martes, 22 de abril de 2014

BC 16: LA PROPUESTA DEL EXILIADO


"Permanecí inconsciente casi veinticuatro horas desde el momento en que nuestro navío entró en la Disformidad para iniciar el viaje fuera del sistema Kymerus y escuché con asombrado terror los gritos torturados de miles de millones de almas gritando al unísono su agonía. Aquel mar de lamentos y sufrimientos abrumó todo mi ser, arrastrándome en su locura durante esas largas horas hasta que pude recuperar la consciencia y sentir de nuevo mi cuerpo físico. A veces me pregunto cuál hubiese sido mi destino de haber tenido una voluntad más débil, más frágil, que me hubiese dejado completamente indefenso ante semejante fenómeno.
Los siguientes dos días los pasamos encerrados en las bodegas de la nave dorada, junto con los Astartes de la antigua XVII Legión, los Portadores de la Palabra. Mientras Mordekay aplicaba con nosotros un duro régimen de entrenamientos y ejercicios de combate que tenía como fin prepararnos para futuros conflictos, nuestros nuevos aliados ocupaban su tiempo en sesiones de meditación, lecturas impías, auoflagelación, sacrificios sangrientos y plegarias oscuras dirigidas a todos y cada uno de los malignos dioses conocidos en su conjunto como los Poderes Ruinosos. Con mucha cortesía, nos invitaron a unirnos a sus servicios religiosos en numerosas ocasiones, aunque Karakos fue el único que accedió a participar activamente en sus ritos, haciéndose evidente para todos nosotros que el antiguo Cráneo Plateado estaba demasiado ansioso por aprender sus viles enseñanzas.
Durante ese tiempo, Orick, la mascota que Lambo había traído consigo de Kymerus, no se separó de nosotros, aterrado como estaba por las infames prácticas de los Portadores de la Palabra y temeroso de cometer cualquier error que condujese a un violento castigo. Sin embargo, Mordekay se apiadó de esa desdichada criatura y comenzó a explicarle cómo debía reparar nuestras armas y armaduras, para convertirlo en el primer sirviente humano de nuestra escuadra.
Por otra parte, también mantuvimos intensas discusiones acerca de cuál sería nuestro siguiente movimiento, hablando siempre en calibanita para que nuestros aliados, tanto los Portadores de la Palabra como el mismo Karakos, no tuviesen la oportunidad de espiar nuestras decisiones.
Corvis nos había explicado previamente que la nave dorada había puesto rumbo a un planeta llamado Q'Sal, donde gobiernan los hechiceros-tecnócratas, famosos en todo el Vórtice de los Gritos por su habilidad en la forja de almas. El Portador de la Palabra también nos había explicado que la población planetaria, compuesta por fieles devotos de Tzeentch, el Dios de la Magia y la Transformación, estaba concentrada en tres grandes ciudades estado llamadas Surgub, Tarnor y Velklir, que competían encarnizadamente entre sí por el poder al mismo tiempo que colaboraban a regañadientes frente a cualquier tipo de amenaza externa.
Una vez que llegásemos a Q'Sal, nos dijo, tendríamos que movernos por nuestra cuenta, puesto que él y sus hermanos cogerían otro navío que les llevase directamente a Tumba Llameante, el mundo que los suyos usan como base de operaciones en el Vórtice de los Gritos.
Desde el principio, Mordekay vio la rivalidad constante entre las ciudades estado de Q'Sal como una excelente oportunidad para conseguir con rapidez pertrechos, armas y soldados dispuestos a luchar por nuestra causa. Ilusamente, nuestro sargento se imaginaba que sería fácil conseguir esos bienes ofreciendo al principio nuestros servicios como mercenarios y soldados de fortuna, hasta que llegásemos a un punto en que pudiésemos inclinar definitivamente la balanza de poder de los nativos en nuestro beneficio. Lambo pronto cayó presa de esas mismas ambiciones y, juntos, lograron convencerme para que apoyase sus propias aspiraciones.
También tantearon a Karakos cuando no estaba ocupado en los ritos religiosos de los Portadores de la Palabra ni estudiando del Torestus, el libro que había robado al Oráculo Mentiroso, ofreciéndole participar en nuestro plan a pesar de que les advertí encarecidamente de que el Cráneo Plateado sólo podría traernos problemas e incluso que podría traicionarnos sin miramientos llegado el caso. No obstante, mis advertencias cayeron en saco roto y Mordekay logró el apoyo parcial de Karakos para nuestra causa sin conseguir que jurase lealtad a nuestra unidad, lo que acrecentó todavía más mis sospechas contra él."

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Al tercer día, la puerta de acero dorado de la bodega se abrió con un sonido suave, casi sinuoso, y uno de los tripulantes de la nave, un q'saliano de unos veinte años, melena rubia que acariciaba sus hombros y finos ropajes de color esmeralda se acercó a nosotros durante un entrenamiento para anunciarnos que la nave había salido de la Disformidad y llegaría a Q'Sal en unas pocas horas. Su aviso llegó sin necesidad para Nodius, que había dejado de percibir los chillidos y lamentos de las almas torturadas que daban su nombre al Vórtice de los Gritos.

-Está bien-, asintió Mordekay al hombre. -Puedes irte.

-Hay una cosa más, señor. Un mensaje privado de otro de los pasajeros de esta nave-. El marinero aguardó  respetuosamente en silencio a que Mordekay le hiciese un gesto antes de continuar, cosa que el calibanita hizo rápidamente. -Su nombre es Marius. Ha conseguido que nuestro capitán acceda a preparar una reunión en el comedor de la nave. Dice que tiene una propuesta de negocios que redundará en vuestro beneficio.

-¿Ha dicho algo más?-, quiso saber Lambo.

-No, lo lamento. ¿Qué debo contestarle?

-Dile que nos reuniremos con él en dos horas estándar-, decidió Mordekay.

El marinero asintió y abandonó rápidamente la bodega, sin mirar atrás en ningún momento. La ansiedad que impregnaba sus palabras delataba su miedo, que sólo se hizo todavía más patente aun cuando prácticamente corrió hacia la puerta para escapar de la bodega.

-Parece que empieza el juego-, dijo el sargento en calibanita con una sonrisa carente de humor en su rostro severo. -Debemos causar el máximo efecto a ese Marius, por lo que acudiremos con nuestras armas y servoarmaduras. Lambo, ayúdame a ponerme la mía. Nodius, tú avisa a Karakos.

-No deberíamos dejar a Orick a solas con los Portadores de la Palabra-, dijo Lambo mirando de reojo a los otros Astartes. -Podría sucederle algún accidente irreparable.

-No te preocupes, hermano-, respondió Nodius. -Yo me quedaré con él.

-¿No prefieres venir a la reunión? Karakos podría quedarse y vigilarlo por nosotros.

-No confío de él-, respondió Nodius-, ni en sus tratos con los Portadores de la Palabra. Es mejor que me quede yo. Además, las reuniones formales nunca han sido de mi agrado.

-Está bien-, asintió Mordekay. -Quédate tú si es lo que quieres, pero avisa a Karakos.

El psíquico asintió alejándose unos pasos de sus hermanos. Seguía teniendo serias dudas acerca de la conveniencia de incluir a Karakos en sus planes, pero había recibido una orden directa y no pensaba cuestionarla en público, al menos por el momento. El Cráneo Plateado estaba sentado en el suelo a unos treinta pasos, con la espalda contra la pared, y el Torestus apoyado sobre sus rodillas. Parecía estar totalmente concentrando en la lectura, estudiando las retorcidas palabras de sus páginas agrietadas con suma atención.

-¡Eh, tú!-, lo llamó Nodius negándose a ofrecerle el mismo trato de cortesía que disfrutaban sus hermanos calibanitas. Como gesto final de desprecio, comenzó a hacerle señas con los dedos para que se acercase a él mientras le decía "ven aquí".

Karakos no hizo ningún gesto que delatase que había recibido órdenes de Nodius, pero cerró despacio el Torestus y se puso en pie con una calma deliberada, mientras miraba desafiante al psíquico calibanita.

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El comedor del pasaje era espacioso y lujoso, con sus paredes doradas cubiertas de pinturas que mostraban paisajes alienígenas y misteriosos signos arcanos que atrajeron inmediatamente las miradas curiosas de Karakos desde el mismo momento en que entraron por la puerta principal. Muebles  hechos con delicadas maderas y repletos con fuentes y menaje de lujosas vajillas completaban la sensación de opulencia, a pesar de que las robustas mesas y sillas para dar acomodo al pasaje habían sido apartadas contra las paredes para ofrecer el mayor espacio posible a los Astartes que iban a asistir a la reunión.

Tres personas les estaban esperando en completo silencio. Parecía que existía algún tipo de familiaridad formal entre ellas, pero su aspecto era tan diferente entre sí como lo era su comportamiento o su lenguaje corporal. Eso llamó la atención de los tres Astartes, aunque no supieron cómo interpretar lo que estaban viendo. No obstante, su entrenamiento militar les llevó a fijarse en la persona que pudiese ofrecer un mayor peligro en caso de que hubiese un combate.

Descartaron casi al mismo tiempo a la figura ataviada con una túnica rojiza bordada con símbolos arcanos dorados y el rostro cubierto por una capucha. Sin embargo, sus miradas sí alternaron nerviosas entre el hombre enfundado en una armadura caparazón de fabricación claramente imperial, que no lucía insignia alguna y que estaba armado con una espada sierra y una pistola láser sujetas al cinto, y lo que parecía una mujer de complexión esbelta vestida con un burdo y ajustado traje hecho con pieles humanas que sólo dejaba al descubierto unos orificios para unos ojos dorados como los de un felino, su boca llena de dientes afilados entre los que se vislumbraba una lengua bífida, los dedos rematados en garras ennegrecidas... y los carnosos labios que se intuían bajo su oscuro vello púbico.

Un aroma empalagoso y cálido, dulzón pero salado al mismo tiempo, parecía flotar pesadamente en el aire de la sala. Mordekay y Karakos lo percibieron en el mismo momento en que entraron en el comedor a pesar de tener el yelmo puesto. Ambos sintieron una repentina sensación de vértigo que les erizó toda la piel de sus cuerpos, estremeciéndolos con un insospechado deseo sexual que no habían experimentado desde sus días humanos anteriores a las terapias químicas y genéticas que los habían convertido en Astartes.

-Creo que esa mujer está poseída por un demonio-, susurró Karakos a través de la frecuencia de unidad de sus yelmos cuando sus sentidos psíquicos le hicieron estremecerse como había sucedido al contemplar a las criaturas de la disformidad que protegían el Templo de las Mentiras.

-Yo me ocuparé de ella si causa problemas-, respondió Lambo confiado.

-Déjanos a solas-, ordenó la figura encapuchada al marinero, que también se había visto afectado por el seductor aroma de la mujer poseída. Su voz sonaba con la misma cadencia y tonalidad que la de los tripulantes de la nave dorada, por lo que los tres Astartes supusieron que también debía ser un q'saliano.

La figura esperó a que el marinero se hubiera marchado todavía con una expresión adormecida en su rostro para adelantarse despacio a su compañeros y echar la capucha hacia atrás con sus manos, una de las cuales parecía una mano huesuda forjada con el mismo metal acerado de aspecto dorado con el que estaba forjado la nave espacial en la que estaban viajando. El rostro que se escondía bajo la capucha mostraba dos caras. La izquierda todavía era humana, con unas pocas cicatrices de aspecto envejecido, un ojo castaño y un pelo corto, de color oscuro. La otra, la derecha, era completamente artificial, forjada de nuevo con el mismo acero dorado, runas inscritas y un ojo artificial con una lente carmesí. El metal de esa segunda cara le cubría la mitad de la cabeza y parte de la garganta, despareciendo por debajo de los pliegues de su túnica rojiza.

-Bienvenidos, grandes guerreros. Mi nombre es Marius y os doy las gracias por haberme concedido el honor de reuniros conmigo. Permitidme que os presente a mis compañeros, Lede y Zenón.

-Gracias por tus amables palabras, Marius-, respondió el sargento calibanita mientras se quitaba teatralmente el yelmo. -Soy Mordekay, sargento de la escuadra Laquesis. Mis hermanos de armas se llaman Lambo y Karakos. ¿Por qué has solicitado unirte con nosotros?

-Para ofreceros una propuesta que será mutuamente beneficiosa, por supuesto. He escuchado que habéis asesinado al Oráculo Mentiroso en su fortaleza del Templo de las Mentiras, lo que me ha llevado a pensar que sois las personas adecuadas para hacer lo que tengo en mente.

-El rumor que has oído es cierto. El Oráculo Mentiroso está muerto. Yo mismo le arrebaté la vida con mi martillo, pero sólo lo hice porque había intentado asesinarnos a traición. Si quieres hacer tratos con nosotros, Marius, debes tomar buena nota de la suerte que corren los que cometen el imperdonable error de traicionarnos.

-Entiendo lo que quieres decir, pero te aseguro que esta vez no habrá mentiras ni traiciones. Mi propuesta es del todo honesta y sincera.

-Habla entonces. Te escucho.

-Veréis, hace casi veinte años mi padre era un poderoso hechicero-tecnócrata en la hermosa Tarnor. Por aquel tiempo, venían suplicantes de todos los rincones del Vórtice de los Gritos para pujar por sus creaciones y nuestra familia gozaba de una justa y merecida fama. Sin embargo, como bien sabéis por propia experiencia, el mérito engendra toda clase de envidias. Uno de nuestros rivales, un hombre llamado Kharulan el Artífice, cuya forja se encuentra en Surgub, logró sobornar a los guardias de nuestro palacio para que robasen el último descubrimiento de mi padre e hiciesen explotar un potente explosivo durante su huida. Mis padres murieron en ese atroz atentado y yo soporté heridas que me perseguirán el resto de lo que me quede de vida-, explicó Marius mientras se acariciaba con su mano artificial la placa dorada que cubría el lado derecho de su cabeza.

-Creía que ibas a hacernos una propuesta-, lo interrumpió Lambo.

-Disculpa mi largo relato pero mi historia conduce inexorablemente a esa propuesta, como podrás comprobar muy pronto. Fui desposeído de todos los bienes y privilegios de los que disfrutaba mi familia y exiliado de mi ciudad natal. Desde entonces, he viajado incansablemente de un extremo a otro por todo el Vórtice de los Gritos con el objeto de reunir el suficiente poder para destruir a los enemigos de mi familia. Parte de mi viaje se ha completado ya... pero vosotros podéis ayudarme a cumplir al fin mis ambiciones.

-¿Quieres que matemos a ese Kharulan, verdad?-, adivinó el calibanita.

-No sólo quiero que venguéis el nombre de mi familia matando a ese miserable, también deseo que recuperéis la última obra de mi padre para que no se convierta en un burdo trofeo de cualquier otro hechicero-tecnócrata de Surgub.

-¿Y qué estás dispuesto a darnos a cambio?-, preguntó Mordekay con evidente interés.

-Si realizáis esta importante tarea, me convertiré en vuestro fiel servidor y compartiré con vosotros el poder las obras de mi difunto padre. Espero que con el tiempo descubriréis que mi amistad será extraordinariamente útil en todo tipo de situaciones adversas.

-¿Cuáles son las medidas de seguridad que protegen a ese Kharulan?-, quiso saber Lambo.

-Extraordinarias, por supuesto. De lo contrario, ya habría resuelto esta vieja afrenta hace mucho tiempo usando a simples mercenarios. El Artífice no suele abandonar su forja, que está custodiada por guardias bien armados y artefactos de su propia creación.

-¿Y qué forma tiene la última obra de tu padre?-, quiso saber Mordekay.

Marius se acercó al Astartes sacando un pliego de papel doblado de entre sus ropajes. Al extenderlo, el sargento calibanita pudo contemplar el esbozo de un extraño artefacto de base redonda, con un pilar central y varios más pequeños en los extremos de la plataforma.

-¿Y sus dimensiones?

-La plataforma tenía unos seis metros de diámetro y el pilar central cuatro. Ahora no recuerdo cuál era su peso aproximado.

-Extraer un objeto tan grande de una ciudad hostil no será precisamente fácil-, señaló Mordekay. -Necesitaremos contar como mínimo con algún tipo de transporte pesado...

-Ya me he ocupado de esos pequeños detalles. Tendréis a vuestra disposición una lanzadera grande de carga que Zenón se encargará de pilotar, así como placas antigravedad que os ayudarán a mover con facilidad el artefacto. De modo que... ¿vais a ayudarme?

-Lo haremos-, respondió Mordekay tras unos largos segundos de reflexión silenciosa. -Mataremos a Kharulan el Artífice y recuperaremos el artefacto que robaron sus hombres; a cambio, serás nuestro aliado incondicional, ofreciéndonos tu apoyo público y cualquier suministro o servicio que necesitemos.

-Entonces tenemos un acuerdo-, asintió Marius.

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Nodius sintió el tacto suave de la cubierta de cuero cuando la recorrió con sus dedos. Levantó la vista una última vez para asegurarse de que todo iba bien. A su lado, Orick estaba sentado en el suelo con la espalda apoyada contra la pared y los brazos rodeando las piernas, vigilando de reojo a los Portadores de la Palabra en una de sus interminables sesiones de meditación mientras Corvis leía un oscuro fragmento del Libro de Lorgar en una lengua incomprensible.

Satisfecho, el psíquico calibanita volvió a concentrar toda su atención en el Torestus, abriéndolo por la primera página maltratada de papel. Encontró pulcras letras escritas en gótico terrano, que se apilaban en dos columnas verticales sin ningún tipo de signo de puntuación que separase las oraciones entre sí. Nodius comenzó a leer en silencio la primera columna.

"Y entonces descendieron los Dioses Demoníacos reunieron el metal retorcido de los campos de batalla de Nissen para formar su carne cogieron las llamas de las piras funerarias para darle vida mas en su sabiduría infinita recogieron el fruto del Árbol de Demitre que codician todos los hombres y lo colocaron donde debía estar su corazón para que desease el dominio sobre las almas de los hombres"

Las ocho siguientes líneas parecían formar parte de historia distinta. Las cuatro posteriores no tenían ningún sentido. Intrigado, Nodius descubrió que los saltos de la trama eran constantes y su orden de aparición parecía completamente aleatorio. No existían marcas ni signos que delatasen cómo obtener una narración coherente. "Es la obra de un loco... o de un genio", pensó admirado el psíquico calibanita.

Resignado a lo inevitable, comenzó a tomar notas, copiando fragmentos sueltos de lo que suponía que debían ser diferentes relatos épicos agrupados en un único tomo. El protagonista de todos ellos parecía ser Tor, un semidiós de forma humana creado por los dioses de una ciudad estado llamada Davis. Algunos relatos parecían indicar que Davis estaba rodeada por otras ciudades enemigas, que temían su religión y trataban de destruir a sus habitantes siempre que podían. Otros relatos insinuaban que Tor había sido expulsado de Davis por algún motivo que no llegaban a aclarar. No obstante, todos los relatos mostraban al protagonista como un héroe embarcado en todo clase de aventuras imposibles.

"¿Por qué consultaba este libro el Oráculo Mentiroso?", se preguntó Nodius frustrado mientras cerraba de golpe el Torestus. "¿Qué vio en él durante sus adivinaciones?"

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