martes, 22 de mayo de 2012

C. DE T. 1 - 3: LA TRANSFORMACIÓN


Finalmente, llegó el día en que mis méritos y esfuerzos obtuvieron su justa recompensa. Llevaba ya cuarenta años de fiel servicio, demostrando constantemente mi valía a mi cruel maestro. Una fría noche de invierno, Jervais me ordenó que le acompañase a una de las criptas de Ceoris, la gran capilla de la Casa Tremere y sede de nuestro poder, para asistirle en la elaboración de un complejo ritual. La cámara a la que me condujo no estaba vacía. Había media docena de figuras vestidas con túnicas carmesíes y con capuchas ocultándoles sus rostros. Alguien ya se había dedicado a preparar unos símbolos arcanos en su suelo, enmarcados por unas velas dispuestas que seguían un complejo patrón que no pude reconocer en ese momento. No tuve tiempo para prepararme. La daga plateada de mi maestro me atravesó a traición, hiriéndome gravemente en el cuello.Caí de rodillas a causa del dolor, mientras intentaba detener inútilmente la sangre que fluía incontrolada con la mano.Miré a mi maestro desesperado, pero sólo encontré una fría satisfacción en sus ojos. Me volví hacia las figuras encapuchadas, que se estaban colocando en una posición de semicírculo junto a nosotros. Sus voces eran un coro de múltiples lenguas que bailaba la misma canción, en idiomas antiguos y perdidos muchos de ellos. El dolor se hizo más fuerte y me derrumbé en el suelo rocoso. Mi sangre se derramó sobre las inscripciones arcanas como una marea sanguinolenta. Lo último que vi fue la sombra inmisericorde de mi maestro cerniéndose sobre mí.

Volví a cobrar consciencia poco después. Tenía calambres por todo el cuerpo, así como el frío y el cansancio de los moribundos, mas por encima de todo sentía un hambre desconocida e insaciable que no me abandonaría jamás. El olor de la sangre, de mi sangre derramada en el suelo, me enloquecía. A duras penas logré imponer mi voluntad por encima de esa necesidad imperiosa que insistía en mi cabeza para que me pusiera de rodillas y lamiese todo ese líquido. Apenas conservé el suficiente raciocinio para advertir que mi maestro se acercaba a mí con un cáliz dorado entre sus manos.

"Repite conmigo", ordenó imperioso. "Yo Ludwich Helsnitch, por este acto juro mi imperecedera lealtad a la Casa Tremere y a todos sus miembros. Soy de su sangre y ellos de la mía. Compartimos nuestras vidas, nuestros objetivos y nuestros logros. Obedeceré a aquellos que la Casa juzgue oportuno nombrar como mis superiores y trataré a mis inferiores con todo el respeto y el cuidado que  se hayan ganado."

Repetí débilmente las palabras y unas nauseas repentinas me provocaron un vómito sanguinolento. La mano de Jervais sujetó con fuerza mi mandíbula y acercó la copa, cuyo contenido carmesí ardió en mi boca. Había probado innumerables veces la sangre de mi maestro en ocasiones anteriores, pero el contenido del líquido, caliente y viscoso, convirtió esas experiencias placenteras en recuerdos borrosos, pálidas sombras del acto sagrado que experimenté en ese momento.

La voz continuó. "No arrebataré ni ni intentaré arrebatar su poder mágico a ningún miembro de la Casa Tremere. No mataré ni intentaré matar a ningún miembro de la Casa Tremere, salvo en defensa propia o cuando un magus haya sido declarado proscrito por un tribunal formalmente constituido, ni ahorraré esfuerzos en llevar ante la justicia a dicho magus."

Repetí el juramento palabra por palabra, aunque la fuerza de la sangre ingerida me inundaba y me compelía a tomar más por mi propia mano; a beber toda la sangre del que fuera mi torturador durante aquellos interminables años; a beber la sangre de todos los que estaban en la cripta; a beber la sangre del mundo entero hasta ahogarme en ella. Por supuesto, no eran más que cantos de sirena y, pese a su fuerza, pude contenerme estremecido. Jervais sonrió cruelmente al ver mi lucha interna y me ofreció el don del cáliz nuevamente. Su voz me siguió acompañando durante la iniciación.

"Continúa. Repite conmigo. Acataré las decisiones de los tribunales y honraré la voluntad del Consejo Interior de los Siete y los deseos de mis superiores. Los tribunales estarán vinculados por el espíritu del Código de Tremere, completado por el Código Periférico e interpretados por un organismo apropiadamente constituido por magi. Tengo el derecho a apelar una decisión ante un tribunal superior, si acceden a escuchar mi caso."

El recitado continuó durante toda la noche, interrumpido por pequeños tragos del valioso líquido del cáliz. Mi sed fue menguando y el hambre perdió sus fuerzas, aunque no desapareció del todo. La voz de Jervais siguió atronando en mi cabeza pronunciando el resto juramento hasta su final.

"No pondré en peligro a la Casa Tremere con mis actos, ni interferiré en los asuntos de los mundanos de cualquier forma que acarre la ruina a mi Casa. No trataré con demonios ni hadas de ninguna forma que les haga cobrarse venganza sobre mi Casa. No usaré mi magia para espiar a otros miembros de la Casa Tremere, ni la usaré para espiar sus asuntos. Está expresamente prohibido."

"Sólo enseñaré a aprendices que juren este código y , si alguno de ellos se volviera contra la Casa Tremere, seré el primero en llevarle ante la justicia y darle muerte. Ningún aprendiz mío será llamado magus sin jurar primer cumplir el código. Trataré a mis aprendices con el cuidado y el respeto que se merezcan. Concedo a mis superiores el derecho a tomar a mi aprendiz si ese aprendiz fuese valioso para sus obras. Todos los miembros de la Casa Tremere se deben en primer lugar a estos preceptos. Acataré el derecho de mis superiores a tomar dichas decisiones."

"Aumentaré el conocimiento de la Casa y compartiré con todos sus miembros todo lo que encuentre en mi búsqueda de sabiduría y poder. No guardaré secretos sobre las artes de la magia, ni mantendré en secreto los actos que puedan poner en peligro a la Casa Tremere."

"Pido que de violar este juramento, se me expulse de la Casa. Si soy expulsado, pido a mis hermanos que me encuentren y acaben conmigo, para que mi vida no continúe en la degradación y la infamia."

"Reconozco que los enemigos de la Casa Tremere son mis enemigos, que los amigos de la Casa son mis amigos y que los aliados de la Casa son mis aliados. Trabajemos unidos y hagámonos fuertes y robustos."

"Por la presente, hago este juramento en el año 1.174 de nuestra era. ¡Ay de aquellos que traten de tentarme para que rompa este juramento y ay de mí si sucumbo a la tentación!"

Las siguientes noches fueron de gran regocijo y pena para mí. Al ser iniciado, se abrían nuevas puertas en mi ascenso al conocimiento mágico y al poder dentro de la Pirámide Tremere. Jervais me explicó que la sangre maldita que corría ahora por mis venas me concedía la inmortalidad en un mundo moribundo en el que la magia se extinguiría hasta convertirse en un desierto infecundo. El hambre devoradora era un pequeño precio a pagar a cambio del poder eterno. Parecía un sueño dorado hecho realidad. Por supuesto, ya conocía lo suficientemente bien a mi maestro y sire para sospechar de los matices ocultos de sus palabras. Pronto descubrí la verdad de esta manzana envenenada. La luz de Helios y el fuego serían los mayores peligros a mi existencia. Además, el hambre, a la que algunos llaman la Bestia Interior, y sus coléricos efectos, me condenarían para siempre a robar la vida de los mortales para obtener sustento y fuerza, así como a actos más atroces que sólo podría eludir manteniendo sobre mí mismo la disciplina más férrea en todo momento. Lloré lágrimas sangrientas de frustración y tristeza en mis nuevos aposentos privados al contemplar todo lo que había perdido para convertirme en el monstruo que ahora era. En mis pensamientos, sabía que estaba condenado, pero seguía siendo un sirviente leal de la Pirámide y consagraría mi existencia a servir a la Casa Tremere con mis mejores esfuerzos, no por sus recompensas, ni por el poder, ni por la sabiduría mágica que atesoraba. No., lo haría porque ese había sido mi destino como mortal y consagraría mi existencia antinatural a salvaguardar todo lo que pudiese de mi vida anterior.

Esa determinación provocó el distanciamiento final entre mi sire Jervais y yo. Él era un practicante de la Via Diabolis, cuyas enseñanzas espirituales, que rechazaban la moral cristiana, se amparaban en sus profundos estudios sobre el valor del individuo en las escuelas epicúrea y cirenaica, y le impulsaban a seguir sus monstruosos apetitos siempre que se presentasen. Complaciendo a la Bestia Interior, lograba dirigirla con mayor eficacia cuando ésta se desataba. Sin embargo, mi deseo de renunciar a mis ambiciones personales y de conservar los pocos retazos que permanecían de mi antiguo yo mortal le parecieron no poca ofensa. Por tanto, y por mi propia seguridad, busqué el consuelo de algunos magi Tremere de ideas semejantes y recorrí mi propio sendero espiritual, la Via Humanitas. La tutela de mi antiguo maestro Jervais fue más breve de lo esperado y, a pesar de seguir siendo su aprendiz y chiquillo, fui casi abandonado como un fracaso indeseable a sus ojos. Me convertí en una broma risible para sus muchos rivales y enemigos, y en un traidor para sus aliados más cercanos.

No obstante, perseveré donde tantos otros fracasaron y tomé un nuevo nombre, Dieter Helsemnich.

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