martes, 4 de diciembre de 2012

LARS (1 - 6)


Arroyo en tierras salvajes
6 de marzo de 1996

El joven Garou empezó a sentir dificultades para contener la respiración. Había descendido demasiado tiempo en las oscuras profundidades de aquel misterioso pozo, buceando en su alocada persecución. Hacía pocos segundos que había perdido de vista el ondulado cuerpo de la siniestra figura a la que estaba persiguiendo y ya empezaba a lamentar su decisión de haberse sumergido tan profundamente. Se detuvo. Miró hacia arriba. La oscuridad era menos espesa por encima de su cabeza, pero no podía la ver superficie por ninguna parte. Lo único que podía entrever de forma borrosa era a Voz-de-Plata o Faruq intentando alcanzarle. Lars quería advertir a sus hermanos que no descendieran más, pero sabía que no podría hacerlo; al menos no bajo el agua. "En buen lío los he metido", pensó angustiado. La asfixiante oscuridad parecía cobrar vida propia por momentos, amenazando con tragárselos a todos como si fuese una tumba abierta que alguien empezara a tapar.

Sintió una pequeña presión sobre su pecho dolorido, debido a la creciente urgencia por respirar. Lars llegó a la conclusión de que tenía que desistir. Había hecho todo lo posible para coger a la criatura, la había seguido hasta las mismísimas profundidades del pozo y la había perdido en alguna parte del camino. Sin embargo, un movimiento llamó su atención. Se volvió. "¡Allí!", se dijo al ver una ondulación en las aguas causada por una gran figura serpentina en movimiento. Decidido a descubrir las respuestas a este enigma, dio unas pocas brazadas más y llegó a la entrada de una cueva submarina, que era lo suficientemente grande como para permitir el paso de un Garou en forma Crinos. "¿Qué tamaño tendrá la cosa que estoy persiguiendo?", se preguntó el Theurge en silencio por primera vez. En ningún momento la había visto bien, sólo había intuido su forma ondulada y siniestra, y en unas pocas ocasiones, había llegado a entrever una cola serpentina propulsándola bajo el agua a gran velocidad.

Algo le tiró del hombro. Era Voz-de-Plata. Le estaba haciendo gestos urgentes para volver a la superficie. Él también parecía tener graves problemas para contener la respiración. Lars le señaló la entrada de la cueva e intentó imitar con su mano el movimiento de una serpiente, pero Voz-de-Plata sólo le repitió el gesto para salir a la superficie. "¿Qué hago?", se preguntó el joven Theurge. Si la cueva de la criatura era su madriguera, era posible que no estuviera completamente inundada, por lo que podrían respirar con normalidad, pero si no era así, tendrían una muerte decididamente absurda. No obstante, de algún modo el instinto de Lars le decía que si abandonaba ahora, nunca volvería a encontrar la cueva por la que había huido la criatura.

"La he perseguido hasta aquí siguiendo mi instinto", decidió en unos instantes, "no voy a retroceder ahora". Le hizo un gesto a Voz-de-Plata, señalando la entrada de la cueva, y luego nadó tan rápido como pudo, entrando en la oscuridad. No tuvo que mirar a atrás para darse cuenta de que el Hijo de Gaia le estaba siguiendo. "Espero no haberme equivocado, hermano", deseó en completo silencio.

Las paredes de la gruta se ensancharon perdiéndose en la omnipresente oscuridad. ¿A dónde ir? Probó a seguir unas brazadas más hacia delante y volvió a detenerse, mientras Voz-de-Plata lo alcanzaba. Apenas pudo ver la silueta de dos formas entrando también en la cueva. Lars volvió a girarse a un lado y a otro. Sentía una fuerte opresión en el pecho, que parecía a punto de estallar. "Aire, aire", exigió su fatigada mente. Trató de nadar a ciegas hacia arriba ascendiendo en vertical dentro de la cueva. Sus hermanos lo siguieron creyendo que había visto algo y los estaba guiando hacia su salvación.

Hubo un repentino movimiento en el agua a su alrededor. Una forma ondulante empezó a moverse desde algún punto en la oscuridad, trazando rápidos círculos a su alrededor y rodeándolos con sus sinuosos anillos.  Aunque no podía apreciar todo su tamaño apropiadamente, la criatura era tan larga que no parecía tener fin. Sus movimientos provocaron una fuerte corriente en las aguas, que los propulsó hacia arriba con más velocidad. Lars se debatió en el agua. No podría aguantar muchos segundos más sin respirar. Al borde de la asfixia total, creyó entrever el extremo delantero de la criatura. Tenía las patas y la cabeza de un puma, coronada por un par de astas verticales. Los ojos cristalinos de la criatura eran viejos, más viejos de lo que ninguna criatura viva podría entender y estaban cargados con una sabiduría aparentemente ilimitada. "¡Es el Gran Uktena!", se percató Lars justo antes de que la feroz corriente de agua se convirtiese en un remolino y lo zarandease en la oscuridad.

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Cuando por fin salió a la superficie, respiró con grandes bocanadas de aire que dieron nueva vida a su dolorido pecho. Jadeó aturdido sin comprender lo que estaba pasando. El agua estaba fría, pero la brisa que soplaba en esos momentos hacía que su cuerpo temblase sin control. Su vista estaba desenfocada y borrosa, aunque al frotarse los ojos, pudo ver un cielo nocturno roto por luces artificiales y los reflejos de los edificios. que lo rodeaban. "¡Estamos en una ciudad!", se dio cuenta sin comprender absolutamente nada. Parecía que se hallaba en una gran fuente circular, con el agua llegándole a la altura de la cintura. De repente, uno de sus hermanos, Faruq, emergió a la superficie a su lado, dándole un susto de muerte. Intentó ayudarlo mientras se debatía en respirar.

-¡Estamos a salvo!-, trató de calmarle mientras le ayudaba a permanecer en pie. A su alrededor surgieron de pronto las figuras de Canción-Oculta y Voz-de-Plata. Lars dejó a Faruq sentado sobre el borde de la fuente y se acercó a sus otros hermanos.

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-¿Dónde creéis que estamos?-, preguntó por fin Canción-Oculta.

La manada se había ocultado en una calle estrecha y sin iluminar, adoptando la forma Lupus. Estaban en un aprieto. Hasta que no encontrasen algo de ropa que ponerse, no podrían andar con libertad por las calles de la ciudad. De hecho, cuatro lobos tampoco podrían moverse con libertad por la ciudad sin llamar la atención ni ser perseguidos por las autoridades municipales, pero mientras durase la noche era la mejor opción que tenían.

-Es una ciudad norteamericana, de eso estoy seguro-, aventuró Faruq.

-Creo que estamos en Toronto-, afirmó Voz-de-Plata.

-¿Cómo estás tan seguro?-, quiso saber Canción-Oculta. -Todos los edificios parecen iguales.

-Lo sé porque el año pasado estuve aquí con mis padres en una protesta pacífica de varias organizaciones medioambientales frente al edificio donde se encuentran las oficinas de Endron International-, respondió el Galliard. -¿Veis aquella torre con un anillo circular y una alta aguja? Es la Torre CN. Tiene 533 metros de altura. El distrito financiero está muy cerca de allí.

-¡Bien!-, gruñó contento el Colmillo Plateado al tiempo que daba un empujón amistoso a Voz-de-Plata. -Ahora sólo tenemos que conseguir hacernos con ropa humana y más tarde podremos pensar en cómo volver hasta Vancouver. Es evidente que por ahora no podremos avisar a los Wendigo, pero si conseguimos unas monedas podremos llamar por teléfono a tus padres o a mis tíos y que ellos avisen por nosotros al Clan del Pacto de todo lo que está...

Canción-Oculta se interrumpió al ver que Lars estaba absorto en sus propias meditaciones mientras observaba detenidamente los edificios de la ciudad.

-¿Todo va bien, Lars?-, preguntó Faruq.

-No del todo-, respondió sombrío el Theurge. -No hemos llegado por casualidad a esta ciudad.

-¿Qué quieres decir?-, preguntó ahora Voz-de-Plata.

-Al principio no sabía qué estaba persiguiendo en el río, pero estoy convencido de que era el Gran Uktena. Es uno de los Incarnae, uno de los grandes espíritus servidores de Gaia. Hay muchas leyendas y rumores sobre él. En todas ellas, se habla del Gran Uktena con sospecha, pues se dice que es un espíritu antiguo y siniestro, y los Theurge de mi propia tribu creen que está demasiado cerca de lo que le conviene del Wyrm para averiguar sus secretos.

Sus palabras cortaron en seco la breve alegría de sus hermanos al descubrir que estaban en una ciudad canadiense. "Como sabía que iba a ocurrir", pensó. Todos ellos parecían ahora muy preocupados por las implicaciones de sus palabras.

-También es el patrón espiritual de una de las tribus nativo americanas-, añadió Voz-de-Plata. -De hecho, toda la tribu lleva su nombre: los Uktena. Las historias cuentan que esos Garou son tan siniestros como su patrón, que practican rituales secretos y terribles, y que guardan secretos peligrosos para toda la Nación Garou.

-Pues ese espíritu no debe de ser tan malo-, intervino con frivolidad Faruq. -Nos ha salvado. Nos ha traído de vuelta a una ciudad para que podamos volver a casa, aunque casi nos ahoga en el proceso.

-¿Tú qué piensas, Luna Creciente?-, preguntó Canción-Oculta.

-Creo que esta noche el Gran Uktena ha compartido uno de sus secretos con nosotros-, respondió Lars. -Nos ha traído específicamente a esta ciudad para que encontremos el edificio que vimos reflejado en las aguas del río.

-¿Y para qué nos ha traído aquí?-, preguntó cansado Faruq. -¿Para otra que intentemos misión suicida?

-Yo sé dónde está ese edificio-, respondió Voz-de-Plata antes de que Lars tuviese tiempo a contestar. Todos se le quedaron mirando sin comprender. -Lo supe cuando vi su reflejo en el agua del río. Es el mismo edificio de oficinas frente al que protesté el año pasado. Os puedo llevar hasta allí.

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Toronto, Ontario (Canadá)
7 de marzo de 1992

La manada se enzarzó una breve discusión acerca de lo que debían hacer a continuación. Aunque todos ellos estaban de acuerdo en que ya no había posibilidad de advertir a los Wendigo del Clan del Lobo Invernal de lo que había pasado en la mina de uranio situada al norte de su territorio, sus opiniones divergían a partir de ese punto. Canción-Oculta quería regresar a Vancouver y Faruq le apoyaba. Por el contrario, Lars era partidario de investigar el edificio que les había mostrado el Gran Uktena. Voz-de-Plata también quería ir allí. Al final, el Colmillo Plateado se avino a razones, aunque impuso a cambio sus propias condiciones. Sólo se acercarían a investigar durante tanto tiempo como lo que quedaba de noche y bajo ningún pretexto se separarían como había ocurrido en la mina.

No les quedaba mucho tiempo, tal vez dos horas antes de la llegada del amanecer. Voz-de-Plata les guió a través de las calles, internándose por callejones y calles estrechas para evitar que les viesen. Por fortuna, a esas horas de la madrugada en pleno invierno las calles de la ciudad estaban prácticamente desiertas y sólo tuvieron que esconderse de algún coche aislado que se perdía rápidamente en aquel laberinto de calles.

Considerando que era la primera vez que se encontraba en Toronto, Lars estaba maravillado por la limpieza y la pulcritud de las calles de la ciudad. Sin embargo, bajo esa apariencia idílica existían sutiles señales de algo más ominoso en la ciudad. A veces podía verse el contorno de una figura sombría observando la calle desde la ventana de uno de esos brillantes edificios. Otras veces veían pasar una limusina, recorriendo lentamente por las calles, como si buscasen a alguien. ¿Quiénes eran? ¿Qué hacían a esas personas? Lars tenía un mal presentimiento acerca de las respuestas a esas preguntas y, como había aprendido a lo largo de las últimas noches, se tomó muy en serio aquellas sutiles señales de peligro.

Voz-de-Plata les guió hasta King Street, la calle del centro financiero en la que se encontraba el edificio cuya fachada habían visto reflejada en las aguas del río. Con unos treinta pisos de alto, tenía la misma forma peculiar, curvada en una de sus esquinas, que les había mostrado el Gran Uktena, y la cristalera de su fachada seguía mostrando aquella pequeña estructura columnas verticales de hormigón que bajaban desde la azotea hasta llegar al suelo. No se acercaron, sino que lo observaron desde lejos, arrimados contra las paredes de otros edificios de la misma calle y lo suficientemente agazapados para intentar pasar por perros callejeros sin tenían la mala suerte de ser vistos por un testigo fortuito.

-¡Aquí apesta a Wyrm!-, gruñó disgustado Canción-Oculta. Ninguno de sus hermanos discutió semejante afirmación, ya que sabían perfectamente que los espíritus le habían otorgado el don de Sentir al Wyrm.

-¿Y ahora qué hacemos?-, preguntó Voz-de-Plata.

-Esta vez haremos las cosas bien-, le respondió Lars. -Caminaremos de lado, buscaremos la ayuda de los espíritus y averiguaremos qué está pasando aquí.

Todos estuvieron de acuerdo con el plan y se fueron acercando uno a uno a los coches aparcados en la calle, para luego centrar su mirada en el espejo del parabrisas y caminar de lado. Cuando le tocó el turno a Lars, sintió que la Celosía ofrecía mucha más resistencia de lo que nunca había notado en ella. En lugar de atravesar una liviana nube de algodón mojado, tenía la sensación de estar abriéndose paso a través de una capa de plástico que cedía ante su empuje pero que debía desgarrar de todos modos para llegar al otro lado.

En la Penumbra, el entorno era muy distinto al de los paisajes naturales de los bosques del norte o el del gran túmulo de Stanley Park. Aquí cohabitaban una extraña mezcla de edificios antiguos y modernos, todos ellos cubiertos por gruesas telarañas plateadas de aspecto metálico tan gruesas como un cable de acero y de pequeños hilos más pequeños. Espíritus arácnidos de la Tejedora trabajan sin descanso para cubrir todos los espacios que todavía no estaban cubiertos por las telarañas, incluyendo las propias aceras y los pocos árboles urbanos que había sobre ella. Aquí y allí podían verse pequeñas estatuas de otros espíritus petrificados y cubiertos sin piedad por las omnipresentes telarañas. Había estatuas de palomas, gorriones, pequeños roedores pero también de Perdiciones del Wyrm y otros espíritus más extraños. Las hijas de la Tejedora no parecían hacer distinciones a la hora de apresar, atrapar y petrificar toda la realidad tanto en el mundo espiritual como en el material.

Por el contrario, le bastó un vistazo al edificio de oficinas que estaban investigando para descubrir que el Wyrm también era muy fuerte allí. El edificio también estaba cubierto de telarañas, pero estas estaban manchadas por un líquido pastoso, de color marrón aguado que parecía brotar desde la cúspide del edificio y caer hasta llegar a la calle. La mugre espiritual también había infectado las telarañas de los edificios vecinos, aunque las hijas de la Tejedora parecían ignorarla y seguían trabajando obcecadamente en sus actuales tareas. Espíritus más extraños, algunos de ellos vinculados de algún modo a la electricidad, centellaban a su alrededor, ocupándose de sus propios asuntos.

Lars guió a sus hermanos de manada por ese lugar frío y aterrador, procurando no acercarse a las hijas de la Tejedora ni alejarse demasiado del edificio del Wyrm. Le llevó unos minutos encontrar lo que estaban buscando. En una pequeña calle perpendicular a la que se encontraban, unos pequeños espíritus insecto se estaban alimentando de unos restos de basura. Lars se acercó a ellos después de pedir a sus hermanos de manada que aguardasen a cierta distancia para no asustarlos.

-¡Yo os saludo, espíritus de cucaracha!-, les dijo el Theurge con respeto. -Mi nombre es Lars y necesito vuestra ayuda.

Los pequeños espíritus se removieron inquietos y entonces la bolsa de basura se agitó con un movimiento repentino. De ella brotó una enorme cucaracha con un caparazón de color pardo cromoso, que relucía con múltiples colores fluorescentes salpicados de glifos. La mayoría de ellos parecían estar relacionados con Gran Cucaracha, otro espíritu servidor de Gaia, y otros con la Tejedora.

-Kilakack'n te saluda, hijo del lobo-, su voz parecía ser producida por un enjambre de criaturas más pequeñas.- ¿Qué puedo hacer por ti?

Lars tardó en responder, nunca había oído hablar de ese espíritu concreto, pero si estaba vinculado a Cucaracha entonces era un aliado, o al menos eso esperaba. El glifo de la Tejedora no le ofrecía mucha tranquilidad. "Veamos cómo sale esto", trató de tranquilizarse el Theurge.

-Mis hermanos y yo necesitamos saber qué se esconde en el edificio del Wyrm-, respondió el Theurge señalando en la dirección en la que estaba,. -pero somos demasiado grandes para intentar entrar sin causar la alarma de sus moradores. Si nos ayudáis, estamos dispuestos a pagar un Chiminaje adecuado.

-Nos pides una tarea peligrosa. Muchas de las mías no regresarán-, respondió el espíritu-. Sin embargo, Kilakack'k te ayudará, hijo del lobo. A cambio debes darme una pequeña parte de tu esencia espiritual y jurar que dejarás grandes cantidades de comida al menos una vez al mes y a lo largo de todo un año para que nuestras hermanas terrenales puedan alimentarse y prosperar.

-Pagaré ese Chiminaje con sumo gusto-, respondió el Theurge.

A continuación se mordisqueó una pata hasta hacerla sangrar, dejando caer gotas de su sangre sobre la acera gris, y se apartó para que el espíritu pudiese aceptar su ofrenda. Tras beber las gotitas de sangre, Kilakack'n pareció satisfecho, ya que él o ella y sus hermanas más pequeñas correaron entre las telarañas en dirección al edificio.

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Tuvieron que esperar casi una hora. Durante ese tiempo, Selene ya casi había terminado su recorrido en los cielos y comenzaba su declinar para ocultarse en el horizonte. La impaciencia de sus hermanos había ido creciendo gradualmente a medida que pasaba el tiempo, esperando allí expuestos a cualquier amenaza, pero Lars había sido inflexible y había logrado convencerlos para que esperasen antes de hacer alguna locura. Cuando Kilakack'n y sus hermanas pequeñas regresaron, el joven Theurge observó que el pequeño enjambre había perdido a muchos de sus miembros.

Kilakack'n volvió a hablar con él en el lenguaje de los espíritus. Una vez que terminó de contar lo que había averiguado, Lars le dio las gracias en nombre de toda su manada y observó con preocupación como el espíritu volvía a esconderse bajo las bolsas de basura.

-¿Y bien?, preguntó impaciente Canción-Oculta. -Dinos que te ha dicho.

-Ha dicho que dentro del edificio hay una gran Perdición de maldad inconmensurable que está aprisionada dentro de una roca del cielo-, respondió Lars sombrío.

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