miércoles, 26 de septiembre de 2012

C. DE T. 1 - 92: CAZA DE SANGRE


Sentí un inmenso alivio cuando llegué a la seguridad de los muros de mi capilla. Habíamos venido corriendo todo el camino, para alejarnos de los posibles aliados de nuestro atacante. Ni siquiera nos detuvimos al entrar en los límites de la ciudad, sino que mantuve ese doloroso ritmo hasta alcanzar al anodino edificio en el que se ocultaba mi capilla. El ghoul de lord Sirme estaba completamente extenuado y resollaba como un animal herido de muerte. Tras darle un poco más de mi preciada sangre como premio por su valor, lo dejé descansar en el cuarto de invitados de la casa, mientras yo descendía hacia mi sanctasantorum, en los niveles inferiores de la capilla.

Allí me senté pesadamente en mi sillón. En un momento estaba aliviado de seguir existiendo y, al siguiente, me sentía furioso por lo sucedido. Intenté aclarar mi mente y repasar los hechos con toda la frialdad de la que podía hacer acopio. Había sido víctima de una emboscada bien planificada y puesto que lord Sirme y yo mismo éramos los únicos que sabíamos que iba a verle esa noche, sólo cabían dos posibilidades: o bien el Ventrue estaba colaborando con los adoradores de Kupala o éstos estaban vigilando ocultos mi capilla y me habían seguido esa noche cuando me puse en camino hacia la fortaleza de lord Sirme. Ahora bien, ¿conocía lo suficientemente bien al Ventrue para jurarme a mí mismo que no era un espía entre nosotros? No, claro que no. Había sido víctima de la Dominación del Malkavian Crish en el pasado y podía seguir siéndolo ahora incluso aunque él mismo desconociese ese hecho. No obstante, lord Sirme no parecía capaz de sobrellevar la dualidad necesaria para que su engaño hubiese pasado inadvertido durante tanto tiempo. Así pues, me inclinaba a pensar que la segunda posibilidad era la más próxima a la realidad.

Habiendo llegado a esa conclusión, sólo restaba proceder con cautela. Hice dos copias de una misma misiva que serían llevadas por el ghoul de lord Sirme en primer lugar a la abadía del hermano William y luego a la fortaleza del Ventrue. En dicha carta, les explicaba detalladamente la emboscada que había sufrido esa noche, así como mis sospechas de que la capilla estaba siendo vigilada. También les comunicaba que finalmente había accedido a los consejos de nuestro Alguacil, lord Sirme, y, usando mi derecho como Príncipe de la ciudad, desde ese mismo momento declaraba una Caza de Sangre contra el Malkavian llamado Crish Competer por sus crímenes pasados y presentes contra las Leyes de Caín y, más importante aún, por ser un peligroso infernalista. Cualquier Cainita de Alba Iulia estaba obligado a seguir su pista y destruirlo en cuanto se presentase la ocasión. Asimismo, debíamos extender la noticia de sus prácticas infernalistas a otros territorios y ciudades para que no pudiese hallar refugio en ningún dominio reclamado por los descendientes de Caín.

Nada más escribir las cartas, hice que Lushkar y Eidna se reuniesen conmigo en la biblioteca de la capilla. Les hablé del intento de asesinato que había sufrido y de mis sospechas de que la capilla estaba vigilada por nuestros enemigos. A partir de ese momento, les ordenaba que debían acompañarse y protegerse mutuamente cuando saliesen fuera de la capilla. Tendrían prohibido salir más allá de las murallas de Alba Iulia, así como contactar con Cainitas que no se hubiesen presentado previamente ante mí. Por último, también les conté que había convocado una Caza de Sangre contra Crish, pero les expliqué que ellos no debían participar en ella a no ser que yo mismo les ordenase lo contrario en caso de que fuese necesario. Ambos asintieron, cada uno encerrado en sus propios pensamientos y los dejé regresar a sus estudios.

Un par de noches después, Alfredo visitó mi capilla después de su viaje a Sighisoara, a la que los colonos germanos habían llamado Schaasburg. Su rostro sombrío seguía mostrando las marcas de la Bestia en las ojeras que rodeaban el contorno de sus ojos, en sus mejillas hundidas y en sus repentinos gruñidos de disgusto. Me esperaba en medio del vestíbulo de la entrada, con los brazos cruzados sobre su pecho y una mirada intensa en los ojos. Me contó que había hablado con los Nosferatu de Sighisoara y que creía que sería provechoso para todos que forjase alianzas con ellos cuanto antes. A pesar de mis insistentes preguntas, se negó a ofrecerme más información respecto a este asunto, como si ocultase algo que él consideraba extremadamente divertido. Por mi parte, le conté que había destruido a un adorador de Kupala que había intentado asesinarme y que, en consecuencia, también había declarado una Caza de Sangre contra Crish Competer. Alfredo no pareció sorprendido por ninguno de estos dos acontecimientos, lo que despertó mis sospechas de inmediato.De hecho, el Lasombra les quitó importancia con un gesto de su mano y luego, adoptando un tono de voz más frío me comunicó que iba a emprender un largo viaje. Dicho esto, simplemente se dio la vuelta y se marchó, sin ofrecer ningún tipo de explicación ni responder a mis exigencias. Decididamente, era mejor que estuviese lo más lejos posible de mi amada ciudad.

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