jueves, 20 de diciembre de 2012

LARS (2 - 1)



Vancouver, Columbia Británica (Canadá)
7 de julio de 1992

Tratando de ignorar las quejas de Erguido-cual-Montaña, Lars llevó a sus hermanos al reflejo umbral de la guardería de Los Peces Azules. Nunca había estado en esta parte de la ciudad, aunque lo que vio no le sorprendió demasiado. La Penumbra aquí consistía en una mezcla ecléctica de edificios viejos y pequeños solares vacíos, ya que los nuevos edificios del suburbio de Richmon aún no habían generado sus propios gemelos espirituales. El Theurge que había en él se maravillaba por esos extraños fenómenos y deseaba quedarse para estudiarlos, pero centró su mente en el problema que tenían entre las manos. Había dos vidas inocentes en juego.

El lugar donde se encontraba la guardería estaba ocupado por un antiguo edificio de cuatro plantas, de paredes agrietadas, ladrillos desmenuzados y pintura desvaída. Pequeñas telarañas cubrían parte de la fachada, desapareciendo de su vista en los tejados. Entraron con cuidado, evitando tocar cualquier hebra de las telarañas por muy pequeña que fuese, y se adentraron en el bajo comercial. Lars no percibió el hedor del Wyrm en este lugar. No se veían telarañas por ninguna parte y las paredes estaban iluminadas con marcas de pinturas de muchos colores brillantes. A veces tenían la forma de pequeñas manitas. En otras ocasiones formaban dedos alargados y formas dibujadas torpemente en la pared, como sólo podía hacer un niño pequeño y lleno de imaginación. En el suelo yacían numerosas hojas llenas de apasionados dibujos con formas extrañas, así como algunos juguetes viejos que descansaban inertes en suelo y que debían de haber sido muy queridos por los niños y niñas que habían pasado por esa guardería. "Son espíritus no despertados", se dio cuenta Lars maravillado; sabía que se necesitaban poderosas energías espirituales y emocionales para concebir un nuevo espíritu, pero nunca había contemplado una de estas potenciales formas espirituales antes de su existencia consciente.

-¿Qué diablos es eso?-, preguntó Crow.

Lars dejó de mirar un gran camión amarillo de juguete que estaba al lado de un pequeño oso gris de peluche de mirada tierna y alzó la vista para buscar lo que había sobresalto a su compañero. Había una pequeña bola azul en una parte del suelo donde segundos antes no había nada. Los tres jóvenes Garou miraron confundidos el objeto. Ante sus incrédulos ojos la bola pegó un pequeño brinco, alejándose de ellos. Cuando se volvió a posar en el suelo había adoptado un nuevo color, volviéndose completamente de color amarillo.

-Es un espíritu-, afirmó Lars con un susurro. -No hagáis nada que pueda molestarle. Voy a intentar hablar con él para averiguar si nos puede ayudar a encontrar a los niños desaparecidos.

Sus hermanos asintieron, aunque no parecían completamente convencidos. En especial, Crow, que parecía temer un ataque y no dejaba de mirar a su alrededor con mucha suspicacia. Lars lo ignoró. El espíritu dio ahora otro brinco, rebotando contra una de las paredes y adoptando finalmente una mezcla informe en la que estaba representada toda la gama de colores. Lars se detuvo confuso. ¿Qué tipo de espíritu era este? No se parecía a ninguno con el que se hubiera encontrado anteriormente o del que hubiera oído hablar.

Algo salió de debajo de un montón de hojas de dibujos. Saltó sin que nadie se lo esperase, rebotó dos veces contra el techo y el suelo y se posó junto a Voz-de-Plata, que soltó un pequeño gruñido de sorpresa. Era otra pequeña bola, del tamaño de un tomate maduro pero con un color verde parecido a un melón. La primera pelota saltó contra la recién llegada y se pegó a ella, formando una bola más grande de colores claros con motas oscuras. Después de unos instantes, se volvieron a separar, saltando cada una en una dirección distinta y adoptando distintos patrones de colores.

-Quedaros quietos-, pidió Lars a sus hermanos.

El Theurge que había en él intuía que aquellos extraños espíritus no eran hostiles sino que más bien sentían curiosidad por ellos. Lars repasó mentalmente lo que les había visto hacer para tratar de identificarlos: saltaban, cambiaban de color y de forma, tenían curiosidad... No estaba seguro, pero tal vez fuesen espíritus menores del Kaos. En ese caso, se preguntaba qué tipo de Chiminaje le pedirían a cambio de darle información.

-¿Quiénes sois?-, les preguntó usando el lenguaje de los espíritus.

-¡Somos! ¡Somos! ¡Somos! ¡Somos!-, respondieron las dos pelotas mientras botaban verticalmente.

-Estamos buscando a unos niños desaparecidos. ¿Sabéis dónde están?

-Fuera. Fuera-, respondió una sin dejar de botar en el mismo lugar.

-Lejos. Lejos. Lejos. Lejos-, añadió el otro chocando contra las paredes.

-¿En la Umbra?

-¡NO! ¡NO! ¡NO!-, chillaron las bolas de colores. Se volvieron a juntar y esta vez formaron una masa informe, como si estuviese hecha de barro sin modelar.

-Pero se los llevaron por la Umbra, ¿verdad?-, preguntó el Theurge inseguro.

-Humanos. No. Umbra-, respondió la substancia pastosa con lenta parsimonia.

Lars pestañeó al escuchar su respuesta. No se esperaba esa respuesta. Creía que los niños habrían desaparecido, raptados por una o varias personas con capacidad para caminar entre los dos mundos. Ahora tendría que reconsiderarlo todo.

-¿Se los llevaron en el mundo físico?-, preguntó dubitativo.

-¡SÍ!-, respondió la cosa con un sonido parecido al de los cristales rotos. Su masa se colapsó con movimiento reflejo, fragmentándose en pequeñas bolitas del tamaño de una canica y cada una tenía un color distinto. Algunas de ellas incluso adoptaron colores que ningún humano había visto en su vida. Las pequeñas bolitas rodaron por el suelo, chocando y esquivándose entre sí. Parecían estar jugando, pero de eso Lars ya no podía estar seguro.

-¿Quiénes se lo llevaron?-, preguntó el Theurge.

-Humano. Humano-, chillaron las bolitas con voces infantiles exageradas.

-¿Cómo eran? ¿Podéis decírmelo?-, preguntó cambiando de táctica.

-Humano. Humano. Humano. Humano-, chillaron las voces.

-¿Cómo soy yo?-, preguntó Lars intentando comprender su extraña lógica.

-¡Humano! ¡Lobo!-, chillaron las voces.

-¿Y ellos? ¿Cómo son? ¿Cómo nos distinguís?-, presionó a los espíritus.

-¡Humano! ¡Lobo! ¡Humano! ¡Lobo!-, chillaron las pelotas todas juntas a modo de respuesta.

Lars comprendió que no podría sacarles nada más. Esos espíritus del Kaos percibían las diferencias entre los individuos pero no de la misma forma en que lo hacían él o sus hermanos de manada. En cualquier caso, ya lo habían ayudado bastante. Ahora sabían por dónde seguir husmeando. A pesar de que no habían hecho ningún pacto ni negociado un Chiminaje adecuado, Lars estaba dispuesto a recompensar la ayuda de esos pequeños espíritus. Agradecido, convirtió su mano derecha en una garra lobuna y se arañó con cuidado la piel de su brazo izquierdo para permitir que cayesen al suelo unas cuantas gotas de su sangre. Las gotas se convirtieron en esencia espiritual, que fortaleció a las pequeñas bolas de colores. Algunas se convirtieron en puntos luminosos que se movían inquietos en todas las direcciones, otras se transformaron en pequeños estanques que reflejaban los colores del arco iris y unas pocas permanecieron en su forma de bola.

-Gracias por ayudarnos-, les susurró Lars mientras retrocedía para reunirse con sus hermanos.

-¿Te han dicho algo útil?-, le preguntó inmediatamente Crow.

-En cierta forma sí-, respondió el joven Theurge. -Me han contado que los niños perdidos no salieron de la guardería por la Penumbra, ni están en ella en estos momentos. Dicen que un humano se los llevó en el mundo material.

-¿Y cómo era esa persona?-, preguntó Voz-de-Plata muy interesado.

-No lo sabían. Estos espíritus no distinguen a las personas como lo hacemos nosotros, Bobby. No pudieron decirme algo que estaba más allá de sus capacidades.

-Pero, ¿qué son exactamente?-, quiso saber el Galliard.

-Espíritus menores del Kaos, probablemente fueron atraídos al reflejo umbral de la guardería por la poderosa imaginación de los niños. Aquí dentro no hay telarañas, así que supongo que por ahora se las han arreglado de alguna manera para mantener a raya a los espíritus de la Tejedora.

-Entonces, ¿los secuestraron en el mundo físico?-, gruñó Erguido-cual-Montaña.

-Sí, eso creo. Sólo se me ocurren dos posibilidades: o bien el secuestrador entró y salió sin ser visto a gracias a medios sobrenaturales o bien las personas que trabajan en la guardería saben algo más que aún no han contado a la policía.

-Deberíamos interrogar cuanto antes a las empleadas de la guardería-, gruñó Erguido-cual-Montaña. -Así saldremos de dudas.

-De acuerdo. Pongámonos de acuerdo en los detalles y manos a la obra-, respondió Lars.

-.-

En el mundo real, el edificio que albergaba a la guardería de Los Peces Azules era una vieja edificación que había recibido numerosas reformas, pero Lars tenía que reconocer que la fachada estaba perfectamente arreglada, completamente pintada y restaurada. Los tres entraron despacio en la guardería por la puerta principal. Las paredes estaban pintadas para que pareciesen un apacible mar con toda clase de peces, pulpos y crustáceos saludándose y jugando entre ellos con expresiones felices en sus rostros. 

Una pequeña valla de madera, pintada de azul, separaba en dos la zona común de la guardería del resto de las puertas y del vestíbulo. Casi una veintena de niños de todas las edades y géneros permanecían dormidos cómodamente entre numerosos juguetes y cojines. Una chica delgada y de estatura media estaba aprovechando ese breve momento de paz para recoger los juguetes y libros para niños tirados en el suelo. De unos veinticinco años, tenía una larga melena oscura con mechas rojas y vestía un sencillo uniforme de camisa verde y pantalones de color azul oscuro.

-¿Puedo ayudaros?-, preguntó insegura al verlos entrar en la guardería. Su voz era apenas un susurro nervioso para no despertar a la agotadora tropa que tenía al otro lado de la valla azul.

-Sí, queremos hablar con las empleadas de la guardia-, dijo Crow amenazadoramente.

-¿Para qué?-, preguntó la joven cada vez más nerviosa.

-Para hablar de mis primos desaparecidos-, respondió Crow.

La joven trató de mantener la compostura, pero se veía claramente que sus nervios estaban creciendo a pasos agigantados. Echó un rápido vistazo al teléfono que se encontraba encima de las mesas y luego volvió a mirarlos intentando parecer más segura de lo que se sentía realmente.

-Le acompaño en el sentimiento, en serio-, respondió ella, -pero ya le he dicho a los detectives de la policía todo lo que sabía. Si tiene preguntas, hágaselas a ellos.

Crow permaneció en silencio, frustrado por la negativa de la muchacha a cooperar con ellos. Lars aprovechó esos importantes instantes para usar el don de Sentir al Wyrm. Descubrió que apenas quedaban unos débiles resquicios de un hedor apestoso que delataba el paso de unos los siervos del Wyrm por aquella guardería. Miró a Voz-de-Plata y le hizo discretamente una de las señas que habían acordado. El Hijo de Gaia se dio cuenta de inmediato e interpretó con soltura su papel.

-Vale, eso ya lo sabemos-, intervino, -pero no te gustará que lo hagamos. Sabemos que estáis implicadas en el rapto de esos niños y queremos respuestas. Si nos las das, te librarás de la policía pero si quieres jugar a hacerte la inocente, podrás hacerlo mejor ahora mismo en la comisaría.

Ella le miró confusa, con la boca medio abierta por la sorpresa. Parecía que habían dado de lleno en el centro de la diana. A la joven se le enmudecieron los ojos y unas grandes lágrimas resbalaron rápidamente por sus mejillas enrojecidas.

-Yo no he hecho nada. ¡No quiero ir a la cárcel!-, protestó dejándose caer sobre el suelo, como si hubiese aguantado durante mucho tiempo una pesada carga sobre sus hombros que la hubiese aplastado ahora de golpe.

-Lo sabemos, tranquila-, respondió Voz-de-Plata acercándose junto a ella mientras le tendía un pañuelo de papel que cogió de una de las mesas infantiles. -Sólo tienes que contarnos lo que pasó realmente. Si los rescatamos a tiempo, nadie tendrá que ir a la cárcel.

-¿En serio?-, preguntó ella con una voz apenas audible.

-En serio-, respondió con firmeza el Galliard. Se volvió hacia sus dos hermanos. Crow mostraba una mirada prácticamente asesina, pero asintió lentamente con la cabeza. Lars hizo lo mismo que el Ahroun. Tenían que seguir asustando a la muchacha al mismo tiempo que le daban una oportunidad de enmendar el mal que hubiera podido hacer. Estaba seguro que Canción-Oculta lo hubiese aprobado.

-Vamos, comencemos por el principio-, susurró Voz-de-Plata. -¿Cómo te llamas?

-Linda Davis.

-¿Dónde están los niños?-, preguntó Crow impaciente.

-No lo sé, lo juró-, respondió ella casi chillando de los nervios.

-Entonces dinos lo que pasó-, pidió Lars al tiempo que ponía una mano sobre el hombro del Fianna para contener a su hermano.

-¿Todo esto es culpa de Zoe! ¡De ella y de su maldito novio!

-¿Quién es Zoe?-, preguntó despacio el Hijo de Gaia.

-Es mi compañera de trabajo. Se colgó de un tío hace unos meses y está completamente obsesionada con él. Nunca la había visto así. Sólo hablaba de él. A mí sólo me parecía una especie de bicho raro por lo que me contaba.

-¿Por qué lo dices?-, preguntó Lars.

-Es uno de esos tíos al que le gusta vestir de negro, dejarse el pelo largo y escuchar música heavy-, Linda Davis sonrió tontamente para sí misma cuando dijo eso, -pero la verdad es que tiene un cuerpazo de infarto-, reconoció con un susurro.

-¿Por qué está implicado ese tío en la desaparición de los niños?-, preguntó Crow sin comprender todavía lo que estaba pasando.

-Estuvo aquí ayer al mediodía-, confesó avergonzada de nuevo. -Dijo que venía a ver a Zoe. Estuvieron hablando unos minutos y luego ella me lo presentó. Me morí de envidia. ¿Cómo podía haberse ligado esa guarra a un tío como aquel?  Hablé un poco con él y me pidió que le enseñase la guardería. ¡Me eligió a mí!  Le enseñé las instalaciones, creyendo que iba a tratar de ligar conmigo, pero en lugar de eso él se fijó en Theo y Janine, me hizo preguntas sobre ellos y me pidió permiso para sacarlos a jugar al parque... ¡y... yo... se lo dí como una estúpida! ¡Estaba demasiado embobada para pensar en otra cosa!

La joven volvió a echarse a llorar. Crow miró al Fenris sin saber que hacer y Lars hizo un gesto con su mano para que esperase mientras Voz-de-Plata abrazaba a la joven y trataba de consolar su angustia.

-Calma, calma-, le susurró y esperó un largo minuto hasta que la joven se recuperó de nuevo. Cuando vio que podía seguir explicando lo que había ocurrido, la soltó y volvió a tocar el tema con delicadeza. -Linda, necesitamos saber qué pasó después.

-Lo sé, lo sé. Lo siento-, respondió ella terminando de secarse las lágrimas. -Después estuvimos esperando como dos idiotas a que él volviese con los críos. Cuando que se acercaba la hora de que los padres viniesen a recoger a los críos y que él todavía no había aparecido nos pusimos a discutir. Yo estaba casi de los nervios, pero Zoe me convenció para que llamásemos a la policía y fingiésemos que simplemente habían desaparecido. Ella me dijo que así ganaríamos tiempo hasta que su novio los volviese a traer a la guardería.

-De acuerdo, ¿dónde está Zoe?-, preguntó Lars.

-Vino a primera hora para fingir que venía a trabajar pero se marchó hace dos horas para buscar a su novio. Me dijo que probablemente los críos seguramente estarían en su casa.

-¿Cómo se llama ese bastardo? ¿Dónde vive?-, pregunto de nuevo Crow perdiendo completamente la paciencia.

-Se llama Travis Long. Vive en el número 15 de la calle Granville, entre Smithe y Pender.

-Una última cosa: ¿cómo es físicamente ese tipo?-, pidió el Galliard.

-¿Qué cómo es físicamente?-, repitió la muchacha. -¿Visteis la película de "Demasiado joven para morir"? Pues Travis está más bueno que Brad Pitt en esa película.

-¡Basta ya de juegos! ¡Vamos a por ese hijo de puta!-, gritó Crow corriendo hacia la puerta. Lars le hizo un gesto a Voz-de-Plata para que lo siguiera y salió corriendo detrás del Fianna.

-Escucha, Linda. No metas más a la policía en este asunto. Nosotros nos encargamos, ¿vale?-, preguntó sin darle tiempo a la muchacha para responder. Luego salió corriendo él también para alcanzar a sus hermanos.

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