viernes, 14 de marzo de 2014

BC 7: KYMERUS


"La lanzadera estaba en un estado decrépito y descuidado, como si hubiese pasado mucho tiempo desde la última vez que había recibido adecuadamente los ritos de reparación, pero cumplió con creces su misión transportándonos de Elorum a Kymerus en apenas treinta minutos. En ningún momento tuvimos contacto alguno con sus pilotos, que permanecieron encerrados en la cabina de pilotaje durante todo el tiempo de vuelo. Demostraron ser unos auténticos estúpidos al pensar que una puerta cerrada podría protegerles si provocaban la furia de un Astartes.
Durante nuestro breve viaje, Lambo y yo continuamos interrogando a Elika la Vidente para confirmar la historia que nos había contado y, pese a que no cogimos a la mujer en ninguna contradicción evidente, pudimos averiguar otros detalles relevantes, como que el Oráculo de las Mentiras era una figura muy influyente en el Vórtice de los Gritos o que muchos señores de la guerra y grandes piratas le proporcionaban todo tipo de favores a cambio de contar con su beneplácito. Sin embargo, a pesar de mi creciente escepticismo, ella seguía insistiendo inútilmente en que su amo nos había conferido un gran honor al invitarnos a visitar el Templo de las Mentiras."

-.-

Cuando disminuyó el rugido de los motores y descendió la trampilla de carga y descarga, los dos Astartes salieron para asegurar el perímetro, pero sus precauciones parecieron innecesarias tras comprobar que no había nadie esperándoles en el hangar vacío y mugriento en el que había aterrizado la lanzadera. Ningún técnico u operario que tuviese que atender las necesidades de la lanzadera corrió a recibirles. Ningún guardia que custodiase el hangar excavado en la fachada del barranco les dio el alto. No había nadie allí. Nadie. De hecho, la débil luz proporcionada por dos lúmenes en las paredes apenas era suficiente para iluminar adecuadamente el lugar, lleno de tuberías oxidadas y manchas de aceite sobre las sucias placas metálicas del suelo.

Elika la Vidente salió de la lanzadera con la mayor dignidad que pudo reunir, cubriéndose el rostro con la capucha de su túnica de cuero. En silencio, les hizo un gesto hacia la puerta y comenzó a caminar hacia allí. Lambo y Nodius la siguieron reluctantes. Al otro lado de la puerta sólo había un oscuro pasillo sin iluminar y, más allá, las instalaciones habituales de un pequeño espaciopuerto. Los dos Astartes obligaron a la mujer a que les mostrase el resto del edificio antes de salir al exterior. Aunque encontraron algunas personas realizando vagos ritos de reparación que nunca hubieran sido autorizados por los tecnosacerdotes del Adeptus Mechanicus, la mayor parte del edificio parecía hallarse en un estado cercano a la ruina total. Cortes de energía, paneles oxidados, espíritus máquina dañados y en general toda clase de basura de basura y chatarra ofrecían un fiel testimonio del abandono de las instalaciones. Había dos hangares más, todos ellos vacíos y con aspecto de llevar así mucho más tiempo del que pudiesen imaginar.

-Si tu amo es una figura tan importante, ¿por qué permite que el espaciopuerto esté en unas condiciones tan miserables?-, quiso saber Nodius.

-El espaciopuerto no es suyo, mi señor-, respondió ella. -Pertenece a los habitantes de Cuerpo Putrefacto, la única ciudad de Kymerus. Es cierto que sus gentes tienen escasos recursos para su mantenimiento, pero hacen lo que pueden con lo poco que tienen.

Los dos Astartes se percataron fácilmente de que el puñado de hombres y mujeres que vieron en las instalaciones del espaciopuerto estaban armados con armas rudimentarias como grandes llaves inglesas, martillos, barras metálicas con clavos y cuchillos oxidados. También descubrieron que esas personas, asustadas por su imponente y amenazadora presencia, se esforzaban por concentrarse en sus tareas de mantenimiento o apartarse de su camino tan rápido como podían.

Una vez que lo hubieron inspeccionado todo, permitieron que Elika les guiase hasta los portones de la salida. Sin embargo, la visión del exterior no mejoró respecto a lo que habían encontrado en el espaciopuerto. La pálida luz anaranjada del sol reveló un paisaje seco y desolador, interrumpido por pequeñas colinas rocosas y los restos de antiguas naves espaciales reconvertidos en viviendas para alojar a los aproximadamente doscientos o trescientos habitantes que debía tener el asentamiento.

-Bienvenidos a Cuerpo Putrefacto, grandes guerreros-, les anunció Elika. -Mi señor ha dispuesto unos alojamientos apropiados para vuestro tamaño en las ruinas de aquella barcaza elevadora-, dijo mientras señalaba en dirección a las ruinas de gigantesca nave de carga industrial. -Su propietario, un joven llamado Theon, tiene órdenes de atender todas vuestras necesidades. Yo debo adelantarme...

Antes de que pudiese continuar, escucharon un enorme rugido a sus espaldas. Tanto Lambo como Nodius se dieron la vuelta sabiendo de antemano lo que iban a ver. Tal y como temían, la lanzadera en la que habían venido estaba elevándose hacia el cielo anaranjado. Habían perdido su única forma de escapar del planeta. Estaban atrapados en Kymerus.

-¡Haz que vuelva!-, rugió Lambo a través de los altavoces de su yelmo mientras cogía a Elika del cuello, elevándola con facilidad del suelo. -¡Ahora!

-No puedo...No es... no es... de aquí... Son pi... ra... tas...

Lambo la soltó al darse cuenta de que estaba apretando demasiado fuerte. Elika cayó torpemente al suelo, tosiendo y tocándose la garganta. Nodius, por su parte, no intervino en ningún momento, sino que se dedicó a contemplar las ruinas que formaban Cuerpo Putrefacto y luego la colina en la que estaba excavado el espaciopuerto. "Ciertamente, la ciudad se merece este nombre", pensó con frialdad.

-¿Cuándo volverán?-, preguntó Lambo recuperando la compostura.

-No lo sé-, respondió ella con una grave ronquera. -Vienen y van a su antojo. Regresarán cuando quieran volver a comerciar. Sólo colaboraron para traeros a Kymerus porque mi amo se lo ordenó.

-Un transporte de ese tamaño no puede alejarse mucho sin una nave espacial. ¿Dónde está?

-Supongo que está en órbita, poderoso guerrero, pero... ya habrán terminado todos sus asuntos aquí, de modo que lo más probable es que se marchen a destinos más rentables para ellos.

-Antes nos dijiste que tu amo recibía visitas-, intervino Nodius tranquilo. -¿Cada cuánto vienen?

-Cuando mi amo los invita.

-¿Y no hay forma de saber cuándo volverá otro transporte, ni siquiera para comerciar?

-No hay forma de saberlo con seguridad, mis señores. Podrían pasar semanas, incluso meses, hasta que Kymerus vuelva a tener visitantes, pero lo cierto es que volverán. Siempre regresan tarde o temprano.

Los tres permanecieron callados durante unos minutos. Los planes de los dos Astartes se habían desmoronado por completo y el resto de sus posibilidades eran muy limitadas: seguirle el juego al Oráculo Mentiroso o jugar según sus propias reglas. Lambo no tardó mucho tiempo en decidirse.

-Llévanos con tu amo ahora.

-Nada me gustaría más, pero no puedo hacer eso. Como intentaba deciros antes, debo adelantarme para anunciar vuestra llegada. Vosotros debéis descansar en la barcaza de Theon y mañana el Templo enviará un transporte para llevaros allí.

-¿Un transporte?-, preguntó Nodius sorprendido. -¿A cuánta distancia está el templo de esta... esta ciudad?

-A una hora caminando en dirección oeste, mi señor, aunque el terreno es irregular y está lleno de pendientes, barrancos y recodos.

- No pienso esperar a mañana para ver a tu amo, Elika. Iremos ahora mismo.

-Pero los preparativos...

-Muy bien-, la cortó Lambo con sarcasmo. -Vete a avisar a tu amo.

A pesar de sus dudas, la mujer hizo una atemorizada reverencia y se alejó caminando lentamente. Después, cuando estuvo a unos veinte metros de distancia de ellos, aligeró el pasó. Lambo y Nodius se miraron durante unos segundos en completo silencio, tras lo cual comenzaron a seguirla sin hacer ademán alguno de esconderse o disimular, ya que eran bien conscientes de que los constantes ruidos producidos por sus servoarmaduras energéticas delatarían igualmente su presencia.

-.-

Llevaban caminando diez minutos aproximadamente y sólo habían cubierto una parte muy pequeña de la distancia que debían recorrer. No obstante, los cortos pasos de Elika los habían ralentizado más de lo necesario, pero, como no querían perderla de vista por si les había intentado engañar, muy a su pesar tuvieron que mantener. Al menos en dos ocasiones, Elika se volvió para comprobar si estaban ahí y luego retomó la marcha intentando ocultar cualquier emoción en las sombras más profundas de su rostro encapuchado.

No siguieron ningún camino establecido, aunque encontraron numerosas marcas de uno o más vehículos de orugas en el suelo polvoriento, lo que parecía indicar que estaban siguiendo la dirección correcta. El terreno se fue volviendo más escarpado, con pequeñas colinas y barrancos áridos de colores pardos, naranjas y amarillos que no mostraban más vegetación que unas pocas malas hierbas creciendo con dificultades en el cadáver podrido de algún pequeño animal salvaje nativo del planeta. Muy pronto también pudieron comprobar que, al igual que en el caso de Elorum, los niveles de humedad de Kymerus eran exageradamente bajos.

Los dos Astartes avanzaron en silencio, vigilando el escarpado relieve a la búsqueda de cualquier indicio de enemigos escondidos entre los peñascos. Por sus experiencias previas durante la instrucción, ambos tenían bien presente que aquel camino era perfecto para una emboscada bien organizada. Sin embargo, a pesar de sus precauciones, no divisaron a ningún francotirador agazapado en las rocas, ni otros tiradores ocultos, por lo que continuaron siguiendo Elika a una distancia de menos de diez metros.

El "camino" se estrechó entonces todavía más en una nueva pendiente, hasta el punto de obligarles a subir de uno en uno, a una distancia de cinco o seis metros entre sí. Nodius, que cerraba la marcha del grupo, optó entonces por volverse con frecuencia y a intervalos irregulares para vigilar la retaguardia. Sus precauciones parecían infundadas, pero aun así permaneció alerta.

Casi habían llegado a la cima de la pendiente cuando un pequeño zumbido de alas, hizo que Lambo alzase la cabeza justo a tiempo para ver una pequeña figura ocultándose entre las rocas que tenían a su izquierda. No llegó más que a intuir su forma alada de vientre abultado, pero eso fue suficiente para darse cuenta del peligro. Reaccionó inmediatamente corriendo hacia Elika para protegerla o retener a su guía si aquella criatura salvaje se decidía a atacarles mientras desenfundaba su pistola bólter. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de su error de cálculo, ya que una treintena de esos seres se alzaron desde sus escondites en lo alto del peñasco para caer sobre ellos planeando sobre sus alas membranosas y cubiertas de escamas donde su pellejo carnoso parecía más duro.

Su pistola bólter descargó una pequeña ráfaga de tres proyectiles, que abatieron a dos de esas cosas, haciéndolas estallar en el aire como si fueran bombas vivientes de cartílago y sangre. Nodius alzó ambas manos e invocó sus energías psíquicas, creando una llamarada ardiente entre sus dedos blindados. Elika se echó al suelo aterrada, gritando de puro pánico. Casi al mismo tiempo, el enjambre de criaturas cayó vorazmente finalmente sobre ellos. Sus pequeñas garras y colmillos arañaron las superficies blindadas de sus servoarmaduras sin lograr atravesar las placas defensivas. Elika no tuvo tanta suerte y sus manos desarmadas pronto estuvieron cubiertas de sangre cuando intentaron espantar inútilmente a aquellos seres.

Mientras Lambo cogía su gladius con la mano izquierda a la velocidad del rayo, Nodius liberó las llamas psíquicas que había invocado. El fuego, libre de sus ataduras, bañó a las criaturas con su toque ardiente, quemando con facilidad alas, carne y metal. Cuatro cadáveres carbonizados cayeron pesadamente sobre la superficie rocosa. Dos más les siguieron cuando Lambo comenzó a asestar tajos y cortes con su espada. Aquella carnicería debería haber espantado a una manada "normal" de criaturas salvajes, pero esos seres continuaron atacando con toda la ferocidad que pudieron reunir. Una docena de ellos se arremolinó inútilmente alrededor de los Astartes, mordiendo y arañando. Otros intentaron aferrarse a Elika, pero sólo lograron destrozar su túnica de cuero con sus garras.

Riéndose como un demente dentro de su servoarmadura, Lambo atacó a las cuatro criaturas que asaltaban a Erika. Tres de ellas quedaron horriblemente destrozadas por los tajos implacables de su gladius. A su lado, Nodius volvió a recurrir a sus poderes pirománticos utilizando las llamas que todavía ardían sobre algunos cadáveres. Sus poderes avivaron los fuegos convirtiéndolos en pequeñas columnas ígneas, que provocaron que cuatro seres más acabasen convertidos en ascuas humeantes. 

Los seres alados intentaron huir en ese momento, soltándolos de pronto y alzándose en el aire. Lambo alzó la pistola bólter que empuñaba en la mano diestra y disparó una nueva ráfaga de tres proyectiles, derribando a dos más. Fuera del alcance de sus poderes psíquicos, Nodius se vio obligado a hacer lo mismo. Sin tiempo para apuntar, disparó una ráfaga directamente contra el enjambre en fuga. Sus disparos acertaron a una criatura más antes de que el resto llegasen a la seguridad de las rocas en las que se habían ocultado previamente.

Sospechando que las criaturas habían aprendido la lección, bajó la mirada para contemplar uno de los cadáveres que había matado Lambo con su gladius. Parecía ser una pequeña amalgama caótica de carne y metal, que recordaba vagamente a una figura humanoide con cabeza calva, el cuerpo hinchado, alas membranosas y un par de brazos y piernas regordetas. Algunos de ellos tenían incluso más de dos brazos o mostraban escamas de colores brillantes en la piel de su cuerpo.


Nodius supo que le resultaban muy familiares. "¡Son Querubines!", descubrió con gran asombro. Los Querubines eran constructos fabricados por los tecnosacerdotes, servidores de carne y metal que recordaban a niños alados. No obstante, alguien... o algo había retorcido sus cuerpos hasta hacerlos prácticamente irreconocibles. Tuvo una intuición, quizás un recuerdo borroso de algo que había visto en el pasado. Cerró los ojos y concentró su mente para percibir el toque de la disformidad. Sin embargo, la turbación que sentía en esos momentos le impidió confirmar si sus sospechas eran ciertas.

Entretanto, Lambo observó a Elika. A pesar de la sangre que teñía sus brazos y sus manos, parecía no haber sufrido ninguna herida grave. "Necesitará que la atienda un apotecario, pero sólo le quedarán unas cicatrices inofensivas", pensó para sí. Ella rechazó la mano que le ofreció, se puso en pie y miró hacia las rocas con el rostro todavía desencajado por el pánico.

-Si no te hubiésemos seguido, te habrían matado-, afirmó él sin dudar.

-Tienes razón-, murmuró ella sintiendo un escalofrío. -Os debo mi vida y estoy dispuesta a pagar esa deuda ahora mismo. No vayáis hoy al Templo de las Mentiras. Si Renkard Copax descubre que os encontráis ante su puerta antes de que se hayan hecho los preparativos para vuestra reunión, os matará sin dudarlo. No subestiméis su poder.

-Tú subestimas el nuestro y acabas de contemplar con tus propios ojos lo que podemos hacer a los que se cruzan en nuestro camino. Tu amo no me da ningún miedo.

-Aun así, hacedme caso-, le suplicó ella. -Esperad a mañana para hablar con él y salvaréis no sólo vuestras vidas sino también vuestras mismas almas.

-Está bien-, concedió Lambo sorprendido por la persuasión de la mujer. "Si me está mintiendo, tiene un talento insuperable", reconoció para sí. -Esperaremos a mañana, pero te acompañaremos de todas formas hasta las cercanías del Templo de las Mentiras para asegurarnos al menos de que llegas con vida.

-.-

Los tres retomaron la marcha formando un solo grupo, siempre en dirección oeste, como les había dicho Elika cuando se lo preguntaron a la entrada del espaciopuerto de Cuerpo Putrefacto, y tomando toda clase precauciones. Sin embargo, no sufrieron más ataques ni accidentes imprevistos. Después de casi una hora serpenteando a lo largo de rocas y peñascos, subieron a la cima de la última colina y contemplaron un paisaje verdaderamente impresionante. Al otro lado había una enorme llanura de ruinas y escombros que se extendía varios kilómetros cuadrados en todas las direcciones.

En dicha llanura, excavados profundamente en la tierra, reposaban los restos de una gigantesca nave espacial. Debió haberse estrellado contra el planeta en algún pasado distante, aunque el impacto la había quebrado, en lugar de destruirla por completo, dejando únicamente ruinas monolíticas en medio de la enorme llanura. Sobre las ruinas principales, alguien había hecho algunas reparaciones rudimentarias y añadido unas puertas dobles tan grandes que podían verse con claridad desde kilómetros de distancia.


Pero sin duda el elemento visual más impresionante del Templo de las Mentiras eran las pequeñas siluetas de formas voladoras que sobrevolaban los vientos alrededor del edificio principal. Nodius ajustó las lentes de su yelmo para conseguir una imagen más nítida. Sus ojos vieron la forma de un animal con aspecto de raya marina, con enormes colmillos sobresaliendo de la boca y púas afiladas sobre su piel rosada con los extremos blancos. Aquellos seres "nadaban" sobre el aire con total libertad, del mismo modo que lo harían los grandes escualos de los océanos. Nodius recordó haberlos visto en un lugar que no quería recordar. Eran habitantes de la Disformidad. Algunos eruditos los llamaban entidades o inteligencias incorpóreas. Los ignorantes los conocían por una sola palabra: demonios. En ese momento, el psíquico sintió un siniestro escalofrío recorriendo todo su ser.


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