jueves, 21 de febrero de 2013

FARUQ (4 - 1)


Ellensburg, Washington (EE.UU.)
13 de abril de 1993

El Caminante Silencioso cruzó el pasillo por el mundo físico haciendo honor al nombre de su tribu. Había adoptado la forma Glabro, de hombre prehistórico, para ofrecer un mínimo de resistencia en cualquier ataque sorpresa que cayese de improviso sobre él, aunque era muy consciente de que su papel en este juego consistía en explorar unos pocos metros por delante de sus hermanos.

Sus habilidades para el sigilo y la ocultación habían mejorado considerablemente desde las pruebas del Rito de Iniciación y St. Claire, y ahora usaba el don del Ojo Nublado como si fuese una sombra más escurriéndose en las tinieblas. Incluso sus hermanos tenían problemas para distinguir su espalda a tan pocos metros. No obstante, tanto Faruq como ellos eran bien conscientes de que podía ser descubierto por medios sobrenaturales, tecnológicos o incluso por algo tan mundano como su rastro oloroso. Por ello, Faruq avanzaba con mucha precaución por aquel pasillo de paredes y puertas blancas. "Parece que no hay nadie en casa", pensó fugazmente. Al menos, Lars parecía haber acertado en ese punto.

Cuando llegó al final del pasillo, se quedó agazapado frente a la esquina, vigilando unas grandes escaleras de mármol blanco y un pequeño montacargas. Mientras tanto, sus hermanos de manada se dedicaron a comprobar qué había al otro lado de las puertas que él había dejado atrás. Cuando terminaron su rápida inspección, Canción-Oculta llegó a él en forma Lupus para comunicarle sus hallazgos: cinco habitaciones vacías, una sala de televisión, unos aseos y un almacén. No habían descubierto nada de interés a excepción del olor corporal de Sigue-el-Rastro, que llegaba hasta ese punto.

Faruq acarició un par de segundos la cabeza lobuna de su hermano con aire ausente y luego salió de su cobertura, acercándose con timidez al pie de las escaleras de mármol. Pudo comprobar que el pasillo debía tener una forma de U invertida, aunque no escuchó ni vio nada que le causase alarma. Hizo un gesto apremiante con su mano derecha al resto de la manada y ellos fueron abriendo una a una las puertas que quedaban. Descubrieron así cinco habitaciones más, dos de ellas usadas recientemente, dos salas de duchas separadas y un almacén casi completamente vacío.

Lars, Voz-de-Plata y Crow volvieron en forma Crinos con las manos vacías. Canción-Oculta se dedicó a olfatear el suelo. El olor de Sigue-el-Rastro subía las escaleras, pero impregnaba con más fuerza aún el montacargas. El alfa les comunicó sus descubrimientos con una serie de pequeños gruñidos quedos. La disyuntiva que se les presentaba era obvia.

-Vayamos al montacargas-, susurró Voz-de-Plata sin necesidad. -Es el rastro más reciente de Randolph.

Faruq se acercó al aparato para echarle un vistazo más de cerca. A pesar de la falta de luz dentro del edificio, pudo darse cuenta de un detalle fundamental.

-No está en este piso-, susurró.

-Pues llámalo-, le dijo Crow.

-¿Y si alertamos a los guardias del edificio?-, preguntó encarándose con el Ahroun. -A lo mejor eso fue justo lo que le pasó al propio Randolph.

-Entonces por las escaleras-, gruñó Canción-Oculta.

La oscura sombra del Ragabash ya estaba deslizándose por los escalones sin hacer el menor ruido antes de que el alfa terminase de hablar. La planta superior tenía un diseño exactamente igual que la que acababan de dejar abajo. Faruq tuvo una intuición y se acercó al montacargas mientras sus hermanos cubrían los extremos del pasillo.

-Mierda-, susurró sin poder evitarlo.

-¿Qué ocurre?-, le preguntó Lars nervioso.

-El montacargas tampoco está aquí-, le respondió. -El edificio no tiene más pisos, así que debe de tener algún nivel subterráneo.

-Al final tendremos que coger el montacargas-, murmuró Crow.

-¡Silencio!-, gruñó Canción-Oculta de improviso.

El alfa tenía las orejas alzadas, como si estuviese escuchando algo que nadie más pudiese oír. Sus hermanos se tensaron y vigilaron con más atención los extremos de los pasillos en busca de enemigos. No parecía que hubiera nadie. Sin embargo, el Colmillo Plateado olfateó el aire, captando algún nuevo olor.

-Hay una persona durmiendo en una de las habitaciones del fondo-, les comunicó lo más bajo que pudo.

El resto de la manada se acercó al extremo derecho del pasillo que estaban vigilando Canción-Oculta y Voz-de-Plata. Seguían sin escuchar nada, pero no era extraño. La forma Crinos estaba especializada para el combate, no para la caza, y los oídos homínidos, bueno, resultaban inútiles para detalles tan minúsculos como ese. De todas formas, Faruq se adentró despacio en el pasillo y caminó prácticamente hasta llegar al final. Solo entonces escuchó unos sonidos ahogados que provenían de la puerta izquierda. Crow y Canción-Oculta se pusieron a su altura, mientras Lars y Voz-de-Plata vigilaban la retaguardia.

Con cautela, Faruq intentó abrir en silencio la puerta. No tuvo éxito, puesto que estaba cerrada con llave. El Ragabash sonrió con malicia y se concentró para utilizar el último truco que había aprendido de un espíritu de mapache: un don llamado Abrir Sello. Tras unos pocos segundos de espera, un pequeño chasquido hizo que la puerta se entreabriera por sí sola. El Caminante Silencioso la abrió del todo. Al otro lado vio una sencilla habitación en la que dormía un anciano vestido con bata blanca sobre la cama. Sobre él, colgaba una imagen enmarcada de Adolf Hitler, ataviado con un uniforme militar y el brazo en alto, al estilo del saludo fascista. La luz de la luna se filtraba por la ventana, iluminando también un sillón de terciopelo gris, un sencillo escritorio con una vieja máquina de escribir que debía tener al menos cincuenta años de antigüedad, estanterías llenas de libros y un armario ropero.

El Caminante Silencioso se acercó a la cama para ver observar mejor aquella figura indefensa y dejar pasar también a sus dos hermanos. El anciano dormía boca abajo, completamente vestido y luciendo una bata blanca de médico. De hecho, todavía tenía las gafas puestas, aunque torcidas en un ángulo extraño. Sus ronquidos eran ahogados, como si le costase respirar. Faruq volvió a mirar a lo alto de la pared. Su mirada coincidió con los fríos ojos del dictador alemán, sintiendo un súbito escalofrío. "¿Un médico nazi?", se preguntó en silencio sin comprender nada de lo que estaba pasando, mientras bajaba la mirada de nuevo hacia el débil anciano que dormía vestido en la cama.

-Cogedlo-, gruñó Canción-Oculta.

Su gruñido, aunque quedó, fue suficiente para perturbar el sueño del anciano, que se despertó de golpe y se dio la vuelta sorprendido. Sin embargo, los dos se lanzaron sobre él antes de que hacer cualquier otra cosa. Crow aferró sus brazos enclenques con sus poderosas manazas Crinos y Faruq tapó su boca para que no pudiese pedir ayuda. El anciano pateó la cama un par de veces con sus zapatos, intentando inútilmente quitárselos de encima, pero sus movimientos fueron tan inútiles como los de un gusano ensartado en un anzuelo. Cuando por fin se dio por vencido, dejó de resistirse y los miró a través de los cristales de sus gafas torcidas. Sus ojos parecían despedir llamaradas de odio. Estaba claro que la voluntad del anciano era más fuerte que su envejecido cuerpo. Más extraño aún, no parecía ser víctima del Delirio que atenazaba a los humanos cuando veían un hombre lobo en forma Crinos. El hecho de que no se hubiese meado ya encima decía mucho de su carácter.

-Pregúntale quién es y dónde está Randolph-, le pidió el alfa hablando en Garou.

-Si gritas, volveré a taparte la boca-, le amenazó Faruq mientras apartaba la mano a unos centímetros de la boca del anciano.

-¿Quién eres?-, le preguntó Crow al anciano con una voz gutural apenas humana que salía a trompicones de su boca Crinos llena de colmillos afilados. -¡Habla maldito!

-Soy el doctor Johann Heigkserg-, les confesó con un inglés fluido en el que apenas se distinguía un acento extranjero muy débil. -No me hagáis daño. Colaboraré con vosotros en todo lo que me pidáis, pero no me hagáis daño-, suplicó el anciano con voz quebradiza.

-¿Dónde está Randolph?-, le preguntó el Ragabash.

-¿Quién es Randolph?-, preguntó a su vez el anciano. Parecía asustado, y tal vez lo estuviese un poco, pero no lo suficiente para despertarse indefenso frente a tres hombres lobo.

-Uno de los nuestros-, le explicó con la máxima brevedad Faruq. -Se intentó colar en este edificio hace dos horas.

-Lo lamento, pero no sé quién es ni dónde está-, murmuró el buen doctor.

-¡Miente!-, gruñó Canción-Oculta en el idioma Garou.

-¡Estás mintiendo!-, gruñó Crow. -Voy a arrancarte esa lengua de serpiente que tienes, luego las piernas y por último los brazos. Luego te abriré el vientre con mis garras y dejaré que veas cómo tus vísceras bañan el suelo.

-¡No, no!-, suplicó el anciano negando con la cabeza. -¡Está abajo, está abajo!

-¿Qué hay abajo?-, exigió saber el Ragabash.

-El laboratorio y las celdas de contención-, respondió rápidamente el doctor Heigkserg. -Cuando capturamos al intruso, lo encerramos en una de las celdas. Yo vine a descansar después de eso.

-¿Cuántos guardias hay abajo?-, preguntó Crow con su voz gutural.

-Uno, lo juro-, respondió su prisionero. -El intruso había matado al otro antes de ser apresado.

-¿Bajáis a ese nivel subterráneo usando el montacargas?-, preguntó Faruq.

-Sí, eso es-, respondió el hombre solícito. -Si queréis llegar allí, necesitaréis una llave especial. La tengo en el bolsillo derecho de mi bata.

Faruq hurgó en todos los bolsillos de su bata con su mano libre. El anciano tenía pañuelos de papel, caramelos mentolados, tres bolígrafos de distintos colores y... sí, un pequeño llavero con tres llaves metálicas.

-Crow, vete a avisar a Lars y Voz-de-Plata de lo que hemos descubierto-, le pidió Canción-Oculta. -Luego registrad con cuidado el resto de las puertas. Aseguraros de que no hay nadie más en este piso. Faruq y yo seguiremos interrogando al anciano.

El Fianna hizo lo que le pidió y soltó los brazos del anciano. Luego abandonó la habitación haciendo menos ruido del que cabría esperar para una mole de su tamaño. Canción-Oculta no se movió del sitio que ocupaba, pero cambió a forma Homínida para poder hablar con libertad.

-¿Qué hace Pentex en este lugar?-, preguntó sin rodeos.

El anciano se mordió ligeramente el labio inferior y apartó la mirada de los dos hombres lobo durante unos breves segundos. Faruq le agarró la barbilla y le obligó a mirarlos de nuevo.

-Si os cuento todo lo que sé, ¿me dejaréis con vida?-, les preguntó atrevido.

-No puedo prometerte tal cosa-, respondió Canción-Oculta, -pero si juegas limpio con nosotros podrías ganarte esa posibilidad o, en el peor de los casos, conseguir una muerte rápida. Sin embargo, si intentas volver a engañarnos, y ten en cuenta que lo sabré inmediatamente, dejaremos que el hombre lobo que se acaba de marchar haga todo lo que quiera contigo.

-Está bien, colaboraré-, respondió el anciano derrotado. -El piso subterráneo es una laboratorio secreto del Proyecto Ilíada destinado a la investigación, experimentación y procesamiento de nuevas razas de fomori.

-¿Qué es el Proyecto Ilíada?-, preguntó Faruq con curiosidad.

-Es un departamento dentro de Pentex que se especializa en crear fomori para poner esa criaturas al servicio de la corporación como vigilantes de seguridad en sus instalaciones más importantes o, en el caso del frente del Amazonas, como carne de cañón en esa guerra.

-¿Quieres decir que vosotros los "fabricáis"?-, preguntó sorprendido el Ragabash.

-Sí, eso es lo que acabo de decir-, respondió el prisionero.

-¿Cuántas instalaciones como esta tiene Pentex? ¿Dónde están?-, exigió saber Canción-Oculta.

-No sé dónde están. El Proyecto Ilíada está clasificado como alto secreto y la política de la corporación es que los empleados sepan únicamente la información suficiente para desempeñar su trabajo. Creo que debe haber una veintena de "ranchos", como los llaman los ejecutivos, solo en Estados Unidos, aunque la compañía probablemente tenga más en Canadá, México y la Unión Europea.

Faruq evitó a duras penas que se le escapase un silbido de sorpresa ante la magnitud de las operaciones de Pentex. No le extrañaba que los Garou que trataban de defender los Pulmones de Gaia, cayesen como moscas ante la horda de fomori armados que estaba intentando de deforestar y corromper toda la cuenca del Amazonas.

-¿Y tú?-, preguntó el Ragabash. -¿Qué haces en este laboratorio?

-Soy el científico jefe y tengo una acreditación de seguridad de nivel azul. Eso significa que soy el responsable de todas las investigaciones que se llevan a cabo aquí.

-¿Así que tú eres el mandamás del James Harkson?-, preguntó Faruq.

-Si, así es.

-¿Dónde están el resto de los empleados?-, quiso saber el Philodox.

-La mayor parte del personal contratado mantiene las actividades diarias del James Harkson Medical Centre y trabajan a turnos. Nuestro laboratorio secreto sólo necesita dos científicos y cuatro ayudantes para continuar sus experimentos. Mis subordinados prefieren dormir en Ellensburg y en los pueblos vecinos antes de pasar una sola noche aquí. Supongo que prefieren descansar lejos de los experimentos que realizan durante el día.

-¿Y tú no?-, le preguntó Faruq.

-Yo estoy hecho de otra pasta. Viví la Segunda Guerra Mundial. Sobreviví a un campo de prisioneros soviético. Después de los quince largos años que pasé allí encerrado, unos cuantos monstruos babeantes norteamericanos no me asustan en absoluto.

-¿Qué hacías durante la guerra?-, preguntó Canción-Oculta con frialdad.

-Fue asistente del doctor Werner Heyde, aunque si lo que quieres saber es cuáles fueron mis "crímenes de guerra", puedo decirte que participé en varios experimentos penales con seres humanos así como en dos programas eugenésicos del gobierno nazi.

-¿Te arrepientes de tus crímenes?-, le preguntó Faruq sinceramente interesado.

-No-, respondió secamente su prisionero. -Los experimentos alemanes y japoneses contribuyeron enormemente al desarrollo de la ciencia médica y la investigación genética. El hecho de que no se reconozcan nuestros esfuerzos durante la guerra no es más que una hipocresía propagandística.

Faruq se mordió la lengua para no replicar una respuesta mordaz al monstruo con apariencia humana que les estaba hablando. Necesitaban que su prisionero se confiase y soltase la lengua todo lo que pudiesen., para lo cual tenían que dejarle escupir su veneno libremente por ahora. Canción-Oculta también debía opinar lo mismo que él, porque le hizo una nueva pregunta:

-¿Cómo llegaste a los Estados Unidos?

-Gracias a los propios Estados Unidos, por supuesto-, respondió el anciano sonriendo. -Cuando me sacaron del campo de prisioneros, los soviéticos me ofrecieron un trabajo en un hospital en la República Democrática. Estuve viviendo unos años en Dresde, hasta que se puso en contacto conmigo un colega berlinés que estaba bajo la nómina de la CIA. Los norteamericanos organizarían mi fuga y me darían la nacionalidad norteamericana a cambio de que revelase toda la información que sabía sobre nuestros experimentos durante la guerra. Accedí inmediatamente a pesar de los numerosos peligroso de ser descubierto, por supuesto. Al año siguiente, mi colega volvió con un pasaporte falso y crucé sin problemas el Checkpoint Charlie. Después de eso estuve trabajando dos años directamente para el Pentágono en Washington. Luego, me retiré pero Pentex dio conmigo de alguna forma.

-¿Cómo te reclutaron?-, preguntó Faruq esta vez.

-Dos representantes de la corporación se plantaron en mi casa en Montana y me explicaron todo lo que estaban haciendo. Luego me dieron la oportunidad de participar en sus experimentos. Sabían que la oferta sería demasiado tentadora para que me negase.

-Muy bien. Hasta que vuelvan nuestros compañeros, nos vas a contar todo lo que sepas sobre tus colegas, los que duermen lejos de este hospital-, le aseguró Canción-Oculta en un tono frío pero exigente que no admitía discusión.

-¿Y luego?-, preguntó esperanzado el doctor Heigkserg.

-Luego nos acompañarás hasta la celda donde tenéis encerrado a nuestro amigo.

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