martes, 25 de marzo de 2014

BC 10: EL DISCÍPULO DE CROX


"Volvimos a reunirnos cuando el patético sol de Kymerus se escondió tras el horizonte, abandonando los yermos sin vida a la oscuridad de la noche y provocando que la temperatura exterior cayese por debajo de cero. Los cansados habitantes de Cuerpo Putrefacto no nos causaron problemas, sino que se encerraron rápidamente en sus ruinosas viviendas; de hecho, tan solo unos pocos se acercaron a la barcaza de Theon para emborracharse con su licor casero.
Mientras esas ratas miserables se ahogaban en alcohol en el piso inferior, nosotros compartimos los decepcionantes retales de información que habíamos averiguando. Fue entonces cuando el sargento Mordekay me reveló la existencia de los cuernos que habían brotado de mi cabeza. Al igual que Lambo, me resistí a creerle, por supuesto, pero un rápido interrogatorio a algunos de los humanos del piso inferior nos obligó a darnos cuenta de que estábamos equivocados.
No obstante, la revelación tuvo el mismo efecto que si alguien hubiese retirado una venda de mis ojos, ya que ahora sí podía entrever sus formas dobladas y puntiagudas en los extremos. ¿Y cuál fue mi reacción? Una mezcla de curiosidad morbosa y aceptación pragmática. Incluso ahora cuando escribo estas palabras, me resulta extraordinariamente difícil explicar con palabras la sensación instintiva de alivio que sentí.
Tan intensos fueron los oscuros pensamientos que me dominaron en esos momentos, que me pasé las siguientes horas contemplando embelesado esas dos siniestras proyecciones óseas, al igual que las adaptaciones inexplicables que había sufrido mi yelmo para darles cabida. Asimismo, no podía evitar preguntarme qué otros regalos podría haber depositado la Disformidad en nuestros cuerpos sin que todavía fuésemos conscientes de su existencia.
Mientras estaba completamente sumergido en estos lúgubres pensamientos, los demás discutían a cerca de la conveniencia de hacer guardias durante la noche. Gracias al implante del Nodo Catalepsiano, los Astartes no necesitábamos dormir del mismo modo que un hombre normal y estaba claro que los patéticos habitantes de Cuerpo Putrefacto no eran una verdadera amenaza para cualquiera de nosotros, pero el sargento Mordekay insistió en que debíamos mantener la disciplina militar para sobrevivir en un lugar como se imaginaba que debía ser el Vórtice de los Gritos.
El primer turno de guardia lo hicimos Karakos y yo. Afortunadamente para ambos, el clamor procedente del piso inferior fue descendiendo por sí sólo paulatinamente, a medida que los borrachos regresaban a sus respectivas viviendas. Era una buena noticia, ya que sus gritos estridentes estaban crispando mis nervios.
Nuestro turno de guardia terminó a medianoche, cuando recibimos la visita de varios jóvenes de la familia Guantequemado que trajeron consigo el generador de la servoarmadura que Lambo les había confiado. A partir de ese momento, Mordekay y él se ocuparon de la vigilancia durante lo que quedaba de noche."

-.-

-¡Soy el Discípulo de Crox!-, gritó de repente una voz profunda en el exterior. -¿Quién desafiará a un Campeón del Señor de los Cráneos?

Lambo corrió hacia un ventanuco desde el que se podía observar el exterior, mientras que Mordekay se dirigió hacia la puerta para asegurarse que no había nadie al otro lado. En una de las esquinas de la habitación, Karakos apartó a un lado el Libro de Lorgar que había estado releyendo desde el final de su guardia y desenfundó la espada de energía de su vaina.

-¿Cuántos enemigos ves?-, quiso saber Nodius mientras se incorporaba de su lecho sosteniendo la pistola bólter con mano firme.

-Solo uno-, respondió Lambo satisfecho.

-Las escaleras están despejadas-, susurró Mordekay tras abrir la única puerta de la estancia.

-¡Soy el Discípulo de Crox! ¿Quién desafiará a un Campeón del Señor de los Cráneos?-, volvió a gritar el extraño a pleno pulmón.

"Es muy alto para ser un humano", se sorprendió Lambo mientras seguía mirando por la ventana. El extraño debía medir dos metros y medio de estatura y estaba ataviado con una armadura pesada de ceramita embarrada con sangre y polvo. Un yelmo con la burda forma de un perro protegía su rostro. Lambo sonrió para sus adentros al reparar en la mortífera hacha sierra que sostenía en sus manos. "Un reto, por fin", agradeció en silencio.

-Ayudadme a ponerme mi armadura. ¡Rápido!

Mordekay y Karakos hicieron lo que les pedía adivinando fácilmente sus intenciones y colocaron con cuidado los conectores y las protecciones tan rápido como pudieron. Por su parte, Nodius bajó sigiloso los peldaños de las escaleras para comprobar que no hubiese enemigos ocultos en el piso inferior, pero allí sólo estaba Theon, temblando como un animal asustado al otro lado de la chatarra que hacía de barra en su establecimiento. Moviéndose sin hacer el menor ruido a pesar de su tamaño, Nodius consiguió acercarse al joven por la espalda y apoyar el cañón de su pistola bólter sobre su cabeza.

-¿Quién es ese hombre?-, siseó en la oscuridad.

-¡El Discípulo de Crox!-, respondió atemorizado el joven dueño de la barcaza tras soltar un respingo. Su voz le temblaba como un barco presa de una fuerte tormenta y el aroma del miedo bañó rápidamente la sala.

-Dime algo que no sepa o te juro que te vuelo la cabeza ahora mismo.

-Es un guerrero vagabundo que vive en los yermos cazando animales. Siempre desafía a un duelo a todas las personas con las que se encuentra, pero si no aceptáis sus juegos os dejará en paz.

-¿Y por qué no está en los yermos?

-¡Las malditas lanzaderas! ¡Debió darse cuenta de que había forasteros por las entradas y salidas de las lanzaderas!

-¡Soy el Discípulo de Crox! ¿Quién desafiará a un Campeón del Señor de los Cráneos?-, volvió a gritar el extraño ahí fuera.

-¡Yo lo haré!-, respondió esta vez Lambo con una alegría insana, casi febril.

-.-

El Discípulo de Crox le esperó impaciente sin tratar de ocultarse, iluminado por la tenue luz grisácea de Elorum, la única luna del planeta, que brillaba en el cielo nocturno seguida de cerca por una pequeña cola de meteoritos. A pesar de que había dejado de gritar, encendía y apagaba los dientes de su hacha sierra, provocando aullidos metálicos que resonaban espantosamente entre las ruinas que hacían las veces de viviendas en Cuerpo Putrefacto. Realmente parecía un perro rabioso a punto de saltar en cualquier momento.

Lambo salió de la barcaza de Theon aferrando su gladius en la mano diestra. Intuía que necesitaba ese duelo. Todo lo que conocía había sido destruido. Era el momento de poner a prueba una vez más sus habilidades marciales y devolverle al universo parte del sufrimiento que había soportado hasta ese momento. Sus camaradas de armas también salieron al exterior para asegurarse de que el Discípulo de Crox no contaba con la ayuda de cómplices que pudiesen intervenir para inclinar el combate a su favor.

-¡Reza tus oraciones, engendro!-, gritó saboreando el momento mientras se acercaba a su enemigo. -Esta noche vas a morir a manos de Lambo de Caliban.

-¡Tu sangre es la única ofrenda que necesito!-, ladró el Discípulo de Crox a través de su yelmo con forma de perro mientras alzaba con las dos manos su hacha sierra, cuyos afilados dientes rugían ahora sin freno.

Tal y como esperaba, el Discípulo cargó directamente contra él. Lambo saltó hacia la izquierda para evitar la feroz embestida y se puso en pie con elegancia. Sin embargo, antes de que pudiera terminar el movimiento, su enemigo detuvo su trote y lanzó un diestro barrido horizontal. Lambo lo intentó bloquear con su gladius ladeando el cuerpo, pero no pudo evitar que los dientes del hacha sierra mordiesen su servoarmadura. La sorprendente fuerza del Discípulo lo empujó hacia atrás y un repentino relámpago de dolor hizo que Lambo comprobase para su sorpresa que un pequeño rastro de sangre había aparecido a media altura del brazo izquierdo.

-¡Sangre para el Dios de la Sangre!-, gritó exultante el Discípulo de Crox, volviendo a caer sobre él entre horribles aullidos.

Lambo se concentró completamente el combate. La euforia inicial había desaparecido y su mente estaba ahora absolutamente centrada en parar y devolver la lluvia de golpes de su adversario. Para su desesperación, descubrió que se encontraba a la defensiva. Un nuevo barrido del Discípulo impactó directamente en el pecho, haciendo que saltasen chispas cuando el los dientes del hacha sierra volvieron a chocar contra las placas centrales de ceramita. Por fortuna, esta vez su servoarmadura prevaleció ante el golpe.

La fuerza del impacto hubiese dejado sin respiración a un hombre normal, pero Lambo era un Astartes y aprovechó esos segundos para responder con su gladius. Con torpeza, el Discípulo trató de apartarse sin éxito. El arma del Astartes se hundió en su muslo derecho, atravesando carne y músculo. Otra herida como esa y el Discípulo de Crox estaría acabado.

-¡Cráneos para el trono de Khorne!-, jadeó el humano retrocediendo un paso para volver a coger impulso mientras alzaba su arma.

Lambo intentó apartarse de la mortífera trayectoria del arma. No lo consiguió del todo, no fue lo suficientemente rápido. El hacha sierra pareció descender lentamente sobre él con un hambre anticipatoria. "He perdido", pensó el Astartes con incredulidad durante unos instantes. No fue consciente de que el golpe quebró su yelmo, volviéndolo inservible, pero sí de que estaba cubierto de su propia sangre. Su servoarmadura liberó automáticamente drogas estimulantes en su torrente sanguíneo, impidiendo que perdiese el conocimiento y el dolor desapareció como un mal recuerdo justo a tiempo, dado que el Discípulo de Crox estaba cogiendo impulso para intentar decapitarlo. Se apartó del golpe en el momento oportuno, por un margen de apenas unos centímetros, retrocediendo unos pasos para ganar más espacio de maniobra a la par que arrojaba al suelo el yelmo quebrado.

-¡Sangre para el Dios de la Sangre! ¡Sangre para el Dios de la Sangre!

El Astartes consiguió evitar dos barridos más. Estaba tan concentrado en el combate que no se había percatado de la mirada inquisitiva que Nodius lanzó en silencio a Mordekay mientras comenzaba a alzar su pistola bólter para disparar por la espalda al Discípulo de Crox. Tampoco había visto a Mordekay deteniendo a su hermano con un gesto negativo con la cabeza. Estaba demasiado concentrado para fijarse en todo lo que no fuera la peligrosa estrategia de la que dependía su vida en esos momentos.

Cediendo terreno, permitió que el Discípulo de Crox lo fuese arrinconando. Fingió que sus respuestas se volvían torpes y lentas. Eso envalentonó a su enemigo, tal y como esperaba, que volvió a precipitarse sobre él como una fiera hambrienta. Su falta de disciplina era la única ventaja con la que contaba Lambo.

-¡Sangre para el Dios de la Sangre! ¡Cráneos para el trono de Khorne!

Un fuerte barrido estuvo a punto de llevárselo por delante. Lambo se lanzó hacia delante, sabedor de que no tendría más oportunidades. Clavó el gladius en el pecho derecho del Discípulo, sintiendo una enorme satisfacción cuando escuchó el crujido de la armadura enemiga rota y la sensación blanda que encontró debajo. El hombre retrocedió tambaleándose y arrastrando el hacha, mientras su sangre se derramaba sin control por su pecho. Lambo lo siguió con paso resuelto a pesar de la gravedad de sus propias heridas.

El Discípulo arriesgó un nuevo golpe, que pasó muy lejos de su objetivo. El calibanita aguardó a que el arma pasase de largo antes de lanzar otra estocada. El gladius se clavó en el brazo derecho del hombre, sin llegar a profundizar lo suficiente para cortárselo. El Discípulo lo empujó antes de alzar de nuevo su arma. El movimiento fue demasiado lento. La perdida de sangre lo estaba debilitando.

Lambo no sufría un defecto tan mundano porque las plaquetas sanguíneas de su cuerpo Astartes habían comenzado a cerrar poco a poco las heridas sufridas y las drogas estimulantes todavía seguían inundando su cuerpo sobrehumano. Reuniendo las últimas fuerzas que le quedaban, arrojó una nueva acometida al cuello desprotegido su enemigo. El golpe fue mortal. El Discípulo se tensó como un títere al que tirasen con fuerza de sus hilos y a continuación tembló sin control mientras la vida se le escapaba del cuerpo en cuestión de segundos.

Jadeando con esfuerzo, el Astartes se inclinó para arrebatarle el yelmo con forma de perro y contemplar el rostro barbudo y lleno de cicatrices que había debajo. A continuación usó el gladius para decapitarlo con dos diestros tajos y, cogiéndolo por el pelo, lanzó su cabeza bien lejos para que la devorasen las alimañas que poblaban ese planeta.

-¿Quién más quiere enfrentarse conmigo?-, gritó a la noche liberando toda la rabia y la impotencia que le quedaban en su interior. -¿Quién quiere enfrentarse conmigo?

Ninguno de los asustados habitantes de Cuerpo Putrefacto se atrevió a responder, sino que volvieron a meterse en sus ruinosas viviendas atrancando en silencio todas las puertas y ventanas. Lambo recogió entonces el yelmo del Discípulo de Crox y comprobó si podría utilizarlo. Le quedaba justo, cierto, pero podía servirle hasta que consiguiese uno mejor. A continuación hizo lo mismo con el hacha sierra del caído. Una vez que estuvo satisfecho, entró de nuevo en la barcaza de Theon, tambaleándose, sin aceptar la ayuda de ninguno de sus hermanos.

-.-

"El duelo que acabábamos de presenciar nos había sorprendido considerablemente. ¿Cómo esperar que un simple humano pudiese hacer frente, y casi derrotar, a un guerrero Astartes de la talla de Lambo? Creo que las evidentes implicaciones de ese hecho no nos pasaron desapercibidas a ninguno de nosotros, aunque no llegamos a expresarlas en voz alta. Estaba claro que la Disformidad había fortalecido el cuerpo del humano, exagerando extraordinariamente su fuerza y resistencia hasta límites casi imposibles.
Interrogando con más calma a Theon, pudimos averiguar que Crox, el maestro del guerrero con el que se había enfrentado Lambo, era un poderoso paladín del dios Khorne que lideraba su propia partida de guerra en el Vórtice de los Gritos. Había visitado el Templo de las Mentiras tres años antes para entrevistarse con el Oráculo Mentiroso. Ya fuese por descuido o un acto intencionado, lo cierto es que su Discípulo quedó abandonado desde entonces en Kymerus, de donde no supo, o no quiso, escapar.
Ante nuestras insistentes preguntas acerca de Khorne, Theon sólo pudo contestarnos que era el siniestro dios de la sangre, los cráneos, las matanzas y la guerra. Solían adorarlo todo tipo de piratas, soldados y asesinos, que gritaban su nombre antes de cada batalla para intentar llamar su atención y conseguir su favor. En este punto, Karakos nos confirmó que el joven estaba siendo sincero, porque el Libro de Lorgar describía al Dios de la sangre en términos similares.
Satisfechos con sus explicaciones, regresamos al piso superior y continuamos haciendo guardia hasta que la noche terminó con el ascenso de luces de color verde pálido en el horizonte. No volvimos a ser interrumpidos en ningún momento, salvo por los aterrados jóvenes Guantequemado, que nos devolvieron el generador de mi servoarmadura. Tan sólo faltaba el de Mordekay.
Una hora y media después del amanecer, la temperatura exterior había subido hasta alcanzar los diez grados aproximadamente. Un poco más tarde, divisamos un lento vehículo de orugas acercándose a Cuerpo Putrefacto. Tenía el tamaño de un transporte industrial, como los que habíamos visto cientos de veces en las fábricas de Caliban, con el espacio de carga abierto al exterior, y un solo hombre controlando los mandos. Mordekay nos pidió a Lambo y a mí que fuésemos a la vivienda de los Guantequemado y recuperásemos su generador, estuviese recargado o no. Desde ese momento, teníamos que estar preparados para afrontar cualquier amenaza."

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