martes, 18 de marzo de 2014

BC 8: EL HEREJE


"Era necesario un cambio de estrategia. Los guardianes demoníacos y la preocupante escasez energética de nuestras servoarmaduras sugerían que cualquier ataque directo contra el Templo de las Mentiras estaría condenado casi con seguridad al fracaso, incluso si ese asalto estaba protagonizado por dos Astartes.
Así pues, regresamos por el camino por el que habíamos venido con la intención de pasar la noche en Cuerpo Putrefacto y, con un poco de suerte, buscar algún espíritu máquina que nos permitiese recargar las reservas energéticas de nuestras servoarmaduras. Lambo fantaseaba con la idea de hacernos fuertes en el asentamiento, resistir cualquier asalto del Templo Mentiroso y embarcarnos en la primera lanzadera que aterrizase en el espaciopuerto para salir cuanto antes de aquel planeta marchito.
Confieso que, a falta de un plan mejor, la idea me pareció muy tentadora. No deseaba entrar en el Templo de las Mentiras, ya que había percibido que el velo invisible que separa las mareas y corrientes de la disformidad de nuestro universo físico era extraordinariamente débil en el lugar donde estaba ubicado el templo.
Así pues, deshicimos el camino tan rápido como pudimos, preparados para repeler cualquier emboscada de los Querubines deformes. Afortunadamente para ellos, no encontramos ni rastro de esas desagradables criaturas pero, para cuando regresamos a Cuerpo Putrefacto, nuestras armaduras únicamente disponían de menos del 10% de su capacidad energética. Sin perder más tiempo, nos dirigimos directamente a la barcaza pesada de Theon mientras ignorábamos las miradas asustadas de los habitantes del asentamiento."

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Lambo fue el primero en entrar por la apertura apartando a un lado la tosca chapa metálica que hacía las veces de puerta. Dos quemadores encendidos iluminaban la estancia. El interior consistía en un pequeño espacio abierto, con tres sucias mesas de metal dispersas y ocho jóvenes lugareños de semblante suspicaz y ropas raídas que estaban sentados alrededor de una de las mesas. Pero el elemento más sorprendente de todos era un Astartes sentado sobre un trozo rectangular de chatarra que debía hacer las veces de barra de bar en ese garito. El marine espacial no tenía puesta ninguna servoarmadura y sus únicas vestimentas eran unas túnicas amplias y descoloridas. En una mano sostenía un libro de aspecto envejecido y páginas desgastadas, en la otra un pequeño barril de licor local.

-Bienvenidos-, los recibió el Astartes con una cálida sonrisa en su cara pálida, mientras dejaba su bebida sobre la mesa. Aunque hablaba el gótico terrano, las palabras y los acentos parecían muy distintos al que habían escuchado pronunciar a Elika la Vidente. -Os estaba esperando.

-¿Ah, sí?-, preguntó Nodius. -¿Y cómo es eso?

-El demagogo me dijo que llegarían más invitados para pasar la noche en esta barcaza-, le respondió el extraño sin mostrar ninguna acritud ni agresividad cuando su educada bienvenida no fue correspondida. -Mi nombre es Karakos. ¿Puedo conocer los vuestros?

-Lambo y Nodius-, respondió el primero mirando de reojo a los lugareños que, pese a que rehuyeron su mirada, debían estar escuchando con gran atención todo lo que decían.

-Deberíamos hablar en un lugar más privado-, dijo Nodius, leyéndole el pensamiento a su compañero.

-Ese joven de ahí es nuestro anfitrión-, dijo Karakos señalando a un hombre asustado de apenas veinte años que estaba en la mesa. -Se llama Theon y ha dispuesto toda la planta superior para nuestro alojamiento. Podemos ir allí, si lo preferís.

-Excelente idea-, se apresuró a responder Nodius. -Subamos.

Karakos les guió hasta un tramo de escaleras que tenía un aspecto rudimentario, sin duda alguna un añadido realizado después de que el transporte se hubiese estrellado en la superficie de Kymerus, y los tres subieron por ellas sin sufrir más trastorno que el ocasional quejido de los peldaños bajo el peso de sus servoarmaduras. La planta superior consistía en otro espacio abierto, iluminado por un débil lumen que colgaba del techo, estaba libre de muebles salvo seis colchones tirados en el suelo y carecía de cualquier tipo de decoración que personalizase el alojamiento. Sin embargo, había unos elementos claramente llamativos apoyados en una de las esquinas: una servoarmadura azulada, un modelo claramente superior al suyo propio que no habían visto hasta ahora, una espada envainada y una pistola bólter.

Karakos dejó cuidadosamente el libro sobre uno de los colchones y se encaró hacia ellos con sus ojos castaños llenos de seriedad. Tenía una cara pálida y alargada, cejas oscuras y un pelo oscuro y corto. Para los criterios Astartes, tenía una estatura mediana, aunque Lambo le seguía sacando una cabeza entera de alto, y su cuerpo parecía tan fibroso y resistente como el de cualquier marine espacial.

-No reconozco los emblemas tu servoarmadura. ¿A qué Legión perteneces?-, le preguntó Nodius después de cerrar la única puerta.

-¿Legión?-, preguntó a su vez Karakos con curiosidad. -No pertenezco a ninguna "Legión". Antes formaba parte de los Cráneos Plateados. Ahora recorro mi propio camino libre de ataduras.

-Nunca había oído hablar de ellos.

-Son bien conocidos, te lo aseguro.

-Luego volveremos a hablar sobre eso, ¿puedes decirnos cuánto tiempo has estado en Kymerus?

-Apenas seis horas estándar. ¿Y vosotros?

-Unas dos horas-, respondió Lambo todavía suspicaz, -aunque hemos visto más que suficiente.

-Lo entiendo. Parece un planeta pobre y sin ninguna importancia estratégica.

-Pero tú estás aquí...

-En efecto. Recibí una invitación muy intrigante del Oráculo Mentiroso. ¿Vosotros también,verdad?

-La recibimos, pero no acudiremos a esa reunión.

-¿Por qué?-, quiso saber Karakos claramente sorprendido por sus palabras.

-Porque no confiamos en las intenciones del Oráculo Mentiroso-, intervino Nodius sombrío. -¿Cómo llegaste al planeta?

-Mi guía, un sirviente del templo llamado llamado Onaeus el Extraño, nos consiguió pasaje en las bodegas de un navío pirata llamado El Rastro de Sangre y nos trajo al espaciopuerto esta mañana.

-¿Y después?

-Después él regresó al Templo de las Mentiras. Yo, por mi parte, me quedé en esta barcaza, esperando y leyendo en compañía de los rufianes que visteis abajo. ¿Me diréis ahora cuál es la razón de este burdo interrogatorio?

La pregunta resonó afable pero estaba cargada de tensión. Lambo y Nodius se miraron entre sí, dudando acerca de si podían confiar o no en Karakos. El Astartes no parecía esconder intenciones hostiles hacia ellos, aunque eso no quería decir nada por ahora. Sin embargo, unos fuertes ruidos en las escaleras evitaron el hecho de que tuviesen que responder. Los tres Astartes se tensaron cuando los oyeron. Parecían los típicos chirridos de una servoarmadura energética y, fuera quien fuese el recién llegado, estaba subiendo por las escaleras. Al igual que hizo Nodius, Lambo empuñó inmediatamente su pistola bólter, apuntando directamente hacia la única puerta de la sala. Karakos simplemente permaneció muy quieto donde estaba, sin hacer ademán siquiera de intentar coger sus armas.

En ese momento, los pesados pasos se detuvieron frente a su puerta y pasaron unos segundos antes de que la figura acorazada que había al otro lado se decidiese abrirla. Pese a todos los sufrimientos que habían padecido desde su heroico combate en Osul, el severo entrenamiento Astartes de Lambo y Nodius evitó que sus dedos apretasen los gatillos de sus armas para abrir fuego, incluso cuando comprobaron que el recién llegado lucía el color negro metalizado de los Ángeles Oscuros o que estaba armado con un enorme martillo energético que sostenía con ambas manos. El recién llegado no llevaba puesto el yelmo, sino que lo mantenía sujeto magnéticamente en su servoarmadura. Nodius bajó su arma inmediatamente cuando contempló el rostro descubierto.

-.-

"La aparición de Mordekay fue un milagro extraordinario, dado que Lambo y yo nos habíamos hecho inconscientemente a la idea de que habría muerto en el fuerte bombardeo que sufrimos en Osul o que no habría sobrevivido a las terribles corrientes de la Disformidad. En términos más egoístas, he de reconocer que su presencia incrementaba nuestra capacidad operativa en este mundo extraño lejos de todo lo que nos era conocido.
El último sargento de la Escuadra Laquesis bloqueó con su cuerpo blindado la única salida de la habitación y nos pidió en calibanita un informe de la situación sin perder de vista al indefenso Karakos, que ahora estaba encerrado con tres Ángeles Oscuros equipados con sus servoarmaduras y armas de combate. Dicho fuera en su honor, el Astartes permaneció estoicamente en silencio.
Después de que le hubiésemos explicado todo lo que había pasado desde que habíamos perdido el contacto, Mordekay nos contó su parte de la historia. Dijo que había aparecido en un yermo rocoso, donde se encontró con un tembloroso hombre errante que lo estaba buscando desde hacía muchas horas. Su nombre era Tristam Denieri. El hombrecillo también le había entregado una invitación del Oráculo Mentiroso y le había guiado en una larga caminata de varias horas hasta Cuerpo Putrefacto, donde finalmente le había suplicado que se alojara en la conocida barcaza de Theon hasta el día siguiente. Demasiado conmocionado por los hechos de los que había sido testigo en el Inmaterium, Mordekay hacía aceptado mientras trataba de serenarse en las afueras del asentamiento."

-.-

-¿Podemos confiar en él?-, preguntó, refiriéndose claramente a Karakos.

-No parece hostil-, respondió pragmáticamente Lambo.

-Te pido disculpas por la brusquedad de nuestro comportamiento-, se excusó el sargento usando el gótico terrano para comunicarse con el otro Astartes. -Hemos sufrido la traición de nuestros supuestos hermanos y defendido nuestro hogar contra toda esperanza. Todo es demasiado fresco, demasiado reciente... Mi nombre es Mordekay-, dijo finalmente mientras le ofrecía su mano blindada.

-Parece que tenéis una historia interesante que contar-, respondió él estrechándosela sin mostrar miedo alguno.

-Responderemos a todas tus preguntas, cuando nos ayudes a entender mejor nuestra situación actual. ¿Te  parece justo, Karakos?

-De acuerdo-, consintió él.

-Nos ayudaría saber a qué Legión perteneces. No reconozco ni el color ni las insignias de tu servoarmadura.

-Ya se lo he dicho a ellos. No pertenezco a ninguna Legión, pero formaba... esperad un momento, ¿a qué Legión pertenecéis vosotros?

-Estábamos en la I Legión, los Ángeles Oscuros.

Karakos asintió pensativo, aunque no pudo ocultar el creciente gesto de sorpresa que acudió de inmediato a su rostro. Algo en aquella mirada maravillada disgustó a Nodius, que decidió permanecer callado por el momento.

-Entonces hay algo que debéis saber ahora mismo-, empezó a decir Karakos. -Las Legiones fueron disueltas después de la Herejía de Horus y reorganizadas en Capítulos siguiendo las pautas establecidas por el Codex Astartes. De eso hace ya diez mil años...

-¡Diez mil años!-, exclamó Lambo. -No puede ser.

-Es posible-, insistió Karakos. -Sabemos que los viajes espaciales a través de la Disformidad no son completamente seguros. A veces ocurren distorsiones temporales, retrasos de meses o incluso años. Hay leyendas de navíos espaciales que llegan a su destino siglos después de haber iniciado su viaje, sin que sus tripulantes y pasajeros hayan envejecido más que unos pocos meses. ¿Por qué no iba a ser ese vuestro caso?

-Puede tener razón-, intervino Nodius a su pesar. -Ya hemos visto lo que puede hacer la Disformidad...

-¿Y qué ha pasado durante todos estos milenios?-, le urgió Mordekay apoyando su mano sobre el hombro de Karakos.

-Si las leyendas son ciertas, el Emperador asaltó El Espíritu Vengativo, la nave insignia de Horus, con sus seguidores de mayor confianza durante el asedio de Terra. Los combates allí debieron ser muy cruentos, ya que perecieron grandes héroes de ambos bandos, incluyendo a Sanguinius o al propio Horus. Luego los mitos son confusos. Se dice que el Emperador, moribundo a causa de las heridas, fue recluido en el Trono Dorado para preservar su vida y que desde entonces guía a los Altos Señores de Terra para proteger el Imperio de la Humanidad de sus numerosos enemigos.

-¿El Imperio sigue existiendo?-, preguntó con Lambo a través de su yelmo. Ni siquiera la voz distorsionada por los altavoces pudo ocultar el odio casi físico que escupieron sus palabras.

-Sí, sigue existiendo. Ha superado varias guerras civiles y logrado sobrevivir hasta la fecha gracias al sacrificio y la ignorancia de sus gentes. Incluso se ha llegado al extremo de adorar al Emperador como el único dios de la humanidad.

-¿El Emperador un dios?-, murmuró Mordekay divertido. -¡Qué ironía! Él siempre trató de evitar en vida que se lo considerase de esa forma... ¿Y qué hay de Lion El'Johnson y los Ángeles Oscuros de la I Legión?

-Creo que nunca se volvió a hablar en público de Lion El'Johnson después de la Herejía de Horus. En cuanto a la I Legión, se disolvió como el resto. Se formó el Capítulo de los Ángeles Oscuros y otros sucesores de los que no recuerdo sus nombres. Tienen buena reputación como soldados del Imperio, pero dicen que no se relacionan demasiado bien con nadie que no pertenezca sus respectivos Capítulos.

-¿Y qué hay de Caliban?-, quiso saber Lambo mientras apretaba los puños de sus guanteletes.

-No lo sé-, reconoció Karakos. -¿Quién es Caliban?

-Es nuestro planeta, el mundo donde fue descubierto Lion El'Jonhnson. La base planetaria de la I Legión.

-Los Ángeles Oscuros son un Capitulo errante-, le explicó despacio Karakos. -No tienen un mundo natal propio. Por lo que sé, su flota sigue unas rutas determinadas, captando nuevos reclutas y aprovisionándose de suministros en algunos planetas que se encuentran a su paso, pero eso es todo.

-Tal vez su nombre haya cambiado con el paso de los milenios-, aventuró Nodius.

-Es posible-, reconoció Mordekay iracundo, -pero tenemos que prepararnos para lo peor.

-¿Qué quieres decir?

-Siempre hubo rumores de que Lion era extremadamente vengativo. ¡Recordad el exilio de Luther y los otros caballeros que habían servido fielmente a sus órdenes en la cruzada contra las Grandes Bestias! Creo que tenemos que prepararnos para la posibilidad de que haya destruido nuestro planeta y exterminado a todos sus habitantes.

-Lo pagarán-, murmuró Lambo incrementando el volumen de su voz paulatinamente. -Si fue un exterminio lo pagarán todos ellos. ¡Lo juro!

-Tranquilízate, hermano-, le aconsejó Nodius con suma frialdad. -No hay forma de que podamos averiguarlo con certeza y tus juramentos quedarían en vano.

-Puede que exista un medio a vuestra disposición-, intervino Karakos con cautela. -Onaeus el Extraño me aseguró que las bibliotecas del Templo de las Mentiras no tenían igual fuera de las fronteras del Imperio. Tal vez podáis averiguar la verdad que buscáis en sus tomos.

-¿Averiguar una verdad en un templo de mentiras?-, dijo Nodius despectivamente. -Te diré una cosa. Elika la Vidente no dudó en intentar engañarnos a Lambo y a mí diciéndonos que el Imperio había sido destruido. Nos mintió sin motivo. No creo que sus libros deban merecernos más confianza.

-Aun así Karakos tiene razón-, intervino Mordekay intentando serenarse. -Lo siento Nodius, pero no podemos dejar pasar esta oportunidad. Aceptaremos la invitación del Oráculo Mentiroso.

-Estoy de acuerdo-, le respaldó Lambo.

-Asunto zanjado, entonces- asintió Nodius con evidente pesimismo. -Volvamos al principio. ¿A qué... Capítulo Astartes pertenecías, Karakos?

-A los Cráneo Plateados, herederos de los Ultramarines. Nuestras servoarmaduras son aceradas, con las hombreras y el peto de color negro y el caso de color plateado. El emblema del capítulo es, por supuesto, el cráneo plateado.

-Pero la tuya es azul-, observó Mordekay.

-Es una regla del Codex Astartes. Las servoarmaduras de todos los Bibliotecarios siempre deben lucir el color azul con bordes dorados y amarillos. La hombrera izquierda muestra el cráneo del capítulo y la derecha mi rango como Lexicanum.

-¿Qué modelo de servoarmadura es?-, quiso saber Lambo olvidándose por un momento de la furia que sentía contra los leales al Imperio. -No se parece a ninguno de los que conocemos.

-Creo que el Adeptus Mechanicus no la fabricaba en vuestra época. Es una servoarmadura Mark VII, también llamada "Aquila"... pero está diseñada para que sólo funcione conmigo, al igual que la espada psíquica y la pistola bólter-, añadió finalmente.

-¿Ah, sí?-, preguntó Mordekay con un pequeño suspiro. -¡Lástima! Hubiese sido interesante probar tu servoarmadura para comprobar el grado de mejora respecto a los modelos que conocemos.

Karakos asintió, ocultando el alivio que sentía en esos momentos. Afortunadamente, su pequeño engaño había pasado completamente desapercibido. No quería quedarse sin sus pertenencias ni tampoco enfrentarse a sus nuevos... compañeros. Había arriesgado mucho por llegar hasta donde estaba ahora mismo y no quería echarlo todo a perder por un arrebato codicioso de estos Ángeles Oscuros que acababa de conocer.

-Has dicho que eres un Bibliotecario. ¿Es que el Imperio ha anulado el Decreto de Nikaea que disolvía los Librariums en las Legiones Astartes?

-Así es-, respondió Karakos con una humildad innecesaria entre ellos. -Soy un Bibliotecario, un psíquico de combate.

-¿Y por qué has venido a Kymerus?-, preguntó Mordekay sin ocultar ya su curiosidad.

-Es una larga historia. Los Cráneos Plateados me reclutaron en los Yermos de Ceniza del planeta Garlanda II después de una feroz batalla entre dos tribus en la que despertaron mis poderes. Después de superar las pruebas de ingreso, sobreviví a la implantación genética y pasé las duras ordalías del Librarium. Como os podréis imaginar a estas alturas, fui un soldado leal al Imperio. Podía recitar de memoria cada línea del Codex Astartes, adoraba al Emperador como el único dios protector de la humanidad y estaba dispuesto a dar mi vida por el Imperio en cuanto lo ordenasen mis superiores sin tan siquiera cuestionármelo.

La voz de Karakos fue perdiendo intensidad mientras los recuerdos acudían con viveza a su memoria. Mordekay creyó percibir un deje de amargura en la historia, una sentimiento demasiado familiar para él. Asintió con simpatía y animó en silencio a Karakos para que siguiera hablando.

-Los Cráneos Plateados patrullan la Grieta Gilgar desde hace siglos, protegiendo a las naves mercantes de los piratas y los adoradores del Caos. Mi primera misión militar fue participar en el abordaje de la Negrura del Vacío, un crucero de clase Masacre. Mis compañeros de armas y yo eliminamos a la tripulación enemiga y nos hicimos con el control de todo el navío, pero durante la lucha encontré un libro entre los cadáveres de los herejes. Estaba abierto, invitándome a leer las palabras escritas con sangre que escondían sus páginas y esas palabras se me quedaron grabadas a fuego en el interior de mi alma: "Rogamos que nos hagan caso aquellos que no lo harían, para que puedan volver los ojos a nuestra manera de ver y regalarnos el don del dolor, para tintar la galaxia del color rojo de la sangre y saciar el hambre de los dioses".

-¿Qué libro era?-, quiso saber Nodius.

-En ese momento no lo sabía. No tenía ningún titulo en la cubierta que ayudase a identificarlo, pero más tarde descubrí que me había apoderado de una copia incompleta del Libro de Lorgar.

-¿Lorgar? ¿El Primarca de la Legión de los Portadores de la Palabra?

-Sí. Fue uno de los Primarcas que renegaron del Emperador y se unieron al bando rebelde de Horus hace diez mil años. Escribió un libro donde figuran sus reflexiones, visiones y epístolas. Copias bastardas de ese libro han circulado clandestinamente entre algunos cultos y sectas prohibidas desde entonces a lo largo de todo el Imperio.

-Así que te llevaste el libro...-, murmuró Mordekay con incredulidad.

-No pude evitarlo. Lo escondí y lo leí en secreto durante muchos años, empapándome de sus enseñanzas más profundas. También hice una docena de copias transcritas en placas de datos que dejé escondidas en varios navíos de los Cráneos Plateados y luego huí en un navío mercante independiente tras comprar la buena voluntad de su capitán sancionado prometiéndole mis servicios como mercenario, guardaespaldas y psíquico personal durante un año estándar. No había pasado la mitad de ese plazo cuando lo convencí con engaños para que me transportase a la región de tormentas disformes conocida como el Vórtice de los Gritos.

-Elika la Vidente nos dijo que Kymerus estaba dentro del Vórtice-, asintió Lambo atrapado también por la singular historia.

-Puedo aseguraros que la terrible naturaleza de este lugar se ha ganado merecidamente ese nombre entre las Casas de Navegantes. Cuando nos acercamos, me sentí abrumado por el coro de gritos y aullidos de millones de almas torturadas. Mi mente se derrumbó ante la acometida de semejante herida psíquica en el Inmaterium y perdí la consciencia. Más tarde, cuando me recuperé tiempo después, me hallaba en un asteroide habitado por piratas y herejes. Allí fue donde me encontró Onaeus el Extraño, donde me entregó la invitación del Oráculo Mentiroso.

-Pero ¿por qué abandonaste a los Cráneos Plateados?-, preguntó Mordekay sin terminar de comprender del todo la raíz de las motivaciones de Karakos. -¿Por qué traicionaste al Imperio?

-Porque me mintieron. Me traicionaron de la peor forma posible. Me obligaron a adorar al Emperador como si fuese un dios, cuando en realidad sólo era un psíquico extremadamente poderoso con una ambición inconmensurable. Me hicieron creer que Él protegería mi alma de la Disformidad cuando mi cuerpo muriese a su servicio, sabiendo que Él no podría salvarme. ¡Y no solo a mí! ¡Están haciendo lo mismo a los innumerables billones de habitantes del Imperio de la Humanidad! No podía seguir permaneciendo impasible ante la magnitud de sus crímenes.

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