viernes, 11 de abril de 2014

BC 15: HUÍDA DE KYMERUS


Una oscura polvareda alertó a los pocos habitantes que no estaban trabajando en las minas de que un vehículo se estaba acercando rápidamente a su ciudad. Deduciendo quiénes serían sus propietarios, la mayoría de las gentes se encerraron en sus casas igual que cuando esperaban la llegada de una fuerte tormenta de polvo. Otros, los más inteligentes y astutos, decidieron esconderse en refugios secretos entre las ruinas, hasta que los forasteros terminasen de hacer cualquier cosa que les hubiera llevado de vuelta a Cuerpo Putrefacto.

Cuando el Rhino estuvo lo bastante cerca del asentamiento, ya no se veía ni un alma en las "calles" y todas las puertas y ventanas estaban cerradas. Cuerpo Putrefacto parecía más que nunca un pueblo fantasma. Sin aminorar la velocidad, el transporte zigzagueó con torpeza a través de las ruinas que servían de viviendas, mientras el rugido de su motor ahuyentaba el ominoso silencio que reinaba allí. En su interior, los Astartes vigilaban las "calles" a través de las rendijas de disparo, buscando cualquier posible amenaza por ridícula que pareciese esa idea en un lugar como este.

Finalmente, el transporte se detuvo junto a la entrada del espaciopuerto. Respondiendo a un señal silenciosa, cuatro Portadores de la Palabra desembarcaron rápidamente del Rhino, dispersándose en solitario por las "calles". Karakos y los tres calibanitas permanecieron cerca del transporte, ya que sus nuevos aliados no les habían explicado qué pasaría a continuación.

-¿Qué están haciendo?-, preguntó Lambo con curiosidad y sospecha a partes iguales.

-No tengo ni idea-, le respondió Nodius.

Desde su posición, vieron a uno de los Astartes de servoarmaduras granates echar abajo a patadas la puerta de una vivienda e irrumpir como una bestia furiosa en su interior. A continuación pudieron escuchar con suma claridad los angustiados gritos de terror de sus propietarios. Sucesos similares se produjeron por otros lugares del asentamiento. Segundos después, los Portadores de la Palabra empezaron a regresar arrastrando con ellos en contra de su voluntad a hombres, mujeres y niños.

-¡Formad un círculo para que no huyan!-, les ordenó Corvis.

-Los quieren como esclavos-, dedujo Lambo. Estaba hablando en calibanita para que sólo sus dos hermanos pudiesen entender sus palabras. -No deberíamos apoyar esto.

-¿Qué hacemos, sargento?-, preguntó Nodius.

-Hablaré con Corvis-, les respondió Mordekay. En su fuero interno, el sargento comprendía los recelos de sus hermanos. Cuando los Ángeles Oscuros habían absorbido a la Orden, muchos de sus ideales caballerescos se habían infiltrado en los códigos de conducta de la I Legión, entre ellos el repudio a la trata y el uso de esclavos humanos. -¿Qué pensáis hacer con estas personas, Corvis?-, preguntó cuando vio acercarse al líder de los Portadores de la Palabra con dos niños cautivos, que tenían el rostro cubierto de polvo y lágrimas.

-Son el precio de vuestro pasaje, Mordekay.

-Es inaceptable-, murmuró Lambo en calibanita a su lado.

-¿No existe otra forma de pago?-, preguntó receloso el último sargento de la escuadra Laquesis. -Podemos ofrecer alguna de nuestras armas y munición o nuestros servicios militares, si fuera necesario.

-Los capitanes de las naves doradas sólo aceptan pagos con mercancías humanas y, si no les llevamos lo que piden, no os permitirán subir a su navío.

-Parece algo razonable-, intervino Karakos.

-¿Y qué nos impide apoderarnos de su lanzadera y tomar su navío por la fuerza de las armas?-, preguntó Nodius en voz alta usando el gótico terrano.

-Podríais intentarlo, es cierto. Si lo hacéis, no os ayudaremos... pero tampoco nos opondremos a vuestros actos. Hasta que mi amo decida que sois aquellos de los que habla la Profecía, los Portadores de la Palabra debemos permanecer neutrales. En cualquier caso, ya no queda tiempo. Debéis tomar una decisión.

-¿Qué decís?-, preguntó Mordekay volviéndose hacia sus compañeros.

-Tomemos su nave espacial-, se reafirmó Nodius.

-Estoy con él-, asintió Lambo sin demasiado entusiasmo, -pero también entiendo que estamos heridos, faltos de munición y Nodius ha perdido su servoarmadura. Por eso apoyaré cualquier decisión que tomes, hermano sargento.

-¿Y tú que dices, Karakos?

-Nuestra situación es crítica. Paguemos su precio-, respondió el antiguo bibliotecario tras unos segundos.

-Estoy de acuerdo-, asintió Mordekay. -Formad el círculo y no dejéis que escape ninguno.

Sus compañeros hicieron lo que les ordenó y los Portadores la Palabra, que habían aguardado en completo silencio hasta ese momento, tomando sin duda buena nota de todo cuanto decían, comenzaron a soltar a sus prisioneros dentro del círculo. A continuación, regresaron a las viviendas y trajeron más cautivos. Hicieron más viajes, trayendo siempre consigo más vidas humanas llenas de esperanzas y miedos, que se veían de pronto condenadas a la esclavitud y a una suerte incierta. "El destino es capaz de obrar con gran crueldad", pensó Lambo al vigilar a la veintena de prisioneros mientras ignoraba al mismo tiempo sus súplicas desesperadas.

-¡Tú no!-, exclamó de repente Mordekay sacando del círculo de futuros esclavos a uno de los jóvenes de la familia Guantequemado cuando lo trajo uno de los Portadores de la Palabra. -Los tuyos nos han hecho un gran servicio. Eres libre. ¡Vete!

El muchacho obedeció sin pensárselo dos veces, huyendo a la carrera tan rápido como se lo permitieron sus dos jóvenes piernas. El Portador de la Palabra que lo había traído hasta allí se quedó quieto, mirando fijamente a Mordekay. El sargento calibanita le devolvió la mirada desafiante, dispuesto a pelear con él si fuese necesario. No obstante, el Astartes de servoarmadura granate apartó la mirada y volvió a ocuparse de conseguir más esclavos. Cuando volvió, lo hizo trayendo consigo una mujer joven que estaba en un avanzado estado de embarazo. La dejó con mucho cuidado dentro del círculo y luego miró desafiante a Mordekay antes de volver a marcharse.

-.-

"Cuando los Portadores de la Palabra estimaron que tenían suficientes cautivos para comprar el precio de nuestro pasaje, habían reunido ya unas cuarenta personas de ambos sexos y todas las edades, desde ancianos a niños pequeños. Diez seres humanos por cada uno de nosotros para pagar un simple viaje espacial. En ese momento tomé conciencia de que la vida tal como la habíamos conocido se había extinguido por completo. Lo único que podíamos hacer ahora era luchar por sobrevivir en este mundo futuro, lleno de brutalidad e ignorancia, pagando el precio que fuese necesario para seguir avanzando.
El navío en el que íbamos a embarcar poseía una lanzadera pesada de carga, que aterrizó en uno de los descuidados hangares del espaciopuerto de Cuerpo Putrefacto. Corvis exigió que él y sus Portadores de la Palabra subiesen a bordo en primer lugar con la mitad de la carga, para convencer personalmente al capitán del nuevo trato. Nosotros subiríamos en el segundo viaje, junto con el resto de los esclavos y el Rhino de los legionarios traidores. Faltos de más opciones, tuvimos que ceder nuevamente a su propuesta.
Lenta y con escasa maniobrabilidad, la barcaza de carga tardó más de una hora en volver a por nosotros. Creo que no exagero cuando digo que a todos se nos pasó por la cabeza que los Portadores de la Palabra nos habían traicionado, abandonándonos a nuestra suerte en Kymerus. Eso sin duda complacería a los nuevos amos del Templo de las Mentiras, que estarían ansiosos de vengar la reciente muerte de Renkard Copax. Sin embargo, la barcaza regresó por fin como una estrella fugaz en un horizonte que se iba oscureciendo poco a poco, adoptando una tonalidad cada vez más fría y azulada mientras Elorum comenzaba a despuntar en el horizonte.
Después de embarcar el Rhino y obligar a los desesperados esclavos a subir en contra de su voluntad, el transporte orbital se puso en marcha a pesar de las fuertes quejas de sus motores. La nave tembló como una persona presa de las fiebres y todos nuestros prisioneros gritaron de puro terror durante más de treinta minutos, el tiempo que tardamos en salir de la atmósfera de Kymerus y entrar en el hangar de la nave dorada.
Cuando desembarcamos, sentí un intenso escalofrío que heló toda la sangre de mi cuerpo. Mis sentidos sobrenaturales percibieron concentraciones anómalas de energía disforme en el navío en el que acabábamos de aterrizar, así como rastros de energías demoníacas y lo que parecían ser almas humanas aprisionadas en su casco dorado. Nunca me había encontrado con un fenómeno semejante.
Corvis nos estaba esperando allí para recibirnos, por supuesto. Nos explicó que el capitán había aceptado gustosamente nuestro pago, ordenando que se hiciesen los preparativos necesarios para que fuésemos alojados en la misma bodega en que se alojaban los Portadores de la Palabra, aunque puso como única condición que no saliésemos de nuestro espacio de alojamiento durante la travesía.
Terminadas las explicaciones oportunas, Corvis nos guió por los pasillos mientras los tripulantes del navío dorado se hacían cargo de los esclavos que les habíamos traído. "Singulares" es la palabra que emplearía si tuviera que describir a esos marineros, ya que ninguno de ellos parecía tener más edad que treinta años, situándose la mayoría en torno a los veinte o incluso menos aun. Tampoco tenían cicatrices ni marca alguna que afeasen sus cuerpos, y vestían con ropajes finos y elaborados, más propios de cortesanos que de la tripulación de un navío espacial.
Sin poder contener por más tiempo mi curiosidad, pregunté directamente al Portador de la Palabra acerca de las anomalías que percibía en el extraño metal dorado del que estaba forjado la nave y la sorprendente juventud de sus tripulantes. Una siniestra sonrisa torció los labios del rostro de Corvis cuando me respondió con aparente sencillez: "los q'salianos son célebres forjadores de almas y todos sus artefactos están hechos con esas extrañas artes."

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