viernes, 28 de marzo de 2014

BC 11: EL TEMPLO DE LAS MENTIRAS


"Lambo regaló su gladius a Toruk Guantequemado, como agradecimiento por recargar los generadores de nuestras servoarmaduras en tan poco tiempo. Personalmente, ese acto de generosidad me pareció un despilfarro de nuestros menguantes recursos y así se lo hice saber luego a mi camarada de armas, pero él insistió tercamente en que debía pagar su deuda con los Guantequemado. Supongo que ahora que estaba armado con la peligrosa hacha sierra del difunto Discípulo de Crox podía permitirse el lujo de aparentar sentimientos tan honorables.
En cualquier caso, volvimos con Mordekay y Karakos justo a tiempo para ayudar al sargento a ponerse su servoarmadura y activar el generador antes de que el transporte llegase a las afueras de Cuerpo Putrefacto. El vehículo de orugas serpenteó con cautela entre las ruinas, deteniéndose finalmente a unos veinte metros de la barcaza de Theon."

-.-

El piloto abrió la puerta y se bajó del transporte cubierto de polvo. Era un hombre ligeramente corpulento, de mediana edad, piel morena y ojos oscuros. Estaba casi completamente calvo, a excepción de unos mechones morenos que le nacían en los costados de la cabeza. Sus vestimentas tan sólo eran un poco mejores que la de los habitantes de Cuerpo Putrefacto, llenas de remiendos y costuras deshilachadas, aunque estaban igual de polvorientas. Sin embargo, el detalle que verdaderamente llamó la atención de los Astartes era que el humano parecía estar desarmado, lo que podía reflejar una gran confianza en su posición como sirviente del Templo de las Mentiras o una peligrosa temeridad que podría conducirle a la tumba mucho antes de lo que se imaginaba.

-Cargad los suministros, amigos-, dijo en voz alta el recién llegado a los pocos habitantes del asentamiento que se habían acercado. -No me quedaré mucho tiempo...

Su rostro fue palideciendo paulatinamente al fijarse en ellos y tragó saliva visiblemente. Después de unos largos segundos, pareció reunir el valor suficiente para acercarse mientras los jóvenes holgazanes y los borrachos tirados en el suelo colaboraban de mala gana entre maldiciones para cargar unas pocas garrafas y cajas en el transporte.

-Me llamo Orick-, se presentó el hombre con voz pastosa. -¿Sois... sois los invitados del Templo de las Mentiras, verdad?

-En efecto-, asintió Mordekay al mismo tiempo que liberaba el cierre de seguridad de su yelmo con movimientos rápidos y precisos para dejar al descubierto su rostro. -Mi nombre es Mordekay. Mis camaradas se llaman Lambo, Nodius y Karakos.

-¿Debemos entregarte nuestras invitaciones?-, preguntó Nodius a través de los altavoces de su yelmo.

-No será necesario. Cuando estos haraganes hayan terminado, podréis subir al transporte y os llevaré inmediatamente al Templo de las Mentiras.

-¿Siempre llevas a los invitados del Oráculo Mentiroso, Orick?-, preguntó Karakos con curiosidad.

-Sí, señor. Soy el responsable de esta vieja maravilla-, explicó el hombre con humildad mientras señalaba el transporte con el que había llegado al asentamiento. -Mi deber es transportar suministros y personas al Templo, y luego devolver a los invitados a Cuerpo Putrefacto para que puedan marcharse de Kymerus.

A pesar del tono casual y despreocupado con el que había hablado mientras vigilaba la carga de mercancías en el transporte, los agudos oídos de Mordekay y Lambo detectaron una pequeña debilidad en su voz, que delataba inconscientemente cierto deseo inconfesable para un sirviente.

-¿Alguna vez has llevado a otros invitados como nosotros? ¿A otros Astartes?-, quiso saber Mordekay.

-Sí, en ocasiones he tenido que hacerlo.

-¿Quiénes son?-, preguntó Nodius inquisitivo.

-No lo sé. Es peligroso hablar con ellos a no ser que te preguntando algo primero.

-Pero puedes describir cuáles eran sus colores y emblemas, ¿verdad?

-Los colores eran el granate, con un gris piedra cubriendo los bordes de las armaduras. Sus hombreras mostraban símbolos de cabezas demoníacas y estrellas de ocho puntas.

-No conozco esos emblemas-, confesó Mordekay. -¿Y tú, Karakos?

-Creo que son Portadores de la Palabra, o al menos eso parece.

Mordekay asintió, recordando las historias de la Herejía de Horus que les había contado Karakos el día anterior. No sabía como interpretar las relaciones entre los Portadores de la Palabra y el Oráculo Mentiroso, pero confiaba en que si podía llegar a un acuerdo con esos extraños Astartes, tal vez ellos le ayudasen a contactar con otros calibanitas que hubiesen sobrevivido hasta ahora... y con ellos reconstruir el poder militar de los Ángeles Oscuros de Caliban para vengarse del maldito Imperio. Era un plan atrevido que todavía no había compartido con Lambo y Nodius, aunque estaba seguro de que ellos lo apoyarían incondicionalmente cuando se lo propusiera.

-Ya han terminado-, dijo Orick al ver que los habitantes de Cuerpo Putrefacto habían dejado finalizado la carga de mercancías. -Podemos irnos cuando lo deseéis.

-Entonces no perdamos más tiempo. Dime Orick, ¿has viajado alguna vez a otros planetas?-, preguntó Lambo con una cordialidad un poco forzada mientras caminaban hacia el transporte.

-No, señor. Nací y me crié en el Templo-, confesó el hombre como si eso lo explicase todo.

-¿Y no tienes deseos de ver qué hay más allá de Kymerus?-, siguió preguntando el Astartes.

-A veces sueño que lo hago-, reconoció el hombre cuando abrió la puerta del vehículo. Su mirada parecía melancólica, casi apagada por la resignación. -Pero son sueños imposibles.

-Quizás-, murmuró Lambo haciendo en silencio sus propios planes. Una mirada cómplice de Mordekay le indicó que probablemente los dos acabasen de tener la misma idea. El Astartes sonrió dentro del burdo yelmo con forma de cabeza de perro que había pertenecido al Discípulo de Crox.

-.-

"Orick condujo el transporte con la pericia que concede la práctica a través de los caminos que cruzaban las colinas occidentales. La mayor parte de las veces siguió la misma ruta que habíamos recorrido Lambo y yo cuando escoltábamos a Elika la Vidente el día anterior, pero evitó los accesos más estrechos tomando en su lugar desvíos más adecuados para el tamaño del vehículo en el que viajábamos. Esta vez no se produjo ningún asalto por parte de los Querubines corruptos por la Disformidad, aunque permanecimos igualmente vigilantes y con nuestras armas preparadas para usarlas sin vacilación.
El humano intentó amenizar el viaje suplicándonos que le contásemos historias de nuestros viajes a través de la galaxia. Su estúpido parloteo me cansó rápidamente, pero Mordekay y Karakos debieron encontrarlo entretenido, ya que se turnaron para hablar de Caliban y de otros planetas del Segmentum Obscurus en los que había estado el antiguo Cráneo Plateado. Ninguno de los dos tenía grandes historias que contar, aunque se las arreglaron para que un ignorante como Orick no se diese cuenta de que estaban jugando con él."

-.-

Finalmente, el vehículo alcanzó con dificultad la cima de la última colina y desde ese lugar privilegiado pudieron contemplar el Templo de las Mentiras en todo su esplendor, así como a las criaturas de la disformidad que sobrevolaban las ruinas en pequeños grupos. Orick detuvo el vehículo sin que se lo pidiesen para que los Astartes pudiesen observar el paisaje durante todo el tiempo que deseasen.


-¿Podrías decirme qué pasó aquí?-, quiso saber Karakos después de unos segundos contemplando en silencio la llanura llena de escombros y ruinas reconstruidas en las que se asentaba el Templo de las Mentiras.

-La nave se llamaba Luz de la Ascensión-, la voz de Orick había perdido parte de su entusiasmo, adquiriendo un tono más profesional como si hubiese dado otras veces las mismas explicaciones a diferentes personas. -Era un navío imperial dañado sin remedio por las tormentas del Halo de Estrellas que se estrelló aquí, en Kymerus, hace muchos tiempo. Unos adoradores de Tzeentch descubrieron los cadáveres corrompidos de los antiguos tripulantes y erigieron un templo para honrar al Arquitecto del Destino.

-Los escombros que rodean el templo son los "jardines"-, continuó explicando el humano tras una pequeña pausa dramática. -Allí encontraréis los preservatorios, los santuarios donde los acólitos de Tzeentch guardaron los cadáveres de los antiguos tripulantes de la Luz de la Ascensión. Os aconsejo que los visitéis durante el tiempo de espera previo a vuestra audiencia con el Oráculo Mentiroso.

-¿Por qué?-, preguntó Nodius con suspicacia. -¿Qué tienen de especial?

-Son cadáveres tocados por la Disformidad. Los acólitos y demagogos dicen que un Gran Demonio de Tzeentch retorció los cuerpos para expresar un dolor y desesperación imposibles de explicar con palabras mortales.

-Entiendo-, respondió el calibanita con algo parecido al desagrado, -pero la idea no me seduce.

-Ya hemos visto bastante, Orick-, intervino Mordekay. -Llévanos al Templo de las Mentiras.

El humano obedeció sumisamente, volviendo a poner en marcha el vehículo para descender por la colina. Pronto estuvieron siguiendo un camino sin asfaltar a través de las ruinas polvorientas del antiguo navío espacial. A continuación se detuvo frente a la puerta de una verja de barras de hierro, de quince metros de altura, que estaban rematadas en púas afiladas para disuadir a los intrusos.

Seis guardias apostados allí, abrieron las puertas rápidamente para franquearles el paso sin que se lo pidieran. Su aspecto era sumamente extraño, ya que vestían extraños atuendos y sus yelmos, lisos y cristalinos, reflejaban cuanto les rodeaba. Además, estaban armados con gujas que poseían circuitos eléctricos y runas bizarras en su filo alargado, además de grandes pistolas amarradas con correas de cuero a sus caderas. Una vez que el vehículo traspasó la puerta de la verja, los guardias se apresuraron a cerrarla inmediatamente.

Por encima de sus cabezas, las criaturas de la disformidad emitían terribles aullidos bestiales y se perseguían en juego retorcidos sin reparar aparentemente en su presencia. El transporte se detuvo frente a dos gigantescas puertas dobles en el casco del Templo de las Mentiras después de recorrer dos o tres kilómetros a través de las ruinas y los escombros.

-Hemos llegado-, anunció Orick sin necesidad mientras bajaba del vehículo. -Nos veremos luego.

-¿No vienes con nosotros?-, preguntó Lambo suspicaz.

-No. Tengo que descargar todos los suministros de ahí atrás.

Los cuatro Astartes descendieron del vehículo y se acercaron despacio a las enormes puertas de acero, reforzadas con barras verticales. Incluso para ellos, el tamaño de la entrada al Templo de las Mentiras era descomunal, más propio de los hangares de un espaciopuerto o de una nave nodriza que de un templo. Mordekay y Lambo avanzaron con paso decidido mientras Nodius y Karakos mostraban más cautela, aturdidos por la fuerte presencia de la Disformidad en este lugar. Justo en ese momento, las puertas comenzaron a abrirse hacia el interior con un gran chirrido, activadas tal vez por algún mecanismo oculto a los ojos de los recién llegados.

El ruidoso sonido del metal resbalando contra el metal continuó durante unos segundos más, lo justo para revelar el acceso a un vestíbulo de gran tamaño, iluminado por lúmenes enjaulados entre barrotes de bronce que colgaban de la superficie ennegrecida del techo. En las paredes metálicas reposaban hermosas pero extrañas pinturas y esculturas de aspecto muy dispar, que parecían conmemorar de algún modo las gloriosas gestas de los grandes personajes retratadas en ellas. Cuatro personas, ataviadas con humildes túnicas grises, aguardaban pacientemente en la sala para darles la bienvenida al interior del Templo de las Mentiras. Los figuras blindadas de los Astartes entraron despacio en el interior encabezadas por Mordekay.

-Bienvenidos al Templo de las Mentiras, ilustres invitados del Oráculo Mentiroso Renkard Copax-, los recibió un hombre de figura obesa, rostro ovalado y pelo corto y sucio. -Os alegrará saber que nuestro amo ha dispuesto que tengáis acceso a las bibliotecas y sus conocimientos prohibidos mientras él última personalmente los preparativos para vuestra audiencia. Mis compañeros y yo tenemos el honor de actuar como guías personales durante esta parte de vuestra visita.

-¿Cuánto tiempo tardará?-, quiso saber Nodius de pronto.

-¿Disculpa, ilustre invitado?

-He pregunto cuánto tiempo tendremos que esperar para reunirnos con el Oráculo Mentiroso.

-No puedo saberlo con seguridad, señor. La tradición del templo manda que los invitados deban pasar al menos unas horas en las dependencias del templo antes de la audiencia.

-Nosotros no somos invitados normales-,espetó Lambo, -y hacernos esperar es una grave ofensa.

-Aun así...-, su voz se quebró de miedo ante la amenaza y dio un paso vacilante hacia sus compañeros, que estaban tanto o más asustados que él.

-¿Qué tramáis? ¿Por qué queréis separarnos?

-No te lo tomes como algo personal, Lambo-, intervino Karakos tratando de apaciguar los ánimos. -Tenemos una oportunidad única para echar un vistazo y quien sabe, tal vez podamos encontrar cosas interesantes.

-Tiene razón-, sentenció Mordekay tras unos segundos, más que elocuentes, de reflexión silenciosa. -Respetaremos las tradiciones locales siempre y cuando no amenacen nuestra propia seguridad. Llevadnos a las bibliotecas.

Los sirvientes abrieron una puerta y comenzaron a caminar por el pasillo al que conducía. Mordekay miró a sus camaradas de armas y les hizo un gesto con la cabeza para que siguiesen a los humanos. En ese momento, todos sintieron un fuerte ruido a sus espaldas. Karakos fue el único que se volvió para echar un último vistazo a las puertas de la entrada. Las vio cerrarse lentamente, del mismo modo en que lo harían las fauces de una bestia de tamaño inimaginable. Maldiciendo en silencio su portentosa imaginación, el antiguo Cráneo Plateado se adentró en el pasillo decidido a desvelar los misterios que habían ensombrecido su alma desde que el mismo momento en que sus inocentes manos sostuvieron por primera vez aquella copia incompleta del Libro de Lorgar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario