jueves, 6 de marzo de 2014

BC 5: ÁNGELES CAÍDOS


"El alma de todo hombre se rige por mecanismos incomprensibles para la mente humana. Palabras como amistad, fe, egocentrismo o lealtad carecen de sentido si se acepta este hecho. Poco importan los juramentos y las promesas, ya que la misma esencia del universo es el cambio... y el cambio, como bien sabemos, conduce inexorablemente al Caos.
¿Cómo, si no, puede explicarse lo que ocurrió durante la primera campaña militar de los Ángeles Oscuros bajo el mando directo de Lion El'Johnson? ¿Qué sucedió realmente en Sarosh? Muchos se hicieron estas preguntas, antes y después de la conquista imperial de ese insignificante planeta, aunque hasta ahora nadie haya hallado una respuesta completamente satisfactoria. Probablemente, solo los implicados conocen la verdad de los hechos y decidiesen guardar silencio por alguna razón desconocida. Ya no importa, en cualquier caso.
Lo único que sabemos con certeza es que, después de Sarosh, Luther y quinientos nuevos Ángeles Oscuros, todos ellos de origen calibanita, fueron enviados de nuevo a Caliban para supervisar los programas de entrenamiento de los nuevos reclutas. Inexplicablemente, entre los que volvieron se encontraban jóvenes caballeros que habían servido con lealtad y honor a la antigua Orden en los viejos tiempos.
Al principio, muchos creyeron que el Primarca había detectado errores logísticos y tácticos durante la campaña militar, y que, por ello, había enviado a Caliban a los hombres en los que más confiaba para revisar los programas de entrenamiento e intensificar el reclutamiento. No obstante, el paso de los años se encargó de destrozar ese engaño benévolo, hasta que ya no hubo duda alguna de que Luther y los otros habían sido apartados por razones desconocidas. La amarga verdad se hizo tan evidente que algunos Ángeles Oscuros llegaron a utilizar abiertamente la palabra exilio para definir su difícil situación.
Durante cincuenta años esa herida espiritual fue arraigando en el corazón de los hombres, infectando el corazón y el alma con su pútrida caricia hasta que un cúmulo accidental de acontecimientos liberó al exterior todo el pus que se había acumulado. Nunca conocí los detalles exactos de lo que ocurrió durante los primeros días, ya que mi escuadra se encontraba destinada en las montañas occidentales, donde estuvimos casi tres meses realizando rigurosos ejercicios de entrenamiento en completo aislamiento pero, cuando regresamos a nuestros barracones en Aldurukh, quedamos completamente sorprendidos por los sucesos ocurridos.
Lejos de los monasterios fortaleza y de los campos de entrenamiento de los Ángeles Oscuros, la veintena de arcalogías que había en Caliban fueron víctimas de sabotajes y accidentes de todo tipo. Al mismo tiempo, se produjeron atentados terroristas contra funcionarios imperiales y revueltas populares entre los trabajadores industriales calibanitas. Los informes que llegaron de Stormhold, Windmir y el Bosque del Norte eran sumamente alarmantes. Pronto quedó muy claro que se trataba de una rebelión a escala planetaria y hábilmente organizada.
Por fortuna para los rebeldes, Luther se negó a desplegar a los Ángeles Oscuros contra la población civil, exigencia que le fue formulada repetidas veces por los funcionarios imperiales en términos cada vez más apremiantes. Dado que la producción quedó detenida casi por completo durante los disturbios, hubo que recurrir a las reservas para continuar proporcionando los envíos de suministros a las tropas de la I Legión que participaban en la Gran Cruzada. La situación empeoraba por momentos, mientras Luther trataba de evitar un baño de sangre a toda costa.
Finalmente, se traspasó el punto de no retorno y los Ángeles Oscuros se vieron obligados a intervenir en el Bosque del Norte. Allí una facción rebelde desobedeció las órdenes de sus líderes y atacó a la población civil. La situación fue extraordinariamente compleja. Sin embargo, los Ángeles Oscuros lograron eliminar la amenaza, por supuesto. Inmediatamente después, Luther decretó una amnistía para todos los rebeldes calibanitas que abandonasen las armas, lo que provocó a su vez quejas por parte de los funcionarios imperiales, ya que, según la ley imperial, el delito de insurrección debía castigarse con la pena de muerte. Finalmente, Luther ordenó el arresto de estos idiotas, controlando rápidamente la situación.
A partir de ese momento, Caliban recuperó su libertad por última vez y dio comienzo nuestra verdadera historia."



-¡Nodius, informa!-, exigió la voz de Mordekay por la frecuencia táctica de su escuadra.

-Tengo dos contactos confirmados subiendo por las escaleras meridionales.

-¿Te envío a Lambo?

-Negativo, hermano sargento-, respondió confiado mientras recargaba el cargador vacío de su pistola bólter. -Puedo ocuparme de ellos. ¿Cómo está Quintus?

-Su estado es crítico. Su cuerpo ha entrado en animación suspendida, pero no creo que sobreviva. Lo hemos dejado en el Munitorum hasta que cese el combate.

-Ninguno de nosotros sobrevivirá a este día, hermano sargento.

-Tienes razón. Haz que paguen por cada muerte que han causado, Nodius.

-¡Ya están aquí!-, tuvo tiempo de advertir antes de empezar a disparar su arma cuando consiguió un objetivo claro. -¡Por Caliban!

-.-

"Sin tiempo para asimilar las noticias cuando volvimos de las montañas, todos los miembros de nuestra unidad, la Escuadra Laquesis, fuimos asignados a la guarnición de la fortaleza monasterio de Osul, situada en la región conocida como las Colinas Rojas. Aquel antiquísimo edificio de piedra jugaba un papel insospechado en la red defensiva planetaria, ya que alojaba en sus entrañas uno de los grandes milagros tecnológicos de nuestros antepasados, los primeros colonos de Caliban. Allí, ocultos a gran profundidad, se hallaban los gigantescos espíritus máquina que alimentaban uno de los escudos energéticos que protegían Caliban frente a las amenazas externas.
La guarnición de Osul creció de forma lenta pero apreciable durante los siguientes meses. Cientos de operarios de la arcalogía de las Colinas Rojas, situada a unos quinientos kilómetros, instalaron un silo de defensa láser, conectado directamente a los espíritus máquina dejados bajo tierra por nuestros antepasados. Las bocas de sus cuatro gigantescos cañones láser, capaces de derribar grandes naves espaciales en órbita, sobresalían más de veinte metros por encima de la superficie alrededor del fortaleza monasterio como si fuesen las fauces hambrientas de las extintas grandes bestias de nuestro pasado.
Por si estas medidas no fuesen suficientes, a los cien Astartes acuartelados allí, la mitad de los cuales procedíamos del último capítulo de reclutamiento, se nos unieron casi dos mil Jaeger, que rodearon todo el perímetro con zanjas y trincheras. Esa línea defensiva fue reforzada con armas pesadas y vehículos blindados, dispuestos con astucia para romper cualquier asalto directo contra la fortaleza monasterio de Osul.
Semejante despliegue causó numerosos rumores, por supuesto. Fue el mismo Luther, en una de sus frecuentes inspecciones por sorpresa, el que se encargó de dar explicaciones por medio de un emotivo discurso en el que volvió a hacer gala de su extraordinario carisma. Nos contó que Horus Lupercal, el hijo genético más querido del Emperador, nombrado por él mismo como Señor de la Guerra para que comandase la última fase militar de la Gran Cruzada, se había alzado en armas contra su padre. Otros Primarcas habían sumado sus Legiones Astartes a la suya, al igual que un número desconocido de unidades del Ejército y la Armada Imperial. Los sucesos todavía eran confusos, nos dijo, pero todo parecía indicar que había estallado una sangrienta guerra civil cuyo final no parecía previsible a corto plazo.
Asimismo nos explicó que las noticias procedentes del exterior, sumamente contradictorias, no aclaraban el papel jugado en estos sucesos por el propio Lion El'Johnson, aunque todo parecía indicar que se había unido a las fuerzas rebeldes de Horus. Fuera cual fuese la verdad, lo cierto era que Caliban no se implicaría en esta guerra civil galáctica, ni tomarían partido por ninguno de los bandos en liza, sino que buscaría su propia suerte como planeta independiente, soberano y libre de cualquier poder exterior. Desde ese momento, debíamos retirar inmediatamente todas las enseñas, banderas, emblemas y estandartes imperiales, y renegar de cualquier juramento de lealtad al Emperador.
La fortuna había querido que una gran tormenta de la disformidad aislase nuestro planeta de las fuerzas enemigas, ventaja que debíamos aprovechar al máximo, fortificando nuestras posiciones y preparándonos para defender nuestro hogar. Caliban necesitaba a sus protectores con más urgencia que nunca y los Ángeles Oscuros responderían a la llamada."

-.-

-¡Por Caliban y Luther!-, gritó Mordekay con todas sus fuerzas mientras cargaba contra su enemigo.

Su embestida no cogió desprevenido al Astartes leal, un oficial de alto rango del ejército invasor, que consiguió apartarse a la izquierda mientras contraatacaba al mismo tiempo con un barrido horizontal de su martillo energético cuando ambos estuvieron bastante cerca el uno del otro. El arma de su enemigo hizo añicos el sillarejo de piedra de la pared. De no ser por Lambo, ese golpe lo hubiese matado, pero su hermano había sido tan rápido como una serpiente arbórea y lo había apartado en el último momento de la trayectoria letal del martillo con un apresurado empujón por la espalda a su contrincante.

-¡Morir, traidores!-, gritó el leal a su vez por los altavoces de su yelmo alado. -¡Por el Emperador!

Su enemigo apartó de un golpe a Lambo y alzó el pesado martillo con las dos manos para aplastarlo contra el suelo como si fuese un insecto demasiado atrevido. Silencioso como una tumba, Lambo arriesgó sin éxito otra cuchillada buscando abrir una brecha en el cuello, pero tuvo que abandonar en el último segundo para no morir en el acto. El martillo se estrelló en el lugar donde había estado pocos segundos antes, atravesando el suelo metálico de un solo golpe.

Mordekay aprovechó su oportunidad y sus dedos se cerraron sobre el mango del martillo energético, mientras el leal sacaba sin esfuerzo su arma del agujero que había creado. Los servomotores de sus armaduras negras, tan parecidas y tan distintas al mismo tiempo, gimieron por el esfuerzo cuando sus brazos lucharon por el control del arma. Los dos gigantes se revolvieron el uno contra el otro con violencia, chocando torpemente contra las vetustas paredes de piedra sin que cediese ninguno de los dos. Lambo los siguió de cerca, hostigando sin descanso con su gladius al Astartes leal de la I Legión.

-.-

"La primera señal de la temida invasión fueron los disparos de los gigantescos cañones láser de defensa. Sus tripulaciones medio humanas dispararon automáticamente las lanzas energéticas cuando los espíritus máquina detectaron la presencia de los navíos enemigos. Armas semejantes por todo Caliban siguieron los mismos protocolos, llenando el cielo de destrucción y muerte.
Segundos después del inicio de la primera salva automática, sonaron las sirenas de alerta en el monasterio fortaleza de Osul. Todos los presentes sabían lo que significaba eso. Todos corrieron a sus puestos de combate. Los Jaeger ocuparon la línea defensiva de trincheras y fortines, mientras los Ángeles Oscuros acudíamos ordenadamente a nuestros puestos asignados alrededor de los cañones láser y el edificio principal.
Sin embargo, el enemigo no atacó inmediatamente y los cañones láser cesaron el fuego. Poco a poco, empezaron a llegar los primeros informes que confirmaron la presencia de una enorme flota invasora, que había perdido varios navíos al acercarse al planeta. Las comunicaciones procedentes del mando militar en Aldurukh confirmaron esos informes preliminares. La flota invasora había retrocedido temporalmente, pero era previsible un asalto total contra nuestro planeta. Nuestras órdenes eran defender las instalaciones de Osul a cualquier precio. Habíamos cogido desprevenido una vez a nuestros enemigos, pero todos sabíamos que eso no volvería a ocurrir.
Casi siete horas más tarde los cañones láser volvieron a abrir fuego y el lamento de las sirenas anunció lo inevitable. El cielo se llenó de estallidos espectaculares cuando el escudo energético de Osul nos protegió del bombardeo enemigo. Más allá de la seguridad de nuestro perímetro, las plantas y los animales ardieron, el suelo rocoso reventó con cada nuevo impacto de las cabezas explosivas y la tierra ennegreció por completo.
Pero lo peor fue el rugido atronador de una gran explosión al sureste, seguido de una columna de humo, ceniza y fuego que se elevó rápidamente hacia los cielos. Intencionadamente o no, el arma nuclear enemiga había impactado sobre la arcalogía de las Colinas Rojas, reduciéndola por completo a escombros humeantes y masacrando de un plumazo a sus casi diez millones de habitantes.
La explosión nuclear marcó el fin del bombardeo enemigo, aunque nuestros cañones defensivos continuaron disparándolo sin tregua. Habíamos perdido las comunicaciones con Aldurukh y nos habíamos quedado aislados. Todavía conmocionados por la destrucción de la arcalogía de las Colinas Rojas, minutos más tarde percibimos el pequeño fulgor distintivo de las cápsulas de desembarco cayendo sobre nuestra posición."

-.-

Dos proyectiles reventaron el peto del primer Astartes que subía, abriéndose paso a través de las placas de ceramita y desgarrando la carne y el hueso que se escondían debajo. La figura blindada retrocedió por los impactos, a punto de caer por las escaleras, pero la sorprendente testarudez del herido hizo que se sujetase a la pared y cogiese impulso para seguir avanzando. Su compañero lanzó una granada por el hueco de las escaleras hacia la posición de Nodius, que se vio obligado a retroceder. Se produjo una fuerte explosión, pero la metralla impactó inútilmente contra su servoarmadura, igual que si hubiesen sido gotas de lluvia.

La pistola bólter de Nodius siguió rugiendo en su mano. El polvo y el humo restaron efectividad a sus disparos, pero confiaba en poder mantener a sus enemigos a raya hasta que mejorase la visibilidad. No obstante, los leales no esperaron, sino que cargaron directamente contra él.

-¡Por Lion!-, gritó el Astartes herido mientras avanzaba por el pasillo disparando su bólter seguido de cerca por su compañero.

Sus disparos erraron en el blanco, salvo uno que afortunadamente no llegó a atravesar la ceramita protectora de su hombrera derecha. Viéndose acorralado, Nodius dejó de disparar y alzó la palma de su mano libre, recurriendo a las energías secretas que bullían en su interior. Concentró toda su rabia al recordar el destino de la arcalogía de las Colinas Rojas y la manifestó en su guantelete bajo la forma de una llama ardiente.

Después de que el Imperio hubiese aprobado el Edicto de Nikaea que disolvió oficialmente todos los Librariums dentro de las Legiones Astartes, los marines espaciales con poderes psíquicos como Nodius habían tenido que jurar en nombre del Emperador que nunca utilizarían de nuevo sus temibles poderes sobrenaturales. Sin embargo, Nodius había sido liberado de semejantes restricciones cuando Luther liberó a Caliban de la tiranía imperial. "Nunca más renegaré de lo que soy", pensó con satisfacción mientras arrojaba las llamas contra el Astartes leal.

La figura blindada quedó envuelta por el ardiente fuego, que penetró vorazmente por cada resquicio y brecha que encontró a su paso. Hubo un fuerte olor a carne quemada. El leal dio tres cortos pasos más y se desplomó pesadamente sobre el suelo metálico, mientras su fuego fúnebre continuaba ardiendo. "Uno más. Solo uno más, por favor", deseó Nodius mientras se preparaba para la vengativa carga del compañero de armas del caído.

-.-

"Los Jaeger abrieron fuego contra los invasores con todo lo que tenían. La atronadora salva de cañones láser y bólters, lanzamisiles y ametralladoras pesadas pareció frenar a los Astartes leales durante unos engañosos minutos, pero pronto comprobaron que el enemigo seguía avanzando a pesar de la intensidad del fuego disparado sobre ellos. La confusión de los soldados fue mayor si cabe cuando el enemigo estuvo lo bastante cerca para reconocer los colores e insignias de los Astartes contra los que luchaban. Sus armaduras negras, como el carbón, sus emblemas representando la espada alada y sus gritos de batalla en nombre del Emperador y Lion les confirmaron que se estaban enfrentando contra los Ángeles Oscuros leales al Imperio. La I Legión había regresado a Caliban.
Podría decirse muchas cosas de esos hombres y mujeres que no habían tenido la oportunidad de vivir en los tiempos de los caballeros y las grandes bestias, pero esa noche demostraron un coraje que estuvo a la altura de sus heroicos antepasados, manteniendo sus posiciones y librando una lucha desesperada cuando los Astartes leales llegaron finalmente las trincheras, las cuales pronto quedaron teñidas de sangre.
Entretanto, llegaron una veintena Thunderhawk con refuerzos para los invasores, desplegando una docena de Predators, un puñado Whirlhinds y varios Rhinos cargados con más escuadras Astartes. Las unidades mecanizadas de ambos bandos entablaron combate, mientras las líneas defensivas iba cayendo una a una por todo el frente.
Cuando los primeros Astartes leales entraron en el monasterio fortaleza, los Ángeles Oscuros calibanitas los recibieron con una mortal lluvia de fuego, cerrando la primera brecha. Mientras los cañones láser seguían escupiendo más fuego contras las naves enemigas en órbita, se produjeron decenas de combates aislados en la fortaleza. Escuadras de asalto leales cayeron sobre el techo del edificio principal por medio de sus propulsores de salto y se abrieron paso hacia su interior utilizando bombas de fusión. Entonces nos llegó la que sería la última transmisión del mando de la guarnición, que ordenó a todas las escuadras operativas retroceder inmediatamente y defender los espíritus máquina de los escudos energéticos hasta el último calibanita.
Al mismo tiempo, el bombardeo orbital enemigo continuó cayendo inmisericorde sobre todo Caliban, sin ofrecer tregua alguna a sus desesperados pero heroicos defensores."

-.-

El Astartes leal le dio un cabezazo. Su yelmo lo protegió del golpe, aunque no pudo evitar que perdiese el equilibrio y cayese al suelo. Mordekay aferró la empuñadura de su gladius dispuesto a asestar un último golpe, pero Lambo se anticipó a él, propinando un profundo corte detrás de la rodilla de su adversario que llegó a cortarle hasta el hueso. Eso hizo que se convirtiese en el blanco de la furia de su enemigo, que arremetió contra él hasta cuatro veces con el martillo energético. Lambo se vio obligado a retroceder, sin poder evitar que el leal lo arrinconase contra la pared.

Mordekay se puso en pie furioso. Había perdido a casi todos sus hermanos de escuadra. Naaman, Zahariel y Cadmus habían muerto a los pies del gigantesco cañón láser que protegían. Nemiel y Bethor cayeron bajo el fuego enemigo cuando cargaron para abrirse paso hasta el edificio principal. El sargento Elyas murió decapitado por la espada sierra de un Astartes leal mientras luchaban contra los efectivos restantes de una escuadra de asalto invasora, lo que lo había convertido en el oficial al mando de sus hermanos restantes. Incluso el orgulloso Quintus estaba ahora moribundo por un disparo afortunado cuando se hicieron con el control de esa planta.

-¡No voy a permitir que sacrifiquéis a Lambo ante mis propios ojos!-, se juró a sí mismo en voz alta.

Su grito de rabia ciega previno al Astartes leal de su carga. Con un movimiento poco elegante pero sumamente hábil, su enemigo consiguió darse la vuelta e interponer el martillo entre los dos. Un fuerte terremoto interrumpió entonces su pelea durante unos segundos mientras trataban de permanecer en pie. Parecía que el edificio entero fuese a venirse abajo en cualquier momento. Cayeron pequeños cascotes de piedra y metal sobre sus armaduras. Los lumenes de la planta se oscurecieron al unísono al quedarse sin energía. Los Astartes sólo veían ahora gracias a los filtros especiales de las lentes integradas en sus yelmos.

Audaz, Lambo aprovechó esos valiosos segundos para tratar de acabar con su adversario. Su gladius se hundió en el costado del Astartes leal, dejando un alargado rastro de sangre a su paso. El digno adversario aulló de dolor y se disponía a contraatacar cuando Mordekay volvió aferrar el mango del martillo energético. Arrebatándoselo de las manos, el nuevo sargento de la escuadra Laquesis alzó el arma por encima de su cabeza.

-¡Por Lutheerrr!-, gritó Mordekay intentando hacerse oír por encima del estrépito de las explosiones que tenían lugar en los pisos inferiores.

-.-

Nodius y su enemigo rodaron por el suelo, mientras trataban de acuchillarse mutuamente con sus respectivos gladius. No les importó que se fuesen las luces, ni hicieron caso a las explosiones, los terremotos o los impactos del bombardeo orbital que ya no podía ser contenidos por el escudo energético de Osul. Los dos Astartes estaban demasiado concentrados en matarse el uno al otro como para que tuviese importancia cualquier otra cosa. El imperial logró imponerse finalmente sobre él, alzando su gladius para descargarlo contra su cabeza.

-¡Así mueren los traidores!-, gritó triunfante el Ángel Oscuro leal antes de dar el golpe de gracia.

Nodius extendió su mano zurda y recurrió de nuevo a sus poderes psíquicos. Las llamas envolvieron los dedos blindados de su armadura energética y saltaron con vida propia sobre su adversario, arrojándose vorazmente sobre su el rostro del yelmo. Aquella distracción hizo que el imperial errase el golpe. Nodius se lo quitó de encima y rodó por el suelo tratando de ganar distancia antes de volver a ponerse en pie. Su enemigo lo persiguió con celo implacable.

En ese justo momento, Nodius percibió algo más. Era la disformidad. Allí estaba ocurriendo algo terrible. La energía psíquica procedente del universo del Immaterium, como era llamado por los eruditos imperiales, estaba emergiendo hacia la realidad física con la fuerza de una tormenta incontrolable. Nodius gritó sobrecogido cuando aquella energía descomunal se abalanzó sobre lo que quedaba de Caliban. Su cuerpo fue arrastrado de golpe por las poderosas corrientes etéreas, sacudiéndolo violentamente de un lado a otro, antes de engullirlo por completo en sus voraces fauces.

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