martes, 11 de marzo de 2014

BC 6: MENTIRAS Y VERDADES



"La Disformidad me arrastró a las profundidades más remotas de sus reinos infinitos. Ninguna palabra humana podrá aproximarse nunca a la salvaje locura que infecta el Inmaterium, ni a la maldad de sus terribles habitantes. No existe ley natural alguna que modere su naturaleza, donde un suspiro en el fragor de un tormento puede convertirse en una eternidad inimaginable según los caprichos de los gobernantes de este reino enloquecedor.
A pesar de que no me fue permitido rebelarme contra las corrientes que me arrastraban hacia las profundidades, fui testigo de hechos asombrosos. Descubrí nuevos sentidos de los que carecemos los humanos. Escuché las escalofriantes voces de los muertos suplicándome que las ayudase. Sentí la presencia de cosas indescriptibles que seguían hambrientas mi rastro psíquico y aullaban como animales famélicos cada vez que reducían un poco más la distancia que nos separaba.
Por primera vez sentí el poder del miedo. No me refiero a ese instinto atávico que ha acompañado al ser humano desde sus primeros pasos en Terra. No. Ese miedo hubiese sido demasiado benévolo en mi situación. Tampoco estoy aludiendo al terror que puede conducir a una persona a la locura. Hablo de algo que está más allá de las palabras o la comprensión, algo que ningún hombre cuerdo debería experimentar jamás.
La energía de la disformidad traspasó mi cuerpo, alterándolo a su antojo y confiriéndole mil formas retorcidas. De alguna forma, también entró en mi mente, profanándola con sus infectas caricias, abriéndome los ojos a la auténtica realidad de la existencia. A esa eternidad le siguió otra y luego otra, y mi mente se fragmentó para olvidar todas las maravillas que contemplaron mis sentidos hasta que las corrientes disformes soltaron su presa."

-.-

Abrir los ojos resultó ser una auténtica proeza, un doloroso acto de voluntad y autoconsciencia. Su cuerpo yacía sobre un manto de piedras resecas de color gris arenoso. Intentó ponerse en pie, pero sólo consiguió apoyarse sobre las rodillas sufriendo grandes penurias. Su servoarmadura todavía conservaba el 32% de su reserva energética, lo que le daría una autonomía de casi tres horas. No obstante, ante sus ojos aparecieron lecturas preocupantes del rendimiento de los sistemas internos.

-Aquí Nodius-, dijo intentando usar el sistema de comunicaciones. -¿Puede escucharme alguien?

No hubo respuesta, aunque no la esperaba después de su peligrosa estancia en la Disformidad. Hizo un nuevo intento por ponerse en pie. Esta vez su cuerpo recordó cómo obrar semejante milagro y logró hacerlo sin perder el equilibrio. Después miró a su alrededor. Se hallaba en la pendiente de una terraza excavada por un arroyo extinto desde hacía incontables eras a juzgar por su lecho completamente seco.

Nodius comenzó a trepar para intentar encontrar un buen puesto de observación. Lo hizo despacio al principio y con mayor seguridad poco después, hasta que alcanzó el nivel superior de la terraza. Lo que vio allí lo dejó atónito. Tumbado en el suelo rocoso y con la servoarmadura cubierta de polvo gris, yacía la figura blindada de un Astartes, que todavía aferraba obstinadamente un gladius en su mano derecha. El color negro de su servoarmadura y la insignia de la espada alada lo identificaban como un Ángel Oscuro. ¿Pero era un calibanita o uno de los perros leales al Imperio? Nodius decidió averiguarlo cuanto antes.

No obstante, el ruido quejumbroso de sus servomotores no pasó desapercibido en ese paisaje desolado, ya que la figura se sentó con un estremecimiento repentino y, con cierta confusión, apuntó el gladius en su dirección. Nodius no se dejó impresionar y lo apuntó directamente con su pistola bólter.

-Identifícate-, ordenó con una voz carente de emoción alguna que apenas pudo reconocer como la suya.

-Soy yo-, respondió la figura poniéndose en pie con dificultades mientras se quitaba el yelmo para que pudiese contemplar su rostro ancho, de pómulos altos, mandíbula sobresaliente y ojos castaños. -Lambo de  la Escuadra Laquesis.

-Disculpa, hermano-, respondió él bajando el cañón de la pistola bólter. -Algunos sistemas de mi servoarmadura no funcionan correctamente.

-A mi me pasa igual-, le confirmó Lambo. -¿Dónde se supone que estamos? Este lugar no es Caliban, ¿verdad?

-No lo creo. Durante nuestro último combate en Osul, percibí cómo la Disformidad se abalanzaba sobre nuestro planeta y sus corrientes me arrastraron a sus dominios. Lo siguiente que supe es que estaba ahí abajo y subí hasta aquí para observar mejor el entorno.

Lambo asintió despacio con la cabeza y volvió a ponerse su yelmo en completo silencio. No quería hablar de su estancia en la Disformidad, ni siquiera quería recordarla, por lo que se concentró en examinar el paisaje en el que se encontraban actualmente. Era un lugar desolado de piedra de tonalidades grises y lavandas, con una atmósfera con bajas concentraciones de oxígeno, aunque respirable al fin y al cabo, y una alarmante falta de humedad. No distinguió ningún indicio de vida, ya fuera animal o vegetal. Únicamente había polvo, rocas y pequeños peñascos en todas las direcciones. Mirar hacia arriba tampoco le sirvió de mucha ayuda. Un gran planetoide oscuro competía con un tímido sol anónimo por el domino de los cielos ocres y sin nubes.

-Debemos ponernos en movimiento y buscar algún asentamiento humano-, dijo al fin.

-No podemos vagar dando tumbos de un lado a otro estúpidamente-, respondió Nodius. -Mi servoarmadura tienes sus reservas al mínimo, como deben estar las tuyas.

-Quedarse quietos esperando tampoco solucionará nuestros problemas.

-Únicamente digo que debemos elegir bien la dirección que vamos a elegir.

-Eso ya lo sé, Nodius-, murmuró Lambo irritado.

-Recuerda las clases de supervivencia durante la instrucción-, continuó diciendo su hermano. -Estamos en un entorno desértico y peligrosamente falto de humedad. Por lo tanto, deberíamos concentrarnos...

-¡Ya basta!-, lo interrumpió él. -Recuerdo perfectamente la instrucción y todo lo que aprendimos en el cuerpo de exploradores. Si necesitase tus consejos, los habría pedido.

Nodius quedó sinceramente sorprendido por la reacción de su hermano de armas. Lambo y él nunca habían tenido una camaradería muy estrecha, pero siempre se habían respetado mutuamente. Y, aunque no comprendía ahora la causa de su enfado, sí fue consciente de la forma en que sostenía su gladius. No le serviría de nada. No iba a permitir que Lambo tratase de intimidarlo.

-Debemos buscar fuentes de agua-, insistió tercamente. -Si existe un asentamiento humano cercano, sus habitantes necesitarán agua. Esa es nuestra prioridad.

La discusión fue subiendo de tono sin que ninguno de los dos hiciese el menor esfuerzo por rebajar la tensión implícita en sus palabras. Discutieron por el agua, los cambios de temperatura y la orientación. Las palabras se convirtieron en excusas para pelearse. A Nodius le pareció que Lambo no estaba comportándose como lo haría un verdadero Astartes, sino que estaba dejándose llevar por su lado más humano y, por tanto, más irracional. Fue incapaz de darse cuenta de que la destrucción de la arcalogía de las Colinas Rojas había llenado el corazón de su hermano con más ira y odio de lo que podía tolerar.

Por su parte, Lambo únicamente percibió que Nodius intentaba cuestionar todo lo que decía. No sabía que la mente de se hermano se había quebrado durante su encierro en las corrientes etéreas del Inmaterium, perdiendo por el camino diminutos fragmentos de su misma humanidad. Ninguno de los dos era realmente consciente de cuánto habían cambiado desde que fueron arrancados de la superficie de Caliban por las corrientes de la Disformidad.

En aquel momento, una disputa tan insignificante como la que estaban teniendo podría haberles conducido a una feroz lucha a muerte. No obstante, algún siniestro destino obró un milagro oscuro que evitó semejante desenlace. Justo cuando parecía que todo estaba perdido, apareció una diminuta estrella resplandeciente que se movía perezosamente en aquel cielo de color ocre. Un humano la habría confundido al principio con una estrella fugaz, pero los ojos de un Astartes reconocerían inmediatamente su trayectoria y velocidad. Nodius fue el primero en percatarse de la existencia de la lanzadera.

-Tenemos visita-, le dijo a su hermano mientras señalaba al cielo con frialdad.

-.-

La lanzadera aterrizó en la llanura a unos cinco o seis kilómetros de su posición, sin que fuese visible ningún asentamiento o puesto avanzado. No le dieron importancia a ese detalle. Debía provenir de alguna nave espacial en órbita o tal vez de la superficie del planetoide que gobernaba silencioso en los cielos incluso a plena luz del día. Fuera cual fuera su origen, constituía una oportunidad que no iban a dejar pasar, por lo que continuaron corriendo hacia ella incluso cuando ya había tomado tierra.

Nodius se percató entonces de un hecho que le pareció sumamente curioso. A pesar de que Lambo parecía tan rápido y ágil como siempre, la distancia que recorría era considerablemente inferior a la suya. Al principio dudó de lo que veía, achacándolo a algún extraño efecto óptico provocado por la luz y la atmósfera local. Luego se dijo a sí mismo que las lentes de su yelmo debían haber sufrido más daños de los que había sospechado en un principio. Sin embargo, la evidencia pronto demostró que estaba equivocado. Lambo parecía moverse de forma extraña, como si el mismo espacio se retorciese ante sus movimientos. La mente de Nodius consideró sumamente "interesante" ese fenómeno y se prometió que lo investigaría con mayor atención cuando las circunstancias lo permitiesen.

El vehículo que había aterrizado era una vieja lanzadera industrial. Su fuselaje grisáceo lucía numerosas marcas ennegrecidas, pero no mostraba ninguna insignia ni emblema. Sus ocupantes todavía estaban en el interior de la nave, ya que todas las puertas y trampillas permanecían cerradas. Tampoco habían dormido los espíritu máquina de los motores, cuyas toberas todavía continuaban escupiendo humo y fuego, lo cual parecía indicar que no estaban tratando de pasar desapercibidos precisamente.

Los dos Astartes se acercaron ahora más despacio, aprovechando la cobertura visual que les proporcionaba la gran polvareda que provocaban las toberas de los motores de la lanzadera en la superficie polvorienta. Tenían las armas a mano, listas para utilizarlas a la menor señal de peligro. Cuando estuvieron a menos de cincuenta metros del vehículo, su trampilla de carga y descarga comenzó a descender lentamente. Por ella bajó una figura humana, de constitución robusta y envuelta en una sucia capa de cuero. Con una de sus manos apretaba una amplia capucha para que no se la llevase el viento.

Lambo la apuntó con su pistola bólter, sin perder de vista el interior de la lanzadera. Nodius hizo lo mismo. La figura se acercó despacio a ellos, sin hacer ningún movimiento sospechoso. Era una mujer y parecía que estaba completamente desarmada.

-¡Quédate quieta!-, ordenó Nodius en voz alta a través de los altavoces de su yelmo utilizando el lenguaje gótico terrano.

La figura se detuvo en ese mismo instante. Su silueta temblaba de miedo o debido a las ráfagas de aire cálido que seguían despidiendo los motores de aire cálido de la lanzadera. Lambo se acercó a ella y luego la ignoró para inspeccionar el interior de la lanzadera. Nodius lo cubrió. Al otro lado de la trampilla había una pequeña bodega vacía, llena de arneses sucios y de aspecto envejecido que podía albergar a dos o tres Astartes con sus armaduras energéticas, y una pequeña puerta cerrada al fondo que seguramente debía conducir a la cabina de pilotaje.

-¡El interior está despejado!

-Perfecto-, asintió Nodius. -Tú-, le dijo a la mujer mientras la señalaba con los dedos blindados de su guantelete. -Esta nave, sus pilotos y tú sois nuestros prisioneros. No os resistáis y respetaremos vuestras vidas.

-Nadie luchará contra vosotros, nobles guerreros-, respondió ella sumisamente. Hablaba la lengua gótica con cierta dificultad, y su dicción no siempre era fácil de comprender. -Soy Elika la Vidente. He venido a este luna sin vida para traeros una carta destinada exclusivamente para vuestros ojos y os aseguro que este transporte os llevará a Kymerus tan pronto como lo deseéis.

-¿Dónde estamos?-, exigió saber Lambo mientras se acercaba a ella por la espalda.

-En Elorum, la única luna de Kymerus.

-No, no me refiero a eso-, aclaró Lambo impaciente. -¿En qué parte del Imperio?

-¿El Imperio?-, preguntó ella volviéndose para mirarlo. -El Imperio de la Humanidad no existe desde hace miles de años. Horus mató al Emperador durante el asedio a Terra y el Caos gobierna la galaxia sin oposición desde entonces.

-¿Horus es el nuevo Emperador?-, preguntó Nodius suspicaz.

-No, él también murió asesinado a manos de sus propios hermanos. Ya no hay ningún emperador. La anarquía y el cambio campan a placer en todos los territorios colonizados por la humanidad.

-¿Y Lion El'Johnson?-, exigió saber Lambo. -¿Qué hay de Caliban?

-Ignoro quién es Caliban. En cuanto a Lion El'Johnson, creo que murió con todos los demás hace mucho tiempo.

-Si no sabes las respuestas a las preguntas que te hacemos, no nos eres útil-, aclaró Nodius con un tono monocorde, pero sumamente amenazador.

-Luego volveremos a hablar de todo eso-, intervino Lambo tratando de dar prioridad a todas las preguntas que tenían entre manos. -Dinos en qué parte de la galaxia estamos en estos momentos.

-En una región de tormentas disformes conocida como el Vórtice de los Gritos-, respondió ella al instante. Las ráfagas de viento hicieron volar su capucha y pronto quedó al descubierto su melena sucia y mugrienta. En sus asustados ojos verdes había miedo, sí, pero también curiosidad. Hizo un movimiento muy lento por debajo de su túnica y extrajo un pliego de papel doblado varias veces sobre sí mismo. -Tengo que entregaros esta carta.

Su mano temblorosa la extendió hacia Nodius, que la cogió con dificultades en su guantelete, aunque prefirió no abrirla por el momento. Entretanto, Lambo volvió a colgar magnéticamente la pistola bólter a la muslera de su servoarmadura. En el fondo de su corazón, se sentía decepcionado por no haber encontrado más resistencia en la captura del vehículo.

-¿Quién la ha escrito?-, la continuó presionando Nodius. -¿Por qué estás aquí?

-La escribió el mismo Oráculo Mentiroso del Templo de las Mentiras, mi señor. También fue él quien me mandó venir a esta luna, a estas mismas coordenadas, y entregaros personalmente su carta.

-¿Quieres entregarnos una carta escrita por un oráculo que presume de contar mentiras? Esto va a ser muy divertido.

A pesar de lo dicho, Nodius abrió con la carta con el suficiente cuidado para no destrozar el malgastado papel y leyó cuidadosamente su contenido, sin ser consciente de la mirada evaluadora que le estaba dirigiendo la mujer. Lambo sí fue consciente de ese hecho, pero lo atribuyó simplemente a que a ella no le había agradado el tono irrespetuoso con el que Nodius había hablado de su señor. Su hermano terminó la lectura y le tendió la carta abierta en silencio. Lambo leyó con atención los garabatos apresurados y poco claros.

"Me complace informaros que ha ocurrido recientemente un suceso raro y misterioso, uno que os involucra directamente. Soy el Oráculo Mentiroso del Templo de las Mentiras. Durante muchos siglos, mis antepasados y yo hemos adivinado los destinos de muchas almas afortunadas y de unas pocas desgraciadas. Nuestra responsabilidad es recibir las visiones de los Dioses Oscuros y dispensarlas a aquellos a los que los Dioses consideren dignos, como vosotros.
Una visión, diferente a cualquier otra que haya recibido durante muchos años, me ha sido entregada y no puede ser ignorada. Me atrevo a solicitaros que vengáis a Kymerus, en lugar de simplemente invitaros. Os pido esto porque si fallo al impartir mi visión, quedaremos condenados ante los ojos del Gran Maestro de la Magia y el Destino, Tzeentch, al igual que ante los ojos de los otros Poderes Ruinosos. Me temo que el único modo de relataros lo que tengo que deciros de modo que pudieseis comprenderlo es que vengáis aquí.
He dispuesto un transporte y suministros para todos vosotros. Además, se os concederá acceso a todos los servicios y a las enormes bibliotecas del templo siempre que vengáis al Templo de las Mentiras.
Os aseguro que puedo ayudaros a resolver cualquier preocupación que podáis poseer. Espero conoceros pronto.
Renkard Copax"

-¿Qué opinas tú?-, preguntó Lambo hablando en calibanita cuando terminó de leer la carta.

-No me fío de ese oráculo mentiroso, ni de nada de los que nos diga cualquiera que tenga algo que ver con él, pero en Kymerus podremos encontrar más naves y transportes... y luego trazar el plan más conveniente para nuestros intereses.

-Estoy de acuerdo.

-¿Y qué hacemos con ella o los pilotos de la lanzadera?

-Por ahora, siguen siendo nuestros prisioneros. Si no causan problemas, los liberaremos cuando aterricemos en Kymerus.

No hay comentarios:

Publicar un comentario