serrados de la segunda arma, que arañaron su vientre dejando a su paso una inofensiva herida superficial. A su vez, el guardia que cargó contra Mordekay no fue tan afortunado, puesto que su golpe erró el objetivo por una distancia más que considerable.

Para el marinero que conducía del vehículo, había llegado el momento que tanto tiempo había estado esperando. Viendo la que tal vez pudiese ser su única oportunidad de escapar con vida, se bajó del transporte y huyó rápidamente de la Forja de Plata de Kharulan el Artífice sin que los Astartes pudiesen detenerlo.

Lambo aprovechó el giro de su cuerpo para dar impulso al golpe de respuesta y observó con satisfacción cómo el terror llenaba los ojos de su futura víctima segundos antes de que su hacha sierra partiese la cabeza del hombre con un corte horizontal que dejó a la vista la mitad de su masa cerebral. A continuación, el cuerpo del guardia se desplomó entre pequeños espasmos. Su compañero no pudo resistir semejante visión y huyó hacia la puerta corrediza del muro, corriendo tan rápido como le permitieron sus piernas. Sin embargo, no pudo escapar de las llamaradas engendradas por los poderes psíquicos de Nodius. El fuego abrasó el metal sin contemplaciones, ávido por encontrar la carne que se escondía debajo. El guardia cayó al suelo, retorciéndose con la espalda y las piernas completamente chamuscadas.

El último guardia, desesperado, se aferró a la vida con un coraje inusitado, barriendo el aire con un nuevo ataque de su alabarda sierra que pretendía empalar a Mordekay. Hubiese tenido éxito de no ser porque el calibanita adivinó perfectamente sus intenciones y se apartó a un lado en el momento exacto en que debía hacerlo. A continuación, levantó el martillo energético una sola vez por encima de su cabeza. El golpe cayó sobre el desafortunado guardia, hundiendo su hombro izquierdo de un modo antinatural, destrozando sus órganos internos.

Al otro lado del grueso muro de rocacemento coronado por hebras enroscadas de alambre afilado, un número indeterminado de sirenas empezaron a aullar, despertando toda clase de gritos de alarma y maldiciones entre los sorprendidos guardias de la Forja de Plata. Lambo golpeó una vez con su hacha sierra, abriendo una pequeña apertura en el metal, demasiado estrecha para que un hombre adulto pudiese pasar por ella. Necesitaría otro golpe más antes de ensancharla.

-¡Sargento!-, gritó Nodius intentando hacerse oír por encima de los aullidos de las sirenas. -¡Date prisa!

-Enseguida voy-, respondió Mordekay mientras rebuscaba rápidamente entre las cajas del transporte. "¿Dónde estará esa sabandija?", pensó en silencio. Los restos de la lona se revolvían con vida propia a medida que apartaba las cajas a un lado y a otro hasta que al final, quedó al descubierto el tembloroso cuerpo de su último prisionero. Sin miramientos, lo alzó haciendo caso omiso de sus gritos de protesta y cargó con él llevándolo sobre su hombro como si fuera un saco terrero destinado a una trinchera.

En la puerta corrediza, Lambo había forzado una entrada y conseguido deslizarse hasta el otro lado. Mordekay pudo escuchar más gritos de alarma, acompañados del inconfundible sonido de disparos de armas de fuego. Tras esperar unos segundos, Nodius se introdujo también al otro lado.

-Resistencia local leve-, informó Lambo por el canal de vox de la escuadra. -Vienen cinco guardias y dos servidores de combate por el flanco izquierdo. Dos más están abriendo la puerta de un almacén por el izquierdo.

-¡No os detengáis! Avanzad hacia el edificio principal-, les ordenó Mordekay.


Lambo obedeció las órdenes del sargento, corriendo al trote seguido de Nodius. Los servidores de combate abrieron fuego contra él en cuando fijaron un blanco seguro, aunque sus balas únicamente repiquetearon inofensivas contra las placas blindadas de su servoarmadura energética. Los guardias también abrieron fuego con sus escopetas, pero estaban demasiado lejos para hacerle daño.

Deteniéndose durante unos segundos, Nodius volvió a usar sus poderes pirománticos contra uno de los servidores de combate. La carne de la criatura hirvió cuando las llamas la bañaron con su ardiente abrazo, pero no lograron causar suficientes daños en sus partes metálicas como para dejarlo completamente inutilizado. Ignorando el clamor de las sirenas, Mordekay destrozó la puerta con su martillo energético y traspasó las herrumbre sin tan siquiera detenerse. En ese momento, los guardias que estaban abriendo las puertas de uno de los almacenes se apartaron para dejar pasar a un vehículo de cuatro ruedas y una ametralladora pesada sobre su techo.

-¡Lambo, vehículo de apoyo saliendo del almacén!-, advirtió por el comunicador.

-Lo veo-, respondió escuetamente el Astartes mientras desenfundaba su pistola bólter y disparaba contra las placas blindadas frontales del vehículo. Quería dañar el motor para dejarlo inmovilizado, pero el proyectil explosivo debió impactar contra alguna sección mal reparada, porque causó destrozos más allá de su imaginación. Hubo una explosión contenida que sacudió el vehículo a un lado y a otro, llenando su interior de llamas y humo negro mientras las personas atrapadas en su interior luchaban inútilmente por salir de aquel inesperado infierno. -Blanco eliminado.

-Buen trabajo, hermano-, respondió el sargento mientras seguía a Nodius hasta el edificio principal que se erguía frente a ellos.

La Forja de Plata de Kharulan el Artífice era una torre fortaleza imposiblemente alta, de planta rectangular y paredes recias salpicadas con innumerables ventanucos enrejados. Sufriendo grandes esfuerzos, un grupo de guardias anónimos estaban terminando de cerrar la enorme y pesada puerta corrediza del edificio para dejarlos fuera.

-¡La cerrarán antes de que lleguemos a su posición!-, maldijo Nodius a gritos.

-No importa-, le respondió Mordekay.

-.-

Los angustiados guardias y trabajadores redoblaron sus esfuerzos cuando vieron a los dos Astartes correr directamente en su dirección. Sin embargo, sus caras mostraron un alivio momentáneo cuando consiguieron separar el último metro que les separaba de la salvación. La puerta se cerró con un ruido sordo y metálico, que despertó fuertes ecos en la gran cámara de la entrada, seguidos por ruidos más pequeños cuando se activaron los cierres de seguridad.

Durante unos breves segundos, les pareció que habían conseguido salvar sus vidas. No obstante, descubrieron su error inmediatamente, cuando Mordekay estrelló el martillo energético por primera vez contra la gruesa puerta, provocando pequeñas grietas y restos retorcidos de metal destrozado. Algunos se quedaron para vender caras sus vidas en nombre de su maestro. Sin embargo, la mayoría prefirió salir corriendo cuando el último golpe de Mordekay forzó su propia entrada.

-Nodius, conmigo-, ordenó el sargento calibanita cuando encabezó nuevamente el asalto. -Lambo, asegura esta posición hasta que regresemos.

-.-

Lambo entró disparando con su pistola bólter para cubrir a sus hermanos, que estaban corriendo hacia uno de los elevadores de carga de aquella nave industrial de enormes dimensiones. Su aguda vista, mejorada gracias a los visores de su yelmo, le permitió distinguir con claridad las pequeñas figuras que huían de su furia, escondiéndose entre las grúas y la compleja maquinaria que abundaban en la Forja de Plata. Eso atrajo inmediatamente toda la atención sobre él.

Desde todas las direcciones, ocho servidores de combate avanzaron hacia su figura blindada, armados con distintos mecanismos industriales que podían ser letales en combate cuerpo a cuerpo. Lambo sonrió ante la perspectiva del combate y aceptó el reto que planteaban inconscientemente esas máquinas mitad humanas mitad mecánicas, cargando entusiasmado contra la más cercana. El servidor no esquivó el golpe. Sus amos no debían haber ordenado esa sencilla instrucción en su listado interno de tareas. A pesar de tener un físico y una corpulencia portentosas, el ser perdió un brazo y parte del viente cuando su hacha sierra se hundió profundamente en sus vísceras.

Ignorando la muerte de su compañero, los otros servidores se acercaron lenta pero inexorablemente a su objetivo. Dos de ellos tuvieron la oportunidad de atacar, uno con martillo pistón y el otro con unas enormes pinzas hidráulicas. Lambo estaba demasiado concentrado en el combate para estar preocupado. A diferencia de otros grandes guerreros, disfrutaba en completo silencio de sus combates. No veía ningún sentido en romper el encanto de una buena lucha con bravatas sin sentido ni falsas demostraciones de ingenio. En este caso, los servidores mudos eran perfectos, pues compartían indirectamente su gustos austeros.


El servidor del martillo golpeó el aire su lado, aunque el de las pinzas estuvo a punto de aferrarle fatalmente el gorjal. Aquel intento era demasiado preciso para un servidor. Fuese o no casualidad, Lambo decidió poner fin a la existencia de la criatura con un nuevo barrido de su hacha. El servidor intentó interponer su pinza y, durante una fracción de segundo, pareció que iba a conseguirlo. Sin embargo, el Astartes consiguió asestarle un corte horizontal que abrió una profunda brecha de un extremo al otro del pecho. De la mortífera herido manó una gran cantidad de sangre y de otros fluidos industriales, haciendo que la cosa cayese de rodillas al suelo con la mirada perdida.

Todos a una, sus compañeros rodearon al Astartes, golpeando con todas las armas a su disposición, si bien pocas lograron traspasar la formidable protección de su servoarmadura energética. Tan sólo una sierra radial logró hacerle un corte profundo a la altura del muslo, al mismo tiempo que un clavo industrial quedaba encajado en su pecho.

Lambo asestó otro barrido con su hacha sierra casi sin esforzarse en responder con golpes precisos. Otro servidor anónimo cayó inerte al suelo provocando una pequeña lluvia de chispas, sangre y aceite. Sus enemigos ajenos al miedo o a cualquier otro sentimiento humano, siguieron cerrando el círculo, atacándole desde todas las direcciones, aunque Lambo luchaba demasiado rápido para que sus rutinas de combate se pudiesen adaptar con eficacia a su estilo de lucha. Sin embargo, otro ataque afortunado provocó un arañazo en su hombrera izquierda.

Cansándose rápidamente del juego, el Astartes dio un inesperado empujón a uno de sus contrincantes y abandonó el círculo, matando al desafortunado servidor. Sus restantes compañeros no se rindieron ni abandonaron el combate, sino que avanzaron pacientemente para volver a rodearlo de nuevo entre todos. "¡Malditos servidores!", gruñó él dentro de su armadura. "Son demasiado predecibles."

-.-

Los primeros niveles de la Forja de Plata constituían los almacenes y fundiciones de la misma. Allí había más servidores que trabajadores humanos, por lo que Mordekay y Nodius supusieron que Kharulan no podría encontrarse con esa escoria. De hecho, el psíquico calibanita había sugerido que subiesen a lo alto de la torre, pues a los hechiceros tecnócratas de Surgub parecía gustarles las alturas.


El elevador sólo les había conducido hasta la tercera planta y, desde allí, avanzaron buscando otro elevador que les llevase a donde querían. Por el camino se encontraron cintas automáticas donde servidores con brazos inhumanos cogían con rapidez numerosas piezas para montar armas láser, de fuego e incluso más avanzadas. En otras salas, había talleres para forjar espadas y armaduras de todo tipo. Incluso descubrieron una horrible monstruosidad dorada con forma de un escorpión gigante, cuya superficie de metal resplandecía con las marcas de cientos de inscripciones arcanas. Parecía algún tipo de constructo que, a pesar de que estaba finalizado, permanecía en un estado latente o tal vez inerte. Las piezas de otra criatura inacabada colgaban de varias grúas y cadenas de pesados eslabones.

Los dos Astartes siguieron avanzando, exterminando sin miramientos a cualquier persona que les saliese al paso. Sin embargo, estaba claro que los guardias de la Forja de Plata no podían detenerlos. Mordekay y Nodius no tardaron mucho tiempo en encontrar un elevador central que pudiese subirles a los últimos pisos.

-.-

Cuando estuvo muerto el último servidor de combate, Lambo se permitió unos segundos de calma para observar los alrededores. Parecía que ya no quedaban enemigos, pero era consciente de que muchos se abrían escondido para evitar su furia. Sin embargo, sus precauciones fueron innecesarias. Todos habían huido, alejándose de él y de su mortífera hacha sierra. Con un ligero regusto a decepción, el Astartes calibanita se acercó despacio a las puertas del exterior.

Casi una veintena de guardias habían tomado posiciones frente a las puertas de la Forja de Plata, a cubierto en improvisadas barricadas cerca de los almacenes exteriores. Una especie de artefacto metálico también había tomado posiciones frente a la puerta, esperando pacientemente a que saliesen. Era un constructo casi alienígena de unos cuatro metros de altura, con cuatro patas hendidas y una veintena de extremidades rematadas en garras, flagelos eléctricos y pinzas. Lambo nunca había visto algo así y no estaba seguro de poder derrotarlo en combate individual.

-El enemigo está bloqueando la salida-, informó al sargento por el canal de vox.

-Mantén la posición.

-Orden recibida, hermano sargento-, lo cortó Lambo molesto.

El calibanita retrocedió, echando un último vistazo a su alrededor. En ese momento, se fijó en una de las grandes grúas. Si pudiese utilizarla para elevar un bloque pesado de carga cuando sus enemigos se decidiesen a entrar, podría aplastar al constructo de un solo golpe. Lambo sonrió para sí mismo, divertido por la sencillez de la estratagema, y decidió ponerse manos a la obra.

-.-

Los estaban esperando, por supuesto. Cuando las puertas del elevador se abrieron con fuerte quejido de protesta, cinco guardias abrieron fuego contra el interior, vaciando la mitad de la munición de sus rifles automáticos y armas láser. "¡Estúpidos!", los despreció Mordekay en silencio. "Debisteis haber usado granadas de fragmentación, aunque eso tampoco os habría salvado."

Ignorando la lluvia de proyectiles que provocaban fogonazos al estrellarse sin causar daños contra su blindaje protector, el Astartes cargó en línea recta, empotrando a uno de ellos con todo el peso de su servoarmadura contra la pared metálica. A pesar del furioso rugido de los disparos, pudo escuchar con claridad una veintena de chasquidos provocados por los huesos del hombre al romperse al mismo tiempo.

Nodius salió del elevador utilizando la cobertura blindada de su hermano y volvió a concentrar todo el poder de la Disformidad en las llamas que aprisionaba en su mano. El poder piromántico les dio la forma de un torrente incontrolable que cayó sobre tres guardias, fulminando en el acto a dos de ellos e hiriendo gravemente al tercero, que empezó a toser sangre y respirar con grandes dolores de pecho.

Detrás suyo, el prisionero anónimo de los Astartes permaneció en el interior del ascensor, tumbado inmóvil en el suelo como un pequeño animal que estuviese demasiado acobardado para hacer otra cosa que moverse con la esperanza de que la muerte no se percatase de su insignificante vida y pasase de largo buscando presas más apetecibles.

Uno de los guardias intentó huir en ese momento, pero un barrido del martillo energético de Mordekay aplastó su espalda, quebrándola como si fuese una rama rota. Nodius se acercó al hombre gravemente herido que todavía se sostenía en pie a pesar de los fuertes ataques de tos y esputos sangrientos. El guardia intentó desenfundar su espada sierra, aunque el psíquico calibanita fue más rápido que él, poniendo fin a su agonía con otra llamarada de fuego piromántico. Fue una muerte rápida, casi piadosa. Al fin y al cabo, quería ahorrar la escasa munición que le quedaba para la pistola bólter.

-¡Prisionero!-, dijo Mordekay dirigiéndose directamente al hombre que estaba tumbado en el suelo del elevador, temblando como una oveja asustada. -Puedes quedarte allí dentro para que te encuentren los guardias de Kharulan o puedes venir con nosotros y seguir con vida. Tú decides.

Sin esperar respuesta, el Astartes empezó a caminar hacia uno de los extremos del pasillo. Nodius lo adelantó con facilidad para explorar por delante de su hermano de armas. Sin la servoarmadura que había perdido en el Templo de las Mentiras, se movía con una agilidad asombrosa y un sigilo inaudito en una figura de su tamaño. No tuvo que buscar durante mucho tiempo, puesto que encontró una gran puerta labrada en un pasillo perpendicular a tan sólo unos pocos metros de distancia del elevador. No había guardias a la vista, lo que despertó inmediatamente sus recelos y le hizo gestos silenciosos a Mordekay para comunicarle su hallazgo.

Tras una pequeña pausa considerando sus opciones, el sargento calibanita avanzó sin miedo, seguido de cerca por Nodius y la figura lejana y furtiva de su lastimoso prisionero. Mordekay empujó las grandes puertas labradas con motivos geométricos, esperando encontrárselas cerradas, pero, para su sorpresa, estas se abrieron sin ofrecer resistencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario