viernes, 4 de abril de 2014

BC 13: EL ORÁCULO MENTIROSO


"Vinieron a buscarme cuando estaba consultando algunos escritos muy interesantes acerca de la dimensión psíquica que los autores mortales denominan indistintamente Empíreo, Disformidad o Inmaterium. Gracias a estas obras olvidadas pude comprender mejor la naturaleza de esta dimensión paralela, sus interacciones con el espacio real y el influjo que pueden ejercer sus mareas en el viaje espacial.
Sin embargo, Elika la Vidente interrumpió mi estudio para anunciarme que el Oráculo Mentiroso podía concedernos su audiencia, por lo que debíamos ir rápidamente a la Cámara de Akrinus, ya que Renkard Copax no era un hombre paciente. Hubiese respondido con mucho gusto que su amo debía esperar ahora unas horas para que pudiese prepararme, pero la presencia de Mordekay y el resto de los invitados en el pasillo me obligó a contener mi sarcasmo. Así pues, muy a mi pesar dejé en las mesas aquellas joyas perdidas de la sabiduría de antaño y seguí al grupo de vuelta a la Cámara de las Escaleras."

-.-

-Deberíais sentiros sumamente honrados, ilustres invitados-, decía Elika mientras subían por los peldaños de unas escaleras que ascendían en forma de rizo hasta confundirse con otros tramos por encima de sus cabezas. -Pocos hombres y mujeres han gozado del privilegio que supone una audiencia con el amo del Templo de las Mentiras. Por esta razón, vuestros modales deben estar a la altura de este gran honor. El Oráculo Mentiroso se toma muy en serio su posición y puede tener un comportamiento volátil cuando se siente ofendido.

-Nosotros también-, aseguró Lambo con una amenaza velada.

-Lo que quiere decir mi hermano es que actuaremos con la misma cortesía con la que seamos recibidos-, intervino Mordekay tratando de manejar la conversación de la mejor manera posible. Estaba dispuesto a escuchar lo que tuviese que decirles el Oráculo Mentiroso y negociar con él si fuese necesario, para lo cual necesitaba tener bajo control a Nodius y Lambo. De hecho, por ahora no les había contado nada acerca de sus pesquisas sobre los Ángeles Oscuros precisamente para que su sed de venganza no perturbase la inminente reunión que iban a tener con Renkard Copax.

-Estaremos a la altura de lo que se espera de nosotros-, lo apoyó Karakos en seguida.

-Me agrada oír eso, ilustre invitado.

El grupo continuó su camino en completo silencio. Cambiaron varias veces de tramo en las escaleras, encontrándose en ocasiones "subiendo" bocabajo, retrocediendo otras veces y caminando de lado sin darse cuenta. Los Astartes no tardaron en darse cuenta de que estaban desorientados, sin poder recordar con claridad el camino que habían tomado desde el principio. Afortunadamente, Elika les guiaba en aquel laberinto sin mostrar ninguna duda o vacilación, hasta que finalmente pudieron ver el mismo techo de la Cámara de las Escaleras, en donde había una gran trampilla cuadrada trabajada completamente en adamantium.


Al otro lado, descubrieron una inmensa cámara, de grandes vidrieras y un techo alto que estaba cubierto por un cono cristalino a través del cual pudieron atisbar en esos momentos un cielo oscuro lleno de oscuras nubes de tormenta y repentinos rayos de múltiples colores. Las paredes estaban ocupadas por numerosas estanterías y escaleras de tijeras, y el suelo, a su vez, parecía invadido por una gran variedad de alfombras, tapetes, pilas de libros polvorientos y hojas sueltas abandonadas.

Detrás de una ornamentada mesa de piedra sobre la que reposaba un enorme tomo abierto, estaba sentado un anciano vestido con túnicas de color medianoche y azul medianoche, con la capucha colgando apaciblemente desde los hombros. El poco pelo gris que le quedaba caía sobre los lados, hasta tocar los hombros de la túnica. Su rostro, envejecido y casi esquelético, mostraba todo tipo de cicatrices y laceraciones, una nariz alargada, un tosco ciberojo que dominaba el lado derecho de su cara y unos labios pálidos y mortecinos.


-Estos son vuestros invitados, amo-, anunció Elika la Vidente tras arrodillarse inmediatamente ante el Oráculo Mentiroso del Templo de las Mentiras.

-Déjanos-, murmuró Renkard Copax mientras hacía pasar una página del libro que tenía frente a él.

Elika se pudo en pie y abandonó inmediatamente la Cámara de Akrinus, sin dirigirles siquiera una última mirada de despedida. La mujer simplemente desapareció tras la trampilla, dejándola completamente cerrada una vez que se hubo marchado.

-Es una lástima que el futuro del Templo de las Mentiras descanse en una cosa tan patética, ¿no es cierto?-, murmuró el Oráculo Mentiroso hablando casi para sí. -Me parece vergonzoso que este ilustre lugar quede abandonado en manos tan incapaces. Afortunadamente no tendrá que ser el caso... y esa es parte de la razón por la que os he convocado aquí. Poneros cómodos. Venid. Tenemos mucho que discutir.

Los Astartes avanzaron confiados hasta colocarse a tan solo unos pocos pasos de la mesa. El anciano tenía un aire vulnerable e inofensivo, pero al mismo tiempo parecía lo bastante lúcido para poder sacar algo útil de él durante la reunión.

-Te saludo, Oráculo Mentiroso-, empezó a decir Mordekay reuniendo todas sus dotes diplomáticas, -y te doy las gracias en nombre de todos los presentes por habernos invitado a esta reunión.

-Tú debes de ser Mordekay, ¿verdad? Un líder sin linaje ni hogar al que regresar. Dime, ¿tu signo es el martillo?

El sargento, confuso, no supo que responder al principio, aunque una repentina inspiración le hizo coger el martillo energético que llevaba anclado magnéticamente a la espalda, en paralelo con el generador de fusión. Se lo había arrebatado de las manos muertas de un oficial de los Ángeles Oscuros leales a Lion El'Johnson con el que se había enfrentado en los combates de Osul. El arma desactivada descansaba sin estorbos sobre sus dos guanteletes blindados, casi como si hubiese sido forjada especialmente para él.

-Es y será mi signo-, respondió Mordekay levantando la mirada del arma al Oráculo Mentiroso.

-Y si pudieras elegir libremente tu camino, ¿cuál sería, poderoso guerrero?

-La venganza-, respondió el Astartes sin dudar.

-¿A qué vienen estas preguntas?-, quiso saber Nodius.

-Debo asegurarme de que sois las personas correctas para escuchar la profecía. ¿Por qué rechazaste tu don?

-Juré que no volvería a usar mis poderes psíquicos por lealtad al señor equivocado-, respondió el psíquico calibanita visiblemente malhumorado. -Después del Concilio de Nikaea, nos hicieron creer que nuestro don era algo perverso y nos obligaron a renegar de él.... Todo eso ha quedado atrás.

-¿Y tus poderes te sirven para alterar o leer los pensamientos?

-Habéis errado Oráculo Mentiroso. Mis poderes psíquicos me permiten dominar las llamas a voluntad.

Nodius hizo un gesto teatral hacia una vela encendida en el suelo. La llama saltó de la mecha y se extinguió antes de tocar el suelo. A continuación el calibanita miró al Oráculo Mentiroso con un desafío evidente en sus ojos, pero Renkard Copax estaba demasiado ocupado releyendo apresuradamente otra página del libro que tenía abierto mientras asentía para sí mismo con una sonrisa satisfecha.

-Acabemos cuanto antes con esto-, bufó Lambo. -Hazme tus preguntas.

-Sea entonces, guerrero. Sé sincero. ¿Qué sientes cuando matas a tus enemigos?

-Desprecio-, respondió el Astartes tras pensárselo unos segundos. -Solo desprecio.

-¿Por qué?

-Porque no han estado a mi altura, no han sido un verdadero reto.

-Pero, a pesar de tu evidente orgullo, ¿has cometido algún acto del que te arrepientes, verdad?

Lambo lo fulminó con la mirada al escuchar la inesperada pregunta y, aunque ninguno de los presentes pudo ver la mueca amargada que apareció en sus labios, el silencio que siguió fue más elocuente que cualquier respuesta que hubiese ideado. Entretanto, el Oráculo Mentiroso no rehuyó su mirada, sino que aguardó pacientemente a que el Astartes respondiese.

-Sí-, gruñó por fin el calibanita a través de su yelmo. -Me arrepiento de haber apoyado la secesión de Caliban. Nuestros actos condenaron a muerte miles de compatriotas en los fuegos de la guerra. Si no hubiese sido tan estúpido, habría tratado de evitarlo... pero ahora mis manos están tan manchadas de sangre inocente como las de Luther o Lion El'Johnson.

Mordekay miró conmovido a su hermano al darse cuenta de la carga que Lambo soportaba sobre sus hombros. No comprendía su necesidad de culparse a sí mismo por los crímenes cometidos por el Imperio, aunque era consciente del daño que podían causar a largo plazo ese tipo de heridas emocionales incluso a un Astartes. "Cuando termine esta reunión, debo hablar con él largo y tendido", decidió el sargento en silencio.

-Entonces sólo queda uno más-, murmuró Renkard Copax antes volver su mirada hacia Karakos. -¿Por qué buscas la iluminación?

-Para reclamar mi derecho legítimo a la inmortalidad y ocupar mi lugar en el océano eterno de la Disformidad, gran Oráculo-, respondió rápidamente el antiguo bibliotecario de los Cráneos Plateados.

El Oráculo Mentiroso asintió para sí mientras hacía retroceder las páginas del libro hasta encontrar un párrafo concreto en las primeras páginas. A continuación su cara mostró una fea sonrisa que dejó al descubierto sus dientes ennegrecidos. Iba a decir algo, tal vez una pregunta, pero fue interrumpido por un suceso inesperado. Una nube multicolor atravesó la cubierta del suelo a su izquierda y flotó a su lado, girando y retorciéndose constantemente. Karakos y Nodius concentraron sus sentidos en el ser para descubrir con un horror fascinado que se trataba de algún tipo de criatura demoníaca menor.

-Amo, han llegado los otros invitados-, susurró la rasposa voz del demonio, tan bajo que solo los oídos  de un Astartes hubiesen podido entender sus palabras con cierto esfuerzo.

Renkard Copax pareció dar un respingo cuando escuchó el mensaje de la criatura servidora. Durante unos escasos segundos, los Astartes pudieron atisbar una breve turbación en su rostro confiado, que desapareció rápidamente cuando el Oráculo Mentiroso hizo un gesto con la mano hacia la criatura demoníaca. Esta pareció comprender la orden de su amo y descendió de nuevo a través del suelo de la Cámara de Akrinus, hasta desaparecer por completo.

-¿Quiénes son los otros invitados?-, quiso saber Nodius.

-Otros... suplicantes-, murmuró casi para sí mismo mientras se ponía en pie. -No importa. En cualquier caso, os agradezco sinceramente vuestra paciencia y el tiempo que me habéis concedido. Creo que ya estáis listos para recibir una explicación y escuchar la Predicción del Torestus que os he prometido.

-Sí, tenemos muchas preguntas que hacerte-, asintió Lambo confiado.

En ese momento, el Oráculo Mentiroso empezó a trazar círculos con su dedo, bajando su mano hacia abajo mientras se reía a grandes carcajadas. Su dedo índice trazó una línea incandescente en el aire. Nodius y Karakos percibieron al unísono el uso de una gran cantidad de energía psíquica. "La profecía, al fin", pensó el antiguo bibliotecario con una enorme sonrisa en los labios. Justo a continuación, una luz iridiscente envolvió el cuerpo de Renkard Copax, y su misma imagen se volvió transparente e intermitente, como si fluctuase más allá de la realidad. Finalmente, el Oráculo Mentiroso se deslizó a través del suelo como lo haría el alma en pena de un fallecido hasta desaparecer por completo.

El rumbo de los acontecimientos dejó a los Astartes demasiado sorprendidos para poder reaccionar a tiempo cuando el cono cristalino que coronaba la Cámara de Akrinus se rompió con un fuerte crujido, derramando una fina lluvia de trozos de cristal que cayó sobre ellos sin causar ningún desperfecto en sus servoarmaduras. Flotando a través de las fuertes corrientes de viento, descendieron dos de las criaturas demoníacas con forma de raya, cargando cada una sobre su cuerpo con dos guardias y un sirviente del templo.


Mordekay se puso el yelmo rápidamente y cogió el martillo energético con ambas manos, intentando dar instrucciones de batalla a sus camaradas de armas. No obstante, ningún sonido salió de sus labios. Por su parte, Lambo y Nodius echaron mano inmediatamente a sus pistolas bólter y abrieron fuego sobre la primera criatura demoníaca. Los pequeños misiles autopropulsados impactaron contra el demonio sin hacer ruido, haciendo saltar fragmentos de cartílago, hueso y ectoplasma. Aquella cosa se desplomó inerte contra el suelo, aunque sus jinetes lograron evitar el caída saltando en el último segundo. Karakos aprovechó los valiosos segundos de supuesta calma para concentrarse en la energía de la disformidad, obligándola a fluir a su alrededor como una barrera protectora.

El segundo demonio tocó suelo de forma más controlada y permitió que los humanos se bajasen. Lambo y Nodius volvieron a concentrar otra ráfaga de proyectiles explosivos en su contra, reventándolo con un disparo afortunado. No obstante, una tercera criatura demoníaca entró volando por el agujero del techo y comenzó a planear hacia el suelo.

"¡A por ellos!", intentó gritar Mordekay al mismo tiempo que cargaba con el martillo en alto sobre los dos guardias que habían caído de la primera criatura. Los dos hombres trataron de apartarse de la mole blindada que se les venía encima. Solo uno tuvo suerte, ya que el otro acabó empujado y convertido en un amasijo irreconocible de carne y metal cuando el martillo energético aplastó su espalda para terminar sobresaliendo por el pecho. El guardia que se había librado del ataque interpuso el filo de su guja y trató de ensartar con ella al Astartes, aunque su ataque se quedó a tan solo unos centímetros del blanco. El tercer humano, aparentemente un sirviente del templo, alzó sus manos señalando a Mordekay. Un mortífero rayo de energía negra saltó en línea recta desde sus temblorosos dedos, penetrando con facilidad las placas protectoras de la servoarmadura de Mordekay y provocando una quemadura grave en su pecho. Karakos abriendo fuego con su propia pistola bólter sobre el osado psíquico que había intentado matar a Mordekay. El disparo alcanzó el blanco, destrozándole el pecho y la cara.

El tercer demonio tocó el suelo y dos guardias humanos bajaron inmediatamente. En lo alto de la Cámara de Akrinus, un cuarto demonio entró planeando a través del agujero abierto en la bóveda acristalada. Lambo disparó al tercer demonio, errando el tiro por muy poco. Nodius, en cambio, le impactó entre los ojos cuando la cosa intentaba levantar el vuelo. Los guardias supervivientes que habían venido con el segundo demonio cargaron en su dirección, mientras otro psíquico conjuraba un nuevo rayo negro mientras gesticulaba palabras que no pudieron escuchar por el silencio sobrenatural que reinaba en la Cámara de Akrinus. En cualquier caso, el brujo no tuvo tiempo para terminar su hechizo, dado que otro disparo de la pistola bólter de Karakos segó con facilidad su vida, mientras en la otra parte de la sala Mordekay barría el aire con su hacha energética y el último guardia con el que se estaba enfrentando murió empotrado contra una estantería.

Temblando con una maliciosa anticipación, el tercer demonio cargó contra ellos, aunque Lambo consiguió apartarse justo a tiempo de su embestida. Nodius ignoró al demonio y se concentró en los dos guardias que también estaban cargando contra su posición. Usando el poder de su mente, manifestó una llama ardiente en su guantelete, lista para ser desatada sobre los hombres cuando estuviesen más cerca. Karakos intervino en ese momento, empuñando su espada psíquica, que hundió en el costado del demonio, matando su cuerpo terrenal y desterrándolo temporalmente del reino físico.

A modo de siniestra invitación, el cuarto demonio simplemente se posó cerca de Mordekay, dejando descender a los guardias que transportaba. El Astartes aceptó el reto y atacó de frente al ser demoníaco. Alzó con las dos manos su hacha energética mientras pronunciaba una sarta de silenciosas maldiciones calibanitas. Pese a que intentó alzar el vuelo, el demonio terminó aplastado entre los guardias.

La poderosa voluntad de Nodius liberó todo el poder de la piromancia. Las llamas saltaron de su guantelete, cubriendo los cuerpos de los dos guardias más cercanos, cuyos últimos gestos desesperados dieron buen testimonio del tormento sufrido antes de desplomarse sobre el suelo. A su lado, Lambo soltó la pistola bólter y cogió su nueva hacha sierra, que tembló hambrienta en sus manos cuando la activó.

Con la batalla prácticamente bajo control, Karakos corrió para auxiliar a Mordekay, que estaba tratando de evitar que sus enemigos pudiesen rodearlo como a una bestia acorralada y ensartarla con sus gujas. Un golpe afortunado de una de estas armas había impactado contra su servoarmadura, liberando una descarga de corriente eléctrica que lo había aturdido visiblemente. Karakos empujó a uno de los guardias y se interpuso entre ellos y Moderkay, asestando estocadas al aire con el objeto de alejarlos del calibanita.

Lambo estaba listo para saltar sobre los guardias que venían hacia ellos, cuando captó un movimiento borroso por el rabillo del ojo izquierdo. Se apartó justo a tiempo para evitar una estocada letal que hubiese penetrado entre las juntas de su servoarmadura. Maldiciendo para sus adentros, el Astartes se volvió para enfrentarse a su nuevo enemigo: una mujer envuelta en una túnica roja bordada con complejos símbolos dorados y armada con una espada negra inscrita con runas llameantes. "¡Este será el último error que cometerás en tu vida, asesina!", quiso gritarle Lambo con todas sus fuerzas.

Nodius volvió a recurrir a su poder sobre las llamas que danzaban entre los cadáveres de los inconscientes que habían osado hacerles frente. Uno de los enemigos cayó envuelto en el abrazo ardiente del fuego, mientras se arrastraba inútilmente por el suelo. Sus dos compañeros, sin embargo, salieron ilesos y atacaron al psíquico con golpes extremadamente certeros. Nodius pudo apartarse del filo de una de las gujas, pero la otra le alcanzó de lleno a la altura del muslo y lo dejó fuera de combate durante unos dolorosos segundos con una poderosa descarga eléctrica.

Un golpe de guja impactó en el pecho de Karakos, aunque su barrera telequinética impidió que llegase a tocar su servoarmadura. Karakos devolvió el ataque con un barrido horizontal. Su espada se abrió camino a través de la armadura escamosa del guardia y se adentró en la carne blanda que había debajo de sus costillas. A su espalda, Mordekay volvió a alzar el martillo y aplastó a un segundo guardia. El tercero empezó a retroceder, seguido de cerca por el antiguo bibliotecario, cuyos ojos únicamente prometían una ejecución inmisericorde.

Arrojando por la borda toda precaución, Lambo se lanzó contra su rival, arrojando un único golpe de su hacha sierra en un ataque desesperado por matarla antes de que pudiese contraatacar. La mujer era ágil, muy ágil. Vio venir el golpe e intentó apartarse de su trayectoria. No obstante, Lambo contaba con ese movimiento, por lo que fue abriendo el golpe a medida que extendía los brazos. Los dientes del hacha sierra se hundieron en el cuello de la asesina, decapitándola de una sola acometida.

Los guardias que habían noqueado a Nodius estaban intentando ensartarlo con sus gujas para rematar el trabajo, clavando las puntas de sus armas en las juntas de la servoarmadura del indefenso Astartes. Uno de ellos encontró una grieta útil en la gorguera del calibanita y estaba a punto de aprovechar su oportunidad cuando Mordekay lo aplastó contra el suelo con un golpe del hacha energética. El otro intentó vengar a su compañero, pero su guja sólo aguijoneó el aire. Lambo hundió el hacha sierra en su espalda de forma siniestra y eficaz.

No descendieron más enemigos para enfrentarse a ellos, aunque persistía el fenómeno de la falta de sonido. Comunicándose con gestos, Mordekay ordenó a Lambo que se apostase junto a la trampilla y aguardase allí. Luego, ayudó a Nodius a incorporarse. Su hermano parecía estar en un estado razonablemente operativo. Karakos se acercó a ellos despacio sin dejar de vigilar el techo en todo momento.

El sargento de la escuadra Laquesis le hizo un gesto para que aguardasen. Su cuerpo ardía de furia por la traición del Oráculo Mentiroso, aunque era consciente de que todas las desventajas que les amenazaban: sus servoarmaduras estaban en mal estado, sufrían escasez de munición y estaban en una amplia inferioridad numérica. El curso de acción más lógico consistía en salir cuanto antes del Templo de las Mentiras y regresar a Cuerpo Putrefacto. "Pero antes quiero dejar un recuerdo personal a ese bastardo", pensó Mordekay mientras caminaba hacia la mesa alzando el martillo.

"¡Va a destruirlo!", se dio cuenta Karakos. Actuando sin pensar, concentró sus poderes telequinéticos en el libro que había consultado el Oráculo Mentiroso. Su mente imaginó que sus manos lo cogían con fuerza y lo empujaban en su dirección. El libro sorteó a Mordekay y voló directamente en su dirección, aterrizando sobre sus manos blindadas. El golpe del hacha energética quebró en silencio la mesa, haciendo saltar fragmentos de piedra en todas las direcciones.

Furioso más allá de toda medida, Mordekay se dio la vuelta dispuesto a enfrentarse a él para destruir el libro, pero Karakos hizo un gesto que esperaba que fuese conciliador y luego le intentó explicar que ahora el libro le pertenecía. El sargento calibanita asintió finalmente de mala gana, ordenándoles a Nodius y él que avanzasen hacia la trampilla. "Me necesitan tanto como yo los necesito a ellos", se dio cuenta Karakos aliviado. "Ahora sólo tenemos que escapar juntos de este lugar"

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