martes, 12 de junio de 2012

C. DE T. 1 - 20: TEMPUS FUGIT


Deshice el camino todo lo rápido que pude hasta volver a Satles, dirigiéndome directamente a las entrañas de aquel inquietante molino. Recuperé mis propios ropajes. Después, razonando que a partir de este punto sería imposible seguir actuando desde las sombras, decidí poner fin a la maléfica tortura sufrida por el alma del cadáver que había encontrado allí, por lo que retiré las puntas plateadas que habían atravesado sus manos, piernas y rostro. Al hacerlo, el ritual quedó interrumpido. Sospechaba que Lars lo sabría, del mismo modo que la bruja de la cueva había intuido que su precioso ídolo estaba consumiéndose por las llamas, pero también suponía que tardaría un tiempo muy valioso antes de poder organizar adecuadamente a sus hombres, muchos de los cuales estaban dispersos por los bosques cercanos buscando a la niña fugitiva.

Corrí al mesón. Lushkar me estaba esperando despierto, sentado en una de las mesas. Sus nervios eran evidentes. Me comunicó que Derlush había aparecido brevemente para contarle que había encontrado a la niña y que nos esperaba a la entrada del pueblo por la carretera del este, la misma por la que habíamos llegado a Satles. Eran unas noticias excelentes y me alegré con sinceridad al saber que mi criado se hallaba bien. No obstante, no debía derrochar más el tiempo, por lo que esbocé un plan apresurado. Le ordené a Lushkar que recogiese todas nuestras pertenencias, preparase el carromato para una salida rápida de la ciudad y tuviese dos caballos de monta listos para mí de inmediato. También le entregué las puntas plateadas usadas en el ritual del molino, para estudiarlas con calma en las próximas noches.

Mientras él corría para cumplir mis instrucciones, yo subí a la habitación de los mercenarios que habían escoltado a nuestra caravana. Los desperté para hablar con su líder, un hombre curtido llamado Wilfred el Germano. Estaba malhumorado por ser despertado a aquellas horas de la noche, pero mis audaces embustes le despertaron con rapidez. Le expliqué que los habitantes de Satles eran bandidos, que asaltaban a los forasteros de paso y les mataban para robarles sus pertenencias. Ese iba a ser mi destino cuando salí al exterior para orinar, pero la fortuna había querido que pudiese huir de ellos y esconderme a tiempo en el molino, donde había visto lo que le habían hecho a una de sus desgraciadas víctimas. Como cabría esperar, Wilfred se tomó muy en serio la gravedad de mis palabras. Después, impulsé sus miedos con las artes de la Dominación exigiéndole que "despertase a todo el mundo para marcharnos inmediatamente durante la noche". El líder de los mercenarios cumplió mis órdenes sin dudarlo y envió a un par de los suyos para que fuesen al molino a comprobar mi historia, mientras el resto daban la alarma a los nuestros. Para que evitar confusiones y retrasos inoportunos, yo mismo desperté a Orem para contarle la misma historia. Con un poco de suerte, la caravana se habría puesto en marcha antes de que Lars enviase a sus hombres en busca de venganza. Había salvado sus vidas o, al menos, eso creía.

Cuando bajé a la planta baja, uno de los mercenarios de Wilfred acababa de apuñalar en el vientre al joven cojo que hacía de mesonero, pobre diablo, para luego afanarse en robar pellejos de vino a toda prisa. Lo sentí sinceramente por aquel infeliz, pero no podía ser responsable de la codicia ajena cuando estaban en juego nuestras propias vidas, por lo que salí de aquella fonda sin mirar atrás. Lushkar me esperando. Le ordené que uniese nuestro carromato a la caravana. Yo haría el camino contrario con los dos caballos para reunirme con Derlush y la niña. Volveríamos a estar todos juntos en una noche o dos. Sin embargo, había olvidado que los animales presienten instintivamente la presencia de un Cainita cercano y se asustan o se rebelan si sienten acorralados por un descendiente de Caín. Así lo hicieron esos caballos, que se encabritaron salvajemente cuando me disponía a coger sus bridas. Tuve que retroceder y coger un cubo de agua, donde dejé caer unas gotas de mi sangre y ordenarle a Lushkar que les diese de beber con aquella agua ahora emponzañada. Cuando estuvo hecho eso, las bestias se habían tranquilizado y pude galopar por fin hacia el este.

No tuve que alejarme demasiado, ya que Derlush me estaba esperando a las mismas afueras de la ciudad. Estaba montado sobre su caballo, llevando con él a una niña de aspecto harapiento y sucio. Mi criado me dijo que había sido testigo de que los lugareños de Satles eran adoradores del Diablo. Tranquilicé sus miedos y me concentré en la niña. Parecía ser una muchacha normal, pero su aura vital tenía algo raro, cambiante y borroso. Jamás había visto nada parecido en todos mis años de intenso estudio de las artes mágicas. Ella no hablaba ninguno de los idiomas que yo conocía, pero Derlush pudo traducir a ambos gran parte de nuestra conversación. Se llamaba Sana. Hacía tiempo su familia había venido a Satles para ofrecerse a trabajar a cambio de comida, pero el nuevo señor de estas tierras, Lars, les quiso obligar a renunciar a su fe cristiana. Ella escapó cuando los sicarios del señor asaltaron la casa de sus padres, violando y matando a su indefensa madre. Sana pudo darme una descripción física de Lars, diciéndome que era alto, de pelo moreno hasta la altura de la barbilla, fuerte, con cicatrices y ricos ropajes. Asimismo, también me aseguró que solía morar en la nueva fortaleza que estaba construyendo al norte. No necesité nada más, así que le ordené a Derlush que se uniese a Lushkar y que prosiguiesen su camino hacia Praga aunque me retrase a la hora de reunirme con ellos. Él asintió y dirigió su caballo al galope perdiéndose en la lejanía.

Por mi parte, me interné en el bosque con los dos caballos siguiendo la dirección que me había indicado. Sólo llevaba unos minutos entre aquellos árboles cuando mis sentidos sobrehumanos descubrieron una tosca trampa en el suelo antes de que fuese tarde. Temiendo que hubiese más, hice que mi caballo llevara un paso más lento y cuidadoso, aunque eso retrasase la marcha, para evitar más trampas o cualquier posible patrulla de sicarios enviados por Lars para buscar a Sana.

Finalmente, llegué a un río que me condujo a un inmenso claro en el bosque. Vi con facilidad un promontorio sobre el que se estaba construyendo la fortaleza, rodeado aquí y allí por pequeñas hogueras y las tiendas de los albañiles y carpinteros. El curso del río pasaba cerca de las tiendas más alejadas. Razoné que si alguno de aquellos mortales daba la alarma cuando me acercase, todo estaría perdido, pues simplemente eran demasiado numerosos. Así pues, decidí manipular los elementos a mi favor. Invoqué el aliento del dragón sobre aquel lugar. La niebla fluyó mansamente desde las lindes del río y se dispersó siguiendo mi voluntad inundando todo el claro, espesándose entre las tiendas y el promontorio. Sonreí para mí mismo. Luego, desenvainé mi daga y la clavé en el cuello del caballo en el que había montado durante la travesía. Bebí toda su sangre hasta saciarme por completo. Aquella sangre débil tenía un sabor menguado, diferente al vigor de la sangre humana, pero necesitaba estar preparado para cualquier sorpresa allí abajo. Luego recogí las bridas del segundo caballo que había traído y las até a las ramas de un árbol cercano. Sería mi último recursos si necesitaba fugarme con rapidez o tal vez una falsa pista destinada a algunos de los hombres de Lars, para que derrochasen su tiempo esperándome escondidos aquí. Aún no lo había decidido.

En cualquier caso, la niebla me envolvió con su frío abrazo cuando empecé a caminar por el claro, pasando entre las tiendas sin ser visto. Apenas quedaba tiempo antes de que llegase el amanecer.

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